Independencia
A sí mismo no iba a engañarse, se sentía aburrido. Día y noche mirando el agua bajar de los Cinco Picos, lloviera o nevara o hiciera demasiado calor, rara vez se movía del borde de la cascada. No dormía del todo, no habría podido sin Shion a su lado.
Hasta que un día llegaron un par de niños realmente pequeños hasta su casa, habían emprendido totalmente solos el viaje desde Grecia, por orden del Patriarca. Dohko sonrió, Shion le enviaba una misión interesante, ser maestro nuevamente, luego de Tenma, no lo había sido más. Le gustó reabrir esa parte de su vida, ahora no podía enseñar con el ejemplo, pero con palabras y movimientos suaves adiestró muchos guerreros para el santuario con el largo de los años, y Shion siempre parecía dispuesto a enviar más.
Eso le daba un objetivo a Dohko, uno real e inmediato y le permitió seguir con el otro, el oculto y casi intemporal de vigilar el sello. Eso le dio libertad para cumplir con su misión.
Tiempo
Fue el reflejo de la luz lo que le hizo abrir los ojos; fijó la vista en el agua clara debajo de él, a pesar de la turbulencia de la cascada podía ver el fondo del lago. Una carpa blanca brillaba justo bajo la superficie, inmóvil. Dohko soltó un suspiro admirado: era un poco como él, que a pesar de todos los cambios del tiempo, las tormentas, los huracanes, los invasores, no se iba a mover de allí por nada. Sí, era justo como la carpa allí abajo, que permanecía quieta a pesar de los fuertes cambios en los flujos de agua.
Una agradable sensación se abrió paso en su cuerpo, haciéndolo sentir identificado y lleno de sosiego; no era la única criatura viviendo así, a contracorriente. Abriendo los ojos de nuevo, bajó la vista y buscó aquel espectáculo maravilloso. Pero la carpa había nadado lejos, en un rápido movimiento y ondulante. Dohko refunfuñó ¡que se fuera! él tenía otras cosas en qué pensar.
Postre
Shion llevó su dedo anular a su boca, la suave natilla se deshizo enseguida y el cálido y suave sabor le inundó los sentidos.
Realmente gozaba de aquel postre, Dohko se lo había enviado desde China en conmemoración de su cumpleaños número doscientos. Shion suspiró meneando la cabeza. Cumplir años tantas veces le quitaba importancia a la fecha, pero Dohko siempre le enviaba algo.
Se comunicaban por cartas, por emisarios, Shion hubiera podido alcanzar la mente de Dohko con facilidad, pero éste le había pedido que no lo hiciera dese antes de irse, le había dicho que aquello desviaba su concentración y Shion sabía que la necesitaba toda para vigilar el sello.
Pronto amanecería y tendría que volver al trabajo, así que se acomodó entre las suaves mantas de su cama y se dedicó a disfrutar de aquel postre, esperando poder recibirlo muchos años más.
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