Un cuarto blanco sin ninguna salida. Estaba completamente atrapado, sin ninguna salida. Y lo peor de todo... Es que ni siquiera sabía qué hacía allí a dentro. ¿Por qué había acabado allí?
Él frunció el ceño intentando hacer memoria. Estaba haciendo una misión como de costumbre pero esta vez no era con su estúpido equipo. Sólo era con Natsu. Y habían tenido una fuerte discusión. Una discusión que no se solucionó con un ‘lo siento’.
Pero... ¿Por qué? ¿Por qué se había peleado? No conseguía recordarlo de ninguna de las maneras, y eso le mosqueaba. Hicieron la misión, volvían para casa y después...
¿Después qué?
Cuando se despertó estaba en esa maldita habitación blanca. Intentó, por supuesto, salir, pedir ayuda, destrozar la pared... Pero no pudo hacer nada sin su magia. Así que ahí seguía, horas después, sin saber qué hacer. Tampoco sabía si Natsu estaba a salvo o no.
Cuando pasaron unos minutos más, de pronto, alguien entró en su habitación y el mago se le quedó mirando fijamente, extrañado. Aquel hombre parecía más fuerte que él, con el cabello gris que le llegaba hasta los hombros, gafas y una mirada confiada. Gray gruñó al verle, pero no sé movió de su sitio, sentado en la silla de su habitación.
— Vaya... Creí que no te despertarías nunca. — Bromeó con una sonrisa, mientras se acercaba a él, dejando abierta la puerta que a Gray se le había hecho imposible abrir.
— ¿Quién cojones eres tú y qué hago aquí? — Preguntó sin muy buenos modales, muy exaltado. El hombre comenzó a reírse cuando le vio tan alterado, acercándose más a él, colocando una mano en su barbilla. Gray se movió apartándole. — ¡Contéstame! — Ordenó más enfadado, mientras se levantaba del sitio, tirando la silla.
— ¿Por qué eres tan maleducado, chico? Preferiría que nos lleváramos bien. — Insistió el hombre, mientras se acercaba al mago. Gray no dudó en apartarse, y fue directamente hasta la puerta, intentando salir de allí. Sin embargo, antes de poder, notó como de pronto su cuerpo se dejó de mover de golpe, quedando a escasos metros de la puerta. El hombre soltó una ligera carcajada mientras cerraba la puerta y muy gentilmente empujaba al mago más pequeño contra la pared. — Bueno, tú te lo has buscado. No quería usar mi magia, pero si realmente eres un chico malo, no tengo otro remedio. — Murmuró con una voz de burla, mientras comenzaba a acariciar los cabellos del mago con devoción, haciendo que el menor cerrara sus ojos disgustado.
— ¿Por qué mi cuerpo no se mueve...? — Preguntó de manera incómoda, mientras intentaba mover su cuerpo, sin embargo, notaba como algo se lo impedía. Comenzó a notar como el otro hombre comenzaba a bajar sus manos por su rostro delicadamente, poniéndole nervioso, comenzando a sudar. Gray le miró fijamente. — Detente... Si querías pararme lo has conseguido...— Pidió casi en un ruego. Sin embargo, el hombre no le hizo caso, comenzando a bajar sus manos por su torso, deteniéndose en el símbolo de su gremio. — No te atrevas a tocarlo con tus sucias manos. — Amenazó, sintiendo sus ojos llorosos al verse tan sumamente impotente. El hombre sonrió, mientras comenzaba a apretar en el centro de la marca de Fairy Tail, generando un gruñido del mago.
— Me pregunto por qué son tan importantes para ti. El chico rosado no paraba de gritar que te dejáramos en paz. — Recordó, mientras sonreía. Gray unió cabos, pensando en qué si el chico rosado era Natsu, eso significaba que estaba fuera de peligro, algo que le alegró. — Bah, da lo mismo, no importa. Ahora eres mío. Y nadie me va a impedir hacer contigo lo que me dé la gana. — Susurró, mientras seguía apretándole donde el símbolo, haciendo gritar al menor.
— Yo... Yo no soy tuyo... No soy de nadie, maldita sea... — Se quejó, mientras intentaba -muy inútilmente - moverse. El hombre volvió a levantar su mano para colocarla en su mejilla.
— No lo olvides. Llegará un día en el que te entregues a mí, olvidándote de las demás personas. Hasta entonces... — Siguió hablando convencido. — Seguiré disfrutando de tu cuerpo. — Susurró mientras acercaba sus labios contra los del mago, quien se quedó estático, sin saber qué hacer.
Finalmente, el hombre se despidió de él, abriendo la puerta y saliendo, volviendo a encerrar al mago de hielo en su interior. Cuando aquel hombre se fue, comenzó a temblar fuertemente al poder volver a mover su cuerpo y cayó al suelo sin pensarlo. Se colocó en la posición más protectora que pudo, apoyando su cabeza contra sus piernas, sintiéndose nervioso y completamente perdido e impotente. Si ese hombre hubiera querido... Le hubiera podido hacer cualquier cosa. Las lagunas de memoria seguían presentes en él y no sabía qué podía hacer: No sabía qué hacía allí, no sabía cómo protegerse de ese tipo y por último y lo más importante: no sabía cómo salir de allí. Comenzó a sentir como algunas lágrimas comenzaban a caer por su rostro, lágrimas que había acumulado cuando el otro hombre se había estado burlando de él.
— Ayuda... Quiero salir de aquí. — Susurró con su voz extremadamente rota. — Ayúdame...Natsu. — Sollozó de manera abundante, sin poder parar.
Lo que él no sabía era que Natsu no había parado de buscarle, a pesar de su fuerte pelea… Porque Natsu sabía que esta vez había sido completamente culpa suya lo que había pasado.
Esta vez… No merecía el perdón de Gray.