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Chandelier por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Muchas gracias a todos los que me leen y me dedican uno de sus comentario. Me hacen muy feliz con leerlos y poder contestarlos. Aquí traigo el siguiente capítlo. Espeor que les agrade. Ya tengo escrito hasta el capítulo 8 pero estaré subiendolo conforme edite y siga avanzando en la trama.

Defteros moría de curiosidad y para poder controlarla, o dirigirla de algún modo no destructivo, solo se atrevía a dar golpes con los nudillos en la madera maciza. Tenma lo estaba haciendo a propósito y desde su lugar, en el comedor, veía al muchacho mirarle desde el mueble y sacarle la lengua, hartamente divertido con hacerlo sufrir.

—¡Oh! ¡Mira tío! ¡Aquí le hicimos las trenzas!

Sus cejas se fruncieron e hizo un mohín con el que intentaba controlar la decepción. Su imaginación le dibujaba como podría verse el rubio ciego con las descripciones que hacía Tenma. Pero era capaz de trasladarlo a otro campo, de quitarle todas las ropas y verlo hacer exactamente lo que el adolescente relataba. Correr entre los árboles, caer rendido en la grama con ellos dos encima —en su imaginación era solo él—, dar vueltas en el columpio, tener una trenza que se movía con el viento cada vez que intentaba huir. 

Quizás por eso, se encontraba más impaciente. Si viera directamente las imágenes, su mente se evitaría la penosa necesidad de recrearlas por sí mismo. Ante la ausencia de ella, Defteros no quería imaginar ropas. Lo único que cargaba puesto el Asmita de su imaginación era la bufanda de colores.

—Sasha llegó con él. Estaba agarrado de sus hombros, con los pies a cada lado de la rueda de la bicicleta.

—Eso podía ser peligroso. —Consideró Dohko, mirando las escenas fotografiadas.

—Puede ser, pero él se veía contento. Dice que le gusta el viento, pero es alérgico a los animales. Huía de los perros que intentaban acercarse. Y tuvimos que darle un antialérgico en la comida. 

Y Defteros pensando en tenerlo contra la grama, desnudo, enrojecido por el placer y sudado por el casi orgasmo. Con la trenza casi desecha llena de flores y hojas, y la mirada sobre un punto que él no tenía intenciones de cruzar. Lo imaginaba así y se veía a sí mismo sujetándole la barbilla para levantarle el rostro. Mover su lengua sobre los labios temblorosos de él antes de poseer esa boca como si fuese siempre suya. Y penetrar, penetrar, penetrar. Cada vez más fuerte.

Mientras Dohko consideraba los riesgos de llevar a alguien alérgico al parque, Defteros juzgaba necesaria la soledad. Los dejó y se fue solo con sus imágenes alimentadas por la calentura para entrar a su habitación y cerrar el cerrojo. En ese sitio propicio, su imaginación pudo volar. Bajo al ventilador cuyas aspas habían dejado de moverse, Defteros inició el terreno propicio para alimentar su fantasía. Un poco de su eterna amiga y tirado en la cama, desnudo, sus manos comenzaron a moverse para idear el escenario.

Allí estaba, sobre él la figura desnuda de la quimera que había recreado en su mente, con el largo cabello dorado y trenzado, lleno de flores y hojas. Sobre él, sonriéndole, con sus párpados cerrados y las hermosas pestañas abundantes que cubrían el contorno de la abertura hacia sus ojos. Moviéndose como una serpiente sobre él, Defteros soltaba el aliento mientras se autopenetraba la criatura de sus pensamientos con su virilidad turgente. 

Y pronto empezó a danzar, a ver saltar la trenza y verlo retorcerse a él sobre su estómago, mientras su erección se perdía en su interior. Sentir la trenza o la bufanda rozarle con cada movimiento y la piel adquiriendo colores rojizos. Defteros consintió la fantasía, una y otra vez, experimentando un mayor placer en el arte de la auto estimulación cuando estaba bajo el efecto de la droga y con la imagen de su más reciente fantasía viviente.

Por eso, consideró una trampa que el día en que volvió a la biblioteca a buscar a Tenma, lo encontrara en mano de Sasha, haciéndole una trenza en medio de las mesas. Una trampa ruin del destino comenzar a humanizar la imagen de quien había considerado un dios que se le apareció en el último momento. Y allí estaba Tenma, entretenido cerca de él preguntándole una cantidad de cosas, mientras los dedos de la muchacha trenzaban el cabello dorado. Y él lejos, observando. Con los ojos fijos y cortantes.

—Con el viento que hace afuera, será mejor así. —Culminó la hazaña y se abrazó a él con una sonrisa afable. Sasha también se había hecho dos trenzas, con el cabello largo que también llegaba más bajo de su cintura. Uno que constituía de las cosas más bellas que tenía Sasha, a los ojos de Tenma.

—Entonces, ¿ya puedo seguir trabajando? —Tenma rió ante el comentario del rubio, quien pese a los gestos cariñosos de Sasha, siempre permanecía con esa seriedad en su rostro.

—Espérate, solo descansa un poco ¿sí? Además no hay tantos libros que llevar hoy.

Sasha se acomodó en las piernas de Asmita ahora, con una confianza que en un inicio podría mal interpretarse. Pero el rubio se limitó con pasar las manos alrededor de la cintura, y sujetarla con suavidad, como si se tratara de solo un familiar más. A Tenma le asombraba la dinámica de ellos.

—Hoy te vas temprano, ¿verdad?

—Debería. 

—Ya Defteros llegó a buscarme y anda viéndome con cara de demonio. —Bufó el menor, haciendo un mohín indiscreto mientras Sasha reía y Asmita solo pensaba—. ¡Me cae mal!

—¡No creo que te caiga realmente mal, Tenma! —Concilió la chica, riéndose amenamente.

—Si lo es, ¡me cae terrible! ¡Es un bruto y terco y abusivo!

—¿Te quiere a su modo?

Sasha rió al decirlo y se vio obligada a levantarse cuando Asmita decidió retomar la actividad. Vieron al rubio moverse con la ayuda de su bastón y sonrieron entre ellos compartiendo una mirada divertida. Ella entonces le sujetó la mano a Tenma y el muchacho se espabiló, abriendo bien sus ojos rasgados.

—Oye, ¿te gustaría ir mañana a casa? Mamá quiere conocerte y dijo que haría una cena exquisita.

—¿En serio? ¿No me quiere matar por haberte ensuciado toda en el parque?

Sasha rió y le miró con una dulzura incomparable. Para ella la presencia de Tenma había significado un cambio radical en su vida, como si hubiera recuperado algo que años atrás le habían quitado. La hacía reír como niña, jugar como niña, correr como niña. Había sido tan divertido compartir con él y con Asmita esa tarde en el parque, que entusiasmada le había hablado a su madre al respecto.

La idea de correr al lado de Asmita, para que este lo atrapara, fue el comienzo de todo. Luego todo fue risa y colores, hasta caer cansados y sin aliento. A Sasha le preocupó por un momento eso, porque conocía la fragilidad de Asmita y por ello le cuidaba. Pero él rio y rio tanto que le saltaron las lágrimas, entre la tos y la falta de aliento, parecía tan feliz que era preferible dejarlo vivir así. 

Sasha concordó que había sido mucho tiempo desde que los dos habían reído tanto y todo se lo debían a Tenma. Era momento de retribuírselo de algún modo.

Entre tanto, Defteros veía desde su lugar a la figura de Asmita caminando entre las mesas y buscando con sus manos un nuevo libro que llevar. Realmente no había más que dos en todas las mesas, pero él no quería detenerlo de buscarlo por sí mismo, porque la sola visión era suficiente para mantenerlo allí, enraizado a la madera, mirándolo caminar. La gracia de sus movimientos torpes le gustaba. La tranquilidad de su semblante al hallar que no había libros en esa mesa, le gustaba. La persistencia de sus movimientos, con humildad, le atraía mientras seguía admirando al hombre como si fuera un dios. 

Defteros había olvidado, de momento, lo peligroso que eso era. Porque mientras lo veía casi cercano a la veneración, pensaba en la manera de quitar todos esos ropajes y rebajarlo a su máxima humanidad. Porque Asmita, ese joven ciego, era un hombre. 

Y por ello lo miraba desde lejos, dando vueltas entre las mesas del enorme salón de la biblioteca. El apretando la madera del balcón mientras lo miraba, rodeándolo religiosamente, al acecho como si calculara el espacio para saltar. 

El salto era simplemente hablar.

—¿Crees que quiere con él? —preguntó Sasha, mirando el modo en que Defteros observaba el caminar de Asmita con los dos libros que encontró, hasta las escaleras—. No ha dejado de mirarlo.

—Puff… no sé qué quiere realmente. Es un menso, idiota. 

—¿Quizás tímido?

—No, idiota. —Tenma sonrió repitiendo su opinión y Sasha no pudo evitar reír. No pensaba objetarle nada.

Aun si habían visto a Defteros moverse, como si fuera a la dirección que había tomado Asmita, no podían asegurar absolutamente nada. Ya habían hablado al respecto, y habían acordado que era mejor no involucrarse de más. Después de todo, se trataba de cosas de adulto.

Defteros parecía mejor con solo mirarlo, como si con ello pudiera conformarse. Observar el ritual de pasar los dedos en el filo del librero y encontrar el espacio vacío que había dejado el libro que tenía en sus brazos. Era como si con ello ya tuviera suficiente, suficiente seguro para algunas fantasías. Y mientras Asmita no supiera…

El rubio arrastró el último lomo, entre los libros gruesos de arte contemporáneo. Fue allí que Defteros lo abordó, consumiendo la distancia para luego mirarle con tan profundidad, que era fácil pensar que quería preguntarle algo importante. La mayoría de las personas tenían miedo de esa mirada ceñuda y con mala cara que Defteros solía tener cuando estaba muy pensativo, pero Asmita levantó el rostro, con sus ojos vacíos y una sonrisa liviana.

—¿Puedo ayu…?

—¿Comes? —Defteros preguntó. Asmita enarcó ambas cejas, confundido.

—Todos los días. —El moreno frunció su ceño aún más, contrariado por la respuesta—. Supongo que tú también, ¿no? Al menos que estés intentando invitarme a comer.

—Eso hago.

Asmita se quedó sin habla por un momento. Defteros había quitado con sus palabras y su voz gruesa el intento de broma que él había hecho a partir de la pregunta. No pensaba seriamente que sí lo estaba invitando, pero le había parecido tan primitivo el intento, que no pudo evitar hacer la acotación. Lejos de intimidarse, sonrió. Se sintió incluso con más seguridad en sí mismo. Había notado la mirada persistente, había percibido su intenso escrutinio en él y ahora podía saber el porqué de ello.

—¿Para cuándo? —Concedió, entusiasmado.

—Ahora.

—¿Ahora ya? —Defteros no le contestó más que una mirada persistente que parecía clamar una respuesta por sí sola—. Sí, entiendo que ya ahora. ¿Puede ser mañana? Ahora no puedo. ¿Te molesta esperar?

—Siempre lo hago.

—Sí, eso he notado. —Asmita le sonrió con luz propia, como si él pudiera poseer un brillo especial que no pudiera ser explicado en otras palabras. 

Tras ese corto intercambio, Asmita volvió a sus labores, caminando entre las mesas ahora con una sonrisa mucho más vivida, una que Sasha y Tenma, desde sus lugares, pudieron observar sin dificultad, a su vez de estar asombrados por el avance inesperado de Defteros. 

Pero para Defteros, eso nunca fue el problema. El hablar no representaba dificultad para él, ni mucho menos fue timidez lo que lo detuvo durante tanto tiempo. Era la imagen que había visto, durante tantos meses, en el metro del hombre deteniéndolo de cruzar la línea amarilla, aún si sus palabras lo hubiera inducido a lo contrario. Era eso, esos ojos divinos que habían sabido ver más allá de su miedo para enterrarse a su voluntad y ponerlo a escoger. 

Era claro que Asmita no recordaba. No se había grabado su voz para asociarle a alguien conocido. No se había memorizado su aroma, ni el sonido de sus pasos. No entendía ni imaginaba que Defteros se había cruzado antes en su vida y por eso se empeñaba a verlo, desde lejos, como un viejo conocido. Defteros podía maniobrar perfectamente desde esa cómoda distancia que confería el desconocimiento. Porque había notado, por fin, en medio de la afiebrada imagen del Asmita que se penetraba con él en sus sueños, que lo había convertido en eso. 

Su nuevo candelabro favorito.

Ahora que había dado el salto, debía esperar cualquiera de las dos posibilidades: caer, o alcanzarlo y destruirlo.

Notas finales:

Gracias a todos los que me leen y comentan :3


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