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Ayudándote a superar tu claustrofobia por 1827kratSN

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La mañana alborotada. Los pasos presurosos de los empleados encargados de la limpieza como de costumbre. Los rayos del sol empezaban a colarse por las cortinas, mostrando a un par de personas compartiendo el mismo lecho. Las sábanas alborotadas, el desorden en esa habitación. Sólo con verla, cualquiera se podía dar cuenta del ajetreo del día anterior.

Cierto azabache empezaba a despertarse, deslumbrado por la luz que ingresaba. Dejó que su mirada se acostumbrara poco a poco, se dio vuelta y cierta figura captó su atención inmediatamente. La cabellera castaña a su lado destacaba entre las blancas sábanas y almohadas, desordenadas, las hebras se esparcían revoltosas, el rostro calmado, la respiración delicada. El cuerpo estaba boca abajo, mostrando aquella espalda, marcada por leves mordidas, algunos moretones que simbolizaban la pertenencia. Hibari lo admiró en silencio. Aquella desnudez solo era cubierta por las sábanas que apenas ocultaban la parte baja de su amante, él también permanecía sin prendas, apenas cubriéndose por la fina tela blanca. Sonrió de medio lado al tener esa hermosa vista a primera hora de la mañana

“apetecible” pensó mientras se acercaba con cuidado de no despertar a su compañero. Sabía que esa piel era suave, sensible, pues ya lo había probado innumerables veces. Deslizó su dedo por la espalda, desde los hombros hasta la unión entre la tela y piel. Lo vio removerse un poco mientras apretaba las almohadas. Era divertido ver aquellas expresiones confusas. Kyoya repitió la acción usando esta vez dos de sus dedos, resbalándolos con cuidado, lento y apenas rozando. El menor se arqueó levemente apretando sus parpados, susurrando algo inentendible. El azabache cambió su ruta, ahora definiendo el perfil del castaño, sus mejillas, el mentón y terminó acariciando aquellos labios, de los cuales soniditos lujuriosos escapaban cuando estaban en intimidad

“Kyo…ya” adoraba escuchar su nombre de aquellos labios, un sonido suave. Se acercó un poco más, sin pensarlo, pues ya estaba empezando a excitarse. Era increíble que, a pesar de los siete años transcurridos desde aquel incidente en el ascensor, su cuerpo se viera encendido por aquel jovencito de corazón sensible. Besó el hombro del más joven que se removía ligeramente, recorrió aquella espalda usando sus labios. La piel se erizaba, la respiración del castaño empezaba a agitarse. Kyoya lo mordió levemente escuchando un gemido sonoro

 

 

—¿Kyoya… qué haces? — pero Kyoya no le permitió incorporarse, lo tomó por la muñeca obligándolo a quedarse en esa misma posición

—te veías delicioso — fue su respuesta para seguir con las acciones anteriores, escuchando leves quejas de su acompañante. Las ignoró totalmente, pues no pensaba detenerse. Necesitaba bajar el calor que por su cuerpo empezaba a recorrer

—Kyoya… deja de morderme así – exigió al sentir la corriente surcar en medio de su espalda. Tsuna se aferraba a las sábanas soportando aquellas caricias rudas

—lo disfrutas – aseguró lamiendo la reciente marca, ascendiendo en una cadena de ósculos ligeros. Llegó al cuello, quería marcarlo – Tsuna…

—es cierto – sonrió mientras sentía como el azabache tiraba de él hasta incorporarlo – pero… — sus labios fueron devorados de repente, las manos del mayor no se quedaron quietas y lo acariciaron con fuerza – no he dormido casi nada – se quejó abrazándose a aquel hombre hasta envolverlo con sus piernas, notando la desnudez que lo acompañaba – Kyoya…

—tomemos un baño – cargó al más joven escuchando la risita baja que soltaba

—tengo una reunión a primera hora – mordió el cuello del mayor en protesta – no seas rudo – sonrió mientras lamía aquella marca, no era justo que sólo él tuviera que esconder aquellas mordidas en su cuerpo

—lo pensaré – nada más lejos de la realidad. Kyoya estaba demasiado acalorado como para tener compasión del cuerpo del más joven. Desapareció dejando en el camino solo la sábana que caía en desorden por la habitación. Ellos tenían asuntos más importantes que atender en privado

 

 

El ambiente en el comedor común era acogedor. Tsuna admiró a todos reunidos alrededor de la mesa, su abuelo sentado en la cabecera sonriendo a los presentes, feliz de poder descansar con su familia. Compartir algo tan simple como eso, era inigualable. El castaño saludó con una sonrisa obteniendo las miradas sobre sí y su acompañante, tomaron asiento junto al anciano como era costumbre, así era siempre

 

 

—solo falta una persona – sonrió el mayor de todos ellos

—lo lamento, padre. Reborn ha dicho que pronto bajará, pues estaba atendiendo una llamada importante – hablaba una mujer castaña de un tono oscuro, la mirada achocolatada brindaba siempre una muestra de felicidad a pesar de todo. Alegre, cuidadosa, así era ella

—no sé qué es lo que piensa mi hijo – suspiró el anciano – le he dicho varias veces que asista con puntualidad al desayuno, debería estar sentado a tu lado, Haru

—debe ser realmente importante, sabe cómo es él – sonrió la chica. Dulce y buena madre de familia, así la consideraban en esa casa, a pesar de que su esposo no era del todo cariñoso, la trataba bien. Ese par convivía en armonía

—ya estoy aquí… me disculpo con todos – de pronto el hombre de patillas apareció con su porte elegante y el rostro serio – tenía un problema, pero eso no interesa. Podemos desayunar inmediatamente

—Reborn, te estas olvidando de algo – habló Tsuna admirando cierta falta en aquella enorme mesa que compartían como familia

—Aida me ha dicho que buscaría algo que se le olvidó —Yamamoto se veía mucho más maduro, los años le sentaban bien y Gokudera no se quedaba atrás, ambos disfrutando de aquella relación duradera, sin contratiempos.

 

 

Todos formaban parte de esa familia, así permanecerían hasta que decidieran irse, aunque eso no era opción. Tsuna los quería cerca y al parecer ellos solo deseaban complacer al castaño, pues durante todo ese tiempo eran miembros importantes en las empresas, aprendiendo desde lo más básico llegaron a donde se encontraban en ese momento, los pilares en donde Tsuna podía apoyarse sin dudar ni un segundo. Fuuta ya con pocos meses para cumplir trece años había crecido en una familia llena de amor, aceptando a sus dos padres como lo más importante que tenía, orgulloso de su familia

 

 

—¡¡PAPÁ!! – de pronto la voz de una pequeña niña hizo eco en la habitación, atrayendo las miradas. Una linda azabache de cabello largo, liso, de mirada dulce como su madre corría en dirección de los presentes — PAPÁ – la pequeña respiraba agotada debido a la carrera de vuelta a su lugar – ¡mira! – extendió sus manitas mostrando una pequeña pulsera hecha de varias perlitas de colores – lo hice yo

—Aida… — el azabache de patillas le habló en tono de regaño al verla llegar tarde a la mesa – se supone que te dejé aquí. No debiste levantarte – la miró con calma y seriedad, pero la pequeña fuera de asustarse como cualquiera en su sano juicio lo hiciese, sonrió, insistiendo para que el hombre tomara el objeto entre sus manos

—papá, solo mírala, es linda – tomó la mano de su padre y dejó el objeto en ella. Aida estaba ajena a las miradas adultas que sin duda jamás dejarían de sorprenderse por esas acciones en casa – es el regalo de mamá

—es muy bella – halagó Haru desde su asiento, observando la reacción del hombre, el cual se había transformado en su esposo debido a la insistencia de su padre con justificativo de unir lazos con Vongola. Haru no se quejaba de su matrimonio, aunque el azabache no era cariñoso ni muy expresivo, era un padre ejemplar y un esposo atento a todo lo que la familia se refería. Con el tiempo aprendió a quererlo, a pesar de lo difícil que fue al principio acostumbrarse a la mirada e imponente presencia de aquel hombre – seguro que tu padre piensa igual

—¿verdad que sí? – sonrió la pequeña esperando las palabras de su padre, al que adoraba de sobremanera

—es perfecta – habló Reborn mostrando una ligera sonrisa, tomando a su pequeña entre sus brazos y sentándola en su regazo. Todos lo sabían, Aida era la adoración del azabache y solo con ella era capaz de ser cariñoso – porque la hiciste tú – admiró la amplia sonrisa de la castaña a su lado al igual que la de la niña que sostenía – buen trabajo

—¡soy perfecta como papá! – todos sonrieron al escucharla, a pesar de lo dulce que era la niña, se caracterizaba una fuerte personalidad en donde su orgullo resplandecía. Inteligente, intuitiva y porque no, perfeccionista en lo que hacía – toma tu regalo mamá – le extendió el objeto a su madre, quien feliz la recibió, colocándosela ante la mirada emocionada de la menor

—toma tu lugar Aida. Estamos haciendo perder el tiempo a todos aquí – Reborn la bajó enseguida, admirándola tomar asiento junto a su madre

—no te preocupes, Reborn – Tsuna adoraba a su primita, la única capaz de dominar al sádico tío que tenía

 

 

A pesar de que Tsuna en un principio no estuvo de acuerdo en aquel matrimonio concertado, se dio cuenta que su tío lo había decidido así y no podía hacer nada. El castaño sentía cierta pena por Haru, pues la chica era joven y apenas terminaba su carrera cuando se casó, pero era una gran amiga de la cual cuidaría con gusto, formaba parte de su familia después de todo. La ayudó a acostumbrarse a la personalidad de su tío, le dio apoyo cuando la nostalgia por su familia la embargaba, entablaron un lazo muy fuerte apoyándose entre sí y cuando nació Aida, todo se tornó más sencillo. Aida junto a Fuuta terminaban de hacer de la mansión más brillante y rebosante de energía. El desayuno transcurrió tranquilo como siempre, con pequeñas discusiones entre los miembros, con sonrisas infantiles, comentarios por parte de los adultos, típica familia establecida

 

 

—¿oto—chan, oto—san, podrían otorgarme permiso para salir hoy? – Fuuta hablaba al momento en que terminó su porción. Sabía que sería difícil hablar de ese asunto con sus padres a solas sobre cierto tipo de asuntos, así que si se hallaba en medio de todos no habría problemas… al menos ese era el plan

—primero dime, ¿a dónde irás? – el castaño presentía la ruta del tema a tratar, pero no podía enfadarse con su hijo. Había cierto problema con aquello, era normal que el más joven tomara las oportunidades “oportunas”

—pasearé en el centro, aprovecharé para comprar algunas cosas que me hacen falta – sonrió al ver la complicidad en su castaño oto—chan

—¿con quién? – las palabras salieron de repente de labios del azabache de mirada metálica. Fuuta se tensó al igual que su oto—chan y los demás simplemente suspiraron resignados a lo que venía

—con… — Fuuta tenía dos opciones: mentir y enfrentar el enfado de su azabache padre o decir la verdad y enfrentar el enfado de su azabache padre, suspiró profundamente antes de soltar la información – con Basil –

—no irás – Hibari ni siquiera le dio tiempo a reclamar u objetar algo y simplemente negó su permiso – no me gusta ese niño – solo con pensarlo la ira lo invadía. Aquel mocoso rubio de ojos azules tenía intenciones impuras con su hijo, eso era lo que pensaba

—pero oto—san, quiero ir. Basil me ayudará a comprar…

—he dicho que no – gruñó por lo bajo al pensar en todas las posibilidades que habría en torno a esa salida. No sería la primera vez que lo hicieran, todas cedidas por Tsuna que terminaba por convencerlo de diferentes y variadas formas

—Kyoya, deja de celar a tu hijo – ordenó el mayor de la casa. A Timoteo le gustaba la relación que Hibari tenía con el niño, pues confiaban el uno del otro y eso se mostraba claramente ya que jamás Fuuta dijo alguna mentira para salir, pero en esos instantes se volvía complicado

—Kyoya… — Tsuna suspiró al admirar el aura oscura que empezaba a formarse alrededor de su pareja. No negaba que también era sobreprotector con el pequeño Fuuta, pero Kyoya exageraba a veces. Conocían a Basil, un amigo de su hijo, desde hace un par de años, pero mientras ellos crecían daban ciertas muestras de empezar una atracción diferente, una en tono romántico, la misma que desató de pronto la sobreprotección de Hibari, quien no soportaba ni mirar al susodicho – Fuuta puede salir cuando quiera – sintió la amenazante mirada de Hibari, pero eso ya dejó de afectarle… casi totalmente – puedes ir tranquilo Fuuta, solo debes mantenerme informado sobre tu hora de llegada

—me niego a dejar que ese herbívoro salga con MI hijo – Kyoya odiaba que Tsuna se pusiera de parte de aquel ser insignificante… Basil no era digno de estar cerca del pequeño Fuuta – no irás

—puede ir – y ahí empezaba la riña

—no lo hará

—Kyoya, estás siendo infantil – regañó Tsuna percibiendo las risas bajitas que los miembros de la familia soltaban – deja a Fuuta tranquilo, está creciendo y puede salir con quien desee, ya sea en tono romántico o no

—acabas de admitir que ese herbívoro pretende frecuentar a Fuuta – estalló Hibari ajeno a la vergüenza que ocasionaba en el más joven que mostraba un leve sonrojo por ser el centro de discusión de sus padres a primera hora de la mañana

—¿no crees que tu hijo puede decidir por sí solo? – ya cansado de ver aquellos dos pelear de forma nada madura, Reborn decidió intervenir – tiene la suficiente edad para eso

—no deberías decir nada. Tú sobreprotegiste a Tsuna por un tiempo más extendido, incluso intentaste matarme cuando empecé a salir con él – Kyoya reclamó ante la mirada oscura del azabache de patillas

—esas son cosas del pasado, exageraciones tuyas… un par de golpes no fueron nada – claro que recordaba lo ocurrido cuando Hibari tomó la virginidad de Tsuna, pero esos temas no eran aptos para discusión en frente de los menores. Además, era un secreto entre ellos y por eso maldijo entre dientes

—¿papá, porque Hibari—san te acusa así? – Aida fue la que rompió el tenso ambiente del lugar. La inocencia de la pequeña no debía ser manchada con asuntos de ese tipo

—Fuuta debería decir si le interesa Basil – Yamamoto intervino de pronto, pues solo había una cosa que lograría acabar con esa disputa y era saber la verdad, así que ¿Por qué no aclarar ese asunto en ese mismo momento? – ¿te gusta Basil? – preguntó con una sonrisa causando que las miradas se posaran en el menor de la familia, expectantes por una respuesta

—yo... – sus mejillas le ardían, ¡¿cómo podían preguntarle algo así sin tacto ni nada?! era su vida ¡por Dios! además era vergonzoso que toda su familia discutiera por ese asunto – yo… eso

—deberías ser sincero – insistió Reborn ya fastidiado por el asunto – solo es un sí o un no

—¿acaso te gusta ese herbívoro? – las palabras de Hibari estaban llenas de furia

—Kyoya, estás asuntando a tu propio hijo – reclamó Tsuna interviniendo a favor del pequeño – eso es apresurado, deja que ellos decidan solos

—me agrada la compañía de Basil – habló Fuuta antes de que iniciara una nueva pelea – pero no sé si llega más allá de eso – no miró las reacciones de los demás, le bastaba con la vergüenza que sentía por si solo al ser interrogado en el desayuno

—lo morderé hasta la muerte – gruñó Hibari levantándose de su sitio

—¡Kyoya espera! – Tsuna lo siguió de cerca para impedir cualquier cosa peligrosa. Conocía el carácter de su amante, no era mejor que el de Reborn, en ocasiones el castaño tenía compasión por el valiente que, en un futuro, tratara de frecuentar a Aida…

—si me libro de ese mocoso no tendré que preocuparme – susurró para que Tsuna lo escuchara – no permitiré que se le acerque

—Kyoya, por favor, ya basta – lo siguió por la mansión tratando de convencerlo de no hacer una tontería – es un buen chico, no le hará daño

—no me digas que no te preocupa esa relación – gruñó

—un poco… pero Fuuta es lo suficientemente maduro, está creciendo y Basil es atento, se nota que lo quiere mucho. Además, ya escuchaste a tu hijo, aún no sabe que siente por el ojiazul – logró detenerlo antes de que avanzara por el jardín – ¡Kyoya no puedes atacar a un menor!

—no lograrás convencerme, Tsunayoshi

—Kyoya – se colocó en frente de él para detenerlo, sabía que cuando su nombre completo era pronunciado, significaba que en verdad el azabache estaba enfadado – por favor – solo recibió un leve “hum” y lo vio querer irse del lugar – ¡Kyoya espera! – de nuevo lo detuvo, suspiró profundo, sabía que tenía que usar eso – haré… lo que quieras. Sólo deja a Fuuta en paz – sonrió satisfecho al obtener la atención del mayor – lo que quieras — repitió con seriedad

—aun así – Kyoya tenía muchas ideas. Aquel ofrecimiento era tentador, pero ¿sería suficiente? – no estoy convencido

—lo haré, lo prometo… sin restricciones –  Tsuna esperaba que fuese suficiente. La felicidad del pequeño valía la pena – lo único que pido es que dejes a Fuuta crecer con tranquilidad. Deja que conozca el mundo por sí solo, cuando sea necesario intervendremos

—me molesta ese mocoso

—lo sé, pero es la vida de nuestro hijo

—¿sin ninguna restricción? – aclaró cruzándose de brazos – incluso en la oficina

—pero…. Está bien – Tsuna suspiró profundamente, sabía a lo que Kyoya se refería

—acepto, pero si ese niño se atreve a sobrepasarse, lo hace sufrir o algo peor, lo morderé hasta la muerte

—Fuuta estará feliz, eso es lo que importa

—recuerda lo que me has prometido, Tsuna – le brindó un beso para al final morderlo levemente

—creo que tendré que asegurar un sistema a prueba de ruidos – sonrió divertido… aunque eso sería interesante

 

 

De pronto, Tsuna se dio cuenta de algo importante, estaba un poco retrasado a la primera reunión de ese día. Se apresuró a regresar al comedor dándole la buena noticia al joven Fuuta, que no pudo evitar sonreír ampliamente y abrazar a cada uno de sus padres antes de retirarse con prisa hacia la institución. La familia pronto se disipó quedando en aquella estadía, solamente el anciano, Reborn y ambos adultos que peleaban con anterioridad a causa de los celos paternos

 

 

—tengo algo que hablar contigo Tsuna — mencionaba Reborn antes de que el castaño saliera a su destino

—¿de qué se trata? — por alguna razón esas palabras le dieron mala espina al castaño. Sintió cierta molestia en su estómago, algo que no había sentido hace mucho, después de todo su vida había estado en paz por un largo periodo

—aparta un par de horas, tenemos un asunto importante de que charlar, preferible a solas, después de todo esto le interesa a la familia. Te afectará a ti — advirtió el azabache antes de acomodar su fedora y tomar su rumbo

—puede ser antes del almuerzo, mi secretaria te llamará

 

 

Continuará...


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