Cuando SeHun llegó a los dieciséis supo lo que era el sexo inmediatamente quiso experimentarlo.
La ciudad era muy grande y muchas chicas suponían estar más que dispuestas en acostarse con él. Tenía un rostro bonito, su cuerpo, si bien era muy delgado, era estilizado, y su piel pálida. No podía negar que cuando paseaba más de uno se le quedaba mirando. Sin embargo, después de dos revolcadas, descubrió que no encontraba placer con el cuerpo de una mujer contra el suyo. Tampoco se sentía cómodo de pedirle a alguno de sus compañeros probar como sería una relación con otro hombre, pues tampoco quería que cualquier extraño le tocase.
A pesar de encontrar extraño seguir viajando con sus padres durante el verano, no podía evitar la emoción de encontrarse con ese amigo de la infancia. Y a pesar de pelear con sus padres para que no le llevasen con ellos ese verano, terminó cediendo “a regañadientes”—era de sapiencia familiar lo poco que SeHun se negaría a pasar otro verano con su mejor amigo, Park ChanYeol.
Cuando volvieron a encontrarse, SeHun supo que algo andaba mal, pero supuso que era porque en ese invierno el viejo hurón de ChanYeol había muerto.
SeHun le contó a ChanYeol como había sido su año, los exámenes, las salidas, y aquella nueva experiencia de la que los adultos tanto disfrutaban, sorprendiéndose de que ChanYeol ya hubiese experimentado eso hacía un par de años. Fue entonces que SeHun se dio cuenta de que esos dos años que tenían de diferencia, quizá sí eran demasiado y ChanYeol sabía disimularla demasiado. Incluso descubrió que ChanYeol había tenido novia. Y sin querer se sintió triste.
Los días comenzaron a pasar y SeHun encontraba cada vez más extraña la manera en la que ChanYeol actuaba. Parecía distante y silencioso, a pesar de que siempre era muy activo y hablador, más estando con él. SeHun también comenzó a darse cuenta que el chico regordete y de orejas grandes había crecido mucho, ahora era más delgado y alto, mucho más alto que el hombre de estatura promedio. También se le estaba yendo el acné del rostro y había comenzado a usar lentes de contacto, mostrándose más atractivo de lo que uno pudiese llegar a pensar. Supuso que la gente ya no le molestaba tanto por sus enormes orejas, que escondía debajo de una mata de pelo desordenadamente atractivo.
SeHun quiso a preguntarle a ChanYeol aquello que rondaba en su cabeza desde que se había acostado con esas dos mujeres. Quizá él pudiera ayudarlo, pero no fue sino hasta que una semana pasó.
—Experimentar es bueno —había dicho ChanYeol con su pacífica y grave voz, mientras ambos estaban sentados en la arena mirando hacia el horizonte—. Si no experimentáramos no sabríamos lo que en verdad nos interesa.
Y esas palabras tuvieron un gran impacto en la vida de SeHun. Ya tenía dieciséis años y pensaba que no había hecho ni la mitad de las cosas que ChanYeol parecía haber hecho. Otra vez ese sentimiento de inferioridad que nunca antes había sentido en presencia del otro.
SeHun esa noche no pudo dormir. Quería experimentar cosas nuevas. No quería morir sin saber lo que significaba hacer el amor con alguien a quien apreciara. Era joven, sí, pero también quería algo, y aunque no supiese que era, necesitaba tenerlo.
El día siguiente fue su primera borrachera. Nunca supo lo que hizo esa noche, solo que de alguna manera había llegado a su cabaña y que ChanYeol había dormido en el suelo del cuarto que solía compartir con su hermano—cuando este entró a la universidad dejó de viajar con su familia, y de eso hacía casi tres años.
Después de esa noche, no entendía por qué ChanYeol se ruborizaba cada vez que se acercaba demasiado. Lo que antes era un inocente abrazo para ambos, terminaba en una risa nerviosa del mayor diciendo que debía irse.
—Quiero acostarme contigo. Quiero que me hagas el amor —soltó un día SeHun. ChanYeol sorprendido por sus palabras soltó una carcajada y se alejó lo más rápido que pudo de su mejor amigo de la infancia—. ¿Acaso no me amas? —recordaba haberle gritado, pero el otro no contestó.
No fue sino hasta tres días antes de que las vacaciones terminaran, que ChanYeol volvió a aparecer frente a SeHun.
ChanYeol sin decir nada, llevó al menor hasta una de las cabañas del complejo que ya estaba vacía, donde había preparado una deliciosa cena, sin bebida alcohólica—ChanYeol había prometido nunca más volver a poner un vaso de alcohol frente a SeHun, ya que este parecía emborracharse con el primer sorbo—y música romántica.
ChanYeol había decidido que sí quería a SeHun y sí le haría pasar una velada repleta de romanticismo.
La primera vez que lo hicieron fue esa noche SeHun recordaba haber soltado varias lágrimas por el dolor, pero ChanYeol le había tratado con tanto cariño y respeto que cuando ambos llegaron al clímax no le importó. La mañana posterior había sido increíblemente incómoda, pero el despertar entre los brazos de la persona que sin querer había ganado su corazón le llenó de gozo, le llenó de cariño, le llenó de amor, y decidió que así quería vivir el resto de sus días. Si podía cada mañana ver una sonrisa en aquellos gruesos labios, todo valdría la pena.
La segunda vez fue más placentera, al igual que la tercera. Pero cuando SeHun debió subirse al auto para volver a su casa con un largo viaje por adelante, el acto de amor profesado entre ambos ya no parecía tan emocionante, y se preguntó como las chicas lo soportaban.