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The Cranbrerries. por Layonenth4

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Notas del capitulo:

Advertencia: AU, gore en cierta ocaciones. Y los capítulos no pasaran de 10 o algo así tengo contemplado. La verdad, no tengo nada seguro con este fic que fue mas impulsivo que planeado ¬¬

Parejas: Mystrade (se me hizo obcesión) & Jonhlock (otra obcesión de verlos chiquitos)

Basado: levemente en "28 days later: Exterminium". Pero racionalmente es muy poco su parentesco.

Desclaimer: John es de Sherlock y Sherlock es de John según el sagrado testamento de Sir Arthur Conan Doyle, que la BBC y sus co-productores los separen es pura aberracion TTnTT

The Cranbrerries

Capítulo 1.- Lo que te espera.

De que le sirve al hombre gobernar el mundo entero
Y perder su propia alma.
— Marcos 8:36

 



.

.

Cuando el mundo se perdió, cuando el mundo cayó en su miseria, no fue en el otoño del 2000. El mundo ya estaba perdido mucho antes que el día Z llegara oficialmente para la humanidad, solo que seguíamos creyéndonos superiores a todo aquello que nos sobrepasó por completo. Evolución, razonamiento lógico, cadenas alimenticias, especificaciones, divisiones, diferencias, nombres.

Todas esas clasificaciones terminaron por ser nuestra perdición.

El confiarnos, el sabernos grandes, se nos olvidó que pelear por tierras nos hacía terrenales, no divinos.

Y aun es fresco el recuerdo.

— ¡Cuando lleguemos, mantendrán filas y protegerán la entrada! ¡No habrá evacuación alguna para civiles, nuestro propósito en Londres es obtener la muestra del virus, nada más! — el capitán Jaiden camina de un lado a otro mirándonos a todos nosotros, los novatos.

No los mejores ni los más listos, sino los suertudos que quedamos por pura suerte. Como yo, que evito ser mordido porque mientras corría tras el campo del parque Yorken mi compañero se tropezó y se entretuvieron con él.

Al capitán Jaiden le pareció muy gracioso aquello, pero fue mi primera experiencia traumática como soldado de asalto. Y ni siquiera sentí remordimiento ni lo siento ahora, porque por eso estoy vivo.

Los humanos somos la peor escoria del universo. ¿Prueba de tal juzgamiento? Nos envían de vuelta al infierno quince días de haber salido de él por los pelos, solo para recuperar pruebas insuficientes sin tener porque ayudar a algún sobreviviente. Somos carnada.

— ¡Es hora de mostrar valor! ¡Cumplan su deber para con su majestad! — Jaiden volvió a vociferar y todos ya teníamos los cascos puesto y Donovan palmeo mi espalda en son de ánimos

— Hay que salir de esta Greg. — la escuche susurrarme, pero no le estaba tomando importancia.

Morir me da miedo, estar vivo como zombie me da miedo, que la capota del buncker donde nos mostraba cadáveres destrozados y las entrañas al aire, eso me da miedo. Pero sentirme solo en ese momento… da terror.

 


Día Z: 0


Su vida no podía parecer más típica a los ojos de cualquiera, común y sobrante, cosa que si no fuera por su sobresaliente intelecto sería tan invisible como un mísero mundano externo compartiendo reglas sociales. Aunque aun así se aburría.

Y ahí estaba un pelirrojo natural con algunos rizos que están perfectamente en su lugar, de ojos tan raros que nadie prestaba atención a sus pecas o a su grasa corporal. Posiblemente sería un buen prospecto de no ser porque no le interesaba y porque esa cara redonda no apoyaba a la buena causa. La barriga no cuenta, la tapaban las camisas maga larga que le encantaba usar a diario. Pero el chico en si no tenía nada más alentador que su cerebro, pues desde su apellido hasta sus rutinas como estar comiendo su cereal de fibra, eran normales.

Mycroft Holmes era el hijo mayor del matrimonio Holmes-Vernet, de dieciséis años y sobresaliente alumno, a tal grado que ya cruzaría el primer semestre universitario para el siguiente verano en Oxford, solicitado en todos los departamentos e interesado solamente en el que lo llevaría al poder instantáneamente: política.

¿Qué su padre se decepcionó ante su decisión? Le venía valiendo lo mismo. Es más, le estaba tomando importancia al engendro que vivía con él y que se acabo la leche, con su malévolo plan de no dejarle para el desayuno. Renacuajo vil. Pero se olvidaba que el pelirrojo era mucho mayor y más listo, teniendo un cartón extra y bien escondido.

Con ese pensamiento, el cucharon a su boca le supo a victoria.

"- El asesinato de cinco mujeres a traído grandes impactos en los residentes de West Street más la policía aún no ha podido dar con los hechos. ¿Tendrá algo que ver con el homicidio de los tres adolescentes de hace una semana? Nadie lo sabe, pero este es un momento es de crisis para las instalaciones oficiales de Scotland Yard, quitándole el hecho del supuesto ataque terrorista al sur de las islas Británicas.

En otras noticias, las tormentas vecinas que han llegado a esta proximidad de la frontera han cortado varias zonas de comunicaciones, una de ellas causo una interrupción de red en la universidad de Cambrigde…"

— Mycroft, es muy temprano para malas noticias.— su madre apago el televisor con el control remoto mientras entraba a la cocina.

El pelirrojo se llevó otra cucharada a la boca sin decir nada, omitiendo el resoplido y la sonrisa irónica dirigida a su bella madre. Que él saliera con la desgracia de los genes físicos de un Holmes por pelirrojo y robusto, en vez de la belleza londinense de la mujer de larga cabellera rizada y esbelta, ya era otra historia. Por suerte, todo lo demás ya podía ser considerado positivo.

Excepto las noticias. Esas eran malas según su buena matriarca.

Y por una parte tenía razón. Siempre diciendo las cosas negativas del mundo, como si verlo en cada esquina a gente mediocre tirando basura y empeorar el medio ambiente no fuese suficiente. Asesinatos, robos, secuestros, ataques terroristas, gente acusada de ser terroristas solo para subir los intereses. Nada de eso tenía ni la mitad de verdad ni era mentira, solo jugando con tu mente. Pero a Mycroft era lo que le gustaba ver, como engañaban a la población y el resto de ella solo le gustaba ignorarlo.

No podía evitarlo.

— Quería ver el clima. — contesto con simpleza pero una sonrisa de buenos días. La mujer de 48 años se la devolvió demostrando sin vergüenza las pocas arrugas acumuladas en su cara. Elizabeth Holmes sin duda podía presumir de ser la rencarnación de alguna deidad y nadie se burlaría de esa teoría tan loca.

Pero así era todo lo que lo rodeaba. Perfectamente aburrido. Una madre cariñosa de imagen intachable, un Coronel General de las fuerzas armadas de Inglaterra como buen marido, y un hermano pequeño que si se quedaba callado y pegado en el lugar que le ordenasen, serian una familia modelo con su sustento económico muy bien administrado, tanto que vivía en el barrio de Chelsea de la avenida K.H. donde el dinero solo importaba. Aburrido.

Algo interesante tenía que pasarle. Lo sabía, lo presentía, solo debía esperar y la grandeza estaría frente a él que con o sin permiso, el terminaría siendo algo más y su maldición* dejaría de serlo, moliéndolo hasta convertirlo en tiras y restaurarlo en un don para controlar a la gente, tanto como le gustaba.

Y fue con esa maldición que noto la preocupación de su madre por la coleta con tres cabellos sueltos tras apurarse en arreglarse y apurarse en hacer la merienda de su hermanito menor para la escuela. Que palmara sus manos más de lo necesario mientras se sacudían agua que no estaba en su piel. Esa era señal de que algo la acongojaba y debía ser muy fuerte si ha pasado tres días desde su alteración según confirmaban las mordidas uñas.

Y lo único que preocupaba a su madre en ese estado para no decírselo a él, eran problemas con el trabajo de su padre. Este se la pasaba afuera mucho tiempo, pero según la rutina y sus horarios ya debió estar con ellos desde la noche anterior.

— ¿Padre llamó? — pregunto con casualidad el mayo jugando con su cereal casi vacío, mientras su madre se detenía frente a él con los ingredientes para la ensalada que su hermano no comería de todos modos.

Ella clavo los ojos en la mesa un momento y después los subió a su hijo. Mycroft se puso firme y serio ante lo que los ojos cristal de su madre le demostraban: miedo, alteración y presión alta. Por primera vez parecía que la edad le cayó encima y de ninguna tragedia él se había enterado como para que ella se pusiera de esa forma.

— Tengo un muy mal presentimiento Myc. Algo muy malo me está carcomiendo desde anoche. — ella hablaba en susurro, pero en su voz se notaba las ganas de romperse. — Y tu padre no ha ni llamado, y siempre ha sido muy puntual.

Mycroft no creía en las supersticiones y no tenía por qué, pero su madre tenía ese instinto desarrollado para saberse los problemas, y ninguno estaba registrado de ser tan grande como para ponerla en ese estado tembloroso y pálido, a punto de romperse. Siempre ha sido muy sensible, pero eso era pasarse de temerosa.

Estiro una mano hacia la de su madre y apretó la pequeña entre su palma y dedos, deseando que esas tonterías de consolación física sirvieran como lo necesitaba su madre. Elizabeth cerró los ojos con fuerza y respiraba con presión, recibiendo las energías de su hijo para controlarse.

Fue el movimiento brusco de Mycroft y su mirada cómplice que le hizo darse la vuelta otra vez frente al fregadero, justo cuando pasos pequeños se hicieron sonar en la entrada de la cocina.

— Buenos días… — se escuchó el saludo de una voz pequeña, igual que su dueño.

Mycroft contesto el saludo de su pequeño hermano así como su madre que se giró con una sonrisa plasmada en su rostro. Era la mejor que tenía para su pequeño hijo, pero a ninguno de los dos hermanos convenció con eso, menos cuando esta solo le puso el plato con cereal al niño y le dio un beso en su frente a un en contra del receptor, para salir de la cocina a la siguiente habitación.

Sherlock la miro por sobre su hombro y miro a su hermano exigiendo una respuesta, este solo elevo sus hombros negándose a hablar y el morenito bailo los ojos. Tarde o temprano se enteraría, ¿por qué guardarlo como secreto?

Sherlock era un niño de apariencia adorable a sus siete años, mientras tomaba la cuchara con su derecha y frotaba con su otra manita blanca su ojo izquierdo, su pijama de pantalón pirata y camiseta marina solo le daban a entender al pelirrojo que las ganas de estar levantado a horas tempranas eran nulas

— ¿Leyendo hasta tarde otra vez? — comento Mycroft sonriendo bromista con el pequeño de enormes rizos. El mencionado bajo su manita de la cara y resonó en la mesa, mirando con fastidio y una sonrisa más falsa que la del mayor en un principio

— ¿Cibersexo con el hijo del magistrado otra vez? — Sherlock sonrió con gloria cuando el pelirrojo solo rechino los dientes y lo miraba con detesto

— Tu lenguaje. — sermoneo el mayor y el pequeño solo elevo los hombros restándole importancia con el bostezo.

El pequeño tomo su tazón entre sus manos y sorbió toda la leche, dejando claro, todo el cereal de chocolate seco dentro de la porcelana circular. El pelirrojo revoloteo los ojos y se concentró en su desayuno mientras que el pequeño prendía el televisor con la intención de ver las noticias a costa de su madre mientras se servía un poco más de leche.

Pero lo que escucharon, no era lo que esperaban con esa exactitud. La presentadora rubia y elegante traje parecía fuera de sí y con notables ganas de que quería echarse a correr fuera de su lugar de transmisión.

"-¡…Repito, a todos los ciudadanos fuera de la zona central de Londres, se les pide no salir de sus casas. Resguardarse y esperar por ayuda! Eviten todo contacto con personas del exterior…"


Ambos hermanos se miraron extrañados, y cuando la televisión comenzó a perder señal, se pusieron de pie alterados por mucho que se esforzaran por ocultarlo e intentando deducir que era lo que ocurría. ¿Explosión, asalto o terrorismo? El pelirrojo tenía las palabras de su madre girando por su mente, odiando que una vez más, esa mujer tuviera razón en algo tan tonto como sus presentimientos.

— Les dije que noticias no. — Elizabeth Holmes entro a la cocina con el ceño fruncido y las manos en la cintura, pero sus hijos la ignoraron.

Mycroft camino a la ventana de la cocina que estaba sobre el fregadero en un intento de poder ver algo que le diera pistas de lo sucedido, pero solo pudo distinguir gente corriendo por la cera y no fue hasta el grito de alguien lejano al edificio que lo alerto.

Voltio a ver a su familia y su madre tomaba los hombros de su hermano menor con el ceño preocupado. La tele aun sonaba por su interferencia pero ya no le prestaba atención nadie, solo el hecho de que era escalofriante.

— Algo extraño está pasando. — dijo el pelirrojo mirando a su madre y esta abrazo aún más a su pequeño hermano contra su vientre. Y la sensación que gritaba "protégelos ante lo que venga" comenzó a formarse en su calculadora conciencia — Sherlock, ponte tus deportivos*.

El niño asintió con la cabeza y se soltó del agarre de su madre con la intención de subir las escaleras, Mycroft jalo a su madre siguiendo al pequeño para empezar a ponerle seguro a las puertas, pero de un momento a otro la puerta de su departamento se abrió de golpe, dejando ver a un hombre en pleno estado de alarma con una mirada vacía.

Sangre era lo que derramaba de su boca y gruñidos lo que dejaba salir, mientras los miraba al mismo tiempo que los saboreaba.

— ¡Mamá! — grito Sherlock desde la segunda planta y Elizabeth corrió escalones arriba, mientras que el hombre desconocido se movió tan rápido que Mycroft apenas logró esquivarlo.

El hombre se tropezó por la alfombra del piso pero se puso de pie al instante, volviéndose a abalanzar contra el mayor, quien retrocedió ante aquella extraña actitud. Termino con la espalda contra la pared manteniendo sus manos como escudo y freno frente al hombre quien tenía el notable deseó de encajarle los dientes.

Mycroft podía oler el rancio olor a putrefacción, sangre coagulada y mugre, pero sentía fría aquella piel que sus manos eran obligadas a tocar para que el sujeto no se le acercara. Era idiota pues solo utilizaba la fuerza y peso de su cuerpo para acercársele, pero dicha fuerza era mucho más de lo esperado en un hombre promedio como él.

— ¡Mycroft! — el grito de sus dos familiares y el ruido de que las cosas caían por todo el piso lo alerto, tomando la única iniciativa que se le hacía correcta a pesar de que sus referencias sean de ciencia ficción.

Tomo la escultura de un hombre de la mesita a su lado con mucho cuidado de que el sujeto no se le acercara a su piel o que sus manos empezaran a manosearlo, y con concentración mantuvo todas sus energías en los músculos de su brazo izquierdo y le dio un fuerte golpe en la cabeza.

El tipo cayó al suelo, pero a pesar de la fuerte herida en su cráneo no hubo ni un gramo de sangre llenando el piso. Mycroft no podía sentirse más aberrante ante la situación tan descabellada que le ponía en frente, pero no se puso a pensar en eso en el momento.

Corrió escaleras arriba y no sin antes tomar la misma estatua. Cuando llego a la segunda planta vio a su madre siendo acorralada por una mujer gorda con las mismas fachas que el primer invasor mientras la bella dama estaba en la misma pose que él segundos antes, evitando que la gorda le tocase un solo pelo. Sherlock detrás del cuerpo de su madre siendo aplastado pero muy abrazado a ella con la carita asustada.

No lo pensó ni reflexiono, solo actuó como sus impulsos le dictaban que debía hacerlo y la estatua ya estaba enterrada nuevamente en el cráneo de la intrusa. Por si la dudas le dio por segunda vez y ahora si le salpico sangre negra sobre su cara pero tuvo la inteligencia de permanecer con ojos y boca cerrada.

Su madre abrazo a Sherlock y dejo que el mayor también los fundiera en sus brazos.

La escena de su madre acorralada jamás se iría de su mente, la cara de Sherlock tampoco se borraría tan fácil y el sentimiento de terror al perderlos lo dejaría marcado más que el de sentirse a punto de morir. No era algo que quisiera repetirlo.

Lamentablemente ya nada sería como antes, y el que aventaran por completo su puerta y más gruñidos entraran por la puerta de la casa le hicieron poner su mente a toda marcha.

— ¡Corran, corran! — demando el pelirrojo con apuro, siendo cociente de que los intrusos ya estaban a sus espaldas

Su casa era de tres pisos, mientras que la habitación de invitados y la matrimonial estaban en la segunda planta, la de ambos hermanos estaba hasta la tercera y es a donde quería llegar el pelirrojo, siendo consciente que su padre desde los doce años le había dejado un arma dentro de su cajonera. Pues bien, ahora le podía dar un muy buen uso.

Pero al doblar por la escalera algo lo empujo contra la pared otra vez,

— ¡Suban! — le grito a su madre que seguro se quedó parada en su lugar al escuchar el ruido.

No se quedó sin hacer nada esta vez, ahora utilizo la misma fuerza con la que fue aventado para dar la vuelta y empujar a su atacante de la misma forma, solo que este rompió el barandal y cayo abajo.

Mycroft sabía que con eso no tenían. Que lo perseguirían hasta que sus cerebros dejaran de funcionar y nada los pararía hasta conseguir asesinarlo; había visto demasiadas películas junto su vecino que más o menos le agradaba, para saber cómo terminaría si alguna de esas cosas lo mordía.

Aunque aún no podía creerlo de todo.

Su familia ya estaba en su habitación y él llego después, cerrando la puerta a sus espaldas escuchando como comenzaban a arañarla e incluso empujarla cada vez mas fuertes. La madera era fuerte y él mismo le hizo ajustes a los sujetadores que la mantenían pegada en su lugar y las cerraduras eran tres y de diferente método, pero sabía que no eran suficiente para entretenerlos.

— ¡¿Qué son esas cosas?! — no le prestó atención a su hermanito que no soltaba a su madre y lloraba, se dirigió a su cajón y hurgo entre su ropa hasta encontrar la pequeña arma militar que lamentablemente solo contaba con una carga. Podía arriesgarse y ser impulsivo para ir a la habitación de su padre donde sabía que tenía municiones, pero sería actuar muy estúpido.

En ese momento debía sacar a su madre y hermano de ese lugar y buscar donde refugiarse, conseguir como comunicarse a la base militar y contactar a su padre para que los rescatara. Bien podían ir al palacio de Buckingham y pedir asilo a nombre de su padre que echaba la mano en los servicios secretos del MI6, pero eso estaba muy al centro y estaba claro que todo ese alboroto inicio desde ahí y sus alrededores.

No, lo mejor era lo primero que se le ocurrió, pero ahora solo faltaba saber cómo salir de la casa. Lamentablemente los gritos y sollozos de Sherlock no le estaban ayudando a pensar y menos el sonido tras la puerta que le estaba poniendo los pelos de punta. Su madre hacia lo que podía para callar a su hijo, pero este parecía estarse cobrando todos los momentos en los que se negaba a hablar y comenzar a parlotear ahora.

— Sherlock, necesito que te calles, ¿sí? — demando el mayor y eso logro que el menor guardara silencio, pero Mycroft se sintió un insensible ante lo dicho y peor cuando su madre se lo dejo en claro con la mirada acusadora. Se acercó a su hermanito y se puso a su altura, aun con toda la seriedad en él —Todo estará bien, pero necesito pensar cómo sacarnos de aquí.

Su hermanito gimoteo, pero con el ceño fruncido volteo a ver la ventana semi-abierta del mayor y después a él mismo, indicándole lo que debía hacer.

— La ventana. — dijo en voz alta Mycroft y abrió a la susodicha por completo.

Esta daba al jardín que curiosamente daba al baldío donde se construía un mini-super y después seguía el parque de grandes árboles que rodeaba al Cameron School, pero estaba seguro que podía encontrar un buen coche con el cual largarse de ahí. Miro hacia abajo y calculaba tres metros o un poco más, y eso le daría un esguince como mínimo si tenía la trayectoria correcta para caer, sino, solo conseguiría su perdición con anticipación

— Es muy alto — escucho el comentario de su madre a sus espaldas, la mujer se tragaba sus lágrimas y miraba con preocupación a su hijo.

A Mycroft también le entro la duda porque había muchas negativas en ese vago plan, pero fue el hecho de que la puerta comenzaba a partirse por la docena que seguro ya estaba contra ella. Entonces toda duda se esfumo de su conciencia.

— Yo salto primero y después me das al niño. — informo con rapidez el mayor y cruzo el ventanal, solo tomando dos segundos se respiración y posicionándose en un ángulo en el cual suponía no pasaría nada a mayores.

La altura le estaba causando conflicto y los ruidos del otro lado de su habitación eran una peor desconcentración, pero no le tomo más que esos dos segundos para decidirse a saltar y agradecer el hecho de que se haya puesto los deportivos para andar en casa. Guardo el arma en su cintura y le costó un impulso de su cuerpo y cien de su valentía para dar el salto hacia adelante.

El aterrizaje fue doloroso, aunque por inconciencia aleteo los brazos como si eso fuera a salvarlo de un golpe mortal en el cráneo. Pero por fortuna solo sintió la presión del suelo impactar contra sus pies y un frio en su espalda por la piel desnuda que quedo al descubierta por la marometa que termino dando al no contraer equilibrio suficiente para mantenerse de pie. El punzante dolor en el tobillo y sus huesos que componían la unión, más el ardor en la planta de los pies, pero de ahí en más solo sería el frenesí por el impacto y no algo más peligroso.

Se puso de pie al terminar su errante diagnóstico y miro hacia arriba donde su madre y hermano habían asomado sus cabezas. Después vio que su hermano aun descalzo tomaba la misma posición que él, pero también calculaba como desde su posición podía terminar con más certeza en los brazos de su hermano. Sherlock no tuvo que tomar impulso como lo hizo el pelirrojo, solo se inclinó hacia al frente y se dejó caer, en donde un rápido movimiento de pelirrojo y una fuerza extra en sus brazos lograron atraparlo.

El moreno perdió el color del rostro, pero fuera de eso y los hematomas que resultaría tener por el fuerte agarre de su hermano, todo estaba bien en su pequeño cuerpo. El niño se acomodó en los brazos del mayor y ambos miraron hacia arriba donde su madre soltaba un suspiro de alivio, pero ese alivio se convirtió en espanto en cuanto los tres escucharon la puerta romperse

— ¡Madre! — gritaron los dos hermanos olvidándose del sigilo, solo preocupándose por lo que venía y siendo imponentes, no podrían evitarlo a tiempo.

— ¡Protégelo! ¡Protégelo Mycroft! — grito su madre desde la ventana por la que habían saltado ambos hijos, antes de que esta diera un grito más desgarrador y desapareciera por la misma salida de huida cuando manos oscuras y de grandes uñas podridas tomaran su rostro hacia atrás.

— ¡Madre! — volvió a gritar Mycroft pero los gritos de su madre más los gruñidos desde su habitación le revolvieron el estómago.

No era cierto. No era cierto. No era cierto.

Mycroft no podía creer que todo aquello fuera cierto. Su madre que hace poco estaba con él en la cocina, que el año anterior estuvo en su cumpleaños con un pastel pequeño desde la madrugada, su madre que a los seis años abrazaba y cantaba para él, su madre que dio a luz a un pequeño monstruo que le hacia sus días menos aburridos con sus miles de ocurrencias, estaba siendo todo menos despedida de este mundo como se debía, sintiendo miedo, dolor y tristeza. Su madre se había ido y no había podido evitarlo.

— ¡Mycroft! — grito su hermano que lo estaba jalando para comenzar a correr, pues la puerta que se mantenía cerrada de la cocina hacia el jardín estaba siendo aventada como la de su habitación.

Sherlock estaba entre las lágrimas y gritos de impotencia como él, que no se había dado cuenta que también derramaba líquido cristalino de sus ojos. Se limpió las mejillas y tomo la mano de su hermanito para empezar a correr, no sin antes sacar el arma negra y tenerla en su mano diestra preparada para todo.

Porque su vida aburrida ya no volvería, porque acababa de perder a su madre y ya no la volvería a ver, y ahora debía lograr cumplir con su último mandato: proteger a Sherlock. La única cosa de importancia vital que le quedaba.

Desde ese momento sintió la adrenalina, la rabia, la impotencia, el descontrol sobre sus emociones y miedos, también el saberse débil y lento para todo lo que su nueva rutina le exigía. Salir del jardín y recorrer toda la arbolaría le costó horrores, Sherlock a su lado apenas soportando su paso sin tropezarse y el asesinando a una pareja para obtener las llaves de su auto y salir de ahí.

Asesinar y sobrevivir, ya no había nadie quien juzgara. Solo le importaba una cosa, y era que el brillo en los ojos raros de su hermano no se extinguiera, aunque tuvieran que pasar una eternidad al lado de seres que ya no vivian ni respiraban, solo cazaban todo aquello que mostrara movimiento.

Día Z: 1

Así podía considerarse esa nueva fecha en la vida de todo aquel que se dedicara a correr y sobrevivir, aunque compartiera la fecha de la muerte de su madre.

 

 



— ¡Greg, abajo! — el grito no lo esperaba, pero obedecí y solo sé que Donovan aventó la granada por la ventanilla rota de la puerta que trataba de cerrar, salvándome la vida de una jornada de aquellos apestosos seres.

¿Hace falta decir que la misión se vino abajo y ahora me escondo en un saloncito universitario? No mentiré que mi sueño como todo un emprendedor fue estar en alguna universidad con la categoría de Cambridge, pero no era nada alentador estar en Cambridge rodeado de personas que quieren arrancarte la carne.

— ¿Estas bien? — cuestiono mi compañera observándome de pies a cabeza, yo solo atine a sonreírle agradecido.

Esta mujer me ha salvado más veces en el día de las que quisiera admitir, y no por algo me sorprender que sea una de las buenas novatas de mi generación. O lo que queda de ella.

— Hay que movernos. — demando ella y no pude evitar mirarla extrañado mientras trataba de recuperar aire. La corrediza que esos tipos me hicieron dar por todo el campo de futbol fue demasiado.

— ¿Y el resto del equipo? — mientras me levantaba mire por el supuesto punto de reunión, donde no había nadie más que Sally y yo.

¿Primero citan a uno con las prisas del infierno y eran ellos los que eran impuntuales? Que desvergonzados veteranos.

— Ya estamos todos. Hay que largarnos de aquí. — ¿era una broma? ¿Solo quedamos ella y yo? Bueno, ya no tenía que soportar a Jaiden y sus espantosos gritos.

Salimos por otra puerta y otra, ya sin sentirme mareado por los infinitos corredizos de este lugar, o las cansadas carreras que era obligado a llevar. Después de todo, yo estuvo al frente desde el primer día oficial de la invasión zombie, aunque ya gano la popularidad de decirle el día Z.

Todo inicio en esa misma universidad donde su gran ego los llevo a creer que eran Dios, intentando crear algo que se salió de sus manos por un simple accidente por parte de los defensores de animales. Enterados de que la universidad volvería a experimentar con primates un suero militar, se creyeron héroes y fueron a meter sus narices donde no les importaba.

Lo único que se sabe es que a media noche toda la universidad ya se encontraba infestada y aun en contra de toda la armería que formaron alrededor de su perímetro, este vino a valer nada cuando los derrumbaron como fichas de dominó y se esparció por la ciudad.

Quince días después heme aquí, en el infierno de nuevo, luchando no por órdenes o por alguien más que no fuese salvarme el trasero.

— ¿Listo Lestrade? — me pregunto Sally antes de abrir las puertas que daban a la salida principal de la universidad y donde seguro no nos recibirían con aplausos y serpentina.

— Ya me conoces, Donovan. — sonreí con toda la adrenalina sintiendo correr por mis venas y la morena solo se limitó a reír ante mi entusiasmo.

Pero no era por otra razón más que terminar con mi pesadilla o alargar mi vida.

— ¿Alguien te espera en algún otro lado? — bromeo insinuante la bella soldado, pero solo me limite a sonreírle y seguirle la broma.

Oh, ojala alguien le estuviera esperando con café y donas, pero en cuanto las puertas fueron abiertas por ambos, las balas comenzaron a abrirnos camino y no mirábamos a quienes disparábamos, entonces ese pensamiento de las donas y el café se fue por el traste.

Tras la propagación del virus, Gran Bretaña cayó en la extinción los primeros diez días y después, cuando ya no les quede más que perder el control como ellos para salvar sus vidas, sabían que caería el mundo entero.

Y yo solo pienso, ¿Quién carajos estaría esperándome en algún otro lado?

Notas finales:

1) Hago referencia a lo que es el don/maldición de los Holmes. El ver todo a su alrededor.

2) Deportivos: tenis. Zapatillas para correr sin especialidad en algún deporte, pero prácticas para todo. Es que no sabía cómo ponerlo para que lo reconocieran.

¡ACHU! La verdad pensaba dejar este fic como un simple One-shot, pero vi un maratón de pelis zombies y AAAARGH! No pude contra mi débil corazón de escritora en potencia .

No se rían, es un caso grave u.u

Espero se entienda que el primer OVP/narrador es en primera persona y por parte de Lestrade, despues sigue el primer día de la invasion donde hago referencia a lo que pasa en la pelicula "28 days later" y como Mycroft escapa, para despues terminar con Greg 15 días despues de la invasión y donde en el siguiente capítulo conosera a Mycroft jojojo que besho *-*

ATTE: L4 desconectada.


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