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El Harem del príncipe Ryoota por himurita

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Notas del capitulo:

Hola

No tengo perdón....

No sé que decirles....

Pero este capítulo va dedicado a Lolita, quien ha mandado muchos reviews y esperado pacientemente por mi regreso, dandome animos para escribir :) muchas gracias por tu apoyo, en verdad lo aprecio, y perdón por hacerte esperar tanto!

Por su puesto gracias tambien a todos los que me dejaron un review y a los que siguen leyendo este fic.

Adheuejsa

Charlotte

Key Jae kim

maggi-kun

YukaSayamato

YukaSayamato

Lnemesis

MakotoKise

GrimmUlquiForever

Hiriku Minami

Mika

YaoMaru

Key

Capítulo X 


ESMERALDA


Los rayos de sol comenzaban a colarse por los grandes ventanales del palacio, iluminando todo a su paso y haciendo que los que aún dormían comenzaran a despertar, pero en la habitación del príncipe de Teiko, ocurría algo totalmente diferente, pues sus ocupantes no estaban durmiendo, es más, ni siquiera habían dormido un poco en toda la noche.


Ryoota se retorcía sobre las sábanas, aferrándose a cualquier cosa que tuviera a su alcance mientras gemía sonoramente a pesar de que su voz se escuchaba ya bastante ronca y débil, seguramente por haberla usado de más durante toda la noche, su cuerpo se mostraba totalmente desnudo y ligeramente perlado por el sudor, sus ojos entrecerrados seguían derramando algunas lágrimas  mientras su esposo sujetaba una de las largas y blancas piernas en lo alto, manteniendo al rubio de costado al tiempo que le embestía con fuerza.


El moreno seguía cegado por la belleza y sensualidad del príncipe de Teiko, e incapaz de contenerse, no le había dado tregua en ningún momento de la noche, asegurándose de besarlo y tocarlo todo lo que le fue posible, de poseerle una y otra vez mientras lo tuviera ahí solo para él, de saciar sus ansias por la piel ajena que sentía que le quemaba y derretía con cada delicioso roce, y ni hablar de lo cálido y estrecho que era su interior, jamás había experimentado algo tan exquisito como aquello, y era por eso que no quería salir nunca, era por ello que sus caderas seguían moviéndose de esa manera salvaje, queriendo llegar a lo más profundo y seguir deleitándose con tan maravillosa vista de ese delicado cuerpo cubierto sólo por la luz del sol, con todo eso ¿quién podría culparle por no poder detenerse?


Entre leves sollozos, el rubio pedía que parara, que ya no podía más con todo lo que estaba sintiendo en aquel momento, pero su esposo no paró hasta que ambos culminaron nuevamente en ese embriagante placer que los hizo estremecer, las sábanas volvían a mancharse de la blanca sustancia que quedaba como prueba del placer que recorrió sus cuerpos, y jadeos y agitadas respiraciones que intentaban volver a la normalidad era todo lo que reinaba en la habitación.


El de Teiko cayó exhausto sobre el colchón, dejando que su cuerpo se relajara y descansara un poco de toda esa loca actividad, porque ahora comprobaba que Daiki no era humano, esa pantera era una bestia salvaje llena de lujuria que no sabía cuándo parar, ya ni siquiera recordaba cuántas veces lo habían hecho, y todo su cuerpo dolía, aunque no por ello podía decir que todo lo que hicieron no había sido placentero, demasiado en realidad…


-Ryoota…- escuchó la profunda voz del moreno llamándole nuevamente mientras lo sentía salir de su interior e inevitablemente él volvía a gemir, se dejó hacer por el contrario, sin tener ya energías más que para girarse hasta quedar boca  abajo, buscando esconderse de los rayos del sol que, al igual que el moreno, no querían dejarle dormir.


-Aominecchi… me moriré si lo vuelves a hacer…--murmuró con dificultad el rubio, entre suspiros que se le escapaban al sentir los labios ajenos recorrer su espalda y detenerse en un costado de la cadera.


Daiki había encontrado el camino hasta el hermoso sol que se dibujaba sobre esa parte de la tersa piel de su esposo, esa marca que le identificaba como un doncel y que a sus ojos resultaba encantadora y tan resplandeciente como su dueño, además de que también representaba una futura promesa que, aunque no lo había dicho, le generaba mucha ilusión y alegría, así que la beso, lamió y succionó con sus labios sobre ella con deleite, mientras que sin darse cuenta, sus manos ya habían pasado a ubicarse en otros lugares y a tocar de manera indecente el cuerpo tan sensible que bajo él temblaba débilmente.


-Sólo será un poco más…-como hipnotizado el moreno seguía tocando por aquí y por allá, en tanto Ryoota abría los ojos sorprendido porque no creía que su esposo todavía fuera capaz de seguir, pero al darse cuenta de que había estado totalmente equivocado, todo el sueño que sentía se esfumó e intentó escapar con todas sus fuerzas, arrastrándose sobre la cama, a pesar de tener a un moreno pegado a su cadera, y que cómo niño pequeño se negaba a dejarle ir.


No fue sino hasta que, luego de mucha discusión, dejaron la “pelea”, y todo debido a que la puerta fue echada abajo de nuevo, dejando a la vista a un grupo de enojados y posesivos esposos que ya no aguantaban más que el moreno estuviera haciendo todo lo que se le antojara con su rubio esposo.


Y por supuesto que no tomaron nada bien el encontrarse con una escena en donde un rubio semi desnudo, a penas cubierto por la delgada sábana blanca, y además cubierto por marcas rojas de succiones y besos en algunas partes, intentaba escapar de un descarado moreno que, además de andar desnudo como si nada, quería aprovecharse aún más del pobre de Ryoota que a todas luces estaba exhausto, adolorido y afónico.


Atsushi intervino de inmediato, sujetando a Daiki por los hombros y arrojándolo de vuelta hacia la desordenada cama, luego, una prenda de ropa golpeó de lleno el rostro del moreno, cortesía de Seijuro quien exigía a su compañero que se vistiera de inmediato porque no tenían ganas de verle en esas condiciones tan temprano.


Claro que con el rubio era otra situación, pues lo que era seguro era que ninguno tenía inconveniente en mirar lo sexy que estaba el mencionado, llevando sólo la sábana encima como única prenda, cubriendo a penas un poco su torso y de la parte inferior llegaba hasta sus muslos, dejando al descubierto toda la extensión de sus piernas.


El primero en auxiliarlo fue Taiga, quien reaccionó rápidamente y le sujetó en cuanto vio que el menor iba directo al suelo, y es que el simple hecho de haberse levantado de la cama representó un enorme esfuerzo, y las punzadas de dolor en toda la parte baja de su cuerpo no se hicieron esperar, además de que sus piernas estaban muy débiles.


El pelirrojo pasó su brazo alrededor de su cintura y dejó que se apoyara en él, recibiendo un mudo agradecimiento, dado que el rubio no podía hablar correctamente, para esas alturas su voz ya no salía, tan sólo podía emitir leves y rasposos sonidos que parecían más quejidos, y el intentar decir palabra alguna resultaba doloroso para su garganta.


-Ahomine bastardo ¿Qué le hiciste a Kise? ¡Ni siquiera puede hablar!-se quejó el pelirrojo mirando mal al moreno, quien muy tranquilamente se terminaba de vestir, y que además había dibujado una sonrisa ladina de pura presunción y regocijo al saber que Ryoota estaba sin habla debido a lo mucho que se la pasó gimiendo y gritando, eso sin duda inflaba su ego.


-No creo que quieras saber qué fue lo que le hice para que gritara tanto-su sonrisa se ensanchó aún más, mientras el de Teiko enrojecía por completo, y sentía ganas de ir a golpear al moreno por ser tan bocón y descarado.


-Bastardo…- gruñó el tigre, más no se le fue encima porque debía cuidar de su rubio esposo.


-Además ¿Por qué han venido a interrumpir?-protestó Daiki, recordando que estaba a punto de comerse nuevamente a ese manjar dorado cuando todos esos entrometidos llegaron a importunarlos.


-Te dije claramente Daiki, que sólo tenías una noche, así que no toleraré que quieras pasarte de listo-sentenció el de ojos heterocromáticos, logrando que el moreno no tuviera ganas de seguirse quejando.


-Además Kise chin pedía a gritos que lo salváramos-todos asintieron concordando con aquello, habían escuchado claramente los gritos al otro lado de la puerta, y aunque tardaron en intervenir, creyeron que ya había sido demasiado, era suficiente con que la melodía de sonidos indecentes durara toda la noche, no necesitaban más de esa dosis por la mañana, o al menos no si no eran ellos quienes la provocaban.


Mientras todos discutían, Shintarou se adelantó hasta donde el pelirrojo sostenía a Ryoota, y comenzó a examinarle con detenimiento, llegando a la conclusión de que el moreno había sido una bestia y que nunca debió confiar en que iba a ser suave con el rubio solo porque era su primera vez, así que le dirigió una mirada de reproche al mencionado, y luego se dirigió a su esposo.


-Kise… ¿Te duele?-preguntó de todas formas, pese a que sabía la respuesta, pues necesitaba que el menor le dijera con claridad que tanto le dolía y en donde, así sabría que tan grave era el daño y cómo debía proceder.


Lo que no esperó el peliverde fue que su esposo levantara la vista, mirándole con esos hermosos ojos dorados totalmente acuosos, casi al borde de las lágrimas, y con esa expresión, y el rostro sonrojado, murmuró con mucho trabajo su respuesta.


-Me duele hasta el alma….-susurró soltándose de las manos de Taiga, para sujetarse ahora de las ropas del médico del grupo, pero ese simple pasó que empleó para acercarse a él provocó que una viscosa y tibia sustancia resbalara entre sus piernas.


Ryoota se estremeció dando un pequeño brinco de sorpresa, y su rostro se puso aún más rojo todavía, mientras que sus esposos repararon de inmediato en aquella actitud, e inevitablemente encontraron el motivo al ver dicha sustancia blanquecina  resbalar por entre los muslos del rubio, muy lentamente, recorriendo esa suave piel de una manera que les resultó demasiado erótica, de por si tener al menor medio desnudo y tan cerca ya era demasiado, y ahora con eso resultaba un milagro que no le hubieran saltado ya encima.


-Kise kun…-le llamó Tetsuya, que aún con esa cara seria se mostraba demasiado sonrojado por el erotismo de su esposo, y de manera nada discreta señalaba las piernas del rubio, quien avergonzado quería que se lo tragara la tierra para que los otros dejaran de mirarle así.


Afortunadamente, el de ojos esmeralda actuó rápidamente, y lo cargó en sus brazos, no sin antes cubrirle mejor con la sábana, y ante la mirada atónita de todos, se lo llevó directo al cuarto de baño y cerró la puerta con seguro.


-¿Pero qué carajo…?-el moreno se levantó y caminó enojado hasta la puerta del cuarto de baño, dispuesto a decirle un par de cosas a Shintarou, ¿cómo se atrevía a secuestrar a si a su esposo? ¿por qué había cerrado con llave además? ¿Qué es lo que se supone que intentaba hacerle a Ryoota?


-¡Oye! ¡Sal de ahí!-se unió el pelirrojo más alto, frustrado de que todos le arrebataran al rubio así como así. ¿por qué tenía que compartirlo con todos esos locos?


-Mido chin… si no devuelves a Kise chin, te aplastaré-amenazó el gigante de Yosen muy dispuesto a cumplir lo que decía, incluso su mano ya estaba en la cerradura de la puerta con la finalidad de hacerla pedazos.


Tetsuya y Seijuro suspiraron, luego se miraron entre sí, esos tres eran demasiado brutos, ni si quiera entendían que el rubio no estaba en condiciones de lidiar con ellos, y de entre todos, lo mejor era dejar que Shintarou, quien además de ser médico, era de los más sensatos del grupo, se encargara del rubio,  así que el pelirrojo más bajo se encargó de hacerle saber a los otros tres que no debían molestarles, que Ryoota necesitaba recuperarse y que el médico debía examinarlo después de lo bestia que había sido Daiki.


Todos aceptaron de buen grado lo dicho por Seijuro, e incluso el moreno tuvo que aceptar que si se había pasado un poco al haber sido tan salvaje con alguien que era casto, puro, y tan jodidamente estrecho que le hizo ver las estrellas en cada embestida...


Mientras tanto, dentro del cuarto de baño, Shintarou se las arregló para llenar la amplia tina de agua tibia e incluso colocar sales aromáticas y relajantes de delicioso aroma, sin tener que bajar al rubio que, exhausto y avergonzado se aferraba a él escondiendo el rostro contra el fuerte torso del mayor.


-El agua caliente te ayudará un poco- le anunció antes de despojarle de la sábana e introducirle con cuidado y delicadeza en la tina. El rubio emitió una exclamación de alivio ante la sensación del agua contra su piel, e incluso se olvidó de cualquier vergüenza que pudiera sentir por estar desnudo frente al de ojos verdes, y bueno, el agua que ahora le cubría contribuía con ello también, así que se dejó hacer y agradeció a su esposo la gentil y delicada manera en la que le estaba tratando.


El de ojos verdes le observó por unos segundos, contemplando toda la sensualidad que el rubio desprendía ahora de una manera abrumadora, como si toda la pecaminosa actividad que tuvo durante la noche solo hubiera servido para que su piel se mostrara ahora más tersa, su cabello más sedoso, o para que sus ojos tuvieran ese hermoso brillo que ahora veía, y sinceramente, le estaba fascinando, toda la atmosfera que rodeaba a su esposo era tan sensual y atrayente que no podía dejar de mirarlo.


-Midorimacchi…. Deja de verme de esa manera….-Ryoota giró el rostro al lado contrario de donde estaba su esposo, intentando huir de la mirada esmeralda que parecía querer devorarlo, y como respuesta solo recibió un carraspeo de garganta del mencionado, como si recién al escuchar sus palabras hubiera vuelto a la realidad y recordado lo que tenía que hacer.


-Tengo que mirarte para limpiarte-se defendió el más alto, aunque bien sabía que esa excusa no se la creía ni él. Sin más demora avanzó hasta la tina y se ubicó a un lado de Ryoota, dejó un suave beso en su mejilla y comenzó con su labor de lavar a su príncipe, lógicamente, empezó por los dorados cabellos, haciendo uso del shampoo que el contrario siempre utilizaba, pues le gustaba en demasía olerlo en el rubio, casi como si la esencia natural de su cabello se combinara con la del shampoo y crearan una fragancia única,  de manera que nadie podría oler igual por más que lavaran su cabello con ese mismo shampoo.


Ryoota cerró los ojos y suspiró con placer al sentir las grandes manos en su cabello, dando un suave masaje para después echar agua caliente llevándose todo el shampoo, era en verdad relajante y agradable un baño como aquel, el cual está de más decir que necesitaba sobre manera, pues aparte de que el agua comenzaba a llevarse cualquier resto de la desmedida pasión de su moreno esposo, sus músculos comenzaban a relajarse poco a poco.


 


Shintarou dejó que sus manos vagaran, junto con el jabón, por la pálida  y suave piel, masajeando desde el cuello, los hombros, el pecho y la cintura, disfrutando de poder acariciarle de aquella manera, pues aunque era su médico, no se había dado el lujo de tocarle tanto, y no quería desaprovechar esta oportunidad, mucho menos con esa bola de salvajes de allá afuera que parecían hienas a la espera de su deliciosa presa, listos para saltarle encima y devorarlo por completo, y bueno, ¿a quién engañaba? Él también se moría de ganas por comérselo entero…


-Yo…..yo…. creo que puedo continuar solo desde aquí…-murmuró avergonzado el rubio, con las mejillas rojas, al mismo tiempo que sostenía las manos ajenas para que estas no continuaran su camino ascendente por sus piernas, pues había empezado por los tobillos, y después, no supo cómo, pero ya estaba “lavando” sus muslos, y más que lavarlo, sentía como si lo estuviese acariciando de una manera algo intensa, y antes de que fuese más arriba, se ocupó de detenerle y llamar su atención.


El ojiverde volvió de nuevo a la realidad, mostrándose un poco avergonzado por su proceder, pero pese a eso, no hizo por retirar sus manos, las dejó justo en donde estaban y miró fijamente los ojos mieles antes de negar con la cabeza.


-Tengo que ayudarte- sentenció con absoluta seguridad el mayor, sin la intención de apartar sus manos de donde estaban-es necesario que saque todo lo que aún está adentro…- terminó por decir de tal manera que logro que el rostro del rubio se pusiera mucho más rojo de lo que estaba, pues el menor había entendido perfectamente a lo que se refería y se moría de vergüenza de tan solo pensarlo.


-¡Noooo! ¡No!- gritó el rubio de pronto, totalmente alarmado, removiéndose en demasía y salpicando agua aquí y allá, luchando contra las manos del ojiverde que se empeñaban en sujetarle mientras él intentaba escapar, no quería que su esposo le hiciera algo tan vergonzoso, tenía que escapar como fuera sin importar la punzadas de dolor que su cadera y otras partes más íntimas le enviaban.


-Kise, ya basta, quédate quieto-se quejó el de Shotokku aplicando más fuerza, e inevitablemente ambos se enfrascaron en un batalla cuerpo a cuerpo a cuerpo en la que el de ojos verdes tenía mucha ventaja física, pero el de Teiko tampoco era un debilucho, y bastante terco si era, por lo que tiró de su esposo en un momento de descuido, y éste perdió el equilibrio hasta ir a caer dentro de la tina, empapándose completamente y salpicando todo alrededor.


-Midorimacchi… tú no puedes hacer eso…-murmuró el menor un poco aturdido por el hecho de que su esposo cayera encima de él, no aplastándole, pero si cubriéndole con su cuerpo, y él como reflejo se había aferrado al contrario.


Ahora el de ojos verdes estaba completamente empapado y las ropas se le pegaban molestamente al cuerpo, tornándose pesadas y estorbosas, pero a él eso poco le importaba, es decir, cómo podría importarle algo como aquello si justo ahora se encontraba sobre su rubio y sensual esposo, acomodado, “casualmente” entre las piernas del mismo, y el mencionado se aferraba a él al sujetarle por los hombros para no hundirse en la tina, así que estaban demasiado cerca, y sus cuerpos muy juntos.


-Tengo que hacerlo… sólo relájate ¿si?- sin dale más tiempo a intentar algo, se apoderó de los labios del rubio en un beso un poco torpe al principio debido a la premura de la acción, pero poco a poco se fue tornando por demás apasionado y profundo, pues el más alto sabía bien lo que hacía y Ryoota había tenido a un muy buen maestro la noche anterior, porque ese lujurioso moreno se había encargado de enseñarle todos los tipos de besos que existían. Sus lenguas danzaban inquietas, acariciándose lo más posible de manera húmeda y caliente mientras sus labios eran rozados, acariciados, lamidos y mordidos suavemente por los ajenos, tan enfrascados en el contacto que  el menor ni siquiera notó lo que el de ojos verdes estaba haciendo, hasta que sintió un largo dedo presionar contra su entrada y rápidamente empujar en su interior, pero los labios que asaltaban los suyos, ahogaban los sonidos que querían salir ante aquella atrevida intromisión.


EL húmedo sonido del beso hizo eco en las paredes junto con el chapoteo de los dedos del mayor al moverse de adentro hacia afuera de la estrecha cavidad ajena, que aunque era con la finalidad de extraer cualquier rastro de semen que hubiera en el interior, no negaría que estaba aprovechando para acariciar cuanto podía, disfrutando sobre manera las reacciones que el rubio estaba teniendo al encontrarse tan sensible.


-Midorimacchi… ngh… duele…-se quejó entre jadeos el menor, porque su cuerpo estaba bastante resentido por todo lo de la noche anterior, y el tener a un intruso moviéndose dentro le causaba bastante incomodidad y dolor, claro que el ojiverde se percató de ello y trató de hacerlo lo más cuidadosamente posible, pero el mayor estaba seguro de que si no lograba que el rubio se distrajera con el placer, no sería capaz de limpiarle apropiadamente ni tratar esas heridas internas que requerían de atención.


-Shhh, sé que duele…-dijo tratando de consolarle al tiempo que repartía pequeños y dulces besos por todo el rostro sonrojado del menor, sin poder evitar admitir lo hermoso que lucía con esos bellos ojos dorados acuosos por la lágrimas contenidas, las mejillas rojas cual deliciosas manzanas y el rubio cabello húmedo y desordenado cayendo sobre su frente-pero debes soportarlo un poco mas…-un segundo dedo fue añadido, y junto con su compañero, exploraron la pequeña cavidad a placer, sacando lo que pudiera quedar de semen, pero moviéndose con lentitud y todo la experiencia de un buen médico para encontrar la próstata ajena y hundir a su esposo en el placer.


Un gemido más alto resonó por el lugar, alertando incluso a los que esperaban afuera del cuarto de baño, el príncipe de Teiko dejó que su cabeza descansara sobre el borde de la tina, jadeando y gimiendo cada vez que los largos dedos del mayor acariciaban ese punto que lo hacía delirar. Sus piernas fueron levantadas y abiertas un poco más sin que él pudiera hacer nada, o si quiera darse cuenta de que el de cabello verde ya ni siquiera llevaba ropa, ¿En qué momento se la había quitado? Lo único relevante era que el roce ente ambos era ahora piel con piel y sus caderas estaban demasiado juntas.


Los ojos dorados se abrieron con sorpresa al sentir algo muy duro y caliente presionar contra su entrada, y terminó por mirar con vergüenza y espanto la imponente erección que su esposo tenía entre las piernas.


“Otro monstro” pensó asustado intentando escapar del agarre que el mayor tenía en sus caderas “Si eso entra, ahora si moriré”.


El de Teiko negó con la cabeza, tenía miedo de que algo tan grande volviese a entrar en tan íntimo lugar después de todo lo que hubo pasado la noche anterior e incluso durante la mañana, su cuerpo definitivamente no lo soportaría, así que cerró sus piernas aprisionando más al contrario, sin saber que con ello solo lograba excitarle más.


Shintarou tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para no presionar con fuerza y hundirse en la cálida cavidad que le pedía a gritos ser penetrada, pues lo deseaba y mucho, como nunca antes había deseado a nadie, pero no era un bruto y por nada del mundo quería lastimar al hermoso chico debajo de él, tan solo quería fantasear un poco sobre cómo se sentiría profanar el interior de tan maravilloso templo, y  aunque fuera presionar el glande de su hinchada erección le hacía sentir un poco más cerca de lograrlo, pero  solo terminó por inclinarse  hacia adelante para besarle de manera conciliadora, y hacerle saber mediante roncos susurros que jamás le lastimaría, que de verdad le deseaba, pero sólo lo tomaría en el momento y de la manera apropiada.


El de ojos dorados asintió  enternecido por sus palabas y dejó de resistirse, entregándose por completo a las expertas y grandes manos del de Shotokku.


Lo que siguió después fue una nueva melodía de gemidos y jadeos por parte de ambos, porque aunque no hubo ninguna penetración como al ojiverde le hubiese gustado, ahora el mencionado movía enérgicamente sus caderas contra las ajenas, haciendo que ambas erecciones se frotaran una contra al otra en una deliciosa danza, ayudadas por una de sus manos que rodeaba a ambas hombrías para incrementar el placer, y como si eso no fuera suficiente, con su otra mano seguía acariciando ese punto dulce en el interior de su esposo.


Ryoota jadeaba extasiado sin saber a qué aferrarse de tanto placer, ya ni siquiera se acordaba de dolor alguno y sus caderas se movían a la par que las de su compañero en busca de un exquisito orgasmo que no tardó en llegar debido a lo sensible que seguía su cuerpo. Arañó los hombros ajenos y gritó su liberación de una manera sumamente sensual, logrando que su esposo le siguiera en tan embriagante placer.


El ojiverde gruño satisfecho, sintiéndose en el séptimo cielo con tan delicioso placer que había experimentado,  y si así había sido solo con esos roces, poco contacto y escaso tiempo, no podía imaginar cómo sería con el tiempo suficiente como para hacerle el amor tan lenta y profundamente hasta hacerlo llorar de todo el placer que quería entregarle, su rubio era la personificación del mismo dios Eros, y él no planeaba resistirse a sus encantos.


-Midorimacchi….- llamó el rubio a punto de cerrar los ojos, agotado físicamente por todo lo sucedido, logrando que el mas alto saliera de su transe y fantasías para volver a lo que se supone tenía que hacer desde un principio, apresurándose entonces a lavar el cuerpo de su esposo y sacarlo rápidamente de la tina.


-Lo siento… me pasé un poco….-se disculpó, aunque sin estar verdaderamente arrepentido, mientras secaba con cuidado y cariño el inconsciente cuerpo del príncipe de Teiko, que simplemente no había podido más y había cedido ante el cansancio, pero el médico sabía que estaría bien, lo único que faltaba era untarle una excelente medicina para que las heridas internas que tenía sanaran rápidamente, con eso y un poco de descanso estaría como nuevo dentro de poco.


Shintarou salió del baño, cargando a un rubio durmiente entre sus brazos, ambos llevaban batas de seda blanca y olían a delicioso shampoo, claro que el mayor tenía una sonrisa que no podía borrar del rostro, estaba demasiado feliz como para hacerlo, y ni siquiera se molestó en disimular, pese al aura asesina que rodeaba a todos los demás esposos de Ryoota.


-¡Midorima! ¡Maldito, como te atreves a aprovecharte!- reclamaron los mencionados casi saltándole encima y con cara de muy poco amigos, iniciando así una pelea “amistosa” por hacerse con el rubio que seguía sin enterarse de nada y descansaba pacíficamente, totalmente ajeno a las negras y sucias intenciones de todos los que le rodeaban.


Entre todo el alboroto fue el pelirrojo de Seirin el que, como buen guerrero que era, aprovechó sus habilidades y la oportunidad, para tomar a Ryoota y salir corriendo con su preciosa carga para, según él, ponerle a salvo de esa bola de slavajes….


Aunque claro, nunca se sabe el peligro que un delicioso manjar puede correr en las manos de un tigre…

Notas finales:

Bueno pues, espero les haya gustado aunque se un poco este pedacito de cpítulo que no pude terminar, en realidad queria po er muchas otras cosas, pero no tuve el tiempo :(

No se cuando pueda volver a atualizar, pero wuise poner lo poco que tenia

Gracias por su paciencia

Les mando un gran abrazo!


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