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Chandelier por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Gracias por sus coments! ahora en la noche con más tiempo los respondo :3 ¡Les dejo el capítulo 8 de este corto fick!

Defteros encendió un cigarro apenas salió del motel. Al pasarlo sobre sus labios, decidió refugiarse en los recuerdos con su hermano para tratar de reprimir el impulso que lo quería hacer volver, como si con aquello pudiera recuperar algo. Él tenía claro para qué había hecho su plan. No iba a empezar una relación. Pero notando la influencia que Asmita había creado en él desde que lo vio en la biblioteca, el influjo de su voz y de la forma en que se dirigía a él, debía hacer algo para terminar de apagar la fulminante luz que irradiaba ante sus ojos.

Tener sexo, conocerlo en lo más profundo, parecía ser una buena salida. Esperaba que con el hecho de haber cumplido su fantasía, de haberlo tomado como quería, el brillo de esos ojos grises dejarían de acosarlo. Sentía que había fallado y que sería todo lo contrario. Solo esperaba conseguir pronto un nuevo modelo para convertir en quimera cuando volviera a hundirse en la marihuana. 

Mientras tanto, la oscuridad de los recuerdos de Aspros fueron buen aliciente para alejarse del lugar y no volver. Llegó hasta la estación, había estimado la cantidad de pasos que empleó para llegar y luego se quedó mirando la línea amarilla. No se le antojaba en ese momento saltar. Se sorprendió al darse cuenta que no se le antojaba intentar volver a estar con su hermano más allá de la muerte. Miró la línea amarilla, pensando en que nada tenía para pensar. Solo llevaba a cuesta una eterna soledad que se había incrementado tras abandonar la habitación.

Al levantar la mirada, miró frente a él, al otro lado de la línea, la figura de su hermano. Traía la camisa verde agua a medio poner, fuera del pantalón. Tenía su cabello largo y alborotado, se veía visiblemente desordenado y al mismo tiempo derrochando la sensualidad propia de él. Se veía joven… no tenía las pronunciadas dos líneas que él ahora ostentaba en su frente. Sus ojos estaban brillantes y sonreía con una habilidad innata de desviar la mirada hacía él. Con seguridad, con altivez. Pero  siempre para él, con dulzura.

Llevaba el ramo de gardenia que Defteros le había dejado días atrás. Lo miraba como si simplemente lo saludaba. Defteros no apartó sus ojos de la fantasía hasta que el tren arribó y destrozó la imagen con las decenas de ventanas pasando a toda velocidad ante sus ojos. Ya Aspros no estaba. Aspros había dejado de estar.

Cuando estaba Aspros, solo existía él, nadie más. Aún si mantenían una relación abierta y ambos compartían de sus aventuras con otros, siempre terminaban enredándose entre ellos y considerando a todos lo demás como lo que era: un juego. Ellos no deseaban apartarse, no deseaban separar sus caminos. Su deseo era vivir juntos, sin importar los prejuicio y disfrutando del amor que profesaban y atentaba a cualquier credo.

Todo hubiera seguido así si esa noche no hubiera llegado. Si Defteros se hubiera asegurado que Aspros tenía el cinturón de seguridad puesto. Si no hubieran bebido de más. Si no hubiera fumado ese taco de marihuana. Si le hubiera dicho de salir más temprano de la fiesta o lo hubiera convencido de no aceptar la invitación de aquel otro auto de demostrar las habilidades de su motor. Si él no hubiera ajustado su cinturón. Quizás habría dado el salto hacía la muerte con él y ya todo hubiera acabado.

Para Dohko, el silencio de esa semana en el departamento fue anómalo. Desde la visita que Tenma le hizo a la casa de su amiga, permanecía más callado y leía largamente artículos en internet. Ni siquiera le había prestado atención a los juegos. Y Defteros… si él era un hombre silencioso, ahora su silencio se había convertido en un pozo mayor. Parecía una atmosfera de luto que había llenado el lugar y él se encontraba relegado de ello.

Frunció su ceño, cuando al ver que había llegado el domingo, Tenma seguía metido en la tablet y Defteros estaba tumbado en la cama. Si no era mal de amores, no entendía porque ambos estaban así. Cuando preguntó a Tenma directamente si Sasha lo había rechazado, el chico salió con la descabellada idea de dejarse crecer el cabello. El chino rió y rió tanto que el muchacho, ofendido, le tiró un par de cojines y volvió a hundirse en su planeta personal.

Esperó que al preguntarle a Defteros si el rubio lo había dejado, le dijera algo más interesante o igual de divertido que Tenma. Pero tratándose de Defteros, había esperado demasiado.

—Nada. —Fue lo que respondió, mientras preparaba su dosis del día, con movimientos más bien desganados.

—¿Nada?

—Tuve sexo con él.

—Oh… wow. ¿Eso es nada? ¡Eso es mucho! ¿Qué tal? ¿Te rechazó después de eso? ¿No fue tan bueno en la cama? Dime porque parece que alguien se murió y no me he enterado.

—Lo dejé en el motel —dijo sin más—. Y no le volví a hablar.

—¿Tan malo fue? —Preguntó tras pestañear y antes de que Defteros dirigiera el tubito a sus labios, Dohko lo agarró para atrasar su dosis—. Digo, es ciego. Por muy malo que haya sido, mínimo lo dejo frente a su casa.

—Pfff… él sabe guiarse mejor que cualquiera de nosotros. —Dohko enarcó una ceja al escucharlo. Era una de las frases más largas que le había escuchado a Defteros en su tiempo conociéndolo—. No hacía falta. Yo no hago falta. Solo quería cogerlo y ya. Eso hice. No tengo por qué verlo más. 

Dohko silbó y se sentó a su lado, provocando un sonido en la cama. Se despeinó un poco su cabello enmarañado y le dedicó una mirada larga, casi como si lo escaneara. 

—Quieres verlo. —Le dijo con una seguridad aplastante—. Es más, mueres por verlo. ¿Por qué te detienes? ¿Te da miedo su ceguera? Te recuerdo que por ese accidente donde lamentablemente murió tu hermano, tu pudiste quedar mudo.

—Cállate. —Espetó. La imagen de Asmita haciéndole las señas con las manos, le llegó hondo, muy hondo. Fue como sin importar qué, comunicarse con él fuera vital. Y encontraría la manera de alcanzarlo.

—No, necesitas escucharlo. Necesitas que alguien respalde esa voz de tu cabecita que te pide volver. —Golpeó a su cabeza y Defteros le miró con aire molesto. Pero no fue un impedimento para Dohko, quien solo le devolvió una mirada apreciativa—. Sé que aunque no lo digas, aún guardas luto por tu hermano. No puedo imaginar cómo se siente ese dolor, pero sé que lo sientes. Sin embargo, Defteros, ¿cuánto minutos de silencio más vas a acumular por él? Han pasado más de cinco años… y por más que quieras convencerte de lo contrario, lo que pasó no fue tu culpa. 

Por supuesto que Dohko no entendería que Defteros no solo perdió a su hermano, sino a su amigo, a su pareja, a su confidente. Lo había perdido todo. Sus ojos se entrecerraron y volvió su mirada hacía el suelo, al piso con tonalidades amarillentas que denotaba el paso del tiempo en esa desolada habitación.

Como si entendiera que ese silencio si era necesario, Dohko se alejó tras darle un par de palmadas de consuelo y le dejó el tubillo preparado sobre la cama. Sus ojos no volvieron hacía Defteros y lo dejó en la soledad de la alcoba, con la presencia de sus pensamientos. Tenía razón al decir que quería verlo. Tenía razón al admitir que si lo había deseado. El plan había fracasado y él lo sabía desde el mismo momento en que empezó a ejecutarlo. 

Fumar esa dosis, no cambió su panorama. La imagen de Asmita seguía protagonizando sus fantasías estando o no bajo el efecto de aquella planta.

Aunque dejó pasar los días, la situación prosiguió de forma similar. Defteros buscó salir varios minutos antes o después de su horario acostumbrado, con la esperanza de no tropezarlo. Pero la mañana que alcanzó a verlo de nuevo, de lejos, esperando en la parada de la otra línea con su bufanda de colores y su cabello suelto, sintió de nuevo el impulso. Supo que no dejaría de pensar en ello durante el día. Supo que acabaría buscándolo al final de la tarde.

Y tal como lo vaticinó, como si fuera una derrota anunciada, allí estaba, en la biblioteca. Se abrió camino hacia la sala de lectura y evadió la irada incriminatoria que notó desde el puesto del encargado donde debía estar el francés. Comenzó a caminar por los pasillos curvilíneos, buscando con la mirada al hombre que tenía más fuerza que la línea amarilla de la estación del metro. Y lo encontró, pero no estaba caminando entre las mesas, ni empujando un libro en los libreros. Estaba sentado, con las manos sobre un libro abierto, como si leyera.

Obviamente no podía estar leyendo, no de forma convencional. Pero los gestos que Defteros le veía impreso en su rostro se parecían a los que vio durante la salida, cuando le sonreía al recordar una anécdota, se asombraba por el sabor del casabe, o por el simple hecho de probar algo nuevo. Todos ellos, estaba allí mismos siendo expresados sin que nadie más prestara atención de ellos, más que él, que lo miraba desde la distancia.

Enfocando mejor la mirada, vio que Asmita pasaba las yemas de sus dedos por las hojas, con suavidad y concentración. Asumió que entonces sí estaba leyendo, en el lenguaje de los puntos. No pensó que verlo leer de ese modo, sería tan determinante para él. Asmita había nacido para buscar comunicarse, de una u otra forma. No debió asombrarle que usara el lenguaje de seña para intentarlo con él.

Allí estaba el candelabro, descansando, brillando, mostrándose de lejos ante él que solo era capaz de mirarlo desde su lugar. Mostrando nuevos destellos ante cualquier cambio de luz, abriendo formas espectaculares en el piso. Creando una llamativa forma luminosa a su alrededor, lograda con un elaborado y complicado cumulo de bombillas, brazos, cristales, para lograr un efecto que asemejara a la lluvia de estrellas.

Incapaz de acercarse, se quedó allí, solo observándolo de lejos. Encontrando mil razones para acercarse y otras mil para mantenerse en anonimato. E intentando adivinar que leía para que su rostro se forrara de alegría y en momento se pusiera serio. Qué entendía de esos puntos a través de sus yemas, a qué mundo lo llevaría.

Qué quedó de él, tras el abandono.

Notas finales:

¡Gracias a todos los que me leen y escriben!


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