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Memorias por LunaPieces

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Notas del capitulo:

Memorias: Capítulo 5

Pareja principal: Zoro x Sanji
Género: Angst/Romance
Rating: M
Autor Original: StarkBlack 
Traductora inglés: LunaPieces
Beta: LunaPieces

Paso a dejarles el capítulo 5 de este fic, disfrútenlo C:

 

Memorias: Capítulo 5

 

—¿Por qué no se lo has dicho? Explícamelo de nuevo para poder entenderlo.

Zoro miró a su amigo organizando las fotos en una caja de cartón.

El alto, delgado y moreno hombre, levantó una ceja por debajo de su enorme afro. Cruzó los brazos sobre su traje negro y dio golpecitos con sus pies de forma graciosa.

—Estoy esperando…

—No seas idiota, Brook, —gruñó Zoro. Levantó la caja, la llevó hasta la habitación y se dirigió a la sala.

—Tú sabes por qué no se lo he dicho. Enloquecería y sería imposible traerlo de vuelta.

Brook lo miró mientras pasaba a su lado. Lo siguió lentamente haciendo un pequeño baile con música que sólo él escuchaba. Se sentó en el extremo del sofá y miró al espadachín escoger fotos enmarcadas de la chimenea.

—Y… esperar a decírselo, mentir sobre su relación por casi tres semanas, ¿no va a volverlo loco?—Brook sonrió mientras Zoro lo ignoraba descaradamente.

El peliverde tomó una fotografía de la chimenea y la puso en la caja.

—Busca fotografías de Sanji y mías que pudieran ser… malinterpretadas.

La risa musical de Brook estremeció la habitación:

—¿Se lo dirás cierto? ¿Por qué te preocupas tanto por unas fotografías?—Pero a pesar de sus palabras, se levantó y comenzó a buscar fotos sobre la estantería.

—¡Porque—Zoro bramó—no se lo voy a decir en el primer instante que pise la puerta! ¡Y qué jodido sería que Sanji descubriera que era gay por una fotografía! ¡Yo sería asesinado en el acto!

—Te recuerdo que Sanji me dijo en varias ocasiones que él no era gay. Que era bisexual “porque le gustaban las chicas”. —Brook levantó una foto de Zoro besando la mejilla de Sanji en la Feria Puyallup (Ver notas)—Sólo se volvió un chupa vergas por ti.

Zoro frotó su frente y evitó golpear algo.

—¡Jódete Brook, ése no es el punto!

El músico sonrió suavemente. Jaló otras tres fotografías más donde Zoro y Sanji parecían ser “más que amigos” y las colocó pulcramente en la caja.

—Bueno, —suspiró mientras se enderezaba—me alegra tener al cocinero de vuelta. Quizá cuando empiece a comer sus comidas de nuevo, deje de ser piel y huesos. —Frotó su estómago y casi babea al recordar que la comida de Sanji estimulaba ese tipo de momentos.

Zoro colocó sus manos en el frío ladrillo de la chimenea y cerró los ojos.

—Él no hará ninguna comida para ninguna enorme fiesta de momento… aún está muy débil.

Brook miró la tristeza profunda que su amigo cargaba sobre sus hombros y se dirigió hacia él para darle una palmadita en la espalda.

—¿Cuándo lo traerás a casa?—Preguntó suavemente.

—Mañana—murmuró Zoro.

Brook se recargó de la chimenea y cruzó los brazos de nuevo:

—¿Tienes miedo?

—Cielos, estoy aterrado—resopló el peliverde—. La última semana parecía que quería vomitar.

Brook suspiró y sacó una caja plateada de su bolsillo. Giró la cubierta y sacó un cigarrillo clove negro del interior. Lo colocó entre sus labios y de un movimiento con la muñeca, lo encendió tranquilamente con un cerillo. (Ver notas)

—Entonces—decía mientras exhalaba—. ¿Qué es lo peor que puede pasar?

Zoro se enderezó y se dirigió a la caja.

—Bueno, podría patear mi trasero y luego sacarme del departamento diciéndome que nunca le vuelva a hablar, lo que creo que sería el escenario más probable.

Brook resopló y dio una calada a su clove.

Zoro cerró la caja y la levantó dirigiéndose al clóset.

—O podría patear mi trasero y luego llamar a Luffy o a alguien para que se lo llevara… y entonces nunca regresaría…

Zoro colocó la caja al fondo del clóset y cerró la puerta. Se levantó con una mano en la perilla y sus ojos se clavaron en la madera oscura.

—No lo sé Brook… —dijo suavemente—Hay muchísimas cosas que podrían pasar…

Zoro normalmente era indescifrable. Sólo cuando estaba peleando o cuando estaba verdaderamente feliz con Sanji, Brook podía descifrarlo un poco. La mirada de desesperación que se apoderó de su rostro en ese momento era tan extraña que el músico se quedó mudo por unos cuantos segundos. Se sacudió rápidamente y avanzó. Tomó el abrigo de Zoro del sofá y se lo lanzó al peliverde.

—Deja de lamentarte y vamos a comer algo. —El tono de Brook parecía un regaño a medias—Y luego vamos a ver a Sanji. Tengo tiempo hasta el show de esta noche. Ese tonto cocinero del amor tampoco me recuerda, necesito hacerme su amigo de nuevo para que me alimente.

 

XXXXX

 

Todos estaban siendo muy agradables, Sanji se sentía ligeramente mimado. Odiaba ser mimado, pero estaba tan emocionado por dejar el hospital que lo había permitido. Estaba usando jeans por primera vez en lo que parecía una eternidad ya que había desgastado los viejos. Ya se había quitado la sensación del hospital de su cuerpo. Ahora estaba de pie en la entrada de su una-vez-prisión, bañado, arreglado y luciendo demasiado sexy en su chaqueta de piel. Encendió un cigarrillo y deslizó las manos en sus bolsillos mientras el pequeño grupo esperaba a que Zoro sacara el carro.

—Bien, ¿barbacoa de puerco para mañana, Sanji? ¿Por favor?—Luffy prácticamente estaba bailando—. ¡Lo prometiste!

Nami le enterró el codo en las costillas. El chico sonrió y su sonrisa de hizo más amplia.

—Sí, Luffy—suspiró Sanji sonriendo ligeramente. Nunca lo admitiría en voz alta, pero la emoción de Luffy por comer su comida, hacía vibrar su corazón—. Iré a su casa mañana y les haré barbacoa de puerco.

—De hecho, —Ace aclaró su garganta—es la casa de Vivi.

Sanji miró al pelinegro y sonrió.

—¿Oh, en serio?

La sonrisa de Ace parecía el espejo de la de Luffy.

—Cuando sales con una heredera, terminas en su casa definitivamente. Tiene una de esas camas de agua king sized, amigo.

Vivi frunció el ceño y colocó una mano en sus caderas:

—Tú me dijiste que te gustaba la televisión, Ace.

Ace movió las cejas hacia Sanji:

—Oh sí, la televisión también es genial, Genial para Halo.

Sanji le sonrió ampliamente con el cigarrillo entre los labios:

—Oh, no puedo esperar a violarte en Blood Gulch.

Ace rió.

—Oh no, amigo. ¡Vamos a jugar Sidewinder limitándolo a rifles de francotirador y Zoro te pateará el trasero!

Sanji miró a Luffy y bufó:

—No lo creo. Nadie puede vencerme uno a uno en Halo.

—Zoro lo hizo, —dijo Ace diabólicamente.

—¡Y aún no has jugado Halo Seis!—Vitoreó Luffy.

—¡Bien, bien! ¡Deténganse!—Nami puso sus manos sobre sus oídos—¡Sanji acaba de salir del hospital y en sólo cinco minutos ustedes ya lo están regresando a lo friki!

Luffy murmuró una disculpa mientras Vivi reía en el cuello de Ace. Sanji miró a las dos parejas y parecía extraño que mientras él había estado inconsciente, todos parecían haber encontrado el amor. Bueno, todos excepto Chopper, pero el problema no era la falta de amor. Se sentía un poco celoso mientras miraba los brazos de Ace deslizarse por la cintura de Vivi. Nadie le había dicho nada sobre alguna novia que hubiera tenido. Aunque en realidad no era que esperara tener una.

Sanji nunca antes había tenido problema en cortejar a las mujeres, pero después de una noche de coqueteo divertido y caer rápidamente en la cama… o lo que sea, Sanji se había dado cuenta de que las mujeres eran volubles y la mayoría del tiempo estúpidas. Les decía el clásico: “Te llamaré” y se salía por la puerta. Era lo suficientemente encantador y lo suficientemente astuto para mantenerlas alejadas sin romper muchos corazones. Amaba a las mujeres, todo acerca de ellas… ¿pero tener una relación con alguna? No podía soportar ese pensamiento.

—Hey, —la voz de Ace se elevó—Ahí está Zoro.

Sanji se giró para mirar un Nissan azul dando la vuelta. Era un hermoso modelo que no reconocía. Elegante y obviamente, inspirado en autos de carreras, con dos puertas y con lo que parecían ruedas de dieciocho pulgadas de aleación de aluminio y doble escape. Sanji se enamoró al instante. ¿Cómo había podido Zoro darse el lujo de tener algo como eso con el sueldo de un entrenador?, era desconcertante.

El peliverde salió del asiento del conductor y se fijó en Sanji con una sonrisa maniática. Sanji no podía apartar los ojos de la hermosa máquina enfrente de él.

—Esto es…—resopló con el cigarrillo—Maldición, Zoro…

Zoro se acercó y tomó las maletas de Sanji para lanzarlas en la cajuela.

—Lo sé, —dijo con satisfacción—Motor V seis, sistema de admisión doble, algún impresionante sistema de control de sincronización de mierda, no lo sé. Tú sabes más de carros que yo. A mí sólo me gusta el interior. Tiene GPS, Bluetooth, cambiador para seis CD’s, cinco portavasos…

Sanji se acercó intentando no babear mientras Zoro abría la puerta del lado del pasajero. El rubio se inclinó para inspeccionar los asientos de cubo de gamuza y el montón de gadgets situados en la división.

—¿Puedo fumar aquí?—Sanji se enderezó y volvió hacia Zoro, pero para su sorpresa, todos lo estaban mirando con sonrisas maniáticas alumbrando sus rostros. Incluso Vivi.

Zoro cruzó los brazos y levantó una ceja.

—Puedes hacer lo que quieras ahí, —se inclinó hacia él y le susurró en un tono pecaminoso.

—Es tu carro.

Sanji abrió los ojos. Miró el carro y de nuevo a Zoro:

—No jodas, —resopló.

Ace y Luffy comenzaron a reír detrás de Zoro. Sanji dejó de mirar al hombre bronceado para fulminar con la mirada a los cuatro que estaban de pie debajo del techo de la entrada.

—¿Me tomas el pelo, cierto?—Sanji tomó el cigarrillo entre sus dedos antes de deslizarlo entre sus labios.

Nami sacudió la cabeza:

—No, no lo hace, Sanji. Es tuyo. Lo compraste aproximadamente dos meses y medio antes de tu accidente.

Sanji parpadeó y volvió a mirar a Zoro antes de mirar de nuevo el interior del carro:

—¡Dios mío!—Exclamó—. ¡Pues vamos!

Zoro cerró la puerta detrás de él y se deslizó hacia el otro lado para meterse en asiento del conductor. Sanji había comenzado a jugar con el GPS cuando Ace tocó la ventanilla. Sanji presionó el botón automático de la ventana y frunció el ceño cuando vio a Ace con una expresión muy seria.

—¿Estás bien, Ace?

Ace recargó sus brazos en la ventana y le habló suavemente a Sanji:

—Quiero que me prometas Sanji, —la voz de Ace no tenía sentido, era como cuando le hablaba a sus subordinados en la estación de bomberos—que no importa lo que pase hoy, tú irás a cenar con nosotros en la casa de Vivi mañana.

—Ace… —Zoro gruñó a la izquierda de Sanji.

Ace lo miró, pero regresó a mirar a Sanji—. Prométemelo, Sanji.

Sanji frunció más el ceño confundiéndose aún más, pero asintió y dijo que lo haría. Con eso, la sonrisa de Ace regresó y se dirigió de nuevo a la acera.

—¡Bueno, entonces, diviértanse chicos! ¡Buena suerte Zoro!

Zoro gruñó un rápido “Hn” y aceleró.

Sanji se olvidó de su confusión mientras jugaba con el GPS y otros juguetes que el Nissan tenía.

—Zoro, esto es jodidamente maravilloso.

El enfado del espadachín había desaparecido mientras observaba a Sanji juguetear con todo con el rabillo del ojo.

—Sí, lo es.

Sanji abrió la guantera y encontró una caja vieja de cigarrillos. Sonrió y los arrojó de nuevo. Buscando detrás de él, encontró un estuche enorme lleno de CD’s.

—Oohh, —suspiró, esforzándose un poco, el estuche era pesado y sus brazos aún no recuperaban su fuerza normal—¿son tuyos o son míos?

—Una especie de mezcla—contestó Zoro—. La mitad de enfrente es mía y la de atrás es tuya.

—Bien, —dijo el rubio felizmente—veamos qué clase de música te gusta.

Abrió el estuche de cd’s y vio un par de clásicos de rock. Encontró unos cuantos cd’s de Led Zeppelin, The Who y Pink Floyd, y unos cuantos un poco más contemporáneos como Pearl Jam, Green Day y Weezer. Vio un par de bandas que no conocía como Nonpoint y Avenged Sevenfold, pero se detuvo cuando llegó a una sección repleta con cd’s cubiertos de kanjis. Miró al peliverde y señaló:

—¿Qué son éstos?—Preguntó.

Zoro miró los cd’s.

—Esos son de música tradicional japonesa de Koto. Las escucho cuando estoy meditando o algunas veces tú las pones cuando haces tus combinaciones en la sala.

—Ah... —Sanji continuó mirando el estuche hasta que llegó a los cd’s que sabía que eran suyos. Jazz como Ray Brown y Diana Krall, Count Basie y Duke Ellington. Grupos clásicos como la Orquesta Sinfónica de Chicago y las filarmónicas de Nueva York. Músicos clásicos como Mitsuko Uchida y Yo Yo Ma.

Sanji suspiró y pasó las secciones del estuche deseando estar un momento en la cocina con un poco de piano de Jazz de fondo.

—¿Qué ha salido últimamente?—Preguntó.

—Amy Winehouse, —contestó el peliverde pasando los cd’s hasta llegar al final, sacando uno mientras mantenía la vista en el camino—ella es la única que ha destacado en E.U.A. por un rato, pero te ha gustado desde antes cuando sólo era un estrella Británica. —Puso el cd en el reproductor y apretó el botón de play.

Sanji se echó hacia atrás y dejó que el alma de los 60’s cayera sobre él. Las canciones de Motown, el sentimiento y las letras abrumadoras hicieron que el rubio tomara otro cigarrillo mientras se dejaba llevar por el sonido de la voz de la mujer empapada de ginebra.

—¿Esta chica es ardiente?—Preguntó Sanji soñoliento.

Zoro tuvo que sonreír.

—Tú piensas que sí, pero ella es muy… —Zoro buscó una palabra adecuada—sucia… para mis gustos.

—Hmm, sucia, ¿eh?—Sanji dio una calada a su cigarrillo—Suena bien para mí.

El resto del viaje se la pasaron escuchando música mientras Sanji miraba los veleros a través del Lago Unión y entrecerraba los ojos como acto reflejo del sol en las olas. Unos minutos después habían salido de la autopista llegando a la Colina de Capitol y Zoro giró hacia un complejo y enorme departamento rodeado por una pared muy alta y cerrada con una puerta electrónica.

Sanji se incorporó en su asiento.

—Wow, este lugar es increíble.

Zoro no dijo nada mientras tecleaba la combinación en la pantalla y la puerta se abría. El rubio se dio cuenta de que la conducta del espadachín comenzaba a ponerse extraña. Estaba rígido y apretaba el volante tan fuerte que parecía que se rompería. Sus movimientos también eran torpes. Cuando se detuvieron enfrente de su edificio, se rebuscaba las llaves y casi se tropieza saliendo del carro.

Sanji siguió al otro hacia el amplio vestíbulo. El peliverde se apresuró evadiendo a la mujer enfrente del escritorio dirigiéndose directo a los elevadores. Pulsó el botón y dejó de morder sus labios. Sanji se dio cuenta de que su frente sudaba y se acercó a él.

—Zoro, —susurró suavemente—¿estás bien?

El espadachín asintió y dio un paso por las puertas del elevador. Vivían en el quinto piso, en la unidad de la esquina con vista hacia la ciudad. Zoro logró sacar las llaves de su bolsillo y desbloqueó la puerta antes de hacerse a un lado para dejar entrar al rubio.

Sanji jadeó audiblemente cuando entró en el espacioso departamento. Se apartó de la entrada admirando los suelos de madera brillantes y el arte japonés colgando de la pared. La sala era enorme. Los sofás eran de piel negra y los muebles sencillos pero con un diseño elegante y una gama de tonos cafés naturales, las columnas de madera eran satinadas para darle al departamento la impresión de que era un poco rústico. El rubio se dirigió a la cocina y sintió ganas de tocar todo. Concreto, granito y linóleo usados en el piso; cromo y acero inoxidable como detalles en la mueblería de la cocina y el comedor. Los gabinetes tenían un hermoso acabado laqueado. Sanji caminó lentamente colocando sus manos sobre la parte superior aplanada de la estufa y sonrió macabramente con el hecho de ver que tenía una freidora y una parrilla montada en la isla. Era la cocina de sus sueños, ¡y en verdad era suya!

Zoro había bajado las maletas y miraba al cocinero admirar el departamento que él mismo había decorado. Él no había tomado parte en la decoración a excepción de unos cuantos abanicos ventiladores y fuentes de bambú japonesas. Él no sabía nada de esas cosas de diseño de interiores como Sanji. Sus gustos incluían un suave sofá para mirar televisión, una nevera y un microondas. Le daban una cerveza y se daba por servido.

Cuando el rostro de Sanji se iluminó como el sol mientras inspeccionaba la cocina, su corazón dio un vuelco y tuvo que resistir el impulso de correr hacia el baño.

—Zoro, —exclamó Sanji mientras regresaba a la sala—. ¡Esto es increíble!

—Y se pone mejor, —dijo el espadachín y lo condujo más allá del comedor.

Sanji giró hacia la esquina y casi se desmaya cuando el peliverde lo llevó frente a las amplias ventanas de la esquina. La escena delante de ellos daba vista a toda la ciudad de Seattle bañada en la luz naranja y dorada del ocaso. El corazón del rubio casi se sale por su garganta mientras lo asimilaba y se sentaba en la mesa antes que sus piernas lo traicionaran.

—Oh por dios… —susurró.

El espadachín se acercó a su lado y admiró la escena por sí mismo. Recordaba la primera vez que habían pisado el lugar. El propietario los había llevado inmediatamente a ese punto y Sanji había dejado de respirar. Había mirado suplicante al peliverde y él había cedido. Después de una rápida vista por la cocina, el rubio le había dicho al propietario que lo tomarían.

Más tarde esa noche, Zoro había puesto una manta en el piso y le había hecho el amor a Sanji rodeados por el suave resplandor de las luces de la ciudad. El espadachín sintió su control evaporarse mientras se bañaba en esos recuerdos.

—Tú escogiste este departamento por la vista, —le dijo.

Sanji parpadeó y regresó de dondequiera que había estado ensimismado:

—Sí… es hermoso…

El peliverde miró a Sanji sacar un cigarrillo de su paquete y encenderlo. Y de repente se dio cuenta de que necesitaba decirle lo que estaba pasando antes de que le pidiera ver el resto del departamento.

—Sanji, —comenzó, pero vaciló y se arrepintió pasando una mano por su boca, regresando al silencio.

Los ojos del rubio seguían pegados a la puesta de sol.

—¿Hm?—Cuando el espadachín no respondió, miró al otro hombre y frunció el entrecejo.

—Zoro, ¿en verdad estás bien? Has estado actuando muy raro desde… bueno, desde que dejamos el hospital.

El corazón de Zoro se aceleró ligeramente. Su voz le falló, así que le hizo un gesto a Sanji con la cabeza para que lo siguiera a la sala. El rubio cumplió gentilmente esa expresión tan confusa y se sentó en medio del enorme sofá que Zoro le indicó. El espadachín se sentó en el sofá adyacente y colocó sus brazos sobre sus rodillas.

—Uh… Sanji… —comenzó—. Tenemos que hablar de algo… importante.

Sanji tiró de sus piernas debajo de él y asintió; había estado esperando eso. Si había estado fuera por casi un año y ellos estaban viviendo en esa clase de lugar, no había duda de que había que aclarar algunos asuntos de dinero.

—Te escucho, Zoro.

Sanji esperó mientras varias emociones difíciles pasaban por el rostro del peliverde. El hombre era un infierno de nervios. Después de esperar pacientemente unos cuantos minutos, Sanji se alentó:

—Hey Zoro. Si hay algunos cabos sueltos como problemas de dinero por los gastos del hospital… está bien. Ya me lo esperaba.

Zoro dejó escapar una risa ahogada, pero definitivamente sin ninguna alegría de por medio.

—No… —dijo detrás de su mano mientras intentaba detener las sonrisas ansiosas que aparecían espontáneamente desde su anudado estómago—. No tenemos ningún problema de dinero. Yo me encargo de todo.

Sanji frunció el ceño. Estaba más que confundido. Zoro siempre parecía tener todo bajo control, tan seguro de todo lo que hacía. ¿Por qué estaba actuando de esa forma? ¿Qué estaba tan mal?

—Bueno… —presionó el rubio gentilmente—. ¿Qué pasa?

Zoro escuchó las palabras en su cabeza. Sabía que tenía que decirlas, pero se habían perdido en algún lugar entre su mente y su boca. Era incapaz de hablar. Podía sentir sus manos comenzar a temblar ligeramente y el sudor comenzar a deslizarse por su espalda. Se quitó su chaqueta y la lanzó al lado del sofá.

—Joder, —dijo en voz alta colocando la frente entre sus manos.

Sanji comenzó a preocuparse. Quizá Zoro necesitaba unos cuantos minutos a solas, o quizá sólo necesitaba un momento lejos de él. Lo que fuera que perturbaba su tranquilidad, en verdad, en verdad lo perturbaba.

—Hey, hey, Zoro—Dijo Sanji y se acercó—. ¿Qué tal si te relajas por un momento? Te daré unos minutos a solas.

Zoro levantó la cabeza de golpe.

—¡NO!—El muslo de Sanji casi tocaba el suyo. Necesitaba mantener su distancia por su propia seguridad—. Si no te lo digo ahora… yo no… necesito decírtelo.

—¿Estás seguro?—Preguntó el rubio.

Zoro asintió.

—Y… muévete. No te acerques a mí…

Sanji frunció el ceño y regresó a su punto original. Apagó su cigarrillo en el cenicero de la mesita de café. Eso se estaba poniendo muy raro y el espadachín finalmente había hecho que se incomodara.

—No lo sé, Zoro… —dijo Sanji—¿Qué tal si sólo me muestras mi habitación? Tomaré una siesta. Estoy muy cansado y a ti parece que te vendría bien un rato a solas.

Zoro posó los labios sobre sus dedos entrelazados y sintió que algo se rompía en su interior. Era ahora, tenía que hacerlo ahora.

—Sanji… —dijo suavemente—. Sólo hay una recámara en este departamento…

Sanji permaneció sentado, intentando comprender lo que el peliverde intentaba decirle.

—¿Tenemos sólo una recámara?—Se inclinó hacia adelante—. Eso es muy raro, Zoro. ¿Tenemos litera o algo?—Intentó sonreír, pero la expresión seria y la lenta sacudida a modo de negación de la cabeza del espadachín, lo hizo detenerse.

Espera… qué estaba…

—Zoro… —comenzó Sanji, cuidadosamente—. ¿Por qué solamente tenemos una recámara?

Zoro bajó la mirada, incapaz de mirar a los ojos a Sanji.

—Sólo tenemos una recámara, Sanji… porque dormimos en la misma cama.

Sanji no se movió, ni siquiera se atrevió a respirar. ¿Qué estaba diciendo Zoro… que ellos dormían juntos? ¿Como amantes? ¡Maldición, no! ¡Sanji sabía que era hetero de toda la vida! ¡¿Qué demonios había pasado?! Si era alguna clase de broma…

—Zoro, —Sanji apretó los dientes—. Esto no es divertido.

—Oh, sí, —Zoro levantó el rostro con una mirada derrotada en los ojos—.Ya lo sé. ¡Esto no ha sido nada divertido las últimas semanas!

—¿Entonces qué demonios estás intentando decirme, Zoro?

El aludido pasó una mano por su cabello.

—¿Cómo demonios te suena, Sanji?

Sanji le devolvió una mirada frenética:

—¡Lo estás haciendo sonar como si nos hubiéramos estado acostando!

¡Eso es exactamente lo que estoy diciendo!—Bramó Zoro con mucha más malicia de la que pretendía.

Zoro vio a Sanji abrir los ojos y sintió cómo su propia lengua se rasgaba. “¡Maldición! ¡Maldito estúpido! ¡Muérete Zoro! ¡¡Esto no podía ser peor!!”

Zoro retrocedió y miró el piso.

—Lo siento—dijo suavemente.

Sanji sólo se sentó. Pudo haberse quitado del sofá si hubiera querido. Sus brazos y sus piernas se habían convertido en gelatina. Eso no podía estar pasando, no estaba pasando. ¡¿Qué le había hecho ese infeliz?! No, estaba insultando a los infelices. ¡¿Qué jodidos le había hecho ese hijo de puta?!

Le había tomado unos cuantos segundos darse cuenta de que Zoro le estaba hablando. Sacudió su cabeza.

—¿Qué?—Preguntó con voz ronca.

—Digo que, —Zoro miraba el piso que pisaba Sanji—ya he hecho planes para quedarme con Ace esta noche para que tengas tiempo para pensar.

—No necesito pen...—la realidad de lo que Zoro le estaba diciendo lo golpeó como un cañón—. Espera… oh ¡mierda!—Su estómago se retorció y comenzó a sentir náuseas—. ¿Ellos lo saben, verdad? ¡Todos ellos lo saben!

Zoro hizo una mueca, al menos Sanji ya no lo negaba.

—Sí, todos lo saben.

—¡Mierda!—Sanji se enrolló a su lado y se cubrió el rostro—Oh esto es fantástico… ¡Fanmierdástico! ¡¿Cómo pudieron hacerme esto?!—Se sentó y miró amenazadoramente a Zoro—. ¡Estuve en el hospital por tres semanas y ninguno de ustedes dijo nada! ¡No puedo creerlo! ¡Todos ustedes malditos me mintieron! ¡Y tú…! No puedo creer que tú… —De repente el rubio comenzó a parpadear. Llevó una mano a su frente y se balanceó ligeramente, apoyándose con la otra mano.

—¿Sanji?—Zoro entró en pánico y se arrodilló delante del otro hombre—. ¿Sanji, qué pasa?

Los párpados del rubio comenzaron a ponerse pesados y la cabeza le daba vueltas. Sentía la oscuridad cernirse al borde de su visión. Sabía que estaba perdiendo la conciencia.

—No me toques, —murmuró antes de que la oscuridad lo invadiera y cayera en los brazos de Zoro.

Zoro lo atrapó mientras se desmayaba. Deslizó un brazo por debajo de las piernas del rubio y lo levantó dirigiéndose a su recámara.

Intentó ignorar el roce del suave cabello de Sanji en su mejilla o la sensación de tener el cálido cuerpo contra el suyo. Endureció su corazón y se bloqueó a sí mismo mientras depositaba a un Sanji desmayado en la cama. Le quitó los zapatos y no lo miró hasta haberlo cubierto con la suave sábana.

Se dijo que debía marcharse en ese momento, ir con Ace y embriagarse con alguna botella o lo que el mayor tuviera a la mano. Pero no podía evitar sentarse a su lado, no podía evitar mirar ese rostro que amaba tanto. No podía evitar deslizar sus dedos por los sedosos cabellos y acariciarlos. Miró a Sanji como solía mirarlo descansar pacíficamente a su lado después de un largo día. Esperaba como solía esperar a que Sanji sintiera su presencia y abriera los ojos. El rubio le sonreiría dulcemente y le daría un profundo beso… “Te extrañé”... le diría…

El corazón de Zoro se rompió de nuevo y sintió el escozor de las lágrimas en sus ojos mientras su pecho se derrumbaba sobre sí mismo. Se alejó rápidamente y dejó la recámara cerrando la puerta suavemente detrás de él.

 

 

Notas finales:

Notas del autor:

Feria Puyallup: Es una feria actual que llega a Seattle cada año. Es muy divertida, muchos paseos, juegos y animales XD.

Brook no creo que fume en el manga/anime. Muy malo, él fuma en mi fic. ¡Él es un músico de Jazz! Y tampoco creo que sea negro, pero meh, de nuevo es mi fic y mis reglas muajajajaja xDDD.

Notas de la traductora:

Los cigarrillos clove son cigarrillos elaborados con especias, O.o de todas formas lo dejé en inglés me pareció más prudente, no sé cómo se conozcan en los distintos países la verdad, no soy fumadora :v

Por otro lado, quiero aclarar que este fic ya es antiguo, si ven algunas desactualizaciones como cuando Sanji le pregunta a Zoro qué hay de nuevo en música y todo eso, es por eso y pues no quería cambiar mucho la esencia original del fic, por eso dejé lo de los cd’s y todo eso XD.

Y de nuevo la espera horrible, ¡¿por qué Luna, por qué?! Lo siento mucho *se tira* apenas pude terminarlo U.U de nuevo otra disculpa *se tira de nuevo* esperamos que les esté gustando este fic, ¿y ahora qué pasará con este par? La respuesta en el siguiente capítulo m(_ _)m nos leemos y gracias por leer, si pueden dejen un comentario al autor por favor estará muy agradecido :3

 


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