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Las trampas del corazón por Alexis Shindou von Bielefeld

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Notas del capitulo:

La espera se hizo una eternidad.

Lo lamento mucho, es el problema de tener dos empleos.

 

Espero que este capitulo sea de su agrado. A mi en lo personal me ha fascinado escribirlo. Tiene mucha acción y sorpresas.

 

Bueno, sin más preámbulos, espero que disfruten.

 

¡¡Muchas gracias por los Reviews!! Siempre me alegran el día.

Capítulo 18

 

Encrucijada

 

 

53—

 

Una semana había pasado desde el baile de primavera. Desde entonces Yuuri no había podido ver a Wolfram, a solas al menos. Los compromisos y las responsabilidades de ambos lo impedían. Wolfram continuaba con el trabajo militar mientras que él se encargaba de los asuntos del reino.

Tampoco había hablado con su esposa últimamente, y no es que le hiciera falta. El comportamiento distante de Izura había aumentado desde el baile de primavera. Maoritsu se había instalado en una de las habitaciones del castillo desde entonces. Quizás su esposa prefería atender a su tío antes que a él, lo cual no le afectaba en lo absoluto.

—Jaque mate —Con una sonrisa burlona, Murata situó la pieza de la reina frente a la del rey en el tablero de ajedrez ante un distraído Yuuri.

Yuuri alzó la vista del tablero y miró a Murata con gesto interrogativo. Estaban solos en su oficina, con el tablero de ajedrez en una mesa pequeña y redonda. Habían desayunado hacía tiempo, y todo estaba aparentemente en calma.

—Se está haciendo muy fácil ganarte, Shibuya —continuó Murata—. Déjame decirte que así no es divertido. A no ser que me estás dejando ganar adrede.

—Es que estaba pensando en otros asuntos.

—Lo que pasa es que ahora piensas menos en proteger a tu reino y más en conquistar a un pequeño soldadito.

—¿Es esa una indirecta? —Yuuri entrecerró los ojos mientras formaba una sonrisa ladina que Murata correspondió—. Lo único que te puedo decir, mi querido Gran Sabio, es que merece la pena luchar por lo que nos hace feliz.

—No te quito la razón, amigo. Pero cualquiera diría que no cargas sobre tu espalda el peso de un matrimonio por conveniencia y un Consejo de Nobles demasiado estricto.

—Reconozco que el anhelo de estar con él me aviva el ánimo y toda barrera me parece pequeña.

—Me alegro por ti —dijo Murata y en realidad así era—. Últimamente he notado en tu mirada una alegría que no puedes disimular.

—Cuando uno tiene motivos para estar feliz, debe notarse.

—Ciertamente, los ojos no saben guardar secretos. No obstante, debes tener cuidado. Tu mujer no es de esas que se dejan repudiar, no sin antes dar una buena batalla.

—No lo sé, Murata. Izura es una mujer de muchas virtudes, quien sabe si al final su nobleza la haga recapacitar. Nuestro matrimonio no tiene arreglo después de todo.

—No te confíes, su orgullo es la más grande de sus virtudes. Además, es una mujer que ha demostrado luchar hasta el final. Y más si es por proteger su posición.

—Quiero creer que no será capaz de hacerle daño a Wolfram en cuanto se entere de mis planes. Sin embargo, debo confesar que no veo el momento de hablarle de él —Hubo un breve silencio—. ¿Cómo va el asunto del acta de divorcio?

—Sir Weller se está encargando de pasarla en limpio. Entre los dos formulamos una propuesta que hasta el mismo Zaoritsu sería incapaz de rechazar. Iré a verlo a su oficina, en cuanto terminemos una nueva partida.

—¿Te importa si lo dejamos para después?, deseo charlar un rato más antes de ir a la sala del trono para las consultas reales.

—Déjame adivinar, el joven Dietzel.

Yuuri asintió, y luego lanzó un largo suspiro.

—He logrado que acepte mi amor, pero quizás nunca acepte la ayuda que le ofrezco.

—¿Por qué piensas eso?

—Tendrías que haber escuchado sus delirios en medio de su pesadilla. Era un manojo de miedo y desesperación.

—¿Conoces la razón?

Yuuri bajó la mirada, cabizbajo.

—No, y me duele no saber. Huye de algo y él solo quiere escapar… —Se quedó pensativo, con el puño debajo de su barbilla— odio sus secretos —susurró.

Murata guardó silencio, sin atreverse a soltar en voz alta lo que sabía. Aún no era el momento adecuado.

—Wolfram me ama, lo sé —continuó Yuuri—. Pero quizás no lo suficiente para contármelo todo. Tan solo una pequeña parte de su niñez, muy dura en verdad. Es como si siempre hubiera un límite que no me deja cruzar.

—¿Y porque no averiguas por tus propios medios?

—Sería como invadir su privacidad. A pesar de todo, es libre de tener los secretos que desee, incluso de mí, que soy su pareja.

—Pero no lo harías por simple curiosidad, sino por ayudar a la persona que amas. Si hay algo que lo amenaza, lo mejor es que sepas a que se enfrenta y, por lo tanto, sabrás a que te enfrentas tú.

—Tal vez tengas razón.

—La tengo y lo sabes —Murata alargó la mano hacia la mesita al lado del tablero para tomar de la charola un emparedado que las criadas les habían llevado.

Yuuri cerró los ojos y pareció concentrarse un momento. Cuando los abrió, su amigo leyó en ellos un optimismo que antes le pareció imposible contemplar.

—Y ya sé quién puede darme las respuestas que estoy buscando —dijo Yuuri de pronto con una sonrisa amplia mientras miraba a Murata con actitud decidida.

 

00—

 

Los rayos del sol deslumbraron un instante sobre la torre norte del castillo. Jeremiah abrió los ojos algo molesto; aquella luz entrometida había cortado de golpe la agradable sombra que brindaba una enorme nube en el cielo. Le molestó particularmente porque, tan solo un minuto antes, había cerrado los ojos para disfrutar de esa grata sensación que le acariciaba la piel. El viento soplaba de forma agradable y, a pesar de su deber como soldado de estar vigilante, le había apetecido echarse una siestecita.

—¡Soldado Crumley!

Giró la cabeza y miró al General Brown, que tenía una pinta encolerizada. Su ceño fruncido y las manos en la cintura. Su plan de seguir durmiendo se fue al carajo.

—General Brown… —Jeremiah se desperezó ante un capitán que apenas podía creer su nivel de cinismo. Sin duda ameritaba un castigo.

—¿Durmiendo en horas de trabajo, Crumley? —preguntó el mayor, entrecerrando los ojos—. Me temo que los honores con los que se graduó no impedirán que se gane un buen castigo por tal falta de responsabilidad. ¿Qué tiene que decir al respecto?

Jeremiah gruñó por lo bajo. Por supuesto que no tenía nada que decir en su defensa, pero tampoco le importaba proteger el castillo. Si estaba soportando la farsa era solamente por la promesa de Endimión de dejarlos en libertad cuando le entregaran el reino, lo demás le tenía sin cuidado.

—Perdón, General, la mañana estaba demasiado agradable y el clima magnifico, me dejé llevar por el cansancio y no medí consecuencias. No volverá a suceder.

Patrañas. Las cosas que tenía que hacer con tal de que no lo echaran a patadas del ejército. Sería un gravísimo error dejar solo a Wolfram.

—Por supuesto que no volverá a suceder —respondió el General Brown con voz amenazante—. Sin embargo tendrá una amonestación. Y como castigo tendrá que limpiar los baños de los dormitorios y se quedará sin cenar durante una semana.

«Viejo desgraciado» pensó.

—Sí, mi capitán —respondió con una sonrisa fingida.

—Bueno, si lo he venido a buscar es por otra cosa —El General Brown cambió el tema, y esta vez Jeremiah se mantuvo en silencio—. El rey desea verlo en su oficina.

—¿El rey? ¿a mí?

—Así es.

—¿Sabe porqué? —preguntó, sumamente inquieto. No le agradaba en lo absoluto que el objetivo quisiera hablar con él. En una situación como la de Wolfram y la de él, era de mucha importancia la cautela.

—¿Me ve acaso cara de mensajero? —preguntó el General con sarcasmo—. Me limito a seguir las órdenes de mis superiores y usted también debe aprender a obedecer sin preguntar. Ahora ¡andando!

Jeremiah se puso en marcha, soltando improperios por lo bajo. Detrás de él, el General Brown meneaba la cabeza.

—Y recuerde, su castigo comienza hoy —le dijo, amenazándolo con un dedo—. No importa si se tarda toda la noche, quiero esos baños relucientes.

Jeremiah se dio la vuelta.

—Descuide, nunca duermo durante la noche por alguna extraña razón —le aseguró con cierta perversa satisfacción.

 

 

00—

 

—¡Ten cuidado, Solly! —soltó Izura al tiempo que levantaba los brazos, mientras la taza de porcelana se resbalaba de las manos de la doncella y se hacía pedazos contra el suelo. El líquido hirviendo salpicó sus tobillos y aquello la enfadó aún más. Al otro lado de la mesa del comedor, su tío Mao estaba sentado en la cabecera, bebiendo a sorbos el té y desplegando unos documentos.

—¡Perdón, Majestad! —Se disculpó apenada la doncella.

Izura tomó la servilleta de tela que descansaba sobre sus piernas y la arrojó sobre la mesa. Cerró los ojos y se sobó la frente, como pidiendo paciencia. No había tenido una buena mañana; sin pistas de la amante del rey, con una demanda de divorcio encima y la presión constante de su tío, lo último que esperaba era que su doncella preferida se comportara como una tonta.

—Debo advertirte que has estado demasiado distraía desde hace algunos días y no me gusta para nada —le dijo a Solly con voz severa al tiempo que la miraba fijamente.

Solly tragó grueso, sosteniendo nerviosa la charola que anteriormente estaba repleta de pastelillos y frutos secos que ahora reposaban en la mesa.

—Le prometo que no volverá a suceder.

Izura suspiró y se reclinó en la silla.

—Eso espero. No me hagas pensar que te he sobrestimado todo este tiempo.

Solly sostuvo el aliento. Los ojos verde jazmín de su señora, mirándola tan fijamente, era como si estuvieran torturándola para que soltara toda la verdad. Dentro de sí, toda la lealtad que le tenía a la reina le reclamaba por no sincerarse con ella, por no gritar en voz alta "Wolfram Dietzel es el amante del rey." Pero sus labios estaban sellados por una sola persona, el culpable de su traición a la reina y el dueño de sus sueños de niña enamorada.

Izura, por su parte, desvió su atención a los postres y dulces en su plato.

—Retira todo esto y vete —le ordenó, aún molesta.

Izura suspiró mientras Solly le retiraba el plato y la taza. Maoritsu, que estaba leyendo unos papeles, hizo una pausa para decirle a Solly:

—Puede retirar los míos también.

Solly asintió cautelosamente con la cabeza.

—Con permiso —dijo antes de abandonar el comedor.

Una vez a solas, Maoritsu arrojó los papeles a la mesa y miró a Izura con una sonrisa de complacencia.

—Te felicito, sobrina, estas cartas están perfectamente redactadas para nuestros propósitos. Los destinatarios, es decir, los gobernantes de los países aliados, estarán más que conmovidos por tu situación actual. Y lo más importante, has mencionado el gravísimo error que cometerían al darnos la espalda, teniendo nosotros el poder de llevar a Shin Makoku directo a la ruina.

—Si no hay otra solución más que la de dar lástima —murmuró Izura, rabiosa—. ¿Y ahora qué? ¿Cuál es el siguiente paso?

—Enviáremos estás cartas cuando sea el momento oportuno —Maoritsu volvió a centrarse en las blancas pagínas—. Creo que escribiste a todos los gobernantes… —Levantó las cejas— incluso a la gobernadora de Caloria.

—Esa estúpida no es la amante de Yuuri.

—¿Por qué estás tan segura?

Izura se encogió de hombros.

—Durante el baile de primavera el rey desapareció durante largo tiempo. Eso quiere decir que Yuuri estuvo con su amante. Pero, mientras tanto, Flynn Gilbit continuaba dentro del salón.

Maoritsu consideró un momento aquella situación.

—Sin embargo, sobrina, creo que nos vamos acercando cada vez más a la persona que queremos eliminar —mencionó repentinamente.

El resoplido unido a un repentino brote de risa en la expresión de Izura no contenía ni pizca de alegría.

—Cuando la encontremos, el proceso de divorcio ya estará en marcha —le recordó Izura a su tío—. Y no tenemos ninguna pista que nos lleve a ella.

Maoritsu sonrió

—Tenemos una nueva pista, querida, el o la amante del rey es un militar —dijo. Izura parecía confusa. Tras una pausa, Maoritsu le lanzó una mirada sagaz y añadió—: Observé perfectamente a las personas en la fiesta; ningún rey o gobernador se ausentó, toda el área de servicio estaba en el salón y tenían prohibido salir. Los únicos que pudieron hacer rondas fueron los soldados. ¿Entiendes?

Izura frunció el ceño, mientras Maoritsu esperaba pacientemente.

—La única persona que pudo haber salido de la fiesta sin dar una explicación es un militar —dijo al final.

Cuando la mirada consternada de la reina se cruzó con la suya, Maoritsu no pudo hacer más que reírse.

—Descuida, acabaremos con este problema muy pronto.

 

 

00—

 

El reloj dio las nueve, y Yuuri, sentado frente al escritorio de su oficina, alzó la mirada de los documentos que firmaba al escuchar el toque de la puerta.

—El soldado Crumley está aquí, Majestad —anunció uno de los mayordomos. Yuuri asintió con la cabeza para que lo dejaran pasar y, segundos después, entró Jeremiah por la puerta.

—Pon el seguro, por favor —pidió Yuuri.

A Jeremiah le pareció sospechoso, pero hizo lo que le había ordenado sin decir palabra, para, posteriormente, situarse frente al escritorio.

—Relájate, Jeremy —dijo Yuuri con una sonrisa mientras Jeremiah lo observaba con ojos hostiles por encima de su postura firme—. Aún recuerdo cuando terminamos los arreglos del hospital, y la noche en la taberna —continuó Yuuri, pensativo, despertando aún más la curiosidad del asesino de Blazeberly—. Por aquel entonces, todos creíamos que Wolfram y tu tenían una relación amorosa. Pero Wolfram se encargó de dejar en claro de que son solo buenos amigos, más como hermanos.

Jeremiah confirmó su afirmación con un breve cabeceo.

—Sí, solo somos buenos amigos.

—Lo sé.

El asesino de Blazeberly sintió como una fibra sensible se movía en su interior.

—Y por ende, supongo que ya sabes lo que sucede entre él y yo —Yuuri se levantó de su silla, rodeó el escritorio y se puso frente a Jeremiah para verlo a los ojos —Y si no es así… —puso una mano sobre su hombro— te he de confiar un secreto de pocas personas saben, aunque espero algún día revelar por todo lo alto.

Después de un tenso momento, Jeremiah asintió.

—Si es por lo de su relación amorosa con Wolfram, no puedo negarlo, Majestad. Conozco la situación que los une —respondió manteniendo firme su mirada—. Y debo decirle que en más de una ocasión les he ayudado a mantener el secreto.

Yuuri sonrió

—Entonces puedo confiar en ti.

Jeremiah no entendió a qué venía tal aseveración, pero decidió tomarse las cosas con calma, circulando alrededor del objetivo mientras estudiaba la situación.

—Usted dirá.

—Es sobre Wolfram —comenzó Yuuri—. Desde hace unos días he percibido en él una inquietud y un miedo inexplicable por algo que le atormenta. Quizás tú sepas algo, dado que le conoces desde que eran unos niños —Las facciones de Jeremiah se tensaron, parecía aturdido, y Yuuri lo notó—. Tú lo sabes ¿no es cierto? ¿Está relacionado con ese secreto suyo?

Jeremiah permaneció pensativo al oír las inquietudes del Maou respecto a Wolfram, muchas preguntas se agolparon en su interior. ¿Qué tan lejos había llegado la relación entre ellos? ¿Cuánto se había abierto Wolfram al Maou? ¿Cuánto más sabía el Maou de Wolfram?

—Tu sabes de que va todo esto —insistió Yuuri al notar el desconcierto de Jeremiah.

—Yo solo sé, que si él quisiera que usted lo supera, ya se lo habría dicho —respondió Jeremiah manteniéndose a la defensiva—. Yo no tengo porque abrir la boca —tras decir esto intentó marcharse, pero Yuuri lo interceptó.

—No es indiscreción o curiosidad, Jeremy, si fuera así no te preguntaría —se sinceró Yuuri, pues lo que sentía no era angustia, sino un tormento en cuerpo y alma—. Es preocupación verdadera, deseo imperioso de protegerlo.

—Debe confiar en él y en que sepa resolver solo sus problemas. Wolfram estará bien. No he conocido doncel más valiente y fuerte.

—Ni tan testarudos —reconoció Yuuri con un toque de humor, a lo que Jeremiah soltó una risita—. Es orgulloso hasta más no poder.

—Él es así, y creo que a estas alturas nada podemos hacer para cambiarle.

—Ni lo intentaría. Lo amo tal cual es —confesó Yuuri, aunque no tardó en entristecer y agachar la cabeza—. Pero a veces pienso que no termina de confiar en mí.

Jeremiah notó franqueza en sus palabras.

—No es que me quiera meter donde no me llaman, pero ya que me ha preguntado ¿me permite opinar?

Yuuri levantó la cabeza, notando que la anterior hostilidad de Jeremiah se había esfumado.

—Adelante.

—Es normal que Wolfram no termine de confiar en usted, dada su reputación. Muchos han pasado antes que él. Es por eso que tiene miedo.

—Mis sentimientos son sinceros. Tanto así que estoy dispuesto a divorciarme de mi mujer para estar con Wolfram.

—No es que no le crea, pero muchos pensarían que sus palabras son solo promesas vacías.

Yuuri miró por la ventana un momento, como si intentara decidir de qué forma podía convencer a Jeremiah de que por Wolfram era capaz de hacer lo imposible. Finalmente, volvió a mirarle con expresión decidida.

—Entiendo tus dudas y desconfianza, Jeremy, pero, también muchas son las cosas que tenemos en contra. Sus secretos, mis obligaciones, mi esposa y este mundo que nos rodea que es tan obtuso y antiguo. Incluso a mí me abordan también las dudas. Ponerme delante de gente que me juzgará por mis decisiones, romper mis promesas, fallarle a muchas personas… —Suspiró y su rostro adquirió una momentánea expresión de serenidad, con una sonrisa cálida y tierna, colmada de sentimientos que Jeremiah no podía descifrar—. Pero luego pienso, que todo habrá valido la pena si al final estoy con Wolfram, viviendo nuestro amor sin que nadie nos juzgue, sin que se nos diga que hacer, como hacer o a quien amar. Ser libres por fin.

—Libres… —repitió Jeremiah sin darse cuenta.

—Sí, libres —confirmó Yuuri a un sobrecogido Jeremiah—. ¿Acaso no se trata de eso la libertad? De ser felices.

Siguió un silencio vacío en que ninguno elevó una sola palabra.

Jeremiah estaba confundido, esa era la mejor palabra para describirle en esos precisos momentos, confundido. A todo esto, nunca se había puesto en el lugar del Maou anteriormente, y hablar con él de forma tan cercana había modificado de cierta forma la manera en que lo veía. Por un momento, sintió que se disolvían los vínculos de todas sus obligaciones y una libertad de espíritu desconocida, pero no inocente, invadió todo su ser.

Por desgracia, el momento se vio interrumpido por el toque de la puerta. Ambos se sobresaltaron y se miraron mutuamente. Yuuri asintió con la cabeza y Jeremiah abrió la puerta. Era Conrad con un manojo de hojas de papel en la mano.

—Perdone, Majestad —dijo Conrad, asomándose a la puerta—. ¿Podría hablar con usted un momento?

Yuuri lo pensó un instante.

—Sí, por supuesto —replicó, y luego dirigiéndose a Jeremiah, dijo—: Hemos terminado, Jeremy. Si sabes algo más de ese asunto que hablamos, no dudes en buscarme.

Jeremiah no contestó con palabras, pero a cambio asintió con la cabeza para después hacer una reverencia. Acto seguido, salió de la oficina dejando a Yuuri y a Conrad a solas.

—Le noto preocupado, Majestad —soltó Conrad astutamente tras estudiarlo de pies a cabeza.

Yuuri relajó su postura.

—Más bien cansado de que me trates tan formalmente Nazukeoya —Yuuri formó una mueca de cansancio, de paciencia infinita, con la misma actitud de quien se enfrenta a una discusión vivida innumerables veces con anterioridad.

—Lo siento, Yuuri —Se excusó Conrad, aún sabiendo que lo volvería a hacer, al menos frente a los demás.

El pelinegro tomó asiento en su silla detrás del escritorio y le invitó a hacer lo mismo con un gesto de la mano. Conrad tomó asiento frente a él.

—Ten —comenzó Conrad, entregándole a Yuuri los papeles escritos con una caligrafía exquisita—. Es el acta de divorcio en la que Su Santidad y yo estuvimos trabajando durante estas semanas. Ahí se explica claramente las razones por la que demandas la separación, las condiciones, que incluyen la repartición de tiempo igualitario para poder estar con la princesa Greta y la compensación monetaria que recibirá la parte afectada, es decir la señora Izura junto con Zuratia, que tu impusiste.

Conrad esperó la reacción de Yuuri. A él le tomaron unos diez minutos leer cada palabra del documento, pero cuando finalizó, una sonrisa de complacencia inundaba su rostro.

—¡Sabía que podía confiar en ustedes!

No obstante, Conrad parecía inconforme.

—Yuuri, ¿no crees que la compensación monetaria es demasiada? —dijo llevándose la mano a la barbilla, meditabundo—. ¿No será que intentas absolver tu culpabilidad con riquezas?

—Supongo que se podría explicar así…, sí —contestó Yuuri, desviando la mirada—. Pero es mucho más complejo de lo que imaginas, me llevaría mucho tiempo explicarlo.

—Soy todo oído.

Yuuri se sorprendió ante tanto interés, pero decidió responder de todas formas a su pregunta, aunque se sentía un poco indeciso.

—Quiero que mi divorcio sea un hecho lo más pronto posible, Conrad. Deseo que Izura y su familia no pongan ningún tipo de objeción al respecto, y que mejor que asegurar su futuro y con ello la prosperidad de Zuratia, que sin lugar a dudas fue el único motivo por el cual ella acabo convertida en mi Consorte Real.

—¿A costa de tu patrimonio?

—Confío en que todo irá bien —Yuuri se recostó en su silla—. A Shin Makoku le va bien, es un país productivo y próspero. En cambio, Zuratia tiene problemas para producir en sus tierras tan áridas y sus estaciones tan secas...

—Eres demasiado bondadoso, incluso con quienes no lo merecen, Yuuri —soltó Conrad al tiempo que meneaba la cabeza, entre preocupado y resignado. Yuuri esbozó una sonrisa hermosa, llena de sinceridad y pureza.

—Bueno, supongo que no puedo cambiar como soy. Es lo que siempre me han enseñado mis padres y es como he gobernado hasta ahora. Lo cierto es que no puedo construir mi felicidad sobre la desdicha de otros.

Conrad no pareció decepcionado por su respuesta.

Yuuri revisó el documento una vez más con sumo cuidado, pues su libertad estaba escrita en esos papeles.

 

 

00—

 

Gwendal subió de prisa la escalera hasta la planta superior. Al entrar a la oficina se encontró con Gunter, Anissina y un conocido espía reunidos hablando entre ellos. Anissina estaba sentada en una silla y se la veía preocupada. Gunter se encontraba de pie a su lado.

—¿Que ha sucedido? —preguntó de inmediato—. ¿Porque me han mandado ha llamar con tanta urgencia?

—Será mejor que tomes asiento, Gwendal —dijo Gunter, señalando la silla vacía al lado de Anissina.

—Así estoy bien —respondió secamente, aunque avanzó hasta situarse detrás de su esposa, y, acto seguido, miró con curiosidad a Gunter y al espía—. ¿Y bien?

—Nuestras sospechas se han comprobado —comenzó Gunter al tiempo que tomaba en sus manos un manojo de paginas de papel—. Según el reporte de nuestro espía, Wolfram Dietzel no es nada de lo que dice ser. No es originario de estás tierras, ni siquiera creció en un orfanato de Laika —Gunter hizo una pausa y, finalmente, terminó el análisis de la situación—: Francamente, es probable que hasta nos mienta sobre su identidad.

Anissina fue la primera en reaccionar a las palabras de Gunter.

—¿Pero con que propósitos? El joven Dietzel ha sido hasta hoy un ejemplo de servicio, no lo pueden negar.

—Mentir ya es un acto de traición —replicó Gwendal—. Ahora debemos descubrir sus planes, ya nos lleva demasiada delantera.

—Tengo una leve idea de lo que quiere —soltó Gunter, pensativo, llevándose el puño debajo de la barbilla.

—¿Hablas de conquistar al rey? —secundó Gwendal sin contemplaciones, en un alarde de absoluta convicción que tenía con su amigo y camarada—. Debe querer desestabilizar el reino, y que mejor que destruyendo el matrimonio real para sus fines.

Anissina no se lo podía creer.

—Conquistar, desestabilizar, fines... ¡Por favor! ¡Es solo un niño!

—Un chiquillo que controla a la perfección su elemento —recalcó Gunter—. Eso ya es demasiado sospechoso. Quien sabe quién está detrás de todo esto.

—Aún así, no tienes pruebas de que esté detrás del rey —dijo Anissina, dubitativa.

Gunter suspiró.

Comprendió que tan solo eran sus sospechas pero, por el momento, no tenía ninguna prueba; en cierto modo.

—Sí, eso es cierto —dijo con una serenidad en la voz que no había creído posible hacía un instante—. Pero se muy bien cuando alguien está interesado en mi querido rey, y también se lo que vi la noche de la taberna.

Anissina levantó una ceja, escéptica. No añadió nada más.

Gwendal escrutó con mirada severa al espía, un hombre de mediana edad, vestido con uniforme militar.

—¿Que tan verídicas son estás pruebas? —indagó.

—Cien por ciento, mi General —respondió el espía de inmediato—. Pregunté casa por casa en Wincott, orfanato por orfanato en Laika... y nadie supo darme información del tal Wolfram Dietzel.

Gunter tuvo suficiente y se dirigió a la salida con informe en mano.

—¿A dónde vas? —le preguntó Anissina.

Gunter continuó de espaldas, pero respondió:

—Iré a enfrentar a ese chiquillo mentiroso —Afiló su mirada—. Quiero verlo cual ratón acorralado cuando le diga que lo hemos descubierto.

 

 

00—

 

 

 

 

 

Wolfram seguía el paso del sub-comandante Roy con cara de pocos amigos. Por desgracia, no pudo escapar de él cuando se le acercó para pedirle ayuda... una vez más. Respiró hondo mientras recorrían los pasillos en dirección a la sala de armas.

—Lamento las molestias, Joven Dietzel —le dijo el anciano regordete, simpático en realidad—. Las armas, todas, deben estar bien pulidas para el atardecer o de lo contrario... —El sub-comandante Roy sudó frío—. Me meteré en serios problemas con el General Voltaire.

—Déjeme adivinar... —Wolfram esbozó una sonrisa irónica—, se olvidó de su trabajo por estar jugando a las cartas con los novatos..

El sub-comandante lo miró por el rabillo del ojo, riéndose con un sonrojo en las mejillas.

—No le digas a nadie sobre mi inocente pasatiempo, pequeño.

—Su secreto está a salvo conmigo.

Continuaron caminando a un paso veloz, el sub-comandante iba delante de Wolfram, enfilando un largo pasillo, vacío y silencioso salvo por el ruido de sus pasos. De pronto, Wolfram se detuvo, pues se percató que alguien les seguía.

Ese alguien lo agarró del brazo por sorpresa. Wolfram sabía que no era recomendable resistirse. Lo arrastró con él y se detuvo frente a un enorme pilar.

—¿Qué haces? —preguntó Wolfram, intentando no levantar la voz—. Es peligroso, el sub-comandante Roy no tardará en notar mi ausencia...

Aquella persona se acercó a Wolfram despacio. Cuando por fin se detuvo, sus bocas estaba a un centímetro de distancia.

—¿Acaso no te alegras de verme? —le reprochó Yuuri, apoyando un brazo en el bloque, a la altura de la cabeza de Wolfram

Como respuesta, Wolfram se arrojó a sus brazos y él lo besó. Wolfram perdió cualquier sentido del tiempo y del espacio mientras le devolvía el beso con calma. Yuuri se apartó un instante, lo miró a los ojos cuando Wolfram los abrió y volvió a besarlo profunda y ansiosamente.

—¿Porque no has ido a dormir a mi habitación? —Yuuri rodeó la cintura de Wolfram con el brazo y lo estrechó contra sí sin separar sus labios de los de él ni un momento—. Prometiste que aquella vez no sería la última.

—No es que no lo hubiera intentando —Wolfram se separó de él—. Pero Lord von Christ ha doblado la seguridad de tus aposentos desde la noche del baile de primavera. Hasta para mí es muy difícil pasar desapercibido —Wolfram desvió la mirada con un dulce sonrojo en las mejillas—. Creo que es una señal. Si compartimos lecho... no seremos capaces de contenernos...

—Así que... —Yuuri rió complacido, una risa seductora contra la piel de Wolfram mientras lo acercaba cada vez más a él, y le dio un beso detrás de la oreja— Me deseas...

Un estremecimiento recorrió la columna de Wolfram. Aunque llevaban un tiempo juntos, aún no habían cruzado el último umbral de intimidad. Ambos querían —No lo podía negar—, pero aún habían barreras que amenazaban con alejarlos... su secreto más horrible por ejemplo. Por otra parte, algo tan maravilloso como entregarse por primera vez a la persona que amaba podía esperar un poco más.

—Tonto enclenque... —gruñó, avergonzado— que no se te suba el ego por algo así... se manejar mis deseos ¿sabes?, incluso mejor que tu...

Pero los labios de Yuuri sellaron los de él, y Wolfram dejó de hablar. Si tan solo tuvieran más tiempo para estar juntos... más libertad.

Cuando se separaron, Yuuri sacó de su chaqueta unos papeles.

—¿Sabes que es esto? —preguntó, aunque no esperaba respuesta—. Es el acta de divorcio. Está lista para que los Diez Nobles valoren mi caso.

Wolfram separó los labios y sonrió.

—¡Yuuri eso es maravilloso! —Le dio un efusivo abrazo.

Estaba contento, radiante.

Yuuri lo abrazó a su vez y lo estrechó contra sí, tan cerca como fundiéndose el uno al otro. Mezclando perfectamente sus aromas.

—Pronto seré libre, y entonces podremos casarnos —susurró Yuuri, ilusionado. Wolfram le regaló un exquisito gesto de alegría mientras asentía a sus palabras. Aunque luego, como cortando el momento de regocijo, Yuuri exhaló un suspiro entrecortado, deseando librarse de sus obligaciones—. Debo irme. Este día hay consultas reales y ya estoy atrasado.

—Y yo debo alcanzar al sub-comandante Roy —recordó Wolfram, alertado, aunque luego sonrió con ternura al ver el ánimo de su prometido—. ¡Esfuérzate, enclenque!

Yuuri bajó la vista al suelo.

—Siiii... —refunfuñó.

 

 

Escondido detrás del pilar continuo, Gunter prestaba total atención a lo que hablaban, con los ojos abiertos de par en par y el cuerpo temblando de ira.

Lo supo desde el principio, y con esto se confirmaban sus sospechas. Anissina le debía una disculpa por desconfiar de su intuición. Wolfram era el amante del rey, y había estado detrás de él desde el principio; seduciéndolo con sus sucias artimañas, haciéndose el ingenuo, tejiendo alrededor de su querido Maou una tela de araña y atrapándolo en ella con quien sabe que intenciones.

La mirada de Gunter se ensombreció a medida se despedían con un beso en los labios. Se escondió rápidamente cuando el Maou pasó cerca suyo corriendo a toda prisa. Seguramente se dirigía a la sala del trono para comenzar con las consulta reales para las cuales ya era un poco tarde. Luego miró con ojos llenos de odio a aquel chiquillo mientras corría a la sala de armas.

Era su oportunidad y no la desaprovecharía. Hablaría de frente con Wolfram Dietzel y lo obligaría a irse de Shin Makoku para jamás volver, y si se negaba lo enfrentaría a la guillotina.

Gunter se dirigió a la puerta de la sala de armas a paso vivo, y aprovechó cada movimiento, cada respiración, para ordenar sus ideas y controlar sus emociones. Dentro de la sala encontró al sub-comandante Roy y al soldado Dietzel desempolvando unas espadas.

—Sub-comandante, buenos días —Hizo un saludo militar y le dedicó una media sonrisa.

—Buenos días, Excelencia —saludó el sub-comandante Roy, ajeno a la situación—. ¿Que se le ofrece?

Gunter miró a Wolfram, que levantó la barbilla y resopló.

—Es el General Voltaire, lo necesita en su oficina de inmediato para... indicarle la nueva logística del cuidado de zonas en la ciudad —mintió, desafiando a Wolfram con la mirada—. Y no se preocupe, yo mismo me quedaré a supervisar el trabajo de este soldado.

Sorprendido, el Sub-comandante Roy frunció el ceño. Le pareció extraño ser convocado por el temido General Voltaire, pues no solían hablar directamente, pero si se trataba de la máxima autoridad dentro del ejército, no podía darse el lujo de pedir explicaciones.

—Ummm, de acuerdo, iré enseguida —respondió.

Una vez sin la presencia del Sub-comandante Roy, Gunter observó a Wolfram durante un par de minutos con una mirada dura y penetrante mientras éste continuaba limpiando una larga y pesada espada de metal. Era obvio a simple vista, a Gunter nunca le había caído bien Wolfram y no se molestaba en disimularlo.

Wolfram sintió que se le acercaba, con su capa aleteando detrás de él. Aquel hombre tenía una presencia realmente considerable, de eso no cabía duda.

—Excelencia...

—No es necesario que finjas, mocoso infeliz —soltó Gunter lleno de rabia.

En un suspiro, Wolfram se puso en pie, ya empuñando la espada. Agudizó su mirada esmeralda, pero se mantuvo a la defensiva.

—Los vi juntos, a ti y al Maou —continuó Gunter sin preliminares corteses o delicadezas—. Escuché las promesas que te hacía. Mucho le has trastornado para que te dedique palabras tan bonitas un hombre de su moral y más estando casado.

—Está mal escuchar conversaciones ajenas —respondió Wolfram en tono frío y tranquilo. En su interior era un manojo de nervios. Se obligaría a seguirle el juego de intercambio de palabras hasta que juzgara oportuno enfrentarlo con la verdad.

—Quizás saques algún beneficio de mi indiscreción. ¿Cual es el precio por dejar a Su Majestad Yuuri en paz y alejarte de él?

—Creo que se ha confundido conmigo.

La distancia entre ambos se redujo aún más.

—Sé muy bien cómo negociar con los de tu condición. Dime qué pretendes entonces, ¿por qué interfieres en el matrimonio de Sus Majestades Yuuri e Izura?, ¿que ganas con todo esto? ¿quién te ha enviado a destruir este reino con tus artes de prostituta?

Los dos se quedaron mirándose sin mediar palabra hasta que Gunter volvió a hablar.

—Veo que no podré hacerte entrar en razón...

—Cuide sus palabras —advirtió Wolfram, que ya hacía un esfuerzo enorme para no clavarle la espada en el pecho.

El Consejero Real lo contempló con una sonrisa en el rostro. Otra expresión hiriente. Wolfram reprimió su propia ira.

—He sido testigo de como lo usabas para tus viles propósitos. No me extraña que lo tengas engañado. Pareces frágil e inocente, pero estoy seguro que nada de eso eres. Su Majestad está ciego a tus manejos.

—Se equivoca.

—Sé que no, y afirmo que algún día te arrepentirás de todo lo que estás haciendo y ese día no está tan lejano —El Consejero Real sacó el informe del espía—. Se acabó tu farsa, Wolfram Dietzel, hemos descubierto que no eres más que un impostor. Mientes sobre tu identidad y sobre tu origen, así como mientes respecto a tus sentimientos por Su Majestad Yuuri.

Wolfram mantuvo la compostura y la actitud desafiante que lo caracterizaba y que Gunter odiaba con todas sus fuerzas.

—Así que ha mandado investigarme. ¿Le ha costado mucho dinero?, me lo hubiera dado a mi y le cuento lo que quiera de este pobre huérfano.

—Buenas razones tenía para tomar esta decisión. Sobre todo, debo evitar que la sangre Noble se mezcle con la de un miserable.

Wolfram guardó silencio. El Consejero sabía más de lo que daba a entender. Y desconocía qué pasaría con él ahora que todo había estallado.

Gunter rió entre dientes.

—No creíste que fuésemos tan astutos, ¿verdad? ¿Creíste que te saldrías con la tuya? ¿En verdad pensaste que podrías convertirte en el Consorte del rey? Que lástima, tus planes malévolos han acabado antes de empezar. Jamás podrás destruir lo que con tanto esfuerzo se ha conseguido, el matrimonio del rey y la fuerte alianza que se generó gracias a ello —Gunter sonrió cuando Wolfram no se atrevió a hablar—. ¿No contestas para no tener que darme la razón?

—No contesto porque su posición lo protege de que lo haga como me gustaría —espetó Wolfram con rabia, mirándolo desafiante.

Gunter recibió el comentario con una sonrisa venenosa.

—Si prefieres olvidemos nuestras posiciones.

Gunter lo golpeó sin que Wolfram tuviera tiempo de protegerse. El dorso de la mano del Consejero se estampó con fuerza contra la mejilla de él.

—¡Esto es lo que te mereces! —gruñó Gunter—, el uniforme no te quita el olor a pobre. Vas a confesar tus mentiras o pagarás por ello. Ya estoy harto de tu soberbia.

—¡Cobarde! —Wolfram giró el rostro hacia Gunter, con una ceja arqueada y en los ojos un destello de repugnancia.

—Te desafío entonces —Gunter tomó una espada de la estantería y se puso en guardia—. Poniendo mi honor en la línea, te desafío a un duelo.

Dotado con su espada y empujado por una furia que no conocía, Wolfram cargó contra Gunter desplegando todo el odio que sentía en ese momento. Levantó el filo con las dos manos y dirigió una estocada a la garganta del Consejero. En el último momento, Gunter se desplazó a un lado eludiendo el fatal impacto, pero no pudo evitar recibir un severo corte en su hombro izquierdo. Gunter se alebrestó con el inesperado ataque y consiguió darle una patada a su adversario, desestabilizándolo y haciéndole caer sentado, aunque se levantó rápidamente.

Jadeando, Gunter blandió la espada con un golpe preciso que obligó al otro a retroceder. A ello le siguieron un grupo de ataques continuos que no le daban tiempo a Wolfram para contraatacar, solo para defenderse. Gunter lo embistió de nuevo con ataques demasiado descontrolados. Wolfram comprendió, demasiado tarde quizás, que el Consejero Real era dos veces más poderoso que el General Voltaire.

—¡A todos los seres que componen el elemento fuego! —Wolfram no perdió tiempo e invocó magia para acabar de una vez con el duelo. El fuego en sus manos creció formando dos llamaradas en forma de leones—. ¡Obedezcan a este orgulloso...!

De la nada, Wolfram sintió un golpe en el pecho que lo arrojó dos metros al suelo. Fue Gunter quien utilizó su elemento aire para formar una ráfaga de viento letal. Los verdes ojos de Wolfram brillaron y le sonrió a Gunter, dispuesto a ponerse de nuevo en pie. Pero entonces sintió un dolor agudo en la cabeza y un fuerte zumbido en lo oídos, tan fuerte que le hizo apretar los puños. El impacto al suelo lo había provocado. Wolfram abrió los ojos de par en par cuando se tambaleó hacia atrás cogiéndose la herida detrás de la cabeza.

—¡Maldito!

Wolfram profirió un grito de rabia a medida corría hacia Gunter, atacándolo con la espada e invocando magia al mismo tiempo.

La espada se rodeó de fuego al embestir a Gunter, quien, zagas como un tigre, se defendió de los ataques.

De nuevo, Wolfram retrocedía, esta vez perdiendo su arma.

—¿Tiemblas? —Se burló Gunter, acercándose peligrosamente a él—. ¿En dónde ha quedado aquella arrogancia?, ¿aquellos aires de grandeza? —Gunter formó una risa torcida—. En estos momentos podría pisarte como una cucaracha. Alejate del Maou, resignate a tu miserable existencia de humillación y soledad. Entiende que jamás podrás estar con Su Majestad Yuuri, porque éste le pertenece a su esposa. Es más, va a aborrecerte cuando le muestre las pruebas de que eres un impostor.

La angustia, el miedo y la desesperación se reflejaron en los ojos Wolfram al verse atrapado en un callejón sin salida, y su rabia zozobró convirtiéndose en desesperación.

—Ustedes no valoran la voluntad de Yuuri —gritó—. ¡Lo obligaron a casarse con una mujer que no amaba, que no ama y que nunca amará!

—¡Hizo lo que un rey debe hacer! ¡Un bastardo como tu jamás lo entendería! En la realeza los sentimientos no cuentan si es a beneficio del reino.

—Es imperdonable

—Entonces hazme el favor de mostrarme que tan imperdonable es...

Wolfram cayó de rodillas.

Notó el calor de las lágrimas antes de reparar en que estaba llorando.

—¿Como pueden? —sollozó—. ¿Como pueden jugar con los sentimientos de Yuuri de esta forma?

—Hump... un amor que no será. Para un don nadie como tú, el que se haya enamorado del Maou, es patético.

—No me importa lo que digas. No me interesan nuestras diferencias —Wolfram hizo acopio de todo su valor al disponerse a pronunciar las palabras que salían de su corazón—. No tengo una familia ni un hogar... Es cierto, soy un don nadie. Pero... lo que si tengo... lo que si tengo.... ¡Lo que si tengo es este amor que siento hacia Yuuri!

Una insólita luz despertó del interior de Wolfram, proveniente de lo más profundo de su ser. Rodeo todo su cuerpo como formando un aura a su alrededor. La extraña luz comenzó a ganar en intensidad, irradiando cada vez con mayor poder.

Gunter retrocedió, asustado.

Nunca había visto algo igual de alguien que no fuera Yuuri. «¡Pero no puede ser! ¿Qué está sucediendo? ¿Qué es esa luz?».

El Sub-comandante Roy llegó en ese momento a la sala de armas y observó impactado la escena; el soldado Dietzel luchando contra Lord von Christ de forma pareja. Todo lo que ocurría estaba, sin duda alguna, fuera del reglamento militar. Sin entender qué había ocurrido, partió rápidamente en busca de socorro.

 

 

 

00—

 

 

 

Ulrike abrió los ojos con aparente temblor. Delante de ella, la esfera de cristal revelaba un brillo intenso en la estrella de Wolfram.

—Majestad Shinou... —musitó.

El primer rey estaba detrás de su querida sacerdotisa, mirando directamente lo que acontecía dentro de la esfera de cristal.

—El poder de los descendientes de la familia Bielefeld es impresionante —comentó Shinou con voz profunda, sintiendo una gran emoción. No cabía duda que la unión de su descendiente con su Maou elegido traería herederos poderosos.

El primer rey sonrió, y Ulrike comprendió una vez más.

—La rueda imparable del destino... todo se ajusta a los deseos de Su Majestad Shinou.

 

 

00—

 

Yuuri, con su característica túnica roja, estaba sentado en su trono mientras uno a uno los aldeanos necesitados de consejo desfilaban unos tras otros.

Suspiró con pesadumbres. Hasta el momento había resuelto cinco discusiones maritales, dictaminado tres herencias, reconciliado a tres amigos de la infancia y resuelto dos problemas de vecinos. Nadie podía negar que hacía su mayor esfuerzo para darle a cada caso la importancia que merecía y así dictaminar la sentencia que creía mejor.

A veces se preocupaba, pensando si la resolución que como rey había dictaminado era la mejor, pero Conrad siempre le animaba diciéndole que tenía la facilidad para encontrar las mejores y más justas soluciones que un Maou haya podido jamas. No sabía si lo decía solo para hacerlo sentir mejor, pero no podía negar que en todos los años anteriores no había recibido ninguna queja de su gente. Con aquel pensamiento positivo, se dispuso a recibir a la siguiente persona.

En ese momento se abrió la enorme puerta de la sala del trono y apareció una mujer con una larguísima capa roja y un velo que le cubría el cabello y el rostro exceptuando los ojos, y llevaba un pequeño bulto cubierto de mantas entre sus brazos. A Yuuri le pareció extraña pero al igual que todos la recibió con una sonrisa.

—Majestad Yuuri, es un placer conocerle —saludó ella con gran solemnidad, efectuando una pequeña reverencia.

—Dime que deseas consultar, buena mujer —le preguntó Yuuri de forma cortés. La anterior expectación respecto a ella se había esfumado. No parecía alguien mala.

—Oh no, no deseo consultar nada, Majestad, más bien es una petición —contestó la mujer y extendió los brazos—. He traído de Raki unas flores... —Dejó el bulto en el suelo con suavidad y destapó las mantas dejando mostrar unas macetas. En ellas había cuatro tipo de flores de distintos colores, unas azules otras amarillas, rojas y blancas—. Deseo que las conserve, Majestad. Son un obsequio de mi parte para embellecer su jardín.

—Son bellísimas —Se complació Yuuri—. Muchas gracias, pero... ¿a que se debe tu regalo? No es mi cumpleaños... —pensó— ni es el día del padre...

—De ahí mi petición, Majestad... yo... yo vengo a solicitar trabajo.

—¿Trabajo? —Yuuri alzó una ceja con expresión inquisitiva.

—Sí, quisiera encargarme del jardín.

Todavía sorprendido por la petición de la misteriosa mujer, Yuuri bajó de la plataforma del trono para observarla de cerca.

—¿Dices que deseas ser la jardinera real? —constató Yuuri, pensando que había escuchado mal. La mujer asintió con la cabeza sin dudarlo ni un instante—. Si deseas trabajar puedes hacerlo en el área de servicio. No creo que la jardinería vaya acorde a tus delicadas manos —mencionó Yuuri, señalando la fina manicura en las manos de la mujer.

La mujer pareció sorprendida. El Maou era muy astuto.

—Bueno, es que yo... —Ella miró de soslayo al sujeto que acompañaba al rey, un tipo con uniforme color caqui, de ojos y cabello castaños—. Yo quiero dedicarme a cuidar las flores que le he traído. Soy muy buena en ello y dudo que alguien pueda hacerlo mejor. Si me da la oportunidad, le prometo que dentro de unos pocos meses tendrá el jardín más bello de este mundo, tan excelso, que los demás monarcas le envidiarán.

—No lo se... —dudó Yuuri.

—El jardín será tan perfecto como para dar largos paseos con la persona amada... —añadió astutamente la mujer. Una carta bien jugada.

—No suena mal —Se entusiasmo Yuuri. Había pensado en los largos paseos por el jardín que daría con Wolfram en un futuro y se imaginó un escenario romántico.

Detrás de él, Conrad esbozó una sonrisa burlona.

La mujer miró a Yuuri de forma inquisitiva y su expresión se suavizó un poco.

—¿Entonces?...

Yuuri lo pensó una vez más hasta que tomó su decisión.

—Esta bien, desde ahora serás la nueva jardinera real. No obstante, deberás compartir el trabajo con el antiguo jardinero. Dejaré que ustedes se arreglen en eso.

—¡Gracias, es usted muy amable! —respondió ella con una pequeña y graciosa reverencia—. ¿Tengo permiso de Su Majestad para retirarme? —preguntó con dulzura.

—Antes dime el nombre de las flores que has traído —inquirió Yuuri, señalando las flores que ella ya tenía de nuevo en sus brazos.

—No lo tienen aún —respondió—. Quizás con el tiempo les otorgue uno, aunque... quisiera nombrar esta flor blanca "La inocencia de Yuri", en honor a usted.

Yuuri profirió una tímida risa y se rascó la mejilla.

—Por favor, harás que me avergüence... —murmuró—. Por cierto, no nos ha dicho tu nombre ¿es que acaso tampoco podemos saberlo aún?

—Me conocen como Lady Bercoviah, Majestad.

—Bueno, Lady Bercoviah, ha sido un placer —Yuuri extendió la mano y ella la aceptó. En ese instante los ojos de la misteriosa mujer se le hicieron conocidos—. Y muchas gracias por las flores. Estoy seguro que a una persona muy especial para mí le encantarán.

—Eso espero, Majestad —respondió ella e hizo otra reverencia, con un brillo travieso en los ojos, dio media vuelta y abandonó la sala.

Conrad lanzó a Yuuri una mirada de reproche que él correspondió con una sonrisa. De repente se oyó un súbito estruendo al abrirse las enormes puertas y entró el sub-comandante Charles Roy, con la cara empapada en sudor y casi perdiendo el aliento.

—¡Majestad! ¡Majestad! —gritaba mientras recorría el pasillo—. ¡Debe venir conmigo, Majestad! ¡Y también usted, Sir Weller!

—¿Pero qué pasa? —preguntó Conrad, alertado por el escándalo.

El sub-comandante tomó una gran bocanada de aire.

—¡Su Excelencia Gunter y el soldado Dietzel están batiéndose en un duelo en estos momentos! ¡Si no los detenemos se van a matar!

Yuuri se quedó en blanco un instante, tan solo un instante.

—¿Pero porqué?

—No lo se... —El Sub-comandante Roy negó con la cabeza. Miró a Conrad y a Gwendal que había entrado en ese momento a la sala, quien, para su sorpresa, también parecía impactado—. Los dejé un momento a solas en la sala de armas... cuando volví ambos ya se estaban enfrentando con las espadas y además, el soldado Dietzel parecía rodeado de un poder misterioso.

Yuuri no siguió preguntando. En cambio, se dirigió a toda prisa hacia la sala de armas, sin volverse a mirar siquiera a los guardias de la entrada. Era agotador, pero el miedo le dio fuerzas para bajar las escaleras casi corriendo. Tenía la boca seca cuando avanzó a grandes zancadas por el corredor que conducía a la puerta de la sala de armas. Al llegar, abrió la puerta estrepitosamente.

Levantó la mirada. Gunter yacía desparramado a varios metros de distancia. Parecía muerto, como si algo lo hubiera golpeado con salvajismo y lanzado por los aires.

Gwendal, quien había seguido a Yuuri junto a Conrad y Roy, fue el primero en reaccionar, y se acercó al Consejero para verificar el pulso en su cuello.

—¡Esta vivo! —anunció, momento en el que Gunter abría los ojos débilmente.

Yuuri dio un suspiro de alivio, aunque no le duró mucho ya que al mirar al otro extremo de la sala, su prometido se incorporaba despacio. Apenas podía sostenerse en pie.

Wolfram se acercó despacio, tambaleándose, hasta donde estaba Yuuri. Tenía el rostro y brazos llenos de feos rasguños como si hubiera recibido una tremenda paliza en todo el cuerpo. Yuuri se quedó helado, mirándolo, sin llegar a comprender.

—¡Por todos los cielos, Wolf!

Con lágrimas en los ojos, Yuuri salió al encuentro de Wolfram, logrando sostenerlo antes que se desmayara.

Los sirvientes hicieron acto de presencia en menos de un minuto, todos alarmados.

—¡Llamen a Gisela de inmediato! —ordenó Conrad a los guardias.

«¡Pero no puede ser! ¿Qué ha pasado? No entiendo nada... ». Sin entender qué había ocurrido, Yuuri abrazó a Wolfram fuertemente.

 

 

00—

 

Gunter abrió los ojos débilmente mientras su hija se encargaba de curar sus heridas. Se encontraba en su habitación, rodeado de quienes consideraba sus amigos y de su querido rey. Lanzó un tenue quejido cuando Gisela presionó la venda de la herida en su brazo izquierdo.

Gisela mantenía un semblante serio. En realidad, la arriesgada e irresponsable actitud de su padre la había sorprendido. Jamás olvidaría el estado en el que lo encontró. Gisela no podía creer que su padre se derrumbara y lo miró con mezcla de asombro y pánico. Al ver una sonrisa en su faz, temió que su padre no se levantara jamás. Había sufrido lesiones que, de no ser por su pronto auxilio, lo habrían mantenido en cama por varios meses. Los guardias no habían oído nunca antes un estruendo semejante, se habían quedado inmóviles al ver el panorama. Sin embargo, no había querido cuestionarle a su padre lo sucedido. Estaba demasiado enojada.

—Deberá quedarse en cama durante tres días, padre.

Gunter observó las facciones de su hija, a la que tanto amaba, y su expresión de angustia quedaría grabada en su memoria.

—Hay demasiado trabajo por delante... ¿no puede ser solo un día de reposo? —intentó refutar aunque sabía que era en vano.

—He dicho tres días —gritó Gisela con voz autoritaria y el ceño fruncido—. Vendré a evaluarlo de vez en cuando y si no ha mejorado en esos tres días seguirá con el reposo hasta que sus heridas hayan sanado del todo... o bien hasta que recupere la cordura —añadió mordazmente.

Gunter tragó grueso y no intentó contradecirle más.

Yuuri, Conrad, Gwendal y Anissina, quienes los acompañaban en la habitación, no supieron si sentir lástima por Gisela o por Gunter.

—Gunter... —musitó Yuuri cuando pudo hablar.

No hubo respuesta y Yuuri se acercó para acariciarle la mejilla. Los ojos de Gunter se abrieron con esfuerzo y le miró.

—Déjennos a solas —dijo Yuuri a los demás con voz firme. Y, sin decir palabra, uno a uno salió de la habitación haciendo cuanto les había ordenado. Luego, le tomó la mano a su Consejero Real, la tenía muy fría y le dijo—: Tienes una herida profunda en el hombro, gastaste gran parte de tu magia. Has estado muy cerca de morir, Gunter.

Incluso Gunter no se explicaba qué había pasado, aquel extraño poder los había golpeado con una fuerza brutal, lanzándolos por los aires y dejándolos inconscientes y malheridos.

—No ha sido grave, quédese tranquilo, Majestad —respondió Gunter con voz tranquila—. Son sólo unos cortes y un buen susto.

—Dime porqué lo hiciste —inquirió Yuuri, y notó como el semblante de su Consejero se ensombreció en el instante. Yuuri soltó su mano—. Por favor. Necesito entender muchas cosas antes de tomar una decisión respecto a este lamentable hecho.

Se produjo un silencio incómodo.

—Quería evitar que un rey tan noble como usted se exponga al deshonor por culpa de un soldado respondón y malcriado —respondió Gunter.

Yuuri sintió aquellas palabras como un golpe en el pecho.

—Wolfram...

Gunter suspiró y cerró los ojos

—El mismo.

—Ningún derecho tienes de meterte con él. No lo permitiré.

—Ese chiquillo no es más que un farsante.

—No hables así de él.

Aquello ya era el colmo. Yuuri estaba a punto de estallar.

—Tengo pruebas, Majestad —Con mucho esfuerzo, Gunter se inclinó hacia el escritorio y señaló los folios de la investigación del espía envueltos en un paquete de papel—. Es cierto, jamás nos agradó el soldado Dietzel, pero teníamos razones para sospechar de él —Entregó a Yuuri el paquete—. En este informe se detalla la misteriosa procedencia del susodicho. Nada de lo que dice es verdad, miente en todos los aspectos y estamos seguros que alguien malintencionado lo ha enviado para acabar con la estabilidad de su reino.

—Las acusaciones que haces son muy graves.

—Pero ciertas.

—¡No! ¡Son mentiras! —La reacción de ira de Yuuri fue inmediata y beligerante, pero no estaba dirigida contra Gunter—. ¿Acaso la reina ya sabe de él? ¿ella te ha obligado a esto? Y tu, que siempre me has demostrado tu lealtad... ¿como has podido?

—La reina no lo sabe aún. Tan solo Gwendal y yo sospechamos del soldado Dietzel desde su desempeño en las pruebas —El tono Gunter no podía haber sido más imparcial.

Yuuri presionó con sus manos el paquete que Gunter le había entregado. Se sintió débil. Y, de algún modo, también traicionado. Entonces recordó que Conrad ya le había advertido que Gwendal y Gunter andaban tras la pista de Wolfram.

—¿Quién más lo sabe?

—Tan solo Anissina, Gwendal, usted y yo, y el espía por supuesto.

—Ni una palabra de esto a nadie más.

Tras decir aquello, Yuuri se dio la vuelta.

—Todos tenemos zonas vulnerables, Majestad —mencionó Gunter antes que se marchara—. Se que usted tiene la preparación y experiencia para enfrentarte a este problema.

—Eso dependerá de ambos —El instinto de Yuuri luchaba con su razón. El problema consistía en que no estaba seguro de qué parte de él estaba a favor y qué parte en contra Wolfram. Entonces decidió que tenía que enfrentarlo a la verdad—. Porque... por sobre todas las cosas, confío en él, y en que sabremos afrontar este malentendido. Después de todo... lo más valioso que tengo es este amor que siento por Wolfram.

Era la primera vez que Yuuri reconocía aquel hecho más que notable, y lo reconocía hasta sus últimas consecuencias.

Gunter se quedó helado.

 

 —00—

 

Wolfram despertó en el consultorio de la doctora Gisela, una vez más. Sentía como si un carruaje le hubiera pasado encima y, por un momento, estuvo tan desorientado que el mundo parecía girar a su alrededor. Al recuperar completamente los sentidos, miró a la muchacha verificando la venda de su cabeza con un semblante grave.

—Haga el favor de incorporarse un momento —le ordenó.

En medio de su confusión, Wolfram notó algo raro en ella, como si estuviera enojada con él. Por esa razón hizo lo que le había pedido sin decir ni una sola palabra.

—Puede volver a acostarse.

De nuevo aquel tono frío.

Justo cuando iba a preguntarle si algo malo le sucedía, entró Yuuri a la habitación. Wolfram comenzó a preocuparse de verdad. Yuuri parecía pensativo y triste.

—¿Como se encuentra? —preguntó Yuuri a Gisela.

—La herida en su cabeza no es tan grave por fortuna —respondió la doctora, guardando los instrumentos médicos dentro de su bolso—. Los analgésicos harán efecto en un momento. Por lo pronto, con un día de reposo estará bien.

—Bien —susurró Yuuri, aliviado. Se inclinó sobre Wolfram y le arregló la almohada sobre la que apoyaba la cabeza.

—Con permiso —dijo Gisela, anunciando que se retiraba. Tras una leve reverencia, salió del consultorio tan fría y callada como al principio.

—¿Que le pasa?, Gisela-san esta rara desde que desperté —preguntó Wolfram sin aguantar más la curiosidad.

—Yo creo que es normal —respondió Yuuri con voz neutral y los brazos cruzados—. Tomando en cuenta que te enfrentaste a su padre.

—¡Oh, no! —Aquella verdad cayó a Wolfram como un balde de agua fría, haciéndole comprender que la chica tenía todo el derecho del mundo a estar enfadada con él. No recordaba mucho de lo sucedido con el Consejero, pero sabía que lo había dejado inconsciente, y quizás eso explicaba el semblante preocupado de Yuuri—. ¿Cómo está? ¡Dime que está vivo, por favor! —preguntó, movido más por la simpatía hacia Gisela que por el mismo Lord von Christ.

—¿De verdad te importa? —respondió Yuuri, y en su voz se apreciaba una frialdad, una especie de cálculo involuntario, que jamás había percibido.

Wolfram contuvo el aliento, asustado. Yuuri, su Yuuri, nunca le había hablado de ese modo. Solía hablarle con cariño, pero no con esa aspereza, con esa decepción, agresividad, que hacía que su corazón se detuviera y le doliera el pecho.

—Gunter estará bien, no tienes porqué preocuparte.

—Debo disculparme con Gisela...

—La verdadera incógnita aquí es porqué lo hiciste —Lo interrumpió Yuuri de forma súbita. Entonces se miraron el uno al otro.

La mirada de Yuuri parecía luchar contra las lágrimas. Estaba muy lastimado por dentro. A Wolfram no le gustaba ver aquella expresión en su rostro, y se odió por eso.

Por su parte, Yuuri se odió por causar temor Wolfram con aquella actitud fría que se manifestaba en él sin poder evitarlo. La verdad el que moría de miedo era él. Porque había empezado a entregar su corazón y ahora tenía que asumir que bien podía haber estado entregándolo a su propio verdugo.

—Fue él quien comenzó, yo solo me defendí —respondió Wolfram, casi gritando.

Yuuri permaneció en silencio un buen rato.

—¿Estás enfadado conmigo? —preguntó Wolfram.

Yuuri no contestó.

—Me preocupa que estés enfadado conmigo.

Yuuri suspiró.

—¿Lo estás?

—¿Por qué habría de estarlo? —replicó Yuuri. Se sentó en el lecho junto a Wolfram y le acarició nuevamente el rostro. Se sintió un masoquista por la inefable ternura que despertaba en su  interior cuando le miraba; sin embargo, se llenó de valor y le dijo—: Dime la verdad, Wolf ¿Por qué ha iniciado la pelea? ¿Que motivos tuvo Gunter para ir a por ti?

De repente, Wolfram se sintió en una encrucijada. No se creía capaz de decirle la verdad a Yuuri, pero tampoco podía mentirle.

—Yo... —El pánico le hizo un nudo en la garganta y cerró los puños con fuerza, hasta que las uñas se le clavaron en la palma de la mano.

Yuuri, al notar el estado de Wolfram, no pudo soportarlo más y le sujetó por la cintura y luego tiró de él hasta que sus labios se fundieron en un apasionado beso, como si quisiera descubrir la verdad al sentir sus labios unidos, como si un beso fuese capaz de decirle la verdad. —¿Me amas, Wolfram?—. se preguntó en su interior. La respuesta que obtuvo le devolvió un poco la paz. Wolfram apretó con fuerza su cuerpo contra él y correspondió el beso desesperadamente.

No obstante, en medio de aquel arrebato de amor y de pasión, Wolfram sintió el verdadero terror. La cercanía le hizo dar cuenta que Yuuri guardaba algo dentro de su chaqueta.

Con mucho miedo y nerviosismo, Wolfram sacó de la chaqueta de Yuuri el mismo paquete con el que horas antes le había amenazado Gunter.

Se miraron a los ojos.

Wolfram percibido decepción en los de Yuuri y sintió cómo los suyos se inundaban de lágrimas. Parpadeó y rodaron por su rostro.

—¿Ya lo sabes... —le resultaba difícil pronunciar aquellas palabras— todo? —En respuesta Yuuri agachó la cabeza. Entonces Wolfram se apoderó de sus manos y las apretó con fuerza—. Déjame explicarte, por favor. No soy esa persona mala que quieren que creas de mí, jamás me atrevería a lastimarte... yo... yo te am...

Yuuri lo silenció posando un dedo en sus labios.

—No es momento para hablar sobre ello —le interrumpió—. La verdad no he abierto este paquete, pero el hecho de que lo reconozcas me dice que tienes muchas cosas que contarme —Wolfram permaneció en silencio, mirándolo con arrepentimiento. Yuuri suspiró—. Hablaremos mañana en mi oficina con más calma —resolvió, y con mucho pesar añadió:— Tu tienes que recuperarte y yo tengo muchas cosas que pensar.

Le dio un último beso en la frente, dispuesto a marcharse; pero Wolfram se lo impidió, aferrándose a él con mucha fuerza.

—No sigas investigando sobre mí, por favor.

—Tan solo quiero ayudarte.

—No necesito tu ayuda.

—Se perfectamente que algo ocurrió en tu pasado que no te deja vivir en paz.

—Mi pasado no es asunto de tu incumbencia.

—Si lo es, lo es tanto como tu presente y tu futuro —Desesperado, Yuuri tomo su rostro con las manos para que lo mirara a los ojos—. ¿Como voy a ayudarte si no sé que fantasmas te persiguen?

—Confiando en mi. Si trato de ocultártelo es por tu bien.

—Pues ha llegado el momento de que seas honesto conmigo —Era un ultimátum. Wolfram empezó a negar con la cabeza, pero Yuuri se inclinó hacia él—. No soy un niño, así que soportaré la verdad sea cual sea.

—Ya te he contado lo suficiente, la historia de mi mejor amigo y su muerte. No se porque no te conformas.

—Lo se, pero también se que callaste mucho más. Te escuché mientras dormías y en medio de tus pesadillas pude oír como nombrabas a un hombre, Endimión. Y no son celos, porque vi como su recuerdo te atormentaba. ¿Qué ocurrió?, ¿que puedo descubrir en este sobre?

La mirada de Yuuri era penetrante y su tono exigía una respuesta inmediata, pero a cambio recibió una advertencia.

—Después de perder a Matt solo me quedas tu, y no dudo que te perderé también a ti si decides creer en Lord von Christ, y en lo que dice ese sobre —La voz de Wolfram temblaba, así como lo hacía todo su ser—. Así que tendrás que elegir, Majestad, o satisfacer tu curiosidad o yo.

—¿Te atreves a ponerme entre la espada y la pared?

Yuuri escudriñó el semblante de Wolfram y éste hizo esfuerzos para no desviar la vista.

—Yuuri, confía en mi —suplicó una vez más—. Será lo mejor para los dos.

—Me pides que confíe en ti, pero tu no tienes confianza en mí.

—Lo que tengo es un miedo atroz de perderte.

La expresión de Yuuri era seria, y revelaba qué difícil resultaba para él toda esta situación. Sin decir ni una palabra más, salió de la habitación a toda prisa, porque le estaba costando muchísimo mantener intacta la compostura.

Wolfram se encontró a solas, a solas como solía estar desde la muerte de Matt. Su garganta se contrajo y un miedo irremediable se apoderó de él. Ya no quería estar solo, se había acostumbrado a la compañía de Yuuri, lo necesitaba con el aire que respiraba. Y ahora estaba a punto de perderle.

No podía actuar de esa manera, se dijo con severidad. Como si no tuviera fuerzas para seguir luchando por su felicidad. Tenía que recuperar la confianza de Yuuri, como si su pasado no existiera y hubiera renacido el día que le conoció.

 

Continuará

 

 

Notas finales:

 

 

Muchas gracias por leer.

 

El próximo capitulo será corto. Ahora si espero tenerlo listo en pocos días... bueno no prometo nada. He pensado hacer cortos los capítulos para que no tengan que esperar tanto, pero a veces siento que quedaría entrecortado, así que no se, aún estoy decidiendo.

 

Nos leemos!!

Los quiero mucho!!!

Ah, y recuerden que me pueden encontrar en Wattpad como AlexisBielefeld9

 

 


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