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El Harem del príncipe Ryoota por himurita

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Notas del capitulo:

Hola!

Una disculpa por la tardanza

Ryoota quiere agradecer y mandar besos para todos los lectores que se molestaron en dejar un review para hacernos saber su valiosa opinión, pero Daiki no lo deja...

Ya saben, los celos son muy malos!

Así que hoy los besos los dará Shin chan~

Midorima: Ejem... debo dejar en claro que hago esto porque quiero y no por el hecho de que también estoy en desacuerdo con el hecho de que Kise vaya por ahí regalando besos... Así que, les mando un beso a todos los que dejaron un review:

Ann Uchiha

Karolin

MeganeShintaro

La chica del yaoi

Bien, sin más, aquí el capítulo

Capítulo V Kagami Taiga El más bravo gladiador del reino de Seirin


Kagami Taiga, mejor conocido como “el tigre de Seirin”, pues esa denominación y la palabra “Salvaje” eran la mejor manera de definir a alguien como él, porque si, Kagami Taiga poseía un aura de la misma intensidad que la de un tigre salvaje, con el cabello tan rojo como la sangre, imponentemente alto, y bastante musculoso, sus ojos también de un intenso color escarlata, y un carácter un tanto impulsivo que rayaba en la agresividad cuando estaba en la arena.


Taiga quedó huérfano desde muy pequeño y tuvo que arreglárselas para sobrevivir en las calles, pero la vida ahí no era nada fácil, y aunque se las ingenió por un tiempo, sucedió que un día fue descubierto robando, así que como castigo fue encerrado en el calabozo hasta que se decidiera su sentencia, la cual, consistió en convertir a Taiga en un gladiador, pues el reino atravesaba una situación difícil en la que la gente necesitaba una distracción, y que mejor que la arena y un poderoso gladiador que los mantuviera entretenidos.


Por su puesto que el pelirrojo se negó al principio, pero entendía también que cada vez que pisaba la arena su vida estaba en juego, y que por más que él no quisiera hacerle daño a nadie, era simplemente imposible, porque entre los gladiadores eso era todo, ganar o morir, y él aún no estaba listo para morir.


Con su asombrosa habilidad de pelea no le fue difícil colocarse en la cima, llegar a ser el más aclamado por el público y el más solicitado por los miembros de la nobleza que se divertían con aquel espectáculo sin importar cuan desagradable le resultara al “tigre” ser tratado como una mera entretención para esos odiosos con poder.


 


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Mientras tanto en Teiko…


Shintarou se daba cuenta de que su demanda hacia el príncipe de Teiko era por demás egoísta, imponiéndole un matrimonio solo por el hecho de que aquella era la manera más eficaz de que dejasen de perseguirlo, en primera porque estaría dentro del palacio y nadie lo buscaría ahí, y en segunda, porque aún si llegaran a reconocerlo, no podrían proceder en su contra ahora que sería el consorte de un príncipe y tendría su protección. Pero eso no hacía que dejara de sentirse un poco culpable, mucho más, cuando le explico todo a Ryoota, y este conmovido por, según él, la triste historia que le había contado, decidió que le ayudaría en todo lo que pudiese, sin reparo alguno. Y ahí solo confirmaba que la nobleza y la inocencia de aquel chico solo le traerían problemas.


¿Qué pasaba si le exigía que cumpliera con sus obligaciones en la noche de bodas? Porque estaba seguro de que su futuro esposo no había pensado en aquello ni remotamente, ¿es que acaso pensaba que una boda era solo decir “acepto” y seguir como si nada? Además… si no mal recordaba, el chico le había dicho que sería el segundo esposo, pues ya se había casado con el príncipe de Tōō, y por ello suponía que sabía todo lo que implicaba un matrimonio, pero no…


-¡Midorimacchi!-llamó Ryoota, haciendo que el peliverde saliera de su ensimismamiento y dejara los pensamientos sobre su futuro matrimonio-esta será tú habitación-señaló el amplio cuarto en el que se encontraban, uno sobrio y elegante en el que ahora se estaba acomodando una cama más, de manera que quedara paralela a la que ya se encontraba ahí-pero como ya te había mencionado, tendrás que compartirla…-terminó por decir un tanto nervioso de imaginarse la reacción que tendría su primer esposo.


-Entiendo, después de todo soy yo el que está importunando con esta exigencia-avanzó hasta dejar sus pocas cosas en el lugar que le correspondería, y reflexionó un poco, sobre si en verdad era esa la mejor decisión, además se preguntaba también que significaba esa ridícula forma de llamarle “Midorimacchi”, pero de momento no podía quejarse, ya lo haría después. De todas maneras sólo siguió lo que Oha asa le había dicho que hiciera, pero había algo en todo aquello que lo inquietaba, como por ejemplo,  la sonrisa…


La sonrisa tan radiante y cálida que recibió por parte del contrario cuando le anunció que su padre estaría bien, era una sonrisa hermosa y reconfortante que por un momento le hizo recordar a Takao, pero también notó una muy clara diferencia, y esa era que ese gesto en el chico que tenía ahora enfrente logró que algo en su pecho se agitara de una manera que jamás había sentido.


Y el abrazo…. Ese breve pero agradable contacto que tuvo cuando sus cuerpos se juntaron, y que incluso le impulsó a no dejarle ir de la seguridad de sus brazos.


No podía negar que fueron, más que nada, aquellos motivos los que lo impulsaron a seguir los consejos de Oha asa, y dejarse llevar por esa radiante y sincera sonrisa y  lo cálido de ese abrazo.


Porque Kise Ryoota era su rayo de esperanza…


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La salud del rey mejoró notablemente luego de que siguiera adecuadamente el tratamiento que Shintarou preparó para él, y en tan solo unos días ya estaba de pie, más no ejerciendo sus funciones correspondientes pues Ryoota le había impedido que hiciera cualquier trabajo, porque aunque el peligro había pasado no quería que se sobre esforzara y volviera a colapsar de aquella manera que le dio un susto de muerte, en resumen, Ryoota era un paranoico, o eso creía Nijimura, pero igualmente le agradecía su preocupación.


Por su puesto que el rey fue informado debidamente de todo lo ocurrido con el veneno y el cómo se había salvado de aquella sustancia mortal, también del paradero de Daiki actualmente y del matrimonio que estaba por realizarse, con lo que cabe mencionar, casi le da un infarto, más tuvo que serenarse y escuchar las razones de su hijo para algo como aquello.


Al final, tuvo que aceptar el hecho de que Ryoota había dado su palabra, y que el que sería su segundo esposo, además de haberle salvado la vida, parecía alguien sumamente maduro y centrado, respetuoso, recto y con un buen juicio, cualidades que creía que le sentarían bastante bien a su revoltoso hijo y al malcriado de Daiki, pues ninguno de estos dos eran ni maduros ni centrados…


Y tal y como todo el mundo en Teiko lo había previsto, el caos estalló al regreso de Daiki…


A penas había llegado, y se le informó que el rey se encontraba ya perfectamente,  el moreno pidió ver a su esposo, quien ya lo esperaba en su habitación, preparado para hablar con él y contarle todo de una vez, no podía retrasar una noticia como aquella y mucho menos podría esconder a Shintarou, así que debía decírselo en cuanto lo viera si o si.


-¿Me extrañaste?-preguntó Daiki avanzando hasta la cama en donde el otro estaba sentado, con una capa cubriéndole como siempre, pero esta vez no le importó, le fue suficiente con saberle cerca, con poder tocarlo, con escuchar su voz, con poder besarle….


¿Besarle? Un momento… ¿Cuándo fue que se movió tan rápido como para estar ya sobre su esposo robándole un apasionado beso que sentía necesitaba desde hace tanto? Porque demonios, lo había extrañado de una manera que hizo que se asustara de sí mismo, y ahora que lo veía simplemente no pudo evitarlo.


-Aominecchi…-gimió Ryoota de manera ahogada contra los labios que presionaban con ardor contra los suyos, intentando tomar un poco de aire y empujar a su esposo para obtener algo de espacio, pero el otro no parecía querer ceder, y las grandes manos le sujetaban por la cintura con tal necesidad que el rubio llegó a la conclusión de que no ganaría nada con seguir resistiéndose, y que al menos podía concederle aquello a su impulsivo esposo que ya mucho había hecho con haber ido hasta el reino de Tōō a traer a médicos expertos para ayudar a su padre.


Daiki quedó totalmente impactado cuando los brazos del rubio se enredaron en su cuello y los labios de este comenzaron a corresponder el beso, de manera un poco torpe al principio, pero Ryoota aprendía tan rápido, que pronto un jadeo de placer se escuchó proveniente los labios del moreno, y para cuando la calidez de aquellos labios se alejó de él, reparó en que el que ahora estaba recostado sobre el colchón era él, y quien estaba encima era Ryoota, tampoco sabía cuándo o como había sucedido eso, pero si sabía que le había encantado la manera en la que su esposo le besó, y no solo porque pareció aprender bien su técnica, sino también porque el simple hecho de sentirse correspondido fue todo un deleite.


-Aominecchi…-jadeó el menor intentando normalizar su acelerada respiración a causa de tan intenso beso-tengo que hablar contigo- murmuró  lo más seriamente que pudo, pero no pareció convencer al moreno de tal seriedad, cuando éste estaba más pendiente de como el rubio estaba sentado sobre él y tenía las manos apoyadas sobre su pecho, arrugando ligeramente la tela de la ropa que traía puesta.


-¿Estás seguro de que quieres hablar o prefieres que recuperemos el tiempo perdido?-ronroneó coquetamente a su oído, luego de incorporarse un poco hasta quedar sentado, aun con el otro encima de él, y sujetándole firmemente por la cintura para que ni siquiera pensase en escapar.


-¡No digas cosas como esas!-protestó avergonzado el menor, al mismo tiempo que daba un pequeño golpe sobre la mano ajena que ya iba veloz y disimuladamente por su pierna, recorriendo de manera discreta pero deseosa de sentir la piel debajo de la tela-es en serio…


Daiki protestó ante aquello, pero le concedió la palabra al otro, aguardando en aquella posición, que le resultaba sumamente agradable, por lo que su esposo tuviera que decirle.


-Yo…-Ryoota se mostraba nervioso e incluso su voz lo traicionaba, porque no tenía ni idea de cómo decirle aquello, además la posición en la que estaba no ayudaba a sus nervios, y el firme agarre en su cintura le decía claramente que no le soltaría- me casaré de nuevo…-soltó lo más rápido que pudo, casi haciendo que aquello no fuera entendible, y aunque Daiki pareció permanecer en shock, realmente había entendido a la perfección lo que el otro había dicho.


-¿Estás jugando conmigo no?....murmuró en tono de peligrosa advertencia el más alto, esperando que realmente fuera una tonta broma.


-No… ugh…- apenas negó aquello los dedos del moreno habían presionado fuertemente contra la piel de su cintura.


-¿Estás diciendo que como te aburres solo conmigo fuiste y te conseguiste otro esposo mientras no estaba?-se notaba claramente lo enojado que estaba, y el menor no sabía qué hacer para calmarlo.


-¡Claro que no Aominecchi! Él salvó la vida de mi padre y le prometí que…-no pudo terminar de hablar, pues en un brusco movimiento se vio inmovilizado contra el colchón, de una manera nada agradable cabe mencionar.


-¡¿Le prometiste que te casarías con él solo por eso?!-protestó enojado presionando las muñecas ajenas con fuerza.


-¡Es mi palabra y la vida de mi padre!-quiso hacerse entender, pero para él Daiki era tan bruto que estaba seguro de que no le estaba escuchando correctamente.


-Eso es suficiente-dijo una tercer voz en la estancia, y ambos chicos sobre la cama voltearon a ver hacia la entrada, esmeralda contra azul eléctrico cruzaron miradas de manera seria, estudiándose en silencio de una manera que logró que al rubio se le erizara la piel, claramente ambos lucían molestos, y si las miradas mataran… aquello ya sería un funeral.


Shintarou avanzó a paso seguro hasta los dos chicos en la cama, y sin mediar más palabras sujetó la muñeca del moreno con fuerza para apartarle de Ryoota, logró su cometido, pero Daiki se soltó de inmediato de manera brusca, incorporándose y haciéndole frente de inmediato, las miradas asesinas continuaron, pero era imposible que la situación fuese de otra manera pues Daiki ardía de celos de solo pensar en que tendría que compartir a su Ryoota con alguien más, y Shintarou estaba sumamente enojado al ver la manera en la que el moreno sometía a su futuro esposo, porque de alguna manera creía que algo parecido era lo que había sucedido con Takao y Miyaji, y todo por causa suya, y eso sólo lograba que un amargo sabor se instalara en su boca.


-Asi que tú eres….-Daiki entrecerró los ojos mirando mal al sujeto frente a él, mucho más al notar que era un par de centímetros más alto que él.


-Midorima Shintarou, futuro esposo de Kise- soltó a propósito, y con la expresión más tranquila e imperturbable que pudo haber puesto, haciendo enojar aún más al contrario.


-¡Futuro esposo y un cuerno! Aquí no habrá ninguna boda, Kise es mío-protestó el moreno mientras sus irises azules brillaban de manera amenazante.


-¿Ah sí? ¿y tú lo impedirás? –preguntó el más alto con arrogancia, retándole a que siquiera lo intentara, porque pasara lo que pasara, esta vez si estaba dispuesto a luchar por el lugar que quería le correspondiese.


Un tenso y hostil silencio se hizo entre ambos, y estaban casi a punto de saltar uno encima del otro para irse a los golpes, pero el menor se interpuso entre ambos, empujándolos un poco para que hiciesen espacio y poner distancia de por medio entre ellos.


-Escúchenme bien los dos…-el tono sombrío empleado por el rubio los dejó a ambos estupefactos-Aominecchi, tú y yo tenemos bien claros los términos de nuestro matrimonio, así que no te tomes atribuciones que no te corresponden, soy el príncipe heredero de Teiko, y como tal, tengo derecho a tener los esposos que desee, además ¿qué es lo que habíamos hablado de los amantes? Puedes tener los que tú quieras, sólo se discreto.


El moreno desvió la mirada con fastidio al recordar el dichoso trato, porque era cierto, se supone que lo suyo era un matrimonio solo en apariencia y no tenía el derecho de reclamar absolutamente nada ¡Pero demonios! La abstinencia lo estaba matando, y para su mala suerte se había encontrado con que no deseaba tocar a nadie que no fuera el chico terco que ahora lo estaba reprendiendo.


-Midorimacchi…-prosiguió el rubio, mirando esta vez a Shintarou, quien volteó a verlo un poco asombrado por la manera en la que había aplacado al moreno- no creo que sea necesario que te diga todo esto ya que pareces una persona educada y respetuosa, pero por si las dudas, estas son las reglas.


Shintarou se puso tenso ¿también las reglas aplicaban para él?


-Primero, si planeas tener un amante, puedes verle solo fuera del palacio, segundo, esta capa-dijo señalando la capa que lo cubría, ocultando su apariencia de los demás-se queda dónde está y no debes intentar quitarla nunca, tercero, mi cuarto es el de a lado y este de aquí es el de ustedes, no trates de entrar al mío por favor, ¿Están de acuerdo?


Ambos asintieron un poco aturdidos y Ryoota sonrió complacido, ponerse así de serio no era su fuerte, pero tenía que hacerlo de vez en cuando para que las cosas fueran por el camino adecuado, y más si ahora tenía a dos esposos que parecía que querían matarse el uno al otro por una razón desconocida para él.


-Ahora, traten de llevarse bien ¿Si?-dijo el príncipe de Teiko, esta vez con su usual tono de voz alegre y despreocupado, luego salió del lugar lo más rápido que pudo, esperando que de verdad esos dos le hicieran caso y no intentaran matarse, después de todo tendrían que convivir entre ellos por un buen tiempo…


Y así fue, tanto Daiki como Shintarou tuvieron que acostumbrarse a la situación, aunque al conocerse un poco mejor no fue tan difícil, incluso podría decirse que, de alguna manera, eran como amigos, pues cada uno se enteró de la historia del otro y por lo tanto como habían terminado ahí, además Daiki reparó en que el peliverde no parecía tener intenciones “sucias” hacia su esposo y eso hizo que se relajara, y por su parte Shintarou descubrió que la actitud del moreno era porque era un maldito celoso y sobre protector, pero entendió que no pensaba hacerle ningún daño a Ryoota a pesar de que fuese un pervertido que buscaba cualquier ocasión para manosearle.


Y fue por ello que la segunda boda del príncipe de Teiko se llevó a cabo sin problemas ni contratiempos, en una ceremonia sumamente simple y sencilla en la que sólo estuvieron presentes los miembros de la familia y algunos testigos para las formalidades, y aunque hubo un momento en el que Daiki quiso oponerse a la boda, mucho más cuando quien dirigía la ceremonia anunció que los esposos debían besarse, terminó por entender que de ahora en adelante las cosas eran así le gustase o no, porque muy a su pesar Kise Ryoota ya no era solo suyo, y de alguna extraña y retorcida manera Shintarou había pasado a ser un compañero, y uno valioso aunque no le gustara admitirlo.


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Mientras tanto, en Seirin se llevaría a cabo un magnifico e importante evento en el que el espectáculo central serían los gladiadores, un entretenimiento sin precedentes en el que el mejor de todos los gladiadores, invicto en sus 300 pelas en la arena, se enfrentaría a 5 de los antiguos campeones del coliseo, y ese cinco contra uno lograba atraer en demasía la atención de la gente, pues de inmediato esperaban que aquello resultase en una magnifica lluvia de sangre, y realmente no se equivocaban…


Aquello fue una batalla injusta, pero por demás cruel, pues tener que pelar contra cinco adversarios era una cosa, pero tener que matar a cinco personas era algo horrible, o al menos para el pelirrojo guerrero que ahora se negaba a terminar con la vida de aquellos hombres que en su tiempo fueron de los mejores, Taiga se repetía una y otra vez que él no era nadie como para arrebatar esas vidas solo porque un puñado de nobles se lo ordenaban.


Todo el coliseo se encontraba lleno, y también, un representante de cada uno de los seis reinos se encontraba ahí, observando aquel “deporte”, claro que todos miraban con diferentes enfoques, y para desagrado del príncipe de Teiko, este había tenido que ir en lugar de su padre para no exponer su salud, pero detestaba aquel acto bárbaro en el que solo se mataban unos a otros, y ahora estaba profundamente aliviado de que ese gladiador que lucía tan imponente y poderoso se hubiera apiadado de sus adversarios y respetara sus vidas, algo como aquello no se veía todos los días.


Por la conmoción y euforia del momento nadie protestó sobre la decisión de Taiga, e incluso le calificaron de “piadoso” pero lo que estaba por venir era el verdadero problema…


Más tarde, todos se reunieron  en un amplio salón a continuar con la fiesta, charlando amenamente sobre temas que concernían a los reinos pero que no llegaban a ser tan serios como para tener que ser tratados en otro sitio. Muchos otros invitados bailaban de manera asombrosa en la pista y la minoría solo observaba, siendo este último el caso de Ryoota, quien intentaba mantenerse lo más lejos posible del rey de Fukuda que no dejaba de observarlo, siguiendo todos y cada uno de sus movimientos de manera predadora.


Astutamente Ryoota se mantuvo todo el tiempo rodeado de gente, haciendo gala de todo su encanto y fluidez a la hora de conversar, por lo que realmente no le fue nada difícil atraer las miradas y la atención de los demás, y al mismo tiempo mantenía a raya cualquier intento del rey de cabellos grises de acercarse, solo esperando que la velada pasara rápido y pudiera volver, aunque suponía que no había mucho de que preocuparse pues el rey Imayoshi también estaba ahí, y no dudaba que le auxiliara de ser necesario.


Luego de un par de horas se anunció otro evento, uno esta vez más privado, pero que consistía básicamente en enfrentar nuevamente a dos gladiadores.


El rubio príncipe observó admirado al imponente pelirrojo que aparecía nuevamente frente a sus ojos, sólo que en esta ocasión podía verle mucho mejor al estar tan cerca, su piel se apreciaba bronceada por el sol, y por su torso algunas cicatrices se extendían para darle un aspecto más rudo, delatando además lo duro de su “oficio”, todo su cuerpo estaba perfectamente marcado y trabajado, pero sobretodo podía apreciarse aquello en la ancha espalda, las fuertes piernas y el abdomen. Y ahora podía ver todo aquello porque el gladiador ya no traía puesta su armadura como la había llevado en el coliseo, ahora solo llevaba lo que le pareció un trozo de tela demasiado pequeño cubriendo su intimidad, demasiado pequeño en realidad…


Un tanto abochornado prefirió desviar la mirada mientras el combate comenzaba, pues no sabía porque varios de los presentes habían insistido en que querían examinar de cerca a los dos gladiadores, y con “de cerca” se referían a dejarlos absolutamente desnudos mientras se los comían con los ojos y discretamente los tocaban. ¿Cómo era posible que hicieran algo como aquello de esa manera tan descarada?... No le parecía que aquello estuviera bien ni por asomo, no era más que denigrar y agredir a una persona, y la cara incómoda y de fastidio que tenía el pelirrojo se lo confirmó, era obvio que no quería estar ahí, y que el estar dando semejante espectáculo le molestaba, claro que no había muchas opciones, ni se podía hacer nada al respecto.


Por otro lado Taiga tenía un aura oscura que nadie parecía notar por estar tan entretenidos toqueteándolo o fantaseando quien sabe que obscenidades con su cuerpo, pero dicha aura se disipó cuando toda su atención fue atraía por un chico que se mantenía prácticamente hasta el fondo del recinto, totalmente alejado del bullicio que había en torno a él, casi como si no estuviera interesado en nada de aquello, y además como si se sintiera abochornado e indignado por el espectáculo, pero no podía decirlo a ciencia cierta, pues el mencionado llevaba una especie de velo que le cubría y que sólo dejaba que un par de ojos dorados fueran apreciados, no creía haber visto ese color de ojos en ninguna persona… era por demás inusual, y juraría que debía venir de algún lugar verdaderamente lejano.


No pasó mucho antes de que los gladiadores fueran autorizados para vestirse nuevamente e iniciara la pelea de exhibición que darían para la audiencia, y en esta ocasión Ryoota si se aseguró de prestar toda su atención, mirando cono ojos analíticos los movimientos de los guerreros, pues le pareció que el nivel que tenían en el arte de la batalla y el manejo de la espada era por demás asombroso, y estaba seguro de que le serviría aquella observación en algún momento.


El resultado de aquella pelea fue a favor del pelirrojo gladiador que a todas luces demostraba superioridad y un crecimiento a pasos agigantados, la ovación y aplausos no se hicieron esperar, más entre la concurrencia el Rey de Fukuda se mostraba inconforme, y de pronto había exigido la sangre del gladiador caído.


-Rey Haizaki… esto es una pelea de exhibición, no creo apropiado que se lleve a cabo un derramamiento de sangre-argumentó el Rey de Seirin y anfitrión de la reunión, Hyūga Junpei, esperando que aquel gobernante tan… violento desistiera de semejante idea.


-Exhibición o no, la regla dice que el que pierde lo paga con su vida ¿A caso quieren ir contra las reglas?-volvió a insistir, dirigiéndole al Rey de Seirin una mirada que claramente gritaba “problemas”, y aquello era lo que menos necesitaban en ese momento.


Por lo que, luego de pensarlo un poco, y sin estar de acuerdo con ello, El rey  Hyūga tuvo que acceder, pues ya le habían pasado por alto aquello en la arena, y dudaba que lo hicieran por segunda vez, así que indicó al gladiador pelirrojo que procediera a ejecutar la sentencia de muerte que pesaba sobre su compañero, más el mencionado no se movió, tan solo permaneció ahí de pie, totalmente tenso y con una mirada que daba miedo, pero no hizo movimiento alguno por levantar su espada hacia el gladiador arrodillado en el suelo que con resignación aceptaba su destino.


Todos se impacientaron, y ante la desobediencia varios guardias aparecieron, rodeando de inmediato a los gladiadores.


-Kagami… debes hacerlo o la cabeza que rodará será la tuya- dijo el gobernante de Seirin con claro desacuerdo en su voz hacia la medida que Haizaki le había obligado a tomar, pero incitándole a hacer lo que se le había pedido porque no quería perder a su mejor gladiador por algo como aquello.


Un “No” rotundo y cortante fue lo que salió de la boca del tigre de Seirin, ni siquiera había considero hacer lo que le estaban ordenando, él no tomaría la vida de su compañero de armas por la estúpida exigencia de uno de esos sujetos que se creían que tenían poder y que por ello los que no lo tenían les pertenecían.


Los guardias apuntaron sus espadas hacia el pelirrojo y el rey insistió en tratar de convencer a su gladiador, pero Taiga siguió dando negativas, aceptando su muerte con serenidad y dignidad, morir por un compañero de armas hacía que todo valiera la pena.


La orden fue dada y todos aguardaron por el terrible desenlace conteniendo la respiración, la sala se llenó de un silencio absoluto y los ojos carmesís se cerraron con resignación, esperando el momento en el que el acero se clavara en su piel y terminara con aquella vida que, aunque no era la mejor que podría desear, pero que de todas formas había aprendido a llevar. Porque a pesar de todo sentía que aún había muchas cosas que quería hacer, personas que conocer, incluso comidas que probar o enamorarse…. Y el que luego de las calles su vida terminara sin que hubiera ido nunca fuera de la arena y los calabozos más que para ir a reuniones tan tontas como esa, resultaba bastante triste, pero sobre todo frustrante.


Finalmente el sonido de las hojas de metal cortando el aire rompió el silencio y un grito ahogado por parte de los presentes lo complementó, más Taiga no sintió nada cortando su piel, no había dolor alguno ni sangre tibia resbalando de ninguna parte de su cuerpo, nada…. Tan sólo un murmullo de asombro que recorrió toda la sala y que le hizo abrir los ojos con curiosidad.


Frente a él había alguien que había ocasionado que los guardias se detuvieran, y pese a que solo veía su espalda, por la capa que le cubría sabía perfectamente quien era, el misterioso chico de los ojos dorados, aquel de quien no tenía idea de cómo se llamaba, cuál era su posición ni de que reino venía, pero que valientemente, y yendo en contra de todo lo establecido por aquellos hombres de poder, le estaba defendiendo a él, a un simple gladiador que fue traído de las calles. Ese simple acto de valor hizo que el pelirrojo le reconociera y respetara por tener las agallas suficientes para enfrentar una situación como aquella.


-Príncipe Kise… no creo que sea prudente que…-intentó decir alguno de los presentes, con la finalidad de hacerle ver al príncipe de Teiko que no debía interponerse en algo así, que estaba poniendo mucho en juego al arriesgarse de aquella manera, pero no pudo continuar con lo que decía, pues el Rey de Fukuda le interrumpió con una carcajada, antes de disponerse a hablar también.


-El bondadoso príncipe de Teiko…-dijo del de cabellos grises en un tono de burla que logró que Ryoota entrecerrara los ojos con dureza- ¿así que ahora te interpones entre lo que dictan las leyes?-negó con la cabeza de manera reprobatoria, pero mirándole divertido, como mandándole un claro desafío que decía “¿Y ahora cómo vas a salir de esta?”


Sin embargo el príncipe de Teiko se mantuvo firma y sereno en todo momento, convencido de lo que creía, y no se echaría para atrás en aquello sin importar las consecuencias, porque sabía que estaba defendiendo una causa justa, y no iba a ceder, no dejaría que la vida de alguien que mostraba tanta energía y sinceridad en sus ojos se extinguiera.


-El hacer que las personas se maten unas a otras no es una ley- apretó los dientes con coraje al ver la sonrisa burlona que el rey de Fukuda le dirigía, mientras el resto murmuraban sobre lo atrevido que era al hacer algo así, o lo loco que estaba, o lo valiente que era, entre otras cosas-¿cómo puede estar bien el que se derrame sangre para un simple entretenimiento? ¿Es que acaso la vida de estos hombres no vale? ¿Son objetos como para que los usen y desechen como mejor les parezca? ¿Qué nos da el derecho de decidir sobre la vida de alguien más? ¿En verdad creen que algo así es correcto?- expuso el príncipe con toda la serenidad que pudo, pero aunque se mantenía firme, no pudo evitar que su voz sonara alterada, impregnada con el claro sentimiento de enojo e indignación que le embargaba ante semejantes actos.


Nadie pudo responder a las interrogantes que el representante de Teiko había formulado, porque simplemente no sabían que decir, algunos compartían su punto de vista, pero no reunían el valor suficiente para apoyarle, otros eran indiferentes al tema, y por su puesto había quien estaba totalmente en contra de lo que el menor proclamaba, pero les faltaban argumentos válidos para contradecirle.


-Rey Hyūga… -Ryoota cerró los ojos por un breve momento y suspiró de manera casi imperceptible, antes de proseguir, pues no había obtenido respuesta alguna, de manera que optó por dirigirse al anfitrión -le suplico que no haga esto…


-La orden ya ha sido dada ¿Cómo puede un rey retractarse se sus palabras?-insistió Haizaki, antes de que el Rey de Seirin pudiera si quiera contestar, pero Ryoota se dio cuenta con horror de que el de Fukuda tenía razón, si el Rey de Seirin se retractaba de lo que había ordenado quedaría mal ante todos y el que tendría problemas sería él, por ir en contra de su propia sentencia.


-Si me permiten, creo que debemos tomar una decisión que termine con esta discordia, y para ello debe ser una intermedia, con la cual ambas partes estén de acuerdo-intervino repentinamente el Rey Imayoshi, auxiliando a su yerno que no dejaba de sorprenderlo, pero esta vez si que había ido a meterse en un problema grande, más le caía bastante bien el chico, y Daiki no le perdonaría jamás que dejas que le pasara algo, por lo que no dudó en intentar ayudarle en aquello.


Todos parecieron conformes con lo sugerido por el Rey de Tōō, y el Rey Hyūga instó a Ryoota a que propusiera una solución coherente que obviamente no consistiera en simplemente dejar vivir a los gladiadores, porque eso no era posible.


-Lo compraré…-murmuró de pronto el rubio príncipe, no muy convencido de sus propias palabras, por el simple hecho de que el comprar a alguien iba en contra totalmente de lo que él mismo estaba diciendo apenas hace unos momentos, las personas no eran objetos y por tanto no debían tratarse como tal, pero de todo lo que se le podía ocurrir justo en ese momento y en medio de gente que no aceptaría salidas fáciles, creía que era la mejor solución-compraré a este gladiador, pararé el precio que pidan y estará bajo mi protección-concluyó desviando la mirada de los iris de color gris que le miraban triunfantes por lo que le habían obligado a hacer.


El Rey de Seirin comprendió también que esa era la única salida, pues las otras opciones implicarían la muerte del gladiador sobre el que desde un inicio había pesado la sentencia, o un muy severo castigo  para ambos guerreros, de manera que lo que el rubio proponía era lo más adecuado.


-Bien, a partir de ahora el tigre de Seirin será tuyo- aceptó el Rey Hyūga ya mucho más tranquilo, pero sin que la tensión que se había formado en la sala desapareciera-deberás hacerte responsable y mantenerlo contigo, imagino que sabrás las consecuencias de no hacerlo-la seriedad de las palabras del Rey no le dejó duda alguna a Ryoota de la veracidad de las mismas, así que simplemente asintió en silencio, aceptando los términos.


El príncipe de Teiko se giró para encarar al atónito gladiador que permanecía inmóvil y sin poder salir del shock por lo que había sucedido, pero el de ojos dorados no le dio tiempo de procesar nada más, simplemente le tomó de la mano y le jaló para que lo siguiera fuera del salón, moviéndose lo más rápido posible, antes de que alguien más decidiera acotar cualquier otra cosa. Claro que se aseguró de agradecer con la mirada a su suegro, pues gracias a él era que las cosas no habían terminado tan mal.


Ya fuera del lugar en donde se llevaba a cabo la reunión, Ryoota miró alrededor, buscando un sitio seguro para hablar de todo este problema en el que se había metido, pero lo más que encontró fue una habitación cercana, a la cual, prácticamente arrastró al pelirrojo gladiador. Una vez ambos estuvieron dentro se aseguró de cerrar bien la puerta, y se apoyó contra la misma algo cansado y estresado.


Taiga miró a aquel sujeto que lo había salvado, aún sin comprender el por qué, lo único que ahora sabía era que le pertenecía, que le había comprado, y que su vida simplemente había cambiado de manos y  sería el esclavo de alguien más, el esclavo del príncipe de Teiko en lugar del esclavo del Rey de Seirin ¿Qué había de bueno en ello? ¿Era mejor vivir de esa manera que haber muerto con honor?


Ryoota suspiró y se preparó para enfrentar al gladiador, tomó aire y se incorporó para mantener un porte seguro y relajado, luego levantó la vista y abrió la boca para hablar pero nada salió de su boca, nada salvo un pequeño grito ahogado de pura sorpresa ante lo que veían sus ojos. Frente a él se encontraba el tigre de Seirin, mirándole de manera dura cono esos ojos rojos, con los  musculosos brazos cruzados y… totalmente desnudo… mostrando su perfecta anatomía masculina en todo su esplendor sin el más mínimo pudor.


De manera inmediata la cara del rubio príncipe se tornó roja, y él mismo la sintió arder al contemplar aquello, sus dorados ojos se abrieron desmesuradamente mientras procesaban aquella indecente imagen del pelirrojo, y dio un pequeño salto hacia atrás, tomó una almohada de la cama que estaba en la habitación a la que habían entrado y se la arrojó con fuerza al gladiador.


-¡Tú! ¡¿Qué te pasa?! ¡¿Qué crees que estás haciendo?! ¡Deja de desvestirte!-gritó el menor sin poder quitarse el bochorno, y habiéndose dado la vuelta para no seguir mirando la desnudez ajena.


Taiga se quedó aún más sorprendido por aquella reacción, creyendo que jamás comprendería al que ahora era su dueño, porque simplemente hacia cosas tan extrañas que le desconcertaban, como el defenderlo frente a todos y salvarle la vida, y ahora se avergonzaba de mirarlo desnudo, como si nunca más hubiera visto a otro hombre desnudo.


-¿Qué?-preguntó incrédulo sin atinar a moverse de donde estaba-yo creí que….-miró alrededor confundido, porque además de que el otro lo había comprado le había llevado hasta una habitación en donde había una cama, por lo que él creyó que las intenciones de su nuevo dueño eran muy claras, dado que era muy común que la gente pagara para obtener el placer que un famoso y renombrado gladiador podía otorgarle en la cama, aquello era sobre todo muy frecuente entre las madres que ofrecían a sus hijas para que pasaran la noche con un gladiador con la única finalidad de que quedaran embarazadas y engendraran un niño fuerte y sano, portador de todos los buenos genes que el padre le aportaría, aunque él se había negado cuanto podía porque no le apetecía tocar a ninguna.


-¡¿Qué fue lo que creíste para desnudarte?! ¡Vístete!-protestó cubriéndose los ojos con una mano, pese a que ya le estaba dando la espalda al pelirrojo, y con su mano libre le arrojó otro cojín que tenía cerca.


-¡Es normal! ¡Los ricos que compran un gladiador solo quieren dos cosas! Y eso es que les haga ganar dinero peleando o meterlo en su cama- se quejó el pelirrojo por la actitud que el otro mostraba, pero también se sintió repentinamente avergonzado y optó por colocarse de nuevo el pequeño trozo de tela que llevaba por ropa- además usted me trajo a una habitación donde hay una cama y cerró con seguro!


-¡Pero lo hice porque quería hablar contigo!-el rubio negó varias veces con la cabeza de manera reprobatoria- ¿Estás decente ya?-preguntó para saber si podía voltear ya, y no lo hizo hasta que Taiga le aseguró que, en efecto, se había vuelto a vestir.


-Me dirá que soy un esclavo ¿No? Su esclavo,  no es necesario que explique algo como eso, entiendo perfectamente mi posición y…-dejó de hablar cuando el otro le hizo una seña de que parara.


-Primero que nada, me llamo Kise Ryoota, y soy el príncipe de Teiko-optó por presentarse y explicar la situación al pelirrojo que, por lo que veía, se estaba desviando drásticamente de a donde él quería llegar-después, deja de hablarme de usted, estoy seguro de que eres mayor que yo, así que no lo hagas, me haces sentir tan extraño…


-Pero…- un nuevo gesto del contrario le indicó que no podía protestar aún que debía seguir escuchando hasta el final.


-Parece que no estas enterado, pero en Teiko no se permite la esclavitud,  eso es algo penado allá, existen sirvientes y eso, pero se les da un pago correspondiente a los servicios que brinden, y tampoco tenemos gladiadores, eso es algo demasiado… bárbaro…. Ejem, sin ofender, pero no estamos de acuerdo con  ello. De manera que no te hagas ideas equivocadas, no puedes ser mi esclavo,  y no te compré para obligarte a pelear, ni mucho menos para…. Meterte en mi cama….-desvió la mirada cuando dijo eso último, sin poderse acostumbrar a ver a alguien con tan poco ropa, mucho más cuando hablaban de temas como aquellos de “meterse en la cama de alguien más”.


-¿Estás hablando en serio?-preguntó el pelirrojo, sin poder creer que algo así fuera verdad, que en Teiko no existieran todas esas cosas que en Seirin le mantenían sometido y humillado, más de pronto se dio cuenta que aquel detalle representaba un problema grave para su situación-pero si eso es verdad entonces…


-¡Lo sé! Ahí está el problema en todo esto- Ryoota se dejó caer en la cama, mirando al techo,  no sabía que haría ahora, ni como llevaría aquella situación que no era nada fácil-en Teiko no puedes ser un esclavo, ni tampoco un gladiador, y no puedo dejarte libre según lo demanda e rey de Seirin… ¿entonces como haré para mantenerte conmigo?- se quejó el menor cual niño pequeño haciendo berrinche, moviendo los pies de manera inquieta, peor sin abandonar su cómoda posición sobre la cama.


-Oye…-le llamó Taiga al mismo tiempo que se acercaba hasta la cama y se sentaba justo a un lado del contrario-¿Vas en serio con todo esto?-apartó la mano ajena con la que el otro se cubría el rostro, quería verle más de cerca, aunque fuera solo ese par de ojos dorados lo que pudiera apreciar, pero estaba seguro de que era suficiente, esos ojos no podrían mentirle, así que si los mirara con atención sabría que era verdad y que no-¿por qué harías algo así por un desconocido como yo?


Ryoota parpadeó sorprendido, con su mano permaneciendo sujeta por el imponente gladiador, y siendo observado muy fijamente por los irises carmesíes.


-¿Cómo te llamas?-fue la simple respuesta que salió de los labios del menor.


-Kagami Taiga…-murmuró aún confuso


-Verás Kagamichi, pareces alguien honesto, bueno, valiente, quizá algo… salvaje, pero de buen corazón-rio levemente por lo de salvaje, y más aún al ver las caras que el contrario ponía con cada cosa que decía-y a mí me gustan las personas como tú, por lo que era imposible que dejara que una injusticia como la que estaba ocurriendo se llevara a cabo. Además, ya no somos desconocidos-un guiño de su parte acompañó sus palabras e hizo que Taiga se pusiera totalmente rojo.


-¿Entonces qué haremos?-cuestionó luego de haber soltado rápidamente la delgada mano que le pareció demasiado suave, y girado el rostro que estaba tan rojo como su cabello hacia otro lado.


-Casarnos….-susurró el rubio sin creerse que fuera él quien estuviera proponiendo semejante cosa, mientras que, sin que se diera cuenta, la cara del ex gladiador comenzaba a tomar un tono de color rojo que parecía ya superar a su cabello…

Notas finales:

¿Dudas? ¿Sugerencias? ¿Reclamos?

Bueno, yo si tengo unaduda, ¿Que opinan de incluir Mpreg?

Próximo Capítulo: Murasakibara Atsushi


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