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SINKING INTO HEAVEN por miss_seragaki

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Notas del capitulo:

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Notas:

Asddfdfghk amo a Ren. No pensé que en un solo capítulo fuera a tomar tanta importancia, pero me fascinó su participación aquí. Claramente pude imaginármelo en su forma online rescatando a Aoba. Hermoso.

Aoba es, como dice Mink, uno de esos personajes que no tiene autoconsciencia. ¡No se ha dado cuenta de lo que pasa en su sueño! Es un burro.

Haruka y Nine también aparecerán más en la historia. Me gustó la idea de poder hacerlos unos padres más responsables y protectores, porque son unos desobligados. :P

 

Finalmente, a que ya adivinaron quienes son esas dos figuras obscuras que intentaron robarse a Aoba… ahhhh hasta yo estoy emocionada con lo bueno que se pone esto XDDD

 

¿Por qué no he vuelto? ¿Dónde estoy?

Se supone que debería haber vuelto a mi cuerpo cuando el Guardián Koujaku me dejó en el límite entre los mundos. Pero estoy atrapado aquí, entre las nieblas…

Hace frío, y tengo mucho miedo. No hay nadie aparte de mi, y no puedo comunicarme con mi abuelita, ni con Noiz. A él lo he llamado muchas veces, pero creo que no puede escucharme… incluso, me atreví a llamar a Koujaku, pero nunca pensé que lograría alcanzarlo. Si no lo logré con Noiz, con quien comparto un lazo tan especial, dudo que Koujaku pudiera oírme.

Tal vez… Noiz se enojó conmigo, y me dejó aquí encerrado…

No, él no haría una cosa así. Él me ama… ¿no? ¿O no soy más que un pasatiempo mientras encuentra a otro mortal que le interese?

Ya no sé qué hacer. Estoy a punto de enloquecer. Quiero volver a casa.

Me siento y comienzo a llorar. Creo que nunca volveré. Quiero ver a mi abuelita, a mis padres y a Mizuki. Quiero ver a  mi clan. Los extraño a todos…

Escucho unos pasitos acercarse, e intento ocultarme, pero no hay nada más que niebla a mi alrededor, y no hay donde esconderse. Tal vez me llegó la hora. Sollozo y comienzo a temblar.

Justo cuando creo que algo horrible va a pasarme, veo a un hombre alto de pelo negro y piel pálida tenderme la mano. Su rostro está cubierto de tatuajes, y sus ojos color ámbar me miran con dulzura.

-No tengas miedo, Aoba -susurra- te llevaré de regreso a tu casa.
-¿Quién eres? -pregunto con suspicacia. No sé porqué, pero estoy seguro de que es un hada.
-Me llamo Ren, y me han enviado los dioses -dice con una sonrisa generosa.

Me da miedo tomar su mano. ¿Qué pasará si está mintiéndome? Puede que me lleve a algún lugar del otro lado del velo y no pueda volver, o puede incluso que me devore y deje de existir. Pero quedarme aquí es un riesgo también. Mi cuerpo está sufriendo, y puede morir. Si eso pasa mientras estoy aquí, me volveré un espectro y vagaré por siempre…

Además, algo en él parece tan sincero y dulce que creo que no me miente. Es como si nos hubiéramos conocido hace mucho tiempo, y me da la impresión de que no va a lastimarme. Sus ojos son hermosos…

Extiendo mi mano para tomar la de Ren, pero justo antes de tocarlo, siento que jalan hacia abajo y Ren desaparece de mi vista. Cuando las nieblas se apartan todo a mi alrededor se vuelve sangre, fuego y muerte…

Miro hacia arriba, donde cuatro estrellas de colores brillan intensamente. Rojo, verde, blanco y rosa.

Reconozco esta visión. Es el sueño que tengo desde niño, pero… ahora que lo pienso, no es exactamente igual. Es como si lo viera desde otro punto de vista y con muchos más detalles…

Veo  frente a mí a varias figuras obscuras que ponen algo en un hoyo que luce como una tumba. Ellos no pueden verme, y me acerco para ver que hacen.

Entonces lo veo.

Es un recién nacido. El bebé es totalmente blanco; su pelo, su piel, incluso sus pupilas son del color de la nieve recién caída.

El niño está vivo. ¿Por qué lo están enterrando? Quiero gritarles que no lo sepulten porque está vivo, pero de mi boca no sale ningún sonido. El bebé está siendo cubierto de tierra, pero cuando intento tocarlos para evitarlo, mi mano los traspasa como si yo fuese apenas una sombra.

Miro alrededor, intentando encontrar a alguien que pueda ayudar al pequeño, pero no hay nadie más que esas figuras obscuras.

Y luego…

Veo a alguien acercándose, desde muy lejos. Está manchado de sangre, y sonríe complacido por la muerte y la destrucción que va dejando a su paso.

Sus ojos dorados me hielan…

Una mano me jala, y luego siento el calor de alguien envolverme.

-Tranquilo, Aoba -me dice Ren mientras acaricia mi cabello- estás a salvo.

Me aferro a Ren, sollozando. “El bebé”, intento decir, “están enterrando al bebé”…

Pero no puedo hablar, y continúo sollozando entre los brazos del joven hada.

El joven de cabellos celestes despertó cuando una conocida voz masculina comenzó a flotar en el aire.

-…canciones que hemos usado no han funcionado.
-Sólo podemos tener paciencia, Nine.
-¡Mamá! Aoba está atrapado del otro lado del velo. No nos pidas paciencia…

Conocía esas voces. Sus padres… y su abuela…

-Ma…má… - pronunció el muchacho mientras abría los ojos. El techo de madera sobre él lucía borroso. Podía sentir un bulto tibio y pesado a su lado, pero no supo que era.
-¡Aoba! -Haruka corrió al lado de su hijo, apartando la cortina de lana con fuerza. Se sentó a su lado, tomando su rostro entre sus manos.
-¿Qué pasó? -preguntó Aoba.

Haruka lo miró unos instantes, y luego, cuando Nine entró al pequeño espacio, bajó la mirada.

-Estuviste inconsciente cinco días, Aoba -Tae entró también. El lugar era demasiado pequeño para tantas personas.
-¿Cinco…días?
-Intentamos regresarte con canciones, y con medicinas, pero nada funcionó -Nine le tocó la frente-. Al menos, la fiebre está cediendo.
-¿Dónde estabas, Aoba? -la anciana lo miró fijamente, y el peliazul no supo que responder de inmediato. Luego, fragmentos comenzaron a regresar a su mente.
-Ya sé quién es el hombre que veo en mis sueños -comenzó-. Sigo sin poder recordar su nombre, pero… él es uno de los Guardianes, abuelita. Y conocí a otro de ellos…

El gesto de la anciana no cambió. Ya había sospechado una cosa así. La marca triangular que había aparecido en la espalda de Aoba era sin duda alguna un sello hecho por un espíritu poderoso… pero, ¿un Guardián? Aquello era sin precedentes, aún para su familia.

-Aoba, ahora debes descansar-Haruka lo arropó con cuidado, pero Tae carraspeó ruidosamente.
-Háblame de lo que recuerdes -la anciana de cabellos rosas dijo con seriedad. Aoba asintió.
-Él dijo que debía seguir a los conejos hasta la madriguera, y que ahí encontraría mi respuesta. Luego… -hizo una pausa- fuimos a su arboleda y ahí conocí al otro Guardián. Al de rojo. Llevaba una espada… y parecía muy molesto. Discutieron. Luego… -un espantoso dolor le atravesó el cráneo. -¡Ahhh!
-Aoba… - Haruka, preocupada, tomó su mano.
-Prepararé tu medicina -la anciana suspiró, y se dirigió a su mesa junto al hogar. De momento Aoba necesitaba descansar. Comenzó a mezclar algunas hierbas en su viejo mortero de piedra.

Haruka se quedó al lado de Aoba, pero Nine se dirigió a donde estaba Tae.

-Tae, lo que sea que pase con Aoba no es normal.
-Por supuesto que no es normal, Nine. Aoba conoció a dos Guardianes en su visión, y estuvo cinco días atrapado del otro lado del velo.
-Siempre pensé que debíamos dejarlo explorar sus poderes, pero ahora…
-Todos tenemos un camino que seguir, Nine. Si intentas apartar a Aoba del suyo- dijo la anciana mientras agregaba un poco de agua y otros ingredientes a las hierbas pulverizadas-lo único que conseguirás es lastimarlo.

Nine miró a su suegra en silencio. Sabía que Tae tenía razón, pero en menos de un año, Aoba había estado envuelto en dos incidentes extraños que habían amenazado su vida. Lo último que quería era que su hijo saliera herido de nuevo.

Si pudieran averiguar quiénes eran los padres de Aoba, lograrían entender muchas cosas sobre él… pero Haruka y Nine lo habían encontrado vagando solo junto al mar, cuando era un niño pequeño. En ese entonces, Aoba no hablaba, y no pudo decir de dónde venía o quién lo había dejado ahí. Con el tiempo, olvidó que lo habían encontrado en la playa, y se convenció de que Haruka y Nine eran sus verdaderos padres. Nunca tuvieron el valor de decirle lo contrario, porque para ellos, Aoba era su verdadero hijo.

Sin decir nada más, Nine comenzó a ayudar a Tae a formar unas pequeñas píldoras con la masa medicinal que la anciana había formado en su mortero.

-No has olvidado lo que te enseñé, Nine.
-Me enseñaste bien, Tae -sonrió.
-Espero que esto ayude a Aoba con ese dolor de cabeza -la anciana dijo en voz baja-. Lo ha tenido desde el incidente en el río, pero no había sido tan fuerte como ahora.

El hombre de cabellos rojos asintió, preguntándose porque Aoba tenía la mala costumbre de quedarse callado cuando pasaban cosas importantes.

-Aoba siempre quiere evitar preocuparnos -dijo con gravedad-, y creo que siempre se mete en problemas por eso, Tae.
-Aoba es demasiado amable para su propio bien. Pero no sería Aoba si fuese diferente.
-A veces creo que es más cruel por ser tan amable.

Tae guardó silencio, reflexionando en las palabras de Nine.

-Tae -dijo él, susurrando-. Aoba guarda un secreto. Siempre lo hemos sabido. Siento que mientras más tiempo pasa, más nos acercamos a descubrir qué es, y creo que eso lo aleja de nosotros a cada paso.
-No es su secreto lo que lo aleja -la anciana respondió con calma-. Lo que lo aleja es que no sabe que tiene un secreto. Y no sé si ha llegado el momento de decírselo.

Haruka, quien salió de la habitación de Aoba, se dirigió al lado de su esposo en ese instante. Miró a ambos con seriedad.

-No tiene que saber lo que puede lastimarlo.
-Es nuestra obligación cuidarlo, Haruka -Nine continuó formando las pequeñas píldoras con las manos.
-No le diremos nada que no sea necesario, Nine. Madre.

Aoba, quien se encontraba recostado, pudo escuchar a su familia murmurar, como si no quisieran que escuchara lo que hablaban. Se sintió terriblemente culpable por preocuparlos así, pero tuvo la sensación de que le ocultaban algo importante.

Con la cabeza pulsando fuertemente, el peliazul se sentó, y miró hacia abajo, donde sentía el pequeño bulto tibio. Se sorprendió de ver a un perrito negro durmiendo a su lado. El animalito respiraba pacíficamente, aunque extrañamente, tenía su lengüita rosada de fuera como si aquello fuese lo más normal.

Aoba levantó al perrito, que despertó y lo miró meneando la cola.

-Hola, amiguito -le dijo con una sonrisa. El can respondió ladrando -. ¿Has cuidado de mi, verdad? Eres muy lindo. Mmm… creo… que te llamaré Ren -dijo sin pensar. No recordaba dónde había escuchado ese nombre, pero le pareció adecuado-. ¿Te gustaría quedarte aquí, Ren?

El perrito ladró con júbilo, y comenzó a lamer el rostro del peliazul animosamente. Aoba sonrió, y recargó su frente en la frente del pequeño Ren. Por alguna razón, se sentía profundamente agradecido con él.

-Gracias por todo, Ren.

Ren respondió el gesto, cerrando los ojitos. Sabía que Aoba no recordaba lo ocurrido tras las nieblas, cuando lo rescató de la obscuridad que lo sumió en una horrenda visión. Aún así, se sentía muy feliz de que el peliazul lo recibiera con tanta calidez. Sólo Sei lo había tratado así antes, pero la cercanía que sentía con Aoba era especial. No quería apartarse de su lado jamás.

Aún si tenía que permanecer en esa forma siempre, si lograba protegerlo no le importaba… porque Ren estaba seguro de que aquellos dos seres obscuros que le habían arrebatado a Aoba tras las nieblas regresarían por él.

No podía dejar que lo mancillaran con sus poderes malditos.

 


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