La ex maou sonrió triunfante al ver la cantidad de contendientes que buscaban la mano de su Wolfram. Ella era consciente de la hermosura de su hijo. Sacó entonces una lista y comenzó a leer las reglas antes de iniciar.
-¡Bueno chicos!, ¡se les pasará un panfleto para que sepan que reglas hay!, a los que no cumplan con los requisitos, sobre todo con el primero, siempre pueden venir y cortejarme a mí-
Reglas:
- Límite de edad: 220 años.
- Ser soltero y no tener familia previa. Wolfram es joven para ser madre.
- Humanos son aceptados en el certamen, pero estarán en desventaja debido a las preferencias del príncipe.
- Ser apuesto y medir más de 1.60, por lo que hombres tamaño Levi, no son aceptados.
Presentarse aseado y con buena apariencia. Si algo detesta mi Wolf-chan es a alguien con mala presentación. - Se requiere a alguien determinado, divertido, apasionado y con intereses diversos.
- Bueno en la cama, mi Wolfram es nuevecito.
- Ser caballeroso, con un estricto sentido del romanticismo.
- No se permiten las trampas, por menores que sean. SI se sorprende realizando un acto deshonesto serán eliminados de la competencia.
- Como última regla, pero no de menor importancia, es que deben amar verdaderamente, y por ende NUNCA traicionarlo.
El príncipe mazoku se sintió por de más avergonzado, algunas de las reglas eran tan…tan ridículas, sin mencionar que también ponían en evidencia cosas que para él, eran totalmente privadas, pero no, su madre no entendía el significado de esa palabra.
Sus mejillas empezaron a tornarse de un rosado brillante cuando vio a todos los “tontos” que se habían animado a participar, habían tipos realmente apuestos. Se regañó a sí mismo al pensar ese tipo de cosas, no permitiría que alguien lo ilusionara de nuevo, claro que no. No iba a ser el tonto nuevamente.
Su madre dio el anuncio del inicio del primer evento, sacándolo de sus vergonzosos pensamientos. Al parecer se trataría de pasar un laberinto de arbustos, espera, ¿Un laberinto?, ¿Desde cuándo había uno en el palacio?, pero nuevamente, su madre era una genio cuando se trataba de organizar eventos así.
La primera parte se trataba de la eliminación de los concursantes, únicamente serían aceptados los primeros 6 concursantes para la siguiente etapa. Tenían que recorrer un laberinto de aproximadamente 10 km, donde encontrarían todo tipo de riesgos y obstáculos, siempre hay una forma de pasarlos, la inteligencia, destreza y voluntad tenían que ser sus amigos para lograrlo.
Todos los contrincantes tenían determinación de sobra, cuando la rubia anunció que podían empezar a entrar al laberinto, todos corrieron a gran velocidad; obviamente los empujones y demás eran cosa de esperarse, pero estos habían llegado hasta a los golpes.
Como en todo, los más inteligentes se abstuvieron y siguieron con su camino.
Tampoco faltaron los más débiles, que tan sólo se quedaron atorados al inicio.
Mientras tanto, un chico de melena gris había logrado rebasar a todos. Miró con detenimiento a sus espaldas y al ver que nadie lo seguía, una leve sonrisa se dibujó en su rostro. Justo como lo había pensado, no habría ni un solo contrincante digno. Pensó, pero estaba equivocado. Tomó a su derecha, adelantándose al resto.
Justo detrás de él corría un joven castaño, estaba en desventaja, él lo entendía, pero con que llegara en los primeros 6 lugares, lograría entrar a la segunda parte, donde podría demostrar confiadamente que era la mejor opción para el príncipe mazoku.
Había algunos más listos, que tomaban caminos diferentes, un poco más atrás se encontraba un chico bastante más joven que el resto, corriendo por arriba de los arbustos, trepaba otros, saltaba de uno en uno y ahorraba bastante camino. Nadie más había optado por esa opción, pero el joven astuto, no podía importarle menos.
Un lugar por detrás, se encontraba uno de los tres soukokus del reino, que gracias a una apuesta con Shinou tuvo que entrar a la competencia.
Lo curioso estaba en que aún sin tener grandes expectativas, había logrado ir delante de más de uno.
No era menos de esperarse de él, el aclamado gran sabio, eso pensaba un contrincante que le tenía algo en especial contra él, tal vez sólo creyó que sería un blanco fácil para sus planes.
Un chico rubio tenía muy claro un objetivo, ganar costara lo que costara. Así que tomo algo de su bolsa, aprovechó que frente a él había una desviación, ya se había equivocado previamente así que sabía lo que había en esa ruta, sonrió victorioso. Sin pensarlo dos veces lanzó un objeto en dirección al pelinegro, era una pequeña bomba de pimienta, el pelinegro reaccionó asustado, saltando hacia el lado derecho esperando caer sobre piso fijo, pero su cuerpo no se detuvo con la caída, siguió deslizándose por lo que parecía ser un barranco, intentaba con todas sus fuerzas detenerse, solo podía sentir como seguía y seguía cayendo. Un grito de dolor salió de su boca, cuando por fin se detuvo, una enorme roca interrumpió su paso
-¿Qué demonios fue eso?- Se cuestionó el pelinegro, mierda, todo su cuerpo le dolía, sus hombros, sus piernas, podía sentir en su brazo derecho una herida cortante, estaba sangrando, meditó un poco, estaba casi seguro de que alguien lo había atacado, pero no podría reconocer quien.
A pesar haber avanzado una distancia mayor a él, un chico de cabello marrón había visto todo, se detuvo un momento y sin pensarlo regresó a ayudar a Murata. Quería ir tras la persona que había atentado contra el gran sabio, pero creía más conveniente ayudarlo. “Debe estar muy herido como para regresar por sí mismo” Pensó.
Se lanzó con las piernas por delante, no tuvo que bajar demasiado para encontrar lo que buscaba, Murata se arrastraba con suma dificultad, se le podían ver varias heridas una en el rostro, su labio estaba roto, además de tener el brazo levemente ensangrentado por encima de la ropa.
-¿Alteza, acaba de ir a una sesión de sado?- dijo con una sonrisa juguetona el duque de Jussieu.
Murata alzó el rostro encontrándose con un par de iris doradas, escuchó entonces el comentario del duque y soltó una carcajada. Después de todo, no había tenido tan mala suerte.
-Jee, eso hubiera estado bien-contestó siguiéndole el juego.
Gaillarde Auruem duque de Jussieu, Murata lo reconoció, un joven tan justo como amable. Estaba agradecido de que se hubiera topado en su camino. Observó la mano del noble extenderse hacia él, la aceptó sin dudarlo.
-Fuera de bromas, ¿se encuentra bien?, bueno, es obvio que no, ¿pero cree que podrá seguir?-
-Tendría que averiguarlo- No estaba seguro si podría seguir caminando por su cuenta, pero no quería rendirse ahora, no solo por su apuesta con Shinou, su ego también estaba hablando en ese momento. Alguien lo había tomado como una tarjeta fácil de eliminar, quería mostrar lo contrario.
Se mantuvo en pie sólo por unos segundos, sus piernas lo traicionaron debido al dolor que las debilitó y de no ser por el caballero que lo acompañaba hubiera caído al suelo.
-Alteza, tengo una idea, pero a cambio tendrá que aceptar cenar conmigo, para que podamos platicar un poco- le dirigió una sonrisa tenue y procedió a cargarlo con sus fuertes brazos.
En la meta del laberinto se había montado un palco en el cual Cheri y su hijo observaban a la lejanía a los que parecían ser los primeros ganadores.
El joven príncipe soltó un suspiro y dejó caer el rostro en su puño como señal de aburrimiento, no tenía ni la más ligera idea de lo que podría pasar.