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The Teacher por MMadivil

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Las primeras semanas pasaron para Jeremy en un abrir y cerrar de ojos. En algún punto se había cansado de visitar cada noche el salón de música, así que ahora se limitaba a ir una o dos veces por semana, cada vez más seguro de que aquello solo había sido su imaginación.


Pero debía admitir que tenía una muy buena imaginación.


Apenas estaba terminando el segundo mes y ya tenía que empezar a preparar los exámenes, la estúpida universidad los ponía de forma trimestral y con el escaso tiempo que le quedaba para él mismo, no podía pensar en que tres semanas fuesen suficientes. Por si fuera poco, se le estaban acabando los alumnos que realmente encajaban con el tipo que buscaba para pasar una buena noche, además de que algunos eran completamente hetero y sus intentos de seducción no habían surtido efecto.


¿Por qué no podían ser todos los chicos de la universidad gays?


Suspiró por enésima vez en ese día, no todos sus planes iban como él deseaba y eso le molestaba. Y como plus, Byron se había estado comportando muy extraño los fines de semana, los sábados apenas y podía verlo, a veces ni siquiera sabía dónde se encontraba. Cada vez que le preguntaba, recibía una respuesta evasiva y sabía que no le diría nada hasta que él mismo se cansara de ocultarlo, así que tenía que dejar las cosas surgir por sí mismas.


Y marzo estaba entrando…


Se estremeció de solo pensarlo y sacudió la cabeza, no deseaba que sus recuerdos tomaran posesión de su mente, no ahora. Cuando Byron había sacado el tema muchas semanas atrás, pensó que iba a quebrarse en ese mismo instante, no había pensado en la posibilidad de que su subconsciente le estuviese haciendo una mala jugada, eso había alimentado aún más la idea de que solo fuese su imaginación.


—Profesor Wild, ¿Podría venir un momento? Cometí un error al dibujar la dirección de la luz y ahora no puedo proyectar la sombra —habló uno de sus estudiantes para sacarlo de sus pensamientos.


—Por supuesto —respondió con una radiante sonrisa al acercarse a su alumno.


Y otra vez esa mirada estaba ahí.


Esta vez decidió no voltear, ya estaba cansado de hacerlo cada vez que tenía clase con ese chico. Cada vez que le dirigía una sonrisa a cualquiera de sus estudiantes, ese chico lo taladraba con la mirada de una forma impresionante, a Jeremy le había molestado desde el principio que alguien con una mirada tan fría y con una personalidad tan calculadora estuviese en una de las clases más extrovertidas que podía impartir la universidad.


Al principio había pensado que eran celos, por lo que continuó tratándolo de la misma forma en la que trataba a los demás, tal vez con un poco más de atención de la que debía, pero a las primeras semanas nada de lo que había dicho o hecho había dado resultado. Así que se cansó. Si esas miradas frías eran por su actitud “liberal” y diferente, entonces el tipo podía ir y tirarse de algún edificio, le importaba una mierda. Sebastian Wayne era un completo dolor de cabeza.


¿Lo peor? Era uno de los mejores dibujantes de la clase.


La técnica era perfecta, nunca había un margen de error, era bastante ágil con cualquier estilo e inclusive era aún mejor cuando hacía las pinturas al óleo. Probablemente era lo que a Jeremy más le molestaba, su perfección.


¡Estamos hablando de arte, maldita sea! ¿Por qué tienes que ser tan serio?


Al chico le faltaba algo, y era lo que a ningún artista podía faltarle: Pasión y sentimiento. ¡Cualquier cosa que fuese hecha lo necesitaba! Así fuese el mismo y perfeccionista Miguel Ángel, la pasión en sus pinturas y esculturas podía sentirse en cada una de sus obras, grandes artistas no lo eran por su estilo, lo eran por el sentimiento que le transmitían a todo el mundo.


Y si el chico no entendía eso a lo largo del año, Jeremy habría fracasado como profesor.


—De acuerdo chicos, tengo un anuncio que hacer —alzó la voz mientras volvía al frente, era la oportunidad para poner su plan en marcha—. Como sabrán, estamos a escasas semanas de los exámenes, así que tendrán como proyecto del mes hacer un bosquejo. La técnica y el tema son completamente libres, pero tienen que entregar un ensayo de dos páginas sobre lo que significa su trabajo.


Aunque algunos estaban entusiasmados y otros solo se lamentaban por tener más trabajo que hacer, el chico al que específicamente iba dirigido ese proyecto se mostró indiferente. Jeremy no podía estar más irritado.


—Nos vemos mañana, no olviden pensar en el trabajo, tienen prohibido dejarlo para última hora —finalizó justo cuando aquella molesta campana pre-grabada dio fin a sus clases.


Varios de sus alumnos lo saludaron al salir, se acercaron para entablar las típicas preguntas para llevarse bien con el profesor y finalmente desaparecieron. Revisó algunos trabajos que le habían entregado los chicos de la clase anterior y encontró algunos números de teléfono añadidos discretamente. Él solo se rió al aumentar posibles candidatos a sus noches de pasatiempo, tal vez no eran su tipo, pero era mejor que nada.


Esta noche tenía planeado un encuentro con uno de sus alumnos de la clase de música, finalmente ese novato había caído a sus irresistibles encantos y ahora estaba dispuesto a darle la mejor follada de su vida. Alguien tenía que pagar todos esos días de abstinencia en los que se dedicaba a buscar al posible ser sobrenatural y extraordinario que había escuchado muchas noches atrás.


Pero esa sensación de insuficiencia siempre estaría ahí, atada a él como el cordel a un globo, el sentimiento de vacío cada vez que terminaba una de sus pasionales noches. Nada era capaz de satisfacerlo, nada ni nadie. Tal vez es por eso que no se lamentaba pasar las noches paseando cerca del salón de música.


—Maldita lluvia… —masculló cuando un trueno lo hizo sobresaltarse.


El rubio odiaba todo lo que tuviera que ver con la frialdad, cada uno de los derivados y cada una de las estaciones, inclusive las cosas frías eran detestables de vez en cuando, en sus momentos de sublime paranoia donde se cansaba del mundo.


Su celular comenzó a vibrar incansablemente sobre el escritorio, provocando que Jeremy lo fulminase con la mirada al romper el hilo de sus pensamientos, detestaba las interrupciones. Se acercó de mala gana al aparato y se relajó notablemente cuando vio el nombre en la pantalla, formando una suave sonrisa en los labios.


—¿Por qué molestas a esta hora al maestro estándar? —preguntó antes de que su contacto pudiese articular una sola palabra.


Escuchó una risa engreída y ligera al otro lado de la línea y él también tuvo ganas de reír.


Nunca es tan temprano para molestar a ricitos de oro, además tu siguiente clase fue cancelada —dijo Byron mientras Jeremy adivinaba con facilidad la sonrisa torcida que ponía en ese momento.


—¿Mis clases canceladas? ¿Por qué? —inquirió el rubio sin el menor atisbo de preocupación— ¿Por fin hay huelga en Haverville?


No tenemos tanta suerte, tienes una junta con la academia a la siguiente hora, de hecho estás ahí en este mismo instante.


El rubio parpadeó un par de veces confundido y paseó la mirada por el salón mientras veía las gotas de lluvia estrellarse contra la ventana. Todas bajaban en una pequeña carrera para ver quién se desvanecía primero por el borde.


—Byron, no te estoy siguiendo para nada… —admitió el rubio mientras se acercaba a la ventana y acariciaba el vidrio, frío y duro.


Sí, así como lo escuchas. La lista de asistencia ya tiene tu nombre y el mío, estamos en la junta hasta las siguientes dos o tres horas —Jeremy abrió los ojos brillantes cuando se dio cuenta de lo que decía su amigo—. Así que nos podemos ir olvidando de la lluvia un rato, deja de ver a la ventana y vámonos.


—¿Y tú cómo…? —había comenzado a decir, pero un par de golpes al vidrio provenientes del ventanal contrario lo hicieron darse la vuelta, sonriendo con extremo cariño hacia el de cabello azabache que se refugiaba bajo una enorme sombrilla— No voy a salir a mojarme en esa detestable lluvia —advirtió sin haber terminado la llamada y vio a Byron poner los ojos en blanco.


Idiota, para algo es la maldita sombrilla, trae tu social trasero a la puerta y vámonos.


Jeremy quería fulminarlo con la mirada por el comentario, pero solo salió una carcajada cínica de sus labios, se apresuró al escritorio para ir por el portafolio y guardó cuidadosamente sus cosas. Le gustaba hacer esperar a Byron, pero él también deseaba marcharse de ahí cuanto antes. Además, el hombre podría estarse muriendo de frío ahí afuera y jamás pisaría el salón de arte, había dicho que no le gustaba el olor a pintura y creatividad, pero no sabía qué argumentar cuando pasaba lo mismo en el salón de música.


El rubio siempre sabía el verdadero motivo y probablemente Byron también, pero nunca se dijeron nada. Simplemente se entendían sin necesidad de palabras, esa era la base en la relación tan estrecha que tenía con Byron, la relación que casi nunca tuvo con nadie.


—Un día que te vuelvas a aparecer por la ventana sin avisar me dará un infarto —le advirtió Jeremy mientras entrecerraba los ojos al sentir el frío y húmedo viento envolverlo por completo.


Byron pareció darse cuenta de lo mucho que se contenía para no encogerse sobre sí mismo, porque Jeremy se limitó a cruzarse de brazos mientras trataba de ignorar el hecho de que llovía. Siempre mantenían una distancia prudente cuando caminaban por el campus, pero esta vez a Byron no le importó con tal de reconfortar al rubio, acercándolo hasta dejar a Jeremy completamente ajeno a la lluvia.


—Byron, primero vayamos a comer algo, muero de hambre —pidió mientras veía las puertas de la cafetería para profesores. Afortunadamente los pasillos estaban completamente vacíos.


—Tú siempre tienes hambre —aclaró Byron haciendo rodar sus ojos azules.


—Y tú nunca comes nada, te estás poniendo más pálido cada día —contraatacó poniendo un fingido rostro de miedo—. Tal vez eres un vampiro y  te estás muriendo por falta de sangre. Vampiro inútil.


—A callar, ricitos de oro —le respondió el aludido mientras le daba un suave toque a la mejilla, haciendo reír a Jeremy.


Cuando ambos entraron a la cafetería, soltaron un largo suspiro de alivio al ver que estaba completamente vacía, la mayoría de los maestros estaba dando clase o en la junta de academia, lo único que podían escuchar era el viento azotando las ventanas y la lluvia cayendo incansable sobre los altos techos del lugar. Jeremy se sintió aliviado al no tener que soportar el frío de la lluvia y caminó atravesando todo el comedor, ignorando completamente las ostentosas mesas y el gran banquete de comida que ofrecía la mesa principal, yendo directamente a la enorme puerta que dividía el comedor con la cocina, entrando como si fuese su propia casa.


—¡Mi preciosa y adorable Gabrielle! Dime que tienes algo especial para nosotros, no siempre tenemos la oportunidad de ser consentidos por ti sin la mirada inquisitiva de los otros profesores —canturreó el rubio con una enorme sonrisa—. Además, estoy muy seguro de que Byron no podrá negarse a probar alguna de tus deliciosas creaciones.


Aquella mujer volteó a mirarle inmediatamente, estaba frente a la enorme mesa metálica con una tabla de picar y un cuchillo en mano, vestida completamente de blanco con su uniforme de chef que relucía el escudo de la universidad y correspondió a la sonrisa del profesor con una aún más cálida y dulce. Jeremy la adoraba, le recordaba mucho a su abuela y por consecuencia, Byron también lo hacía, ella siempre mostraba su dulce e inocente sonrisa bajo unos ojos que irradiaban experiencia e inteligencia.


—¡Oh Jeremy, querido! —respondió con emoción la mujer, acercándose al profesor para que éste pudiese abrazarla como siempre solía hacerlo— Siempre cuidando de nuestro adorado Byron, cuánto añoraba verles pasear por aquí como solían hacerlo —agregó con una risilla mientras volteaba a ver al de cabello azabache, quien no dudó en acercarse y tomar la mano de la anciana para darle un beso en el dorso con cortesía.


—Yo diría que es al revés —respondió Byron con una sonrisa— alguien tiene que vigilar que ricitos de oro no se escape de casa.


El rubio le propinó un codazo limpio a su amigo sin borrar su sonrisa, pero fulminó a Byron con la mirada por una fracción de segundo. El hombre no había mostrado reacción alguna pero tuvo que alzar una mano para acariciarse el costado.


—Byron, tú siempre molestando a nuestro dulce Jeremy —dijo Gabrielle con un suspiro mientras se colocaba las gruesas gafas que antes le colgaban del cuello—. ¿Y bien mis niños, qué les apetece comer hoy?


—Sorpréndenos Gabrielle —respondió Byron finalmente, parecía resignado y dispuesto a comer esta vez. Aunque no era novedad, él solo comía bien cuando se combinaban el rubio y la anciana en un mismo lugar.


—Muy buena respuesta —elogió la mujer mientras se acercaba a los utensilios de la cocina, ninguno de los dos sabía lo que haría esta vez— ¿Alguno de ustedes se ha cruzado con Alejandra? La muy arpía no me habla desde hace unos días. Ni siquiera se digna a comer mi comida.


Los profesores se miraron entre ellos y apretaron los labios para no reírse, pero Gabrielle los miró y los apuntó con el cuchillo.


—Si se atreven a decir algo les pondré el cuchillo en las manos y ustedes van a cocinar para todo Haverville —advirtió con los ojos entrecerrados.


Ambos profesores alzaron las manos en señal de paz y se esforzaron por contener sus risas.


—¿A qué se debe la pelea esta vez? —inquirió Jeremy dejando escapar una risilla.


—Las épicas batallas de las hermanas Seller siempre son un mal augurio en Haverville —comentó Byron mientras (para sorpresa de Gabrielle y de Jeremy) se robaba alguno de los bocadillos salados del plato donde ya estaban servidos.


—Oh mi niño, no tienes ni idea, cosas de familia. Pero se toma demasiadas libertades por ser la mayor —Gabrielle se ajustó las gafas y comenzó a cortar varios vegetales mientras hablaba—. Tres minutos, ¿qué son tres minutos? —mascullaba de mala gana.


Jeremy comenzó a reírse al pensar en las peleas que tenían las hermanas Seller, eran mujeres mayores, inteligentes y trabajadoras, tal vez el único problema que tenían en su relación es que eran gemelas. Él se había jurado a sí mismo que cuando llegase a la vejez, quería tener el ánimo para actuar justo como ellas.


Gabrielle y Alejandra habían sido las cómplices del rubio y de Byron cuando estudiaban en la universidad, naturalmente ellas eran mucho más jóvenes y en ese tiempo los salvaron de muchos problemas. Inclusive ahora ambas se parecían demasiado, pero la diferencia podía verse a kilómetros una vez que las conocían. Alejandra era mucho más estricta, más sarcástica y por supuesto era la adoración de Byron. En cambio Gabrielle era más extrovertida y simpática, sonreía unas mil veces al día, era obvio que Jeremy pudiese estar todo un día con ella.


En la universidad no se hablaba mucho de ellas, eran casi una leyenda pues Gabrielle nunca se veía fuera de la cocina y Alejandra era difícil verla en un rango fuera de la oficina del director. El hecho de que fuesen gemelas probablemente solo lo sabían algunos profesores y el director, así que ambas eran un tabú para el alumnado.


—Jeremy, cariño ¿cómo está tu abuela? ¿Sabes algo de ella? —inquirió la mujer con cierto tacto.


El rubio sabía que Gabrielle estaba genuinamente preocupada, por lo que le dedicó una sonrisa tranquilizante.


—Ella está muy bien, la señora Wild es un hueso duro de roer, te puedo apostar que a esta hora sigue horneando pan o en el jardín…


—O peleando con el jardinero… —completó Byron con una media sonrisa.


—Sabes que si ella te escucha, te dará con el bastón —le advirtió Jeremy sin poder evitar su sonrisa.


Gabrielle y Byron se enfrascaron en una conversación acerca de quién era el jardinero a quien la abuela siempre usaba como saco de pelea y Jeremy trató de seguir el hilo de la conversación, pero en algún punto comenzó a perderse en sus recuerdos, la mención de su abuela y el olor a vegetales recién cortados le recordaron su viejo hogar.


Si bien nunca podía negar que la extrañaba, siempre trataba de ocultar gran parte de lo mucho que lo hacía, una vez inclusive había planeado meterla a Haverville como contrabando, pero inmediatamente desechó la idea. Deseaba hablarle de muchas cosas, entre ellas del violinista que siempre ocupaba un lugar en su mente sin importar lo que estuviese haciendo, que había escuchado la melodía más hermosa que hubiese imaginado y que Byron últimamente se comportaba muy extraño. Aunque él ya era extraño desde el principio. El cambio en él era muy sutil, pero un ejemplo es el hecho de que ahora comiese por cuenta propia y que, los fines de semana que normalmente lo ponían de malhumor por hacerlo dormir demasiado, ahora fuesen el motivo por el que él se veía más animado.


Tenía ganas de amarrar a Byron a una silla e interrogarlo.


Sonrió levemente al imaginarse lo que su abuela diría si fuese testigo de esos cambios, después de todo ella los conocía como a las palmas de sus manos. Cuando Jeremy y Byron se conocieron, ni en sus más remotos sueños se imaginó que le presentaría a alguien que era tan importante para él, y desde eso dejó de ser “La abuela de Jeremy” para convertirse en “La abuela Wild” porque también había adoptado a Byron con cariño. Y aunque Jeremy se consideraba una persona celosa, se sorprendió a sí mismo sintiéndose alegre por poder compartir ese cariño con su mejor amigo.


El tiempo pasó tan rápido… parece que fue ayer cuando apenas eran unos mocosos insensatos.


Por un momento se quedó contemplando a Byron, recordando con total claridad su aspecto cuando ambos apenas ingresaban a la universidad. Había cambiado completamente en el aspecto físico, era tanta la diferencia que bastaba con decir que cuando lo conoció estaba casi de la misma altura que él.


Sí, algo muy imposible de creer.


Byron siempre había mantenido su cuerpo en buena forma, pero antes era mil veces menos corpulento a pesar de que era bastante fuerte, además tenía un rostro increíblemente inocente y sus facciones eran muy suaves. Pero no podía culparlo, solo tenía dieciséis, era normal que se viese como un niño. Y recordar a ese chico de lindo rostro y ojos increíblemente azules hizo suspirar a Jeremy, porque a pesar de la enorme diferencia del físico…


¡Seguía siendo el MISMO maldito ególatra, narcisista, sarcástico y molesto imbécil de siempre!


¿Alguien tiene idea de lo difícil que era mirar un rostro de ángel y escuchar maldiciones saliendo a diestra y siniestra de su pequeña boca? El rubio había escuchado insultos que en toda su vida escucharía jamás. Y las peleas… oh esas malditas peleas.


Y es que Jeremy en ese tiempo era…


—Ricitos, despierta, tierra llamando a ricitos —escuchó decir a Byron mientras éste chasqueaba los dedos en su cara—. Deja de soñar despierto, nuestra hora libre se irá a la mierda en poco tiempo.


—¿Sabes? Recordaba cuando eras un mocoso, pensaba que eras adorable y lindo y aplastaste todas mis ilusiones el primer día —dijo el aludido con un nuevo suspiro de resignación.


—Mejor no hablemos de ti Jeremy… —respondió Byron con una media sonrisa.


—Nuestro niño tiene razón Jeremy, probablemente eres el que más ha cambiado desde que eran jóvenes. Byron tal vez sea más alto y apuesto, pero su personalidad no ha cambiado mucho —comentó Gabrielle con una risilla—, pero tú cariño…


—Ya, ya basta, no me lo digan. Fue una etapa oscura de mi vida y ya la he superado —la cortó el rubio colocándose las manos en las orejas.


Nunca quería escuchar comentarios respecto a su pasado, mucho menos de su caótica adolescencia.


Por una vez Byron y Gabrielle decidieron complacerlo, pero justo cuando alzó la cabeza para encararlos creyendo escuchar algo, Byron le metió en la boca un pedazo de comida. Jeremy gruñó en respuesta y cuidó que la comida no cayera al suelo, fulminando a su amigo con la mirada mientras Gabrielle solo reía.


—La venganza es dulce —expresó con satisfacción el de ojos azules con una sonrisa radiante.


—Oh sí, entiendo a lo que te refieres —admitió Jeremy en el instante en el que tomaba un pedazo de tarta y lo estrellaba contra la boca de Byron, rompiendo a reír a carcajadas.


—Vas a pagarlo caro Wild… —masculló Byron limpiándose la comisura de los labios donde aún había rastros de la mezcla de mermelada y jalea, restregándole esos restos en la mejilla al rubio.


—¡Basta niños, ustedes van a limpiar la cocina! —amenazó Gabrielle alzando nuevamente la espátula, pero ambos sabían que también se esforzaba por no reírse—. Profesores un comino, ustedes siguen siendo los mismos rufianes de siempre.


—¡Oh gracias! —dijeron el rubio y Byron al unísono mientras extendían los brazos para abrazar a Gabrielle.


Se miraron con complicidad y ambos le dieron un beso en la mejilla, manchándola también con la dulce mezcla de la tarta.


—¡Ustedes! Pero si ya no se puede confiar en nadie —comenzó a regañarlos mientras extendía el pañuelo con el que se secaba las manos y les pegaba a los dos profesores que no paraban de reír—. Algún día los grabaré de esta forma, no me imagino lo que pensarían sus estudiantes, sobretodo de ti Byron.


—Nadie tiene por qué enterarse —aseguró el de cabello azabache mientras se acercaba al lavamanos para limpiarse el desastre de azúcar que tenía en el rostro y Jeremy lo siguió.


—Pero que humorcito se trae… ¿Ha sucedido algo bueno últimamente? —inquirió Gabrielle sorprendiendo a Jeremy, pero Byron parecía no haberse inmutado.


—¿A qué te refieres Gabrielle? —preguntó el rubio.


—¡Oh no, nada querido! Es solo que es bueno verles de buen humor —dijo con una sonrisa, volteándose inmediatamente para mostrarles la comida servida— Ahora vengan a comer, se les acabará el tiempo.


~*~


Cuando ambos se despidieron de Gabrielle, Byron dijo que debía irse para adelantar el manuscrito, la fecha límite estaba muy cerca y él nunca acostumbraba a romper los plazos, pues eso significaría presión y estrés, cosas que detestaba porque representaban una pérdida de tiempo.


A Jeremy se le hizo muy extraño que aceptara los bocadillos que Gabrielle le ofreció para que comiese algo más mientras trabajaba, pues él siempre se negaba a comer de más. Algo muy extraño le ocurría, pero estaba seguro de que fuese lo que fuese, era muy bueno para él.


El rubio aprovechó que la lluvia había cesado para regresar lo antes posible al salón de artes, no quería que una sola gota de lluvia lo tocase y mucho menos disfrutaba el clima frío y húmedo. Cuando entró soltó un gran suspiro y dejó sus cosas sin cuidado en el escritorio y se quedó mirando el enorme salón vacío, con los caballetes cubiertos con una sábana blanca rodeando las paredes y los asientos completamente desacomodados.


Rió amargamente cuando comenzó a llover nuevamente, esta vez con mayor intensidad, ahora parecía que la lluvia trataba de taladrar el techo. El sonido del agua al caer, que para muchas personas era relajante, le resultaba desesperante, tan desesperante como el tic tac del reloj.


Una de las ventanas laterales cedió a la fuerza del viento y terminó abriéndose de par en par, haciendo volar libremente los pinceles y papeles en cada uno de los asientos vacíos. Se levantó con rapidez a cerrar con más fuerza de la necesaria esa ventana, empezaba a ponerse de malhumor y los buenos momentos que había pasado en la cafetería comenzaban a desvanecerse.


—Por eso odio Marzo… lo odio —murmuraba con una rapidez que hacía inaudibles sus palabras.


Cuando miró todo el lío que se había formado en el salón de arte, se dispuso a recoger los objetos tirados en el suelo con un cansado suspiro, a sabiendas de que seguiría maldiciendo hasta que diera comienzo la siguiente clase.


Pero entre todos los papeles, había uno que estaba discretamente arrugado y doblado, Jeremy solo lo abrió pensando que podía ser de esas notas que siempre se pasaban sus alumnos en secreto.


Y juraría que estuvo a punto de volverse loco.


Era un bello y perfecto dibujo de un maldito violín.


Las líneas eran suaves, las sombras estaban proyectadas a la perfección, el grosor de cada cuerda era diferente como correspondía; el arco estaba dibujado justo a un lado, descansando finamente sobre el borde del mango del violín. Jeremy podía sentir la calidez y el cariño emanar de cada trazo, el amor con el que el artista dibujaba el instrumento perfecto. ¡Era esto lo que él quería, lo que tanto buscaba! Y por si fuera poco, como una mala jugada del destino, como si para la vida su búsqueda fuese una broma, el inmaculado dibujo solo había sido profanado por las huellas del artista. Huellas perfectamente marcadas con la tinta que él había utilizado para manchar suavemente el mango de todos los violines del salón de música.


Quería gritar, maldecir, tal vez inclusive llorar.


Noche tras noche, día tras día, por lo menos un minuto de cada hora se dedicaba a pensar en la melodía que no podía sacarse de la cabeza. Y de repente estaba ahí, la prueba del delito, la prueba de que el ángel existía y de que no estaba loco. ¿¡Pero por qué tenía que ser de esta manera!? ¿Es que acaso ese chico jugaba con él porque ya conocía sus intenciones? Porque eso es lo que era, solamente un chico. Un chico que tomaba sus clases, al que veía todos los días en el salón de arte, alguien que camuflaba a la perfección cada uno de sus dones, alguien tan egoísta como Jeremy que era receloso con su propio arte. Vanidad. Esa era la palabra que podía describir a su ángel.


Lo peor era que había dado tres clases ese mismo día, no podía asegurar a la clase que pertenecía y el número de alumnos no ayudaba, treinta personas podrían ser lo que él buscaba. Y a la vez no, porque nadie podría alcanzar esa perfección, literalmente era una aguja en el pajar, pero al menos ya podía reducir su campo de búsqueda, ya sabía que el chico estaba más cerca de lo que creía.


Lo difícil sería dar con él, y más en estos días. Días en los que la soledad no era una opción.


Jeremy sabía que Byron normalmente prefería ocupar las horas libres para sí mismo, no siempre pasaban tiempo juntos, pero cada año en estas fechas él siempre se mostraba más cerca de lo habitual, y él lo había notado con el paso del tiempo. Sin embargo, no se atrevía a decirle algo al respecto, él realmente necesitaba de su compañía.


—Siempre lo he necesitado…—murmuró con una amarga sonrisa.


Cerró la puerta con seguro y se apoyó de espaldas a ella, de forma que fuese imposible mirarle desde algún ángulo de la ventana cuando se dejó caer al suelo para sentarse. Se quedó mirando nuevamente los trazos del dibujo y lo miró tan fijamente que le pareció que el violín se movía y que el arco se acomodaba contra las cuerdas para poder tocar.


El violín era su instrumento favorito, y estaba ahí, dibujado con un cariño que…


“No solo la música es capaz de expresar sentimientos, los dibujos son el lenguaje universal del alma cuando los trazos no salen de la razón”


Se estremeció cuando esa voz resonó en sus oídos y se llevó las manos a éstos, cerrando los ojos con fuerza como si éstos pudiesen privarlo de sus pensamientos.


“—Solo sabes decir cursilerías, ese tipo de cosas es imposible.


—¿Te parece? Trata de dibujar algo que realmente adores con el alma, algo que realmente ames y te lo demostraré.


—¿Cualquier cosa?


—Lo que tú quieras.


—Entonces siéntate, voy a dibujarte”


Se encogió sobre sí mismo y estrujó los largos rizos rubios entre sus manos, lo hacía con tanta fuerza que comenzó a ser doloroso, pero no podía detenerse, no quería comenzar a llorar, no era el momento.


Abrió los ojos con la vista nublada por el agua que intentaba escapar de la comisura de sus ojos y miró al dibujo. Que irónica era la vida, detestaba con toda su alma las gotas de lluvia y éstas podían salir de sus ojos sin permiso. Extendió la mano para acariciar el trazo del violín y en un arrebato lo acercó para estrujarlo contra su pecho en un solitario abrazo.


Estaba tan cansado de sufrir por lo mismo… todos los años, tal vez todos los días, pero en estas fechas los recuerdos eran tan fuertes que resultaban asfixiantes. Ese día estaba muy cerca, y siempre tenía miedo de despertar y descubrir que ya no era capaz de soportar un solo minuto más con éste sentimiento.


“Jeremy, sonríe, no tiene nada de malo sonreír si estás contento. Pero incluso si estás triste, sonríele a la vida por seguir vivo a pesar de estar tan deprimido, en algún momento saldrá la luz que te robe una sonrisa sincera”.


Han pasado más de diez años y esa luz aún no la encuentra.


Pero él no puede decir que está solo, porque ciertamente tiene una luz que le hace compañía, pero esa luz también está herida, es una luz que también necesita de otra. Están juntos porque tratan de llenar el vacío que sienten, aunque ambos saben que hace falta aún más para ello.


—Tal vez ni siquiera existe… —se escuchó murmurar, o tal vez fue solo su imaginación.


En ese momento, llegó a su mente como un torbellino el recuerdo de algo que Byron le había dicho respecto a eso, respecto a esa felicidad en forma de luz. Era probablemente lo más consolador que le había dicho en toda su vida y también formaba parte del recuerdo más importante que tenía con él, aunque tenían muchos juntos.


Hace un par de años, cuando comenzaron a dar clase en la universidad, estaban bebiendo únicamente con las luces de la mesa de noche encendidas, en el resto del departamento de Jeremy reinaba la oscuridad. Byron se había adueñado de su cama —como siempre—, y el rubio estaba con la cabeza apoyada en la ventana, recordaba perfectamente que estaba mirando la infinidad del bosque que rodeaba todo el campus, tenía una profundidad tenebrosa ese día. Ya sea por el alcohol o por la noche, o porque era marzo, todo tenía un aspecto lúgubre. Escuchó que la botella de vino que Byron sostenía se caía al suelo y rodaba hasta chocar posiblemente contra una de vodka que habían terminado en cuestión de minutos varias horas antes.


Si bien no recordaba mucho de la conversación que habían tenido ese día, conocía de principio a fin lo último que Byron había dicho antes de que ambos cayeran inconscientes, cuando aquella botella hizo aquel ruido.


—Jeremy… —había comenzado a decir, arrastrando la voz por lo borracho que estaba, aunque tenía una mayor resistencia al alcohol que él— ¿Por qué tienes que seguir sufriendo por…? No… espera, ¿por qué yo sufro contigo? —se preguntaba el de cabello azabache de forma incoherente— No es justo, el sufrimiento es tuyo, no mío.


—¿Por qué sufres Byron? —había preguntado el rubio al seguir el hilo de la conversación— Eres egoísta, ni siquiera permites que sufra solo. Eso es injusto para mí, no tienes derecho a sufrir conmigo, te lo prohíbo.


Y aunque eso sonaba protector, la verdad es que ambos estaban hablando de forma egoísta, Jeremy hablaba con ingratitud y molestia, estaba celoso de que Byron sufriera cuando a él no le había ocurrido nada.


—Eso quisiera… pero no puedo, no me dejas —respondió haciendo una larga pausa—. Todo es culpa tuya, si no fueras tan importante para mí, yo no sufriría contigo.


Jeremy se volteó aún algo mareado, siguiendo la larga silueta de Byron bajo la escasa luz de las lámparas, se acercó al borde de la cama y tomó a Byron del cuello de la camisa, a punto de golpearlo. ¿Por qué Byron tenía que ser tan egoísta con su dolor? Él quería sufrir solo, quería sufrir por el pasado, no quería sufrir por estar lastimando también a Byron. Había alzado el puño para atravesárselo en la mejilla, siempre quería pegarle justo en la cara, quería adornar su cara bonita con una enorme mancha morada. Y se detuvo cuando pequeñas gotas brillantes de agua aparecieron en los labios y mejillas de Byron, pero el de ojos infernalmente azules no era quien lloraba, de hecho lo miraba incrédulo.


Era Jeremy. Y cuando éste se dio cuenta, más lágrimas comenzaron a caer de su rostro, ahora las sentía, ardientes contra sus mejillas.


La mano que antes había formado un puño hiriente, ahora se dejaba caer, tan floja como si fuese de trapo mientras Jeremy se entregaba al llanto como un niño. Byron, quien se había quedado quieto e impasible a sabiendas de que el rubio no podría golpearlo, alzó los brazos y lo encerró entre ellos. Él lo recordaba porque eran escasas las veces que lo había abrazado de aquella manera, muy pocas veces lo había ceñido y cuidado como si fuese un niño pequeño, acariciado su cabellera rubia con cuidado y besado su frente mientras le prometía que estaría a su lado sin importar lo que sucediera.


—No llores… —había dicho Byron con una voz tremendamente suave y dulce— Sabes que detesto verte llorar, nadie tiene el derecho de hacerte llorar, solo yo. Y yo nunca voy a hacerte llorar —el de cabello azabache le alzó el rostro y limpió sus lágrimas con la yema de los dedos a pesar de que no dejaban de surgir—. Tú eres capaz de soportar mejor los recuerdos, siempre has sido mejor que yo. Yo solo pienso en huir, en alejarme, yo jamás volvería al lugar que me hace daño. Y tú estás ahí, dando clase todos los días en ese infierno. ¿Quién soy yo para consolarte cuando no soy capaz de poner un pie en ese lugar? Y por un sufrimiento que ni siquiera es mío. Es el cariño que siento por ti lo que me arrastra a estar aquí contigo.


—Me molestas Byron, me molestas queriendo buscar una felicidad que no tengo, lo peor es que yo también la estoy buscando —había respondido mientras apoyaba la frente sobre la de su amigo— ¿Por qué quieres que deje de llorar?


—Porque tú mismo lo has dicho, quiero verte feliz.


—Pero tú tampoco estás feliz… ni conforme, no seas hipócrita al pedirme eso. ¿Y si en realidad no hay felicidad y solo es una basura inútil? ¿En qué te basas para decirlo?


Byron se había encogido de hombros sin alejar a Jeremy, pero aún acariciaba sus rizos en un intento de consuelo, un intento que ciertamente funcionaba.


—Un hombre podría ir a Madrid y regresar estando completamente ebrio, probablemente regresaría a su hogar y sabría que tiene un lugar donde dormir —dijo al principio sin mucho sentido—. Nosotros no somos tan distintos, buscamos la felicidad como los borrachos buscan su casa sabiendo que tienen una.


A Jeremy esas palabras le habían llegado directo a la herida que tenía, esa herida que se alimentaba de la idea de que no tenía derecho alguno a ser feliz, que si su vida era miserable era porque se lo merecía. Y ahí estaba Byron, dándole un golpe a su mente para darse cuenta de que la esperanza existía, sin saber dónde ni porqué.


Él se echó a llorar al recordar que esa persona le había prometido una luz que lo hiciera sonreír, y ahí estaba Byron, asegurando lo mismo.


Después de eso el llanto fue incontrolable y Byron le había dejado llorar hasta dormirse, nunca dejó de abrazarlo esa noche. A la mañana siguiente tuvo la peor resaca de su vida y le había asustado la idea de que Byron estuviese medio muerto, pero la realidad fue que a él lo había golpeado mil veces peor el alcohol. Además, fue la primera vez que Byron no se movió mientras dormía, Jeremy estuvo realmente sorprendido cuando se despertó por sí mismo y no por haberse caído de la cama.


Ahí descubrieron que una considerable cantidad de alcohol noqueaba a Byron lo suficientemente fuerte para hacerlo dormir como si estuviese muerto.


El rubio dio un respingo cuando su celular vibró esta vez en su bolsillo, rompiendo bruscamente el hilo de sus pensamientos. Era solamente un mensaje.


“¿Nos vemos esta noche Wild? Saldré más temprano, apuesto a que podemos pasar más tiempo en mi habitación. Llámame.    —Armand”


El mocoso de la clase de música.


En ese momento deseó maldecirlo, estaba en una montaña rusa de emociones y no estaba de humor para follárselo o tan siquiera coquetearle, pero tal vez era la única forma de olvidarse de todo lo que le atormentaba.


“Nos vemos cuando terminen tus clases.   —Wild”


~*~


Jeremy miraba al techo algo distraído, se sentía extasiado por los besos que recibía en su cuello y al mismo tiempo se preguntaba qué hora sería para que la luna pudiese reflejar la parte más alta de la pared.


—Basta, me dejarás marcas… —le advirtió al chico mientras tiraba de su cabello hacia atrás con sensualidad para separarlo de su cuello.


—¿Y cuál es el problema? No es que pocos sepan lo que haces… —respondió Armand comenzando a lamer la fina línea de su mandíbula.


—No me importa que lo sepan ustedes, me refiero a los otros profesores, si me meto en problemas entonces díganle adiós a sus descargas de frustración sexual —respondió hábilmente el rubio mientras se acercaba a los labios del chico, robándole un largo y demandante beso.


En ese momento Jeremy dejó de estar sentado sobre él y ahora se encontraba aprisionado contra el cuerpo del chico y la cama, sentía las manos de Armand moverse por todas partes, especialmente por sus piernas. Se estremeció cuando sintió sus dientes morderle con suavidad los labios, era muestra de que se encontraba plenamente excitado y eso hizo sonreír con malicia al rubio, sintiendo cómo Armand abandonaba nuevamente sus labios para descender por su cuello.


Entonces volvió a distraerse, porque no sentía absolutamente nada.


Era consciente del roce de sus labios, de la humedad que dejaba su lengua al pasar, de la sensación de ese cabello ondulado entre los dedos y la piel desnuda de su espalda. Su piel era consciente del placer, pero es como si únicamente el tacto estuviese trabajando en ese instante, ninguno de sus otros sentidos hacía un esfuerzo por hacer sus noches más placenteras. Nunca sentía nada especial, todo se limitaba a qué tan rápido podían hacerlo llegar al orgasmo y por cuánto tiempo.


¿Cuál era la diferencia cuando se estaba enamorado? Siempre quiso saberlo, aunque quizás no había ninguna.


Una mano insistente hizo que se estremeciera, esta vez con algo de miedo, cuando Armand quiso deshacerse de los botones de su camisa.


—Te dije que podías hacer lo que quisieras, excepto eso —le recordó de mala gana, separándolo para volver a abrocharse la camisa.


—¿¡Y eso por qué!? Tú me estás viendo prácticamente desnudo y no pareces tener problema con ello, además quiero tocarte —insistió, pero Jeremy hizo a un lado sus manos.


—Si no aceptas mis condiciones entonces me iré, no eres el único que está esperando a follar conmigo —advirtió con descaro y egoísmo, dejando ver a todas luces que en realidad no le importaba.


—Se te están subiendo los humos a la cabeza solo porque eres el único profesor que…


El rubio sonrió e invirtió las posiciones con un solo movimiento, aprisionando con las manos las muñecas del chico a cada costado de su rostro, acercándose a sus labios sin dejar de mirar a sus ojos completamente oscuros.


—Que no se te olvide que estás tratando conmigo Armand —indicó Jeremy mientras acariciaba los labios del chico con los suyos al hablar—. Ningún idiota ha conseguido darme lo que quiero y tú tampoco podrás hacerlo, pero mínimo demuéstrame que no eres tan impotente a la hora de someter a alguien o quien terminará metiéndola seré yo —finalizó poniendo una expresión oscura.


Al momento de darse cuenta de lo que hacía y el rostro incrédulo del chico, le robó un largo beso de los labios para distraerlo, soltando sus muñecas para acariciar su pecho. Se acercó a su oído y lamió con sensualidad su oreja.


—Estoy jugando, deja de hacerme esperar con jueguitos previos, métela ya —murmuró en una excitante súplica que su estudiante “juguete” no pudo ignorar.


Armand pareció salir de un extraño trance en cuanto Jeremy rozó su trasero con la entrepierna del chico, irguiéndose para aparentar estarle montando. Eso bastó para que el incrédulo mocoso perdiera el juicio y se abalanzara contra él, haciendo todo cuanto Jeremy quería la noche entera.


Cuando toda esa pasión se consumió tan pronto como había surgido, Jeremy volvió a experimentar esa sensación de vacío. Tener sexo siempre le sentaba bien, pero nunca estaba satisfecho. Se encontraba tendido en la cama, únicamente con la camiseta puesta, el chico había caído dormido en cuanto se corrió por tercera vez esa noche y ahora el rubio le daba la espalda con indiferencia.


Detestaba que la época interfiriera con sus planes, el mes le afectaba tanto que ni siquiera podía tener sexo casual debidamente, es como si no tuviese ganas de hacer nada. Tal vez ni siquiera de respirar.


Se levantó, se vistió y ni siquiera se fijó de la hora cuando salió del dormitorio del chico, lo único que quería era regresar a su edificio y darse una ducha, enrollarse en las enormes sábanas de su cama y quedarse en la misma posición hasta quedar inconsciente, procurando estar lo suficientemente cansado para caer rendido a los brazos de Morfeo al instante.


Sabía que debía pasar al salón de música, por curiosidad, o para verificar que el descubrimiento de hoy le había proporcionado alguna pista. Pero no podía, ese lindo sueño no se merecía verle así, tan abatido y cansado. Al menos la lluvia era más ligera, pero había llovido tanto que eran inevitables los charcos que se formaban en los pasillos que estaban descubiertos, Jeremy procuraba no resbalar con alguno de ellos.


“—¿Te gusta la lluvia?


—Es como ver al cielo llorar, la detesto.


—Sé a lo que te refieres, pero inclusive los paisajes más tristes tienen su encanto, siempre debes fijarte en lo mejor de cada existencia.”


Sintió un mareo al recordar tan vívidamente esa conversación y su sorpresa fue tal que tuvo que detenerse un momento para apoyarse en una de las columnas de granito que colindaban todos los pasillos. Sintió unas enormes ganas de vomitar, pero su dormitorio estaba demasiado cerca, no podía dejarse vencer ahora.


“—¡Mira esa lluvia caer! Es como si refrescara todo el ambiente, mañana podrás ver el sol y el rocío decorando el césped más verde que nunca.


—Y dale con esa estúpida poesía… ¿Por qué insistes tanto en hacerme ver la lluvia?


—Quiero compartir contigo todo lo que me gusta.”


—Ya basta… —murmuró Jeremy colocando las manos en su cabeza, cubriéndose los oídos.


“—¡Terminé, al fin terminé ese maldito trabajo!


—Bien hecho, ahora podrás explicarme cada centímetro de él, solo para estar seguros de que lo aprendiste.


—Debes estar bromeando…”


Su estabilidad flaqueó por un instante, obligándolo a descender hasta quedarse casi de rodillas. El pasillo parecía desvanecerse… o tal vez solo se tornaba borroso, tal vez era por la lluvia… sí, tal vez solo fuese la lluvia. Fue la lluvia la que le concedió el deseo de apagar su mente antes de lo deseado. Sentía frío en todo el cuerpo y había algo mojado y duro contra su mejilla, pero al menos ya no escuchaba el sonido de la lluvia al caer.


Ahora solo podía ver el recuerdo, como una película arrasando su mente antes de dormir profundamente.


“—¡Me niego a tomar esas estúpidas clases! —alzó la voz exasperado, con una clara mueca de desagrado.


—Tienes que hacerlo, es necesario —había dicho él con una sonrisa. Él siempre tenía una sonrisa—. Yo te daré las clases, así nadie se preocupará si maldices a todo el mundo.


—Me estás jodiendo…


—Cuida esa boca jovencito… —le había reprochado él— ¿Qué te parece si lo hacemos fuera del horario de clases? Por las noches es más fácil que los salones estén vacíos.


—Es un trato justo… Pero quiero algo a cambio.


El mayor enarcó una de sus oscuras cejas y sonrió de forma torcida.


—¿Qué es lo que puede querer alguien como tú?


El rubio abrió la boca para contestar, pero no lo hizo, simplemente se quedó ahí plantado, frustrado por la idea de tener todo cuanto quería si hablaba de cosas materiales.


—De acuerdo, tengo una idea, cierra los ojos —le había pedido mientras dejaba los exámenes a un lado.


En ese momento obedeció sin saber por qué, a pesar de que nunca lo hacía y poco le importaba comportarse, cerró los ojos sin saber qué esperar. Entonces unos suaves y cálidos labios aterrizaron en su boca, haciéndolo sentirse en las mismas nubes.


—Si te gustó, lo haré cada vez que apruebes una clase. Si no te gustó, te castigaré con ello de igual forma —advirtió con una gran sonrisa.


—Eres un sádico Vicent.


—Oh Jeremy… —dijo con una suave risa y unos ojos iluminados, de un color chocolate oscuro tan profundo que podría sumergirse en ellos por horas— Aún te falta mucho por aprender, mi príncipe rebelde.”


Sintió unas manos sostener su cabeza, le pareció escuchar voces, pero solo podía pensar en extender la mano y decirle a Vicent que regresara, que lo necesitaba tanto como él mismo lo había asegurado.


Pero tenía tanto sueño… que todo se tornó oscuro, igual que ese recuerdo.

Notas finales:

¡Sorpresa! ¿Cómo ha estado su semana? Vine a desearles un bonito fin de semana, mañana es 10 de mayo, felicidades a las madres de mis hermosos lectores uvu <3 sin ellas, mis niños no existirían.

Lamento mucho haber tardado tanto en actualizar, por este medio no tenía forma de informarles que estuve escasa de tiempo por los estudios, unos viajes y un ENORME BLOQUEO MENTAL. Enorme nivel: Escribí tres parrafos diciendo lo mismo. Obviamente borré esa porquería y les traje este capítulo, pero "Lluvia de recuerdos" resultó ser un capítulo SUPER LARGO. Así que decidí dividirlo en dos partes, así que no se preocupen por no haber visto a Sebastian aún, nos espera algo muy bueno en la siguiente.

Mencioné a la abuela de Jeremy porque mañana es 10 de mayo uvu, mamá Wild es una gran mujer, pelea con jardineros, pero es una gran mujer, Byron también la quiere mucho.

¡He desvelado un poquito más acerca del pasado de Jeremy! Honestamente soy una escritora sentimental, así que casi me pongo a llorar al escribir los diálogos con Vicent ; ; espero haber podido proyectar como quería los sentimientos de ricitos, él vive en una montaña rusa constante.

¿Alguien se ha dado cuenta de algo que Jeremy nunca deja que hagan durante el sexo? Sí, eso también pueden verlo en el otro capítulo con el tal Jason.

¡Apuesto a que nadie se esperaba que Alejandra tuviese una gemela! Byron ya había mencionado a la cocinera muchísimo antes, así que no la inventé ayer ¬¬ lo único que no había dicho es que eran hermanas. ¿Por qué gemelas? 

1.- Así son parientes y pueden hablar entre ellas con mayor comodidad, tengo algunos planes para ellas. Además al ser iguales, tengo una para cada profesor<3

2.- Necesitaba que fuesen mujeres mayores y que se llevaran "bien", no me gustan las mujeres en el yaoi, pero mujeres como estas me encantan.

3.- MUAJAJAJAJA Se enterarán casi al final de la novela.

Una cosita más, ¿Alguien se puede imaginar a Byron de la altura de Jeremy y con un rostro de niño adorable? Pues háganlo, es muy divertido y es real.

Bueno, creo que he mencionado todo lo que quería, ya si me olvidé de algo entonces lo menciono en el siguiente capítulo. Muchas gracias por sus reviews que siempre son DIVINOS, los adoro chicos, son perfectos.

Hay gente que pudo enterarse de por qué no subía capítulo y es porque traté de mantenerlo al corriente en twitter, así que se los dejo: @MMadivil (Ya siento que es promoción por ponerlo en cada capítulo, pero se los dije, cosas como esta iban a pasar u.u)

¡Nos vemos el la segunda parte de este capítulo en el que llueven feelings, cuídense y espero que a ustedes sí les guste la lluvia! 


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