#8
FLOJO
No podía encontrar al gemelo por ningún lado, no estaba en el templo de géminis, no había ido a verlo al templo de Leo, los santos de bronce ni siquiera habían logrado verlo cerca del coliseo, no encontraba ni el más mínimo rastro de Saga. No estaba preocupado, pero si cabreado por no conocer el paradero del otro, calculaba que había pasado más de una semana en que no se habían podido ver debido a la ajetreada obligaciones de un santo dorado, tanto dentro como fuera del santuario, necesitaba de Saga, quería aprovechar esos momentos para pasar un rato agradable con el gemelo, pero a este la tierra se lo había tragado llevándose consigo cualquier señal de él.
Uno de los soldados le dio la información que necesitaba, al parecer por alguna extraña razón durante aquella semana de caballero de géminis salía a la misma hora en dirección a un bosque cercano a la entrada del santuario. No tenía idea que podría estar haciendo el gemelo en aquellos parajes, pero no había nada que le indicara que el otro estuviese haciendo algo raro.
***º***
—Cuando sea grande quiero tener el cabello igual al de usted, largo, suave y lindo— la voz de una niña le indico que debía ser sigiloso para no asustarla apareciendo de improviso, al mismo tiempo se escuchó otra risa femenina, eran dos niñas las cuales estaban ahí, pero no entendía que podían estar haciendo en medio del bosque y pensó que era mejor averiguar que hacían ahí tan alejadas de la aldea.
No sabía que decir, si reír, si sorprenderse, asustarse o si ayudar a aquellas dos mujercitas idénticas de cabellos claros que terminaban de trenzar el pelo de Saga. Su cabello adornado por una corona de flores blancas, sus añiles hebras hechas una trenza que caía hacia un costado que sólo se mantenía sujeta por un flojo listón blanco que parecía que estaba punto de caer al suelo, era una de las escenas que jamás había visto y no podía decir que era algo que le molestara ver, a sus ojos era una de las escenas más hermosa que había observado en mucho tiempo, las luces, el color verde del fondo, el angelical e idéntico rostro de las niñas y a Saga cohibido por su presencia le indicaba que toda decisión que alguna vez tomó había sido la correcta.
Tres pares de ojos verdosos lo miraron acercarse con una mueca de risa reprimida en su cara, se hincó sobre el pasto para igualar la altura del gemelo que estaba sentado sobre el pasto, tomó entre sus manos el flojo listón y lo justó para que este no se cayera. La cara de Saga estaba roja y al parecer no sólo estaba avergonzado si no que también estaba mudo, no podía hablar y ambas gemelas sólo se dedican a mirar la escena que estaba frente a ellas sin entender que sucedía.
#14
LIBRO
Sus ojos pesaban, intentaba mantenerse despierto casi batallando contra sí mismo por no perder contra Morfeo, leía sin entender lo que estaba leyendo por lo que volvía a leer la misma frase una y otra vez hasta lograr al fin comprenderla. El párrafo narraba la distorsionada percepción del mismo protagonista, borrado por el alcohol, atrapado por los efectos de las drogas ingeridas, el sonido de la música retumbando mientras una mano masculina y desconocida lo guiaba fuera del tumulto de gente.
Las imágenes que creaba el relato se entremezclaban en su mente como un sueño lejano y demasiado antiguo para recordar vividamente, un sueño que perecía más un recuerdo que una fantasía.
Estaba mareado y no recordaba muy bien cuanto había bebido o cuanto lo habían hecho beber, sentía una mano no tan desconocida sobre el dorso de la suya, decían que el alcohol reducía los sentidos pero Saga pensó que aquello no aplicaba para la piel porque ese tacto era más intenso que cualquier otro, el gemelo no entendía que pasaba, estaba ebrio y sentía con todo el derecho a no comprender que ocurría a su alrededor. Sabía de las lagunas mentales y el las estaba viviendo en carne propia, conocía también aquel falta de pudor y valentía que generaba el licor pero ahora realmente sabía que se sentía.
Los ojos del castaño lo miraban sólo a él, estaba sentado sobre el lavamanos, su espalda desnuda chocaba contra la fría superficie del espejo de la pared, sus gemidos se escapaban libremente por su garganta porque no podía contenerlos y además sabía que con el ruido de la música camuflaría sus quejidos, sentía el roce constante del miembro de Aioria arremetiéndose contra su cuerpo, sus manos jalaban los cabellos castaños y la otra rasguñaba la espalda del león. El caballero de leo parecía no tener control y no lo culpaba, porque que él lo había perdido desde el primer beso.
Habían terminado ahí, en el baño del templo de sagitario, sucumbiendo a su deseo y al del castaño que empujaba sus caderas contra su pelvis ignorando todo lo que se encontraba fuera de esas cuatro paredes, le gustaba tanto Aioria, lo amaba tanto pero era demasiado cobarde para expresar lo que su corazón y cuerpo sentía que tuvo que escudarse en la situación, en el alcohol y la fiesta para poder amarlo como él quería.
-¡Boo! -un sonido sobre su odio lo despertó de golpe, agitado y con su frente sudada. Aioria estaba junto a él confundido y con aquel libro en una de sus manos, había sido demasiado real que aun sentía el sabor a licor en sus labios, su cuerpo caliente, excitado y la incomoda erección que tenía entre sus piernas. El león dejó caer el libro al piso, no entendía que pasaba con Saga pero no tuvo mucho tiempo de raciocinio porque el geminiano lo besaba de imprevisto.
Aioria pensó que quizás él también leería aquel el libro más tarde.