Era un día normal, el sol estaba algo oculto sobre los nubarrones que había en el cielo, el aire se colaba por entre los densos follajes de los árboles que había por toda la facultad. Los alumnos iban de un lado a otro, alguno sonriendo otros con las caras surcadas por el cansancio de no haber dormido por culpa de sus exámenes próximos. Entre todos estos estudiantes había uno que resaltaba de entre todos pues el color de su cabellera no era lo que entraba en los estándares de “normal”.
Zoro tenía 19 años y estaba en el segundo semestre de la carrera, era alto y fuerte, con la piel tostada por el sol, su cabello era corto y de un estrafalario color verde que le había traído varios problemas con los profesores pero eso no le impedía seguir adelante con su carrera. Estudiaba enfermería y era el único hombre en un grupo de 30 mujeres y como si soportar los coqueteos de 30 mujeres no fuera suficiente, tenía que soportar los improperios de sus compañeros hombres que estaban en otras carreras. Pero gracias a su aura las molestias habían bajado varios puntos.
Ahora se encontraba a mitad de la más brutal y aburrida materia a la que se había enfrentado, Procesos Homeostáticos de la Persona, no es que la profesora no explicara bien, pero 8 horas sentado escribiendo y poniendo toda su energía en tratar de comprender la cascada de coagulación, le habían pasado factura. Se movía incomodo en su asiento tratando de mantenerse despejado para entender que carajos hacían las plaquetas hasta que la puerta del laboratorio donde estaba él y su grupo se abrió, la profesora dejo de hablar y miro inquisidora a los dos hombres que estaban en el marco de esta.
-Disculpe las molestias profesora, necesito hablar con usted de un tema importante- la voz del Jefe de Modulo se había alzado en el salón rompiendo el aburrimiento de muchos.
Zoro suspiro pesadamente y cerró los ojos para descansarlos, estaba aburrido y quería dormitar un rato pero de pronto los murmullos de las chicas se alzaron por entre el silencio del laboratorio. Se recargo sobre la mesa e intento ignorar a sus compañeras, y lo habría logrado, de no ser porque la chica que estaba sentado al lado suyo le pico las costillas.
-Nee zoro, ya viste?-le dijo en un susurro juguetón
-Tsk, déjame en paz usurera- se removió alejándose de ella
-Que amargado-se quejó volteándose para cotillear con su compañera de al lado que tenía el cabello de un color azul claro.
Los susurros incrementaron de nivel crispándole los nervios, estaba a punto de gritar cuando estos se apagaron de repente, se fijó mejor y vio a la profesora entrar junto con el jefe de modulo y detrás de ellos un joven, más o menos de su edad, con cabellos rubios que cubrían la mitad de su cara. Esta vez puso más atención a lo que ocurría. La profesora se plantó en el frente del salón y comenzó a hablar con un acento pausado y tranquilo.
-Silencio, por favor, el Sr. Bartolomew (el jefe del módulo) les dirá algo importante-
Todos estaban en silencio absoluto. El hombre, alto y robusto, se presentó con una leve inclinación y abrió el libro que traía en la mano y comenzó a hablar.
-Debido a los intercambios estudiantiles hoy ha llegado un nuevo alumno, les presento a Kuroashi no Sanji, viene de Francia y está aquí para poder aprender de nuestro sistema estudiantil- al decir esto todas las chicas ahogaron un grito de emoción, era obvio que muchas ya le habían echado el ojo al rubio-sin embargo,- continuo el jefe de modulo sin importarle la reacción de las alumnas- el Sr. Kuroashi no habla nuestro idioma, ha podido comunicarse hasta ahora conmigo como su traductor, pero debido a mis múltiples trabajos como jefe de modulo, no puedo estar todo el día con él por esa razón necesitamos a un alumno que pueda ayudar a su compañero.
El hombre escruto el salón, podía ver que varias chicas querían ser la traductora de un chico tan guapo, pero ninguna conocía el idioma, vaya que algunas y apenas dominaban lo básico del inglés, ¿Cómo esperaba que supieran hablar Francés?, muchas suspiraron frustradas.
-¿No hay nadie que sepa hablar Francés?- pregunto cordialmente, nada, nadie se movía.
Zoro se quedó ahí sentado mirando con detenimiento al chico rubio, había algo en el que simplemente no le gustaba, estaba tan centrado en esto que no se dio cuenta cuando una de sus compañeras, delgada de cabello naranja, se levantó tan rápido de la silla que casi la tiro al suelo, levanto su mano y grito eufórica:
-¡Zoro sabe hablar francés¡-