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Chandelier por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Gracias por sus comentarios, aquí viene el siguiente capítulo. El tercero ya está completo, y voy a empezar a escribir el 4to. ¡Espero les guste!

Cuando solo era él y Dohko la relación había empezado de forma común. Defteros no gustaba de conversar y Dohko hablaba demasiado de su esposa en China, de sus hijos pequeños, del esfuerzo, su familia, la hermana que se enamoró de un japonés… Hablaba de todo, de temas que no le incumbía y Defteros hacía el esfuerzo de atender aún si no comentara nada.

De todos modos, estaba bien en el lugar en donde estaba, y debía agradecer el hecho de que Dohko cocinara. Desde que vivía con él, había aprovechado sus dotes culinarios. También había sido bueno sincerándose con sus inclinaciones sexuales y saber que para Dohko no le perjudicaba demasiado que su compañero de cuarto prefiriera la espalda de un hombre a los pechos de una mujer. Siempre habían sido bastante claros en sus gustos y eso había evitado en gran manera los conflictos.

Como era de esperarse, a través  de los dos años juntos, Dohko había aprendido muchas cosas de Defteros, cosas que debía considerar importante. Eran detalles que habían marcado su vida y a su vez, su forma de relacionarse con el mundo. Por eso no le molestaba el silencio ni se sentía atribulado por la carencia de palabras incluso en momentos críticos. También entendía el recelo, la rabia y el constante caminar como si odiara al mundo o a la vida misma.

Atendía a todo aquello y sin ser necesariamente su amigo, lo acompañaba. Buscaba alegrar pedazos de su vida con su colorida forma de ser, sin estar cien por ciento seguro de que diera algún efecto positivo. Lo importante era que funcionaban como compañeros de habitación y Defteros podría ser buena compañía si así lo quería. El silencio también era otra forma de comunicarse.

El problema es que ahora no eran dos, y no podían hacer lo mismo que hacían antes de que llegara Tenma. Eso pensaba decirle, pensaba explicarle cuando fue a su habitación ese sábado, aprovechando que su sobrino estaba haciendo tareas con una amiga. Pensaba explicarle que había cosas que debían cambiar, y la más importante de ellas era el consumo de marihuana dentro del departamento. Aún si lo hacía dentro de su habitación y encerrado, era preocupante que Tenma estuviera expuesto a ello. Aún si no supiera qué era.

Pero fracasó, aparatosamente. Y era de esperarse si él también lo había acompañado a esas tardes volando entre esponjas mientras reía y hablaba tonterías. Al final, Dohko terminó tendido como Defteros en ese agradable mundo que la planta le ofrecía a quien decidía consumirla.

Defteros rio. Luego se quedó con una sonrisa tonta en labios, como si pudiera mantener un chiste vivo de ese modo. Ya tenía poco más de una hora mirando el techo de forma fija, sin nada más en que pensar más que en la sensación de liviandad aún perenne dentro de él y el hambre que comenzaba a ganar terreno y que pronto daría señales más obvias de su estado. 

Movió sus dedos con lerdez sobre su estómago, jugando con el vello que cubría parte del derredor de su ombligo y bajaba a su pelvis. No tenía ninguna idea, ni siquiera un pensamiento sexual, solo veía el techo moverse mientras escuchaba risas infantiles. Y poco a poco, empezaba a sentir como si cayera a un enorme túnel de forma irremediable. 

En algún punto, entre sus constantes balanceos a ese candelabro ficticio, su brazo no logró sostenerlo. Y sabía lo que significaba cada que eso pasaba.

Cuando lograron volver en sí, quedaba nada de toda la sensación de libertad y creatividad que habían experimentado antes. Dohko no la estaba pasando muy bien, todo el tiempo sin consumirla traía consigo que ante cada recaída, surgía un efecto de latigazo que lo golpeaba por completo. Defteros lo miraba con aspecto sombrío, ya bastante adecuado a esa sensación de caída libre que sobrevenía después. Suspiró y supo que Dohko no podría salir a buscar a su sobrino, no así. Por lo tanto, él mismo se ofreció.

—Recuerdas lo que te dije, ¿eh? ¿Antes de todo esto? —Escuchó a Dohko mencionarlo, mientras se agazapaba al mueble—. No más. ¿No crees? Es problemático… ¿Lo ves?

—No. —Dohko levantó una ceja esperando una respuesta completa—. No puedo dejarlo. 

Era el único analgésico que funcionaba, lo único que lo aliviaba de sus propios pensamientos. El único medio de escape que podría mantenerlo levemente en una línea recta. Defteros abandonó el departamento para recibir la suave lluvia de Londres sobre él. Había  aún tiempo para poder llegar y recoger a Tenma, tomando el metro. Y él no pensaba perderlo buscando una sombrilla. 

En cambio, Tenma estaba distraído. Le asombraba la precisión con la que el hombre ciego, que antes había visto en el metro, se movía en la enorme biblioteca. Fue sorprendente que Sasha lo conociera, y aún más que fuera ella su compañera de trabajo y la única que se animó a hacerlo con el nuevo pese a su dificultad con el idioma. Fue aún más impresionante el que lo llevara a la biblioteca donde trabajaba el ciego, quien se movía como si conociera por completo el lugar y encontraba el puesto exacto de cada uno de los libros que recogía de las mesas de lecturas.

Así era difícil concentrarse. Dentro de la mente de Tenma no dejaba de generarse preguntas al estilo: ¿Cómo lo hace? A veces se quedaba boquiabierto observando el método con el que el hombre se movía. Su bastón servía para ubicar las sillas y las mesas, las acomodaba y además se inclinaba para jalar los libros a sus brazos. Luego, se dirigía a cada librero para acomodarlos exactamente a donde iban. Era… simplemente asombroso y admirable.

—¿No es genial como lo hace? Eso son años de prácticas. —Ella juntó sus manos para soportar su rostro sobre los dedos, mientras seguía la mirada de Tenma hacía el librero—. Si lo miras por mucho tiempo, se da cuenta.

—¿En serio? —Volteó el muchacho claramente sorprendido. Sasha rio suavemente, provocando que él se apenara.

—Lo hace. Créeme que sí.

Sasha parecía conocerlo de toda la vida y Tenma no supo definir si lo que sintió fue envidia, pero hizo un mohín con sus labios y siguió con la mirada perdida en el trayecto que el hombre realizaba hasta la recepción. Ella era su única amiga en el curso, una joven hermosa, mucho más en sentimientos. Siempre alegre, sonriente y con algún don especial que la hacía sentir única, como si a su lado todos los problemas empequeñecieran.

—¿Cómo se llama? Lo veo tomar el metro solo, por las tardes y a veces lo alcanzo a ver en las mañanas.

—Se llama Asmita. —Le comentó, tras recoger un mechón de su propio cabello claro—. Sí, suele venir en metro, aunque a veces yo lo traigo en mi bicicleta temprano. Le gusta sentir el viento golpearle la cara.

—¿Te gusta él? —Eso había sonado casi una queja. Sasha lo miró fijo, se sonrojó pero no tardo en reír un tanto avergonzada.

—No, ¿cómo crees? Es como… mi hermano mayor. Tenemos una promesa. 

Por supuesto que ya había captado su atención y fue difícil para Tenma pensar en otra cosa más que en el como el hombre se movía en la oscuridad. Cuando se acercó, no pudo contener la pregunta y la lanzó con tanta desvergüenza que Sasha, la chica que lo acompañaba, se echó a reír.

Asmita no dudó en sonreírle de vuelta, tras haber respondido las preguntas. Para Tenma no había pasado desapercibido que le gustaba cubrirse bastante. Tal como ya había notado antes en el metro, tenía un abrigo sobre un suéter tejido y otra camisa que sobresalía por el cuello en V. No estaba muy al pendiente de los colores, tenía un celeste, sobre un suéter verde oscuro y un abrigo gris. Para Tenma fue fácil imaginar que tampoco le interesaba y que aparentemente 
él mismo elegía su ropa. 

¿Cómo sería vivir así? Era difícil ponerse en sus zapatos. Sin embargo, un toque en la cabeza a modo de llamada de atención por parte de Sasha fue suficiente para hacerlo volver al sitio. Tuvo que hundir la nariz a los libros y buscar las respuestas de su actividad, aunque también le había dejado otra pregunta: ¿cómo Asmita podría saber que la respuesta estaba allí?

La luz apagada del exterior entraba por los ventanales enormes de la sala de lectura. Rodeada de enormes libreros de madera maciza, y miles de libros dispuestos en todos ellos, era como estar amurallados de puro conocimiento en un punto apartado del mundo. 

Defteros al entrar, consideró que incluso el aroma era diferente. Olía a libros, a historia y a sueños que él jamás lograría imaginar. De algún modo, la presencia de las enormes paredes forradas de libros y maderas lo hicieron sentir intimidado. Y además… allí, en plena recepción, estaba gloriosa y prepotente una enorme lámpara de candelabro.

Sus ojos se quedaron allí, prendados en la enormidad de su estructura de bronce y los detalles que alcanzaba a observar de los cristales que colgaban de cada brazo. Pensó en su peso, en su tamaño, en la fuerza de cada extensión. Tuvo que tropezarle una pareja de jóvenes para volver en sí. 

Regresó la vista al lugar y divisó el centro de la recepción. Allí pudo ver a un hombre de cabello notablemente largo, atendiendo a un par de jóvenes mientras movía las manos sobre los libros. Era apuesto, sin duda alguna, en especial para Defteros que le atraían los hombres. Tenía un aire fino en cada movimiento y una seriedad impresa en su rostro, que provocaba arrancarla en la intimidad de un cuarto, como si le jalara una máscara de falsa frialdad con los dientes.  

Consintió la fantasía, mientras los jóvenes terminaban de ser atendidos y él esperaba el turno. No le costó para nada imaginar las mordidas en su cuello, las marcas en su espalda, las piernas abiertas y blancas, su sexo duro.

—¿Puedo ayudarlo? —Tenía un tono francés. Defteros levantó la mirada del espacio que dejaba ver la bufanda tejida alrededor de su cuello y alargó su móvil, con la foto de Tenma—. ¿Lo está buscando?

Solo emitió un sonido que debió interpretarse como una afirmación. El hombre frente a él —leyó por el carnet que se llamaba Degel—, tomó su teléfono para observar mejor la imagen, acomodando sus lentes sobre el puente de su nariz.

—Está en la sala de lectura, al frente. 

Defteros no dijo nada. Se limitó a seguir con la mirada hacia el frente, donde el hombre señalaba, y luego tomó el móvil. Dirigió sus ojos una vez más a él antes de notar que rápidamente el encargado había volcado su atención a otro joven. Tampoco importaba, no pensaba hacer más que consentir una fantasía particular por unos cuantos días, hasta que otro hombre captara su atención. 

Tenma, entre tanto, miró asombrado como la información estaba justo en el libro que Asmita les había sugerido. Pasmado aún, no daba crédito de cómo podría saberlo con tanta seguridad, porque definitivamente no había notado en él un rastro de duda al respecto. 

—¿Lo has encontrado? —Le escuchó hablar con varios tomos de libros en una de sus manos, pegada a su pecho y la otra ocupada sosteniendo el bastón. Su mirada iba hacia otro punto, distinto, aunque su rostro estaba ligeramente inclinado hacia él.

—¡No sé cómo lo has hecho! —Sólo una risita salió de esos labios, antes de seguir su camino. Tenma no le prestó demasiada atención, estaba afanado en su idea de copiar todo el material. Sin embargo mantenía el pendiente de agradecerle cuando volviera a pasar a su lado.

Saha recogió uno de sus largos mechones, para que no estorbara en su tarea. Sonrió a Tenma. Luego hacía Asmita que ya estaba moviéndose entre las mesas. La sensación de calidez que percibió en su vientre al verlos a ambos le dejó una sonrisa tatuada en su joven rostro.

Entre tanto, Defteros se había quedado en silencio, observando la enorme estructura. Una copula altísima, rodeada de libros y libreros pegados en su contorno, con decenas de mesones en el centro era lo que tenía frente a él. Encontrar a Tenma entre tanta gente no iba a ser tarea fácil. No esperó ver a tantos esos días en la biblioteca, como si el conocimiento de repente fuera apreciado.

Para él, era la primera vez que iba así que resultaba una escena surreal. Arrugó su ceño y buscó comenzar a caminar por su derecha, tratando de encontrar el rostro del jovencito, sin tropezar con las personas que caminaba.

Entonces lo vio. Tenía los libros contra su cuerpo y dejaba su bastón a un lado del librero, sujetó a las escaleras de madera. Del otro lado de las escaleras, donde existía una bandeja, colocó los tres libros para comenzar a subir. 

Tres escalones arriba. Uno, dos, tres, cuatro, cinco libros a la derecha. Defteros miró con atención el movimiento de esa mano sobre los lomos, la forma en que los largos dedos se detenían en cada lomo antes de encontrar el espacio vacío y empujar los libros hacia sí, para que se abriera más. Luego como tomaba el libro que había dejado en lo alto de la pequeña pila y tras varios intentos, de forma lenta, consensuada, integrarlo al resto. 

Tenma giró su rostro, tras acabar de escribir las definiciones, para buscar con la mirada la figura de Asmita y perseguirlo a modo de agradecimiento. De alguna forma su ceguera le impulsaba a apegarse más a él y a sabiendas de que era conocido de Sasha, esa idea se asentó por completo. Pero al encontrarlo, notó algo anormal. Algo que él jamás se habría imaginado y sin embargo, sonaba bastante obvio en ese momento.

Defteros estaba allí. Sujetaba la escalera del rubio con una de sus manos, mientras este bajaba su rostro hacía él.  

Ya habían dejado de ser coincidencias.

Notas finales:

Espero que les haya gustado.


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