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El Vals de los que Sobran por Kanes

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IV

 

Llegado febrero, empezaron a calmarse los fríos. El celular de James ya no peligraba de congelarse dentro de sus sandalias de dormir, y lo llevaba a todos lados en sus pantalones, su abrigo, chaleco, lo que llevase puesto que tuviera bolsillo. Se había hecho vital para su salud mental, después de que seguir viéndose con Aubrey se hiciera más difícil.

Las reuniones familiares y amistosas eran la tónica en la familia de los Löwy. Aunque no era de la familia, el primer fin de semana de febrero visitaron a tío Richard en su casa en Willow Road, Hampstead. Su casa era la del típico diseñador que no lo es, es decir, de aquel soltero que paga para que le diseñen la decoración de la casa. Tío Richard había pagado incluso para que ubicaran las figurillas de marmol que tenía puestas en las esquinas de esa casa de paredes de madera oscura. Tenía además abundantes estantes con libros, y el piso estaba alfombrado en su mayor parte de burdeo amoratado, con una gran chimenea eléctrica blanca y minimalista que contrastaba con el color oscuro de las paredes, especialmente en las noches.

A James le parecería una casa acogedora si no fuera porque había quebrado un plato de la decoración de tío Richard cuando tenía diez años y sido retado hasta llorar.

-Estoy en casa de un amigo de papá -le comunicó a Aubrey, cuando por la tarde lo llamó.

Estaba cayendo una suave llovizna, pero el cielo, cubierto de nubes, brillaba por la reflexión del sol desde el otro lado. Los grandes ventanales traseros de la casa daban una buena vista al cielo y al muro del fondo decorado de mosaicos.

-”¿A qué hora volverás a tu casa?” -preguntó Aubrey.

-Más o menos a las... -se miró el reloj:- nueve de la noche, si es que no me obligan a quedarme. Usualmente nos quedamos de un día para el otro.

-”Pero puedes escaparte, ¿verdad?”

-Sí -susurró, viendo que Miles aparecía en la sala de estar donde él estaba escondido. Los demás se encontraban en la cocina- . Sí podré. Ehm, debo despedirme. Muchos abrazos.

-”Muchos besitos” -dijo ella con su habitual voz un tanto falta de cursilería. Usualmente las chicas eran expresivísimas para decir ese tipo de cosas, pero la voz de Aubrey era un tanto plana. Al moverse, de hecho, era un poco falta de femeneidad y hablaba poco.

-¿Con quién te has estado viendo estas semanas? -le preguntó Miles, yendo a disminuir de la chimenea eléctrica.

-Unas... amigas -dijo, sin mirarlo- ¿Sabías que tiene un control para subir y bajar la intensidad? -le dijo a Miles, refiriéndose a la chimenea.

-Sí, pero no lo veo por ningún lado.

-Debe estar... -James se puso a rebuscar en el sillón grande en el que estaban sentados, y encontró el control debajo del cojín del medio- aquí.

-Sus costumbres nunca cambian.

-Es como un anciano -dijo James, alzando las cejas.

Miles lo miró de soslayo.

-”Es como un anciano” -lo imitó, burlesco- . ¿Por qué siempre haces eso?

-¿Qué?

-Decir pesadeces de tío Richard.

-No me cae bien. Pensé que era evidente.

Miles miró hacia otro lado, con expresión de indignación

-¿Qué? -preguntó James.

-¿Es por lo del contrato?

-No, por su persona generalizada. No me gusta la gente que... sólo piensa en ganar dinero todo el tiempo.

-Pero él ha trabajado duro. Y tú podrías hacer lo mismo, por ti mismo.

-Yo estoy bien donde estoy.

-¿Haciendo diseños web?

-Sí.

Miles lo miró escéptico.

-¿No quisieras dirigir y tomar decisiones importantes como papá?

-No creo que pueda. Demasiado estrés.

Miles se echó a reír.

-”Demasiado estrés”. Así es la vida, bro.

-Hay personas que queremos otras cosas, tener trabajos simples con tal de... tener tiempo y cabeza para otras cosas por las que nadie va a pagarte, ¿entiendes?

Miles frunció el ceño levemente, un poco descolocado ante lo que James estaba diciendo. Era un modo de pensar que no cabía en su cabeza.

En parte James quería tener tiempo para satisfacer su curiosidad por el modo de pensar ideológico de Aubrey. Había opiniones de la joven con respecto a cosas que lo descolocaban un poco. A él le habían explicado otro punto de vista de las cosas. Tenía veinticino años y no tenía opiniones fuertes de casi nada.

Estas cosas lo habían hecho sentirse un poco inmaduro y superficial al lado de Aubrey, pero también estaba aprendiendo muchísimas cosas con ella.

-Jim. ¿Por qué siempre... actuas como si nada pasara después de una pelea? -dijo Miles de pronto.

James alzó la vista de la chimenea hacia la pared, donde había colgada una imitación de una pintura de Millet, en que aparecían unos hombres cazando aves a golpes de palo en la noche.

-¿De qué hablas? -le respondió a su hermano.

-De tu inclinación a seguirme la corriente cuando soy agradable contigo después de haber sido... desagradable.

-Pensé que no eras conciente de que eres desagradable conmigo.

-Bueno, a veces me doy cuenta, cuando lo he sido. Porque hay veces que, sinceramente, creo que te lo mereces.

James puso los ojos en blanco, apartando la vista del cuadro. Recordaba que cuando pequeño aquella pintura le daba algo de miedo. Hubo una vez en que tuvo que quedarse durmiendo en la sala de estar porque el primer y último perro que tío Richard tuviera se había hecho mierda sobre la cubrecamas de la sala de huéspedes donde él y Miles dormían cuando el mejor amigo de papá los cuidaba por las noches. El famoso cuadro no lo dejó dormir por varias horas.

-Jim... -dijo Miles, notando su desconcentración.

-Lo hago porque no me gusta seguir peleando -repuso James- . Es un poco cansador, ¿no lo crees?

-No lo sé. Yo sólo peleo así contigo.

-¿Así cómo?

-De palabras. Nunca nos hemos ido a las manos.

-¿Cuándo van a aparecerse por la cocina, chicos? -preguntó Claire, la empleada de tío Richard. Era una señora de unos sesenta, con pelo canoso y ojos cariñosos.

-Ahora mismo, Claire -dijo Miles.

Kanes: https://www.youtube.com/watch?v=P_OK_H8F2g0

Se levantaron de los sillones, y como supuso, James fue pescado de las mejillas inmediatamente por Claire.

-Mira qué crecido estás. No te has aparecido por aquí desde hace meses -le dijo ella, apretándole las mejillas hasta dejarle marcas sonrosadas.

-Lo siento, Claire. Es que nunca hay suficiente tiempo.

Miles pasó por el lado de ellos, rodando los ojos.

-Ven más seguido. Estoy segura de que el señor Hawkins estará de acuerdo. Puedo decirle a la señorita Scarlett que venga también.

James hizo una mueca.

-¿Por qué pones esa cara?

-A Scarlett no le caigo bien. Creo que tío Richard no le ha hablado maravillas de mí.

-Para nada. ¿Por qué hablaría mal de ti? Eres un chico encantador. ¿Y? ¿Alguna novia?

James dudó un momento. Miró hacia la entrada al comedor, viendo a su padre pasar de un lado hacia el otro, hablando con tío Richard de algo.

-Hay alguien -le dijo a Claire- . Alguien especial.

Claire hizo un gesto de enternecimiento y le palmeó la mejilla.

-Debe estar loca por ti. Vamos a brindar por ello.

-No, no -le dijo- . No le digas a mi padre ni a tío Richard. Quiero decirlo en otra ocasión.

-Como quieras. Soy como tumba -dijo ella.

No brindaron, pero tomaron un vino añejado en roble de Italia y luego pasaron a la sala de estar a conversar frente a la chimenea eléctrica. Pusieron algo de la colección de Jazz que papá le había regalado a su mejor amigo, en el equipo que tenía adosado a la pared más cercana al comedor.

-Me gustaría tener una cabaña de verano en Devon, en Plymouth -comentaba tío Richard, con un vaso de vino en la mano- . Es un buen lugar para pasar el verano, podría mantener un yate allí.

-¿Por qué no lo has hecho ya? Tus entradas han crecido bastante en el último tiempo.

-Por supuesto. La BBC es una de las entradas más grandes que tengo -dijo, mirando a Albert significativamente.

-Seguro -dijo este, alzando las cejas con una mirada inquisitiva- . En cuanto a mí, mi mejor entrada es la Revista. Planeo tener más sucursales, en Edimburgo. Estoy ansioso por ver si la moda que nosotros definimos en la revista cambia el modo de vestir de Escocia.

-Mi mejor entrada no es la Revista, podría mejorar aún más, tú sabes. Y quisiera que la gente se vistiera más del modo que define la moda la Revista, pero ni siquiera tus más cercanos siguen el ejemplo.

James se miró la ropa, dando por hecho que se refería a él.

-Claire, por ejemplo. Le he subido el sueldo múltiples veces y aún así no quiere lucir como una dama.

Claire frunció el ceño.

-No cambiaré mi forma de vestir, señor Hawkins -dijo ella, llenándole el vaso con más vino- . Visto así desde mis veintes.

-Supongo que no tiene caso. Los veintes definen a las personas para el resto de sus vidas. Lo que pase en tus veintes te marca para siempre, sea bueno o malo -dijo tío Richard- . Pero en cuanto a la vestimenta, creo que uno puede ir cambiando constantemente sin importar la edad.

-Es que tú tienes y siempre tendrás un espíritu joven, Rick -le dijo el señor Löwy, palmeándole el hombro derecho- . Me sorprende que tu closet siga cambiando aún en tus cuarentas.

-Por favor, Albert, no digas ese número en voz alta -dijo tío Richard, fingiendo que algo le dañaba tortuosamente los oídos- . Ya siento la crisis venir.

-Tú estás constantemente en crisis. No vas a notar cuando te llegue la crisis de los cuarenta.

-Aún recuerdo cuando tú pasaste por la crisis -intervino Miles- . Te compraste la casa en Jullouville, y sólo fuimos por un verano. Desde entonces ni siquiera mamá se ha pasado por ahí.

-Greta no se pasaría por allí aunque tuviera todo el tiempo del mundo.

-Una vez me llamó como a las cuatro mañana de Roma -comenzó a decir tío Richard- y ella...

-¿Mi esposa te llamó a las cuatro de la mañana desde Roma?

-Sí -dijo tío Richard, mirándolo con su habitual expresión de picardía- . Tuvimos una larga, larga, larga, laarga... y apasionante charla.

-¿De qué hablaron? -preguntó Miles.

-Hm... de lo mucho que me extrañaba...

-Ni siquiera Agatha te extraña -dijo el señor Löwy, a punto de tomar un sorbo de su vino.

-Agatha extraña mi personalidad. Y no, la conversación duró unos cinco minutos.

El señor Löwy se echó a reír. Por suerte no había alcanzado a tomarse el sorbo de vino.

-Greta es la única que siempre ha desdeñado tu “encantadora” personalidad.

-Es porque desconfía de la gente demasiado agradable, aunque nos llevamos de maravilla. Bueno, hablamos de... Dios, me preguntó por sus hijos. Me llama, no me dice ninguna palabra amigable y va directo a preguntar por los chicos. Qué mujer. Aún así sé que me ama.

-¿Qué le contestaste? -preguntó Miles, con curiosidad. Su madre raramente lo llamaba directamente.

-Lo que sabía de ustedes, que tú estabas progresando en la empresa, tirándote a tus secretarias...

-Miles -le llamó el señor Löwy la atención. Sin embargo, pudo entreverse un brillo de diversión en su expresión.

-... que, bueno, Jamie seguía trabajando con sus diseños web y que Klimt seguía tan vago como siempre. A propósito, ¿Han cruzado a ese pastor inglés?

-Nunca -dijo el señor Löwy- . Lo castramos cuando cumplió los... ¿Qué edad tenía?

-Seis y medio -dijo James.

-Jamie peleó mucho contra esa crueldad que le hicimos -prosiguió el papá de ambos chicos- . Pero ya no hay rencores, ¿no, Jamie?

-Podríamos haberlo cruzado al menos una vez. Todos necesitamos... ehm...

-Sexo -dijo Miles- . Dilo conmigo, Jim, vamos...

-Oh, no acosen a mi pequeño niño -dijo Claire, yendo y abrazando a James del cuello.

James sonrió, un poco avergonzado, pero le acarició los brazos a Claire.

-Sexo. Ahí tienen -dijo James, rodando los ojos.

-¡Bravo! -dijo tío Richard, aplaudiendo.

-Te hace falta abusar más de la palabra, James -le dijo Miles- , en todos los sentidos.

-Y endurecer el carácter -añadió tío Richard.

James se puso algo serio en ese punto, mirando con algo de rencor al amigo de su padre.

-¿Cómo podría Jim endurecer el carácter? No creo que haya nada capaz de hacer que quite ese lado sensible que tiene -dijo Miles.

-Y no hay nada que haga surgir en ti el lado sensible -dijo James- . Y no soy tan sensible.

-Claro que lo eres.

-Un entrenamiento militar estaría bien. Lo soluciona todo -dijo tío Richard, mirando a James a los ojos por primera vez en todo el tiempo que llevaban ahí metidos.

-¿Hacer el servicio militar? -dijo Miles con horror.

-Noo, tengo una mejor idea. Debiera asistir a una escuela de oficiales de inmediato. El servicio militar es para aprender a no replicar cuando te humillan.

-A ti no te entrenaron mucho en eso, ¿verdad, Richard? -le dijo el señor Löwy.

-A ti tampoco. Nadie, nadie humilla a Richard Hawkins o a Albert Löwy.

-Amén -Y chocaron vasos.

Un poco aburrido, James se puso a rozar el borde del vaso con su pulgar.

-Papá contó una vez que a ti te echaron de la militarizada -le dijo Miles a tío Richard.

-Por supuesto. No iba a aguantar que unos viejos con cara de amargados me humillaran. A esos tíos les faltaba gozar, gozar la vida, ¿entiendes? Además, levantabas una piedra y había un... homosexual reprimido.

-Mejor no hablemos de eso delante de los chicos.

-Ellos ya saben estas cosas, de todas formas. Tus amigos son la mejor escuela. Pero como dije, la militarizada está lleno de ellos, cobardes que no se atreven a decir lo que piensan.

-Pero la militarizada es un lugar muy machista -intervino James- . No podemos culparlos de intentar esconderse. Incluso en el mundo cotidiano debe haber hombres o mujeres que aún se esconden.

Tío Richard alzó las cejas y asintió con la cabeza.

-Hm. Quizás tengas razón.

-James, podrías estudiar Derecho -le dijo Miles- . Hiciste que tío Richard se callara.

-Hey, Milly, ¿Quieres una ronda de boxeo? -le dijo el mejor amigo de papá.

-Es mejor no meterse en ese campo con Richard -dijo el señor Löwy.

-James, ¿Quieres un trozo de lasaña? Quedó del almuerzo -le preguntó Claire.

-¿Lasaña? -dijo James, sin ocultar su entusiasmo- Sí. Gracias, Claire.

-Yo también quiero, Claire -dijo Miles, con cara de no estar hablando en serio.

-Tú no me engañas, pequeño -le dijo ella sacanco pecho. Luego volvió a dirigirse a James- . ¿Quieres que te la traiga o vas a la cocina a comer?

-Tráela aquí. Podrían comenzar a decirse confidencias -dijo Miles.

-¿Qué quieres saber? -le preguntó el señor Löwy.

Claire fue a la cocina rápidamente.

-Claire tiene un evidente favoritismo por Jim -dijo Miles- . Es injusto, debo decir, puesto que soy más guapo que este renacuajo -añadió, yendo y apretándole las mejillas a James- . “¡No acosen a mi pequeño niño! ¡No lo forcen a decir la palabra con S!”

-¡Miles! -James trató de quitárselo de encima, pero en vano.

Miró de soslayo al reloj Cu-cú, y vio que eran las ocho y media.

-Ahm, papá, tengo que irme. Quedé con unos amigos.

-¿Qué? Quería jugar juegos de video contigo -dijo Miles.

-Tengo el nuevo de CounterStrike -dijo tío Richard.

James lo ignoró.

-Quédate por hoy, ¿eh? -insistió su hermano.

James miró a Miles, un poco atrapado entre la espada y la pared, y vio que su hermano fingía unos pucheros que lo hacían ver realmente poco atractivo.

-OK -dijo, en un suspiro.

-OK -dijo Miles, con una sonrisa de oreja a oreja, mientras rodeaba a James de los hombros. Entonces carraspeó y con voz autoritaria, dijo a los mayores:- Ustedes se van al comedor.

-Va a venir Johnny, ¿no? -dijo tío Richard.

-Sí. Miles, James, si quieren jugar al Playstation, pueden ir a la pieza de huéspedes -dijo el señor Löwy.

-En la pieza de huéspedes no hay televisión LCD.

-Puedes usar mi cuarto, o el que usa Al -intervino tío Richard.

-Pero, ¿A qué hora se irán a dormir? -dijo Miles, con seriedad, mientras le pellizcaba la oreja derecha a James.

-Tarde, muy tarde.

-¿Tío Johnny se quedará?

-No lo creo. Tendría que dormir en uno de los sillones.

En eso, Claire apareció con la lasaña, mientras los demás decidían.

-OK. Entonces voy a ir a instalar el juego -dijo Miles.

-Tengo el nuevo juego en el armario, junto con los demás -le dijo tío Richard.

-Yo me como esto y voy -dijo James indicando la lasaña.

James siguió a papá y a tío Richard al comedor, donde Claire les sirvió más vino.

-¿Cómo está? -le preguntó Claire por la comida.

-Está riquísima.

-La hizo el señor Hawkins. Estuvo dos horas metido en la cocina.

James paró de masticar, mirando la lasaña con desconfianza.

-No sabía que podía cocinar lasaña -le dijo a Claire.

-La comida italiana ses mi preferida -dijo tío Richard.

James tragó lo último que había masticado, mientras le dirigía una mirada de extrañeza a Richard. Siempre que tomaba un poco, empezaba a dirigirle la palabra.

-¿Por qué cocinaste? ¿Vino alguien a casa? -preguntó el padre de James, con picardía.

-Sí. Alguien. Diez años menor -dijo este, haciéndose el interesante.

-Uou. ¿Nombre? -preguntó el señor Löwy.

-Es secreto -dijo Richard, intercambiando una mirada de complicidad con su amigo. El señor Löwy alzó las cejas como si acabara de entender algo.

-¿Esta persona era más alta o más baja? -preguntó.

-Más baja. No soy el hombre más bajo de Londres, Albert.

-¿Al menos a esta... persona... le gustó la lasaña?

-Sí. Tenía buen gusto. En todos los ámbitos.

-Le falta cuerpo, en realidad -dijo James, mirando el trozo de lasaña.

-¿A quién? -dijo tío Richard, frunciendo el ceño- Mido un metro y setenta y cinco...

-Y tiene demasiada salsa -prosiguió James, ignorándolo- . El sabor harta tras el cuarto trozo.

Se refería a la lasaña. Tío Richard lo miró con reprobación. Albert rió ante su confusión previa.

-Oh, dios, James, manchaste tu camisa.

James se miró la camisa, sobresaltado. Tío Richard puso cara de circunstancias.

-¿Puedes lavarla para mañana, Claire? -le pidió el señor Löwy.

-Lo intentaré. Lo haré, señor -añadió Claire, tras notar la mirada de advertencia de tío Richard.

-Lo siento, Claire -dijo James.

-No hay problema, Jamie.

Poco después, James se fue a la pieza de tío Richard, donde estaba Miles, con algo de pesadumbre. Le había hecho un añadido más al trabajo de Claire por esa noche. Rezaría porque la mancha saliera.

-Llegas tarde. Ya pasé la primera etapa.

-¿Nos turnaremos? -preguntó James, empezando a desabrocharse la camisa.

-Sí. Cada diez minutos. ¿Y eso? -preguntó, indicando la mancha.

-Un accidente.

Se quedó con la camiseta y se puso el chaleco de nuevo, el cual había traído de la sala de estar. Era un chaleco corón marrón, no muy grueso, que le quedaba algo suelto en el cuello.

La pieza de tío Richard era realmente lujosa. Del porte del comedor, tenía una pared color crema, algunos posters de pinturas famosas, un Klimt original sobre la cabecera y un armario de colección de estilo barroco. Con los años había ido cambiando, en especial en lo de los posters. Los gustos artísticos de tío Richard mutaban tanto que no parecían los de una sola persona. Cuando venían de niños, recordaba muy bien que tenía fotografías de registros de Land Art, estilo que no tenía nada que ver, al menos en lo esencial, con el simbolismo de Klimt.

Oyeron la voz lejana del tío Johnny desde el cuarto de esa casa de un piso.

-Parece que llegó el alborotador -dijo Miles.

Justo después, Miles disparó a un hombre digital vestido de militar con gafas.

-Tu turno. Y más vale que no pierdas.

James cogió el control, y comenzó a moverse de inmediato por el largo pasadizo sombrío en que estaba el pistolero. Mató al primer tío que apareció, pero con algo de retraso. El siguiente apareció en la siguiente esquina, y luego apareció otro. Entonces Miles se le abalanzó de repente, abrazándolo del cuello. Su personaje murió al instante.

-¡¿Por qué hiciste eso?!

-Te dije que no perdieras. Dámelo a mí será mejor -dijo Miles, quitándole el control.

-No.

-Oh, vamos, dame el control. Adoro este juego.

James dio un gruñido y le pasó el control.

-Toma. No me gusta de todas formas. Prefiero Final Fantasy -Se levantó y fue al armario a ver si tío Richard aún tenía los suyos de Final Fantasy. No encontró ninguno- . Parece que Scarlett se llevó el último.

Miles le dio un golpecito en la cabeza con el control y se abalanzó sobre él a hacerle cosquillas.

-No, no, no, hey, Miles...

No lo pudo aguantar más, y se echó a reír, mientras Miles hacía de las suyas.

-¿Por qué no puedes reír así todo el tiempo?

-¡T-tengo una visión pesimista de la vida! ¡No, Miles!

Miles sonrió algo enternecido, notando que James se empezaba a poner rojo de tanto reír.

Estuvieron preparándose para dormir un poco después, en la pieza de huéspedes. Miles fue primero al baño, como siempre, donde James lo escuchó distraerse un rato hablando con una chica por teléfono. Se puso su pijama y se metió en la cama, tomando su celular de camino. Quería llamar a Aubrey de nuevo.

-”James” -dijo una voz soñolienta del otro lado.

-Aub. ¿Estabas durmiendo?

-”Estaba a punto de dormirme. Pre-sueño, ya sabes.”

James sonrió y se tapó hasta la cabeza.

-”No llegaste nunca.”

-Perdona. No pude llamarte hasta ahora.

-”Hm. Te la cobraré luego.”

-Puedes hacer conmigo lo que quieras, ya lo sabes.

Aubrey rió del otro lado del celular. James hundió la cara en la almohada y la mordió. Quería tanto estar con ella.

-Mi hermano quería jugar un tonto juego de video, y es muy insistente.

-”Lo quieres mucho a pesar de todo, a pesar de su afán de controlar tu vida.”

-No, no lo quiero tanto. Es un pesado.

-”Pero te quedaste. Quisiera tener hermanos también.”

-Will lo es, ¿no?

-”Podría decirse que sí. Tienes razón, no me había percatado.”

-¿Cómo está él?

-”Se quedó a dormir aquí. Llamó de su casa para preguntar si habías llegado, y cuando supo que no llegabas, quizo venir a verme y consolarme.”

-Lo sieeeeento.

-”No hay problema. Will me consoló bien.”

James frunció el ceño. Eso no había sonado muy bonito.

-”Ya sabes a qué me refiero. Nos pusimos a cocinar, mamá vio su telenovela y nos divertimos mientras lloraba a mares porque la protagonista se murió en el capítulo de hoy...”

-¿Por qué en las series chinas las protagonistas siempre mueren? Son un poco masoquistas, ¿no?

-”Supongo. Pero deberías ver las series coreanas. Esas son peores. En las chinas a veces se descubre que no están muertas en los últimos capítulos. Casi siempre en el penúltimo capítulo, cuando los televidentes ya han medio asimilado la muerte de uno de los personajes centrales.”

-Eso es muy cruel.

-”Pero es entretenido.”

-Prefiero que mueran los secundarios.

-”Si murieran los secundarios no habría emoción. Por eso siempre digo que en El Señor de los Anillos debería haber muerto alguien. Legolas, quizás.”

-Los elfos no pueden morir.

-“Sí pueden: de una herida o un corazón roto.”

-Como todos.

-”Como todos.”

Se quedaron callados por un momento.

De pronto alguien le arrebató el celular de la mano. James se volteó a mirar.

-¿Aubrey? -dijo la voz de su hermano.

Se levantó de la cama, alarmado. Miles lo miraba ceñudo, mientras pegaba la oreja al aparato.

-¿Aubrey Xu?

James se levantó de la cama e intentó quitárselo. Entonces Miles se quitó el celular de la oreja y se lo extendió a su hermano. James se lo arrebató de la mano y revisó la pantalla. Había cortado.

-Miles, no era ella. ¿Por qué lo sería?

Miles enchuecó la boca, con una expresión rara y, para su sorpresa, fue hacia su cama sin decir nada. James lo miró pasmado, y con el celular entre las manos lo miró por un rato, sin entender nada.

-Miles.

Su hermano se volteó en la cama, dándole la espalda y se quedó quieto el resto de la noche.

 

 

Apenas pudo dormir, estuvo con miedo casi toda la noche por la sola posibilidad de que Miles le contara luego a papá. Podía imaginar perfectamente su futuro si aquello sucedía. Su libre albedrío sería cortado y ya no podría amar a elección.

Era la primera vez que lo hacía y ya había peligro de que le quitasen esa facultad.

Miles se levantó antes que él. James lamentablemente había dormido muy mal y siguió durmiendo cuando dieron las diez de la mañana. Cuando finalmente despertó, apenas se dio tiempo para estirarse y fue en pijama a la cocina, donde encontró a papá, a Miles, a tío Johnny y a tío Richard desayunando.

-Jamie, buenas tardes -se mofó un poco tío Johnny.

-Me quedé dormido.

No le quitó los ojos de encima a Miles. Tendría que hacerlo, no quedaba opción. Era un hecho que Miles había adivinado que la persona con la que él había estado charlando ayer por la noche era Aubrey: en ese momento su hermano tenía una expresión adusta que evidenciaba tal hecho.

-Miles -llamó a su hermano- . Necesito hablar contigo.

Su padre fue el único en voltearse a mirarlo con cierta curiosidad. Los demás siguieron desayunando como si nada.

-Papá -comenzó a decir Miles entonces- . ¿Qué dices siempre que debemos considerar a la hora de casarnos?

-Que hay que movernos siempre en nuestro círculo o en uno superior.

-Pues a James le ha dado por explorar en círculos inferiores. Eso sólo nos perjudicaría.

-La reputación se pule con delicadeza, y no con un papel lija -comenzó el tío Johnny, haciendo una torrecilla con sus galletas de cebada importadas de Italia.

El señor Löwy se volteó a mirar a su hijo menor, con una expresión de extrañeza.

-¿De qué está hablando Miles, Jamie?

Miles miró a su hermano y le asintió levemente con la cabeza.

-Es lo mejor, bro -le dijo con solemnidad.

James tragó. Empezaba a sentir fuego en su interior. Nunca pensó que la impotencia se sentiría tan dolorosa.

-¿Por qué es tan importante? La revista seguirá vendiendo aunque...

-¿... frecuentes a una chica del barrio chino? -dijo Miles, mirándolo con una expresión preocupada. Su cinismo era increíble- Jim, es la heredera de una peluquería Unisex que hace cortes por seis libras.

-¿Seis libras? -dijo tío Richard, sorprendido- ¿Como The Barber Shop en Felling, el que le cortó el pelo a Papiss Cissé?

-Rick, por favor, este es un tema serio -dijo el señor Löwy.

-¿Alguien puede vivir con eso, Al? -preguntó el tío Johnny. Luego se dirigió a James- Jamie, sé sensato. Mujeres con ese tipo de trabajos sólo quieren sacarte dinero.

-Y probablemente Jim va a casarse con ella si ella siquiera se lo insinúa -dijo Miles.

-Sí, Jim. No te dejes engañar -dijo su padre.

Todos ellos hablaban y hablaban y parecía que reunían un argumento tras otro, de forma espeluznantemente coordinada, para derribar sus deseos de seguir con Aubrey. Pero no lo estaban logrando.

-Jamie, dime que esto es sólo algo pasajero -dijo su padre, cogiendo la cuchara para seguir tomando su café- . Estábamos desayunando tranquilamente.

-Esto arruinará el apetito de tu padre -dijo el tío Johnny.

-¿Recuerdas cuando tuve indigestión por que Miles se apareció en casa con otro perro? -contó el señor Löwy- Ya teníamos suficiente con Klimt.

-Y Klimt da mucho trabajo -dijo Miles- . Ese pelo hay que cortárselo cada dos meses.

-¿De qué se quejan? Lo mandan a la peluquería y ya -dijo tío Richard.

-Ohm, verdad que tú le cortabas el pelo a tu propia mascota, Rick...

-Era un can tranquilo. Adorable animal...

James había dejado de escuchar. De pronto se habían ido por otro tema, otro tema más “liviano” que el suyo con Aubrey, uno que no les produjera indigestión. Quizás no fuera a hacer nunca el servicio militar, pero sí que había aprendido a ser humillado sin replicar. Lo había aprendido desde muy pequeño, y ahora acarreaba las consecuencias: era incapaz de pelear como una persona hecha y derecha, y ya tenía veinticinco años de edad.

Fue de vuelta a la habitación de huéspedes y, una vez allí, se encerró en el baño de huéspedes. El tema de contraer matrimonio con alguien “conveniente” era tan nauseabundo, y amaba tanto a Aubrey, que dejarla estaba fuera de discusión.

 

-Jim -dijo la voz de Miles, mientras el joven se secaba el cabello con la toalla de baño, en la pieza de huéspedes.

Claire le había dejado la camisa limpia y planchada a los pies de su cama, la cual había hecho y estirado a la perfección. Se quitó la toalla de encima y miró a Miles con seriedad.

-Estoy evitando pelear de nuevo,... bro. ¿No debería hacerte esto feliz? Fue extraño oírte refutar el hecho de que siempre evito las peleas después de que has sido desagradable conmigo. ¿Por qué lo haces, si siempre vuelves a comportarte del mismo modo?

Miles dio un suspiro, y fue y se sentó a los pies de su cama. Se quitó el collet de la cola que se había hecho con su cabello perfectamente rubio, y lo dejó suelto.

-Es lo mejor para ti, James. Oíste a papá, nuestra reputación podría caer con esto. Empresas han caído por malos matrimonios.

James no respondió nada a esto. Dejó la toalla estirada en una silla, con lentitud, y fue y se colocó el chaleco encima de su camisa lavada por Claire. Miles lo siguió con la vista.

-Vas a seguir con esto, ¿verdad? Si lo haces, va a ser tremendamente decepcionante para nosotros y lo sabes. Mamá va a terminar de alejarse de ti.

-Ella se ha alejado de todos nosotros.

Volvió a sentarse en la cama y se puso los zapatos. Sintió a Miles sentarse a su lado poco después, y se apuró en abrocharse los zapatos.

-Déjame a mí -dijo Miles, sonriéndole con cariño.

James soltó los cordones y Miles se inclinó para abrochárselos.

Era tan confuso. No sabía si seguir odiándolo en momentos como ese. Podía ser realmente amable, pero luego parecía olvidarse repentina y rápidamente de que compartían la mitad de la sangre y habían crecido juntos, y se comportaba como un cínico.

-¿Podrías... empezar a ser desagradable todo el tiempo? -le dijo a Miles.

Miles se enderezó, mirándolo con extrañeza.

-¿Quieres que sea desagradable contigo?

-Todo el tiempo.

-¿Quién podría desear eso? ¿Y quién podría ser desagradable contigo en primer lugar, mi hermano, con lo adorable que eres? -le dijo, revolviéndole el pelo con brusquedad.

James no pudo más que sentirse incómodo.

-Todos lo son -dijo, con amargura- . Todos se vuelven de ese modo a medida que me conocen.

-Todos los que son ajenos a nuestra familia -dijo Miles, apretándole el hombro derecho- . Ellos no te conocen como nosotros. Piensan que porque eres amable, eres un tonto. Pero eres un genio, Jim.

James se aguantó todas las ganas que tenía de sonreír ante esa mensión, y tragó con fuerza.

Miles se levantó de la cama, y James dio un suspiro de alivio. Nada más de manipulaciones. No obstante, buena parte de la rabia que reuniera en la conversación con su padre, su hermano y sus dos tíos se había esfumado, dejando en su lugar un vacío terrible.

-Volvamos a casa, desayunemos por segunda vez, como los hobbits, y en la tarde te presentaré a unas amigas. Verás como te sacarán de la cabeza a esa china falta de relleno.

James asintió, mirándolo de soslayo. Su hermano sonrió satisfecho, y salió del cuarto.

 

 

 


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