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Ayudándote a superar tu claustrofobia por 1827kratSN

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De blanco, como era tradicional…

 

 

La boda de Lambo fue discreta. Sólo allegados de ambas familias estaban presentes, como complemento, los Vongola estaban en las primeras filas. La novia se veía radiante, mostrando un fino vestido de color blanco que resaltaba sus finas curvas, ella estaba muy feliz al estar en el altar con su futuro esposo. El azabache de cabellera rizada sonreía con cariño al ver la emoción de su compañera. I—pin y Lambo se dieron el sí mientras muchos aplaudían y otros lloraban de emoción al ver a los jóvenes unirse de por vida. Una fiesta sencilla, una cena maravillosa, una unión llena de paz y bendiciones… Un corazón herido, otro recompuesto. Una historia por empezar, otra finalizada. Así era esa vida caótica

 

Tsuna percibió cierto toque de dolor en su tío, algo que, solo quien conocía muy bien al azabache, percibía. Por obligación ante la familia Bovino, todos asintieron a la boda. El castaño quiso evitar eso, pero al final no tuvo que hacer nada, ya que fue Reborn el mismo que aceptó la invitación del feliz padre de Lambo

 

 

—mi hijo se casará con una bella mujer. Sus hijos serán mis herederos y al fin podré descansar en paz, ya que mi pequeño se ha vuelto un adulto. Lambo formará su propia familia — Tsuna vio de reojo la reacción de su tío y como imaginó, ni siquiera se inmutó

 

 

Tsuna dejó de preocuparse por él, después de todo el causante de su propio destino fueron ellos mismos. El uno por no ceder y el otro por no insistir. El castaño vio la felicidad en Lambo cuando besó con ternura a su, ahora, esposa. Tal vez la felicidad del Bovino no era completa, pero esa sonrisa sincera que tenía, era suficiente como para que Tsuna decidiera apoyarlo y sentirse feliz del nuevo futuro que se estaba construyendo. No olvidaría lo que el propio Lambo le dijo

 

 

—me casaré con mi primer amor… I—pin fue el amor de infancia que pudo llenarme de ilusión. No me digas que hago esto solo por buscar a alguien a mi lado, pues la decisión la tomé por mí mismo y no me arrepiento de nada

 

 

Con paso seguro y sin ninguna duda, Lambo salió para aceptar a su futura esposa, era increíble lo maduro que se había vuelto aquel chiquillo de mirada verdosa. Tsuna quería seguir viéndolo de esa forma, pues superar una situación como una infidelidad, aunque en realidad nada había pasado, no era simple y menos para un jovencito inocente como lo era Lambo, pero al parecer Tsuna se preocupó demasiado. Ahora entendía que Lambo… podía defenderse solo

 

Todos vieron partir a los recién casados a la hora correcta. Así terminó el martirio de unos, la dicha de otros, sea como fuese debían seguir adelante. Tsuna con su familia, los Vongola con sus negocios, Lambo con su esposa, Reborn con la suya, Los bovino con proyectos y en fin… cada uno con sus problemas

 

 

Como escucharon… PROBLEMAS

 

 

Si alguien se preguntaba qué clase de problemas tenían los Vongola, pues simplemente deberían ponerse a pensar como una pareja singular esperaba ansiosa la visita al médico para por fin saber el estado de sus pequeños. El género del futuro bebé no les importaba, pero la salud de aquellos infantes sí que les concernía. La cita con el especialista estaba prevista justo el mismo día en que Tsuna tenía una reunión con inversionistas alemanes, Hibari coordinaba la salida de Reborn para administrar un fallo en el traslado de mercancía en la frontera, Timoteo llegaba de un pequeño viaje en el cual visitó a sus viejos amigos y al final… nadie estaba disponible para presenciar la ecografía de ciertas mujeres que ya mostraban una barriguita de cinco meses. El caos de ese día empezó. El malhumor del castaño estalló después de varios estresantes días.

Ese preciso día tenía que encontrarse con los benditos inversionistas y para colmo ¡se habían retrasado! El castaño había hecho hasta lo imposible por retrasar un par de horas la visita al médico, uno de los más prestigiosos y ocupados, ¡bendita suerte tenía! Enfadado como estaba, sólo podía sonreír falsamente a los pocos miembros en esa sala que acudieron a la reunión, cabe decir que esa sonrisa no era nada agradable y por el contrario daba terror, incluso Yui sabía que no debía cometer errores en esos momentos. Ya había pasado cuarenta y cinco minutos, el pie de su jefe empezó a moverse. La chica casi salió huyendo del lugar. Apenas dos minutos después los hombres alemanes llegaron, todos de porte elegante, imponentes, altos, intimidantes con su traje perfectamente planchados y porque no… altaneros

Los alemanes se presentaron con cordialidad, uno de ellos le sonrió con galantería al castaño, lo que hizo que el jovencito se enfadara todavía más. Tsuna trató de que sus facciones no denotaran la ira y les dedicó una sonrisa

 

—es muy joven como para dirigir esta enorme empresa. No se preocupe, nosotros lo ayudaremos

 

Esa fue la gota que derramó el vaso de paciencia de Tsuna, quien les brindó la más grande sonrisa FALSA que tenía. A veces su carácter, o mejor dicho, el carácter heredado de su familia, salía a flote. En esta ocasión lo usaría. Con su perfecto inglés, les aseguró que pediría ayuda si fuese necesario y exigió empezar la reunión sin enviarlos al demonio, sólo porque sabía que esos tipos serían una buena fuente de materiales básicos, pero… como decía Reborn. “jamás me sentiré inferior a nadie y demostraré que soy superior a todos”.

Con paciencia habló con ellos, dio opciones de negocios, no cedió al tratar el asunto de dinero, exigió prisa en sus decisiones, los inundó de dudas sobre el proyecto, analizó con prontitud pros y contras, todo en una hora exacta. Sus invitados quedaron impactados por todas esas habilidades,  sintiéndose como apresados en esa habitación, sintiéndose ridículos al haber subestimado al jovencito que en ese momento observaba  el reloj muy interesado. Lo vieron tomar los documentos y llamar a su secretaria, nadie pudo detenerlo

 

 

—aquí termina la negociación de hoy —los alemanes se quejaron, pero el castaño ni se inmutó — disculpen mi descortesía, pero… ¿acaso sus relojes están retrasados? permanecí esperándolos cuarenta y cinco minutos que pudieron ser bien aprovechados. Mi calendario es bastante apretado así que debo retirarme, lo que falte tratar debe ser en otra oportunidad. Pacten una cita con Yui, mi secretaria… por cierto, hay falencias en el proyecto, mis condiciones no cambian. Deberían pensarlo mejor antes de exigirme algo, pues Vongola puede defenderse sola… no cederá ante nadie — los miró con seriedad antes de darles la espalda y retirarse del lugar. Tsuna no tenía tiempo para tratar algún asunto a parte de sus hijos

—Sawada, no puede dejarnos así

—… — Yui intervino antes de que esos alemanes enormes discutieran con su castaño jefe. Con una sonrisa se paró en la puerta para impedirles salir — si desean podemos tratar la fecha de la siguiente reunión en este mismo momento señores

—una fecha — Yui ni se inmutó con las miradas penetrantes, ellos jamás se compararían con cierto azabache de patillas que… le aterraba, pero le gustaba. Dejando eso de lado, la mujer se quedó para resolver los detalles

—para que quede claro y perdonen mi franqueza, no  permitiré que mi jefe se pierda la cita con el médico para la revisión de SUS HIJOS — recalcó divertida al verlos impresionarse. Yui jamás dejaría que alguien perturbara la tranquila vida de su jefe ni el de su pareja

 

 

Vida…

 

 

Tsuna estaba al borde del llanto cuando vio la imagen en la pantalla. No le importaba verse indefenso, perdiendo su madurez, pues apenas y podía distinguir una pequeña figura de colores obscuros, pero fue suficiente como para que la emoción lo invadiera. Le sonrió a la mujer que era el vientre que traería al mundo a su hijo, una azabache, quien devolvió el gesto con ternura. Hibari se mantenía alejado de todos, apoyado en una esquina, pero lo suficientemente cerca como para poder admirar también las imágenes, eran sus hijos después de todo. Aquel hombre sereno y frío sentía cariño por esas criaturas que aún no percibían el mundo exterior. Yui lo había llamado cuando Tsuna estaba casi por terminar la reunión y debía admitir que esa mujer era bastante eficiente

 

 

—Hibari—san, puede venir a recoger a Sawada—san. Usted es el único capaz de quitarle todo el estrés que lleva — esas palabras no eran una súplica sino una afirmación y cuando Hibari recibió al castaño en la entrada antes de dirigirse a la cita médica, entendió todo. Tsuna estaba enfadado hasta el punto que pocas veces lo vio

—los muy desgraciados trataron de exigirme cosas sin sentido, lo peor fue esa insinuación asquerosa — Kyoya no se preocupó por nada, después de todo su conejito transformado en león era de temer — ¡imbéciles! — Cuando estaban en el auto, en dirección al hospital, Kyoya se detuvo de repente. Se acercó al castaño y lo besó, con cariño, dulzura, lento

—no será bueno que llegues en ese estado… cálmate — adoraba el sonrojo que aun a esas alturas de su vida en pareja, el castaño le mostraba

 

 

El estrés se había disipado sólo con eso… y ahora estaba viéndolo derramar finas lágrimas al sostener en sus manos los ecos de ambos pequeños que venían en camino. Tsuna les daba a las mujeres todo lo necesario, ellas a su vez le permitían visitarlas con frecuencia. Estaban yendo por buen camino, ya solo faltaban cuatro meses para ver aquellas caritas infantiles en su hogar y no cabe duda que la ansiedad los comería vivos si no hacían algo

 

 

Y la solución, fue bastante simple…

 

 

—Kyoya… no hagas eso – su voz salía un poco baja debido a las sensaciones que en su cuerpo empezaban a formarse – Kyo…ya – podía reconocer aquellos dedos recorrer sus piernas ahora desnudas, rozándolas con delicadeza, haciendo que los escalofríos le recorrieran entero

—te ayudo a liberar estrés – susurró en el lóbulo ajeno mientras besaba el cuello expuesto. Estaba completamente excitado al ver a su conejito en aquellas condiciones. Su miembro despierto era la evidencia y para que el más joven lo supiera se frotó contra él

—Kyo… ¡AH! – la posición en la que estaba era vergonzosa. El lugar era el menos indicado y aún peor que eso… Kyoya lo había atado – suelta… mis muñecas – pidió, pero el derecho le fue negado

 

 

Las manos de Tsuna estaban atadas con su propia corbata, manteniéndolas juntas. El lazo no estaba muy apretado, pero dándole movilidad limitada. Se sostenía de su escritorio lo mejor que podía, su vientre estaba apoyado en la madera fina, pues con anterioridad Kyoya había despojado aquel mueble de los papeles que debía revisar y que ahora se hallaban regados por el suelo. Poco le importaba en ese momento

 

 

—no lo haré – susurró Hibari mientras seguía con su tarea de preparar la entrada de su esposo, a quien mantenía apoyado en el escritorio. Le había arrebatado la parte inferior de su traje, dejando al descubierto la suave piel. Escuchaba los gemidos del más joven, era tan erótico verlo así y por eso se restregaba contra el trasero descubierto mientras le mordía el hombro – puedes gemir con tranquilidad

—pe…pero… — se sentía demasiado avergonzado como para dejarse llevar por completo. Sabía que el sistema a prueba de ruidos funcionaba a la perfección, que Yui no dejaría que nadie pasara, el seguro estaba puesto, pero aun así… ¡estaba en su escritorio! ¿Cómo podía sentarse a firmar los documentos todos los días, si recordaría siempre lo que hacía en ese instante?

—es hora – advirtió mientras sacaba los dedos del interior de su pequeño y liberaba su propia erección, deseoso por ser apresado por su amante – abre un poco más tus piernas… ahora levanta tus caderas

—Kyoya… Kyo… ah – no podía evitar seguir las órdenes que le susurraba al oído, era como si se perdiera en un mar de sensaciones. No era para menos, el sexo con su amante siempre era intenso. El azabache sabía dónde tocarlo y a su vez el castaño sabía cómo tentarlo. Tsuna sintió como el miembro de Hibari empezaba a adentrarse en su interior, sostuvo el filo de su escritorio desesperado por aquella intromisión, arqueó su espalda mientras sentía como sus entrañas se acoplaban a su amado y gimió levemente al sentirlo profundo… respiró agitadamente mientras sentía sus piernas temblar, pero las caricias en sus piernas lo relajaban poco a poco

—qué apretado estás – sonrió al escuchar el leve gemido que su pequeño soltaba. Gruñó bajito al sentir como era aprisionado por aquella calidez, se movió despacio sin querer dañarlo, pero la verdad es que estaba deseoso de arremeter con rapidez. Quería hacer vibrar aquel cuerpo delgado debajo suyo, escucharlo gritar

—Kyoya… más… más rápido – el placer lo estaba inundando, sus sentidos estaban a mil. No podía ver el rostro de su amante debido a la posición en la que estaba, pero imaginaba aquella pasión en la mirada metálica. El movimiento suave lo estaba enloqueciendo, su interior quería ser torturado, a estas alturas no le daba vergüenza pedir por más. Se sentía demasiado bien como para negarlo – Kyo… ya… más

—que lujurioso

 

 

Kyoya sostuvo las caderas del menor mientras aumentaba su velocidad. Escuchaba el chapoteo que producía su embestida, mezclándose con los gemidos de placer que le regalaba el castaño. Amaba a ese pequeño conejo. Se encargó de torturarlo con maestría mientras sus manos acariciaban por encima de las prendas a aquellos botoncitos. Se mantenía adentrándose hasta lo más profundo y logró hacerlo gritar. Esa vocecita le encantaba, llena de lujuria, suave e insinuante. El azabache volvió sus embestidas más lentas al salir y de golpe ingresaba hasta el fondo sintiendo aquel delicioso apretón cuando tocaba el punto dulce de su conejo, quien solo soltaba una pequeño grito arqueando su espalda. Casi podía imaginar con claridad la expresión de placer que tenía… era hora de verla con claridad

 

 

—Kyo… ya… ¿qué pasa? – sintió como su interior fue abandonado de forma brusca, pero apenas y pudo reclamar, ya que fue girado de repente

 

 

Tsuna admiró esa mirada azulada, opacada por el deseo. Sus labios fueron devorados con pasión, le correspondió de la misma forma, dejando que lo dominara por completo. Sintió como era recostado en el escritorio, apreciando la dureza de aquella superficie. Hibari estaba observándolo detenidamente y sintió una punzada en su intimidad al entender que era lo que su amante quería. Su respiración era agitada, sus labios ahora estaban brillantes debido a la estela de saliva que compartieron, su erección estaba descubierta, sus piernas desnudas, sus manos atadas

 

 

—ven… — susurró Tsuna mientras abría sus piernas ofreciéndose en bandeja de plata, mostrando su entrada, deseoso porque arremetieran contra su cuerpo.

 

 

Ya no le importaba que estuvieran en su oficina, mucho menos que Yui supiese lo que pasaba en la habitación o al menos se lo imaginara. Sus ideas se vieron despejadas cuando de pronto su interior acogió al falo de su azabache. Tsuna se quejó bajito por la violencia, pero suspiró al sentir que nuevamente las estocadas fueron retomadas. El placer lo era todo en ese instante y levantó sus manos aún atadas para sostenerse del filo del escritorio para tener un soporte. Su cuerpo estaba siendo maltratado, poco le importaba, enredó sus piernas en la cintura del mayor, dejó que sus gemidos salieran con fuerza demostrando que le gustaba todo lo que su amante le hacía sentir

 

 

—Tsuna… — podía observarlo con los labios entre abiertos, el pecho subir y bajar con irregularidad, las manos juntas por el agarre que el mismo realizó antes de empezar todo. Era hermoso

 

 

Kyoya arrancó los botones de la camisa de Tsuna, sólo para dejar al descubierto aquellos pezones que quería saborear. Lo mordió varias veces para marcarlo sin detener sus embestidas. Qué gloriosa experiencia compartían. Los sonidos entremezclados en ese ambiente que tomaba el característico aroma a sexo. Cuando sintió que el menor empezaba a tensarse, lo besó levantándolo ligeramente para profundizarse un poco más si era posible. Lo masturbó al mismo ritmo y sintió los espasmos reflejados en la apretada entrada de su conejito. Escuchó el grito que dio su Tsuna al momento de llegar al orgasmo y él se dejó guiar también. El azabache gruñó al momento de soltar su semilla apretando el cuerpo del más joven con fuerza y el castaño se arqueó de manera que Kyoya tuvo acceso a ese lindo cuello. Lo mordió sin dudarlo, pues sentía la esencia de su conejito en sus dedos como la muestra de la pasión desbordante de ambos. Sus respiraciones irregulares, sus cuerpos acalorados, sus ojos cristalinos debido a la excitación. Las ropas desordenadas o la carencia de ellas, el desorden provocado… se sonrieron cómplices de aquella “travesura” y se mantuvieron unidos un par de minutos hasta lograr que sus cuerpos se aliviaran. Al final Hibari desató las manos de su pequeño y este de inmediato se abrazó a él

 

 

—no lo vuelvas a hacer, Kyoya – regañó el castaño cuando su respiración estaba ya recompuesta y el mayor lo llevaba cargando al sofá

—lo disfrutaste… además no tengo prohibiciones

—no me refería a eso – se sonrojó levemente al ser puesto en el mueble – no me gustan las ataduras y lo sabes – se quejó cuando el azabache se acomodó a su lado

—improvisé… no quería resistencia alguna

—no lo haré… sólo no vuelvas a atarme, ¡lo detesto! – se quejó mientras observaba el desorden causado. Yui seguramente se volvería loca al ver todo eso

—hum – al principio no lo pensó, pero tal vez exageró al atarlo. Los traumas de Tsuna seguían ahí después de todo – no lo haré de nuevo

—genial – se apoyó en el pecho ajeno mientras verificaba que sus muñecas no mostraran marcas visibles – Yui va a quejarse del desorden – sintió la caricia en sus cabellos, pequeñas muestras de amor que le gustaban – necesito una ducha y… quiero descansar

—avisaré que tu día terminó – declaró Kyoya mientras abrazaba al menor – no quiero quejas

—falta poco – susurró mientras sentía el cansancio de la semana invadirlo

—lo sé

—seremos padres – sonrió mientras dejaba que el sueño lo cobijara. Al fin podía descansar  

 

 

Hibari se llevó a su pequeño en brazos tras borrar la mayoría de evidencias. Al salir se encontró con Yui, quien los miraba con una sonrisa y un leve sonrojo “no se preocupe, Hibari—san. Ya cancelé todas las reuniones, solo cuídelo bien” definitivamente esa chica era rara, pero eficiente. El castaño estaba en buenas manos

 

 

 


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