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la corona del bastardo por Febo Apolus

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Notas del capitulo:

Tarde, tal vez, deseo que les guste y me han fascinado sus comentarios, es un placer recivirlos, son un honor y así mismo me gustaría corresponderles deseando que disfruten el capitulo.

Días atrás…

Corría, a lo largo de los pasillos dorados del castillo de Febo, las mejillas se hallaban rojas carmesí en su resaltante piel blanca y los cabellos castaños rojizos Le impedían ha momentos la vista; a los pocos minutos de haber entrado al castillo con el permiso de los guardias encontró las salas donde se hallaban los retratos de cada gobernante solar y solo reconoció a los dos últimos, a Grapel y a Kardia, ambos eran muy parecidos únicamente que uno había sido retratado con la corona solar y el otro era apenas un niño cuando ese retrato fue pintado.

-¿Por qué corres Mime?- el aludido dio un respingo y cayó de espaldas cuando escucho la voz amplificada por el espacio de Shion.

El de cabellos verdosos corrió a socorrer al jovencito y este en cuanto lo vio dejo escapar todo el terror que sentía, a través de sus ojos

-Señor- dijo – la frontera de Occidente, fue atacada 

-¿Cómo?

-Han ido, a altas horas de la noche, a donde se halla la guardia de oriente y… - los ojos del joven se llenaron de lágrimas –no supe distinguirles entre soldados o cadáveres… señor, estaban en un estado terrible

Shion escuchaba con los ojos abiertos y el corazón palpitante en el pecho

-…los ojos- continuó el chico – sus ojos no eran ni negros ni de un color, eran blancos como si les hubieran retirado las pupilas

Aquel día a él le correspondía llenar las hojas con los informes de los soldados, las batallas, aquella tierra después de la devastación quedo en gobierno de aquel que tenía los ojos más puros y malvados de entre los divinos; él no había visto aquella caótica legendaria guerra pero sí era testigo del esfuerzo que debía tomar salvaguardar lo poco que quedaba de aquel mundo.

Muchos eran los soldados, jóvenes u hombre, mujeres o señoritas, las que cuidaban las cuatro fronteras, Oriente el de las tierras de Artemisa, Occidente los hijos de Apolo reinaron ahí, Septentrión la frontera con los reinos de la guerra Atenienses y Arelios, Meridión la segunda frontera con los reinos primeros, desde el amo del rayo hasta el sellado de la primer mujer.

En Oriente custodiaban aquellos que habían sido nacidos de las tierras Artemisinas comandados por Shura. Las leyendas ¿Por qué citaban leyendas cuando todo ocurría en el momento? Bueno, pues porque sus máximos comandantes eran los vueltos de la muerte, los que vivían de nuevo. El Cid, había dirigido las legiones Artemisinas en contra de las Solarium y solo uno de los generales del sol pudo retenerle, se trataba de Sisífo el hijo de Ares. 

Aquel día, miro a los ojos de horror, no supo que hacer más que correr, dejando la frontera defendida por los gemelos Zyd y Bud y las legiones    

-¿Qué pasa?- Mime giro la cabeza para ver de quien provenía tan potente voz y al mirar quedo pasmado. Brillaba su armadura como el sol mismo y su piel formaba la tez de un guerrero de la estirpe de Ares con la belleza de Venus

-Aioros- susurró el muchacho

-La frontera de Oriente ha sido atacada- se apresuró a contestarle Shion, pues él, era apenas un niño comparado con él y bajo sus creencias sería una ofensa en siquiera dirigirse a Aioros, el general Aioros   

-¿Quién la custodiaba si Shura se halla protegiendo al rey Sol?

-¿El rey sol?- pregunto Mime  y se halló cohibido por la mirada de los mayores  

-Mime- indicó Shion -¿Quién vigila la frontera si tú te hayas aquí?

-Los gemelos, los gemelos Zyd y Bud, han retenido el ataque, permanecen en pie, me han solicitado que viniera por refuerzos. Aun a pesar de las fuerzas de los mal llamados dioses guerreros, no se puede detener más tiempo

-Bien, que las legiones de Shura se muevan a oriente que yo iré a Occidente, que los gemelos protejan a Septentrión, y que Aioria vaya en cuanto retorne a la frontera de Meridión

-Aioros, no creo que sea necesario tanto movimiento

En pocos momentos Mime se vio envuelto entre las figuras más sobresaliente, después de los reyes, más sobresalientes e importantes del mundo de los dioses gemelos; Shion era algo como el sustituto del rey (aunque ese papel lo tuvo su hermano menor hasta que él pudo volver a estar en pie) y el moreno una leyenda. Mime era apenas un soldado con destaca miento pero aquellos eran altezas.

-Levántate- invitó Aioros y tendió su mano en ayuda. Fue cuando Mime pudo mirar en el tercio del ante brazo la marca que mucho envidiaban, el sol ardiente en la piel de un hijo de Ares

-Gracias

Las trompetas sonaron desde el castillo del sol hasta la luna. Shion corrió a través de imponente puerta de cobre.

-Señor- dijo un centurión – señor, las plantaciones arden en fuego negro y alguien dijo ver a un hombre de blancos cabellos quien proclamo la guerra

-¿Cuándo?

-Señor, Aioros

-¿Cuándo?

-No tiene mucho tiempo

-Shion, prepara mis legiones, las puertas de Occidente se volverán a abrir para dar batalla

Y Aioros marcho a defender de nuevo las tierras amadas.

**

-Mi señor- inclino la cabeza de manera respetuosa

-¿Cómo fue tu misión Aiacos? Tus tropas se movieron en oriente dime ¿Encontraste a aquel que porta la espada justa?

El aludido desvió la mirada

-Me temo señor- dijo ocultando lo más que podía su rostro del trono de piedra de obsidiana.

Aquel ser era imponente, su aura reflejaba impiedad, desgracia, dolor. Sus ropas profundamente negras así como sus cabellos destacaban en aquel salón que Parecía de cristal con el universo grabado en él, se podía ver las constelaciones, desde la nebulosa de Andromeda hasta Cetus.

Era precioso, todo se movía  y permitía ver cada estrella brillar, una maravillosa visión para admirar el ardiente sol que estaba en el centro de aquel suelo divino y aun siendo tan ardiente como era no conseguía opacar  las luces que se reflejaban en aquel, sin ser necesariamente blancas o necesariamente opacas, sino como muchos pequeños y dispersos rayos de luna rodeando cada punto que era estrella, cada constelación acompañada por esa luz levemente purpura que siempre se admiraba en el brillo del universo. El castillo de Artemisa.

-¿Temes? ¿A qué?

-Que mis legiones no pudieron avanzar como usted lo predijo, no pudieron derrocar la barrera de oriente

Y la estridente risa se escucho

-No te lamentes, Aiacos, mi príncipe, oh, divino de hielo, ya viene, y en contraste con tu inútil servicio, Minos derribara la frontera de Occidente

-Pero… ¿Es qué piensa combatir contra, Sísifo?

-Aja… La parte estratega no consentía tal acto de violencia y un engaño por la paz causo… no se conoció paz nunca más

**    

Casa de Milo…

-Muy bien. Llego el momento de explicarte y para ello deberás permitirme- Aioria levantó a Camus del suelo por el brazo

-¿De qué hablas Aioria?

-Primero que nada, debemos sacarlos de aquí- dijo Shura –lo lamento señor, pero ha de ser de esa manera.

Y Aioria continuó

-Una leyenda contada una y otra vez paso de generación en generación- comenzó Aioria mientras Shura corría de un lado a otro de la casa. Hacía no mucho habían llegado (habían roto la puerta, derretido el polvo de diamantes de Camus), Shura vestía, así como Aioria, armaduras de oro puro y en cada uno era un escudo ardiente el que se portaba. Con  el griego era un león rugiente y con el español un lobo imponente.   

 

Se habla de dos tierras nacidas gemelas y homologas (en un mundo de doce reinos),  de fuerza bélica tan potente como el odio mismo del que eran víctimas. Su odio nace mucho tiempo atrás mucho más del que las cronologías mortales o las de los hijos de estos mundos pudieron datar.

Se llama caos y oscuridad a la primera existencia de la madre primogénita de todo lo que después existió; de su seno nació el universo y un mundo lleno de poder donde ella con la potencia de la inexistencia desterró a sus padres sin cuerpo y por fuerza fue reina y soberana hasta que sola se sintió.

Aioria encendió el motor y este rugió, Milo metió a Camus en la parte trasera junto con él. Shura fue al frente con el león. Hades había mandado tropas a Occidente donde la décima y la séptima legión defendían, junto con el arquero celeste. Se hallaban sin tiempo, sin nada de tiempo.  

Los rumores muy poco precisos hablan de un amor engendrado de su propio corazón y de ellos la existencia de los demás elementos base: El amor, el odio, la muerte, la vida, la luz. Se precisa entonces del nacimiento de una primera generación llena de criaturas amorfas en un mundo recién nacido con una madre amante de ellos.

De la corona no fue arrebatada, reino como soberana justa o injusta nadie la cuestiono; de su descendencia divina se sabe una segunda generación y de esta una tercera llena de seres hermosos al ojo crítico mortal. Aún era un mundo, un reino en conjunto más un susurro a sus oídos llego “Tal cual tu primer acto antes de reinar, de tu tercera generación nacida han de ser engendradas dos fuerzas homologas, negativa y positiva, se amaran con la fuerza de Caos y ni Oscuridad los podrá separar, uno será sol otro será luna, uno calor y otro frío; ellos arrebataran tu corona, tu reino y a tu amado creado muerte darán”

Aterrada la reina madre leyes proclamo, declarando ninguna descendencia de parte de los terceros que de ella no proviniera, más, esto una guerra caótica ocasiono, en donde se engendraron cuatro reinos más contraponiéndose al suyo, donde después fueron cinco y en uno de ellos, donde reinaba el amo y señor de los rayos se anunció un nacimiento del vientre de una hija estelar.

La reina madre murió de terror cuando escucho a sus pies proclamar el nacimiento de dos fuerzas homologas por mucho superior a ella, dos seres de fuerza contraría siendo entonces en su primer llanto positivo y negativo. Una mujer y un varón, una de ojos de hielo y otro de ojos de gema, una de cabellos rubios tan claros como la luna y el otro de cabellera sangrante, Apolo y Artemisa serían.

Ambos niños desde el primer contacto se supieron amado uno de otro, pero no todo es luz y virtud; una semilla, por pequeña que fue se sembró en sus corazones, una semilla que al más mínimo riego estallaría en odio.

Como niños primeros, tuvieron el privilegio de reinar dos tierras nuevas; en armonía y paz; amor en enseñanza de virtud; pero dicen que un día Apolo miro, en una invitación de su padre al reino primero, a una dama, que se nombraba ninfa y dicen que por un embrujo de ella se prendo.

Se susurró que un beso casto a los ojos de Artemisa ensangrentó y que aquella semilla sus frutos dio, Apolo rogo y rogo pero fue otro beso robado de Orión a Artemisa lo que todo el odio y caos por completo desato.

Para ese entonces ya se hacían doce reinos donde la parte bélica de nombre Ares y la parte estratégica llamada Atenea, no concibieron aquella destrucción; aquellos reinos con habitantes de su creación se dividieron, marcados por las pieles canelas y leche. Sin embargo, hay una parte de la leyenda que se pierde, y es la que explica el motivo de las guerras más violentas. En guerras siempre se hallaron. No sé conoció tiempo de paz, rey tras rey ejércitos listos a la muerte…

-No sé conoció paz, hasta la llegada de ustedes, majestades- interrumpió Shura la narración –Permítanme abrir la puerta a su mundo

Milo había conseguido, antes de la apresurada salida de su casa en el, hasta entonces, desconocido mercedes, de Aioria; un poco de ropa para Camus,  le quedaba grande y de colores austeros, todo un intelectual, solo que, la maldita placa seguía en su lugar, aún era cargado por los brazos de Milo, estaba muy débil.

Shura ocupo una posición que a Milo se le antojo la de un tirador de disco griego y posterior a eso, en aquella callejuela hedionda, un halo potente de luz rompió el atardecer.

-Ante ustedes señores, se halla el castillo Solarium, revestido en oro como Versalles de Francia, y con tanta historia como las pirámides Egipcias.

Delante de un impactado Milo, y un apenas consciente Camus, miles de hombres posicionaron sus manos al pecho e inclinaron el cuerpo

-¡Salve el Rey Sol! ¡Salve el Rey de Hielo!

Aquellas, recordó Milo, eran sus tropas, aquel calor que comenzaba a arder en su corazón era la carencia de este y la piedra Antares fungiendo como tal. No sabía más, la vuelta de los recuerdos era progresiva, casi al estilo tortuga.

-Saludos, majestades- de entre los hombres de armaduras de plata, bronce y pocas, escasas, de oro emergieron dos varones. A uno Milo lo reconoció como Dockho, el médico del hospital con armas en su muy elaborada armadura y al otro definitivamente no reconoció –Soy Shion- se presento

-Yo Dockho. Disculpe el recibimiento tan ostentoso y por no presentarme antes

-Shion…- Camus hablo –Gracias

-Oh, mi rey, no hable, por favor- pidió

-Este de aquí es Kardia, mi Kardia- dijo y rompió en llanto –Ha vuelto. He vuelto

-Por favor, acompáñenme- pidió Shion

-Quisiera- menciono Milo –saber quién afirman ustedes que fui

-¿En verdad no recuerda nada?

-Lo suficiente, Shion, como para saber que tienes un hermano y que este mundo es real, con su cielo profundamente azul y las aves de seis alas, con los lagos transparentes y cristalino así como sus plantas de colores infinitos, que aquel castillo de heladas piedras perteneció a la familia real Artemisina. Más no halló mucho más de eso.

Aioria no se movió ni un centímetro, él dirigiría la fuerza del este y Aioros y Shura las fuerzas de Occidente y Oriente. La guerra se avecinaba de nuevo y en esta ocasión Apolo y Artemisa no daría apoyo o respuesta, se hallaban solos ante el Dios mortuorio. Su hermano estaba dando frente a las legiones enemigas al menos eso le dijo Shion al arribar, era una bendición y una maldición de su parte poder ingresar a mentes ajenas. 

Notas finales:

Ojala les haya gustado y no aburrido. Atte Febo Apolo 


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