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Chandelier por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Gracias por venir a leer el siguiente capítulo. Esta vez traigo doble actualización. Espero les guste.

Otra vez lo sostuvo de las caderas y lo vio saltar. La trenza dorada que le había visto esa tarde, fue la perfecta protagonista mientras veía a Asmita saltar sobre él, con tanta fuerza y necesidad que cada penetración le llenaba los sentidos. El humo y el aroma de la marihuana se vertían sobre la cama, creando la perfecta y onírica imagen del ciego siendo dominado por el placer. Defteros no podía dejar de ver esos ojos hecho humo, de imaginar el convertir al dios en un mortal, y así, poder enfrentarlo. 

Allí humanizado, rebajado a lo más vulgar. Defteros volteó en la cama, y se apretó la erección con fuerza, mientras ahora masturbaba su miembro con la boca pegada a la almohada y los ojos en vilo. Imaginaba las manos del rubio estrujando la espalda, rasguñando. Imaginaba las piernas delgadas rodeándolo y encerrándolo en él. Hundiendo su falo dentro de su cuerpo y haciéndole gritar en el proceso por el placer. Defteros terminaba de ese modo, ronco, ruidoso, vertiendo su esencia para permanecer allí, tendido en el orgasmo de una fantasía recurrente.

Así pasó la noche.

Defteros no pudo negarse que estaba demasiado expectante esperando que las horas se diluyeran para poder salir con él. Tenía ahora un nuevo plan. Sorpresivamente, había armado una secuencia de pasos de lo que quería hacer junto a Asmita, cuando la hora de la salida llegase. Y se puso a repasarlo, uno a uno, durante todo el día.

Había ignorado las preguntas de Dohko cuando quiso saber los detalles, tras haber sido informado por Tenma de su nuevo avance con el ciego. No quiso decir nada para restarle importancia y no pretendía hacerlo tampoco después. Ninguno de los dos sabía que lo había invitado a salir, ni tampoco les diría lo que esperaba de ese encuentro. Era algo muy suyo, que no tenía intenciones de compartir.

Entre tanto, en el silencio pensaba en los lugares a donde lo llevaría. Lo que quería comer y como lo iría a buscar. Tendría que hacer algo contra la impaciencia. Compró cigarrillos para poder controlar la ansiedad, cuando su cuerpo reclamara una dosis a cierta hora y él estuviera al lado de Asmita, comiendo, o caminando. Algo con lo cual poder sobreponerse a la necesidad, hasta que volviera al departamento. 

Lo bueno era que podría hacerlo solo. Tenma iría de inmediato a casa de la chica y no tendría que buscarlo porque pasaría la noche afuera. Era como si todo estuviera de acuerdo, como si el universo entero uniera las piezas para permitirle a Defteros concretar su plan y llevarlo a cabo hasta el final, sin interrupciones.

Cuando llegó la hora de salida, Defteros dejó la constructora y tomó el primer autobús que lo dejaba cerca de una estación del metro. El cigarrillo se consumió rápido en sus labios, mientras llenaba sus pulmones de nicotina, elemento que resultó vital para poder combatir con el desosiego. Cuando entrara a la biblioteca, esperaba que no se notara demasiado el olor al cigarrillo o que al menos a Asmita no le importara. No había pensado en eso hasta que tenía el segundo en sus labios, camino a la línea del metro que debía tomar para ir al centro.

Al llegar a la biblioteca, decidió mejor esperar afuera. Era ya el tercer cigarro que consumía y sus ojos claros se fijaban mejor en el caminar de las personas, para ir recolectando las agallas para hacer cada movimiento. Cada paso que había dado para llegar al lugar, había representado una nueva duda. ¿Podría encontrar desvestir al dios y convertirlo en hombre? ¿Podría hacer de aquella lámpara una simple vela? 

—Hola. —La mirada de Defteros volvió hacía el punto donde escuchó la voz. Sabía que no era Asmita, porque el acento francés lo delataba, pero al ver a precisamente el encargado de la biblioteca encendiendo un cigarro, pensó que quizás se había preocupado demasiado por su aroma. 

No respondió al saludo y sorbió del cigarro, a punto de acabar. No dejó de mirarlo y de observar el porte, el largo cabello que llegaba a casi a su cintura, con un lacio que era digno de las propagandas de champoo. Aunque el de Asmita lucía aún más largo y brillante en su tono rubio. Tampoco pasó desapercibida la visión del anillo, en la mano que sostenía el cigarro en los labios galos. 

—Llegaste temprano. —Defteros frunció el ceño al escucharlo. Degel fue quien lo miró tras sus lentes, de reojo—. Asmita tardará una hora más en salir. Tendrás que hablar si quieres comunicarte con él.

—Hmm…

—Ya que saldrás con él, te daré unas recomendaciones. —Aquello, por supuesto, no le cayó nada bien—. Sé que él no lo dirá, pero será bueno que lo tomes en cuenta. Si ves que alguna mascota se le acerca, sepáralo. Si empieza a llover, llévalo a un sitio preferiblemente con calefacción. No dejes que se enfríe demasiado, y ten en cuenta que si desciende demasiado la temperatura, enrolla la bufanda hasta que le cubras la nariz. Lo calmará.

Defteros lo miró furibundo y profundamente incómodo. ¿Por qué le hablaba de todo eso? ¿Qué clase de salida pensaba que tendría con Asmita? ¿Qué era lo que creía? ¿Era Asmita el que estaba esperando más?

—Tampoco lo dejes comer nada con pimienta. Es alérgico a ella. Y por favor, no fumes estando con él.

—No me importa. Solo quiero sexo —dijo tajantemente. Degel levantó la mirada, sin terminar de llevar el cigarro a su boca para mirarlo con aprehensión. Tardó en suspirar y volver a probar el tubillo.

—Comprendo. 

Se instaló un silencio molesto entre ellos, hasta que Degel acabó de fumar y regresó a la biblioteca. Defteros se quedó en silencio, sin ánimos de encender otro cigarro. Como si sus palabras pesaran y empezara a arrepentirse de ellas.

Pasó un poco más de una hora para que Asmita saliera. Venía acompañado del mismo hombre, quien sin dedicarle una nueva mirada, se despidió del rubio dandole algunas instrucciones que Defteros adivinó se trataba de él. Hasta ese momento pensó que no sabía su edad, y esperaba que no fuera demasiado joven. Aunque no aparentaba ser menor de edad la verdad es que muchas veces las apariencias engañaban.

Tuvo que esperar hasta que se despidieran para decidir acercarse por su espalda, hasta que su presencia se volviera una constante perceptible para él. Asmita tenía una trenza, su abrigo azul, la misma bufanda de cuadros de colores rodeando su cuello y levantó su rostro como si le diera la bienvenida, con una afable bienvenida.

—¡Siéntete como en casa! —Exclamó Sasha al llegar con Tenma a su propio hogar, llevada por su madre. Tal como habían planeado, esa noche estaría con ella y su familia.

Tenma no podía dejar de sentirse entusiasmado. Sus sentimientos para con Sasha eran totalmente fraternales. La veía como una amiga, como una compañera de juego. Se divertía con ella y carecía de pensamientos que pudieran traducirse en algo romántico. Quizás por ello, la dinámica entre ellos era totalmente  natural y de seguro había llamado la atención de su madre por esa manera de hacer reír a su hija como si se tratara de una niña.

Al entrar a la casa, detalló la decoración vintage de la sala principal. Un decorado de flores, con varios arreglos florales a sus alrededores y algunas piezas que parecían de arte griego que decoraban las esquinas o espacios e los libreros Habían muchos libros y sobe la chimenea, una gran cantidad de fotografías. De momento Tenma se conformó a mirar desde lejos, abriendo bien sus ojos para captar como se veían las casas londinenses y encontrando miles de diferencia en comparación a su casa en Japón.

Con una sonrisa, volteó hacía la chica, quien lo miraba con un gesto igual. Se encontraba entusiasmada de tenerlo allí.

—Subiré a cambiarme, ¿Te parece? Espérame solo un momento.

—Tranquila… ¡tu casa es genial! —Sasha rio con el comentario—. ¡Es muy bonita!
—. Gracias… no tardo mucho, ¿sí? 

El muchacho sonrió y prefirió distraerse en otras cosas mientras su amiga se cambiaba, como por ejemplo reconocer el lugar. Aún sin el deber se era sentarse, se sentía seducido por tantas cosas nuevas que prefería seguir investigando al respecto. Comenzó a ver a los libros acomodados y algunos adornos, tratando de hallar su procedencia.

De alguna manera, Defteros hacía lo mismo, pero con las emociones que se disgregaban dentro de él, mientras escuchaba a Asmita hablar. No había dejado de hacerlo desde que se encontraron y se había preguntado en varios momentos si su silencio no le desalentaba. Tenía tan cerca al hombre que ahora, lejos de parecerle más humano, adquiría más divinidad. Asmita hablaba con una convicción que era imposible no perderse en sus gestos, en su voz, y en la manera en que tomaba aire para continuar una frase larga.

Y le aturdía más que no le preguntara directamente su opinión, sino que se limitara a dar la suya. Y que incluso, diera espacio al silencio cuando era necesario. Asmita no era que buscaba llenar los minutos con un nuevo tema de conversación, simplemente esperaba que algo la dinamitara, como si cada palabra tuviera que ver con cómo percibía su alrededor en base a impulsos. Y Defteros en muchos instantes estuvo a nada de tener los mismos gestos con él que tenía cuando solo era un anónimo, pero se contuvo. Su mirada solo caía sobre él con el peso de una lluvia.

Al salir del metro, Asmita le tomó del brazo con una familiaridad que lo descolocó por completo. Dijo en voz audible: quiero comer algo salado y condimentado. Defteros recordó de inmediato las palabras de Degel y fue inevitable fruncir el ceño, como si evaluara las opciones. Como si de repente seguir las indicaciones era primordial, aun si estaba fuera de sus planes.

—¿Hotdog?

—Pensaba en Pan naan. —Sonrió—. ¿Te gusta el Pan naan? Cuándo voy a casa de mis abuelos, mi abuela suele hacerlo. Le gusta mucho, recuerdo que podíamos sentarnos frente a la radio a comer y comer.

—No he comido.

—Es buen momento de probarlo entonces. ¿En qué estación estamos? Si conozco la estación, quizás podría decirte si hay un lugar cerca donde se pueda comer. Pero tendrías que seguirme. —Defteros solo lo miró, pensando en que tan sabio sería seguir a un ciego en busca de Pan naan. Pero Asmita lucía tan seguro…

—Guíame.

Defteros siguió hacía donde Asmita empujaba suavemente su brazo. Lo vio tomar el bastón de madera y moverlo oscilando  en un ángulo de 45 grados que cubría sus pasos. Él prefirió guardar sus manos en los bolsillos, para dominar el impulso que ya tenía tomarlo de la cintura, o del rostro, para callar su retórica con un beso. Sabía que si lo hacía, no habría Pan naan. Iría de inmediato al primer motel cercano que encontrara. 

A quitarle tanta habilidad para hablar y mostrarse autosuficiente. A robarle el sentido de orientación… Todo aquello que era incomprensible para alguien que debía ser un discapacitado.  

Entendió entonces que de eso se trataba, de la fuerza de Asmita de dar tanta luz desconociéndola. 

Pero solo se puede dar luz, si antes ha vivido la más profunda oscuridad. Y por supuesto, para un hombre ciego la ausencia de color durante toda su vida no debía ser la más profunda oscuridad. Tenma comprendió entonces que habían cosas más oscuras que la ceguera.

Cuando se dispuso a ver las fotografías frente a la chimenea, se quedó perplejo, observando algunas tan inocentes, que le quitaban el aire trágico y aterrador de aquellas que le habían robado el habla. Sasha lucía tan frágil, que daba miedo tocarla. Lucía tan pálida, que el papel tendría más color que su piel. La ausencia de cabello dejaba a entrever la palidez del cráneo y los bracitos mostraba la marca de las inyecciones en su lacrada piel. 

Y aún así, Sasha sonreía. Traía un gorro tejido morado, con un decorado de flores tejidas entre verde, amarillo y rosa. Lo jalaba para ocultar sus orejas, mientras mostraba sus dientes que intentaban a opacar la oscuridad de sus ojeras. Y junto a ellas habían varios más, niños de distintas edades y rasgos, con la única semejanza de tener pulidas calvas, tapada de todo tipo de formas, desde gorros, sombreros, hasta bufandas de colores tejidas… 

—¡Listo! ¿Estás preparado para ver una película en la sala de entretenimiento? —Escuchó la voz cantarina de Sasha, y al voltear, sus ojos lo primero que hicieron fue deslizarse entre la larga cabellera que rozaba a su cintura, sin prestar atención a la bermuda de flores, o a la camiseta sencilla de los Beatles que ella vestía. 

Los ojos rasgados se oscurecieron por el peso de una verdad.

Notas finales:

Gracias por leer y falta el siguiente ;)


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