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Ayudándote a superar tu claustrofobia por 1827kratSN

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Tsuna les había dicho a Reborn y Kyoya que les contaría todo, pero sus inseguridades estaban a flor de piel y dudaba el poder contarles lo sucedido. Estuvo con Fuuta durante esos quince minutos, disfrutando de la fresca brisa, admirando el amplio patio y se calmó lo suficiente para soportar el leve interrogatorio

 

—¿estás bien oto—chan?... si quieres puedo ir también — el castaño se negó rotundamente a que el pequeño fuera. Había muchas cosas que incluso Fuuta no sabía, no quería envolverlo en ese asunto

—estaré bien, solo les contaré lo que pasó… tu puedes seguir en la cocina. Ahí te prepararán lo que les digas o puedes buscar a la abuela, ella estará contenta al jugar contigo —

 

La segunda opción fue elegida y Tsuna dejó al pequeño con su madre. Se mantuvo sereno un rato, suspirando y apretando sus puños para mentalizarse a aquello. A la hora indicada atravesó la puerta de madera hasta el despacho. Suspiró profundo preparado para afrontar las preguntas, aseguró la puerta para que nadie entrara, vio a los hombres sentados en silencio en los sillones existentes y él simplemente se sentó en una silla común junto a la ventana. Así se sentía mejor

 

—no sé por dónde empezar – aseguró mientras observaba las miradas sobre él. Tsuna se incomodó de inmediato, pero trató de mantener su calma

—empieza por decirnos por qué no apareciste en casa apenas saliste de ese lugar – empezó el azabache de patillas, mostrando una pequeña grabadora, quería esa información

—me siento presionado – sonrió levemente al ver aquel aparato en funcionamiento – pensé que no se lo tomarían tan seriamente

—es crucial que nos digas todo – gruñó Hibari fastidiado al ver esa sonrisa. No le gustaba que el pequeño mintiera y al parecer lo estaba haciendo – deja de tratar de fingir que estás tranquilo

—lo lamento – Tsuna quitó esa sonrisa tonta de su rostro, apretó sus puños mientras su rostro apacible mostraba dudas al intentar hablar – creo que… creo que cometí un grave error al dejar que me atraparan en Hungría – recordarlo le daba escalofríos, pero ya empezó y los mayores escuchaban atentos. No podía retroceder – mi intuición me decía que no debía alejarme del grupo de pasajeros, pero cuando me pidieron ayuda no supe negarme. Supongo que estaba planeado todo y cuando me atacaron… intenté defenderme, pero ellos tenían preparado una emboscada. Un tercer sujeto me colocó un pañuelo en el rostro, evité respirar mientras intentaba zafarme de su agarre, pero me golpearon y no pude evitar inhalar. Cuando me di cuenta ya estaba en una camioneta con vidrios polarizados, tenía atadas mis manos, cubierta mi boca para que no gritara. Aun así, golpeé al chofer, los obligué a frenar y hui sin saber ni a donde, pero no estaba dispuesto a quedarme y averiguar – Tsuna rió bajito al recordar la sorpresa de los presentes secuestradores cuando de repente saltó golpeando al que se opusiera a su escape – fue un desperdicio. Mi cuerpo aún estaba entumecido. La siguiente vez que lo intenté, me ataron las piernas para inmovilizarme, colocaron una bolsa en mi cabeza y aproveché el semáforo en rojo para lanzarme fuera del auto con esperanzas de que alguien me viera y ayudara, pero cuando salí y logré quitarme esa cosa… sólo reconocí algunos rótulos en otro idioma y una zona desolada. Supuse que aún estaba en Hungría… la tercera vez fue la peor – suspiró pesadamente mientras hacía memoria – cambiaron de grupo, al que seguramente estaba encargado de mi traslado. Cuando intenté escapar… el tipo me atrapó, no tenía paciencia y acabó golpeándome hasta que quedé sin aire en el suelo – escuchó el chasquido de enfado en los presentes. Ya se imaginaba lo que estaban pensando “mataré al maldito” – cansados de mi comportamiento, me… me… encerraron en la cajuela del auto. Atado de tal forma que no podía moverme

—por eso tu ataque de hace poco – gruñó Reborn mientras el menor bajaba la mirada al suelo

—el secuestro sólo incrementó mis miedos… la claustrofobia empeoró desde ahí – suspiró profundo sintiendo su cuerpo temblar – estar encerrado durante la travesía en ese sitio fue horrible. Muchas veces me desmayé por la hiperventilación, trataba con desesperación de salir de ahí incluso hasta hacerme daño con las cuerdas… pero no había caso. Sólo se dignaban a revisarme calculando un cierto periodo de tiempo y en esas diminutas ocasiones lograba leer los letreros de rutas, pero no sabía dónde estaba… fue mi peor infierno – se mordió el labio, presa del pánico que esos recuerdos le traían

—lo encontraré y lo morderé hasta la muerte – ni siquiera podía imaginarse ese horror. Presenció ese ataque de pánico solo una vez, en un corto periodo durante la avería del ascensor. Vio el horror en aquellos ojos chocolates en esa ocasión, pero esos malditos se habían pasado del límite

—mi miedo a los espacios cerrados a empeorado tanto que no soporto ni las habitaciones – sonrió nervioso al ver la ira en la mirada de su tío y escuchar el fuerte golpe que daba Hibari a la pared. Ambos hombres caminaban de vez en cuando como para tratar de controlarse – necesito espacios abiertos constantemente, eso es frustrante… mi reacción de hace poco fue porque empecé a sentirme acorralado… el espacio pequeño y… otra cosa más – susurró retomando el control de sus emociones – no recuerdo cómo me llevaron a Italia – cortó la pregunta que su tío le iba a formular. No quería responder – los sedantes eran fuertes, apenas reconocía los rostros. Cuando me di cuenta ya estaba en otras manos y los letreros me dieron a entender que había regresado al país, pero no se me permitía ver más de lo necesario. Alguien se dio cuenta de mi terror a los espacios pequeños y… usaron eso en mi contra. Los castigos eran siempre así, encerrándome en un pequeño armario, trasladándome en la cajuela, lo que sea para verme en desesperación y yo…

—¡Tsuna! – interrumpió Reborn al notar que el más joven intentaba evitar detalles – ¿te hicieron algo?

—… — entendió el sentido de aquella pregunta, pero se quedó callado. No quería ver a nadie, quería evitar entender esas palabras – ellos me golpearon y…

—sabes a lo que me refiero – Reborn se mantuvo de pie admirando la duda de su sobrino y a la vez la rabia en su acompañante. Notaba los puños cerrados de Hibari, lo entendía muy bien

— ¿te hicieron algo indebido? – Hibari no soportaba esa idea, su pequeño conejo tembló al escucharlo. Era duro, pero necesitaba saber

—responde Tsuna… ¿abusaron de ti? – Reborn se paró en frente del castaño que observaba el suelo con total interés

—… — Tsuna se tensó al escucharlo, esa palabra era horrible. Ni siquiera podía verlos a los ojos y de nuevo escuchó la exigencia de su tío por que respondiera – lo intentaron… varias veces – susurró mientras sostenía su cabeza con una de sus manos

—¡cómo pudieron! – se exaltó Hibari mientras intentaba acercarse a Tsuna, pero Reborn lo evitaba – Tsunayoshi…

—¡no los dejé! – alzó la voz, mientras levantaba su rostro para ver a los presentes – ¡nunca permitiría tal deshonra! – sintió un nudo en la garganta al recordar lo sucedido – no lo dejé – sintió un par de lágrimas descender – eso hubiese sido lo peor – susurró mientras trataba de guardar compostura – MORDÍ, GRITÉ, LO GOLPEÉ, intenté ahogarlo en un par de ocasiones. No quería que nadie me tocara – suspiró mientras apretaba sus puños – no dejé que me hicieran nada… hubiese preferido morir antes de que alguien me hiciera eso

—NO HABLES ASÍ – gritó furioso Reborn mientras se acercaba a Tsuna – jamás vuelvas a repetirlo – golpeó levemente la frente del menor que lo miraba asustado – estás aquí y nada pasó, ni pasará después – explicó mientras revolvía los cabellos castaños con suavidad – mataremos al que intentó hacerte daño – gruñó admirando la furia en los ojos metálicos que se mordía el labio hasta hacerlo sangrar

—ya lo hiciste – susurró el castaño mientras se levantaba para acercarse a Hibari – ya lo hicieron – susurró mientras quitaba la sangre del labio del azabache, pero evitaba verlo a los ojos – ya no está – sonrió con melancolía – me enteré del intento de rescate – Tsuna se sentó en el sillón cercano observando un punto lejano en la pared – él murió ahí – susurró mientras limpiaba una pequeña gota salada que se escapó

—explícate Tsuna – Hibari se acercó al más joven arrodillándose frente a él a una distancia prudente para no invadir su espacio personal

—era el del anillo – habló mirando la carencia de aquel objeto en su dedo – me lo quitó después de mi segundo intento de escape en aquel lugar

—maldito – susurró Reborn mientras mentalizaba ordenar deshacerse de esas sucias cenizas que incluso habían reemplazado el cadáver de Tsuna – ojalá arda en el infierno

—nunca deseé la muerte de nadie – susurró Tsuna – tampoco la de ese sujeto a pesar de todo lo que me hizo. Una muerte siempre es dolorosa – para el castaño aquella muerte fue horrible. El impacto al enterarse fue grande y sintió pena por aquel sujeto, suspiró profundamente antes de continuar – además de no ser por él, Fuuta no estaría conmigo

—no lo defiendas – exigió Hibari. Podía apreciar el corazón amable de su pequeño conejo, pero las personas como aquellos, no se lo merecían

—Fuuta iba a ser vendido. Sus padres murieron y solo era un huérfano en garras de esos tipos – se explicó mientras recordaba todo – hice un trato con el maldito. Si dejaba a Fuuta conmigo yo haría ese mensaje para ustedes. Ellos aceptaron de buena forma ya que al único que permitía acercarse a mi sin intentar lastimarlo, era al pequeño. Lo usaban para mantenerme en calma. Si Fuuta permanecía a mi lado, yo no intentaría escapar – sonrió levemente al recordar al pequeño desalineado que le llevaba la comida y dormía a su lado – era mi pequeña luz en ese lugar. Inteligente y decidido, no se separaba de mí, eso incluso me ayudó a evitar que ese tipo se me acercara. Fuuta les dió la información que necesitaba y colaboró en todo para el escape

—¿puedes decirme como saliste de ahí?… pasamos un infierno pensando que estabas entre las llamas – exigió Reborn acercándose al castaño

—la verdad ya no estaba ese día… un día antes yo ya había desaparecido del lugar…

 

 

En aquello días… la memoria de Tsuna mandaba…

 

 

No sé cuánto tiempo llevo en esta cajuela. Mi respiración empieza a tornarse pesada nuevamente, ya quiero que éste infierno acabe de una buena vez. Mis pensamientos fueron interrumpidos por un salto del auto en el cual mi cuerpo golpeó el metal con demasiada rudeza. Me dolía el agarre de las cuerdas en mis manos y después de unos minutos sentí como el auto se detenía. Escuché los pasos pesados y al fin vi la luz, me cegué por unos instantes mientras sentía como me sacaban de esa prisión de metal. Caí de rodillas debido a la falta de movilidad que me proporcionaban esas ataduras, escuché las risas y los miré furioso. El grupo ya no había cambiado, podía reconocer todos esos rostros. Escuché las órdenes, me alivié un poco, pues al parecer esa sería mi prisión definitiva

En el camino logré ver los rótulos, estábamos al sur del país, pero no sabía con claridad en dónde. Me zafaron los pies para que caminara, una vez más, y a pesar de la debilidad que sentía, intenté escapar. El tipo que había estado intentar sobrepasarse conmigo era mi primer objetivo, lo golpeé con fuerza usando mi pierna y con orgullo vi la sangre desbordarse por los labios de aquel sujeto. Corrí en seguida, pero solo veía un amplio pastizal, las casas a lo lejos, nadie podía ayudarme así… entré en pánico mientras ingresaba al almacén cercano. Había un auto, pero en mis condiciones no podía hacer nada y como era de suponer me atraparon con facilidad. De nuevo el castigo se hacía presente, los insultos, los golpes y al final el encierro en un diminuto armario. Odiaba eso. Traté de evitar que me metieran ahí, pero era en vano, esos malditos lo habían descubierto. Mi claustrofobia fue usada en mi contra. Odiaba verme tan débil, pero… me sentía tan inútil cuando mi mente empezaba a jugarme bromas. La oscuridad me apretaba y sentía la asfixia. Era un horror

 

 

Al fin lograba escuchar ciertos pasos fuera de mi prisión. No sabía cuánto tiempo me mantuvieron encerrado, pero estaba listo para atacar en cualquier momento. Abrieron la puerta y me detuve instantáneamente, pues frente a mi estaba un pequeño niño de no más de seis o siete años, era rubio perlado, sus ojos grandes y marrones. Estaba mirándome fijamente, tal vez estaba asustado «ya puede salir, me han dicho que el castigo acabó» me sonrió levemente. Sentí pena por el pequeño y decidí acatar las instrucciones que me daba. Me llevó a una habitación, los tipos me observaban extrañados por mi actitud pasiva, pero yo solo podía pensar que quién me dirigía era un niño. No lo iba a dañar, al contrario de ellos yo si tenía principios. El pequeño usaba ropas desgastadas, parecía acostumbrado al maltrato ya que solo seguía las órdenes de los sujetos sin quejarse a pesar de la forma grosera en la que lo trataban, esa fue la primera vez que lo vi.

Las veces siguientes me traía algo de comer o simplemente venía en la noche antes de dormir para revisar que no me faltara nada, algo dentro de mí se removió al ver a aquella personita y pronto logré saber su nombre y pequeños detalles. Para desgracia, cierto hombre también se dio cuenta de mi debilidad por el pequeño. Esos tipos usaban nombres en clave, el maldito que intentaba tocarme era denominado “Lobo”. Nunca dejaría que se pasara de la raya. En la mañana apareció, mi segundo intento de escape fue exactamente en esa ocasión, pero erré de nuevo. El lobo me veía con la mayor de las furias y terminó quitándome el anillo de la familia que todavía había mantenido conmigo. Era el regalo de mi abuelo, me dolió perderlo. Me negué a grabar un mensaje suplicando mi liberación, pero como era de esperarse, usaron a Fuuta para chantajearme. Sonreía satisfecho al acabar de cumplir con la tarea, después de todo el mensaje en clave ni siquiera había sido percibido. Reborn me enseñó muchas cosas, entre ellas a sacar provecho de las situaciones aparentemente adversas

 

—si no dejas de ser tan altanero venderé a Fuuta— era la amenaza común

—atrévete a hacerlo y conocerán lo que en verdad puedo hacer… si hasta ahora fue fácil tratar conmigo es porque ese pequeño sigue aquí — era yo quien los manipulaba de cierta forma

 

Funcionaba de las mil maravillas, ellos sabían perfectamente que clase de amenaza podía lanzar. Cumpliría con mi palabra, haría de esa situación un infierno si se atrevían a alejar al pequeño de mí. Cierto día se llevaron al niño durante veinticuatro horas, destrocé los aparatos que tenían en el lugar, lancé todo lo que estaba a mi alcance por la ventana, trataron de calmarme, pero fui capaz de luchar con cada uno de ellos incluso rompiéndole la nariz al que se encargaba de mi seguridad ese día. No lo soportaron más, terminaron devolviéndome a Fuuta. Logré que el pequeño se quedara conmigo la mayoría del tiempo, los trabajos disminuyeron para el pequeño y solo era mi compañía. Podía hablar de mil cosas mientras estaba con él, a su vez Fuuta me contaba su corta vida con tristeza en ciertas ocasiones y con una sonrisa en otras, era simplemente encantador. Fuuta se volvió mi pequeña esperanza en ese lugar, la única razón por la cual no perdí la calma en ese encierro

 

 

Mientras fingía dormir, lograba escuchar las pláticas de los sujetos. Planeaban muchas cosas, entre ellas algo bastante interesante. Memoricé cada voz que escuchaba en las comunicaciones, cada nombre o detalle por mínimo que fuera, después de todo, la mente maestra detrás del secuestro debía ser alguien cercano a mi abuelo, solo así podían saber mis movimientos. Fuuta me ayudaba a recolectar información, podía darme cuenta de quién era esa persona, pero necesitaba pruebas claras. No podía percibir el paso del tiempo, pero sabía que tal vez un mes ya había transcurrido. Los tipos planeaban hacer una llamada y me ordenaron que suplicara un rescate, claro que no lo iba a hacer, pero podía aprovechar la situación. Mi intuición me decía que algo malo pasaría, creí que si les daba cierta información a mi familia todo iría mejor. Fuuta me había dado la dirección en donde estábamos y le sacaría provecho a eso

 

—pequeño, ¿podrías hacerme un enorme favor?… ayúdame a contactarme con mi familia — le di la tarea de pasar esa información por teléfono en cuanto yo lograra sacar a los tipos del lugar. Le prometí que todo saldría bien. El pequeño era valiente y con gusto aceptó mi oferta — ya verás que con eso podemos salir de aquí… te irás conmigo. No pienso dejarte en éste lugar 

 

 

Continuará... 


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