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Memorias por LunaPieces

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Notas del capitulo:

Memorias: Capítulo 7

Pareja principal: Zoro x Sanji
Género: Angst/Romance
Rating: M
Autor Original: StarkBlack 
Traductora inglés: Shin D. Kanau
Beta: LunaPieces

 

Estamos de vacaciones con las actualizaciones de la página :D pero esta vez el trabajo no fue mío, le doy las gracias infinitamente a Shin D. Kanau que tradujo este capítulo de Memories, sin ella no hubiéramos tenido capítulo hasta noviembre :v así que todo el crédito es para ella y su maravilloso trabajo como traductora, a pesar de que fue la primera vez, es espléndido. No es fácil traducir capítulos tan largos, lleva su tiempo, su esfuerzo y dedicación, horas de edición y trabajo, pero esta historia lo vale muchísimo <3

De igual forma se agradecen sus reviews que serán dedicados al autor, muchísimas gracias por apoyar esta historia m(_ _)m

 

Capítulo 7

Sanji se acurrucó en el sofá con la frente recargada en la mano. El peliverde le había dado ropa seca; una camisa, una sudadera, un par de calcetines, boxers y después lo había tapado con el edredón de la cama. Sin embargo, éste lo había sacado de la habitación a patadas insistiendo que podía hacerlo por su cuenta. Así que no tuvo más remedio que hacerle algo de chocolate caliente mientras el otro batallaba con la ropa. Por lo que ahora el rubio bebía de su taza caliente y suspiraba suavemente mientras cerraba los ojos.

—¿Yo fui el que te enseñó a hacer chocolate caliente, verdad? —Preguntó tranquilamente.

—Sí, —contestó el peliverde mientras observaba el fuego de la chimenea negra—se pone a hervir una taza y media de leche, se agrega una tercera taza de agua y se baja el volumen del fuego. Se añaden dos gotas de extracto de almendras y una pizca de canela. Pero no derretí el chocolate en ese maldito baño maría, lo detesto. Sólo le agregué miel. 

—Ah, —el rubio sonrió mientras levantaba su taza de los labios—sabía que algo faltaba. —Bebió un pequeño sorbo y dejó que el líquido caliente se deslizara sobre su lengua—. Aunque está bien, aun así es bueno…gracias.

Zoro se sentó cautelosamente en el sofá para dos evitando su mirada:

—De nada.

Un largo silencio se hizo presente entre los dos hombres mientras uno pensaba en algo que decir y el otro rezaba para que todo permaneciera en silencio. Finalmente, el cocinero le echó un vistazo al peliverde que mordía su labio inferior y miraba el fuego.

Sus ojos reflejaban la luz anaranjada de las llamas como si fueran perlas negras. Su tez almendrada se había teñido de un tono dorado propio de las pieles bronceadas a la luz del fuego. El rubio se hallaba absorto mirando los dedos entrelazados del otro hombre. La vista era fascinante; era obvio que la fuerza de Zoro residía en sus manos. Sus movimientos sutiles provocaban ondas que se propagaban desde sus músculos hasta sus antebrazos, dando la ilusión de que su piel era líquida. Así era…cada vez que el peliverde se movía era como si fuera líquido.

“Bien”, pensó Sanji para sí mismo, “al menos tengo el orgullo suficiente para volverme gay por alguien que es realmente ardiente…”

Zoro sintió la vista del cocinero sobre él y quiso gritar. Su mirada incendiaba su corazón. Soportó todo lo que pudo hasta sentir que desfallecería si el otro no le quitaba la vista de encima.

—Deberías ir a dormir —dijo Zoro suavemente—. No te mejorarás si no descansas.

—Descansé por todo un año. —Replicó Sanji sin despegarse de la taza—. Quiero respuestas para algunas preguntas.

El espadachín suspiró y bajó la mirada. Sabía que debía agradecer que Sanji estuviera hablándole después de todo, pero no podía evitar sentir terror al pensar en las preguntas que podría hacerle. No podría manejarlo si comenzaba a preguntar sobre su sexualidad, porque no tenía respuestas para nada de eso. No tenía idea de por qué el cocinero se había enamorado de él. Y en primer lugar, ni siquiera podía explicar por qué había ocurrido.

—¿Qué quieres saber? —se forzó a preguntar el peliverde.

Sanji se recostó en el cojín y apretó el edredón con su mano libre.

—¿Cómo nos conocimos?

Esa pregunta era tan simple, tan inocente que Zoro se quedó estupefacto por un momento. ¿Quería saber cómo se conocieron? ¿Acaso no quería saber cómo empezaron a dormir juntos, o por qué, o dónde?

—Um, —Zoro parpadeó y se enderezó en su asiento. Se percató de que Sanji intentaba comprender la situación en lugar de caer en la negación… y eso era algo muy bueno—, conozco a Ace desde siempre, hemos sido amigos desde la escuela primaria, así que de alguna forma terminé conociendo a Luffy.

—¿Cómo es que nunca escuché nada sobre ti? —Interrumpió Sanji—, al menos de Luffy si no hubiera sido de Ace.

Zoro se encogió de hombros,

—no lo sé, en realidad no era muy cercano a Luffy hasta hace poco. Fui a la preparatoria con Chopper y Usopp, pero me gradué antes que ellos. Inmediatamente después me mudé a Japón con mi tío, es por eso que nuestros caminos nunca se cruzaron.

—Aún no entiendo cómo no nos encontramos en la preparatoria —dijo Sanji—. Una vez que Luffy comenzó a salir con Nami, nos presentaron a Vivi que conocía a Kaya quien estaba saliendo con Usopp. Conocí a Usopp y a Chopper en la preparatoria… pero de alguna manera nunca te conocí.

—No salía con nadie más que con Ace —explicó Zoro—. No me gustaban las multitudes, ni las fiestas ni nada… y por lo que me has dicho, eras un completo loco de las fiestas.

Sanji lo fulminó con la mirada y se terminó el resto de su chocolate tibio.

—Volvamos a mi pregunta, ¿cómo terminamos conociéndonos?

Zoro se recostó y cruzó los brazos.

—Regresé de Japón hace dos años, precisamente por la época en la que obtuviste el puesto de chef principal en el Rocksou. Ace me consiguió un trabajo en el dojo de su padre enseñando Kendo y artes marciales básicas. Nos encontramos un día que llegaba tarde a mi clase…

El rostro de Zoro se suavizó y entonces, para sorpresa del cocinero, esbozó una gran sonrisa. Le miró confuso mientras el espadachín comenzaba a soltar una risita.

—¿Qué es tan gracioso? —Preguntó Sanji sintiendo que era el blanco de un mal chiste.

El peliverde finalmente levantó la vista para mirar al rubio.

—La primera vez que nos conocimos, llegaba tarde al dojo e iba con prisa, choqué contigo e hice que tiraras el café sobre toda tu ropa. Acababas de llegar del trabajo y llevabas un elegante traje con una camiseta de color azul llamativo y líneas negras.

—¡Hiciste que manchara de café mi camisa Theory de setenta y cinco dólares! — Sanji casi chillaba—. ¡Tú! ¡Estúpido culero mierdoso!

En respuesta, el peliverde estalló a carcajadas, lo que tomó por sorpresa al rubio mientras lo veía retorcerse de risa con la emoción apoderándose de él.

El cocinero se sorprendió de nuevo.

—¿Qué es lo que resulta tan gracioso esta vez? —Preguntó incrédulamente.

El peliverde se recostó nuevamente disminuyendo su risa, pero aún con la sonrisa en el rostro mientras el rubio se esforzaba por evitar pensar en lo bien que se veía esa expresión en el espadachín.

—Eso es exactamente lo mismo que me dijiste en aquel entonces.

El cocinero abrió los ojos ampliamente y sintió sus mejillas arder. No quería aceptar ser tan predecible. Ignoró el último comentario de Zoro, se acomodó en el asiento y tiró del edredón mientras hacía un puchero de descontento.

—Entonces. ¿Qué pasó?

—¿Qué crees que pasó? —Zoro rió nuevamente—¿Qué sería lo primero que le harías a alguien que te hiciera tirar el café sobre tu costosa camisa?

—Le patearía el trasero —replicó el rubio.

Zoro asintió con la cabeza.

—Sí, eso fue lo que hiciste.

Sanji levantó la vista sorprendido otra vez.

—¿Lo hice?

Zoro asintió.

—Te subestimé. Parecías un chico de cara bonita que sólo iba a tomar las clases de kickboxing para impresionar a alguna chica. Eras tan delgado que nunca hubiera adivinado que podías romperme la cara con tus pies… Ace se burló de mí durante semanas…

El rubio no pudo evitar sonreír con esa imagen mental. ¿Le había pateado el trasero a Zoro? Eso era algo genial… se enderezó en su asiento y sonrió a la vez que bajaba la vista hacia sus manos.

—No luzcas tan jodidamente orgulloso. —Murmuró Zoro, pero no había rastros de verdadera mordacidad en sus palabras—Te lo devolví bastante bien.

De pronto Sanji se sintió impaciente por recuperar su fuerza. En los últimos años se las había arreglado para aprender todo de sus maestros y senseis. El dojo del que había formado parte nunca había tenido miembros con los que pudiera entrenar usando todo su potencial, ninguno con el que se pudiera enfrentar. Zoro por otra parte, seguramente era un estupendo compañero de combate. La idea de practicar sus movimientos mientras esquivaba una espada le emocionó como nada lo había hecho en mucho tiempo.

Oh, espera… pero ese era Zoro… el mismo Zoro que unas pocas horas atrás le había confesado que ellos habían sido amantes. ¿Cómo iba a abordar ese problema? Sanji sabía que no podía distanciarse tan fácilmente, tenían los mismos amigos. Tampoco tenía trabajo, así que mudarse no era una opción a menos que estuviera dispuesto a vivir con Ace o tal vez Chopper. Además, ¡en realidad no quería dejar ese departamento! ¡Todo era tan perfecto! ¡Tenía todo lo que alguna vez había deseado! Si se negaba a estar con Zoro, ¿lo correría? ¿Lo haría mudarse? Tenía sentido considerando que el espadachín había estado pagando el departamento durante un año.

—¿En qué estás pensando? —La voz de Zoro cortó sus pensamientos.

Sanji levantó la vista y se encontró con los ojos preocupados de Zoro, su agradable sonrisa se había ido siendo reemplazada por la misma mirada que tenía cuando intentaba contarle sobre su relación.

—Estaba…—murmuro Sanji—. Pensando en el departamento…

El peliverde había experimentado tantas emociones en las últimas horas que sentía que su cerebro estaba a punto de explotar. Sintió un verdadero terror cuando escuchó que el rubio estaba en las calles en medio de la tormenta, luego en la ducha soportó la desesperación de tener a su amado entre sus brazos sin poder tocarlo como realmente deseaba. Ahora pasaba de estar incómodo a una delirante felicidad ante el recuerdo del rostro furioso de Sanji para después sumirse inmediatamente en una esfera de brutal confusión.

—¿El departamento? —Preguntó Zoro mientras giraba su cabeza.

Sanji lo miró divertido, enredándose con sus propias palabras.

—Si…eh… ¿cuánto tiempo hemos vivido aquí?

El espadachín sintió un nudo en el estómago al escuchar la incertidumbre en la voz del rubio.

—¿Ese es el código para preguntar “por cuánto tiempo nos estuvimos acostando”? —No pretendía que su tono se escuchara tan amargo, pero su voz y sus emociones lo estaban traicionando—. Puedes preguntarlo de forma directa, ya lo sabes. No me avergüenza.

Los ojos de Sanji se entrecerraron como siempre lo hacían antes de lanzar un ataque. Todo lo que faltaba era que apretara los dientes alrededor de su cigarrillo como solía hacerlo. El peliverde esperó con los dientes apretados la rabieta y la lluvia de maldiciones que le lanzaría.

Pero los insultos nunca comenzaron. El cocinero simplemente pasó una mano por encima de su rostro levemente sonrojado y desvió la mirada.

—¿Podemos evitar ese tema por un rato, Zoro? —Murmuró Sanji—. En verdad me estoy esforzando por aceptar todo esto…pero siento que estoy perdiendo la cordura un poco. Sólo…vayamos con calma…por favor.

El peliverde le miró fijamente, quería llorar o romper algo, no estaba muy seguro de qué. Se estaba comportando como un estúpido y no sabía cómo detenerse. El rubio trataba de encontrar un punto medio y él no estaba cooperando. ¿Qué demonios le pasaba? Cuando finalmente ambos se habían sentado y habían comenzado a hablar, nunca pensó que sería él quien se resistiría. ¿Acaso tenía miedo? Y si era así, ¿qué era a lo que le temía exactamente?

—Lo siento... —dijo el peliverde suavemente, pero no estaba seguro de qué se disculpaba o con quién.

Sanji asintió lentamente.

—Está bien…sé que también es difícil para ti…

Zoro no pudo sostenerle la mirada, sus ojos se alejaron para buscar por toda la habitación algún apoyo antes de colapsar y caer en un profundo precipicio emocional. Inspeccionaba la estantería cuando le surgió una idea. Se levantó de golpe y atravesó la sala de estar para sacar un álbum de fotos de la repisa. Se volvió hacia un confuso Sanji y avanzó inseguro.

—Ten —le entregó el álbum—. Ya que no puedes recordar.

Sanji tomó el libro con el ceño ligeramente fruncido y lo colocó en su regazo. Al abrirlo en la primera página, el espadachín se vio recompensado por un pequeño suspiro que se escapó de los labios del rubio. Sabía que la primera foto era muy buena, la había tomado él mismo. Mostraba a Sanji con su uniforme de pie en el ring de NASKA dos años atrás. La sangre se deslizaba por un lado de su cabeza y tenía un oscuro moretón en el costado de la mandíbula, pero eso no le hacía lucir menos amenazante. El rubio mostraba absoluta determinación en su rostro, sus ojos brillaban enfurecidos mientras se mantenía en alerta, preparado para el siguiente ataque.

—Esto es… — Sanji respiró. —Es…

—Ese fue tu encuentro final —explicó Zoro—. No pude sacar fotografías de las demás rondas porque estuve en las mías y Shanks resultó ser un retardado con la cámara así que acabamos por tirar todas las fotos que tomó.

Sanji miró la fotografía y sonrió.

—Bueno, pareces ser bastante hábil… me veo genial.

Zoro resopló.

—Me quejé todo el tiempo…excepto cuando ganaste. Casi no logré tomar la siguiente.

Sanji pasó la página para verse en la siguiente fotografía con las manos en el aire en señal de triunfo. Su oponente estaba tendido en el suelo bajo sus pies con la mandíbula aplastada. Podía sentir la emoción del momento con tan sólo ver en la imagen la expresión de su rostro. Había logrado aquello por lo que había trabajado tanto. Una gran sensación de orgullo propio brotó desde su interior y sonrió suavemente. Desafortunadamente no duró demasiado. No podía recordar nada de esa fantástica victoria y eso le entristeció. Levantó la vista lentamente para mirar al moreno con los brazos cruzados. Deseaba saber más acerca de ese torneo con desesperación y ahí había alguien que podía contárselo. Sintió que podía confiar en él completamente, pero aún dudaba cuando se trataba de abrirse.

Pero entonces otra vez descubría que el espadachín le gustaba en verdad, no de forma romántica o en un sentido emocional, pero definitivamente sentía una conexión con él. Sabía que revivir un vínculo que fuera puramente amistoso sin duda lo lastimaría, pero… ¿acaso no era mejor eso que romper todos sus lazos?

Sanji colocó una mano en el asiento vacío que tenía al lado a modo de invitación, rezando en silencio no estar cometiendo un gran error.

—Ven aquí —dijo suavemente.

Zoro palideció y se tambaleó. Al rubio le preocupó por un segundo que se cayera, pero este último logró recuperar la compostura antes de venirse abajo.

—¿Qué?

Sanji se enderezó en su asiento y cruzó sus largas piernas.

—Ven, siéntate y cuéntame sobre este torneo. No puedo recordar nada y quiero saber lo que pasó.

Lentamente, con una desesperante lentitud, el espadachín se dirigió hacia él y se sentó en el sofá a su lado. Tomó el álbum y lo colocó entre sus muslos. El cocinero se percató de que sus manos temblaban ligeramente mientras hojeaba las páginas sin llegar a centrarse en ninguna de ellas. Escuchó atentamente mientras su compañero revivía el encuentro de una manera sorprendentemente detallada, usando los términos correctos para los movimientos del Savate, pareciendo comprender claramente el sistema de puntuación.

El anochecer transcurrió de manera agradable después de eso. El peliverde se sentía cómodo contándole a Sanji sobre sus encuentros. Había hecho muchas preguntas y parecía estar disfrutando la charla. Incluso quiso saber sobre las peleas de Zoro, lo cual lo ponía nervioso y lo hacía sentirse halagado hasta sonrojarse y olvidar cómo mantener una conversación durante varios segundos. Habló hasta que las preguntas del rubio habían cesado y su cuerpo se había acercado al suyo. Giró su cabeza y lo miró por primera vez desde que se había sentado en el sillón. Sus manos reposaban sobre el edredón y su cuerpo estaba recargado en los cojines del respaldo.

Sus ojos se cerraban mientras luchaba por seguir despierto.

La mano del espadachín peinó gentilmente el mechón de cabello que cubría los ojos de Sanji instintivamente antes de poder detenerse. Contuvo la respiración al notar que el rubio se tensaba bajo su toque y alejó su mano con rapidez sintiendo un gran dolor apoderarse de su corazón. Necesitaba controlarse, no podía hacer cosas como esas tan descuidadamente, se lo reprochó.

— Zoro… —susurró el rubio.

—Lo siento —intervino rápidamente Zoro deseando desaparecer.

—No, —Sanji se volvió hacia el espadachín—está bien.

El peliverde le devolvió la mirada mientras el otro apretaba el edredón entre sus manos.

Después de unos minutos murmuró:

 —Aún tienes esa mirada en la cara… por favor dime en qué estás pensando…

El otro suspiró y se frotó los ojos.

—Dame mis cigarrillos primero.

Zoro se levantó y tomó la cajetilla y el encendedor de Sanji del bolsillo de la chaqueta que estaba en el baño. Al regresar a la sala, el rubio ya se había quitado el edredón y estaba recostado con las piernas levantadas. Tomó sus cigarrillos y colocó uno entre sus labios. Mientras lo encendía, el espadachín se dirigió al sofá para dos al otro lado de la habitación.

—No —dijo Sanji y exhaló el humo—. Ven aquí. Si tengo que hablar de eso, no quiero decirlo como si estuviera gritando por todo el departamento.

El contrario se levantó obedientemente y se dirigió de nuevo al sillón en el que había estado. Se sentó con cautela al lado del rubio mientras éste depositaba las cenizas de su cigarrillo en el cenicero. El silencio reinó en la habitación una vez más y la ansiedad de Zoro aumentó. ¿Esa sería la parte en la que Sanji comenzaría a hacerle preguntas que no podía responder…? ¿O era la parte en la que todo acabaría? Se le helaba la sangre con sólo pensar en eso. ¿Le diría que lo suyo jamás funcionaría otra vez y que comenzaría a empacar? Si era eso, entonces tenía que adelantarse. No sería capaz de oír esas palabras sin destrozarse, así que lo sugeriría primero.

El rubio abrió su boca para hablar, pero el peliverde le interrumpió:

—Sé que te hago sentir incómodo y lo siento Sanji —dijo apresuradamente—. Me quedaré aquí esta noche para asegurarme de que estés bien, pero volveré a la casa de Ace en la mañana. Me llevará un par de días sacar todas mis cosas de aquí pero intentaré…

Lo que fuera que Zoro intentara decir, se vio interrumpido súbitamente por una poderosa patada en sus costillas que lo hizo doblarse y gruñir de dolor. Levantó la vista llena de lágrimas mientras el rubio le daba una calada a su cigarrillo despreocupadamente mirándole con expresión aburrida. Intentó decir algo, pero el dolor ascendió por su costado y la cabeza comenzó a punzarle. Así que era por eso que Sanji quería que se sentara junto a él…

Sanji suspiró.

 —¿Podrías callarte la maldita boca y escuchar lo que tengo que decir antes de que empieces a soltar otro monólogo melodramático? —Zoro tosió y se enderezó.

—¡No tenías que darme una maldita patada, cocinero de mierda! —Gruñó.

Sanji lo ignoró y se enderezó hasta quedar terriblemente cerca del cuerpo del otro, lo cual hizo tensar al espadachín.

El rubio le dio otra larga calada a su cigarrillo antes de seguir.

—Hm —se burló Zoro—. ¿Quién está siendo melodramático ahora?

—Dije que te callaras la puta boca —gruñó Sanji—. Lo que intentaba decir antes de ser interrumpido tan groseramente, es que en realidad no me importa estar cerca de ti. Incluso al saber lo que tuvimos antes… no me preocupa demasiado. Bueno… me preocupa sí, pero… probablemente no tanto como debería…

La mandíbula del espadachín se cayó de la impresión.

Sanji sonrió al verlo mientras le daba otra calada a su cigarrillo. El humo se arremolinó alrededor de su rostro y se mezcló entre los cabellos rubios que cubrían sus ojos.

—Siento… —Sanji vaciló y el corazón de Zoro casi se detiene. La pausa fue mortal para el espadachín, quería agarrar al rubio y sacudirlo por los hombros.

—Siento que hay una conexión verdaderamente fuerte entre nosotros —continuó suavemente—. Incluso sin recordarte, siento como si hubiéramos sido amigos desde siempre. Nunca jamás… alguien había sido capaz de enfrentarme cuando se trataba de artes marciales y ninguno de mis amigos se vio remotamente interesado en mi estilo de lucha. —Al decir eso su mirada quedó atrapada en los ojos de Zoro. La intensidad del momento hizo latir el corazón del peliverde paralizando sus nervios—. Pero… a ti te gusta… ¿no, Zoro?

Zoro asintió.

—Amo verte luchar. Amo cuando me ves a mí… y cuando hablamos sobre ello más tarde… nadie entiende mis metas como tú lo haces.

—No quiero perder algo así… no creo que vuelva a encontrarlo jamás… —Sanji asintió y apagó su cigarro en el cenicero. Parecía como si tuviera algo más que decir así que el peliverde lo esperó lo más pacientemente que pudo. Finalmente, soltó un suspiro y posó su vista en la chimenea—. También estaba pensando justo ahora en la vez en la que ayudaste a caminar… fuiste el único que lo hizo… de todos los demás que intentaron ayudarme… no sentí que podía hacerlo y nadie me hizo creer que en verdad podía hacerlo. Pero tú…

El espadachín sonrió mientras le echaba un vistazo rápido a su Sanji. El rubio había dejado que sus barreras cedieran un poco haciendo brillar al maravilloso hombre maduro que llevaba por dentro y que amaba tanto.

Sanji tomó su cajetilla y encendió un segundo cigarrillo.

—Supiste exactamente qué hacer. Hiciste que quisiera hacerlo. Me inspiraste diciendo un montón de estupideces que seguramente nadie más hubiera dicho… así que… eso me dice que en verdad fuimos buenos amigos además de lo otro… ¿No?

Todo lo que Zoro pudo hacer fue asentir. Se esforzó por controlar su respiración mientras examinaba todo lo que Sanji acababa de decirle.

—Entonces, ¿qué intentas decir Sanji?

—Estoy diciendo —dijo el rubio cuidadosamente—, que quiero darte una oportunidad. Tengo una idea de lo seria que fue nuestra relación basándome en este departamento y otras cosas, pero no creo que… —suspiró y pasó una mano por su cabello—, en la forma en la que soy ahora mismo… pueda aceptar que alguna vez…

Zoro levantó su mano para detenerlo. Su corazón latía con agonía en su pecho.

—Por favor no lo digas. No quiero escucharlo… solo dime cuál es esa “opción”.

Sanji se inclinó hacia adelante.

—¿Crees que podríamos ser amigos?

Zoro frunció el ceño.

—¿Qué?

—Estoy preguntando si crees que podríamos ser amigos… ¿O  preferirías que dejáramos de vernos del todo? ¿Sería más fácil para ti?

Zoro parpadeó y desvió la mirada. ¿Qué dijo que quería? Si Sanji y él no podían estar juntos como antes… ¿sería suficiente con sólo estar a su lado? ¿O sería más de lo que su corazón pudiera soportar? ¿Podría aguantar eso?

—¿Zoro? —Preguntó Sanji.

—Eh… dame un segundo, estoy pensando. — Zoro clavó la vista en la palma de su mano mientras su cerebro daba vueltas—Si digo sí a ser amigos… ¿qué pasa?

—Está el cuarto que usas para tus pesas. Podemos traer esas cosas para acá y ese será mi cuarto. He vivido en un barco el tiempo suficiente como para adaptarme a los espacios pequeños. Aún podemos vivir ambos aquí, entrenaremos juntos y además podríamos ir a los torne…

—De acuerdo…

Zoro sintió los ojos de Sanji sobre él. Sus manos temblaban, así que cruzó los brazos. Ese acuerdo sería duro. Estar alrededor de Sanji y ser incapaz de tocarlo probablemente lo volvería loco, pero definitivamente era mejor a que se marchara para siempre. Y la idea de entrenar con Sanji de nuevo era lo suficientemente buena para levantar su ánimo más que cualquier otra cosa en las últimas semanas.

—¿De acuerdo con ser amigos? —Preguntó Sanji suavemente.

Zoro asintió. Le echó un vistazo a Sanji y sonrió sinceramente. El rubio lo miró con los ojos muy abiertos antes de devolverle la sonrisa.

—Hace un año que no te pateo el trasero —dijo Zoro bromeando —, no creo que pueda renunciar a eso.

El rostro del rubio se iluminó derritiéndole el corazón a Zoro. Y entonces decidió que desde ese momento, las sonrisas de Sanji serían su razón de vivir.

XXXXX

A la mañana siguiente, tres hombres bajaban de un jeep en la entrada del departamento de Zoro y Sanji; un bombero, un ingeniero y un estudiante de medicina. Chopper había insistido en ir a hacerle un chequeo a Sanji y se negaba a ir solo en caso de que cierta pareja de artistas marciales decidiera tener una pelea. Si eso sucedía no había nada que pudiera hacer para detenerlos, así que le rogó a Ace que fuera con él. El pecoso estuvo de acuerdo ya que Zoro iba a ir a su casa de todos modos.

Además Ace tenía una llave en caso de que ambos estuvieran muertos.

Usopp decidió acompañarlos también porque no tenía nada que hacer y pensó que, aunque sonara enfermo, ver a una pareja que no fuera la de él y Kaya con sus múltiples problemas, podría hacerle sentir un poco mejor. Sí, Sanji no podía recordar su relación y eso apestaba y todo lo demás, pero Usopp estaba seguro de que Zoro y Sanji se habían peleado hasta casi matarse un par de veces y después se manoseaban de nuevo por los rincones como si nada hubiera pasado. Los recuerdos podrían haber desaparecido, pero su amor definitivamente seguía allí. Usopp había visto cómo Sanji miraba a Zoro cuando pensaba que no lo veía.

No era como si Sanji hubiera engañado a Zoro ni nada por el estilo…

Los tres salieron del elevador y caminaron por el pasillo. Chopper tiraba de la chaqueta de Ace con suavidad mientras bombardeaba con preguntas al hombre mayor por tercera vez en el día.

—¿Sanji estaba completamente inconsciente cuando condujiste hasta su casa anoche? ¿Se veía pálido o afiebrado? ¿En verdad Zoro necesitaba cargarlo? ¿O era capaz de…

—Chopper, Chopper —rió Ace mientras se acercaban al departamento—. Cálmate amigo, en realidad no tengo ni idea, estaremos allí en dos segundos, sólo espera.

—Lo siento—Chopper prácticamente estaba brincando—. Es que no tiene otra sesión de terapia física hasta dentro de dos días por eso tengo que…

Un fuerte sonido proveniente del departamento de Zoro y Sanji interrumpió a Chopper y Ace se detuvo en seco. Usopp contuvo la respiración y escuchó otro golpe seguido de un ruidoso gruñido probablemente de Zoro. Poco después se escuchó otro golpe y un doloroso: “¡Ah! ¡Mierda!” de Sanji.

—Oh, mierda —Resopló el pecoso.

Chopper entró en pánico y empujó a Ace contra la puerta.

—¡Ace! ¡Se están matando! ¡Rápido, ábrela!

Usopp sabía que no era de mucha ayuda corriendo en círculos detrás de Ace y gritándole que se diera prisa, pero algo tenía que hacer y esperar tranquilamente no era lo que hacía mejor.

El pecoso finalmente encontró la llave de repuesto y abrió la puerta. Irrumpió dentro con Chopper y Usopp pisándole los talones.

—¡Zoro! ¡Sanji! —Llamó Ace—. ¿Qué demonios está pasando?

—Sanji —lloró Chopper—. ¡Deberías estar descansando!

Usopp corrió hasta la cocina y se frenó al ver la escena que se desarrollaba ante sus ojos cerca del comedor. Sanji estaba tumbado en una gran alfombra azul de entrenamiento, estaba bañado en sudor, pero con una enorme sonrisa de desquiciado. Zoro se veía igual, sólo que no llevaba camiseta y estaba agachado sobre el cuerpo tendido del rubio. Los dos levantaron la vista cuando Usopp entró en la cocina.

—Hey, Usopp —saludó Zoro entre jadeos.

Usopp no supo qué tipo de reacción sería la más adecuada en esa situación. ¿Debía llorar porque Sanji y Zoro obviamente estaban entrenando y eso era una señal realmente buena? ¿Debía gritarle a Chopper porque Sanji definitivamente no estaba preparado para eso? ¿O simplemente debía tomar la ruta más fácil hacia la demencia y reír? Una buena risa podría ser saludable para él. Sí, seguramente sólo se reiría.

—Hola chicos, —dijo Usopp entre risas— ¿qué demonios están haciendo?

Zoro se levantó y le ofreció una mano al rubio para ayudarle a levantarse mientras Chopper y Ace entraban en la cocina.

—¡Esa es una buena pregunta! —Gimoteó Chopper—. ¿Qué están haciendo?

Zoro se encogió de hombros.  

—Dijo que no me alimentaría a menos que luchara con él.

Ace debió haber tenido los mismos pensamientos que Usopp porque también rompió a reír. Chopper por otro lado colocó las manos en sus caderas y les lanzó una mirada fiera.

—Sanji… —comenzó el más joven utilizando su más intimidante tono de doctor.

Sanji levantó sus manos en disculpa.

—Lo siento Chopper —se disculpó rodeando la isla para dirigirse a la cocina.

—¿Alguien quiere desayunar?

XXXXX

Ace se sentó en la cama de Zoro escuchando al espadachín relatarle los eventos de la noche anterior. Caminaba por la habitación mientras hablaba, pasando las manos por su cabello por lo menos unas quinientas veces.

—Es sólo que… —murmuró Zoro—. Estoy muy feliz de que no me hubiera corrido del departamento, se regresara al Baratie o algo parecido, pero no quiero cantar victoria. Me refiero a… no, no voy a decir eso. Tuve una mañana grandiosa. Entrenar con él fue tan jodidamente bueno incluso si no estábamos a la par…

—Y el olor de esos panqueques —comentó Ace—. Mantenlo cerca, así podrá seguir alimentándome.

—Lo sé, no disfruté tanto la comida durante un año.

—No, seguramente no.

El peliverde se sentó a su lado en la cama y se frotó la nuca.

—Aunque, en verdad Ace… ¿crees que hice lo correcto?

Ace se giró y puso una reconfortante mano en el hombro de Zoro.

—No te voy a mentir hombre, no tengo idea. Dale un poco de tiempo, tal vez se acerque a ti o tú comiences a sentirte un poco menos herido. Sólo…aguántalo un tiempo. Aún nos tienes a todos nosotros.

Zoro asintió con la cabeza justo al mismo tiempo que Chopper tocaba la puerta.

—¡Sí! —Contestó Zoro.

— ¡Chicos, será mejor que se apresuren! —Gritó Chopper—¡La comida está lista y Usopp se comerá todo él solo!

—¡Allá vamos! —Dijo Ace mientras se levantaba.

Zoro lo siguió y salieron de la habitación encaminándose hacia donde estaba el desayuno que el rubio había preparado. Permaneció en silencio mientras comía y los demás llenaban la cocina con sus conversaciones. Reflexionó su decisión, si estaba complicando más las cosas o no. Estaba tan absorto en sus pensamientos que no reparó en su café hasta casi haber terminado su comida. Cuando lo hizo, su corazón dio un vuelco y sonrió detrás de su taza.

Sanji había recordado que debía añadir dos cucharadas de azúcar sin necesidad de preguntar.

 

 

Notas finales:

Terminamos aquí el capítulo, muchas gracias por leer esta historia, gracias nuevamente a Shin D. Kanau y nos vemos el próximo capítulo <3


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