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The Teacher por MMadivil

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Ethan ya no sabía cómo actuar, se le habían terminado las opciones a medida que pasaban los días. Cuando menos se dio cuenta, la semana ya había terminado y ahora tendría que enfrentarse al dilema que tenía en mente desde ese día: ¿Debería ir o no a la biblioteca?


Le ocurrió algo que ni en sus más oscuros sueños se pudo haber imaginado, probablemente fue un instante sin importancia para cualquiera… pero… ¿Y si el profesor lo hizo adrede? No. Él se veía tan sorprendido como Ethan. ¿Verdad?


—Dios… parezco una chica —se quejó consigo mismo.


Por cuarta vez esa mañana abrazó su almohada y se puso a rodar en la cama como un niño pequeño. Necesitaba saber qué hacer… necesitaba saber que no fue su imaginación todo lo que provocaron esas caricias. No podía ser el único que había sentido toda una revolución en el estómago cuando Byron lo tocó.


Lo había tomado completamente desprevenido, ni siquiera supo cómo reaccionar, creyó que el profesor le estaba tomando el pelo o algo por el estilo.


Pero no fue así… y esas manos…                               


Dejó de moverse y por un momento cerró los ojos, tratando de recordar la sensación de sus finos dedos, la suavidad de sus manos y la delicadeza con la que lo tocaba. Se sintió muy extraño, todo le hacía cosquillas y pequeñas corrientes se movían por los lugares en los que Byron lo había tocado. Nunca pensó que el profesor tuviese las manos tan suaves, eran prácticamente perfectas.


Él sintió que abandonó su cuerpo en el instante en el que le tocó los labios, y como no dejaban de mirarse, en algún punto se puso nervioso por la cercanía que cada vez se incrementaba más.


Después se sintió algo decepcionado… porque si Simon no hubiese entrado…


Si… Simon… Qué.


Esperen ¿¡QUÉ!?


¿¡Si Simon no hubiese entrado!? ¿¡Decepcionado!? ¿¡QUÉ DEMONIOS ESTABA PENSANDO!?


El casi-rubio se incorporó de golpe y con un mal movimiento se cayó de la cama aún envuelto entre sus sábanas. Tuvo que aplicar todos sus conocimientos sobre contorsionismo para poder salir de esa trampa asesina.


Genial, ahora le dolía la espalda.


—¿Pero qué es lo que me pasa? —gimió dejando la cara en el frío suelo de madera falsa.


Se quedó ahí tirado por un rato, pensando detenidamente en lo que había pasado ese día.


Honestamente, se había puesto infernalmente feliz cuando el profesor le había dicho que podía acompañarlo mientras comenzaba la clase, le gustaba pasar el tiempo con él y haber aprendido pequeñas cosas sobre su persona, como por ejemplo que era mucho más joven de lo que pensaba y que también había estudiado en esa universidad, eso lo dejó pensando durante mucho tiempo.


Al principio porque se sentía traicionado. El profesor había dicho que no soportaba los métodos de ingreso de la universidad y sus exageraciones, pero si él había entrado como el resto… a Ethan le molestaba.


Conoció formalmente a la secretaria y, si debía admitirlo, era una mujer bastante prometedora. Irradiaba toda la amabilidad que la universidad nunca tendría, tenían suerte de tener una secretaria como aquella. Además, ella parecía tratar con mucha familiaridad al profesor Byron… eso fue lo que más le interesó a Ethan. De vez en cuando la señora Seller le hablaba como profesor, otras como si estuviese tratando con un niño. No pudo evitar preguntarse por cuánto tiempo ha conocido a Byron esa mujer.


Y después… se había enojado sin motivo por la mención del profesor Wild.


Él se sintió casi eufórico de forma interna cuando se enteró de que el profesor nunca se había aparecido por ahí con otro alumno, saber que él había sido el primero —y hasta ahora el único— realmente lo animó.


Al menos hasta que se enteró de que el profesor Wild siempre iba a ese lugar con él.


Solo una vez había visto a ese profesor, justamente en esa recepción. Y precisamente estaba junto a Byron. Cerca. Muy cerca. Además, el profesor Byron se veía increíblemente relajado y cómodo con él.


Tal vez lo que a Ethan realmente le molestaba era el físico del profesor. Fácilmente podría pasar por una chica si se pusiera un vestido, con esos rizos rubios perfectos y las enormes pestañas que rodeaban el borde de sus ojos avellana. No es que quisiera parecer una chica ni mucho menos, pero le carcomía la curiosidad saber el motivo por el cual se llevaba tan bien con el profesor Byron. Eran tan… opuestos, de pies a cabeza. Literalmente.


El profesor Byron era increíblemente alto, Wild era apenas unos centímetros más alto que Ethan. Uno de cabello rubio y rizado como el sol, el otro de cabello negro y lacio, la oscuridad del carbón se quedaba corta. O-p-u-e-s-t-o-s.


Necesitaba preguntarle a Sebastian sobre su profesor, era la única forma de saber más sobre él.


Se levantó del suelo y prácticamente voló hacia su armario, sacando el primer cambio de ropa que encontró para después dirigirse a la ducha a esa misma velocidad. Mientras se encargaba de su aseo personal, Ethan se encargaba de pensar en cualquier cosa menos en la biblioteca o en lo que había sucedido con su profesor.


Cualquier cosa menos eso. Cualquier cosa menos eso. Cualquier cosa menos eso —se repitió en una especie de mantra.


Cuando salió de la ducha le sorprendió verse en el espejo. En sus hombros ya no había marcas de moretones, únicamente quedaban esas manchas de un ligero tinte amarillento. Ethan arrugó un poco la frente al preguntarse cómo estarían las cosas en casa, por más que le habían prometido que no tenía nada de qué preocuparse, justo ahora quería saber si todo marchaba bien.


Comenzó a ponerse los pantalones mientras marcaba el número de su casa, sabía que su madre le regañaría por preocuparse tanto, pues no había pasado mucho tiempo desde que se fue. Sin embargo, no hubo respuesta por su parte y supuso que no estarían en casa. Estaba a medio suspiro cuando tocaron a la puerta.


Cuando abrió, lo primero que vio fue una gran bolsa frente a su cara que desprendía un increíble olor a comida, después reparó en que era Sebastian quien la sostenía.


—El comedor estaba abarrotado, te aseguro que no quieres bajar ahí. Hice un pedido especial a cambio de decir que lo que había en la sopa no era cabello —dijo el moreno al cruzar el umbral.


—¿Era cabello lo que había en la sopa?


—No, era un fideo —respondió con una tenue sonrisa.


Ethan puso los ojos en blanco y se rió, Sebastian podía conseguir lo que quería siempre que se lo propusiera. ¿Los medios para conseguirlo? Preferiría no hablar de ello.


Dejó la comida en la mesa de centro y lanzó su celular a la cama, tal vez aquella era una señal para no estarse preocupando por cualquier cosa, al final ya se veía a sí mismo sin terminar el semestre y queriendo volver para ayudar en casa.


—¿Qué te sucedió en los hombros? —inquirió Sebastian con preocupación, acercándose a su amigo para ver las marcas.


A Ethan se le había olvidado terminar de vestirse.


—No pongas esa cara de alarmado, no tuve una pelea a muerte con nadie —dijo el casi-rubio para tranquilizar a su amigo—. La última vez que mi madre enfermó decidí empezar a trabajar. Nadie le da un puesto a un menor de edad que no sea cargando costales o cajas.


Sebastian relajó un poco el semblante, pero Ethan notó que su preocupación no se había esfumado del todo.


—Por otro lado, los moretones en mis brazos son nuevos. Y esos son culpa tuya —finalizó consiguiendo robarle una sonrisa al moreno.


—Exageras, no eres tan débil… aunque con el uniforme cualquiera creería que te derrumbaría hasta un soplo de viento.


—Ya cállate… —exigió mientras terminaba de ponerse una camiseta— Pero aprovechando que estás por aquí ¿Puedo preguntarte algo?


—Normalmente lo preguntas sin pedir permiso, así que no quiero —Sebastian se fue a su lugar en el sofá (Se había adueñado de un específico rincón desde que comenzó a ir con regularidad) y comenzó a sacar la comida que había traído.


—No importa, de todas formas te preguntaré —aclaró mientras tomaba uno de los bocadillos de pan y queso.


Eran deliciosos, pero Ethan sabía que Sebastian probablemente no había traído nada dulce y tenía unas enormes ganas de consumir azúcar.


—¿Cómo es el profesor Wild? —inquirió Ethan mirando a su amigo mientras daba una gran mordida a su desayuno. Éste parpadeó un par de veces por la inesperada pregunta y después frunció el ceño.


—Es la hipocresía hecha persona ¿Por qué? —respondió Sebastian cortante.


Ethan jamás lo había visto así, y honestamente se sorprendió de que esa fuese la respuesta a la más mínima mención del profesor.


—Curiosidad… ¿Por qué te molesta tanto? Esa vez que nos encontramos con él en la recepción realmente parecía que querían asesinarse con solo mirarse.


—Bueno, me molesta, punto —rectificó dándole un gran bocado a una baguette.


—A ti nada te “molesta y punto”, nunca detestas a nadie sin razón aparente Sebastian —comentó Ethan ahora más interesado en el tema—. ¿Te hizo algo?


Sebastian pareció pensarlo mientras jugueteaba con un trozo de servilleta, pero se encogió de hombros finalmente.


—No me gusta. Es el tipo de persona capaz de decirte cualquier cosa para que confíes en él —el moreno se quitó los lentes para mirarlos contra la luz— el hecho de que sea él quien imparte las clases de música y arte… me irrita demasiado.


Ethan trataba de seguir la corriente de los pensamientos de Sebastian, pero simplemente no podía. ¿Cómo una persona de la talla que describía Sebastian, podía ser un gran amigo del profesor Byron? Algo ahí no encajaba nada y eso solo lo dejó aún más confundido. En lugar de estar resolviendo sus dudas, solo creaba más enigmas.


—Entiendo que no te guste como persona, pero tú adoras esas materias ¿Es un mal profesor?


—No… —admitió Sebastian casi derrotado— Pero tampoco es bueno. Tal vez para ti sea algo difícil de entenderlo pero… jamás había tenido un profesor tan mentiroso. No solo me refiero a lo que dice, si no a la forma en la que actúa, las técnicas que enseña no son malas y hasta podría decir que son interesantes, simplemente… no me gusta él.


Sebastian parecía querer ordenar sus ideas para describirlas, o al menos eso es lo que pensaba Ethan. A la única conclusión a la que había llegado, es que su amigo se encontraba afligido al respecto. La clase que debería ser el hobbie que lo haría olvidarse de todo, estaba resultando el problema más grande de la universidad.


—¿Qué pensarías de una persona que se lleva bien con ese profesor? —inquirió Ethan algo temeroso por la respuesta.


—Solo podrían ser dos cosas… —Sebastian alzó el primer dedo cerrando los ojos— O los dos son igual de hipócritas y entre mentiras se complementan —la opción que Ethan más detestaba— O… esa persona sabe algo que nosotros no.


El de ojos verdes miró al techo pensando en lo último, era la opción más viable si consideraba el misterio que envolvía a Byron, no era difícil suponer que su amigo también podría serlo, pero lo disimulaba mejor.


—Por cierto, cambiando un poco de tema —dijo Ethan sentándose en el sofá más pequeño para poder colgar sus piernas en el descansabrazos— ¿Por qué escogiste las clases de arte y no las de música? Eres muy bueno en ambos, pero seamos honestos Sebastian, a ti…


—Lo sé… —lo cortó el aludido mientras suspiraba— Pero… sigo pensando lo mismo que cuando era pequeño, no me gusta tocar para nadie más. Sería problemático negarme a tocar en una de las clases. Además, ya tengo suficiente con detestar las de artes, no lo soportaría con las de música.


Esta vez fue Ethan quien suspiró. Sabía a lo que se refería, pero aún así se preguntaba por qué tenía que ser de esa manera, Sebastian nunca sabría si pudo haber vivido de la música.


Para sorpresa de ambos, volvieron a tocar a la puerta y esta vez una voz saludó mucho antes de que Ethan se levantase para abrirla.


—¡Ethan, soy Simon! —decía el chico mientras tocaba con algo de impaciencia la puerta.


Cuando el casi-rubio abrió, Simon lo saludó con una amigable sonrisa. El lado oscuro de la mente de Ethan deseaba darle un golpe, si este idiota no hubiese…


Otra vez no.


—P-pasa Simon, creí que estarías en el comedor o algo así —repuso rápidamente Ethan para olvidarse de lo que acababa de pensar.


—Estaba, pero resulta que ustedes decidieron no asomarse por ahí hoy. Por cierto, toma, te lo envía Luke —Simon hizo una mueca cuando entró y le entregó un par de carpetas.


—En realidad fui yo quien decidió no asomarse ahí y encarcelé a Ethan conmigo —aclaró Sebastian— ¿Por qué pones esa cara Simon?


—En realidad es por “esta cara” que vine hasta aquí a esta hora —dijo el chico volteando a ver al casi-rubio—. Ethan, ¿desde cuándo eres amigo de Luke Avery?


Ethan comprendía a lo que se refería Simon, sabía que ese tono despectivo era porque también había sido testigo de cada uno de los roces que había tenido con el profesor, además de que Luke era por mucho el tipo de gente que se debía evitar. Al menos a simple vista.


—Decir que somos amigos es mucho, simplemente me pidió unas copias y unos apuntes, en realidad no fue nada del otro mundo —respondió Ethan encogiéndose de hombros.


Simon se acercó a él y comenzó a examinarlo por todas partes, finalmente tomando su rostro con ambas manos para apretar un poco sus mejillas.


—¿Te extorsionó? ¿Te amenazó a muerte mientras te pedía el trabajo? Ethan, si necesitas apoyo no dudes en llamarnos, apuesto a que Sebastian podría…


—De qué mierda hablan ustedes dos —alzó la voz Sebastian cuando fue mencionado y miró en dirección a Ethan al enarcar una ceja— ¿Quién es ese tal Luke?


Hizo a un lado las manos de Simon y fue a sentarse en el mismo lugar que antes, esta vez más abatido.


—Un estudiante de la clase de filosofía que tomo con Simon, es algo… ¿prepotente? Pero no es un abusivo, tampoco me habló mal en ningún momento —el de ojos verdes fulminó con la mirada a Simon de forma inconsciente— Y en todo caso me puedo defender solo, gracias.


Simon se echó un tanto hacia atrás al ver la reacción del chico, así que prefirió dirigirse a Sebastian.


—Bueno, puede que tenga razón, no lo conozco mucho pero eso no deja de significar que sea intimidante. Después de todo pertenece al grupo de Darrell —Simon resopló y sacó su celular.


—Confía en el juicio de Ethan, Simon. Él es mucho más consciente que nosotros dos juntos cuando se trata de ese tipo de cosas —dijo de forma despreocupada Sebastian, pero aún así agregó—. De todas formas haz caso a lo que te dijo Simon y no quieras hacerte el héroe siempre, Ethan.


—Oh, si no tienen nada qué hacer ¿Por qué no vienen a la residencia sur conmigo? —los invitó Simon con simpatía— Van a tener una reunión a partir de las doce.


—Paso, tengo trabajo que terminar —declinó Sebastian.


—Y yo tengo que irme a la biblioteca —dijo Ethan sin estar seguro de tener la fuerza suficiente para ver al profesor.


—¿A la biblioteca? —inquirió Sebastian— Creí que ya no irías, después de todo la última vez te fuiste muy temprano.


—¿Muy temprano? —Ethan lo miró y poco a poco fue abriendo cada vez más los ojos— ¡Demonios! ¿Qué hora es?


—Poco más de las once… —respondió Simon igual de confundido que Sebastian.


Mierda y más mierda.


Ethan salió disparado hacia el rincón del librero donde estaban sus útiles mientras ignoraba las preguntas y reclamos por parte de los otros dos chicos. Ni siquiera se miró en un espejo, apiló todo y se puso los zapatos como pudo, tirándole las llaves del dormitorio a Sebastian, quien las atrapó en pleno vuelo.


—Volveré más tarde, iré a buscar mis llaves después a tu habitación —le indicó al moreno de forma atropellada antes de salir azotando la puerta.


Sabía que al principio había estado bastante inseguro de ir y encarar al profesor Byron, pero simplemente estaba reaccionando de forma precipitada y era la adrenalina la que ahora pensaba por él. Presionó infinidad de veces el botón del elevador hasta que las puertas cedieron con una lentitud inimaginable y comenzó a desesperarse cuando los números de piso disminuían hasta marcar la planta baja, donde se aseguró que no hubiese nadie para evitar algún posible accidente en el instante en el que salió corriendo. Se sintió más presionado cuando llegó a la biblioteca, pero al mismo tiempo tenía miedo de acercarse al salón privado.


Y justo en el instante en el que su mano tembló al acercarse a la manija de la puerta, ésta se abrió de forma inesperada, provocando que Ethan chocase contra la persona que trataba de salir.


—Lo siento, no me… —había comenzado a decir, pero al subir la mirada, se encontró con unos intensos ojos azules— profesor… Byron.


El alma de Ethan se le cayó a los pies. No estaba mentalmente preparado para mirar nuevamente a Byron tan cerca y mucho menos lo estaba para esa mirada tan brillante y sorprendida que tenía.


—Collins, creí que no vendrías —admitió el profesor mientras examinaba su rostro.


Ethan retrocedió un poco y desvió la mirada hacia cualquier otro lugar, sabía que sus estúpidas mejillas habían mandado a llamar a la sangre para que ahora le cubriera el rostro, eso le impedía pensar.


—Eh… me levanté más tarde de lo que pensé y para cuando terminé de desayunar… no me di cuenta de la hora, lo siento —se disculpó con honestidad y cierta torpeza.


—De acuerdo, no importa, escucha —comenzó a decir el profesor abriéndole por completo la puerta—. Olvidé unos documentos que necesito y tengo que ir a buscarlos. Puedes esperarme adentro, no tardaré.


—Entonces… aquí lo espero —logró articular Ethan cuando creyó que su voz no saldría nuevamente, pero su voz realmente se dio a la fuga cuando el profesor le sonrió.


Solamente hasta que perdió su figura de vista cerró la puerta del salón privado, se acercó al escritorio para dejar con cuidado sus cosas y se derrumbó antes de acomodarse en el asiento, apoyando la cara contra el escritorio con la fuerza suficiente para quejarse de su propia estupidez en voz alta.


El corazón le estaba latiendo con fuerza, sentía la sangre en su rostro fluir hasta dejarlo completamente colorado. No sabía si era por haber corrido deprisa o por haberse topado con el profesor tan repentinamente.


Alzó el rostro y miró el salón, se sentía aún más grande cuando Byron no estaba dentro, era bastante solitario y silencioso. Ethan tuvo que anotarlo mentalmente, el lugar solo era acogedor cuando el profesor estaba ahí.


Se levantó de su sitio y se acercó a la infinidad de libros que había en las estanterías a las que Byron siempre daba la espalda. Pasó delicadamente los dedos por cada una de las portadas, algunos libros eran nuevos y otros eran tan viejos que la telilla de la portada cedía al más mínimo roce. Todos eran de historia y filosofía, no había uno que no le llamara la atención, tenían títulos interesantes. Pero en un rincón, en la parte más alta de la estantería, había tres libros completamente nuevos, ni siquiera se había retirado el plástico en ellos. Ethan extendió la mano y logró alcanzar uno de ellos, estaba lleno de polvo y el plástico no hacía muy visible la contraportada. Lo limpió lo más que pudo con un extremo de su camiseta y comenzó a leer las zonas que se veían con mayor claridad.


Al parecer era uno de los libros que estudiaban a fondo el pensamiento de las grandes obras que habían prevalecido a lo largo del tiempo, tratando de incorporar el pensamiento a la actualidad. Era casi como tratar de explicar a la edad media. Complicado, duro y tedioso.


Ethan solo pudo leer una de las citas del libro a medias:


“…ra que teng… forma puede ser… do, y… ra que pu… ser de… , puede ser vencido”


—“Cualquiera que tenga forma puede ser definido, y cualquiera que pueda ser definido puede ser vencido” —completó sin mucho esfuerzo. Era una de las frases que había dicho el profesor Byron.


En ese momento entrecerró los ojos, no quería quitar la protección del plástico, pero tenía una enorme duda. ¿Por qué el profesor no se había dignado a abrir el libro si era una de sus frases favoritas? ¿Había sido un regalo o eran de colección?


El escrito estuvo a punto de caérsele de las manos cuando vio la portada.


El reconocido escudo de la universidad estaba en una de las esquinas superiores, seguido de un sello de aprobación que garantizaba más de cien mil copias vendidas en todas las universidades de alto prestigio. Lo más importante era lo que había dejado casi pálido a Ethan.


El nombre del autor: M. Byron.


Buscó con la mirada entre toda la estantería, no había uno solo igual a ese que estuviese abierto y él no estaba dispuesto a abrirlo. No era correcto. Suspiró con resignación y decidió que buscaría ese libro en la biblioteca, pero al recordar que no se sabía la clave de la puerta del salón privado, lo olvidó. No habría forma de explicarle al profesor lo que hacía afuera.


Entonces solo había una forma de saber acerca de ese libro: Preguntándole al mismo Byron.


Dejó el libro en el escritorio dispuesto a esperarlo, y miró hacia el salón nuevamente. Desde el lugar donde Byron lo veía se notaba aún más espacioso por la forma en la que los libros llenaban las paredes, además de que tenía un completo control de cualquiera que entrase a la sala, era imposible pasar desapercibido.


Ethan miró hacia el enorme asiento que siempre ocupaba Byron frente al escritorio. Se veía cómodo. Tal vez demasiado. La piel del mueble también se veía mullida y cómoda, parecía que cedía al peso perfectamente.


Y por si se lo preguntaban, sí, el asiento era cómodo.


Pero comenzó a arrepentirse de haber cedido a su curiosidad al haberse sentado, toda esa zona desprendía el aroma del profesor Byron. El de ojos verdes se sentía increíblemente pequeño en ese lugar, no podía creer que ni siquiera llenaba debidamente el asiento. Se encogió un poco y acarició el descansabrazos, estar en ese lugar era… tan relajante.


Volvió a inhalar la conocida fragancia y se mordió con suavidad el labio, en ese momento todo el recuerdo llegó atropelladamente a su mente, como si no pudiese ocultarlo por más tiempo. Sentía nuevamente ese cosquilleo en el rostro, deseando internamente volver a vivir esa experiencia.


Tomó el libro nuevamente y acarició las letras del nombre de su profesor, comenzando a preguntarse si en realidad no estaba enloqueciendo. Era completamente irracional que estuviese comportándose de esa forma.


Era aún más irracional estar pensando en su profesor todo el tiempo.


El sonido de la puerta abriéndose fue lo que interrumpió el hilo de sus pensamientos, pero antes de que pudiese tan siquiera moverse el profesor ya lo había mirado. Byron alzó una de las comisuras de sus labios en una sonrisa torcida y alzó una ceja. La fórmula perfecta para teñir de rojo las mejillas de Ethan.


—¿Estás cómodo? —inquirió de forma divertida.


—Bastante, no lo culparía por quedarse aquí todo el día —respondió Ethan mientras se encogía un poco más en el asiento. Suspiró y se levantó de ahí.


Miró por última vez hacia el asiento y trató de esquivar la mirada de su profesor cuando se vio forzado a pasar junto a él, pero éste lo detuvo a medio camino y rozó ligeramente su mano, el corazón de Ethan comenzó a palpitar a una velocidad impresionante, pero lo único que hizo fue tomar el libro que el casi-rubio mantenía aún en sus manos.


—N-no vaya a pensar que estuve hurgando o algo así, solo… quería ver los libros mientras no estaba —explicó rápidamente Ethan.


—¿Por qué lo tomaste? —preguntó Byron antes de que él siguiese hablando, alzando el libro para que Ethan lo mirase.


—Quería preguntarle por él, además quería saber por qué no estaba abierto —respondió como siempre, con una honestidad abrumadora. A veces él mismo se preguntaba cómo conseguía responderle de aquella forma— ¿Por qué no nos había dicho que también era escritor?


El profesor no cambió su semblante, pero soltó un suspiro y extendió la mano para revolverle el cabello a Ethan. La sensación de su mano era tan agradable que hacía que se sintiese como un gato, deseando que hiciera eso por horas.


—Algún día te costará mucho esa curiosidad, Collins —le advirtió el profesor y le tendió el libro—. No está abierto porque no me interesa leer algo que yo mismo escribí y no necesitan saber lo que hago porque apenas y pueden soportar sus pobres cabezas la idea de que soy su profesor. No necesito restregarles más títulos en la cara.


—No sé si es usted o su ego el que están hablando… —comentó el de ojos verdes y miró el libro—. Espere, entonces ¿por qué me lo regresa?


—Tú lo tenías en las manos al principio, solo pensaba quitártelo si no me decías por qué lo querías —respondió Byron con indiferencia.


—¿Puedo leerlo? —preguntó Ethan con tanto entusiasmo que prácticamente abrazó el libro.


Byron lo miró a los ojos y por una fracción de segundo le dedicó una cálida sonrisa, Ethan sintió que el corazón le iba a explotar por tercera vez ese día.


—Puedes quedártelo —aclaró el profesor, dejando de mirar a Ethan para dirigirse a su asiento—. De todas formas no creo que puedas entender una sola palabra.


Ya se había tardado en salir con un comentario como ese.


Ethan puso los ojos en blanco tan exageradamente que le dolieron y soltó un bufido, dejando el libro en su regazo cuando fue a sentarse a su respectivo lugar. El profesor solo sonreía divertido cada vez que lograba sacar al chico de sus casillas.


—¿Y bien? ¿Qué es lo que ahora no entiendes Collins?


—Los filósofos son problemáticos profesor… Aristóteles va a consumirme después de Platón —advirtió Ethan mientras se pasaba ambas manos por la cara.


—Aristóteles no se tiene la culpa de que no puedas comprenderlo —respondió Byron mientras examinaba los documentos que había traído con él.


—Antes de que empiece, profesor —dijo el casi-rubio inclinándose hacia adelante—. Necesito mis tres intentos… ¿Maximiliano?


—No —aunque el profesor no lo miraba, Ethan podía ver esa perfecta y molesta sonrisa de “nunca vas a conseguirlo”.


—¿Martin? Aunque, es el nombre de un santo, sería un sacrilegio que se llamase así, o aún peor, Miguel.


Byron se rió ente el comentario, negando con la cabeza.


—Collins, te estás ganando un buen fin de semana lleno de trabajo.


—No pensé que usted fuese una persona vengativa, aunque tampoco lo descarté —admitió Ethan con la última oportunidad que tenía a punto de salir de su boca— ¿Marcus?


En ese momento el profesor dejó de leer, Ethan lo supo porque su vista se mantuvo clavada en algún punto fijo de la hoja, como si no mirase absolutamente a nada. Su mirada se tornó nostálgica y su sonrisa desapareció por una fracción de segundo.


Byron alzó el rostro hacia Ethan con una triste curva en sus labios que no tenía derecho a llamarse sonrisa.


—No.


Ethan por primera vez en todo ese tiempo supo que no era momento de hacer preguntas al respecto. Lo único que sabía es que debía recuperar el humor que el profesor tenía antes de hacer esa pregunta, no importaba lo mucho que quisiera saber al respecto, no quería que Byron pusiera ese rostro nuevamente.


Desgraciadamente, en momentos de pánico su boca no se coordinaba correctamente con su cerebro.


—Profesor, ¿usted sabía que podría ser considerado un alienígena si el color de su cabello no se encuentra en una escala de colores específica? —mencionó atropelladamente.


¿Qué mierda acabo de decir…?


Inclusive el profesor se mostró confundido al parpadear un par de veces, no estaba siguiendo el ritmo de Ethan y por supuesto, el chico tampoco se seguía a sí mismo.


—Cuando era pequeño siempre me preguntaban cuál era exactamente el color de mi cabello, a veces decían que era rubio y otras que era castaño, hasta que intenté comprobarlo cuando encontré una escala de tintes y… el color de mi cabello no estaba. Alguien me dijo que era porque soy un alienígena y eso explicaba el por qué tenía ojos verdes —le contó el chico mientras tiraba uno de sus mechones de cabello hacia adelante, apenas y le llegaba por debajo de las cejas.


Ethan miró de reojo a su profesor, quien aún se mostraba sorprendido y absorto por su historia, el casi-rubio sabía que había dicho una completa estupidez fuera de lugar, pero tenía la esperanza de lograr lo que se proponía.


Y… lo hizo.


El profesor comenzó a reírse de una forma divertida y por alguna razón Ethan se sintió avergonzado. Le encantaba escucharlo reír, aquella vez que se había reído por primera vez frente a Ethan quedó encantado, era… era como ver la diversión de un niño en la mirada de Byron.


El calor en sus mejillas comenzó a sentirse y se alarmó, sabía que era por recordar lo que sucedió ese día, pero no podía evitar desear que se lo tragase la tierra.


—Ya entendí, ya entendí, tenía como cinco años, así que déjeme ser —murmuró desviando la mirada, sus mejillas seguramente debían seguir rojas, así que frunció el ceño.


—Ciertamente eso podría explicar muchas cosas, tal vez es por eso que tu memoria no puede retener lo que le enseño —argumentó el profesor divertido.


—Tal vez es porque tengo un conocimiento más avanzado y esa información es irrelevante para mi increíble cerebro.


—Eres aún más especial que eso… —dijo Byron con una sonrisa que dejó estático a Ethan— Tal vez eres el primer alienígena idiota en todo el universo. Eso rompería un récord universal.


—Usted nunca pierde el tiempo para molestarme —respondió seriamente Ethan fingiendo indignación.


—Es porque eres idiota. ¿Alguna vez has intentado buscar el color de la miel en una escala de tintes? —inquirió el mayor sin dejar de mirarlo.


—¿Quién buscaría el color de la miel en una escala de tintes? —contraatacó el de ojos verdes, la pregunta en sí era tonta.


—Hasta ahora, solo tú.


Ethan abrió la boca para responder pero arrugó el entrecejo y alzó la vista mientras tiraba nuevamente de sus mechones de cabello.


Oficialmente detestaba al profesor.


Su cabello efectivamente era del color de la miel. La miel podía tener un color ligeramente anaranjado o amarillo, pero nunca dejaba de ser de un color muy claro, simplemente era… miel.


—Diecisiete años para venir a enterarme de eso con usted… —señaló Ethan con un resignado suspiro— ¿Dónde estaba cuando la gente me molestaba por esto?


—Aún no me dedicaba a cazar idiotas —respondió el profesor con una sonrisa engreída.


—Algún día me vengaré profesor Byron… —apuntó el chico mientras apoyaba la cabeza en el escritorio.


—Ahora resulta que también eres vengativo —expuso Byron riendo por lo bajo—. Bien, ya que tienes tiempo para planear venganzas a largo plazo, por ahora dejaré que mi asignatura haga lo suyo. Levántate y comienza en donde nos quedamos ayer… —advirtió mientras volvía a revolverle el cabello a Ethan y hacía que éste se incorpore nuevamente.


Ethan alzó el rostro y se acomodó el cabello, tratando de ignorar el cosquilleo que se formaba en su estómago cada vez que el profesor lo tocaba. Podía sentir perfectamente los lugares por los que pasaban esas manos incluso cuando ya no estaban ahí.


El hecho de que ambos pudiesen comportarse como si nada hubiese pasado a Ethan lo dejaba en un limbo, porque por una parte estaba encantado de no tener que lidiar con el lío que tenía en la cabeza, y por otra le preocupaba el hecho de que él fuese el único que se sentía de esa manera. No importaba lo que hiciera, siempre que pudiese estar cerca del profesor de esta manera… entonces nada más tenía que preocuparle. Se sentía cómodo con él y no quería deshacerse de esa sensación, ya se encargaría después de lidiar con sus propios sentimientos.


Lo único que aún le preocupaba era una incógnita más en la vida de Byron. ¿Quién era Marcus?



Y a pesar de que trató de averiguarlo, el tiempo pasó sin dar tregua, las clases siguieron completamente ajenas a lo que cada día se sembraba con más fuerza en la mente de Ethan. Él seguía tratando de negarlo y al cabo de los primeros meses la presión que ejercía su corazón era más fuerte.


Su vida había tomado una rutina que él apreciaba, cada vez se descubría a sí mismo deseando que terminase la semana solamente para poder ir a esa biblioteca que ya tan bien conocía. Disfrutaba de sus amistades, se hacía añicos con las asignaturas y cada sábado tenía una batalla intelectual y verbal con el profesor que se había ganado más que su admiración.


En una subida de emociones, Ethan sabía que debía haber una bajada. Lo que no sabía, es que llegaría mucho antes de lo esperado.


Y con esta sensación de intranquilidad, marzo le dio la bienvenida.

Notas finales:

¡Por fin es lunes de capítulo! Honestamente ya esperaba poder publicarlo. Me dije a mí misma resolver algunos enigmas pero... nope, no. Solo creé más. Digo, para que a la hora de resolverlos sea aún más interesante.

Iniciemos con que: A Sebastian no le agrada nada nuestro dulce Jeremy u.u hasta parece que lo odia. ¿Saben por qué? Por-... já, les digo el miércoles. ¡El miércoles hay capítulo de Jeremy! (Si el dios del wi fi y las clases lo permite)

Quise desquitarme un poco con Simon por haber interrumpido el momento del capítulo pasado, así que esta vez fue Ethan quien quiso atravesarlo. Nuestro niño está creciendo... el pobrecito poco a poco se va a dar cuenta de lo que le toca sufrir.

¡Pregunta rápida! ¿Quién creen que sea Marcus? Tal vez ustedes no lo sepan pero yo muero por hablar de él uvu

En diez capítulos he avanzado hasta llegar a los dos primeros meses :'D me asusta pensar en eso porque... tengo que narrar el año entero...

Dato interesante: Marzo es sinónimo de drama en Haverville.

¡No se olviden de comentar qué les pareció el capítulo! Se me hizo interesante que esta vez nadie supiera lo que Byron tenía en la cabeza cuando Ethan decidió ir a la biblioteca. Lo mejor es que lo seguirá haciendo.

Muchas gracias a las personitas que dejan sus preciosos reviews, se merecen todo el amor del mundo y tendrán su merecida recompensa.

Espero que todos le den amor a ese mejor amigo al que le podrían dejar la llave de su dormitorio, amor a los aliens.

¡Nos vemos el miércoles!

Twitter: @MMadivil


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