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The Teacher por MMadivil

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Se había despertado más cansado de la habitual, últimamente había notado lo difícil que le era conciliar el sueño pero detestaba medicarse, así que se limitó a reducir el consumo del café. Algo que justo ahora no le venía nada bien.


Byron estaba por terminar el curso con sus otros estudiantes, solo mantenía dos grupos a los que les gustaba dividir en “Los mocosos novatos” y “Los idiotas acostumbrados”, aquellos idiotas se graduarían de su asignatura en poco tiempo, pero no podía preocuparse por ellos ahora que tenía a esos neófitos encima.


Tardó tres horas en revisar los exámenes de ingreso de cada uno, era su trabajo como profesor y además servía como información fundamental para saber a qué tipo de incompetencia se enfrentaba. Los resultados eran peor de lo que imaginaba, inclusive se preguntaba cómo es que tal calificación era tan siquiera digna de existir, pues no solo habían reprobado, en una escala del uno al diez la mayoría tenía un menos veinte.


De los quince alumnos, hasta ahora catorce necesitaban lecciones privadas. Un número tan alto que no lo hizo nada feliz. En sus cortos años como profesor, jamás había presenciado tanta torpeza junta.


Se frotó los ojos tras quitarse los lentes de descanso que solo utilizaba en su celda, no sabía si reírse o vender esos exámenes a un programa de escándalos, probablemente pagarían bien por los vergonzosos coeficientes que tenían los hijos de grandes CEO’s.


Le hubiese gustado seguir trabajando en su manuscrito, tenía que terminar de escribir un libro acerca de la filosofía de Nicolás Maquiavelo y era el tema que más le gustaba. Podía pasarse horas en la biblioteca escribiendo página tras página sin darse cuenta, él no estaba hecho para escribir novelas, él escribía acerca de las formas de pensamiento comparadas con la actualidad y las convertía en reglas para vivir. Maquiavelo había resultado un reto bastante amplio, pues las leyes actuales no le permitían decir la mitad de lo que realmente pensaba.


Ahora debía enfocarse en terminar la revisión de las pruebas para poder tener más tiempo libre.


 La sorpresa se la llevó cuando buscó el último de los exámenes que tenía por revisar, contó dos veces los que había revisado, buscó en su maletín e inclusive debajo de su mesa de centro y volteó hacia la cama como si al test le hubiesen salido patas y decidiera jugar a las escondidas con Byron. Después de asegurarse de que no se le había caído en el pasillo por algún extraño descuido, decidió fijarse en el alumno faltante, revisando la lista completa.


Ethan P. Collins


Byron entrecerró los ojos y en menos de un minuto ya estaba marcando el número de la oficina de Williams desde el teléfono fijo. Después de tres timbres y un “espere” por parte de la secretaria al que Byron respondió con un “es urgente”, se comunicó con él.


—¿Hola? ¿Byron? Se me hace extraño que llames desde el teléfono fijo... —dijo el director haciendo ligera pausa para después rectificar— se me hace extraño que llames.


—Me gustaría no tener que hacerlo, pero necesito confirmar algo, el único que tiene acceso a los exámenes de mierda de mis alumnos “problema” eres tú y me hace falta uno, el de Ethan P. Collins.


—Oh… ya veo, sí, aquí lo tengo. ¿Me harías el favor de venir a mi oficina?


—Viejo, hace demasiado calor afuera.


—En mi oficina hay menos de 20° y necesitamos hablar seriamente sobre el dueño de la prueba que no tienes.


—William, el chico no puede estar más jodido que los que tengo aquí.


—Es un caso especial Byron, tienes que venir, mejor hazlo antes de que comiencen las clases.


Byron suspiró y puso los ojos en blanco, era demasiado temprano como para contradecir al viejo y armar otra de sus peleas.


—Espero que valga la pena.


Colgó el teléfono sin esperar respuesta alguna y recogió sus cosas, sus pláticas con William solían prolongarse más de lo que ambos esperaban, así que lo mejor era darse prisa para no dejar una conversación a medias, era de las cosas que más detestaba.


Mientras se disponía a salir, aquella curiosidad que sentía por aquel chico comenzó a hacerse más grande. Desde el principio quería saber el por qué lo había visto en la oficina de Williams, no reconocía el apellido y ahora no tenía su prueba.


No encontraba una forma de encajar esas piezas, por lo que comenzaba a pensar en la posibilidad de que el chico perteneciera a una de esas familias extranjeras que le pagaban millones a la escuela por dejar pasar en limpio la prueba de ingreso, y si sus sospechas eran ciertas, haría que el chico visitase el mismo infierno.


Pero aquel mocoso no desprendía la esencia de sus otros estudiantes, él incluso había sido capaz de entablar una conversación normal con Byron desde el primer día. Simplemente lo intrigaba.


Después de saludar a un par de profesores en el camino y aparentar que el calor no le estaba hirviendo el cerebro, entró a la recepción climatizada y lo hicieron pasar al instante con el director. La secretaria, arcaica y muy amable, le había recomendado a Byron que no aceptara el café o algún bocadillo, pues los había traído una de las familias lame suelas de la universidad.


 A Byron le caía muy bien esa veterana de guerra que, junto a la cocinera de la cafetería, era de las únicas mujeres que trabajaba en este desastroso internado masculino. Ambas eran mujeres mayores que detestaban a los capitalistas y por ello él las estimaba, tal vez demasiado.


Ellas necesitaban un buen aumento de sueldo.


 En un abrir y cerrar de ojos ya se encontraba frente a William, quien estaba sentado frente a su escritorio en esa horrible silla y le tendió aquel test fugitivo al instante.


—Mira que hacerme venir hasta aquí por esto, déjame decirte que si el chico no obtuvo ningún puntaje voy a…—comenzó a decir Byron al sentarse y tomar la prueba de mala gana, pero al mirarla se quedó callado y comenzó a fruncir el ceño lentamente mientras sus ojos se deslizaban pausadamente por toda la hoja y pasaba las demás— ¿Qué es esto?


—Byron, Ethan Collins no debería de estar en tu clase —William se frotó la frente, bastante amplia por las enormes entradas que se le habían formado con el paso de los años— ni siquiera debería de estar tomando la mitad de sus otras clases.


—Este chico ni siquiera debería estar estudiando aquí…


—Nuestro sistema también tiene puntos ciegos Byron, todo sistema tiene sus fallas.


—El sistema no comete errores William, y tú tampoco —Byron alzó la mirada y examinó minuciosamente la del director— ¿Quién es este chico?


William hizo una pausa y resopló como si no supiera por dónde comenzar.


—No es hijo de una familia multimillonaria, no tiene renombre ni contactos, el único número que le otorgó al seguro y a emergencias fue el de su madre y es el único alumno en esta universidad que no pagó ni un solo centavo, ni siquiera para la inscripción.


Byron devolvió la mirada al examen y siguió cada contorno de las letras del nombre escrito, como si buscase alguna falla o una imperfección, para después leer la inscripción “Sobresaliente — 800/800”.


—Es un becado… —dijo finalmente— ¿Estás seguro de que no le ha pagado a alguien para realizar el examen?


—Es imposible, sabes bien que absolutamente nadie puede alterar las pruebas, es por eso que la solución es pagarnos para hacernos de la vista gorda —el veterano suspiró y habló más tranquilo—. Solo una vez en mis veinte años trabajando para esta universidad he visto esa calificación Byron, solo una vez hace más de once… —los ojos de William brillaron expectantes y comenzó a mover su taza de café— necesito que tú estés a su cargo, el chico no necesita de esos profesores inútiles que se pasarán la vida buscando su apellido en Google.


—Estás protegiéndolo —afirmó el profesor.


El hombre sonrió como respuesta, formando grandes arrugas en sus ojos.


—Protejo a quienes lo merecen, si un solo profesor se da cuenta de que el chico no es millonario… harán hasta lo imposible por echarlo. Sabes que a esos idiotas les importa muy poco que el chico sea todo un erudito y el rector no se va a detener a pensar en ello.


—Me imagino que a estas alturas se lo has advertido perfectamente —comentó el profesor mientras calibraba aquella situación.


—Imaginas bien, fue lo primero que decidí informarle el día que pisó por primera vez este lugar.


Byron asintió sin dejar de mirar aquellas hojas, desde el momento en el que miró al chico sabía que tenía algo diferente.


—Eso me lleva a tocar otro tema que no es precisamente mi favorito… —el viejo fue bajando la voz hasta tener que inclinarse un poco sobre el asiento—. Estoy seguro de que comprenderás… que no quiero que el chico tome ninguna de tus lecciones nocturnas.


—Usted sabe que jamás tocaría a ningún alumno a menos que fuese estrictamente necesario. Ethan podría ser la primera excepción de toda mi carrera.


—Lo sé Byron, y confío en ti plenamente, pero me refiero a tus otros alumnos —dijo seriamente—. Aunque has sabido manejarlos a ellos y a su discreción, lo mejor será que mantengas a Ethan al margen de los detalles, una cosa es ocultárselo al rector y otra muy distinta a uno de los alumnos que trabaja contigo todos los días.


—Lo haré William. Ahora tengo que irme porque ha significado un retraso venir hasta este edificio —finalizó Byron mientras se levantaba dispuesto a retirarse—. Por cierto, tengo un nuevo capricho, un carro de golf para moverme por el campus. Hace un calor del demonio en esta época.


William se echó a reír ante el comentario del profesor, quien no parecía dispuesto a salir del área climatizada, pero al final lo hizo desganado.


—No has cambiado nada Byron… nada —murmuró el viejo en la soledad de su oficina.


*//~E~//*


—¿Ya colgaron el nombre del encargado de los dormitorios? —preguntó Ethan al llegar junto a Sebastian en el pasillo, viendo el tablón de anuncios.


—Sí pero la verdad es que no le conozco de nada, me suena el nombre pero no tengo idea de quién es —respondió Sebastian al señalar el nombre impreso justo en la cima de la lista de residentes.


Encargado de dormitorios del edificio este: Profesor M. Byron.


Ethan abrió los ojos como platos, no sabía si estar maravillado o simplemente sorprendido, pues en algún lugar de su cabeza un profesor como aquel no tendría por qué encargarse de esas cosas.


—Yo sí lo conozco… es mi profesor, aquel de quien te hablé.


—Ya veo, es por eso que me sonaba familiar… ¿No se supone que es el apellido el que es suprimido? ¿Por qué han puesto así su nombre? —inquirió Sebastian alzando una de sus oscuras cejas.


—Él dijo que no necesitábamos saber su nombre a cambio de conservar los nuestros… o algo así, tal vez no quiere que se tomen confianzas con él —Ethan se encogió de hombros, pero también le había picado algo de curiosidad ese hecho al principio.


—De acuerdo… vamos a desayunar o se hará tarde y tomaremos todas las clases con el estómago vacío.


—¿Bromeas? Muero de hambre, podría comerme la cafetería entera.


—Ethan, tú podrías comerte tres elefantes y decir que solo ha sido la entrada…


El de ojos verdes se echó a reír y ambos se encaminaron hacia el comedor.


—¿Qué clase tienes ahora? —inquirió mientras trataba de echar hacia atrás uno de sus mechones rebeldes.


Podía ser molesto tener el cabello “largo” en comparación al de Sebastian y que tuviese un color indefinido, sumado a que detestaba que sus ondas fueran más tercas que él, pero de alguna forma le gustaba de esa manera, su política era que si no podía controlar su aspecto físico entonces no lo haría con su vida. Era una lucha diaria.


—Artes. Es la única optativa que he elegido como hobbie, ya me conoces ¿Y tú? —respondió Sebastian despreocupado.


—Filosofía, precisamente tengo clases a primera hora con nuestro nuevo encargado, en el edificio “A”.


—Estamos en edificios opuestos, yo iré al B… encontrémonos después cerca del campo de béisbol ¿Te parece? —le dio un amistoso golpe en el hombro y le revolvió el cabello.


—Vete al diablo… —chistó Ethan al ver su cabello nuevamente un desastre.


Ya se había acostumbrado a esos golpes en el hombro, pero ahora que el moreno fácilmente tenía el doble de fuerza que él, probablemente tendría uno o dos moretones.


Ambos se abrieron paso en la cafetería y a Ethan no le pasó por alto que muchas personas saludaran a Sebastian al pasar pero, aunque él saludaba a la mayoría, parecía ser más frío de lo normal.


Siempre le pareció que era demasiado serio, inclusive cuando eran niños él jugaba el papel de hermano mayor y solía regañar a Ethan cuando éste hacía algo peligroso y dejaba de hablarle por unas horas como castigo.


Normalmente era Ethan el que terminaba pidiendo perdón antes del plazo porque no podía soportar no hablarle a su mejor amigo.


Muchas cosas no habían cambiado con el paso de los años y se había dado cuenta en el escaso día que había pasado con él, aún mostraba esa sensación sobreprotectora y, aunque probablemente era porque tenía hermanos y los años que se habían perdido juntos, la calidez que siempre le había mostrado a Ethan era más intensa.


Y tampoco había cambiado sus gustos, aún se mostraba reacio a comer cosas dulces, de niño solía regalar todos los dulces que le entregaban los amigos de su madre y nunca se comía más de uno.


Es por eso que a Ethan no le extrañó que rechazara el postre de la cafetería, pero tuvo una sensación de Deja vú cuando Sebastian se mordió el labio y juntó ligeramente las cejas. Era exactamente el mismo gesto que hacía de pequeño y le ofrecían dulces, por lo que se echó a reír.


—¿Qué es tan gracioso? —inquirió Sebastian alzando una ceja.


—Tu cara, es exactamente la que recordaba. Siempre hacías ese gesto cuando te ofrecían algo con la palabra “azúcar” escrita por todas partes —aclaró colocándole un dedo entre las cejas con una sonrisa.


Sebastian parpadeó un par de veces sorprendido y estiró la mano para tirar de una de las mejillas de Ethan, quien se quejó al instante.


—Aunque tienes una memoria sorprendente, solo recuerdas detalles insignificantes para molestarme —el moreno negó con la cabeza y dejó la mejilla del rubio en paz.


Fueron a sentarse en el primer lugar que encontraron libre, aunque el lugar tenía una capacidad para el doble de los alumnos que había, por lo que se veía casi vacío. Las mesas desprendían demasiada majestuosidad para solo ser utilizadas en las comidas normales, era prácticamente un restaurante, la única diferencia es que aquí no se pagaba la cuenta, todo lo cubría la universidad.


En ese momento un chico se acercó a Sebastian y lo saludó, por primera vez el moreno no parecía malhumorado al saludar a alguien e inclusive mostró una sonrisa. El chico no era más alto que Ethan y eso lo reconfortó un poco, pero reconocía su cara de una de las clases que tomaban juntos.


—Ethan, él es Simon Harvey, éramos compañeros de clase en la secundaria—los presentó Sebastian— Simon, él es Ethan Collins, lo conozco desde que aprendió a caminar.


Simon miró por primera vez a Ethan y pareció reconocerlo al instante, dedicándole una sorpresiva sonrisa.


—¡Yo te conozco! Estamos en la misma clase con el profesor Byron ¿Verdad? Un placer, me alegro de que haya alguien como tú en nuestra clase —dijo Simon con entusiasmo.


—¿Alguien como yo? ¿A qué te refieres? —preguntó el de ojos verdes algo cohibido.


—Alguien que no sea un idiota, como Darrell y Bruce —bufó pasándose una mano por el cabello castaño, mirando a Sebastian—, es decir, si eres amigo de este tipo tan serio entonces debes de ser bastante amigable. Por alguna razón no se junta con los de su estilo ¿Era así desde chiquito?


Sebastian le propinó un golpe en la cabeza no muy fuerte y Simon le sacó la lengua mientras Ethan se reía por la escena. No estaba acostumbrado a ver al moreno tratando así a alguien que no fuese él. Al final el chico terminó sentándose con ellos en la mesa.


—Entonces es un gusto conocerte —dijo tendiéndole la mano amistoso, gesto que Simon correspondió— soy un viejo amigo de este tipo y sí, él es así desde que tengo uso de razón —señaló a Sebastian.


—“Este tipo” tiene nombre, par de hobbits envidiosos —comentó con malicia el aludido.


—¿¡A quién llamas hobbit!?—dijeron Ethan y Simon al unísono, soltando una carcajada al darse cuenta.


—Demonios, son iguales… reconsideraré seriamente el tipo de amistades que me rodean —dramatizó Sebastian quitándose las gafas para limpiarlas un poco.


Ethan se le quedó mirando a su rostro por un momento, él era muy diferente sin las gafas, sus ojos oscuros se veían más llamativos de lo usual.


—Entonces Ethan —alzó la voz Simon ignorando el comentario de su amigo— ¿De dónde sacaste semejante valor para hablar a la par con Byron ayer?


Se sorprendió por la pregunta y parpadeó un par de veces, no le pareció una cuestión de valor el hablar con su profesor.


—No entiendo a lo que te refieres…


—Yo tampoco, ¿Qué hay con ese profesor? —inquirió Sebastian a la defensiva.


—Bueno, es que el profesor tuvo como alumno a uno de mis primos y me contaron que es… —Simon cortó su charla cuando el timbre pregrabado comenzó a sonar y miró el ostentoso reloj que llevaba en la mano— oh no… mierda, mierda, mierda. ¡Ethan, vámonos ya!


—¿Eh? Pero si aún hay algo de tiem-… —comenzó a decir Ethan, pero Simon le mostró la hora en su reloj colocándoselo casi en las narices.


—¡El timbre se ha atrasado! Estas cosas ocurren siempre, me lo dijeron los superiores, a Byron le importa un comino porque “odia la impuntualidad” si rompemos las reglas ahora, nos va a cortar el cuello lentamente durante todo el semestre —Simon se mostraba ansioso y no dudó en desechar su comida casi intacta.


—¿Acaso es tan estricto? —preguntó Sebastian que, aunque no tenía problemas con su clase porque estaba en el edificio contiguo, ya se había levantado para acompañarlos.


—Lo es, ya tendré tiempo para contarles los detalles, ahora vámonos Ethan —Simon no dudó en arrastrar al chico que acababa de conocer mientras que Ethan no pudo hacer nada al respecto, simplemente le sonrió a Sebastian mientras se despedía.


—¿Estamos lejos del edificio “A”? —preguntó mientras aminoraba el paso.


—Tienes un mal sentido de la orientación ¿verdad? —respondió Simon con un suspiro— estamos en la cara oculta de la luna.


*//~M~//*


—¿Se ha retrasado el timbre? Pero qué tienen en la cabeza… eso no es un impedimento para el rey de la puntualidad, ah no perdón… que soy ricitos de oro —parloteó Jeremy mientras se apresuraba a colocar varios papeles en su maletín— Byron, si llego tarde a mi clase va a ser tu culpa.


—Tú decidiste hacer un allanamiento de morada demasiado pronto, nadie te dijo que vinieras hasta este edificio —respondió con una sonrisa torcida.


Jeremy había ido por voluntad propia hasta el edificio “A” para vigilar el estado del salón privado de la biblioteca, debido a varias experiencias en el pasado, ahora visitaba por lo menos una vez a la semana el santuario de Byron.


—Precisamente porque nadie me lo dice es porque tengo que hacerlo, no me sorprendería encontrar tu cadáver por aquí alguna vez.


Ahora ambos se encaminaban a sus respectivas clases, los largos pasillos que conectaban los edificios parecían interminables, pero el edificio denominado como la “zona de caza” de Jeremy estaba justo del lado opuesto y parecía estar del otro lado del mundo.


—Estúpido campus tan grande… —masculló el rubio con irritación— es peor que un laberinto, pero aquí tú eres el fauno.


—Te lo dije, necesitamos un carro de golf por aquí —le sonrió Byron y se despidió—, iré a ver a los mocosos novatos, no quiero verte merodeando por mi celda o mi santuario cuando salga.


—Soy un maestro estándar, ya te dije que yo sí tengo trabajo todo el día —farfulló Jeremy apresurando el paso.


Byron se giró para seguir el único pasillo que conectaba con su aula, Jeremy tenía razón en ese sentido, el lugar era un maldito laberinto.


Le quedaba poco tiempo pero sabía que llegaría al momento justo, esta vez había menos bullicio dentro del aula, hasta que reparó en el andar de pasos apresurados detrás de él. Eran dos chicos, lo sabía por el ritmo y número de las pisadas, pero hubo una gran diferencia entre el chico que se detuvo en seco justo detrás y el que no dudó en pasarlo para llegar a tiempo a su clase.


El que se había adelantado, era Ethan.


Aquel chico con el cabello del color de la miel más clara lo miró por unos instantes, deteniéndose en el umbral de la puerta y pidiendo permiso con la mirada para entrar. Byron asintió y el chico, después de una sonrisa, desapareció. Su amigo no dudó en seguirle el paso, pero éste evitó por completo la mirada de su profesor.


Ethan era tan diferente…


Cuando Byron cruzó la puerta, la cerró de golpe a sus espaldas y miró a ver a sus alumnos, solo había diez.


—El timbre suele atrasarse, los que están aquí han tenido en cuenta ese detalle, los que ahora están escuchando detrás de la puerta ya lo saben. Felicidades por su primera suspensión —les dijo Byron lo suficientemente alto mientras escuchaba un par de maldiciones en el pasillo.


—Tal vez si lo hubiese dicho el primer día… —masculló uno de los chicos al fondo, Byron solo lo miró una vez para saber de quién se trataba, había memorizado las caras y la lista cuando revisó los perfiles de ingreso.


—Señor Hudson, estoy seguro de que a menos que quiera acompañarlos, va a cerrar la boca. Es un desperdicio hablar si no se dirá algo productivo, por lo tanto no creo que pueda escuchar su voz seguidamente en clase —Byron lo atravesó con la mirada y el tal Bruce chasqueó la lengua.


Todos los estudiantes se mantenían en un silencio sepulcral cada vez que la voz grave de Byron resonaba en el aula, sus miradas reconocían su autoridad, pero él sabía que aún faltaba mucho para que progresaran, esas miradas de odio que trataban de hacerle explotar la cabeza comenzaban a darle migraña.


Era hora de comenzar.


—¿Cuál creen que es el promedio mínimo de aceptación en esta universidad? —preguntó Byron tomando desprevenidos a todos, deshaciéndose de su saco para colocarlo en el perchero, quedándose solo con la camisa blanca abotonada y algún alumno alzó la mano.


—Un noventa y siete por ciento del test… profesor —respondió el chico pelirrojo, Parsons.


—¿Ustedes conocen sus resultados de ese test, no es así? —volvió a preguntar, jugando ligeramente con el hilo de sus mentes.


La mayoría solo asintió con vergüenza, otros con descaro y solo uno con indiferencia. El profesor comenzó a pasearse a lo largo de todo el frente del aula.


—Entonces sabrán que debido a eso ustedes necesitan un trato “especial” —dijo haciendo comillas imaginarias—, tengo la obligación de sacarlos de aquí con un conocimiento universitario que supere las expectativas y no esperen que logre eso sin un mes extra de trabajo duro.


—¿A qué se refiere con eso? —preguntó de mala gana Darrell Bloom.


—Tienen un mes para aprenderse la filosofía básica de preparatoria, el noventa y cinco por ciento de ustedes no aprobó ni siquiera un diez por ciento de las preguntas de la asignatura, es por eso que son obligados a tomar ésta —acusó Byron—, si en ese mes no logran pasar el examen que yo mismo les aplicaré, pueden agarrar sus cosas y despedirse de Haverville.


—¿¡Qué!? —alzaron la voz un trío de idiotas, los desvergonzados que habían pagado la suma millonaria para dejar pasar el test de ingreso casi en blanco. Darrell Bloom, Bruce Hudson y Luke Avery.


Byron les dedicó una mirada fiera y se irguió en posición dominante.


—Lo difícil no es entrar a Haverville señores, ustedes me han demostrado que cualquier idiota con el dinero de sus padres puede hacerlo —señaló en voz alta—, es mi trabajo que les cueste mantenerse. Si quieren quedarse en la universidad tendrán que aferrarse con los dientes a sus exámenes, porque el dinero solo funciona una vez y para su desgracia, no funciona conmigo.


Los miró a todos, examinando sus miradas en fracciones de segundo, adivinar lo que pensaban no era complicado, era como tener un montón de libros dispuestos a abrirse para dejar escapar todo su escaso conocimiento.


—¿Espera que nos aprendamos tres años de preparatoria en un mes? —dijo con sorna Luke Avery.


—No suelo dudar de las capacidades de mis alumnos señor Avery, me miento a mí mismo pensando que tienen potencial —respondió de la misma forma y con una sonrisa burlona— pero si fuera usted ya estaría pidiendo un cambio al rector. No me importa si al final quedan uno o dos alumnos. La gente desecha la basura cuando estorba, es lo normal.


—¿Cómo se atreve a tan siquiera insinuar que puedo tirar la toalla tan fácil? —dijo Luke con rabia, su orgullo herido hacía que la sangre se le subiera a la cabeza.


—“Cualquiera que tenga forma puede ser definido, y cualquiera que pueda ser definido puede ser vencido”. Bienvenido a la lección número uno, señor Avery —Byron lo miró escéptico y tomó una decisión—. Tienen diez minutos para leer el primer capítulo de su libro, después les tomaré una pequeña prueba, no tienen pretexto alguno ya que comenzamos a ver el tema ayer.


Byron los miró mientras todos fingían estudiar atentamente, sabía que la mayoría tendría la cabeza por las nubes, pero justo ahora no podía decir nada cuando estaba en una etapa de reconocimiento. Tenía que saber más de cada uno de ellos y empezaría por el más fuerte, o en este caso, la inteligencia más débil.


Contó exactamente diez minutos y los obligó a cerrar los libros, se cercioró de que ninguno hubiese copiado tratando de hacer trampa y repartió las pruebas donde solo una era diferente. Había una nota escrita con su letra y aterrizó en el lugar de Luke.


“Quédate después de clase, tu altanería me da completamente igual, pero déjame saber que a ti no te da igual tu estadía en Haverville”


Luke trató de fulminar a Byron con la mirada pero éste parecía completamente desinteresado, por lo que decidió dejarlo pasar hasta que acabase la clase para enfrentarse a él. Cuando se retiraron todos y Byron les dedicó el último sermón del día acerca de la puntualidad, Luke decidió acercarse.


Era un chico alto para su edad, a pesar de que aún le faltaban varios centímetros para competir con Byron, no era muy corpulento y tenía un cabello oscuro y largo que le llegaba por debajo de la barbilla, cortado de una forma completamente dispareja. Era increíblemente común, tan normal que resultaba aburrido.


—¿Me va a decir que vaya a la oficina del director como castigo? ¿O es que me va a echar un sermón en privado? —dijo a la defensiva.


—No tengo tiempo para hacer tal cosa, tienes la peor de las calificaciones de todo el grupo —Byron le tendió otra de sus notas con una hora programada junto al número del aula “A-69”—, tengo la obligación de darte una sesión privada. Si la tomas es tu problema, pero si no lo haces te aseguro que saldrás en tres días de aquí.


Ni siquiera esperó a una respuesta, se colocó el saco y tomó su maletín para dejar al chico clavado en el suelo con una mirada que irradiaba confusión y sorpresa. No sabía lo que le esperaba, pero tampoco lo olvidaría.


Así era con todos.

Notas finales:

¡Feliz vieeernes! Se avecinan las vacaciones y me dejé como tarea escribir un capítulo "largo", debido a que no tendremos uno nuevo hasta el lunes~ Así que les dejo el fin de semana con la intriga de la lección 1. Prometo contarles a detalle la forma en la que Byron los "educa"~

Historia de terror: Hoy creí que no habría capítulo y que inclusive tendría que borrar la historia de esta página. ¿Por qué? Bueno, a word se le ocurrió dañar el archivo donde tengo la novela escrita y el pánico me consumió cuando habían pasado más de tres horas y aún no resolvía el problema. Pero gracias Google, me has salvado la vida, por eso te has ganado una mención en este capítulo <3

Persona Random: -Mad, pudiste haberla escrito otra vez.

NO. Desgraciadamente NO porque soy perezosa y mis ideas solo salen una vez, si tratara de reescribirlo me faltaría algo, así que reitero, bendito Google.

No me hago mucho a la idea de cuántas personas siguen (o les gusta) la historia, pero si lo hacen, así sean solo una o dos, muchas gracias de forma muy especial, porque cada lector es importante para mí y mataría porque me dijeran qué les parece, de verdad ;A; me gustaría que lo hicieran.

Les dejo un enorme abrazo con sabor a yogurt de viernes y recuerden, todos necesitamos un carrito de golf, hay que pedírselo al sistema~


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