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SINKING INTO HEAVEN por miss_seragaki

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Notas del capitulo:

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Notas: ¡Finalmente, el primer capítulo! Esta historia está sumamente inspirada en la mitología galesa e irlandesa, que son dos de mis favoritas, y además toma muchos elementos de lo que he investigado acerca del modo de vida de los antiguos pueblos celtas.

En el mundo de la mitología “celta” (que bien puede ser galesa, irlandesa, escocesa, celtíbera, gala y demás), podemos encontrar videntes con frecuencia. Estos videntes eran consultados por reyes y reinas para conocer el futuro y asegurar el éxito en batalla y cosas por el estilo. Así mismo, en la mitología celta existe la figura del bardo. La poesía tenía una importancia enorme en la cultura celta (pues la inspiración era considerada un don divino), y los bardos tenían un estatus muy elevado en la sociedad; eran siempre bien recibidos en todas las cortes reales y estaban exentos de pelear en la guerra. Su tarea era llevar las noticias de un lugar a otro, así como preservar las historias de su pueblo a través de las canciones.

Ahora… las hadas en el contexto celta no son como las hadas que conocemos en los cuentos infantiles. Estas hadas están fuertemente relacionadas con los Sidhe (pronunciado Shii), criaturas no humanas que se considera eran las deidades de los antiguos celtas. El “Libro de las Invasiones” cuenta que los Tuatha de Danann llegaron en la quinta invasión a Irlanda, desde cuatro ciudades mágicas al norte. Ellos expulsaron a los Fir Bolg (los habitantes anteriores de Irlanda) y finalmente fueron derrotados por los Milesianos. El acuerdo de paz entre los Tuatha y los Milesianos dividió a Irlanda en dos: un reino superior, donde gobernarían los Milesianos, y un mundo inferior, el Sidhe, donde gobernarían los Tuatha. Cada mundo era un reflejo del otro. Posteriormente, se comenzó a hablar de una división entre los Sidhe: La corte luminosa (o Seele), cuyos miembros podían ser traviesos pero no malevolentes, y a veces ayudaban a los humanos, y la corte obscura (Unseele), compuesta de seres malévolos que detestaban a los humanos y se divertían causándoles dificultades, maldiciéndolos e incluso, provocándoles la muerte.

Supongo que en esta historia quise replicar la división del mundo, pero aquí tanto los que gobiernan el Paraíso como los que viven en el mundo inferior son divinidades. Aunque los que están en el mundo inferior son considerados por los humanos “hadas” y los que viven en el superior, “dioses”. Y como menciona Tae-san, en el mundo inferior hay hadas “buenas” y hadas “malas”… Y es que muchas culturas tienen el concepto de las deidades “malas” y las “buenas”, a diferencia de la visión occidental a la que estamos acostumbrados, donde la deidad representa solamente lo bueno.

En fin…

 

Nuu… de nuevo me he sobre extendido con las notas XDD

Desde niño, tengo el mismo sueño periódicamente.

No importa que sepa que es un sueño, porque siempre que estas visiones vienen a mí no puedo controlar lo que pasa. Siempre es lo mismo. Fuego, sangre, gritos y muerte… Me siento horrorizado y creo que voy a morir cuando me entierran bajo los escombros y los cadáveres humeantes.

De hace unos meses para acá, el sueño es un poco diferente y viene a mí con más frecuencia que antes. Comenzó hace unos meses, luego del accidente...

Aparece un riachuelo cristalino. Camino junto al serpenteante arrollo con los pies descalzos sobre la hierba húmeda y luego me siento en el mismo lugar de siempre. Lanzo la misma piedra de siempre al agua y luego, espero hasta que las ondas en la superficie se calman y puedo ver mi reflejo en la superficie. Luego, volteo para ver a la persona que está a mis espaldas.

Esta parte del sueño siempre es distinta. Aquí sí puedo controlar lo que hago. A veces, la persona que viene sólo habla conmigo y me cuenta historias que no recuerdo al despertar. También me enseña los nombres de plantas que nunca he visto, y de animales que no sabía que existían.

Otras veces, como ahora…

Es extraño. No tengo idea de quién es este hombre. Sólo lo he visto en mis sueños, pero puedo ver tan claramente su rostro que si lo viera fuera de mis ensoñaciones, podría reconocerlo fácilmente.

Sus ojos verdes me atrapan, y no puedo resistirme a sus manos, que me recorren sin pudor. No queda un solo espacio de mi piel sin ser acariciado o besado.

Es un poco estúpido, pero creo que estoy un poco enamorado del tipo que aparece en mis sueños. ¿Cómo es eso posible? No existe en la realidad. Sin embargo, siempre que vengo a este lugar en mis sueños, espero sus caricias y sus besos con ansias, y luego me entrego a él sin reservas. La verdad, en más de una ocasión me he sorprendido a mi mismo en las horas de vigilia, deseando que llegue la noche para poder encontrarme con él…

No recuerdo su nombre, aunque sé que me lo ha dicho. Su cabello dorado me fascina, igual que sus ropas finas color esmeralda y los aretes de oro que lleva en las orejas y en el rostro. Es el hombre más guapo que he visto jamás. Me habla con ternura y devoción, y cuando pronuncia mi nombre entre suspiros, siento que podría quedarme a su lado para siempre.

Es raro, pero siempre que aparece en mis sueños, puedo ver conejos entre los matorrales del bosque. No tengo idea de lo que significa, pero no puedo preguntarle a mi abuela.

Sería muy raro hablar con ella de mis sueños eróticos.

-¡Aoba! -la voz de una anciana despertó al muchacho de cabellos azules. -¡Nieto haragán, levántate!
-Cinco minutos más… -suplicó él.
-Arriba o te daré de palos.

El muchacho se estiró en la cama al tiempo que bostezaba. No quería despertar porque eso significaba abandonar al amante de sus sueños, pero no podía desobedecer a su abuela. El festival del verano se acercaba, y había muchos preparativos que realizar todavía antes del Solsticio.

Las imágenes del sueño que había tenido Aoba comenzaban a desvanecerse lentamente, y las palabras de su soñado amante rubio se convertían en sonidos ininteligibles mientras su consciencia ganaba terreno.

Se levantó a regañadientes, maldiciéndose por su pésima capacidad de retener la información de sus sueños. Se aseó rápidamente con el agua de la palangana que estaba junto a su cama. Luego, comenzó a tejerse las largas hebras de cabello celeste en una trenza, adornándola con una sarta de cuentas de bronce que pertenecía a su madre, Haruka. Aoba adoraba ese adorno, pues su padre, Nine, se lo había regalado a su madre el día que Aoba había nacido, y luego ella se lo había dado a él cuando cumplió quince años. No era algo común que una madre hiciera una cosa así, pues lo esperado era que el padre le hiciera un regalo a su hijo, el cual generalmente consistía en armas u otros implementos de su profesión. Pero Haruka y Nine no eran padres comunes. Aoba los amaba aún más por eso.

El se ajustó sobre los hombros un manto de lana azul y blanco, usando un broche de bronce en forma de una espiral. Sonrió. Sus padres volverían para el Solsticio. Haruka y Nine eran bardos errantes, y llevaban las noticias de una villa a otra sin descanso. Sin embargo, ya que el Solsticio era una fecha tan importante, ambos habían prometido volver para compartir con su clan las historias que habían recolectado en el último año.

Aoba salió de su habitación, que realmente era solo un espacio pequeño separado con una cortina de lana de la sala que hacía de cocina, habitación y recibidor. Su abuela ya lo esperaba en la mesita frente al hogar con un desayuno ligero, que consistía en pan de avena recién horneado, leche fresca, algunos vegetales hervidos y un poco de carne seca que había sobrado de la cena. El muchacho se sentó a la mesa en el suelo, sobre unos cojines rellenos de paja, y luego de dar las gracias, comenzó a comer alegremente.

La anciana lo miraba atentamente, como esperando a que él dijera algo. Aoba la miró con desconcierto mientras masticaba un trozo de pan remojado en leche.

-¿Y bien?-la anciana de cabellos rosas lo miró con severidad-. ¿Desde cuándo tienes esos sueños, Aoba?

El muchacho comenzó a toser, ahogándose con la comida, y se bebió completa la leche para ayudar a liberar su garganta del trozo de pan.

-¿De qué hablas, abuelita? -cuestionó él aún consternado y con la voz rasposa.
-No te hagas el tonto -la anciana lo reprendió mientras le servía otro cuenco de leche -. Puedo escucharte hasta mi habitación.

Aoba la miró unos segundos, sus ojos color almendra aún llorosos por la tos.

-Aoba -la mujer lo miró con dureza-. Soy muy vieja como para que quieras engañarme.
-¿Eh? -sonrió nervioso.
-Eres un vidente. Lo que te pasa no es común, pero tampoco es imposible -la anciana lo miró con seriedad.

El peliazul miró a su abuela con las mejillas sumamente rojas. Entonces, los sonidos vergonzosos que se le escapaban en sus sueños, cuando estaba con el rubio, también salían de sus labios en la realidad…

-¿Y bien?
-Ah… -el joven desvió la mirada, y comenzó a masticar un trozo de pan para evitar responder.  Pero su abuela ya sabía lo que pasaba. No tenía caso callar-. Yo… bueno… comenzó luego del accidente…

La anciana lo miró atenta. El accidente…

Justo después de las festividades de primavera, Aoba había ido a visitar a un amigo de la infancia, Mizuki, a la villa siguiente. El pueblo estaba a medio día a pie. Los caminos eran seguros y el peliazul los había recorrido solo muchas veces. Por eso, nadie se preocupó de que algo pudiera pasarle en un viaje tan rutinario.

Pero cuando Aoba no llegó al anochecer, Mizuki y su gente salieron a buscarlo sin importar que tan peligroso pudiera resultar. Lo encontraron inconsciente dentro del río, sus ropas enredadas en un tronco. Se había salvado de ahogarse gracias a que su cabello se había enmarañado en las ramas más altas del trozo de madera, y esto lo obligaba a mantener la cabeza fuera del agua.

Estuvo con fiebre varios días, pues las aguas aún estaban frías por el deshielo de las montañas. Gracias a las medicinas de su abuela, Aoba logró recuperarse satisfactoriamente, pero no recordaba lo ocurrido ese día luego de que había salido de casa.

La anciana estaba segura de que una experiencia así había dejado marca en el joven vidente. Alguien como él no podía sobrevivir a la muerte y regresar como si nada… pero no había sido hasta hacía un par de semanas que había comenzado a escuchar suspiros y gemidos desde la habitación de Aoba. La mujer pensó al inicio que había llevado a algún hombre o mujer a su cama, cosa nada extraña para un joven de su edad, pero al ver que no había nadie, comenzó a sospechar que algo más ocurría.

Tae esperó pacientemente a que su nieto dijera algo… pero en vista de que él no había hablado… bueno, tal como le había dicho, no era algo infrecuente entre los que poseían el don de la videncia. Lo único importante era saber qué cosa estaba visitándolo. Había muchos tipos de criaturas que podían entrar en los sueños de las personas para intimar con ellas… y la mayoría de las que buscarían a un vidente como Aoba no eran las más agradables…

-Háblame de tus sueños.

El peliazul la miró con un gesto avergonzado, y se sonrojó profusamente. ¿Su abuela realmente esperaba que le contara esos sueños?

Bien… no tenía que darle detalles…

-Pues… -comenzó-, ¿recuerdas esos otros sueños, abuelita? ¿Los que tengo desde niño? -preguntó, y la anciana asintió. El muchacho siguió hablando mientras jugaba con un trozo de pan-. Sigo teniendo esos sueños… aunque siempre, después de ellos, comienzo a ver otro lugar. Es la orilla de un río… está en medio del bosque, y todo está cubierto de vegetación. Siempre camino en la orilla, y me siento. Mmhh… -hizo una pausa-, luego, lanzo una piedra, y espero a que las ondas del agua se detengan. Entonces miro hacia atrás, y veo… a alguien.

Tae esperó a que Aoba continuase hablando. El muchacho bajó la mirada.

-Es un hombre alto y rubio… viste una túnica del color de la hierba, y su manto es del color de las hojas del roble. Sus ojos también son verdes… lleva joyas de oro…

La mujer de cabellos rosas lo miró, alentándolo a seguir. Aoba se concentró en los detalles que retenía en la mente.

-Siempre hablamos… me dice nombres de plantas, y animales… y otras cosas… pero no recuerdo mucho al despertar -suspira-. Sé que me dijo su nombre, pero tampoco puedo recordarlo. 
-Concéntrate en lo que ves alrededor -Tae le dijo con voz calma-. Observa el bosque. ¿Qué ves?

Aoba miró a su abuela, y luego cerró los ojos. Se concentró en la escena de su sueño. Hierba verde, árboles, flores, el río…

-Conejos -abrió los ojos sorprendido-. Siempre hay conejos.
-Conejos -repitió su abuela con gesto serio-. El Solsticio se acerca, Aoba. El velo entre los mundos será más fino. Además, no hay momento más propicio en el año para buscar una visión relacionada con conejos, ¿no crees?

Aoba meditó en las palabras de su abuela por unos instantes. Conejos… los conejos eran símbolos de la fertilidad, y la fiesta del verano era justamente una celebración de la fertilidad de la Madre Tierra. Además… los conejos estaban consagrados a uno de los Cuatro Guardianes…

Se sonrojó de repente.

-¿Abuelita, no estarás sugiriendo que…?
-No sugiero nada -la anciana lo interrumpió-. Los miembros de la Corte Obscura pueden disfrazarse para parecer miembros de la Corte Luminosa. Por eso, no puedes confiar en cualquier sueño o visión, Aoba. Pero si el día del Solsticio buscas una visión en el Círculo de Piedras, ningún Hada Obscura, por poderosa que sea, podrá pasar la protección de los Dioses.

Aoba asintió, comprendiendo las palabras de su abuela. No era imposible que algún hada traviesa estuviese jugándole una broma. Pero si un hada Obscura era quien estaba metiéndose en sus sueños, las cosas podían ponerse mal… los Obscuros no eran de fiar…

Y él no había tomado ninguna precaución. Sencillamente se había entregado a un perfecto desconocido…

-Te prepararé un amuleto de espino para que lo pongas sobre tu cama -la anciana se levantó con dificultad, usando su bastón-. Ningún hada obscura podrá pasar la protección de las afiladas espinas.
-Lo siento -el peliazul se sentía sumamente avergonzado-, debí haber hablado contigo desde el inicio. Sólo… me daba un poco de pena hablar de eso.
-Aoba -la anciana Tae sonrió- todos los grandes videntes han tenido aventuras interesantes.

Dicho esto, la mujer caminó hacia el exterior. El peliazul se quedó meditando en sus palabras, y luego, un rubor le cubrió el rostro y las orejas. Su abuela era una gran vidente… y decían que de joven, había sido muy hermosa…

Suspiró. Realmente no quería imaginar nada más.

 

 


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