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El Harem del príncipe Ryoota por himurita

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Notas del capitulo:

Hola!

Mil perdones por la tardanza, el trabajo me tiene maaal

Pero bueno, les dejó el capítulo que aún tiene Aoki, las demás parejas vendrán en el capítulo que viene, ojala y les guste.

yukkiteru123

tsukiniro

Y los anónimos!

Muchas gracias por sus reviews, los tengo en cuenta aunque a veces no pueda responderlos. Pero son motivación para seguir escribiendo!

Capítulo III La tan esperada boda

 

El periodo de prueba pasó volando para todos, pero sobre todo para el príncipe Daiki que se la había pasado por demás entretenido con su prometido, pues debía admitir que el mencionado era divertido y agradable, algo caprichoso y consentido, pero amable y con una chispa de vitalidad como no había visto en ninguna otra persona, tanto que lo hacía sentirse igual de vivo. Mientras que para Ryoota, su prometido era un torbellino que había llegado a poner su mundo de cabeza, acosándolo en cada oportunidad y arrastrándolo consigo a las situaciones más extrañas que habría podido imaginar. En fin, a pesar de ser tan diferentes se complementaban, se gustaban, y parecía haber una increíble tensión sexual entre ellos, a pesar de las barreras que el rubio príncipe se había encargado de crear, como por ejemplo  el no acceder a mostrarle su apariencia o no dejar que el moreno tocara prácticamente nada, pues se resistía a dejar que las cosas fuesen por ese camino…

 

Una noche antes de la boda Daiki esperó pacientemente durante más de tres horas a que su prometido decidiera irse a dormir y continuó aguardando hasta que no escuchó ruido alguno en la habitación del mencionado, cabe mencionar que Ryoota dormía en una de las habitaciones principales, y a lado de esta se encontraba otra habitación igual de grande que correspondía a la de su harem, pero en ese caso sólo su futuro esposo se alojaba ahí. Dichas habitaciones estaban conectadas por una puerta interna para no tener que salir de las mismas por el pasillo y caminar un pequeño tramo hasta llegar a la  otra, no, ahora solo bastaba con abrir la puerta entre las dos habitaciones y cruzarían sin problemas y sin que ningún curioso les viese, brindándoles una adecuada privacidad, o al menos eso si es que intentaran usar ese medio, pues Ryoota se encargaba de echar llave todas las noches porque no confiaba en que su prometido se fuese a dormir tranquilamente y no intentara nada raro.

 

Pero la curiosidad del moreno había llegado a su límite, y aquella noche se las ingenió para lograr conseguir una copia de la llave que abría esa estorbosa puerta,  y en cuanto su prometido estuvo completamente dormido se coló en la habitación, la cual estaba justo como la recordaba la primera  vez que estuvo ahí, como si el príncipe de Teiko no considerara ni por equivocación modificar alguna cosa para que la habitación fuese de dos, porque lo que él planeaba era seguir ahí solo y relegar a Daiki siempre a la habitación contigua, esto hizo que el moreno mostrara una mueca de disgusto a pesar de que él había aceptado los términos de aquel “matrimonio”.

 

Avanzó lentamente con la vista fija en el bulto sobre la cama a pesar de la oscuridad que envolvía el lugar, pues sus ojos parecían estar adaptados a las sombras como si de una pantera se tratase, solo se detuvo cuando llegó hasta el borde de la cama y le pareció que el “bulto” era más bien una fina silueta debajo de una delgada sabana, la tela se pegaba al cuerpo ajeno como una segunda piel, amoldándose a una estrecha cintura y curvilíneas caderas, y a un redondo y firme trasero que era capaz de apreciar gracias a que el chico que dormía estaba boca abajo. Realmente le costó trabajo levantar la vista cuando notó las esbeltas y torneadas piernas desnudas… asomando fuera de la sábana como una terrible y sexy tentación, pero se obligó a hacerlo, a recorrer de vuelta cada parte del cuerpo ajeno que se dibujaba debajo de la fina tela de seda, ansioso por mirar su rostro, pero este estaba cubierto también, y la posición no ayudaba mucho que digamos, agudizó la vista y extendió su mano hasta la sábana para apartarla, pasó saliva un tanto nervioso y sus manos parecieron temblar por un momento, se sentía jodidamente nervioso y no entendía porque, tanto que, accidentalmente, su otra mano se apoyó en algo suave y redondo que se hallaba después de la espalda baja ajena y un escalofrío le recorrió al notar lo agradable de sentir aquella zona bajo su mano.

 

Si, Aomine Daiki estaba fantaseando con follarse a su prometido justo en ese momento, de hacérselo duro y fuerte sin importarle un carajo que el pobre estuviera dormido y totalmente indefenso,  ajeno a todos sus malévolos y sucios planes. Pero no contaba con que su último movimiento terminara por despertarlo.

 

Totalmente sobresaltado Ryoota jaló la sabana con fuerza y se puso de pie de un salto, alejándose de la figura oscura que no era capaz de distinguir entre las sombras de la noche, se envolvió en la sábana cubriendo todo menos sus ojos, su respiración estaba un poco agitada y el desconcierto era palpable en su mirada ¿qué diablos estaba pasando y quien era el sujeto frente a él que se había colado a su habitación?

 

Daiki volvió a notar ese destello dorado que le había parecido ver antes, confirmando que no había sido su imaginación, y que ese brillo dorado era irradiado por  los irises ajenos, aunque no pudo ver nada más, el chico había reaccionado demasiado rápido y se había refugiado perfectamente debajo de la estorbosa manta, manteniendo una actitud como si el moreno fuera un ladrón, acosador o violador que acababa de irrumpir en su cuarto, y bueno, había que admitir que el meterse en habitaciones ajenas sin su consentimiento no era para nada adecuado, y mucho menos adecuados eran los pensamientos indecentes que de pronto lo invadieron, de manera que no podía culparlo por reaccionar de aquella manera.

 

-Que…-la voz del rubio tembló un poco, aún algo conmocionado por la sorpresa que se había llevado, en tanto el moreno abría la boca con la intención de decir algo, quizá un “lo siento” o un “no era mi intención”, pero nada salió de sus labios, porque cualquiera de esas cosas sería una mentira, ya que no se arrepentía de haber entrado a un lugar que le fue prohibido, pues había podido ver algo sumamente sensual, o al menos eso le pareció a él entre las sombras .

 

Lo siguiente que ocurrió fue que el rubio gritaba quejas y le preguntaba al moreno que demonios le sucedía para hacer semejante cosa como atacarlo por la noche, claro que Daiki respondía con más quejas, pero nunca renegó de lo que se le acusaba, aceptando lo que hizo  pero sin dejarse vencer por el contrario.

 

-¡Es tu culpa! ¿Qué tan sano crees que es esconderse debajo de esa tela todo el tiempo?-argumentó Daiki tirando un poco de dicha tela, pero el otro no cedía.

 

-¡Es sano para mí!-se quejó cual niño pequeño el menor, al mismo tiempo que le arrojaba una almohada al contrario- además no es de tu incumbencia ¡ y mucho menos es motivo para que irrumpas así en mi habitación!- un par de almohadas más fueron directo hacia Daiki, pero este las atrapaba con facilidad y las hacía a un lado, más no contó con que una más fuese arrojada y aún más rápido que todas las anteriores, por lo que esta dio de lleno en el blanco y, tras perder el equilibrio  terminó por caer hacia atrás, sentado en el frío suelo.

 

-Ya veo que quieres ser torturado lentamente…- murmuró sombríamente el moreno desde donde estaba, intentando parecer amenazante para imponer respeto, más todo aquello se esfumó cuando escuchó una especie de risita que empezó leve pero fue subiendo un par de tonos más, terminando en una risa que le resultó sumamente jovial y refrescante, tan linda y melodiosa que podría hipnotizar a más de uno.

 

-Te lo mereces por invadir mi habitación e interrumpir mi sueño-poco a poco fue dejando de reír, pero la expresión de medio enfado que había puesto el otro le hacían divertirse un poco.

 

-Si pues, ¡ya verás lo que te ganarás tú por tacaño!- se puso rápidamente de pie y se abalanzó sobre el contrario, con una mirada tan decidida que Kise se movió de inmediato alejándose lo más posible.

 

-¡No! ¡Aléjate!-gritó Kise mientras iniciaba una carrera por toda la habitación con un insistente moreno detrás que no quería darse por vencido.

 

-No seas llorón, solo será un poco

 

-¡No quiero!

 

-Te vas a lastimar si te sigues moviendo así…

 

Y tal como predijo, el rubio terminó por enredarse con la sábana e ir derechito al suelo, el cual lo recibió con dureza, haciendo que el pobre emitiera un quejido de dolor.

 

-Ugh… está frío…- murmuró bajito el menor, sintiendo lo frío del suelo pasar a través de sus ropas- y me duele…- esta vez su voz sonó entrecortada como si estuviese a punto de llorar a causa del golpe que se había llevado.

 

-Eso es porque eres un apresurado, déjame todo a mí- el moreno se movió hasta donde estaba Ryoota y, con extrema facilidad, lo tomó en brazos para luego cargarlo hasta la cama y depositarlo con delicadeza sobre la misma- ya no te resistes eh-ronroneó el de cabellos azules haciendo sonrojar al contrario.

 

-¡Cállate! Ya te dije que es porque me duele… uhn…-protestó el rubio moviéndose de más y logrando que el pie que se había lastimado le doliera aún más, y bueno, los quejidos que escaparon de sus labios no se hicieron esperar.

 

Lo que estos dos chicos no sabían era que fuera de la habitación, sus padres se encontraban estupefactos, escuchando con suma atención todo lo que acontecía al otro lado de la puerta, todo esto había sido mera casualidad en realidad, los mayores paseaban por el castillo durante la noche para poder dialogar un poco con tranquilidad antes de la boda que sería al día siguiente y había sido mera coincidencia que pasaran justo por la habitación de sus hijos cuando estos empezaron a gritar y a hacer sonidos extraños… así que permanecieron ahí, prácticamente pegados a la puerta para enterarse de lo que estaba pasando.

 

Un sonoro gemido los puso en alerta de nuevo, y el Rey Nijimura estaba que quería tirar la puerta de una patada para salvar a su pobre hijo de las garras de esa bestia feroz que tenía como prometido, pero el Rey Imayoshi se encargó de detenerlo, diciéndole que no era prudente y que ellos estaban en el derecho de hacer lo que quisieran dado que era el tiempo de cortejo, e intimar estaba totalmente permitido durante ese periodo de tiempo.

 

-Nhg…mmm… me duele… ya no lo hagas…-pedía la voz de Ryoota de tal manera que podrían jurar que estaba al borde de las lágrimas.

 

-Sólo relájate, lo haré lento y no te dolerá-dijo conciliador el mayor, tratando de tranquilizar al otro y que le dejara seguir con la revisión y curación de ese pie lastimado, pero tampoco podía disimular lo entretenido de aquella situación, pues prácticamente tenía a su prometido gimiendo contra el colchón, claro que era de dolor, pero la visión era igualmente excitante, la respiración del menor se encontraba agitada y apretaba con fuerza las sábanas al mismo tiempo que esos “gemidos” se escapaban de sus labios, aún estaba cubierto por la tela que no le dejaba verle el rostro, pero su sola voz y tersa piel que ahora podía tocar era tan sensual que no necesitó nada más.

 

Daiki continuó en su labor de enfermero, dictaminando que el otro se había torcido el tobillo y necesitaba que fuera reacomodado, pero el menor no dejaba de gritar y revolverse cada vez que lo intentaba, por lo que estuvieron batallando un rato, y fue justo en ese momento que al moreno le pareció notar un ruido extraño, sus sentidos eran muy buenos después de todo, y luego de concentrarse más en los sonidos a su alrededor se dio cuenta que había alguien al otro lado de la puerta que los estaba espiando, claro que no tenía ni idea de quien pudiera ser, pero se le ocurrió que no estaría mal darles una lección por andar de metiches.

 

-Ahhhhh ¡No! Nhg ahhhhh ¡detente! ¡detente!-gritó Ryoota en cuanto su prometido aplicó la fuerza suficiente como para comenzar a acomodarle pie en su lugar, y no era para menos, aquello dolía horrores.

 

Inevitablemente Daiki tuvo que detenerse, el otro realmente  parecía que rompería en llanto en cualquier momento, o que quizá se desmayaría del dolor.

 

-Ve despacio por favor….-pidió de una manera que Daiki estaba seguro de que si hubiese podido ver su rostro suplicante pedirle aquello con esa voz entrecortada y con lágrimas en los ojos, se abalanzaría sobre él sin contemplación alguna y quien sabe que cosas indecentes le haría.

 

-Tú… demonio provocador- el mayor se mordió los labios intentando apartar esos inapropiados pensamientos de su mente para poder concentrarse en lo que estaba haciendo, pero eso no impidió que su voz saliera ronca e insinuante cuando habló- si lo hago con fuerza y de una sola vez te dolerá menos~- soltó en tono caliente justo antes de aplicar mucha más fuerza en el pie ajeno hasta ponerlo en su lugar.

 

Los gritos del rubio no se hicieron esperar, pero esta vez mucho más  altos al mismo tiempo que su pie quedó en el lugar en donde debería estar. Por un momento hubo silencio, pero no fue demasiado, pues segundos después los reyes entraron  casi derribando la puerta, o más bien, solo uno de ellos, pues el rey Imayoshi solo permanecía observando con interés y una sonrisa divertida.

 

Lo que encontraron los mayores al entrar en la habitación fue a un chico tendido sobre la cama totalmente exhausto y envuelto en una sábana y a un moreno a sus pies con una amplia y lobuna sonrisa.

 

-¡¿Qué le has hecho a mi hijo?!- reclamó el rey de Teiko dispuesto a lanzarse sobre su yerno, pero nuevamente el padre de este último lo detenía.

 

-Por dios Daiki, ¿tenías que hacérselo así de fuerte y rudo a tu pobre prometido?-negó Imayoshi con la cabeza en señal reprobatoria aunque sin dejar de sonreír ni tampoco de sujetar al otro rey que quería, prácticamente, comerse a su hijo.

 

-El me pidió que así fuera-dijo descaradamente Daiki, encogiéndose de hombros mientras acariciaba el pie desnudo del rubio, lenta y provocadoramente.

 

-Ugh… cállense-se escuchó débilmente la voz de quien estaba debajo de la manta- me torcí el pie y el salvaje de mi prometido lo estaba arreglando- explicó aún adolorido de lo sucedido, pero totalmente avergonzado por las barbaridades que estaban diciendo los del reino de Tōō, y con su pie sano pateó a su prometido fuera de la cama.

 

-Vaya vaya- Imayoshi se acercó a su hijo y le susurró divertido- tienes a una pequeña fierecilla por esposo eh-le rodeó con uno de sus brazos por los hombros y se lo llevó de la habitación, despidiéndose cortésmente del rey y del príncipe de Teiko, debían dormir antes de la boda de mañana, y por lo que veía, no podían dejar a esos dos solos de momento o quien sabe que terminarían haciendo.

 

El rey Nijimura corrió a socorrer a su rubio hijo, y de paso pidiéndole explicaciones por todo lo sucedido, solo quedándose más tranquilo hasta que se aseguró que su yerno salvaje no había puesto un dedo sobre el rubio de manera inapropiada.

 

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El día de la boda…

 

Todo lucía resplandeciente y hermosamente decorado, aunque realmente el mayor trabajo lo hacía la naturaleza, pues Teiko era un lugar sumamente hermoso, y el lugar en el que se llevaría a cabo la boda era en un amplio jardín rodeado por muros de piedra que aunque eran antiguos lucían muy bien cuidados y elegantes, además había un enorme cerezo que justo estaba floreciendo, y dejaba caer sus rosados pétalos sobre todo el lugar, logrando que el ambiente resultara tan mágico y único que cualquiera podría jurar que fue planeado, o eso creería cualquier extranjero, pero la gente del reino creía que era debido a la familia real y sobre todo, debido al príncipe de Teiko que se rumoreaba era bendecido por el mismo sol, y poseía, además de una abrumadora belleza, poderes místicos.

 

Los novios se tomaron su tiempo para preparase por separado, pues era de mala suerte que se vieran antes de que la ceremonia diera inicio, Daiki fue el primero en estar listo, y algo ansioso e, inexplicablemente, nervioso se dirigió a donde se efectuaría la ceremonia, recibiendo a sus invitados como era debido pese a que no le agradaba mucho el tener que ser amable y servicial todo el tiempo, ni mucho menos le gustaban las reuniones sociales, pero esta era su boda, y reconocía lo importante y trascendente de este hecho para ambos reinos.

 

Por otro lado Ryoota daba vueltas por toda la habitación, muriendo de nervios por lo que estaba a punto de hacer, porque ese día era su cumpleaños, diecisiete primaveras ya cumplidas, y en lugar de celebrar ese hecho, tenía que celebrar que se ataría a una persona que apenas conocía y obviamente no amaba, era triste en verdad tener que aceptar aquello solo por obligación para con su reino, pero ya se había dicho que no podía ser egoísta, y no quería que se derramara la sangre de su reino, ni mucho menos quería que su padre sufriera, así que debía hacerlo, era su deber…

 

Tomó aire y se armó de valor para salir por la puerta y atravesar el jardín en dirección a donde todos estaban reunidos, ya casi era la hora y debía estar en el lugar para que todo diera inicio, a cada uno de sus costados iba un chico a manera de escolta, guiándolo hacia el lugar y ayudándole con la larga túnica que llevaba, la cual era de un blanco inmaculado, de fina seda con bordes en tono dorado, misma que se ceñía a su cintura a la perfección, marcando sus bellas curvas y resaltando su esbelta figura, y por si eso fuera poco, la túnica se abría de la parte lateral, dejando al descubierto una de las blancas, largas y torneadas piernas al caminar, sin duda dejaría a cualquiera sin aliento a pesar de que su cabeza seguía siendo cubierta por un manto también blanco que no dejaba que sus dorados cabellos, que habían crecido un poco más, se vieran, ni tampoco sus ojos o sus finas facciones, nada de ello era visible pero aún así su belleza era innegable.

 

Inesperadamente, un  silbido a sus espaldas los hizo girar hacia atrás, sus escoltas se pusieron de inmediato frente al príncipe para protegerlo de cualquier cosa aún antes de saber que era.

 

-Eres una hermosa visión principito-murmuró un alto hombre de cabellos grises, casi blancos, iba elegantemente vestido como si de un asistente a la ceremonia se tratara, pero él sabía perfectamente quien era, y que seguramente no había venido  solo a presenciar el evento.

 

-Rey Haizaki…-dijo Kise inclinándose un poco en señal de respeto, el otro era un rey y no podía simplemente ser grosero con él-que bueno que haya podido venir, pero no se quede ahí, la ceremonia está por empezar, así que debería ir con los demás invitados-se apresuró a decir al mismo tiempo que intentaba retomar su camino, pero aquello no le fue permitido.

 

En un abrir y cerrar de ojos sus dos escoltas estaban en el suelo y el rubio era alado del brazo por unas grandes manos hacia un lugar lejos de la vista de cualquier asistente a la boda.

 

-Así que prefieres casarte con un príncipe cualquiera que con el mismo rey de Fukuda verdad?-habló el mayor con rabia, totalmente ofendido por la opción que el príncipe Ryoota había elegido, despreciándolo a él en cada oportunidad.

 

-Deténgase, me lastima- su brazo fue sujetado con mucha más fuerza mientras el otro le sacudía con algo de violencia, logrando que con ello la tela que cubría su cabeza cayera al suelo y quedara totalmente expuesto ante los sorprendidos ojos grises, por que Haizaki había visto a Ryoota muchas veces cuando era pequeño, y unas cuantas más al ser un adolescente, pero ahora que lo miraba con sus diecisiete años cumplidos se había quedado boquiabierto, sin poder concebir que cupiera tanta belleza en ese chico.

 

-Tú debes ser mío Ryoota, es que no te das cuenta que yo te amo…-el agarre del rey se volvió más opresivo, hiriendo las pálidas muñecas del rubio que se resistía entre los grandes brazos del mayor, no quería estar ahí, es más, no sabía porque estaba pasando algo como aquello si se supone que había elegido casarse para evitarlo.

 

-¡No! ¡Suélteme!-en un acto desesperado Ryoota mordió la mano de su captor y logró zafarse del agarre del mencionado, apresuradamente se colocó el velo que recogió del suelo y echó a correr en dirección a donde se encontraba toda la concurrencia, pero el gusto no le duró mucho, y todas sus esperanzas se fueron a la basura cuando la mano ajena volvió a sujetarle, atrayéndole hacia el cuerpo ajeno con violencia, apresándole esta vez por la cintura en un agarre que parecía de hierro.

 

-Si no eres mío por las buenas entonces lo serás por las malas-declaró el rey Haizaki justo antes de intentar tomar los labios del príncipe por la fuerza, más un poderoso golpe sobre la mejilla del peliblanco rey se lo impidió, adolorido fue a parar al suelo por la fuerza del impacto y Ryoota quedó libre, aunque totalmente sorprendido y sin acabar de entender que había sucedido hasta que se giró y vio ahí a un Aomine Daiki terriblemente enojado, sus ojos azul eléctrico resplandecían con furia, su celo estaba fruncido y sus manos hechas puños, cual bestia salvaje a punto de atacar al enemigo. Este había ido a buscar a su prometido cuando reparó en que se estaba tardando demasiado, y en medio del camino había encontrado inconscientes a las escoltas del mencionado, lo que disparó su señal de alarma y le hizo correr a buscarle por todo el lugar.

 

-Él no será tuyo nunca bastardo, desde hoy será mi esposo, MIO-agregó Daiki de manera posesiva mientras jalaba a Ryoota y lo ponía detrás de él en un gesto protector que reconfortó al menor- y si te atreves a tocarle uno solo de sus cabellos me encargaré de que nunca más veas la luz del sol ¿entendiste bastardo? No oses siquiera acercarte porque yo lo estaré protegiendo siempre.

 

El corazón del rubio dio molestos golpes en su pecho ante aquellas palabras, y sin saber que hacer actuó por puro impulso, aferrándose a los brazos del moreno mientras su agresor huía maldiciendo y jurando que se vengaría de aquella ofensa.

 

-Oye…-murmuró Daiki acariciando levemente la cabeza ajena por sobre la tela blanca a manera de consuelo, el chico temblaba en sus brazos, claramente conmocionado por lo que acaba de pasar, y él no estaba seguro de cómo ayudarlo.

 

-Gracias Aominecchi…-dijo de pronto Ryoota, abrazándose más a su prometido y escondiendo el rostro en el pecho de este. Era sorprendente lo cálido que resultaba el mayor y lo bien que se sentía estar de aquella manera, y en verdad le estaba sumamente agradecido de que hubiera llegado en aquel momento, pero mucho más le agradecía que lo estuviese protegiendo de esa forma que le hacía sentirse querido y seguro.

 

-¿Qué es ese ridículo apodo?-se quejó el moreno fingiendo enfado y logrando que el otro riera, tranquilizándose poco a poco.

 

-Es un apodo especial, ya sabrás luego de que se trata-declaró apartándose poco a poco del cuerpo ajeno para arreglar un poco sus ropas que se habían desordenado por el trato brusco al que había sido sometido, aun se sentía aturdido pero gracias al contrario podía estar más tranquilo y continuar con lo que habían ido a hacer ahí.

 

-Lo pasaré por alto solo por hoy-sin pedirle permiso le tomó de la mano y entrelazó sus dedos antes de iniciar el camino hacia donde todos ya los esperaban algo preocupados, Ryoota no opuso resistencia alguna y se dejó llevar, caminando junto a su futuro esposo mientras se poyaba levemente en el hombro de este- pero lo que no pasaré por alto es que no me digas qué es lo que acaba de pasar y por qué-declaró esta vez seriamente, aun algo enfadado de solo recordar a ese bastardo que se atrevió a tocar a su esposo.

 

-Ese bastardo del que hablas es el Rey Haizaki de Fukuda, pero te lo explicaré todo esta noche ¿si?

 

-Más vale que lo hagas o te torturaré toda la noche…-le susurró al oído, ganándose un leve empujón y unas cuantas quejas, pero al final obtuvo una afirmativa y un beso en la mejilla que lo paralizó por un momento. ¿Qué es lo que tenía ese chico que no podía apartarse de él?

 

La boda continuó sin contratiempos, y ambos novios hicieron sus respectivos votos frente al altar, declarando pertenecerse el uno al otro frente a todo el reino y un par de ojos grises que ardían de rabia.

 

-Pese a lo que pude haber creído, te ves muy guapo hoy Aominecchi- la melodiosa voz del menor llegó hasta los oídos del mencionado con ese cumplido que lo estremeció levemente, ¿qué se veía guapo? ¡Ja! Aomine Daiki siempre lucía guapo de eso no había duda, pero que se lo dijera alguien que aún sin mostrar el rostro lucía como el mismo sol era por demás extraño y lo hacía sentirse un poco avergonzado, aunque bueno, también le subía el ego más de lo que ya lo tenía.

 

-Yo siempre soy guapo-dijo finalmente, fingiendo indiferencia- pero tú estas radiante… y sensual…-se giró para mirar de frente a su prometido, ambos estaban sentados en una amplia y cómoda banca destinada solo para ellos, tan solo un poco apartada de todo el bullicio de la gente que bailaba y reía en aquella celebración en nombre de su unión- y sabes qué, reclamaré ahora mi premio por salvarte…- le sujetó sutilmente por el mentón con una de sus manos mientras la otra iba a parar a la estrecha cintura, y antes de inclinarse un poco y tomar los labios ajenos con los suyos, cerró los ojos para respetar la privacidad que el otro se empeñaba en mantener, para no mirar ese rostro que tanto quería conocer hasta que el dueño quisiera mostrárselo, después de todo, tenían mucho tiempo por delante…

Notas finales:

Todas sus quejas, comentarios, y lo que deseen son bien recibidos!

Menos ofensas claro

Saludos~

 

Próximo capítulo: Midorima Shintaro


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