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Ayudándote a superar tu claustrofobia por 1827kratSN

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Lo siguiente que hizo Tsuna, fue avisar a Lambo, pedir que lo visitara. Aquel muchachito llegó lo más pronto que pudo, abrazó al castaño mientras lloraba de emoción. El menor simplemente se había quedado sin palabras. Lambo se aferró a Tsuna sin creer que tenía a su amigo de vuelta y no solo eso

 

 

—creo que esto le pertenece a tu familia… logré recuperarlo — aquellas palabras de Tsuna pararon las lágrimas del más joven. Los agradecimientos no se hicieron esperar, las sonrisas, las lágrimas, todo confundido en un mar de emociones. La mayor recompensa era la amistad que tenían, el pasado ya no importaba si el futuro era prometedor. Su amistad eterna, un lazo irrompible, su ayuda para enfrentar la crisis

—me quedaré contigo un tiempo, Tsuna. Quiero ayudarte a superar tu trauma… es lo menos que puedo hacer — le aseguró el joven ojiverde mientras sonreía. No era el único que ofrecía su ayuda, todos, hijo, amigos y familia, pareja, empleados, todos querían colaborar para poder ayudar a ese jovencito castaño a recuperar su luz. La que nunca debió ser opacada con crueldad

—me parece que no serás el único… hay una personita que seguro te sorprenderá conocer — el pequeño Fuuta fue recibido con cariño por parte del recién llegado

—a partir de hoy seré tu tío. Cuidemos juntos de Tsuna — simples palabras que lograron sacar una sonrisa sincera al castaño. Simplemente era su familia, su paz y su base para seguir adelante

 

 

La noticia sobre el regreso del nuevo heredero, se había regado como pólvora. Era noticia en todos los medios. Tsuna se negó a dar declaraciones, no aceptó ninguna solicitud de entrevistas, quería evitar cualquier cosa que lo obligara a recordar sus días negros. Timoteo se aseguró de explicar todo y evitar que Tsuna cargara con esa dura tarea. El juicio, los abogados, los interrogatorios, todo fue un caos, pero los familiares, amigos y demás, se encargaron de eso. El castaño jamás salió de la mansión, se encerró en una cáscara de seguridad, incluso su testimonio fue mediante una videoconferencia

 

 

Tiempo…

 

 

Vivir en aquella mansión fue fácil. Los espacios amplios, las habitaciones enormes, el encierro eran casi nulo y su claustrofobia no molestaba tan seguido. Escapar de las personas también le sirvió a Tsuna para detener sus ataques de pánico, pues había aprendido a huir, pasar desapercibido o escabullirse de cualquier lugar en silencio. Fuuta siempre estaba con él. No dejaron de compartir la habitación, ya que el pequeño era el único capaz de controlar el estado de ánimo del castaño. Los días seguían pasando y con ellos también el progreso se iba notando. Terapias, sesiones de meditación, visitas inesperadas como la de Fong que causó los celos de Hibari, Kyoko también llegó. Poco a poco Tsuna retomaba su brillo natural, el calor de hogar era su mayor tesoro y medicina

 

Hibari se mantuvo junto a su castaño en todo ese tiempo. Apoyándolo con la debida precaución para no asustarlo. Cuidándolo para que no tuviera momentos incómodos, siendo paciente para que su mayor tesoro no se rompiera. Se acercaba solamente cuando el conejito lo permitiera, incluso se acostumbró a la presencia del niño, pues el pequeño Fuuta no parecía asustado por su presencia y, por el contrario, trataba de hablar con él a pesar de que las respuestas eran cortas. El pequeño era dulce al igual que su padre, sobreprotector en cuanto a Tsuna se refería y todos en casa lo adoraban

 

 

—Hibari—san es una persona callada, pero cuida bien de mi oto—chan, por eso me agrada

 

 

Eso había dicho Fuuta en cierta ocasión, a Hibari hasta le pareció divertido de cierta forma. Pronto le adecuaron una habitación personal al niño, pues era hora de poner ciertos límites y prohibiciones para obligar a Tsuna a salir de su encierro. Para el castaño fue duro separarse de su hijo, pero era necesario si quería continuar con su vida. Hibari muchas veces lo había visto caminar por la casa a mitad de la noche, tal vez escapando de la soledad o el miedo de quedarse atrapado entre esas cuatro paredes, que para el castaño eran una prisión. Kyoya le hizo compañía innumerables veces, tanto de día, como de noche, mientras se mantenía al pendiente del puesto que le habían otorgado en Vongola. La vida de Kyoya ahora estaba en Italia, cuidando de la seguridad de su pequeño para que jamás tuviese que pasar por algo tan horrible de nuevo

 

 

 

—Hibari—san, lamento causarle tantos problemas – se habían encontrado en medio de la sala de aquella mansión. Entablaron una amena conversación y sin querer, Tsuna se atrevió a sacar todas esas cosas que no se había atrevido a decir con claridad – por mi culpa dejó Namimori. Debió ser difícil ya que la promesa que mantenía…

—alguien me hizo entender que, lo más importante en mi vida, es tu bienestar – le contestó de inmediato al ver aquella melancolía en la mirada chocolate – no debes culparte por cosas así. Decidí venir aquí, nadie me obligó a nada

—pero con lo que me pasó… bueno, supuse que usted…

—ya había decidido a venir. Ese suceso solo adelantó mi viaje

—en verdad estoy feliz de tenerlo cerca – sonrió con dulzura

—te cuidaré – acarició aquellos cabellos rebeldes con cautela – no te preocupes – deslizó sus dedos por el rostro del menor. Ansiaba probar de nuevo esos labios, pero no se atrevía a tomar aquella oportunidad

—lamento que esto pase – susurró apretando la mano del azabache para mantener la caricia en su rostro – aún tengo miedo… pero si es Kyoya… está bien… creo que puedo… intentarlo – se mantuvo quieto sin saber qué hacer. Aquella mirada intensa lograba encender un calorcito en su pecho

—quiero besarte – susurró acercándose un poco a Tsuna, admirando cada reacción del más joven – solo un roce

—Kyo… ya – murmuró un poco nervioso al sentir la cercanía, pero también lo deseaba. Sentir de nuevo aquella electricidad que lo invadía al tenerlo con él. Sintió la corta distancia, suspiró al sentir una de las manos acariciar su rostro y la otra acariciar sus dedos – yo te… — entrelazó sus manos para darse un poco de seguridad, cerró sus ojos por instinto, esperando cualquier contacto

—OTO—CHAN… ¡te encontré! – aquella vocecita conocida retumbó en la habitación mientras cierto castaño se volvía de piedra

—Fuuta – sonrió nervioso al verse en esa situación.  Tsuna sintió como el mayor se alejaba, se mordió levemente el labio sin saber cómo actuar. El pequeño se mantenía viéndolos – pensé que…

—¡oto—chan está siendo atacado! – se sobresaltó el pequeño mientras se acercaba al par de adultos – no quiero que mi padre se sienta mal de nuevo – agarró la ropa del castaño en una súplica muda para que lo cargase

—no le estoy haciendo daño – gruñó Hibari ante la clara acusación del pequeño que cortó su momento

—lo que viste… — el castaño sonrió nervioso, alternando su mirada entre el pequeño en sus brazos y su azabache – Kyoya solo… no intentaba hacerme nada malo

—¿Kyoya? – se exaltó el pequeño al escuchar ese nombre – ¿usted es Kyoya? – preguntó mientras el mayor asentía levemente. El mencionado no podía negar que estaba celoso del pequeño, el cual tenía permitido estar cerca de su conejo a todas horas. Ahora mismo estaba en brazos del castaño

—¿qué sucede? ¿Acaso no lo sabías? – Tsuna admiró la sorpresa en su pequeño, no entendía esa extraña reacción

—entonces es la persona que Tsuna quiere – sonrió el menor mientras el castaño se sonrojaba levemente – mi padre susurraba su nombre mientras estaba dormido

—¿yo… yo hacía eso? – se avergonzó Tsuna mientras observaba la sonrisa divertida del azabache a su lado

—a veces, cuando estábamos en esa casa o cuando dormíamos en los hostales – explicó el pequeño algo preocupado mirando a su oto—chan – papá, ¿tienes fiebre?… estás rojo

—no… no es eso – trató de buscar un apoyo en el azabache – es solo que yo

—me sorprende que susurraras mi nombre en sueños – bromeó el azabache para avergonzar un poco más a su conejito – pequeño herbívoro, nos interrumpiste – acusó de inmediato al recordar porque se sentía tan frustrado

—Hi—Hibari—san, no debería

—estaban muy cerca el uno del otro – susurró el menor mirándolos con detenimiento – ¿se iban a besar?

—así es – admitió el mayor sin temor alguno

—Fuuta… eso… bueno yo – Tsuna no sabía cómo reaccionar ¿desde cuándo su pequeño se daba cuenta de esos detalles?

—Yamamoto—san me dijo que eso se hace cuando las personas se quieren – sonrió el menor pidiendo que lo bajaran – lamento haber interrumpido

—¿él te lo dijo?… pero, ¿por qué hizo eso? – se arrodilló en frente del menor

—porque él y Gokudera—san estaban así – los señalo divertido – en la cocina, después me lo explicaron… Gokudera—san también se puso muy rojo, tal vez vayan a enfermarse – se giró al azabache – debe cuidar de mi padre, si se resfría sería malo

—lo cuidaré – el azabache despeinó un poco al ingenuo pequeño – ahora puedes dejarlo a mi cuidado

—¡sí!… me iré con la abuela de compras – se dirigió a su padre sonriente – venía a pedir permiso

—pu—puedes ir – besó la frente del pequeño y lo vio correr hacia la salida

—esos herbívoros te ahorraron el trabajo – bromeó el azabache cuando al fin el castaño se incorporó

—creo que sí – sonrió Tsuna con un leve sonrojo. Sabía que sus amigos estaban en esa relación, pero jamás los había visto claramente. Debía agradecerles después, aunque ese pequeño suceso fue demasiado extraño para su gusto

—Tsuna…  —cuando el menor se giró a verlo, Kyoya se acercó hasta depositar un leve beso en aquellos labios rosados para sorpresa del menor – ya no debes preocuparte

 

 

 

Nunca se imaginó que la ayuda para explicar ese asunto fuera externa. En el fondo, Tsuna tenía miedo de un rechazo. Nunca lograría superar algo así, pero todo se había solucionado fácilmente. Habló con Gokudera, bromeando acerca de la relación con su otro amigo, agradeciéndole de la ayuda, avergonzándolo un poco por no haberle contado antes. Sus días de paz estaban aparentemente empezando, pero sabía que no podía seguir encerrado en ese manto de protección que le era dado. Tsuna confiaba en Hibari para protegerlo, pero ya no era un niño ni mucho menos. Los miedos por los que atravesaba estaban superándolo y no estaba dispuesto a quedarse sin hacer nada. Así que empezó una terapia personal, comenzó por interactuar primero con los empleados de aquella mansión, lo básico era quitarse el temor a acercarse a los desconocidos. Nuevos empleados y demás fueron sus objetivos, en un principio le fue difícil, pero con cierta pequeña ayuda todo parecía más sencillo. El afrontar la noche en completa soledad, encerrado en esas cuatro paredes le fue mucho más dificultoso que todo lo demás. Tsuna se despertaba cada cierto tiempo sintiendo asfixiarse, al no poder calmarse, solía salir a la cocina, pero con menor frecuencia, tratando de mantenerse en calma hasta que en realidad ya no lograra controlar los deseos de salir de su encierro

Siempre se encontraba con Hibari en sus salidas nocturnas. En un principio creyó que eran simples coincidencias, pero en realidad el mayor se tomaba la molestia de no dejarlo solo en ese mar de desesperación que lo ahogaba. Tsuna terminó dándose cuenta de que el azabache se despertaba al sentir que caminaba por la casa y aunque el menor pidió en varias ocasiones que Hibari no se sintiese obligado a acompañarlo, su petición nunca fue tomada en cuenta. Tsuna terminó por agradecer la ayuda, así al menos tenía a alguien con quien platicar un poco. Todo terminó por volverse una rutina, el castaño salía a recibir a Hibari cuando llegaba tarde debido al trabajo que mantenía con los Vongola, disfrutaban de una pequeña cena preparada por el menor y en burla, Reborn le había dicho que se estaba convirtiendo en una excelente esposa. Tal vez el azabache de patillas podría tener razón, pero esa simple rutina lo estaba ayudando mucho. La relación con el azabache estaba normalizándose poco a poco, podía aceptar los besos y caricias simples, como si fueran un par de jovencitos empezando desde cero. A Tsuna le gustaba eso, ya que su relación no había empezado de una forma “normal”, se habían dejado llevar por arrebatos y ahora solo podían seguir poco a poco

 

La primera vez que Tsuna salió de la mansión, fue en compañía de sus padres. Una salida corta, pero provechosa, pues era como si recién estuviese conociendo el país. La segunda fue con Hayato, Takeshi y Fuuta, se divertían en el centro comercial. Cada salida era diferente a la anterior, cada una le daba un empujoncito más para su total recuperación. La tercera fue con Lambo y se convirtió en la más descabellada idea, terminaron por ir a la frontera Este para un paseo ligero. A Tsuna le agradaba que cada quien quisiera ayudarlo, pero en esa ocasión se habían llevado un regaño, ya que la “simple salida” se convirtió en un paseo de tres días seguidos sin contacto con la familia. Ambos jovencitos no se arrepentían de nada, convivir juntos como un par de chiquillos había subido al menos diez escalones para el regreso del carácter normal de Tsuna. Había que admitir que Lambo sabía ayudarlo a grandes zancadas, piscinas, juegos, bailes, deportes, dormir en medio de Dios sabe dónde. Había sido una de las aventuras más divertidas para ambos, pues con dinero las cosas se hacían más fáciles que viajar sin él.

Salir con Hibari había sido un tanto diferente. Un paseo en pareja siempre lo era. Tsuna recordó una de sus salidas en Japón y en cierto modo se parecían, un sitio poco visitado para que ambos estuvieran cómodos, caminatas tomados de las manos, sonrisas dedicadas del uno para el otro y nada más, sencillas palabras de apoyo, cariñosas, simples, al final del día una cena sencilla. Y esa noche tras darle las buenas noches a su hijo, Tsuna pidió compañía

 

 

—¿po—podría quedarse con—conmigo… ésta noche? — sus mejillas rojas por la petición, un tartamudeo leve y sus nervios a flor de piel al escuchar la respuesta

—está bien — Tsuna solo quería tenerlo cerca, al menos hasta se quedara dormido. Extrañaba ese contacto íntimo que solían compartir, pero sus temores seguían presentes y no lo dejaban progresar.

—gracias — Fue abrazado por la espalada, Tsuna se tensó al contacto. Compartían una cama enorme, pero para Tsuna era una pequeña prisión y tembló sin poder evitarlo 

— tranquilo… si no lo soportas solo dímelo — pero el castaño no dejó que Kyoya se alejara. Lo retuvo porque sabía que aquel hombre a su lado era Hibari y nadie más. Su cerebro lo sabía, pero su cuerpo se mantenía en alerta. Quería quitarse esa horrible sensación

—lo siento… solo necesito un poco de tiempo — se dio vuelta para admirar aquel rostro

 

 

La mirada metálica. El castaño deslizó sus dedos por los cabellos azabaches, lo besó con simpleza repitiéndose mentalmente que aquella persona era el amor de su vida y que jamás le haría daño. En silencio dejó que el cansancio le ganara y aferrándose al pecho del mayor, se quedó dormido. Tsuna sintió el cálido abrazo durante la noche, esa fue la primera vez que logró mantener su sueño por completo hasta el día siguiente. A esa primera vez le siguieron varias, llegando la normalidad. La compañía del otro se hacía necesaria

 

 

Continuará...


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