Como un balde de agua fría sobre su rostro se quedó petrificado en su lugar. ¿Había escuchado correctamente?
“no sobreactúes Draco, concéntrate en escuchar, no saques conclusiones precipitadas” aunque su mente trataba de mantenerse impávida, reconoció el clásico temblor en sus manos ante el temor a lo peor. Estuvo a punto de hiperventilar.
-¿Co-Cómo? ¿Cuál… héroe?- su voz no estaba saliendo como esperaba, apretó los ojos dando una profunda inhalación. Su pequeña solamente ladeó la cabeza divertida y sonrió como si supiera un secreto que el ignoraba.
-Jeje papi, balbuceaste- dijo entre risitas –dijiste que un Malfoy nunca balbucea- el rubio negó con la cabeza y sobó su adolorodo cuello por la tensión.
-Tienes razón… es solo que me tomaste por sorpresa pequeña- se inclinó para poder ver de cerca a sus traviesos ojos verdes –ahora sí, cuéntame que pasó para que ese tal… Harry- dios, el simple nombre le escocía la boca –se convirtiera en tu héroe…-
-Ahh papi fue inesperado como en los cuentos que me lees en la noche- dijo con ensoñación su pequeña haciendo ademanes exagerados para dar a entender su punto -Peony estaba muy divertida jugando con Fígaro hasta que el pequeño gatito olfateó algo que salió corriendo en dirección de Honeydukes y Peony no pudo evitar correr tras de él… cuando menos se lo esperó Peony fue levantada por su heroico héroe, rescatándola de un enfurecido mar de gente… si el señor Harry no hubiera estado ahí no se qué habría pasado-
Draco seguía en shock, por una escucharla hablar en tercera persona y por otra, ese Harry sonaba tal y como recordaba al mentecato Gryffindor… pero era imposible que fuera ese idiota, estaba seguro.
-Y… ¿Cómo sabes cómo se llama? ¿Hablaste con él?- arqueó la ceja inquisitivo -¿Qué pasó con la regla de no hablar con desconocidos?- la tímida sonrisa le dio a entender que realmente estaba avergonzada.
-Pero es que el me salvó y no me pareció mala persona… Lo siento papi…- quería decirle tantas cosas, como que no importa que tan bueno parezca un individuo no debe de confiar en extraños a menos que el este ahí y se los presente; pero realmente se veía algo arrepentida.
-¿Entonces como es tu héroe?- preguntó cómo que no quiere la cosa, la niña se quedó meditándolo por unos segundos.
-Es muy alto, tenía una gabardina café y tenía ojos verdes… aunque podrían ser azules…- dijo haciendo memoria, aunque debía de admitir que no se había fijado mucho en el hombre ya que el chocolate estaba muy delicioso, aunque estaba segura que si lo volvía a ver podría identificarlo con facilidad.
-¿No usaba lentes verdad?- preguntó con gravedad como que no quiere la cosa.
-Nup- dijo con alegría la niña a lo que Draco sin notar que estaba conteniendo la respiración, pudo respirar con tranquilidad.
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Caminó de regreso a Grimmauld Place tras haber ido a visitar a Andrómeda junto con su tan alegre Teddy y suspiró por octava vez consecutiva, no tenía ni idea de que cara poner para celebrar junto con Ginny sus tres años de relación“Por qué eran tres ¿o no?”.
-Soy peor que escoria…- suspiró nuevamente apesadumbrado.
Abriendo la puerta notó la clara luz de velas sobre la mesa y sobre el buro de madera que acababa de comprar y frunció el ceño “¿Cómo se le ocurrió algo así?” pensó dejando su abrigo en el perchero y acomodando su molesta camisa de cuadros que la pelirroja le aseguró más de una vez que le hacía ver más atractivo “claro, como ella no la usa, no tiene idea de cómo molesta su rigidez sin libertad alguna de movimiento”
-Hola bebe, ¿Cómo te fue en tu día?- preguntó Ginny rodeándolo por detrás para apoyar su barbilla en el hombre del azabache.
-¿Muy bien, gracias y a ti?- preguntó besando sus labios.
-Bastante cansado de hecho, pero uno no se puede quejar…- deslizó sus manos por la espalda del chico – ¡Espera, toma asiento mientras saco lo que traje!- dijo emocionada empujándolo a la silla de la mesa.
Harry dejó las cajas de regalo que compró para dale una mirada alrededor, había un par de globos flotando en el techo y un empalagoso aroma a caramelo en el ambiente, probablemente un hechizo. Trató de relajarse y echó la cabeza hacia atrás, sintiendo como el hueso de su cuello tronó ligeramente dejándole una agradable sensación.
La pelirroja con una coqueta sonrisa se le acercó dejando sobre el mantel azul claro un elegante pastel oscuro adornado con chocolate blanco y se sentó sobre las piernas del azabache para rodearlo con ambas brazos y comenzar a besar su cuello.
-Feliz aniversario Gin…- dijo repasando con sus manos sus delgados hombros con pequeñas pecas tan poco visibles que durante mucho tiempo consideró adorable.
-Feliz aniversario también para ti Harry… aquí tienes tu regalo- dijo pasándole una caja negra que el Gryffindor no dudó en abrir y descubrir un precioso reloj de muñeca. Se sentía aliviado de haber escogido algo más que los chocolates.
-Muchas gracias… esto es para ti- dijo señalado las cajas; ella sonrió ampliamente al verlas y tomó la más pequeña soltando un chillido y lo regresó a ver expectante “¿será lo que creo?” pensó emocionada.
-Oh Harry…- dijo esperando una expresión diferente del chico que simplemente la animó a abrir la caja para encontrar un par de pendientes plateados con forma de corazón y la sonrisa se pareció más que nada una mueca –Oh…- fue lo único que dijo. En definitiva no era lo que esperaba.
-Los vi y pensé en ti- dijo pasando un dedo por el betún del pastel deleitándose con su sabor “mmm, café” pensó.
-No debiste…- dijo sacándolos de su empaque y le pidió que se los pusiera –y por pura casualidad ¿que hay aquí?- preguntó agitando la caja, seguro y un anillo no porque era una caja demasiado grande.
-Pues debes abrirlo para descubrirlo- dijo jugueteando con las puntas del rojizo cabello tan lacio –y creo que te va a gustar-
-¿Fresas con chocolate? ¿Qué acaso quieres matarme Harry?- le dijo sonriendo con ironía que el ojiverde no entendió y palideció –Soy alérgica a las fresas… me producen horribles ronchas por todo el cuerpo, creí que ya lo sabías Harry- “por dios que idiota soy” pensó desganado.
-Oh por Salazar se me olvidó totalmente Gin, lo siento, realmente lo siento…- dijo sintiéndose peor que un insecto, ¿Cómo lo había olvidado? Claro, por el vendito intento de recuerdo que lo asaltó de repente. “pero entonces ¿a quién demonios le gustan las estúpidas fresas con chocolates?” pensó aprensivamente.
-Descuida Harry, has estado demasiado ocupado con tus cosas que más de una vez te he visto divagando en tu mente más allá de los cielos, tan apartado de mi- dijo pasando sus dedos sobre esa melena rebelde –pero creo que tengo una idea de cómo recompensarme…- dijo juguetona mordiéndole el lóbulo de la oreja.
“Esto está mal” pensó tristemente, que aunque se sentía tan bien, no era correcto; sentía que Ginny no se merecía esos sentimientos tibios que le daba, necesitaba alguien que la amara con locura y el no podía darle enteramente eso, no estaba seguro porque, pero simplemente no podía “¿porque será?”
-Ginny espera…- pidió separando un poco y la miró a los ojos, esos ojos castaños que durante tanto tiempo lo miraron con devoción, que capturaban los suyos cuando llegaba a quebrarse –creo que debemos de darnos un tiempo…-
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Tecleando con avidez, formulaba uno de sus muchos comentarios sarcásticos pero cargados de un muy elegante gusto a la par que revisaba sus notas y regresaba a ver el monitor de su pantalla. No podía creer que aun le faltaran setenta y cinco palabras para que cumpliera con su límite, él consideraba que estaba perfecto tal cual, porque si le agregaba cualquier palabra desentonaría con el ritmo que había impuesto y quedaría pueril y carente de todo respeto.
Regresó a ver la hora “las doce cincuenta y cinco… maldición” se dijo comenzando a escribir en su libreta cualquier idea que su cabeza llena de cafeína le dijera, sin embargo todo parecía inútil, nada le parecía.
-Estúpido, estúpido, estúpido- se dijo en voz baja regresando a ver al cuarto de su hija cerciorándose que todo estuviera en orden. Desganado se levantó a tomar una copa de whisky y regresó a tomar asiento para golpear su frente contra el escritorio y frustrado comenzó a alborotar su cabello esperando de alguna forma que su cerebro hiciera sinapsis más efectiva con ello.
-Ahora no…- imploró ocultando su collar travieso que insistía en aparecer cuando menos lo quería, incluso había veces en las que por fin podía olvidarse se él ya que era como su segunda piel, tan críptico e imperceptible que podía dudar a ratos de que aquello realmente pasó y solamente fue producto de su tan imaginativa mente.
“El no es el único idiota con ese nombre… de hecho su nombre fue tan popular durante largo tiempo que hay todo un sequito de individuos con dicho nombre…” pensaba una y otra vez sin lograr que su dolor en el pecho se apaciguara.
-Estúpido Harry…- pensó dejando escapar una lágrima antes de caer un profundo e inequívoco sueño.
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Ginny se había levantado súbitamente de su regazo y comenzó a caminar de un lado a otro mordiéndose las uñas.
-¿Por qué dijiste eso Harry? ¿Por qué? ¿Qué fue lo que te hice? ¿En qué te dañe? ¿Qué hice mal?- repetía una y otra vez como un cantico sin fin.
-Gin, tranquila…-dijo tratando de calmarla estrechándola entre sus brazos pero ella se removía entre sus brazos como pez fuera del agua –es lo mejor, cariño…-
-No entiendo Harry ¿Cómo puede ser lo mejor? ¿Quieres que terminemos? ¿Tanto me odias?- pregunto con los ojos llorosos y su maquillaje corrido, su labio temblaba por todos los sentimientos que amenazaban por salir.
-Claro que no te odio, ¿Cómo puedes decir eso? Te adoro Ginny, era una chica estupenda y maravillosa, eso solo que, creo que necesitamos y tiempo para nosotros solos… nos servirá para madurar, para apreciar lo que tenemos si queremos tener un futuro…- la pelirroja detuvo su andar y se paró frente a él como tratando de digerir lo que le decía.
-¿Un… futuro…?- preguntó impactada, realmente podía tener algo mas solido con el salvador del mundo mágico, su tan preciado pilar y fortaleza –como… ¿casarnos? ¿Tener hijos?- interrogó anhelante.
-Claro… - besó su frente y asintió.
-Tienes razón…- meditó por unos segundos –creo que será lo mejor…- declaró finalmente dejándose abrazar por esos brazos que sabía que como el agua del rio regresarían al mar de su amor.
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-There is a castle on a cloud I like to go there in my sleep…- la pequeña canción cesó pues la pequeña Peony comenzó a toser y se cubrió su boca con ambas manitas dejando de lado a sus peluches.
-Peony- la llamó su padre para que se alistara, al parecer irían a visitar a su abuela Narcisa, pero la pequeña solo respondió con un sonoro estornudo que crispó a Draco y presuroso entró en el cuarto rosa –¿te encuentras bien, muñeca?- preguntó sentándose en la cama.
-Estoy bien papi…- dijo volviendo a toser e intentó levantarse.
-Seguro y nuevamente dormiste destapada ¿verdad jovencita?- la niña le dio una media sonrisa. Se veía fatigada respirando pesadamente y con sus mejillas tan enrojecidas que no dudó en tentar su frente –maldición, estas ardiendo en fiebre… ven…- dijo ayudándola a ponerse en pie para que se cambiara –vamos a ir con el medipediatra, pero primero le mandaré una lechuza a la abuela para que no nos espere…-
Arregló sus cosas y le mandó un mensaje a Christian, su compañero de trabajo excesivamente alegre que resultaba ser su único “casi- amigo” en la editorial y le informó su situación, seguro y él le cubriría con gusto.
Sin demorar tomó a su pequeña que ya vestía un pantaloncito de gamuza, una blusa amarilla de manga larga, un grueso abrigo rosa y un gorro blanco con franjas rosa pálido, estaba lista parada en la puerta.
Como aun no estaba satisfecho de que eso realmente la protegiera del frio le enrolló en su cuello una bufanda y se aparecieron a las afueras de San Mungo.
“Maldición” pensó. Como odiaba ir a ese lugar por algo que una poción pimentonica podría curar, pero lo malo era que su hija resultó ser alérgica a ese remedio y cada que se enfermaba tenía que hacer todo ese vuelta de miradas desaprobatorias de la gente todo por su pasado y apellido que por más que se hizo lo imposible no pudo evitar mancharse.
-Nombre…- preguntó la secretaria de la entrada de pediatría.
-Peony Lucille Malfoy… no es la primera vez que venimos…- dijo con la mayor compostura posible y con una accesible sonrisa. La mujer lo miró de arriba abajo y buscó en sus expedientes -tome asiento…- dijo como si le estuviera asiendo un favor que Draco aceptó a regañadientes.
-Va a pasar con el doctor Evan J. Harrison…- dijo la mujer muy ocupada escribiendo un pergamino que no pudo regresar a verlo.
-Pero…- no podía creer aquello –su medipediatra es el sanador Mavricius Puller- dijo con impaciencia casi olvidando que no podía exaltarse en público.
-Lo siento, pero el sanador Puller ya se jubiló…- el desgano en su voz le carcomía dándole ganas de lanzarle alguna maldición imperdonable, pero se contuvo y asintió tomando asiento junto a su pequeña que simplemente recargó su cabecita contra su hombro mientras jugaba con la pálida mano de su padre.
Al abrir la puerta vaya sorpresa que se llevó que lo dejó aturdido.
-Buenos días- dijo una voz conocida.
“Es imposible” pensó parándose en seco al observar esa particular figura que seguramente debería de ser producto de un delirium tremens y no de la vida real “¿porque?” se preguntó al dar un trago amargo que se le atoró en la garganta “simplemente no puede estar pasándome esto”