Mentira
–¿No sientes a veces ganas de besarme?
Preguntó Shion a bocajarro, mientras estaba sentado junto a Dohko en los bosques del Santuario. El chino contestó de inmediato, llevado por sus nervios
–¡Claro que no!
–¿Por qué no? – contraatacó sintiéndose estafado, últimamente las cosas entre ellos parecían estar avanzando en esa dirección, no habían sido todo ideas suyas, ¿o sí?
–Porque eres un hombre. Y… y yo también.
Shion desvió los ojos. Sí, ya sabía eso, lo que no sabía era que para Dohko fuera un problema. Hubiera querido decirle alguna razón por la que eso no importara, pero no supo qué. Dohko mientras, pudo ver que su rechazo le había dolido, pero… por más que sí hubiera pensado en besar a Shion siempre terminaba en aquel punto, ambos eran varones. De cualquier forma, no le estaba pidiendo hacerlo, ¿no?, sólo estaba preguntando.
–Ya… mira, sí lo he pensado.
El mayor giró el rostro, con las mejillas encendidas de emoción.
–¿De verdad?
–Eh –comenzó a sentirse incómodo – sí, a veces… quiero decir…
Pero no pudo decir nada, porque la cara de Shion ya estaba sobre la suya. El ariano le dejó un beso suave, sin humedad, un roce a penas.
Dohko no dijo nada, pero tuvo que acostumbrarse, porque a partir de entonces Shion lo sorprendió en los momentos más inesperados con roces similares, hasta que aprendió a cogerle el gusto.
Distancia
Shion permaneció serio por más que Dohko se pavoneaba con su nueva Armadura. Le mostraba cada una de sus armas y las especificaciones únicas de la Armadura de Libra. A Shion le lastimaba en los ojos el brillo del oro, y en el orgullo el hecho de que consiguiera primero la armadura dorada mientras que él – Shion– aun portara una armadura de bronce.
Sentía como si se hubiera abierto un abismo entre ellos, aún más porque Dohko dejaría de dormir en las barracas, junto con los otros santos de bronce y ocuparía La Casa de Libra, un lugar que a él le estaba vedado.
El dorado dejó de hablar al darse cuenta que su amigo no prestaba atención, era fácil saber qué le pasaba, si hubiera sido al revés él también estaría molesto.
–¿Qué te ha dicho Hakurei de la armadura de Aries?
Shion se sonrojó con intensidad, avergonzado por sus propios pensamientos malsanos. Dohko lo había dicho para interesarse, para animarlo, pero él lo había resentido como una bofetada.
–Debo irme ya – dijo sin mirarlo a los ojos y se alejó, pero antes de partir le dirigió una mirada de soslayo –. Felicidades.
Pasaría un tiempo antes de que volvieran a verse.
Brisa – 146 palabras
Sentía como si el brillo de la armadura le llenara de calor, como si llevara parte del sol encima. Suspiró satisfecho, detrás de él escuchó unos pasos.
–Te debo una disculpa –dijo, aunque no se sentía apenado –, no sabía que se sentía así… debí hacerlo desagradable para ti.
Dohko llevaba también su armadura dorada.
–No tienes que disculparte. Sé que debió ser difícil – y le tomó la mano.
–Sí – admitió Shion – me sentía tan… separado. Como si te hubieras ido muy lejos… Me di cuenta que era una tontería poco después, pero no encontré el momento de disculparme, siempre estabas ocupado y yo no puedo subir a los templos…
–No podías – corrigió Dohko–, pero ahora éste es tu nuevo hogar.
Sonrieron de nuevo, con la brisa moviéndoles el cabello y el sol entibiando las armaduras, fue así que penetraron juntos al templo de Aries.