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la corona del bastardo por Febo Apolus

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Notas del capitulo:

Tarde y mucho. No me maten. Okay fuera de bromas, este capitulo me salió corto, creo, más que nada porque sí agregaba algo más ya no cuadraría y sería obligar a que las letras salieran y eso no es bueno. Ojala les guste. 

-Buenas noches Kardia-

Era la segunda vez que le llamaban con ese nombre, solo que esta vez no lo hacía con ese tinte de dolor sino con odio y hasta con asco.   

Por fin consiguió que su tórax y cabeza se movieran; la bestia tricéfala babeaba y sobre su cabeza media, sostenido de un grueso collar, se hallaba un varón de cortos y negros cabellos, con los ojos de oro y la piel de bronce.

-Este de aquí- dijo mientras la bestia se inclinaba y le permitía admirar su grandeza- Es cerbero  y yo soy Pharao

-¿Pharao?-

-Sí ¡Aea!- el grito proferido por Pharao indico a la negra bestia abalanzarse contra Milo a quien hasta ese momento le respondieron las piernas y  pudo ir donde una lata de pintura lanzándola directamente a alguna de las fauces de Cerbero y quedo inexistente.

Lastimeramente para Milo el sótano no era muy grande y el perro-bestia si lo era.

-No huyas, Kardia ¿Por qué no te defiendes?- la bestia era tremenda y cada pisada, a  Milo le parecía, destrozaba el suelo. Las cosas que tenía a la mano las lanzaba en su defensa y cerbero las destrozaba sin miramientos y Pharao reía cual desquiciado

-Cuando era niño, crecí oyendo de tus proezas, Kardia todos hablaban de lo que el hijo del sol hacía en las tierras solárium y mírate ahora, acorralado como un perro en las paredes de una casa inmunda ¿Sabes? Fui tu fiel sirviente, de rodillas me tuviste cada vez que se te dio la gana pero nos traicionaste, a mí y a todas las tierras del sol.  

-Yo no sé quién sea Kardia- se defendió Milo atrapado entre la pared y las fauces de la bestia.

-¿No lo sabes? No mientas- cerbero pareció sentir las emociones de su amo pues rugió con más fuerza rompiendo los vidrios en el proceso.

Pharao lanzo pequeñas puntas metálicas que Milo esquivo apenas.

-Murieron en tu nombre y nos recuerdas. Todo por amor.

-¿Amor?

La bestia se abalanzó a Milo quien sintió por primera vez las fauces del tricéfalo; ardían como miles de pequeñas inyecciones alcohol en cada nervió de su cuerp, era terrible, doloroso hasta la muerte.

-Nadie sobrevivía a esas torturas, Kardia. Vi perecer a mi padre por tu honor. Lo vi morir en mis manos.

-¿Tus manos?

-Tus padres murieron también y tú nunca apareciste- la bestia lo elevó por los aires, lo estaba usando como una vil marioneta. Milo aguantó el dolor. Cerbero lo dejo caer al suelo

-Todos lloraron tu desaparición, menos yo… - de nuevo el can lo tomo entre sus fauces.

-Perecieron juntos, que tragedia y nunca pudieron estar juntos

-¡Basta!- gritó Milo y de algún lugar de su interior broto una energía tan potente y brillante, capaz del mandar a volar, tanto a bestia como amo.  –Yo… to no recuerdo nada de eso…  

De rodillas, un joven de hermosas facciones se inclinaba para atar el cinturón y poner el arma en la cadera de otro muchacho rubio, hermoso, muy parecido a él. El otro chico de cabellos negros lo miraba con un brillo especial.

Milo sacudió la cabeza ante la imagen y volvió repentinamente a la realidad; Pharao se habpia puesto en pie y se hallaba de frente a Milo con una daga pequeña con mango de oro y piedras preciosas adornándole. ¿Cuánto tiempo tardo ese flash?

Apuntaba a la yugular del rubio y por alguna extraña razón a Milo no se le ocurrió temer  ni retroceder, levanto el cuello exponiéndolo y mirando fijamente a los ojos del moreno.

-Apunta firme y precisa tu daga, Pharao, hijo tercero de Akenaton. El domador de bestias. Que tu daga atraviese el cuello del que llamas enemigo y sin temor deja que la hirviente sangre manche tus manos-

¿De dónde había salido eso? No deseaba morir; pero estaba seguro de que no se movería,algo en su interior lo incitaba a permanecer firme y sin miedo. Pharao pareció dudar por unos momentos. Hacía mucho que no oía esas palabras tan firmes, sin miedo y con orgullo. Algunas lágrimas amenazaron con escapar de las cuencas doradas pero no lo hicieron.

-De esa manera caerás, siempre orgulloso y firme- levanto la daga le atravesaría de un solo golpe, limpió y preciso como le había enseñado…

-Dicen que fue piadoso y perdono los errores de los hombres que juraron lealtad ¿No te da vergüenza, Pharao no hacer reverencia a tu rey?

Una flecha partió el espacio entre Pharao y Milo, no cualquier flecha una de oro, tal brillaste y poderosa como lo era su dueño. Un varón,  de ojos al color de una gema hermosa, con los cabellos alborotados y sujetados apenas por una tiara dorada contrastante en su piel acaramelada, se interpuso entre Milo y el egipcio.

Era hermoso tanto como lo era el propio Milo. Miro de frente al rubio y realizó con todo respeto una reverencia. Su mano la pecho, una rodilla al suelo y la cabeza con la mirada baja.  

-¡Salve, Kardia, el rey Sol!- dijo y posterior a eso miro de nuevo a Pharao que pareció no dar crédito a lo que miraba

-¿Asustado?

-Jamás – contesto firme antes de volver, con un salto, a montar al can –Permitame Kardia, en esta ocasión seré yo quien pelee- Milo no se opuso.

-El domador de bestias te apodaron y no niego tus habilidades sin embargo nunca pudiste dar batalla cuerpo a cuerpo

-Bajo el manto de mi señor caíste la última vez

-Tal vez pero no por tu mano, Pharao. Sísifo murió pero Aioros te matara.

-Sísifo al que le apodaron un homólogo del Dios aire. Decían que tenía un arco que nunca fallaba y que su hermano era la representación del fuego.

-¿Vas a hablar o a pelear?

-Lo segundo- Pharao intento manipular a cerbero peor este no cedió

-Tu can ha quedado aturdido. El rey sol lo aturdió. Mira sus oídos.- en efecto los oídos del can sangraban, Pharao abrió los ojos, asustado tal vez. -¡Baja aquí y pelea! ¡Pharao, el domador de bestias que Aioros el amo del aire te lo exige!

Milo sintió un tremendo dolor en el corazón y un mareo severo en la cabeza, alcanzó a admirar la reluciente espada de ¿Aioros? Que apuntaba con firmeza a Pharao. Después de eso no supo más.   

Abrió los ojos de manera lenta; delante de él se halla…

-¿Aioros?- murmuro torpemente y el aludido, de ojos jade enarco una ceja, desconcertado

-¿Ah? ¿Estás bien, Milo?

-¿Aioria?

-Sí, amigo- el gato sonrió aliviado. Se había mantenido vivo, con ayuda claro-Parecer que anoche se te pasaron las copas

-¿Qué?- Milo sintió retumbar su cabeza  y la sostuvo. Entonces recordó –Había un perro, enorme, un egipcio raro y un hombre que… - miró al gato

-¿Milo?

-Se parecía a ti, solo que tenía los ojos de color gema

-Estás loco, Milo

-No- se tomó la cabeza, de verdad le dolía –Tal vez sí. ¿Qué haces aquí?

-Vine a buscarte pero no te encontré, me preocupe y te busque, te encontré tirado en tu sótano y me supuse que bueno, te habías ido de juerga

Milo recordaba vagamente a ese perro y a ese hombre pero estaba seguro de que eso fue real y posiblemente no tuviera pruebas pero las tendría. Después.

*****

 -¡Casi lo matan!- grito exasperado un hombre de facciones griegas y belleza igual.

-Se defendió solo, Aioros

-Shion, lo prometimos, lo prometiste, esto iba a terminar

-Y lo hará solo que, todo a su tiempo. Calma, centauro- el hombre de orbes amatistas únicamente miro al arquero. Sabía de su angustia sin embargo no podía poner todo en marcha, no aun.

-¿Acabaste con él?

-¿Con Pharao?

-aja

-No, el muy cobarde pidió indolencia- esta vez fue Shion quien salió de sus cavilaciones

-¿Y se la diste?

-Hay reglas y protocolos

-Que él no iba a seguir cuando fue por…Kar…Mi..Kardia

*****

-¿Por qué no está aquí?

-Está enfermo- contesto el medico de cabellos azules y orbes esmeralda

-¿De qué?

-No lo sé

-¿Vendrá mañana?

-Sí, Camus

-¿Harás que venga a verme?

-Posiblemente, si no haces desastre y te tomas los medicamente que te traje-

-No quiero tomarlos, me hacen dormir- Saga miró de manera compasiva a aquella figura delgadita y frágil. Era triste e injusto mirarle así, no fue justa su condena.

-Por favor, Camus- y lo abrazo

-Es que, ya no quiero dormir. Aspros, Saga o como sea- dijo entre sollozos –Yo lo quiero ver

-Y lo veras

-¿Cuándo?  Una y otra vez regreso de entre los muertos y él nunca viene a mí

A Saga le rompía el corazón el llanto de Camus. Degel siempre fue fuerte y frio pero ese de ahí era el fruto del odio y del despreció.  

Notas finales:

Gracias por leer . Riviews?  Son gratis. 


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