Tetsuya quería al menos un buen recuerdo de su cumpleaños decimocuarto. Era un gran paso hacia la adolescencia. Tenía tantas ideas… para empezar, su habilidad manual no estaba muy desarrollada por no decir que era prácticamente nula. Trató de hacer sus propias invitaciones personalizadas… eran demasiado sencillas pero reflejaban exactamente su personalidad.
Segundo, nunca había organizado una fiesta para nadie. Quizás tenía una noción por todas las novelas que leía pero nunca había organizado o presenciado alguna.
Finalmente, una de las razones que lo motivaban a hacer ese evento fue para pedirle una disculpa a Kise-san por su comportamiento del día anterior y de ser posible acercarse más al chico pelirrojo que esperaba ya estuviera de regreso de su viaje.
Al terminar sus invitaciones, fue a entregar personalmente cada una a los vecinos, la mayoría eran personas mayores que lo felicitaban con anticipación y le daban buenos deseos pero no le aseguraban su asistencia. Sin embargo no dejo que eso lo desanimara.
Al llegar a la casa del nuevo vecino sintió nervios. Tocó el timbre sin recibir respuesta. Con sumo cuidado dejó el sobre metido entre la puerta, procurando no doblarlo y que a su vez sobresaliera sin parecer propaganda.
Incluso preparó un sobre para su padre, sólo en el remoto caso de que llegara a olvidare de la fecha (lo cual era muy probable que sucediera)
Confiaba en que alguien asistiría.
Y ese fue el primer error.
Cuando Kise regresó de su trabajo y encontró un extraño sobre saliendo de la ranura de su puerta, se sorprendió. Quizás era una carta de un antiguo acosador e incluso podría… podría ser de esa persona. Apenas entró a la casa se apresuró a abrir la carta.
El rubio sonrió, leerla ayudó a calmar las locas ideas que le surgieron. Estaba tan aliviado. Tenía tiempo desde que no asistía a una fiesta. ¡Estaba decidido a presentarse! Y afortunadamente no lo haría solo. Era una gran oportunidad.
El día tan ansiado llegó.
Como no había visto a su padre desde el día anterior, supuso que lo vería en la tarde, cuando empezaran a llegar los vecinos. No le dio mucha importancia.
Para no ponerse ansioso decidió dedicar la mayor parte de su tiempo en practicar básquetbol para poder derrotar a su padre. No podía esperar más.
El resto de la tarde se dedicó a preparar los platillos para sus invitados.
No aparecieron las personas que él esperaba ver.
Y entre ellas estaba su madre… acompañada de otras personas.
-Hola Tetsu-kun. Una disculpa por la tardanza.
¿Qué estaba pasando? ¿Cómo se había enterado? Tratando de reponerse del shock inicial, los invitó a pasar, dándoles zapatillas para estar en casa.
-Tu padre… Aomine no contesta mis llamadas.-dijo lo más tranquila que pudo- dile que ya está todo.
Y ahí quedó la plática.
Cauteloso como era siempre, Tetsuya ofreció bebidas y comida a los recién llegados, sin dirigir palabra alguna a los presentes.
-Oh, perdón. Qué descortés he sido, te presento a mi esposo, Imayoshi y nuestro hijo Ryo, es menor que tú. Quería que te conocieran, espero no te moleste.
El chico de nombre Ryou, sonrió débilmente, aferrándose a la mano de la pelirrosa, le calculaba unos diez años:
-Ho-hola, soy… mmm Ryo- No parecía mala persona.
El hombre de lentes y muestra desagradable también se presentó, se llamaba Souchi.
Pasó la tarde aburrido, escuchando cómo esas personas (que eran prácticamente extraños para él) planeaban sus próximas vacaciones. Daban la impresión de ser una familia muy bonita.
Su madre parecía feliz. Sus emociones eran sinceras. No quería aceptar que sentía un poco de envidia hacia la nueva vida de su madre. ¿Cómo es que era tan cariñosa con el castaño? ¿Por qué le mimaba? ¿Qué se sentiría tener el afecto maternal?
¿Qué significaba ser familia?
La visita “terminó”. Despidió con cortesía a la familia, viendo como el castaño tomaba de las manos a sus padres.
No hubo regalos, ni abrazos, tampoco un “feliz cumpleaños”. No hubo nada de lo que Tetsuya esperaba en su decimocuarto cumpleaños. Quizás fue demasiado ambicioso. Y quizás esperaba demasiado de su padre.
Apenas iban a dar las ocho. Tetsuya no planeaba ir a dormir tan temprano así que fue a recoger la poca decoración de la sala para después lavarse los dientes e irse directo a la cama. Según había leído los niños y adolescentes requerían más horas de sueño para crecer. Algo bueno tendría que salir de ir a dormir temprano porque ya no podía esperar nada de ese día.
De repente escuchó el timbre de su casa. Detuvo sus pasos.
Su padre no podía ser ya que siempre trabajaba hasta tarde… a menos que recordara ese día.
Esperanzado de un milagro, corrió a abrir la puerta.
Se encontró con el nuevo vecino.
-Eh… Feliz cumpleaños ¿he llegado demasiado tarde?
Tal vez, sólo por esa ocasión, celebrar su cumpleaños valía la pena.