Beso con urgencia sus labios al sentir como Sanji le abrazaba con fuerza contra su pecho, seduciéndolo hasta el borde del delirio mientras sentía el orgasmo cada vez más cerca.
Si, el rubio era un verdadero embaucador. Pero él se encargaría de demostrarle que no era el único capaz de seducir de esa manera cuando su turno de cambiar los roles finalmente llegara…
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Ambos respiraban agitados, aun abrazados el uno al otro luego que el potente orgasmo consumiera gran parte de sus fuerzas.
El peliverde abrió sus ojos, sintiendo como su cuerpo se estremecía producto del placer que el rubio le había otorgado con cada caricia, cada embestida y cada beso de su parte. Había gozado de una experiencia inolvidable en los brazos del cocinero, no podía negarlo, pero era hora que los roles cambiaran y su turno de seducir y calentar a Sanji finalmente había llegado.
Con rapidez pero con cuidado saco el miembro del oji azul de su interior, aprovechando la postura en la que se encontraba para acorralar al cocinero entre la espada y la pared. Una sonrisa divertida se asomó en los labios del chico, dándose cuenta de los planes del espadachín mientras extendía los brazos en el suelo, dándole un mudo mensaje que logro que un brillo de lujuria refulgiera con fuerza en el único orbe del peliverde.
Sanji no se resistiría, podría hacer realidad sus fantasías más perversas sin que nadie lo detuviera…
Se tomó su tiempo para disfrutar del cuerpo del oji azul, recorriéndolo completo a base de caricias y lametones. Los gemidos escapaban con libertad de la garganta del rubio, quien se dejó llevar por su rudo trato hasta el borde del delirio.
Se acercó al rostro de Sanji, deleitado ante sus expresiones de placer. Lamio su mejilla mientras sus manos recorrían sus piernas, viendo satisfecho como su compañero se estremecía por completo a causa de las potentes sensaciones que recorrían su cuerpo.
Beso los candentes labios del oji azul de manera apasionada, demandante, abrazándole contra su cuerpo con fuerza. Deseaba penetrarle en ese mismo momento, hacerle gritar como el cocinero había hecho con él, pero aun no podía.
Zoro podía ser un bruto muchas veces, pero aún tenía el suficiente autocontrol de sí mismo para preparar con dedicación al chico antes de embestirle con pasión una y otra vez.
Una sonrisa burlona se formó en su rostro al sentir como Sanji frotaba su entrepierna contra su torso, ahogando sus gemidos mientras mordía sus labios de manera seductora, completamente sensual. Si seguía de esa manera no podría contenerse, y al parecer eso era justamente lo que el chico buscaba. Podía verlo reflejado en sus ojos, ese brillo juguetón que aparecía cada vez que el cocinero ideaba un nuevo plan para meterse con el…
Intento retomar el control de la situación, sabiendo que aunque él no se resistía, estaba en la palma de su mano con esas expresiones y esos gemidos tan estimulantes. Volvió en si al sentir como Sanji rodeaba su cuello con sus brazos, acercándose a su oído mientras se sostenía con algo de torpeza, con las fuerzas reducidas casi al mínimo producto de su estado.
-Zo…ro…-jadeo con fuerza, arqueando la espalda producto del placer sin dejar de frotar su miembro contra la piel sudorosa del peliverde- Zoro…mmm-repitió con la voz ronca, casi suplicante-
El espadachín frunció levemente el ceño, al borde del abismo entre el autocontrol y el deseo.
Con rapidez volteo al oji azul, dejándolo a cuatro mientras le sujetaba la cadera con fuerza. Separo sus piernas, dejando su entrada expuesta mientras desplazaba sus manos hasta sus glúteos, dándole un pequeño apretón.
Sanji gimió con la voz entrecortada, volteando la cabeza mientras sonreía ampliamente, sabiendo a la perfección que el espadachín se encontraba a un paso de tirar todo por la borda. Aumento el nivel de sus gemidos, logrando que Zoro se removiera en su lugar producto de la excitación.
Maldito cocinero embaucador y seductor. Aunque él tenía el papel de activo en esos momentos, sin duda alguna el cocinero tenía su control casi por completo.
Sin duda parecía que el alcohol en sus venas le había dado una extraña ventaja, ya no podía negar ninguno de sus pedidos lo intentara. El idiota de Sanji había logrado lo que quería sin necesidad siquiera de decir una sola palabra…
Le embistió con lentitud, tensando sus facciones al sentir como su miembro era fuertemente apretado por las paredes internas del oji azul. Se detuvo unos instantes, respirando agitadamente antes de iniciar el delicioso vaivén, gimiendo a la par del rubio.
Imprimió un ritmo duro y constante, utilizando las últimas energías que tenía para seguir embistiendo al cocinero de esa manera, perdiéndose por completo en aquella danza de rápidos movimientos coronado por la seductora voz de Sanji, aquellos gemidos que le habían sacado por completo de sus cabales.
Había estado al borde del abismo, sabiendo que podía regresar hacia atrás pero aun así eligiendo lanzarse hacia el profundo precipicio y sumirse en la oscuridad.
No le importaba, no importaba quedar atrapado para siempre en aquellas aguas de perdición. No si quien le esperaba al final de aquel viaje era cierto cocinero embaucador a quien le pertenecía por completo su corazón…
Tsusuku (o tal vez no xD)