Oh, maldita sea...
Hoy es ese día.
Aomine se levantó fastidiado, prefería ir a trabajar que esperar aquella visita.
Recordó aquellos días en los que era más joven y más estúpido. Demasiado estúpido.
Debería existir algún límite para la gente que es idiota... como él.
Ni tiempo le dio para cambiarse de ropa cuando se escuchó el timbre.
-Este día es una mierda. Siempre lo son cuando ella viene.-murmuró para sí-
Bajó las escaleras con desgana.
Tetsu estaba ya en la esquina de la cocina, comiendo un poco de cereal con leche. Seguía en pijama, realmente no perecía importarle que día era ese.
Dejó de sonar el timbre por unos segundos, e inmediatamente escucharon golpes en la puerta y gritos desesperados:
-Aomine, Aomine, Aomine ¡DESPIERTA BASTARDO!- era hora de enfrentarse a la visita de su madre-
El pequeño Tetsuya odiaba los días en que mamá iba a verlo, nunca le prestaba demasiada atención y se la pasaba peleando con su padre.
“-Tetsu-kun has sido buen niño, sigue así.”
Era lo único que le decía. Eso si no olvidaba su presencia.
Cuando el moreno abrió la puerta, la mujer se le lanzó encima furiosa por haberla hecho esperar.
Ahí van de nuevo.
El problema de su padre era la infidelidad que excusaba como bisexualidad. Desde que tuvo entendimiento escuchaba constantemente como su madre acusaba al ganguro de engañarla tanto con hombres como mujeres, cuando la tenía a ella.
Su padre que odiaba esos gritos tan aberrantes para sus oídos, decidió de una buena vez, aceptar sus acusaciones.
Eso (principalmente) originó el divorcio.
Acordaron que la custodia del pequeño Tetsu sería del moreno. No quería imaginar cómo sería si la custodia la tuviera su madre.
Esta vez decidió salir de la casa, los gritos apenas iban a dar inicio. Y tardarían mucho en terminar.
Se le hizo extraño que todos los demás vecinos se aglomeraran en la casa recién remodelada… ¡Claro! Ahora lo recordaba, habían decidido re-organizar una fiesta de bienvenida al vecino nuevo, echarle un vistazo a su casa y ¿por qué no? Enterarse de algunos chismes sobre su vida.
Recordó que en la primera semana, después de la visita del rubio, no lo volvieron a ver. En cambio, muchas personas salían de ella pero ninguno era el dueño.
Los vecinos estaban intrigados los primeros días. No hacían ruido absoluto, no se daban idea de qué podrían estar haciendo dentro.
Pasada la semana, todos fueron a darle la bienvenida al rubio. Nadie contestó. Aomine se llevó un fiasco. Trabajó como loco para tener ese día libre y dejar buena impresión. ¡Su padre se atrevió a arrastrarlo con él!
-No coquetees con el vecino, por favor.- le pidió, quería evitar romper una familia. Suficiente tenía con cargar la ruptura de su propia familia.
Pasaron dos semanas más sin tener indicios de los nuevos vecinos. Muy sospechoso. La casa ya remodelada, esperaba impaciente la llegada de sus futuros habitantes.
Justo ese día se cumplía un mes desde que el rubio se apareció.
No se sabe cómo y quién difundió que a partir de esa misma tarde el rubio empezaría a vivir en esa casa con un acompañante. Mejor dicho, dos.
Esa impresión como era de esperarse causó revuelo.
Pronto los nuevos vecinos fueron recibidos por todas las personas del lugar.
-Disculpa la algarabía, pero al verte nos haces sentir más joven.-le comentó una ancianita que llevaba en sus manos unas galletas caseras en un frasco-
-No quiero sonar grosero pero este no es el momento oportuno para presentar a todos… Si me permiten.-trató de excusarse una voz, apenas audible a través del espacio de una puerta apenas abierta-.
Alguna voz dentro de la casa le regañaba furioso.
-Oh, perdonen a este maleducado, la verdad es que deseábamos ser nosotros quienes dieran una fiesta para poder conocer a todos los vecinos. Si gustan pasar, son bienvenidos.-En esta ocasión Kise recibió a todos-
El niño (en fase pre-adolescente) decidió guardar distancia a lo que los demás vecinos formaban parte y se dedicó a observar a las personas que paseaban a sus perros, andaban en bici o corrían, sentado en las escaleras de la entrada de su casa, para matar el tiempo.
De un momento a otro, su mirada se centró en alguien: aquella persona daba saltos y piruetas con un balón de basquetbol y su melena pelirroja, corta y brillante se movía rítmicamente a lo lejos… ¡estaba en la casa de enfrente!