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El Harem del príncipe Ryoota por himurita

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Notas del capitulo:

Hola!!! Aquí les traigo un nuevo capítulo, el que complementa finalmente el harem~ así que ya todos estarán reunidos y las cosas irán avanzando

Espero les guste, y reitero mi agradecimiento a todos los lectores, y a quienes se toman el tiempo de dejarme saber su opinión, se los agradezco infinitamente~

Atsushi: Kise chin ya usa el “cchi” cuando dice mi nombre, así que como estoy contento por eso les daré dulces y besos a todos los que dejaron review, mmm mejor besos, así hay más dulces para mí:

la chica del yaoi

teddy sama

Charlotte

Nani maggi-kun

Karolin

Key

Y sobre lo que Key comentaba en su review, debo decir que me fue complicado lo de esconder la apariencia de Kise a sus esposos, así que en algunas partes se me pasó mencionar cosas al respecto de si estaba cubierto o no, pero como ya saben, Akashi, Murasakibara y Midorima conocen ya el aspecto del rubio, los primeros dos porque cuando lo conocieron no se ocultaba, y Shin chan porque es su médico~, así que eso deja a Aomine y a Kagami como los únicos que no han visto por completo su apariencia, solo partes.

Capítulo VIII  Kuroko Tetsuya  Esclavo del reino de Seirin

 

+++++++++++Flash back+++++++++++

-Ryoota, con el cabello así de largo pareces una niña- dijo un pequeño niño de rojizos cabellos mientras acariciaba un mechón del dorado cabello de otro niño, el cual en verdad estaba un poco largo, y con las finas y estilizadas facciones que el chico poseía, bien podría tratarse de una hermosa niña rubia, tal y como lo estaba señalando ahora Seijuro.

-No digas eso Akashicchi… solo está un poco largo, pediré que me lo corten mañana-aseguró algo ofendido porque le hubiera llamado “niña” al mismo tiempo que se alejaba un poco para mantener distancia con el pelirrojo.

-Como quieras, pero mientras lo tengas así, si pareces una niña, deberías vestirte como una- una sonrisa maliciosa se formó en los labios del de ojos bicolor antes de arrastrar a su pequeño compañero hasta su habitación, en donde le obligó a ponerse un bonito vestido blanco, sencillo pero elegante y bastante fresco para el clima, llegaba hasta sus rodillas y solo tenía algunas cintas de color coral en la cintura y en la parte inferior del vestido, y en la parte de atrás, también a la altura de la cintura, podía observarse un moño grande pero discreto, en su cabello algunas flores hacían de adorno a los costados, eso sumado a los ojos dorados que estaban prácticamente al borde del llanto, le daban una apariencia por demás tierna y adorable.

-Yo no… no soy una niña…-el pobre niño rubio bajaba avergonzado el vestido que le llegaba hasta las rodillas, mientras hacía lo posible por contener las lágrimas que querían desbordarse de sus ojos, pues aquello le resultaba por demás humillante, él era un hombre, bueno, un niño, y llevar aquellas ropas era demasiado impropio e inaceptable para él, ni siquiera los donceles usaban algo como un vestido, pero Seijuro había sido tan “convincente” que no pudo negarse, incluso se había acercado a él con tijeras en mano y le había dicho que si no quería ponerse el vestido entonces tendría que cortarle el cabello para que dejara de parecer una niña, y en definitiva Ryoota no quería tener cerca esas filosas tijeras.

-Estas hermosa- dijo conforme el pelirrojo, ignorando por completo las quejas y protestas del rubio, le encantaba el resultado, y el haber mandado a sus sirvientes a conseguir un vestido como aquel había valido la pena en demasía.

Luego de aquello el pelirrojo se aseguró de quemar las romas que el príncipe de Teiko llevaba puestas antes, para que así no hubiera tentaciones de cambiarse, a no ser que quisiera andar desnudo por ahí, y en efecto, el menor no tuvo más opción que quedarse así y seguir el retorcido juego de Seijuro.

Afortunadamente para Ryoota, no pasó mucho tiempo antes de que su padre llegara a buscarle para llevarle de regreso a casa, pero claro, se llevó una enorme sorpresa al encontrarse con su hijo convertido en la más hermosa niña rubia que hubiera visto, y encima de eso, “la niña” estaba recostada sobre el pasto de aquel amplio jardín que tenían en el palacio de Rakuzan, y su cabeza descansaba sobre las piernas de un pequeño pelirrojo que leía tranquilamente un libro. Extrañamente le pareció que hacían una muy linda y tierna pareja.

Cuando el rubio reparó en la presencia de su padre, corrió hacia él y le abrazó como si hubieran pasado una eternidad separados y le extrañase demasiado, esperando que se lo llevara pronto para no tener que seguir vestido de niña, además Seijuro había estado actuando un poco más extraño de lo usual, tanto, que ni siquiera se comparaba con la vez que le había puesto orejas y cola de perro que a saber cómo y dónde había mandado confeccionar algo como eso.

Antes de que pudiera irse el pelirrojo le llamó, y el Rey Nijimura insistió en que fuera a despedirse de su amigo, además de agradecerle por su hospitalidad, al menor no le quedó más que hacer lo que su padre le estaba indicando.

-Akashicchi gracias por recibirme en tu casa…- le sonrió un poco y se giró dispuesto a marcharse, pero una de sus manos fue sujetada por el contrario y su intento de escapa totalmente frustrado.

-No agradezcas, un día este palacio será tuyo Ryoota, porque te convertirás en mi esposa, cuando tenga la edad y sea el momento de casarme iré por ti y te casarás conmigo- sentenció mientras acariciaba suavemente la mano ajena.

-Yo no…-por su parte el rubio estaba confundido e impactado, su amigo no podía estar hablando en serio ¿esposa? No era posible que fuera su esposa, claro que no, además no sabían ni siquiera qué era lo que les depararía el futuro, por lo que asegurar algo como aquello era un disparate.

-Promételo Ryoota, promete que te casarás conmigo cuando vaya por ti-insistió con esa mirada que tenía el poder de doblegar a las personas de maneras muy extrañas.

-Akashicchi… yo….no…- a cada palabra que intentaba decir sentía como la mirada ajena quemaba sobre él cual fuego sobre su piel, impidiéndole dar cualquier negativa a lo que se le acababa de pedir, al final terminó por asentir con la cabeza, aunque esto no pareció suficiente para el mayor.

-Dilo claramente Ryoota

-Yo… lo prometo Akashicchi, me casaré contigo…

+++++++++++++++Fin de flash back+++++++++++++++++++++

El príncipe de Teiko despertó sobresaltado de aquel sueño, uno que hacía ya mucho que no tenía y que incluso casi había olvidado junto con la promesa que hoy ese pelirrojo venía a reclamarle, y es que cuando niño no era capaz de medir las consecuencias de unas simples palabras dichas en aquella promesa ¿Cómo iba a saber él que después de tantos años Seijuro se acordaría de eso?

-Shhh, tranquilo, solo fue un sueño- aquellas palabras, lejos de tranquilizarle, lograron que se tensara completamente, mucho más al girarse y encontrarse con el pelirrojo de su sueño justo a su lado.

-Akashicchi… esa promesa…-quiso decir el rubio, iniciar una conversación seria y madura como los adultos que eran ahora, para poder arreglar de una vez todo ese confuso asunto, pero el mayor no le dejó decir nada más, le hizo callar de nuevo y luego le indicó que mirara la habitación en la que se encontraba, Ryoota lo hizo y se llevó una enorme y desconcertante sorpresa al encontrarse con todos sus esposos, Daiki, Shintarou, Taiga y Atsushi se encontraban ahí, pero no simplemente estaban ahí, sino que todos estaban amarrados de pies y manos a cada una de las sillas que estaban ocupando, y encima, también estaban amordazados para que de sus labios no pudiera salir sonido alguno.

¿Qué estaba pasando ahí? ¿A caso seguía soñando? ¿Por qué sus esposos estaban atados a las sillas de esa manera? ¿Por qué Akashi sonreía así? ¡No podía ser! ¿Qué es lo que había pasado ahí mientras dormía?

Seijuro rió al ver el pánico reflejado en el rostro del rubio y la furia en los rostros de los cuatro chicos que estaban atados.

-No te preocupes Ryoota, ya he hablado con tu padre, y arreglado todo para la boda, nos casaremos esta misma tarde y ellos-señalo a los ahí presentes- ya están al tanto de todo también, e incluso lo han aceptado de muy buena manera.

Claramente nadie estaba de acuerdo ahí, pero era cierto que el pelirrojo ya tenía la aprobación del rey Nijimura, pues difícilmente podría negarse a  una petición del mismísimo emperador de Rakuzan, así que simplemente le había dicho que si Ryoota lo aceptaba, entonces él estaría de acuerdo.

El pelirrojo se puso de pie y caminó directo hasta donde se encontraba Daiki, tomándose la molestia de retirarle la mordaza de la boca, claro que las quejas del moreno no se hicieron esperar y comenzó a decir cuánto insulto se le ocurrió en contra de ese loco pelirrojo que de buenas a primeras había llegado diciendo que se casaría con Ryoota.

-Akashi bastardo, desgraciado hijo de…-calló cuando Seijuro negó con la cabeza antes sus insultos, restándole importancia a las incoherencias que escuchaba, y ni si quiera las amenazas parecían surtir efecto alguno.

-Daiki, Daiki, como siempre tan… “fino”-sonrió y se inclinó un poco para quedar cara a cara con el de ojos azules-sabes bien que esto es definitivo, ya ha sido decidido y ni el mismo Ryoota puede negarse, así que hazte a la idea que de hoy en adelante Ryoota también es mío- le dijo de manera despreocupada, y luego procedió a desatarle, sin si quiera tener en cuenta las locuras que el otro podría hacer estando libre, porque sabía a la perfección que el moreno simplemente no podía hacer nada en su contra por muchas razones, bueno, de hecho, nadie podía ir en contra de Rakuzan y eso era todo, no había más que explicar.

En cuanto Daiki estuvo libre corrió a donde estaba el rubio, quien en ese momento llevaba encima telas mucho más ligeras, pero que al final de cunetas hacían que siguiera escondiendo el rostro. Pero lo único que le importaba en ese instante era verificar que el otro estuviera bien, abrazarlo y llevárselo muy lejos de Seijuro lo antes posible.

Y mientras el moreno estaba ocupado en eso de “asfixiar a su esposo con un sobreprotector  abrazo”, el pelirrojo fue a liberar a los otros tres, porque de por si ya les había tenido ahí atados durante todo el tiempo que el rubio había estado dormido, y es que eran demasiado ruidosos y problemáticos.

Igual que Daiki, en cuanto estuvieron libres fueron sobre su esposo a ver que el pelirrojo psicópata, como le habían nombrado, no le hubiera hecho nada raro, claro que Shintarou se percató de la sangre que había sobre las sábanas, y al buscar el origen no tardó en dar con la argolla dorada en la oreja izquierda de su esposo, también había sangre ahí, pero se notaba que estaba cicatrizando adecuadamente, y además bastante rápido.

-Akashi, hay maneras menos sádicas de colocar joyería…-le reclamó sin dejar de examinar al rubio en donde la argolla dorada colgaba.

-Lo sé, pero tenía un poco de prisa por darle a Ryoota su anillo de compromiso.

Más quejas y protestas no se hicieron esperar, pero al final la decisión estaba tomada, y a penas al anochecer de aquel día se realizó la ceremonia, misma que se llevó a cabo en Rakuzan con todo el lujo y grandeza propia de aquel reino, sin mencionar que Seijuro presumía feliz a su hermoso esposo, claro que ningún otro miembro del harem asistió porque no se los permitieron, pero el rey Nijimura les prometió que traería de regreso a Ryoota sano y salvo en cuanto la boda finalizara.

El emperador de Rakuzan debía permanecer en su reino por un tiempo, o al menos hasta que dejara todos los asuntos urgentes o importantes en orden, y aunque luego iría a Teiko para estar con el rubio, tendría que estar realizando viajes de un reino a otro, porque al ser su esposo un príncipe heredero, no le era permitido que le obligara a dejar su reino y vivir con él, y el tampoco podía desentenderse de sus obligaciones para irse a vivir a otro reino.

Fueron aproximadamente treinta días los que Akashi Seijuro estuvo lejos de Teiko, y durante ese tiempo surgió una problemática grave en el reino, una con la que el rey  Nijimura no estaba seguro de cómo lidiar, y es que los miembros del consejo pedían que se les mostrara evidencia de que el príncipe que luego se convertiría en su rey, aseguraría la línea de sangre real mediante un descendiente.

-Si me permiten-pidió la palabra el rubio príncipe, queriendo expresar su sentir al respecto del tema que estaban tratando aquella tarde en el salón principal-creo que tener descendencia es muy pronto aún, mi padre aún tiene un largo camino como gobernante de este reino, y dado esto, no considero apropiado el apresurarse a tener un heredero-expresó serenamente, aunque algo aterrado pro dentro, pues aunque ya estaba casado, no había considerado en ningún momento el tema de los herederos, y al parecer su padre tampoco, pues estaba tan desconcertado como él ante lo que el consejo estaba pidiendo.

-Así es como está establecido príncipe Ryoota, usted no puede ir en contra de las tradiciones ni siquiera porque el rey sea su padre, al contrario, está más obligado a seguirlas al pie de la letra, además ya que cuenta con un numeroso harem, no vemos el problema en que tenga descendencia con alguno de ellos, lo único que estamos exigiendo es la prueba de que esto sea posible, es decir, la prueba de que alguno de ellos o usted sea un doncel-aseguraron con autoridad, mediante la voz de uno de los miembros del consejo, dejando muy en claro que no aceptarían una negativa.

-Le daremos una semana para que traiga las pruebas-reiteraron, fijando un plazo a lo que  Ryoota consideraba una desgracia, todos fueron abandonado el salón poco a poco, dejándolo a solas con su padre.

-Hijo… yo sé que esto es complicado, pero ten en cuenta que ellos no te están exigiendo que tengas un hijo ahora, solo quieren la certeza de que podrás tenerlo-trató de alentarle el rey, mientras se acercaba hasta él y le abrazaba cariñosa y consoladoramente, no quería presionar a su hijo, pero lo que decían los del consejo no era cosa de juego, y como estos habían dicho, el príncipe no podía evadir sus responsabilidades.

-Pero padre… tú conoces a todos mis esposos… ¿sinceramente crees que uno de ellos es un doncel?-preguntó incrédulo el rubio aferrándose con fuerza al cuerpo de su padre, pues él estaba casi seguro de que ninguno de sus esposos podía ser un doncel, pues los donceles debían ser un poco más… delicados, ¡menos altos al menos! Pues todos eran unos gigantes que lo sobrepasaban en estatura, así que solo le quedaba…

-Akashi…-susurró el rey, como si hubiera leído la mente de su hijo, y éste asintió con inquietud, porque ciertamente, de todos, era el único en quien podía tener esperanzas de que fuese fértil, ya que no era tan alto, ni tampoco musculoso como el resto, y su complexión podía ser perfecta para encajar en el perfil de un doncel, así que tendría que arriesgarse y averiguar al respecto, aunque su vida dependiera de ello.

-Lo intentare… si no regreso con vida, debes saber que te amo padre…-murmuró de manera dramática del príncipe de Teiko, antes de marcharse a encarar a sus esposos con ese nuevo y problemático

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Poco a poco todos se fueron reuniendo en la habitación que compartían, ya que uno de los sirvientes les había avisado que el príncipe requería de su presencia ahí, cosa que les extraño bastante, pues era más común ver a su esposo huir de ellos que llamarlos él mismo, así que acudieron con absoluta rapidez y curiosidad por lo que querría decirles.

Una vez que todos estaban presentes el príncipe se colocó frente a ellos, y con algo de duda sobre como decirles a cerca de todo ese problema, inició su discurso.

-Cómo todos sabrán, hoy hubo una reunión con el consejo, se trataron temas importantes, pero sobre todo se trató uno que nos involucra a todos-hizo una breve pausa para tomar aire, al tiempo que sus ojos dorados pasaban de uno a otro chico ahí presentes.

-¿Y qué tenemos que ver nosotros con esos ancianos?-cuestionó Daiki sin muchas ganas y algo de desconfianza, pues según él, esos tipos no tenían nada mejor que hacer que meterse en la vida de los demás.

-Ahomine deja que Kise hable-le reclamaba el tigre al moreno por no dejar a Ryoota terminar lo que iba a decir, claro que de ahí Daiki no se quedó callado e iniciaron una pequeña pelea verbal, en tanto sus compañeros los miraban con cara de “ahí van otra vez”, por su parte Atsushi permanecía sentado y sin mucho interés en el asunto, comiendo distraídamente una barra de chocolate.

-Debió ser algo muy serio lo que hablaron para estés tan preocupado-señaló Shintarou, al notar lo nervioso e incómodo que lucía su esposo al intentar transmitirles aquella noticia, es más, ni siquiera había reparado en el moreno y en el pelirrojo que seguían peleándose por nada.

-Ryoota, sólo dilo-animó Seijuro, incitando también a sus ruidosos compañeros a guardar silencio y poner atención nuevamente.

El rubio los miró una vez más, y asegurándose de que le estaban escuchando todos, se armó de valor para decirles finalmente.

-Se discutió sobre si seré capaz de darle al reino un heredero al trono de Teiko…

Silencio, fue lo que reinó en la habitación al escuchar aquello, dejando a todos un poco sorprendidos e impactados, pues ciertamente, ninguno se había planteado nada acerca de tener un hijo, pues para empezar las circunstancias que los habían llevado hasta ahí no eran las más comunes, y por si eso fuera poco el rubio ahí presente no les dejaba tocarle como era debido y era por ello que  no había consumado su matrimonio con ninguno, sin sexo no hay hijos, además de que no era tan simple, para que eso sucediera, alguno tenía que ser un doncel, y fue ante éste último pensamiento que todos se quedaron congelados.

Todas las miradas se clavaron en el rubio, quien mudamente observaba sus reacciones, estudiándolos para ver si había alguna posibilidad, pero por lo que veía aquello era pedir demasiado.

-Kise chin, si lo que quieres es un heredero, yo puedo hacértelo con gusto-declaro el gigante de Yosen, quien seguía tranquilamente degustando su chocolate, pero que se había tomado el tiempo de ofrecerse amablemente a hacerle un hijo a su rubio esposo.

-No… ese no es el punto Murasakibaracchi…- el de ojos dorados enrojeció, y aunque su rostro no era visible para los demás, todos parecieron notar su reacción de pudor y vergüenza ante aquella declaración ¿Es que en verdad nunca les dejaría tocarlo?-es decir… todos somos hombres y dos hombres no pueden tener un hijo a menos que…

-Que uno de ellos sea un doncel, eso lo tenemos claro-le interrumpió el de ojos verdes, señalando lo obvio de aquello.

-Así es Midorimacchi… y el motivo de que estemos todos aquí es porque tenía que preguntarles si alguno de ustedes lo es- terminó por decir de manera apresurada, logrando que sus esposos lo miraran con cara de incredulidad y estupefacción, sin poder creer que en verdad le estuviera preguntando aquello a esa bola de salvajes.

-¿Ha? ¿Cómo se te ha ocurrido semejante locura? Por su puesto que no lo soy-respondió Daiki, mostrándose ofendido por que pudieran si quiera insinuar que podría tomar el rol de pasivo.

-Definitivamente no…un doncel jamás sería un gladiador-le secundó Taiga con la misma expresión, porque en Seirin, si no tenías suerte, dinero, o una buena posición, los fuertes se convertían en gladiadores, y tanto los débiles como los donceles en esclavos, porque los donceles eran escasos, y en definitiva no los enviarían a morir en batalla.

-No- dijo secamente Shintarou, aunque por su mente pasó el informales sobre la solución al problema, más no dijo nada al respecto, era mejor aguardar el momento adecuado para decirles.

-Lo siento Kise chin-le confirmó su negativa también el gigante, aunque esto era por demás obvio para todos.

El de Teiko suspiró desilusionado y dirigió su mirada hacia el pelirrojo de menor estatura, aguardando por una única respuesta que creía podía ser positiva, era todo lo que necesitaba.

-Akashicchi…-le llamó con clara esperanza en su voz, e incluso se acercó hasta donde este se encontraba, era el único que podía salvarlo de las exigencias del consejo.

El pelirrojo sonrió y extendió su mano hasta sujetar un poco de las ropas ajenas, mismas de las cuales tiró hacia adelante y un poco hacia abajo para que el rubio quedara más cerca de él.

-Ni lo sueñes Ryoota, tú eres el pasivo en esta relación-hizo que el otro se inclinara aún más y le dio un corto beso que quedó oculto a la vista de los demás gracias a la capa que el rubio usaba.

Y con esto terminaron por destrozar las pocas, casi nulas, esperanzas del príncipe de Teiko, que ahora no sabía cómo es que se supone que tendría un heredero algún día, y lo peor de todo era que tenía que enfrentar al consejo dentro de una semana.

-Kise, sobre eso, tengo que decirte…-el de cabellos verdes intentó comunicarle algo importante al chico que ahora tenía a su alrededor una increíble aura depresiva, y después de verle de esa manera decidió que era mejor decirle lo que había descubierto, pero éste le interrumpió antes de que pudiera proseguir, disculpándose con ellos y alegando que necesitaba estar solo por un rato para meditar al respecto.

Y ese “pequeño rato” que el príncipe de Teiko necesitaba estar solo se convirtió en tres días de ausencia del mismo, nadie, salvo el Rey Nijimura, sabía de su paradero, asegurándoles a los paranoicos  y sobre protectores esposos de su hijo, que éste estaba bien y volvería pronto. Por su puesto que ninguno quedó conforme con esa respuesta, pero no había manera de encontrarlo sin tener pista alguna, bueno, probablemente Akashi podría si hacía uso de todo su poder e influencia, pero el pelirrojo confiaba plenamente en el Rey Nijimura, y dudaba que éste apoyara algo que pudiera lastimar a Ryoota, así que decidió dejarlo pasar.

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Mientras tanto en Seirin

Ryoota había realizado un viaje hasta el reino en el que conoció a Taiga, con la única finalidad de buscar un doncel al que pudiera desposar y con ello calmar al consejo y de paso asegurar su descendencia, no era lo más correcto claro, pues estaría obligando a un pobre chico a estar atado a él y encima a llevar a su hijo por nueve meses en el vientre, pero en ese momento de desesperación no veía más opciones, y según lo que Taiga había dicho, era probable que encontrase a algún esclavo que aceptara aquello como un trato a cambio de su libertad, bueno, una libertad parcial, porque estaría atado a una nueva jaula y con nuevas obligaciones, pero estaba seguro de que sería mucho mejor que ser esclavo en aquel reino en donde se les trataba como objetos.

 Y así fue que lo conoció

Kuroko Tetsuya

Un hermoso chico de cabellera celeste y ojos de ese mismo tono de azul que parecían reflejar el cielo mismo, de complexión delgada pero figura definida, piel sumamente pálida  y de estatura aún menor que la de Seijuro. Parecía alguien en verdad frágil, y con solo verlo, a Ryoota le inspiró demasiada ternura, y también algo de tristeza por su situación.

El chico, que tenía su misma edad, había sido vendido como esclavo por sus hermanos con la finalidad de pagar una gran deuda que estos tenían, y por su apariencia delicada y frágil jamás se consideró llevarle a la arena a pelear, además esos dos desgraciados que le habían vendido le aseguraron al comprador que su hermanito era un doncel virgen, lo que lo hacía aún más valioso.

El comprador se fue con su nueva adquisición por demás satisfecho y el pequeño no pudo protestar en lo más mínimo, así eran las cosas en Seirin, y probablemente pasaría un largo rato para que estas cambiaran algún día,  Ryoota se encontró con ambos de pura casualidad durante su caminata por el reino, apenas habían pasado unos minutos de la compra a ese momento, y aquel asqueroso sujeto ya estaba intentando propasarse con el menor, y cuando éste intentó defenderse, el más grande le dejó un feo golpe en la mejilla al haberle dado una bofetada por su insolencia, y aquello fue todo lo que el príncipe de Teiko necesitó para abalanzarse sobre ese hombre abusivo y ponerle en su lugar.

Mas sabía que no era prudente meterse con los miembros de la nobleza de ese reino, ya lo había comprobado cuando ocurrió o de Taiga,  pero no había nadie alrededor, y por lo tanto ningún testigo de lo que pudiera suceder, además había quedado prendado del azul puro de aquellos hermosos ojos, de manera que no dejaría que ese sujeto le siguiera maltratando.

Al final, optó por la solución pacífica, le ofreció al bastardo mucho más dinero del que éste había pagado por el peliceleste, y con esa sensación de culpa de estar comprando a una persona para su beneficio, se llevó al chico con él, sin perder tiempo emprendió el camino de regreso a Teiko.

-Mi nombre es Kise Ryoota, y a partir de hoy tú vendrás a vivir conmigo-le había dicho al muchacho que parecía algo callado e incluso inexpresivo, bastante tranquilo en realidad, incluso le asombraba la manera en la que estaba tomando todo aquello, pero también parecía alguien intuitivo y seguramente sabía que estaría mejor ahí, porque el rubio jamás le haría daño, cosa que no podía decir del hombre que le había comprado antes.

-Soy Kuroko Tetsuya ¿debo llamarlo amo?-preguntó con simpleza, como si fuera lo más normal, puesto que Ryoota también le había comprado, pero se sorprendió cuando el rubio negó alarmado por aquello, diciéndole que solo le llamara por su nombre, y que a donde irían a vivir no existía algo como la esclavitud, a pesar de lo cual si tendría otros deberes.

Tetsuya asintió dócilmente a lo que el de Teiko le dijo, no tenía muchas opciones de todas maneras, aunque para ese momento, y luego de haber convivido durante el viaje con el rubio, se dio cuenta de que este no era para nada una mala persona, pero le causaba mucha curiosidad por qué el mencionado le había comprado, y sobre todo, por qué llevaba cubierto el rostro en todo momento, ¿Qué era lo que intentaba esconder?

Luego de aquello, el rubio intentó sacarle conversación al chico, pues en verdad era algo callado y serio, pero con forme comenzó a sentirse más en confianza acabó por contarle algunas cosas de su vida, la cual cabe mencionar, que no había sido nada fácil, y fue así como se enteró de  todo lo referente a los malos hermanos que le habían vendido.

El tiempo pasó volando, y para cuando se dieron cuenta ya estaban de vuelta en Teiko, en donde fueron recibidos por un ansioso Nijimura y un montón de esposos preocupados que comenzaron a atosigarle con un sinfín de preguntas sobre en dónde estaba o qué estaba haciendo, que cómo había osado marcharse sin decirles si quiera una palabra, etc. O al menos eso fue hasta que Taiga emitió una exclamación de sorpresa debido al pequeño susto que se había llevado al ver “aparecer” de la nada a un chico de cabellos celestes, no tenía ni idea de cómo había llegado ahí el pequeño o de cuánto tiempo llevaba ahí, pero lo cierto era que nadie lo había notado, justo en ese momento sus compañeros también repararon en su presencia, mirándole con confusión por no atinar a saber quién era aquel muchacho.

-Ahhh, él es Kuroko Tetusya-señaló apenado el rubio príncipe por haberse olvidado de presentar a su acompañante, pero es que como no olvidarse de aquello si ahora mismo un posesivo moreno le envolvía en un abrazo que parecía decir “no pienso soltarte”- viene del reino de Seirin-le dirigió una fugaz mirada al pelirrojo más alto al mencionar el nombre del reino del que este provenía antes de proseguir-mmm y…. Aominecchi… ¿podrías soltarme un poco para que pueda hablar correctamente?- murmuró ligeramente incómodo mientras intentaba apartar de su cintura los fuertes brazos de su primer esposo de manera sutil.

-¿Te vas por tantos días y ahora pretendes que te suelte? Ni siquiera me has dado un beso aún-protestó Daiki, cual niño pequeño al que no le han dado el dulce que tanto le gusta, aunque a ninguno  le extraño esa actitud, era normal en el moreno hacer cosas así hasta que se le diera lo que quería.

-No… no digas cosas como esas Aominecchi…- pedía un poco cohibido Ryoota en tanto intentaba escapar de cada intento de besarlo del contrario- no es el momento… y…-miró de reojo a Shintarou, recordando que éste le había dicho que debía ser justo y dar lo mismo a cada uno de sus esposos- si te besara tendría que besar a los demás también…

Ante ese argumento el moreno no pudo más que chasquear la lengua como queja y apartarse para dejar libre al príncipe de Teiko, pues no le apetecía mucho ver como éste besaba a todos los otros entrometidos esposos, además aún estaba la cuestión del chico de ojos celestes que hasta el momento les observaba en silencio.

-Kurokocchi- llamó la atención del mencionado, pues por alguna razón éste se encontraba manteniendo una especie de “lucha de miradas” con Seijuiro, como si ambos se estuvieran estudiando el uno al otro, y encima el pelirrojo había dibujado una sonrisa enigmática y algo burlona que el rubio no alcanzó a comprender, pero que claramente decía que el de Rakuzan sabía algo que él no-soy el príncipe de este reino, Teiko, y ellos son mis esposos…-le indicó, terminando por presentárselos uno por uno.

-Mucho gusto-había respondido de manera educada y serena Tetsuya, sin siquiera mostrarse sorprendido por el harem con el que contaba, lo cual alivió a Ryoota, pues al menos no parecía en contra de aquella tradición.

-Kurokocchi será mi esposo…-anunció dejando de piedra a los demás, pues la mayoría esperaba que sólo les estuviese presentando a aquel chico porque era un nuevo empleado en el palacio, o porque era uno de sus amigos cercanos o cualquier otra cosa, menos por el hecho de que ese muchacho también pasaría a formar parte del harem-y antes de que digan algo, deben saber que no cambiaré de parecer y que deben tratar a Kurokocchi con respeto- tuvo que decir aquello al ver la cara de inconformidad de sus esposos, pues enfrascarse en una discusión por aquello no iba a lograr nada a parte de desgastarlo y hacerlo sentir más culpable de lo que ya se sentía. Y finalmente, les envió una advertencia con la mirada de que nadie se atreviera a tocarlo, pues ya que el peliceleste era mucho más pequeño y débil que los otros no quería que alguno de ellos se aprovechara, Kuroko Tetsuya era, definitivamente, el esposo lindo y pequeño que siempre quiso tener y al que sin duda protegería de todos, hasta de sus mismos esposos si era necesario.

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Al día siguiente se ofició una nueva ceremonia en Teiko, una mucho más discreta de lo que pudo haber sido cualquiera de las anteriores, y es que esta vez se trataba de un ex esclavo con quien se estaba casando, y lo mejor era que realizaran todo con precaución para que no hubiese ningún problema, ya después de que estuvieran casados Tetsuya estaría sometido únicamente a las leyes de Teiko y ya no habría temor a que su pasado le afectara.

Todo parecía ir de manera excelente, los novios dieron el “si” y sellaron el compromiso con un beso, uno que fue dado, por primera vez, por iniciativa del príncipe, un beso que él le daba a alguien más en una ceremonia nupcial, y no un beso que él recibía. Y aquel acto tan simple le daba al príncipe una extraña sensación de dominio y poder, pero por más egoísta que aquello sonara, a él le encantaba sentir que por una vez tenía el control de las cosas.

Y es que el consejo ya no le molestaría más con el asunto del heredero y tenía por fin un esposo como el que siempre deseo ¿por qué no habría de estar feliz entonces?         

Por su puesto todos notaron aquella felicidad en Ryoota, y sus esposos comenzaron a mostrarse un tanto… celosos, e incluso inseguros, pues era bastante obvia la preferencia que el príncipe mostraba hacia el peliceleste, la manera delicada y cuidadosa con la que lo trataba, la forma en la que lo cuidaba, como lo abrazaba…, todo indicaba que algo estaba pasando ahí y a ninguno de los otros miembros del harem les agradó, pero la gota que derramó el vaso fue cuando el príncipe llevó consigo a Tetsuya hasta su habitación, y se encerraron en la misma creyendo que ninguno de los otros lo había notado, pero estaba muy equivocado, todos se habían dado cuenta de ello y ahora mismo estaban a fuera de la habitación del príncipe, casi pegados a la puerta para poder escuchar lo que ahí estaba pasando.

Y entonces, dentro de la habitación…

El de ojos celestes miraba la habitación con interés, estudiándola mientras el rubio se deshacía de nervios por no saber qué hacer o qué decir a su nuevo esposo para que le ayudara con lo que el consejo había solicitado, además le daba demasiada vergüenza y no quería asustar al más pequeño ¿qué tal si lo llamaba pervertido o aprovechado y luego intentaba escapar de él? Él no quería que Tetsuya lo odiara…

-Kise kun…-se atrevió a hablarle con confianza, porque aunque llevaban poco tiempo juntos, el más alto le inspiraba eso, confianza, se sentía muy bien estando a su lado, y ahora mismo le parecía que podía ayudarlo a que hablara sobre el problema que le quejaba-sé que quieres decirme algo importante, y debes saber que no importa lo que sea, te escucharé hasta el final y haré lo posible por ayudar- dijo amablemente, mientras le hacía una seña de que tomara asiento a su lado en la amplia cama.

-Kurokocchi…- conmovido por las palabras del contrario, estuvo a punto de saltarle encima y abrazarlo, pero recordando lo que debía decirle se contuvo y tomó asiento a su lado, tomando aire y exhalando el mismo en un hondo suspiro para armarse de valor- verás, como príncipe heredero del reino el consejo me exige que tenga también un heredero-hizo una pequeña pausa para ver la reacción de Tetsuya, pero ya que este se seguía mostrando muy tranquilo se animó a continuar- y entonces… pues… yo… ¡Quería pedirte que tú tengas a mi hijo!-dijo rápida y apresuradamente, dejando sorprendido al contrario, pues esta vez su expresión si había cambiado, y sus ojos se habían abierto ampliamente reflejando la sorpresa ante semejante petición.

-Yo…- los labios del más bajo se abrieron intentando, inútilmente, pronunciar una respuesta, pero no pudo articular palabra alguna, causándole aun más preocupación al rubio que entendía la reacción de su esposo, después de todo le estaba pidiendo demasiado cuando recién se habían casado.

-No tienes que presionarte, ni siquiera tienes que contestarme ahora…-Ryoota dudó sólo un poco antes de quitarse la tela que le cubría, revelando así su apariencia ante Tetsuya, después de todo no era justo que le pidiera tener un hijo con él y que ni siquiera le mostrara la cara.

Los ojos celestes se abrieron aún más, si es que eso era posible, mostrándose todavía mas sorprendido de lo que sus ojos veían ahora, que de la petición que recibiera antes, y es que frente a él se encontraba un chico poseedor de una belleza que no creyó que jamás existiera, pero en efecto, ahí estaba, con esos cabellos rubios cual rayo de sol, esos hermosos ojos dorados tan inusuales, hermosos, y llenos de pureza, con esa piel tan blanca y tersa, con esas facciones tan finas y definidas, y esos labios rosados que se mostraban por demás tentadores, y finalmente, todo armonizando con un cuerpo esbelto y bien trabajado, así como una figura atractiva y elegante.

Por ello fue inevitable que un pequeño gritito de asombro se le escapara, pero fue lo suficientemente alto como para que los que estaban detrás de la puerta le escucharan, y así fue que, Ryoota, en un impulso, y al escuchar algo de ruido en la puerta, se abalanzó sobre el peliceleste, cubriéndole la boca para que no emitiera ningún sonido y pudiera escuchar si había alguien afuera, y en caso de que si, estos no escucharan nada más.

Entre todo aquello, el rubio quedó encima de Tetsuya, sujetándole con una de sus manos ambas muñecas contra el colchón y con la otra cubriéndole la boca, y en esa comprometedora posición fue que les encontraron, ya que los chicos al otro lado no pudieron soportar más la incertidumbre, y el “grito” o exclamación del peliceleste fue suficiente para que se decidieran a tirar la puerta de una patada, bueno, Atsushi lo había hecho sin ayuda alguna y con una muy mala cara, aunque el resto no se quedaban atrás, pues sus caras mostraban el mismo descontento al toparse con aquella escena.

 A sus ojos, Ryoota estaba sobre aquel chico intentando hacerle quien sabe que cosas nada santas, y eso que apenas llevaba un par de días de conocerlo, y a ellos no les dejaba ir más allá de un simple beso. La llama de los celos empezó a arder de nuevo, sobre todo en Daiki, quien llevaba demasiado tiempo intentando, infructuosamente, avanzar en su relación con ese príncipe tacaño a la hora de las caricias.

Pero aunque quería reclamarle y seguir con aquel enojo que corría ahora por sus venas, tanto él como Taiga, fueron golpeados por el impacto de la exquisita belleza del príncipe, sin poder creer que en verdad no estuviesen soñando, o que aquel ser fue real, pareciéndoles más bien una especie de ángel de dorados cabellos que de manera sensual se extendía sobre aquella cama con el único fin de provocarles.

-Dorado….sus ojos… su cabello… ese destello dorado que había visto…-murmuró Daiki para sí mismo, recordando todas esas veces en las que le pareció ver tan deslumbrante color en su esposo, en tanto terminaba de procesar la hermosa figura que tenía de éste, sin poder si quiera apartar la mirada o parpadear, quería que quedara grabado en sus pupilas para compensar todo el tiempo que pasó sin conocer tan magnífica apariencia.

Taiga estaba prácticamente igual que le moreno, y aunque el resto ya conocía la apariencia del príncipe de Teiko, se encontraban en una situación parecida, porque, para empezar, para la mayoría no habían sido muchas las oportunidades que habían tenido de mirarle sin la capa que solía usar,  y aunque para otros, como Seijuro, le conocieran desde pequeño y le habían visto mucho más, la belleza del rubio era tal que simplemente los sobrepasaba y terminaba por generar ese efecto atrayente y deslumbrante.

En medio de aquel shock, la voz grave de Daiki fue la primera en romper el silencio, impregnada con un poco de reproche, pero sobre todo con sensualidad y peligrosa advertencia.

-Ahora si la hiciste Kise…-avanzó por la habitación hasta quedar junto  a la cama, y sin mucha delicadeza, sujetó la muñeca del rubio, tirando de esta hasta separarle de Tetsuya y apegarle a él-espero que estés preparado, porque durante toda la noche, te ayudaré a cumplir con la exigencia del consejo…-le comunicó en un ronco susurro al oído, en tanto sus manos se afirmaban a la estrecha cintura de su esposo.

Ryoota tembló ante semejante declaración, y el moreno se sintió complacido con su estremecimiento, pero no conforme con ello, tiró con fuerza de la tela que cubría la cintura que se encontraba sujetando y, sin contemplación alguna, desgarró parte de la prenda hasta que la suave piel se mostrara. Lo que quedó al descubierto fue la cadera y parte de la espalda baja, sitio en donde todos enfocaron su atención, descubriendo que ahí, del lado derecho, una marca en forma de un sol resplandeciente adornaba la piel de su portador. Era pequeña pero muy bien definida y agradable a la vista, casi como si se tratara de una de esas marcas decorativas que se hacían con henna e increíble precisión, pero no, la que estaba frente a sus ojos era una completamente natural, de nacimiento, y por lo tanto muy significativa.

-Ryoota…- la voz de Seijuro le hizo prestar atención pese a que no podía verlo, pues por la manera en la que el moreno le sujetaba, les daba la espalda a todos-tú eres un doncel-le comunicó  con aparente tranquilidad, sin poder evitar dejar entre ver un poco de la emoción, inquietud y excitación de haber descubierto que su rubio era un doncel.

-Eso no…- el de ojos dorados estaba tan conmocionado que no hizo absolutamente nada a parte de temblar en los brazos de Daiki, porque simplemente no podía creer lo que le estaban diciendo ¿él era un doncel? ¿Cómo era eso posible? ¿le estaban mintiendo? No… Seijuro no le mentiría ni jugaría con algo así…. Pero entonces ¡¿Cómo Había pasado eso?!

-Así es, la marca que hay en tu cadera lo confirma-corroboró el médico del grupo al tiempo que acariciaba con su dedo índice la figura del sol impresa en tan magnifica piel, y su esposo se estremecía aún más por el toque en esa zona.

Ryoota es un doncel…

Shintarou lo averiguó durante las revisiones médicas…

Todos lo saben ahora…

Daiki no puede más con las ganas de devorar a su esposo…

Taiga tiene un debate consigo mismo acerca de sus principios y sus deseos…

Seijuro ya está imaginando como serían sus hijos con Ryoota

Atsushi quiere lamer a Ryoota cual delicioso dulce

Tetsuya tiene algo importante que decir

La vida de un príncipe no es nada fácil,  y mucho menos si se tiene a todo un harem…

Notas finales:

Creo que ya se imaginarán lo que sigue, cof cof Daiki lo ha dejado muy claro~

Si quieren opinar al respecto sobre como quisieran que fuera el lemon, estaré encantada de saber su opinión~

 

Saludos!


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