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Química por Frederick

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Notas del capitulo:

No olviden comentar si les gustó, me harian muy feliz :D

Gracias por tomarte el tiempo de leer mi fic!

Frederick

Luchó para separarse de Marshall, de los labios de Marshall pero era demasiado complicado. Entonces le regaló un buen puñetazo y este lo soltó.

-¡¿QUÉ MIERDA TE PASA?! ¡SOY YO, GUMBALL, IMBÉCIL! – dijo limpiándose los labios con la manga de su camisa chicle.

-Oye… - Marshall pone cara de perro triste -¿No te gustó? –

- ¡Eres odioso! –

- Espera un momento, tú te abalanzaste sobre mi cuerpo inconsciente y te aprovechaste de mi –

- ¡TE ESTABAS MURIENDO, MALDITO IDIOTA! – Le gritó Gumball.

- Cálmate, que mal genio tienes eh. ¿Así gobiernas? –

-¡Sólo cállate! – gritó Gumball y dio por terminada la conversación

Se acomodó la camisa y observó la camilla. ¿Cómo pudo sacar su mano si las había atado? Algo de fuerza todavía conservaba. Se forzó a recordarlo para luego agregarlo en las anotaciones científicas.

La sensación de los labios de Marshall todavía le molestaba. La imagen de esos intensos ojos azules lo perturbaba cada vez que acercaba al cuerpo para estudiarlo. Marshall Lee lo estaba volviendo un demente.

Le revisó el pulso, el color de la piel, las orejas y los dientes. Todo parecía indicar que era un humano. Su mente seguía siendo la misma mente inmadura de Marshall. Pero sus ojos, sus ojos habían cambiado de rojo sangre a azul intenso. Los revisó también pero aquella mirada le perturbaba la mente.

- ¿Y Doc? ¿Qué dice? ¿Voy a sobrevivir? –

-¿Puedes dejar de tomar todo como una broma? – Dijo Gumball frunciendo el entrecejo.

- Es tu culpa que yo ahora me vea como me veo. Era feliz con mis poderes y mi maldita soledad. Ahora no podré volver a mi forma y moriré como un débil humano. – Dijo entre dientes.

-¿Puedes probar de caminar? – El príncipe lo ayudó a levantarse de la camilla pero Marshall era demasiado orgulloso así que quitó las manos de Gumball de su brazo lo más pronto posible.

Los primeros pasos fueron lentos. Hacía tiempo que Marshall no usaba la gravedad. El príncipe le pidió que primero se pare en un pie y luego en el otro. Con el derecho no hubo mucho problema, pero cuando intentó pararse con el pie izquierdo perdió el equilibrio.

No cayó al suelo, sino que terminó sobre el Príncipe Gumball.

-Ouch – Se quejó

-¡Quítate! ¡Quítate! ¡QUITATE! – Gritaba el Príncipe.

Marshall se enrojeció a ver el rostro de Gumball tan cerca de nuevo. Su cuerpo estaba Separado por dos simples capas de tela. Se sintió incómodo con el calor que emanaba Gumball. ¿Por qué siempre tuvo esa idea absurda de que porque es una Dulce Criatura debía ser fría?

En cambio a Gumball gracias a su color Chicle no se le notaban tanto las mejillas, pero estaban de la misma manera que las del otro muchacho. Ahora que es un humano y no un vampiro la temperatura corporal de Marshall era mucho mayor. No al punto de padecer fiebre, pero eso sentía. Calculó unos 37 grados.

Marshall se movió. Se levantó y salió disparado hacia la puerta. Gumball lo siguió y le prohibió irse hasta que todos los estudios estén finalizados.

-¿No puedes hacerlo en otro momento? Ya suficiente me has arruinado – Le dijo Marshall, molesto.

-Es ahora o nunca. Tardaré algunos días, y si sigues tonteando a lo mejor más. Les diré a los guardias bananas que ayuden a Fionna y Cake a trasladar tus pertenencias aquí. De ahora en más vivirás en el castillo – Odió tener que decir que compartiría su hogar con alguien tan descarado como él, pero no le quedaba otra.

Marshall no sabía si tomarlo como una buena o mala idea. Pero de todas formas debía asustarlo para que termine lo más pronto posible con esto. Así que tomó del cuello de la camisa de Gumball y lo presionó contra la pared, casi susurrándole:

-Escúchame bien Dulcecito, si yo no vuelvo a recuperar mi antigua vida por culpa de tu maldito líquido rosa, te haré puré de caramelo ¿Comprendes? –

El muchacho asintió. Pero no estaba nada calmado con eso. Ni con la idea de compartir el mismo techo, ni que ahora él era humano y parecía ser más psicópata de lo que normalmente era. Tenía miedo de cualquier cosa que pueda llegar a pasar.

 ***

 Horas más tarde de todo ese gran alboroto Gumball decidió tomarse un baño de agua dulce bien tibia.

Lentamente sumergió su cuerpo desnudo mientras suspiraba y pensaba en todas las cosas que debían cambiar  de ahora en más. ¿Y si nunca podría devolverle su vampirismo? ¿Y Si se volvía loco y lo asesinaba?

Como un flash recordó la sensación que los labios de aquel hombre. Recordó sus ojos, su calor. No quería recordar toda esa idiotez. Fue una broma de muy mal gusto, una que solo Marshall Lee puede llevar a cabo. Pero… ¿Si era parte de los síntomas? Nunca antes Marshall había hecho una broma de ese tipo. Siempre Marshall atacaba a distancia, rompiendo algún que otro frasco, molestando a los guardias o a Fionna, Comiéndole sus preciados panqueques sabor a Fresa. Nunca había llegado tan lejos.

¿Podría empeorar algo así?

Abrió los ojos y escuchó que alguien tocaba la puerta

-¿Ahora que quieren? – pensó arto de tantas situaciones extrañas.

Salió de la ducha tiritando, se había acostumbrado al agua tibia. Envolvió su pequeña y frágil cadera en una toalla de rayas rojas y blancas, como las de un bastoncito dulce.

La puerta sonó nuevamente. Se acomodó un poco el cabello y se colocó la corona de oro.

Cuando estaba por tomar el picaporte, este se movió hacia abajo. La puerta comenzó a abrirse y Gumball no sabía dónde esconderse.

Solo llevaba una toalla y sus terribles ganas de desaparecer.


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