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El Harem del príncipe Ryoota por himurita

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Notas del capitulo:

Hola!!

Sé que no tengo perdón, pero realmente no tenía, bueno, no tengo mucho tiempo para escribir, ahora ando metida en otras obligaciones y circunstancias que no me lo permiten, además mi imaginación ya no funciona como antes.

Aun así quise subir este capítulo para hacerles saber que estoy viva, sobre todo a "Lolita" que estuvo dejando muchos reviews aun cuando pase mucho tiempo sin actualizar, no sé si aun siga por ahi, pero de ser así, este capítulo es para ti

CAPITULO XI

AUDIENCIA

Aquel día hubo mucho revuelo en el palacio, pues parecía que todo el mundo quería hacerse con el codiciado príncipe de Teiko, pero por ahora había sido el tigre de Seirin el que se había quedado con ese privilegio, mientras los otros se dedicaban a buscarlos con notable molestia,  por el nada pequeño palacio.

Y quien sabe cuánto tiempo transcurrió desde aquello hasta que el rubio príncipe volvió en sí, abriendo sus ojos a la realidad después de haber estado inconsciente durante todo el ajetreo, ya no sentía tanto dolor en el cuerpo, y se encontraba mucho más fresco gracias al baño que le había dado el peliverde, tan sólo sus músculos estaban algo entumidos. O quizá el hecho de que no le doliera todo era porque estaba cómodamente acurrucado contra algo muy cálido y suave en una gran cama, cubierto con sábanas de seda, no tenía ni idea, pero se estaba bastante a gusto así, o eso creía, hasta que terminó de abrir los ojos por completo  y se quedó en shock al notar que tenía a un enorme pelirrojo abrazándole posesivamente por la cintura, con las piernas enredada entre las suyas, y los labios del mencionado ocupándose de devorarle la boca como si no hubiera mañana. ¡¿Cómo demonios es que no había notado eso desde antes?! Porque ¡cielos! Eso no era simplemente un muy húmedo beso, no, claro que no, el ex gladiador de verdad estaba tratando de devorarle como el buen tigre que era, y el rubio bien debió suponer desde que lo conoció, que un fiero gladiador que era apodado “tigre” no podía ser menos apasionado.

Un caliente jadeo escapó de los labios del de ojos dorados, intentando recuperar el aire que su compañero le robaba con tanto empeño e intentando apartarle al empujarle con las manos por el pecho, más sus fuerzas estaban demasiado desniveladas y al mayor aquello le pareció más una caricia que cualquier otra cosa.

-Kagamicchi…-murmuró con dificultad, para atraer la atención que chico que estaba prácticamente violándole la boca con su hábil lengua. El nombrado entreabrió los ojos y le miró con sus irises escarlata llenos de deseo y adoración, como si fuese lo más hermoso que sus ojos pudieran contemplar, que el menor se sintió sumamente halagado, pensando en lo adorable que era su esposo, una mezcla entre lo tierno y lo salvaje.

El pelirrojo pareció volver al fin a la realidad al mirar a su rubio esposo con esa expresión suplicante en su bonito rostro, con las mejillas y los labios por demás rojos debido a tantos besos, eso, y el hecho de que se encontrara totalmente desnudo entre sus brazos. Por lo cual, aunque estaba muy a gusto devorándole, se detuvo al instante y, mientras le miraba fijamente, y con sorpresa al encontrarle despierto y haber sido descubierto en aquel arranque de locura que le obligó a hacer algo tan bajo como atacar a su esposo mientras este dormía, la cara del de Seirin se comenzó a poner roja poco a poco, hasta hacerle competencia a su cabello, y así, tan colorado como un tomate, que hasta sus orejas tenían ese color, se apartó avergonzado del rubio, y entre tartamudeos intentó explicarle y disculparse por su descarado atrevimiento.

Ryoota lo miró atentamente, sin decir nada durante todo el monólogo del más alto, porque realmente era algo digno de verse, un gladiador, grande, fuerte, seguro de si mismo, con un cuerpo de dios griego que mostraba en todo su esplendor por el hecho de estar desnudo, se encontraba adorablemente sonrojado y tartamudeaba sin saber que decir para excusarse de sus acciones, e incluso le miraba con una cara de cachorro regañado.

Sin poder contenerse, el rubio estalló en risas y carcajadas, totalmente divertido con la imagen, sujetó su estómago y rodó sobre la cama dándole la espalda al pelirrojo para poder seguir riéndose a gusto, sin darse cuenta de que él también exponía su desnudez de esa manera, y que el tigre de seirin  ahora lo miraba aun mas avergonzado por ello, sin saber si salir corriendo del lugar o simplemente seguir mirando ese redondo, perfecto y hermoso trasero que su esposo poseía, además la manera en la que el mencionado reía era sumamente linda, con todo y que se estuviera burlando de él.

-Lo siento Kagamicchi… es que…. Eres tan tímidamente adorable-explicó aun entre risas mientras se daba la vuelta de nuevo, aunque fue en ese momento en que se dio cuenta de que no traía puesta prenda alguna y jaló las sabanas para cubrirse, ahora igual de avergonzado que su pelirrojo esposo.

-Yo soy el que debería disculparse por atacarte mientras duermes- el mayor se acercó de nuevo a la cama, subió sobre ella y envolvió con sus brazos al rubio, abrazándole con cariño, el mencionado rio y le devolvió el abrazo, relajándose y dejándose consentir por su tigre.

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Pasaron así un momento juntos, antes de decidirse a salir, dándole tiempo a Ryoota de que se recuperara un poco, porque pasando todas las locuras y sorpresas, se había dado cuenta de que, al ponerse de pie, aún le seguía doliendo la cadera y todo lo demás….

Claro que el resto de sus esposos no se tomó muy bien la pequeña desaparición y casi matan al pobre pelirrojo cuando los vieron a aparecer,  mucho más cuando el rubio caminaba de esa manera graciosa debido al ligero dolor que aún sentía, pero bueno, luego de unos cuantos reclamos y amistosos golpes entre celosos varones todo se calmó y pudieron volver a la tranquilidad de siempre.

O eso creía…

Porque el consejo no tardó en hacer su aparición, demandando la prueba de que Teiko si tendría un heredero que continuara con el linaje real y gobernara el reino en un futuro lejano, claro que Ryoota no estaba nada feliz de tener que reunirse con el consejo para mostrarles “eso”… se moría de vergüenza, no porque estuviera mal ser un doncel, sino porque tenía que decirle a todo el mundo que lo era, todos sabrían que podía concebir vida en su vientre, y aquello sería como estar al descubierto y expuesto ante un montón de extraños, por supuesto que no quería, pero tenía que hacerlo por el bien del reino de Teiko.

Fue aproximadamente unos tres días después que el consejo celebro una nueva reunión para “interrogar al príncipe de Teiko”, reunión en la que hubo mucho más mirones de los que al rubio le hubiese gustado, pues incluso el Rey Haizaki estaba ahí, y claro que no era para otra cosa sino para ver sufrir al pobre príncipe. ¿Qué acaso los gobernantes de otros reinos no tenían nada que hacer?

-Rey Nijimura…-la firme voz de quien presidía el consejo se dejó escuchar, llamando la atención de todos, para poder dar inicio por fin-como sabrá ya, esta reunión es para conocer la respuesta del príncipe Ryoota a lo que le solicitamos por el bien del reino- el resto de los miembros del consejo asintieron, y tras decir unas cuantas cosas más sobre la importancia de aquello, aguardaron por la respuesta de los gobernantes de Teiko.

El Rey Nijimura se encontraba claramente tenso, pues ni siquiera había tenido tiempo de hablar adecuadamente con su hijo, a causa de todas las obligaciones que lo ocuparon, y lo único que alcanzó a saber, era que ninguno de los esposos de su hijo era doncel, lo cual no era ninguna sorpresa, si más parecía que todos eran una bola de salvajes, por supuesto que ninguno resultaría un delicado doncel, pero el rubio le había dicho poco antes de ingresaran a la sala en la que se encontraban, que no se preocupara, que todo estaría bien, y él rogaba por ello.

Todas las miradas se centraron en el joven rubio que fue obligado a levantarse de su lugar para  dar algunos paso al frente y enfrentar al consejo como se debía, el príncipe de Teiko lucía un poco nervioso y bastante apenado de tener todos esos ojos sobre él, pero sobre todo, lucía absolutamente hermoso, mas radiante que nunca, con algo que lo hacía lucir diferente, como si tuviera un aire más… sexy, como si cada movimiento y cada gesto suyo desprendiera una sensualidad y elegancia sumamente atrayente.

Mientras aquello ocurría y el príncipe tomaba aire para finalmente hablar, Daiki, mero espectador de lo que ocurría, chasqueó la lengua molesto, todos miraban a su esposo, pero muchos no lo miraban como debieran hacerlo, y eso lo enfurecía, estaban hipnotizados por la magnífica belleza del rubio, e incluso creía que si el mencionado les ponía ojos de chachorro, y suplicaba que le libraran de tan incómodo momento, con esa linda cara y las mejillas sonrojadas como ya las tenía, estos lo dejarían ir sin duda, pero era obvio que el rubio era demasiado orgulloso y obstinado como para hacer algo así, y en el fondo el agradecía eso, o de lo contrario tendría que golpear a quien sabe cuántas personas por lo que provocaría en estas que su esposo hiciera una barbaridad asi.

El resto de los miembros del harem también se encontraban ahí, y por supuesto que su actitud era casi la misma que el de Tōō, pero sabían disimular su enojo de mejor manera, bueno, excepto Taiga, claro, si parecía que él y Daiki estaban cortados con la misma tijera. Pero dejando eso de lado, Ryoota hacia su mayor esfuerzo por que su voz sonara lo más firmemente posible.

-Entonces no deben preocuparse, sin duda el reino tendrá a sus descendientes, cuando sea el momento claro…-terminó de decir el príncipe de Teiko, luego de un pequeño discurso para confundir y distraer a los miembros del consejo, pero estos no respondieron como quería, claro que no se quedarían conformes con una respuesta como esa, ellos exigían pruebas.

-¿Podría ser más específico príncipe Ryoota?-demandó uno de ellos, siendo apoyado por el resto, y el rubio solo pudo apretar los labios con un poco de frustración, sus mejillas se tornaron un poco más rojas, y un suspiro de derrota se le escapó al no tener más opciones que decirlo claramente.

-Yo… soy un doncel…- confesó finalmente, pero en el tono de voz más bajo que le fue posible, algunos escucharon, otros no, quien sabe, pero el lugar se sumió en un absoluto silencio, el príncipe bajo la mirada al suelo como si fuera lo más interesante del lugar, en tanto que todo el mundo lo miraba a él de manera sorprendida.

-¿Qué?-la voz que preguntó aquello no fue alguien del consejo, sino la del peliplateado rey de Fukuda que quería la confirmación de tan sorprendente revelación.

-Soy un doncel…-repitió el de Teiko, ya un poco más tranquilo, siendo escuchado esta vez muy claramente por todos en el lugar, y poco a poco levantó la vista para afrontar a los ancianos, pero con lo que se encontró fue con un impactado Haizaki que lo miraba con un extraño brillo en los ojos, como si quisiera devorarlo o hacerle quien sabe que cosa nada buena.

El rubio miró con horror como el Rey de Fukuda prácticamente saltaba de su asiento para ir en su búsqueda, de una manera tan rápida que no le dio tiempo a nadie más de reaccionar, y sin más tumbó al príncipe sobre el frío suelo, girándole sobre el mismo con algo de brusquedad hasta dejarlo boca abajo. Ryoota emitió un pequeño quejido de dolor, tanto por el golpe inicial contra el suelo, como por el trato brusco que solo lograba que su cuerpo doliera, pues no estaba en tan buenas condiciones después de lo que había paso con sus esposos.

El pánico le recorrió el cuerpo cuando las frías manos ajenas tironearon de sus ropas  con violencia, mientras el continuaba intentando escapar, pero la tela no tardó en ceder, desgarrándose escandalosamente al tiempo que revelaba toda la piel de la espalda de su portador, dejándolo al descubierto de todos esos ojos curiosos que no dejaban de mirar con asombro lo que ocurría.

-No…- se quejó impotente al ser sometido de aquella manera por alguien mucho más fuerte que él, sus ojos estaban cristalizados por las lágrimas que amenazaban con desbordarse ante semejante humillación, en tanto que sus manos arañaban el suelo, aunque sin mucho éxito. Las manos ajenas continuaron su recorrido por la espalda y más abajo, delineando la estrecha cintura hasta llegar a la cadera, dibujando cada curva con fascinación hasta que los ojos grises se toparon con esa marca que probaba que lo que el de Teiko decía era cierto, que era un doncel, un hermoso doncel que podía traer vida al mundo, uno que él creía que debía ser suyo, que tenerle siempre fue su derecho desde que el chiquillo se apareció ante él y se le metió por las pupilas hasta ocupar cada parte de su mente.

Los ojos grises de Shogo no podían apartarse de la marca que parecía tatuada sobre la sensible piel, ese chico siempre debió haber sido suyo, ¡debía ser suyo! No, ¡definitivamente sería suyo! Y no le importaba ni un poco que estuviesen en medio de una audiencia ante el consejo ¡al diablo los ancianos! No podía preocuparse de eso cuando tenía a un lindo rubio semidesnudo, temblando y sollozando debajo suyo, lo único que quería era llevárselo lejos y encerrarlo en su castillo para poder saciar todo su deseo por él…

-Ryoota…-susurró el de Fukuda, haciendo que el nombrado girara un poco su cabeza para mirarlo con esos ojos llorosos, estaba totalmente dispuesto a cumplir con lo que su retorcida mente le estaba pidiendo que hiciera, pero de pronto se vio interrumpido por un fuerte golpe en la cabeza que le hizo ver todo negro y caer a un costado del príncipe que aun permanecía en el suelo.

El rubio miró a su salvador, encontrándose con un muy molesto rey de Teiko, que mostraba un aura tan terrorífica como nadie había visto jamás, luciendo más varonil e imponente que nunca. Empujó de fría manera el cuerpo del peliplateado caído para que no estorbase y cubrió la desnudez de su hijo con su larga capa, para en seguida ayudarle a ponerse de pie y reconfortarle con un abrazo.

Todo el mundo parecía estar shock con lo que estaba pasando, jamás se  imaginaron que una simple audiencia terminaría de una manera similar.

-Tranquilo, ya todo está bien…-le susurró el sobre protector padre, acunándole en sus brazos, en tanto que el los esposos del rubio se acercaban con preocupación, el rey terminó por entregar a su hijo a los chicos, y el menor se dejó cargar por Atsushi, quien lo tomó posesivamente entre sus grandes manos, y lo cargó con delicadeza para sacarlo de la habitación, no le gustaba para nada que todo el mundo estuviera mirando a su esposo, y mucho menos cuando su ropa había quedado medio desgarrada.

La mayoría de los miembros del harem siguieron a Ryoota, quien tan sólo se abrazó al de cabellos morados y no dijo nada, lucía bastante conmocionado y sus ojos seguían derramando silenciosas lágrimas, pero Daiki permaneció en el salón de la audiencia, de pie frene al bastardo que se había atrevido a atacar a su esposo, quería golpear al desgraciado sin siquiera importarle que estuviese inconsciente, y no se hizo del rogar, en cuanto pudo se acercó, y cual bestia salvaje estaba dispuesto a lanzarse encima del cuerpo inconsciente del rey de Fukuda, pero sus oscuras intenciones fueron interrumpidas por un aura aún más oscura que la suya.

El Rey de Teiko se adelantó a tomar al de cabellos plateados, colocándolo sobre su hombro cual costal de papas, apenas le dirigió a Daiki una mirada que pareció decir “yo me encargo, ve con Ryoota” y tras hacer una reverencia al consejo, se marchó sin dar  explicación alguna, el moreno ni siquiera pudo replicar nada, ni tenía ganas de hacerlo, con la expresión del padre de Ryoota le quedó muy claro que el castigo que tendría el  Rey de Fukuda sería uno muy muy duro y merecido, la ofensa que había cometido contra el rubio definitivamente no se quedaría así.

Los ancianos del consejo se miraron entre si, con la sorpresa y el desconcierto aun plasmados en su rostro, no podían procesar aún todo lo sucedido, tanto la impactante revelación del príncipe, como las incorrectas acciones del Rey de Fukuda y finalmente, pero no por ello menos importante la oscura y peligrosa mirada que el Rey de Teiko mostró, así que se dieron a la tarea de dar por finalizada la sesión, liberando de todo al príncipe Ryoota, ahora que se había aclarado que el reino de Teiko podría tener un heredero sin el menor problema.

Por otro lado, en la habitación del príncipe, Atsushi se había instalado en la amplia cama, junto con su rubio esposo, sujetándolo de manera posesiva y sobreprotectora, sin darle la más mínima oportunidad al resto de que lo tocara, y en realidad, ninguno de los demás esposos hizo por interrumpir aquello, y fue porque Ryoota no se mostraba inconforme con la situación, el mencionado se había aferrado al gigante de Yousen como si su vida dependiera de ello, dejándose mimar, había encontrada muy reconfortante el calor del cuerpo ajeno y no quería separarse, se sentía seguro ahí entre esos fuertes y grandes brazos que el daban cobijo. Los dorados ojos se abrieron un poco para encontrarse con los violetas y dedicarle un silencioso “gracias” e inmediatamente después volvieron a cerrarse para sumirse en un relajante sueño, necesitaba descansar y olvidar el terror que había sentido minutos antes al ser atacado por el Rey de Fukuda de aquella manera tan humillante frente a todo el consejo, la gente del reino y sus esposos. Por su puesto seguía sin odiar el ser un doncel, pero si odio la manera en la que los ojos grises del Rey le miraron, con una fascinación insana que le hizo sentir como si fuera un simple objeto para satisfacer los deseos de ese hombre, como si el simple hecho de poder traer vida al mundo lo convertía en objeto de ataques sexuales, definitivamente lo odiaba…

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Pasaron unos días antes de que el rubio se recuperara por completo, tiempo en el que todos sus esposos lo estuvieron cuidando y consintiendo todo lo que les fue posible,  e incluso se limitaron a la hora de tocarlo, acordaron dejar de acosarlo tanto y concederle un poco de paz  mientras se recuperaba del impacto del ataque que había sufrido, nada de intentar manosearle, o besarle lujuriosamente, solo caricias inocentes y besos castos para mostrarle afecto y cariño, cosa que el rubio agradeció, aunque estaba seguro de que no le molestaba para nada cuando los toqueteos y besos venían de parte de sus esposos, ellos se habían ganado su confianza y cariño, por lo que no creía que fuera necesario que se contuvieran tanto, sobre todo Daiki que estaba que se moría de la abstinencia  al haber probado el cielo y no poder volver a tenerlo, pero igualmente era lindo verlos esforzarse así por él, así que no dijo nada ya aceptó todo con una sonrisa.

Para esas fechas el Rey de Teiko lucía una luminosa sonrisa que hacía que todos le miraran desconcertados, y no porque el Rey nunca sonriera, sino porque había algo en esa sonrisa que hacía que se les erizara la piel, y aunque ninguno quiso preguntar nada al respecto, se enteraron que el Rey de Fukuda estaba desaparecido, y aquello fue suficiente para que comenzaran a hacerse ideas sobre lo que habría podido ocurrir después de la escandalosa audiencia que se llevó a cabo, pero estaba bien, si el Rey Nijimura había encontrado una manera de castigar de manera ejemplar  a Haizaki no era de su incumbencia, seguro el mencionado aparecería pronto, pero lo que también era seguro era que no volvería a meterse con Ryoota jamás.

Todo volvió poco a poco a la normalidad, incluso las obligaciones de los príncipes para con su reino, y que decir del emperador, él tuvo que ser el primero en ir de regreso a Rakuzan para atender diversos asuntos, igualmente Atsushi le siguió, y para desagrado de Daiki, él tuvo que regresar también a su reino por un  par de días, pero claro, el resto de los esposos del rubio aseguraron que le cuidarían muy bien, y aunque eso no dejó nada contento a los que partían tenía que aceptarlo.

Luego de aquello, no pasó mucho tiempo antes de que recibieran una notificación del reino de Shotokku, en donde el mismo Rey Miyaji  invitaba a la familia real a una reunión entre ambos reinos para formar lazos de amistad y acuerdos que pudiera beneficiarlos, después de todo eran reinos vecinos y sería un desperdicio no establecer relaciones comerciales u alianzas militares, el futuro era incierto y cuantos más aliados se tuvieran mejor sería.

El príncipe Ryoota terminó de leer la invitación que les habían enviado, mostrando una expresión de no saber qué hacer, mirando a su esposo de cabellos verdes con preocupación, antes de pasarle la carta para que él también estuviese enterado del contenido de la misma. Porque era seguro que no podían ignorar el llamado que el reino de Shotokku estaba haciendo. Dorado y esmeralda se encontraron por un momento meditando sobre lo que debían hacer.

Notas finales:

No prometeré nada!

Pero mcuhas gracias por leer


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