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Las trampas del corazón por Alexis Shindou von Bielefeld

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Capítulo 23

 

Entre la vida y la muerte.

 

56—

 

 

Jeremiah entró a su dormitorio, como todas las mañanas, para alimentar a su compañera. Una enorme rata sería el platillo principal. Aquel roedor chillaba, se sacudía y ponía la cola rígida por la que era sostenido.

—¡Chloe, muñeca, el desayuno está listo! —Se dirigió a su armario tatareando una canción, que se vio interrumpida cuando no la encontró en el lugar donde se suponía debía estar—. ¿Chloe?

Se extrañó, frunció el ceño y tiró a la rata, que salió disparada hacia algún escondite. Con impaciencia comenzó a revisar todo el armario, los cajones, debajo de la cama, pero nada. Su serpiente debía estar ansiosa por cazar por su cuenta.

—Maldición —susurró.

—¡Buenos días, bobo! —Entró saludando Wolfram. Le pareció raro ver a Jeremiah tan serio, de pie frente a la ventana y la vista al frente, fija en un punto—. Oye, ¿así me recibes después de tres semanas de no vernos?

Jeremiah no reaccionó.

La preocupación se apoderó de Wolfram, se acercó a él y le acarició el pelo.

—Te tengo buenas noticias —prosiguió, aliviado al ver que Jeremiah volvía la vista hacia él—. Pienso nombrarte el segundo al mando de mi escuadrón, ¿que te parece?

—Vaya, hasta que por fin te dignas a mirar por los menos afortunados —respondió Jeremiah y le devolvió la sonrisa intentando disimular el temor ante la situación en la que se encontraban y cuyo rostro no lograba ocultar.

—Entonces, ¿aceptas? —Wolfram entrecerró sus ojos verdes con astucia. Aquello no era más que un intento por mantener su relación en un plano informal y evitar un interrogatorio incómodo, además de evitar que actuara por su cuenta.

—De acuerdo —asintió Jeremiah, que no dejaba de mirar hacia todos lados.

—¿Y a ti qué te pasa? —insistió Wolfram con el ceño fruncido. Ni en condiciones normales Jeremiah se comportaba tan extraño.

—Tenemos una situación de emergencia en el castillo. No se cómo, no se cuándo, pero Chloe se ha escapado del cuarto.

—¡Por un demonio! ¿Y por qué no me lo has dicho enseguida, hombre? —Sin perder tiempo, se dio la vuelta con la intención de buscarla para evitar una desgracia.

Jeremiah agarró a Wolfram del brazo y lo miró muy serio.

—¡Espera!

—¿Y ahora qué?

—Si atrapan a Chloe será sacrificada, y no estoy dispuesto a perderla. Debemos actuar con sigilo o esto no funcionará.

Wolfram sabía que Jeremiah tenía razón, pero no conseguía deshacerse del nerviosismo.

—Si no la encontramos enseguida, quién sabe que consecuencias habrán —dijo, sabiendo que Chloe era una maquina de matar, adiestrada para obedecer ordenes. Y la orden que Jeremiah más había repetido en los últimos días era matar a Yuuri—. ¡Debemos darnos prisa! Andando.

 

 

 

00—

 

 

 

Yuuri abrió la puerta de la oficina de Izura y entró derechamente y con paso firme. Se inclinó sobre el escritorio y preguntó impaciente:

—¿Ya has razonado lo suficiente como para firmar el divorcio de una vez?

Izura miró los papeles que se amontonaban frente a ella y lanzó un suspiro de queja.

—Te he hecho una pregunta, ¿has entendido los argumentos?

—Olvidalo, ni con argumentos nuevos, ni con nada. Si tu me dejas, la niña vendrá conmigo, con su madre —contestó Izura, con una voz tan inexpresiva como su rostro.

—No te das cuenta que solo quiero lo mejor para los tres.

—Me pides un imposible, y lo sabes.

Yuuri resopló con enojo por la nariz.

—Eres tu la que olvida que en toda documentación aparezco como el padre de la niña —intentó razonar.

Una fugaz sonrisa maliciosa arqueó los labios de Izura.

—Puedo demostrar lo contrario, aunque eso implicaría que Greta se entere de la verdad.

—¿Como puedes soportarte a ti misma? —se quejó Yuuri, con una mueca de incredulidad—. ¡Sabes que Greta estará mejor conmigo!

Izura se levantó de la silla.

—¿Acaso no sabes que una madre es capaz hasta de matar por su hija? —Se acercó a Yuuri bruscamente, plantando las manos sobre el escritorio y exclamó en voz baja:— Yo soy capaz de hacer cualquier cosa por Greta.

—Ya lo has demostrado, ¿no? —Un fugaz sonrisa acompañó aquel comentario de parte de Yuuri—. Te lo advierto, Izura, no hagas que utilice mi posición en tu contra. ¡Soy el Maou, y hasta tu debes doblegarte a mis mandatos!

—Cuando ya no se tienen argumentos se recurre a las amenazas.

—Solo estoy siguiendo tu juego al pie de la letra —Sólo unas pulgadas separaban las dos caras. La expresión de Yuuri era dura y feroz. Luego se apartó y añadió:— No te atrevas a poner a Greta en el penoso deber de decidir entre su padre y su madre, porque entonces saldrás perdiendo.

—¿Terminaste? —preguntó Izura, como si todo el tiempo hubiese esperado impacientemente sin ponerle atención.

Yuuri no respondió. Se dio cuenta que no se podía razonar con ella, y movió la cabeza varias veces con notoria decepción.

—Si ya terminaste, déjame sola —Izura volvió a tomar asiento mientras cruzaba una pierna—. Y cierra la puerta al salir.

Yuuri se dio vuelta para irse, mientras ella sonreía. Ya había comenzado a alejarse cuando oyó que lo llamaba.

—¡Y-Yuuri cuidado! —Su voz se notaba alarmada.

Él frunció las cejas, cansado de sus mentiras y de sus chantajes. Abrió la boca para hablar, pero un ruido en la puerta le hizo callar.

 

 

00—

 

 

Los salones del castillo rebosaban de actividad. Wolfram ya había revisado detrás de cualquier florero que se encontraba, debajo de todas las mesas y ni rastro de Chloe. Su preocupación aumentaba mientras se abría paso entre la gente. Caminaba observando cada rincón, cada gesto de las personas que le indicara peligro.

—¡Date prisa! —gritó.

—¡Es lo que hago, maldición! —exclamó Jeremiah.

Acababa de revisar un jarrón.

—Lo que faltaba —murmuró Wolfram—. ¿Puedes ser un poco más útil?

—¿Qué pasa, Honey-chan? —dijo Jeremiah de repente, enfadado—. Si quieres acusarme de algo, suéltalo ya. No voy a soportar esa mirada por más tiempo, así que resolvamos esto de una vez.

—¿De qué serviría? —se lamentó Wolfram, subiendo las escaleras—. Podría decirte muchas cosas, pero tú nunca me escucharías. Siempre haces lo que te da la regalada gana.

—Vamos, te sentirás mejor. Quieres decirme que me lo advertiste, ¿no es así? Lo estás deseando.

Wolfram se detuvo y encaró a Jeremiah.

—¿Por qué me provocas? No te he echado la culpa de nada...

—Pero lo piensas —Jeremiah entrecerró los ojos—. Piensas que yo solté a Chloe a propósito.

—¿Porque no habría de creerlo?, ya me lo habías advertido antes.

—Pero no de esta manera. No es parte del plan.

—¿Crees que soy idiota?, la traes contra Yuuri desde que llegamos —dijo Wolfram acusatoriamente—. ¿Vas a negar que ordenaste a Chloe acabar con él?

—Reconozco que sí. Lo hice —respondió Jeremiah—. Pero no soy tan estúpido como para actuar antes de tiempo. Endimión planeó el asesinato después de que te conviertas en su consorte, no ahora que solo eres su amante.

—Eso no te da el derecho de asesinar a Yuuri por tu cuenta —Wolfram agarró a Jeremiah por las solapas de la chaqueta—. Su vida me pertenece a mí.

—Si lo dejo en tus manos la misión será un fracaso.

—¿Por qué? —gritó Wolfram—. ¿Por qué sería un fracaso? —Acercó su rostro al de Jeremiah—. ¡Dame una buena razón para que no sea yo el que me encargue de Yuuri!

—Porque te has enamorado de él.

Wolfram, adquiriendo una notoria palidez, retrocedió un paso y negó con la cabeza.

—Estás loco.

Esperó que aquella frase fuese suficiente. Como una maldito cobarde, desvió la mirada.

Jeremiah lo sujetó de los hombros y lo obligó a darle la cara.

—Ahora niégalo mirándome a los ojos —pidió, más Wolfram no respondió—. Tu silencio es más elocuente.

Jeremiah lo miró con reproche. Había advertido su temor y sus dudas desde mucho tiempo atrás, pero no había querido comprobarlo hasta ahora.

Wolfram sentía un miedo tan grande que apenas podía respirar.

Miró de reojo a Jeremiah.

—Hablaremos sobre esto después, te lo prometo —aquello sonó más a una súplica—. Debemos llegar a la oficina de Yuuri, solo tu puedes calmar a Chloe.

Se dio la vuelta y siguió su camino sin darle ninguna explicación.

—¡Ahhhh!

Se escuchó.

Reconoció la voz. Era de su Yuuri.

—¡Noooooo, Yuuri!

Esa era Izura y su tono era claramente desesperado.

—¡Resiste, cariño...! —Volvió a gritar.

Wolfram temió lo peor, y entonces comenzó a correr con toda la fuerza que sus piernas le permitían seguido muy de cerca por Jeremiah.

 

 

00—

 

 

Fue un instante en que dirigieron sus miradas a la puerta, y entonces ambos se quedaron rígidos. Al pie de la misma, una serpiente se deslizaba lentamente hacia ellos. Sus venenosos colmillos estaban extendidos por toda su boca, dispuesta a atacar en cualquier momento.

—¡Yuuri!

—¡Detrás de mi!

A Izura se le puso el corazón en la garganta y echó a correr detrás de su marido, quien se colocó delante de ella con los brazos extendidos. Ella se aferró a su espalda con mucho miedo.

Yuuri maldijo en sus adentros, nunca hubiera imaginado que se enfrentaría a algo similar y lo peor era que no tenía un arma consigo.

La serpiente seguía acercándose. Yuuri estaba absolutamente inmóvil. Escuchaba la respiración nerviosa de Izura en su oreja y el siseo del animal rastrero. No podía moverse hasta que lo hiciera la serpiente, consciente ya de estar en su mira.

Dieron un paso hacia atrás con absoluta cautela, lo que hizo que le serpiente se alebrestara más y se irguiera en todo su esplendor. Era un ejemplar impresionante y aterrador.

—¡Oh, Yuuri, ¿que vamos a hacer?!

—¡Tranquila! —dijo Yuuri—. ¡No te muevas!

La serpiente no dejaba de sisear, esta vez lanzando veneno a diestra y siniestra. Entonces se abalanzó sobre Yuuri para atacarlo. Yuuri se desplazó a un costado, evitando ser alcanzado por aquel animal endemoniado, mientras el aura azul de su Maryoku lo rodeaba. En la carrera, extendió su brazo y apretando con fuerza envió un gran chorro de agua sobre la serpiente.

La serpiente retrocedió, aunque el agua pareció no tener efecto en ella. Chloe se volvió y se lanzó de nuevo contra Yuuri a medida esquivaba los chorros de agua que éste le lanzaba.

—¿Pero que clase de adiestramiento ha recibido esta víbora?—. Volviéndose, encaró al animal y volvió a lanzar otro chorro de agua—. ¡Lo esquiva todo!

—¿Qué hacemos? —preguntó Izura con una punzada de desesperación en la voz, resguardándose en todo momento detrás de Yuuri.

—¡Que no nos alcance! —advirtió Yuuri—. Es extraño, pero nada la distrae. Pareciera que su único objetivo es clavarme sus colmillos.

Izura miró a la serpiente.

—¡Entonces debemos separarnos! —gritó, intentando llamar la atención de ella mientras corría en dirección contraria a Yuuri.

La astuta serpiente se abalanzó sobre Izura para morderla.

—¡Cuidado!

Veloz como el rayo, Yuuri derribó a la serpiente. Por desgracia, no fue tan rápido como para evitar que sus colmillos se hundieran en su antebrazo, que se clavaron con tal potencia que las capas de tela que conformaban su vestimenta se rasgaron.

—¡Nooooooo, Yuuri! —gritó Izura totalmente consternada.

La serpiente ya había descargado su ponzoña, sus dientes estaban al descubierto, el furor ardía en sus ojos y la sangre brotaba del brazo de Yuuri como un hilo.

 

 

 

00—

Wolfram entró al despacho cuya puerta estaba abierta. Izura yacía en el suelo con Yuuri en su regazo, que se debilitaba según el corazón le bombeaba veneno en las venas.

Unos guardias empezaron a gritar. Gunter, Gwendal y Conrad llegaron de inmediato.

—¡Oh, Majestad! —gritó Gunter con el corazón casi saliéndose del pecho.

—¡Yuuri! —exclamó Conrad alarmado, acercándose a toda prisa para socorrerlo.

—¡¿Que fue lo que pasó?! —exigió saber Gwendal.

—¡U-una-una víbora nos atacó! —consiguió decir Izura, hipando del llanto—. ¡Resiste, mi amor! —pidió tomando su rostro entre sus temblorosas manos.

Wolfram la miró de hito en hito y los celos lo atacaron un poco.

—¡¿Cómo que una víbora? ¿En donde diablos está?!

El grito de Gwendal hizo a Wolfram reaccionar. Miró hacia todos lados pero al parecer Chloe había logrado escabullirse. Jeremiah tampoco estaba por ninguna parte.

Se dio cuenta que no había tiempo que perder por tonterías, el veneno de Chloe era demasiado rápido para matar a su victima. Debía actuar rápido.

—Con cuidado, Lord von Voltaire —suplicaba Izura a Gwendal, que había tomado a Yuuri en brazos para trasportarlo a la habitación real.

—¡Llamen a Gisela! —ordenó Gunter—. ¡De inmediato!

Wolfram agachó la cabeza y se hizo a un lado para dejarlos pasar. Ninguno reparó en su presencia al parecer, estaban demasiado preocupados por Yuuri, salvo una persona que colocó una mano sobre su hombro para reconfortarlo.

—Descuide, joven Dietzel —le dijo Conrad—. Su Majestad es joven y fuerte.

A Wolfram se le hizo un nudo en la garganta.

Sin decirle nada más, Conrad salió a toda prisa y lo dejó a solas.

Respiró profundamente para darse valor ante lo que tendría que afrontar, y se dirigió a la habitación de Jeremiah.

 

 

 

00—

 


Le tomó solo unos cuantos minutos llegar a la puerta de Jeremiah. Había corrido a todo lo que sus piernas podían y aún así deseaba poder correr con mayor velocidad.

Wolfram tomó el picaporte y oyó ruido procedente dentro de la habitación. Unos pasos rápidos, la puerta del armario abriéndose.

De repente, los nervios lo atacaron. Después de todo lo que Jeremiah había descubierto, ¿Cómo esperaba que le ayudara?

—«¡Solo se valiente por una maldita vez en tu vida!» —se reprochó—. «Cada pensamiento estúpido es un segundo de vida que pierde la persona que amas»

Entró y cerró la puerta de madera a su espalda.

Jeremiah terminaba de guardar a Chloe. Cuando lo miró no le dirigió la palabra, pero se apoyó de espaldas a las puertas del armario y se cruzó de brazos, esperando que él lo hiciera primero.

—Dame el antídoto, por favor —pidió.

—¿Por qué? —replicó Jeremiah—. ¿Por qué tengo que salvarlo? ¡Lo detesto!

—¡Pero yo lo amo!

Jeremiah se acercó a él. Su mirada era fría y dura. Wolfram retrocedió sin darse cuenta.

—¿Qué te ocurre? ¿Te ha gustado ser su puta personal, o te has embriagado de poder?

—No soy de piedra, ponte por un momento en mi lugar. Me forzaron demasiado, más que a ningún otro, pero nadie puede matar a los sentimientos para siempre. Ellos pudieron estar dormidos, pero al encontrar a la persona correcta era más que obvio que iban a despertar.

—¿Y que hay de nuestra libertad? ¿Cómo es posible que fueses a abandonarnos? No… —Jeremiah se detuvo. Era imposible no ver la decepción en su rostro—. No me entra en la cabeza.

—No es lo que crees. No pienso que hayamos fracasado, pero hay otra manera de arreglar las cosas.

Jeremiah se echó a reír.

Debía de haber oído mal. Porque era imposible que Wolfram fuera tan cínico.

—No quieras verme la cara de estúpido, Wolfram. ¡Basta ya! —suplicó—. Hasta mi paciencia por ti tiene un límite.

—No puedo hacerle daño a la persona que amo —dijo Wolfram—. Pero regresaré por los demás, ¿qué creías? ¡Son mi familia, idiota! ¿Se te ha pasado por la cabeza que les abandonaré?

—Ya hemos tenido esta conversación antes, si Endimión lo descubre…

—No lo descubrirá.

—Solo es cuestión de tiempo —refutó Jeremiah—. Tiene espías por todas partes.

—Entonces asumiré las consecuencias de mis actos, consciente de haber luchado por lo más importante para mi. Ya no pienso arrastrarse a los pies de un dictador, me niego seguir derrumbando los sueños de inocentes, me niego a seguir siendo un asesino de Blazeberly.

—Te matará, Wolfy —Jeremiah lo agarró por los hombros y lo zarandeó—. Te matará, y querrá que yo presencie todo para castigarme por habértelo permitido.

—Habré vivido lo suficiente para ser feliz —Wolfram apenas logró contener las lágrimas—. Disfrutaré cada instante como si fuese el último. Matt deseaba que yo fuera feliz, pero si no es al lado de Yuuri mi felicidad no está completa. Por eso…

—Por eso… —Con un huracán de sentimientos confusos, Jeremiah vio como Wolfram extendía el brazo frente a él.

—Por eso pienso salvarlo cueste lo que me cueste, y si me tengo que poner de rodillas frente a ti lo haré —Jeremiah retrocedió. Wolfram respiró hondo y dijo:— Jeremy, dame el antídoto, te lo suplico.

Al ver aquella mirada, Jeremiah no pudo escapar de los recuerdos.

 

 

000000—

 

 

Si yo llego a faltar, prometeme que cuidarás de él.

¿De que hablas, Matty?, nada malo te pasará, no si yo estoy ahí para protegerte.

No hay nada que me preocupe más que la felicidad de Wolfy-chan —El rostro de Matthew adquirió un semblante comprimido—. Pero es tan solitario y reservado que temo que no encuentre a alguien especial.

Te tiene a ti, ¿no es así?

No es lo mismo.

Matthew esbozó una sonrisa, pero aún parecía medio dormido. Se removió en la cama, acercándose a Jeremiah, que lo cubrió con sus brazos.

Quiero que Wolfram tenga la oportunidad de algo como esto —añadió, cambiando su semblante a uno serio—. Pero eso no será posible mientras sigamos con esta vida de mierda.

Jeremiah estuvo tentado de recordarle que era su amante, y que la vida que llevaban no era tan mierda como la describía, pero no sería justo, teniendo en cuenta que su relación era un secreto, y que su destino seguía en manos de su amo.

Haré todo lo que esté en mis manos para que mi hermano sea feliz —Fue lo último que dijo Matthew, palabras a las que Jeremiah no pudo entenderles su verdadero significado, hasta que fue demasiado tarde.

 

000000—

 

 

—Bien, quieres que te suplique, lo haré —dijo Wolfram, sacando a Jeremiah de sus pensamientos. Sus rodillas estaban a unos centímetros del suelo cuando, de pronto, Jeremiah lo agarró por los brazos y le ayudó a incorporarse.

—¡No!… No tienes que hacer eso —Se dio la vuelta de mala gana, y sacó de la cajón un frasco con una sustancia transparente como el agua y se lo entregó—. Tienes quince minutos para salvarlo.

—Gracias, Jeremy. —El hermoso rostro de Wolfram se iluminó. Jamás le había dirigido a él una mirada tan tierna como esa—. Prometo que voy a compensarte, no se como pero lo haré. —Y tras decir esto se dio la vuelta y salió de la habitación.

Jeremiah se quedó ahí, pensativo y melancólico.

 

000000—

 

¿Que te pasa? —preguntó Jeremiah, arrinconando a Matthew en la pared, en la oscuridad de la noche, a escondidas de todos—. Desde hace unos días has estado evitándome, ya ni siquiera me diriges la palabra.

Estás exagerando —respondió sin darle la cara—. Déjame en paz, ¿quieres?

¿Déjame en paz?, oye ¿te has golpeado la cabeza? Te comportas tan extraño conmigo, me evitas, ya ni siquiera se si estamos juntos, ni siquiera se que nombre ponerle a nuestra relación, ¿que futuro tiene lo nuestro?

Matthew le dirigió una mirada dura.

Ningún futuro.

Matt…

Te lo digo enserio, nuestra vida es una puta mierda y lo sabes. Alejate de mi, líate con quien quieras, bésate con quien quieras, métete con quien quieras. Lo nuestro ha terminado.

Jeremiah retrocedió, lastimado.

Yo solo quiero estar contigo —dijo en un hilo de voz.

Y yo, pero también añoro mi libertad, y si seguimos juntos… solo cortas más mis alas.

 

 

000000—

 

 

—Intentaste escapar —dijo Jeremiah con una amarga sonrisa—. Terminaste conmigo porque no querías lastimarme, porque sabías que iba a intentar detenerte. Construiste una barrera entre nosotros para huir con Wolfram, porque sabías que iba a hacer lo que fuera para detener esa locura —Las lagrimas comenzaron a brotar de sus ojos, tan saladas como su dolor—. Entonces yo cometí el error más grande de mi vida. Perdóname, Matty… perdóname.

 

 

00—

 

 

Wolfram por fin llegó a la recamara real. Respiraba con dificultad, casi faltándole el aire. Había corrido tan rápido como sus piernas le permitieron. Al entrar, miró a todo un séquito de personas rodeando a su prometido. Gisela y Lady Anissina eran las que lo auxiliaban con aparatos extraños, y los demás observaran con los nervios a flor de piel.

—¡Tienes que despertar, amor! —Izura había repetido la frase cientos de veces desde que habían colocado a Yuuri en el lecho. Daba vueltas una y otra vez, con un pañuelo en la mano para secarse las lágrimas que no dejaban de derramarse de sus ojos.

Gunter estaba junto a Gwendal, observando cómo su hija atendía a su querido Maou.

—No lo soporto, Gwendal. No soporto verlo así —sollozó—. Mi pobre Majestad, tan vigoroso, tan fuerte, tan valiente… Postrado en cama, luchando por su vida.

—No debes desanimarte —respondió Gwendal más serio que nunca—. Anissina dice que tiene posibilidades de vivir.

—Pero sin el antídoto… —Gunter no pudo ser capaz de terminar aquella frase, pero fue justo a tiempo para escuchar los delirios del rey.

—Wolfram…Wolf…

Yuuri sentía los párpados pesados y un dolor intenso en todo el cuerpo. Su respiración era entrecortada, jadeante, y sentía los brazos entumecidos e inertes.

Wolfram entró a la recamara con firmeza, pasó al lado de Izura sin mirarle siquiera. Apartó de sus pensamientos las represarías y las críticas, y se concentró en Yuuri, quien notó que le sostenía la mano pero no podía sentir su contacto.

—Wolf…

Wolfram le acarició el pelo con mano temblorosa para después posar sus labios en su frente en un tierno beso protector.

—Yuuri, por favor, tienes que ser fuerte. Te he esperado toda la vida. Te necesito, amor —se le quebró la voz—. Te necesito mucho.

Izura se enfadó tanto que lo agarró del brazo y lo jaló.

—¡Pero como se atreve! —dio el grito al cielo—. ¡Largo de aquí! ¡largo!

Todos se escandalizaron por la escena. Era el momento de comprobar si el joven Dietzel opondría resistencia, si desafiaría abiertamente a la reina. Conrad no lo dudaba.

—Está muy nerviosa, será mejor que salga de aquí —se atrevió a ordenar Wolfram a Izura—. No ayuda en nada que se ponga a gritar.

Las pupilas de Izura se empequeñecieron de la indignación.

—¿Qué no me escuchó? ¡Largo! —repitió—. ¡Yo soy su esposa! ¡Tengo todo el derecho a permanecer aquí con él!

—Pero es a mí a quien llama.

—¡Le voy a enseñar a respetar! —Izura estaba a punto de echarse contra Wolfram, pero fue Gwendal quien lo impidió—. ¡Suélteme! ¡Le digo que me suelte!

—Se van a retirar todos —ordenó Gisela con tal seriedad que todos se quedaron inmóviles—. Tantas personas alrededor no le hacen bien a Su Majestad y no me dejan concentrarme, así que les pediré que se retiren de aquí ahora mismo.

Izura intentó oponerse.

—No puede echarme de la habitación, soy la esposa del herido —protestó indignada—. Él lo hizo por protegerme.

—No estoy poniendo eso en discusión, Majestad —respondió Gisela firmemente—. Pero debe salir de aquí para que yo pueda atenderlo.

—Querida, vamos, nada podemos hacer más que esperar y confiar en Gisela —intervino Anissina. Se acercó a Izura y la condujo a la salida.

Uno a uno fueron saliendo, pero Wolfram no se movió de su sitio.

—Gisela, yo se de Majutsu curativo, por favor déjeme quedarme —suplicó. Gisela se mordió el labio inferior, pensativa—. Por favor, confíe en mí.

—Está bien, quédese —decidió la doctora al ver los ojos sinceros y suplicantes de Wolfram y escuchar el llamado constante del rey hacia él.

—Gracias.

Wolfram tomó su lugar a un lado de la cama mientras Gisela se posicionaba en el otro. Todo el mundo había salido de la habitación como la doctora había ordenado.

—Necesito que confíe en mi, Gisela —dijo Wolfram de repente, adoptando una postura seria—. No me haga cuestionamientos, solo necesito que confíe en mí.

Gisela frunció el ceño.

—¿Qué intenta decirme, joven Dietzel? —preguntó intrigada.

Wolfram sacó el antídoto de la bolsa del pantalón.

—Es el antídoto del veneno —confesó al entregárselo—. Debemos administrárselo ya mismo, hemos perdido demasiado tiempo.

Gisela se quedó quieta por un momento, observándolo con recelo. ¿De dónde había sacado el antídoto del veneno? ¿Cómo sabía que era el antídoto correcto para tratar al rey? ¿Acaso él sabía de donde había provenido el ataque? Aquellas eran exactamente las preguntas que el joven Dietzel no quería que le formulara. Era todo un misterio, pero decidió creer en él.

—Bien, tenemos que darnos prisa —Gisela destapó el cuerpo de Yuuri, y Wolfram se llevó las manos a la boca para no gritar. Todo su torso había adquirido un tono violeta y la herida en el antebrazo se había hinchado a más no poder—. Esperemos que no sea demasiado tarde —dijo Gisela. Wolfram sintió que el mundo se le venía abajo—. Su Majestad tiene mucha fiebre. Tiene que intentar bajársela y asegurarse que siga consciente.

Los dos se pusieron en acción.

Gisela preparó la intravenosa y Wolfram agarró las toallas húmedas y un recipiente con agua para bajarle la fiebre.

Yuuri alzó los ojos para mirar a Wolfram, de rodillas junto a él, que mojaba las toallas en el recipiente para ponerlas sobre su frente. Vio que tenía el rostro surcado por las lágrimas. Levantó la mano para acariciar su rostro, pero tenía los dedos como dormidos.

—Wolf… aquí estás…

—No trates de hablar —dijo él con voz quebrada por el llanto—. Tienes que reservar tus fuerzas.

Yuuri trató de humedecerse los labios. Los sentía resecos. Trató de tragar, pero sentía hinchada la garganta. El dolor en el cuerpo se hizo más agudo, más intenso. Con sus últimas fuerzas le tomó el rostro entre las manos.

—Te... amo —susurró con un último resto de conciencia—. Nunca lo… olvides… —Vio a Wolfram inclinarse hacia él, le pareció que le imploraba que no sucumbiera, que no lo dejara, pero se le cerraron los ojos y el mundo se tiñó de negro.

—Yuuri, por favor... Abre los ojos. —La voz apenas resultaba perceptible—. Ábrelos. No puedes dejarme. Te necesito.

Miró a Gisela con desesperación.

La doctora comenzó a reanimarle. Colocó la palma de una mano en el centro del pecho y la otra sobre ésta, y comenzó a comprimir una y otra vez.

—No me hagas esto, Yuuri, ahora no. Tienes que vivir, vamos —Wolfram tomó aquella mano fría entre las suyas—. ¡Yuuri! —chilló—. ¡Despierta!

Él no reaccionó. Estaba pálido, inmóvil. Como si de verdad ya fuera demasiado tarde.

—¡Vamos, reacciona!

Gisela presionaba sobre el pecho con más fuerza, agotando hasta el último aliento.

—No morirás, ¿me oyes, Yuuri Shibuya? Abrirás esos grandes ojos negros y me obedecerás —comenzó a decir Wolfram completamente abatido y extasiado. No podía morir. No podía dejarlo. Quería ser su esposo. Quería llevar a sus hijos en sus entrañas.

Yuuri no reaccionó.

—Te casarás conmigo, ¿me oyes? Me lo pediste; ahora cumplirás con lo prometido.

Nada.

—Te estoy hablando, Henachoko. Te amo, ¿me oyes? Vamos a casarnos, y...

Enérgicamente, Gisela se decidió a intentarlo otra vez. Estaba presionando sobre el pecho helado cuando el milagro ocurrió. Los ojos de Yuuri se abrieron inesperadamente.

—Vamos a casarnos y tendremos muchos hijos… —Con las pocas fuerzas que tenía logró esbozar una hermosa sonrisa.

Se quedaron en silencio, observándose.

—Todo va a salir bien —dijo Wolfram con un hilo de voz—. Ya estás a salvo.

Yuuri cerró los ojos y trató de respirar con normalidad. Iba recuperando lentamente el color en sus mejillas.

—No me dejes solo, por favor —pidió.

Wolfram se inclinó sobre él y le cubrió los labios con un beso.

—No voy a hacerlo —susurró—. Estaré contigo para siempre.

 

 

 

00—

 

 

 

Jamás, en toda su vida, a Wolfram una noche le había parecido tan larga. Estuvieron toda la noche asegurándose que le bajara la fiebre y que el suero acabara de surtir el efecto esperado, sosteniéndole la mano en todo momento. Cuando Yuuri por fin se durmió profundamente, Wolfram se sentó a su lado para vigilar su estado.

—Descuide, joven Dietzel —dijo de pronto Gisela con una sonrisa—. Lo peor ya ha pasado. Su Majestad está fuera de peligro.

El corazón de Wolfram volvió a su sitio. En un impulso se levantó y corrió a abrazarla, agradeciéndole una y otra vez.

—¡Muchas gracias, Gisela-san!

La muchacha correspondió el abrazo.

—No lo habría logrado sin su ayuda. Usted será un buen compañero para él, y un buen rey para Shin Makoku.

Se separaron. Wolfram la miró y notó que ella lo observaba dulcemente y su mirada lo reconfortó por dentro.

—Debo ir a informarle a los demás que Su Majestad ya se encuentra estable. Deben estar muy preocupados —El semblante de Wolfram cambió a uno triste, pues sabía que Izura lo iba a echar de la habitación en cuanto entrara. Gisela tomó las manos de él entre las suyas—. Quédese el resto de la noche con él. Ordenaré a los demás que no disturben el descanso de Su Majestad.

La doctora se sintió aún más contenta al ver cómo aquel favor sin importancia le imprimía a Wolfram un brillo en los ojos.

—Ha sido un día largo y extenuante —mencionó antes de salir—. Si desea asearse, el cuarto de baño está al otro lado de esa puerta —señaló.

—Lo haré, muchas gracias.

Gisela le puso seguro a la puerta, mientras Wolfram volvía a sentarse en la silla al lado de la cama para seguir cuidando de su prometido.

 

 

 

00—

 

 

Yuuri despertó.

Abrió los ojos con dificultad y parpadeó pesadamente hasta que se acostumbraron a la luz. A juzgar por la posición de los rayos del sol que se filtraban por las ventanas, debía de estar amaneciendo.

Tenía la boca un poco reseca, pero movió los dedos de los pies y de las manos y se dio cuenta que el entumecimiento había desaparecido. Revisó el vendaje de su brazo. Su torso estaba desnudo, pero tenía puesto el pantalón de la pijama.

Se sentó para después tomar la jarra de agua y beber un largo sorbo del vaso. Luego miró hacia los lados como si presintiera la presencia de alguien.

—Yuuri —dijo Wolfram, que acababa de salir del baño, envuelto en un albornoz—. ¡Oh, no sabes el susto que pasé!

Él sonrió al recibir a Wolfram en sus brazos, que lo llenaba de besos y mimos.

—¡Tuve mucho miedo de perderte! —Lo abrazó fuertemente mientras lágrimas de felicidad brotaban de sus hermosos ojos verdes.

Yuuri, con sus dedos, limpió el rostro de Wolfram dulcemente.

—Todo está bien ahora —lo reconfortó, besando sus cabellos húmedos—. Ya, ya pasó, mi amor.

—¿Cómo te sientes?, ¿necesitas que te traiga algo?

Yuuri esbozó una sonrisa socarrona. Había escapado de las garras de la muerte, y ahora tenía a su prometido en su cama, en paños menores, ¿que más podía pedirle a la vida?

—Nunca he estado mejor —contestó—. No es nada; volveré al trabajo mañana mismo, o a más tardar pasado.

Al ver el deseo y la necesidad reflejados en el rostro de Yuuri, Wolfram no quiso pensar ni en Izura, ni en Endimión, ni en las lealtades, ni en los secretos. Le bastaba con tenerlo a él, le bastaba con tener aquellos ojos negros que lo miraban con amor. Se dio cuenta que lo único infalible que tenían era el presente y que en la vida cada minuto cuenta como el último.

Entonces tomó la cara de Yuuri entre las manos y lo besó, abriendo sus labios para él, alentándolo a invadirlo con su lengua.

Con un ronco gemido, Yuuri hizo caso a su invitación y le respondió con arrebato, deslizando las manos por su cuerpo debajo del albornoz; aquel cuerpo frío, suave, y con olor a lavanda y jazmín.

—Wolf, no me provoques así —le suplicó cuando separaron los labios—. No soy ningún santo, y te he deseado desde el primer instante en que te vi.

Recordó aquel día. Wolfram estaba mojado por completo debido al aseo general de novatos, debajo de aquel pedazo de tela blanca que translucía la piel de su amado.

—Quiero que me poseas —respondió Wolfram con una insinuación de lujuria en la voz—. Hazme el amor, por favor. Te deseo. Te quiero.

—Oh, Wolfram... —susurró Yuuri en tono profundo y ronco—. ¿Estás completamente seguro? Porque si me dices que sí ya no voy a parar hasta marcarte como mío.

Sin dudarlo, Wolfram volvió a besarlo e introdujo la lengua en su boca, hasta que la incredulidad de Yuuri desapareció por completo y comenzó a jadear.

Lentamente, con mucha delicadeza, Yuuri empezó a deshacer el nudo del albornoz, deslizándolo hasta dejar sus hombros desnudos. Bajó la cabeza a los pezones expuestos ahora a su boca anhelante.

—Yuuri… —Wolfram pronunció su nombre con un gemido, mientras acariciaba con los dedos los cabellos rebeldes de su amante, estrechándole inconscientemente contra sí. Con un decidido tirón, el albornoz descendió hasta su cintura. Yuuri, incapaz de esperar, se llevó a la boca un rígido y rosado pezón, lamiéndolo con la lengua y rozándolo suavemente con los dientes—. ¡Ah!

Un intenso calor recorrió a Wolfram por todo su cuerpo, y se detuvo en su entrepierna. Su erección se hacía cada vez más evidente.

Yuuri lo giró con cuidado, colocándolo sobre la cama con delicadeza, mientras sobre su frente caía en desorden el pelo negro como el azabache.

Wolfram le pasó los brazos por la espalda, recorriendo sus sólidos músculos, y suspiró al notar su incipiente erección sobre su muslo. Lo único que existía en el mundo en aquel instante era el cuerpo de aquel hombre al que tanto deseaba, su olor, sus deliciosos labios, sus ardientes caricias. El amor. El anhelo. La pasión.

Entre besos, Yuuri se posicionó entre sus piernas y le quitó el albornoz por completo, arrojándolo a los pies de la cama.

Wolfram abrió los ojos y observó cómo la voraz mirada de Yuuri recorría su desnudez. Trató de cubrirse con inocente pudor.

—No. —Yuuri se lo impidió con expresión de absoluto deseo en el rostro—. Eres perfecto. No te escondas de mí jamás.

Con el corazón palpitando a mil por hora, Wolfram se quedó completamente expuesto y excitado ante sus ojos. Yuuri vio que temblaba, pero que ya no intentaba cubrirse, y emitió un rugido de satisfacción al contemplar finalmente el cuerpo desnudo de su prometido en todo su esplendor.

Deslizó una mano por su cuerpo. Tenía la piel suave y húmeda. Se agachó para besarlo y fue recibido con la misma pasión.

Se deslizó cama abajo hasta colocar la cabeza entre sus muslos. Wolfram gimió al tiempo que Yuuri se inclinaba para tocar con la lengua su pene. Yuuri le separó las piernas y pasó la lengua por su sexo de nuevo hasta engullirlo totalmente. Lo lamió, lo chupó, notando cómo su rubio prometido se tensaba a medida que se acercaba al orgasmo.

—¡Yu-Yuuri! —Wolfram volvió a gritar, pero se tapo la boca con la dos manos. Se arqueó otro poco más, produciendo un gemido más fuerte que los anteriores. Su vista nublada y su cuerpo no dejaba de estar caliente y temblar—. Amor… por favor, por favor, yo… —No sabía qué le imploraba, pero, de pronto, gritó fuertemente y la oleada del clímax lo paralizó un instante antes de convertirlo en un manojo de espasmos de placer.

—Sabes muy bien, cálido y dulce —Yuuri se elevó a la altura de su rostro y se le puso encima. Lo besó con pasión descontrolada, le metió la lengua entre los labios hasta dejarlo sin aliento mientras le retiraba el cabello sudado de la frente.

Wolfram era incapaz de pensar con lucidez, pero sabía que no deseaba estar haciendo otra cosa más que lo que estaba haciendo con su prometido. Estaba justo donde quería.

—Yuuri... —Un deseo intenso comenzó a desatarse en su parte más profunda, que aún no se había calmado de las atenciones anteriores. Tras haber sentido el placer que le había dado, su cuerpo quería todavía más, quería tenerlo dentro—. Yo también quiero acariciarte...

Empezó a desabrocharle los botones del pantalón. Suspiró de placer al notar que el pene de él quedaba libre y que estaba completamente excitado.

Yuuri se dejó hacer. Gimió al sentir los labios de Wolfram bajar por su barbilla y su cuello hasta llegar a su pecho. Él continuó bajando, repartiendo besos por el torso del moreno, besando cada milímetro de su cuerpo.

—Te deseo, Wolf —gimió Yuuri—. Te deseo ahora.

—Hazlo… Tómame, Yuuri.

Wolfram se acostó en la cama y Yuuri reposó su cuerpo sobre el suyo mientras sus dedos, gentiles y expertos, facilitaban el camino para la posesión. Se puso entre sus muslos, le separó las piernas con las rodillas y se colocó en medio de estas con el pene erguido directo a su entrada. Wolfram se estremeció un poco, y Yuuri tuvo que besarlo para tranquilizarlo.

—Dolerá un poco.

Wolfram asintió, consciente de ello. Él lo poseyó dulcemente, tan dulcemente que apenas si hubo un instante de dolor, y luego se deslizó dentro de la estrecha cavidad.

Por fin eran uno solo.

Yuuri comenzó a mecerse con cuidado, deslizándose dentro y fuera. Después de eso se desconectaron del mundo a un lugar donde solo existían los dos. Las caderas de ambos se movían en un vaivén y a un solo ritmo, con amor, con tranquilidad sintiendo cada toque, cada roce.

Las vibrantes contracciones de Wolfram oprimieron el miembro de Yuuri, que no dejaba de atender el pene de su rubio con la mano, y, finalmente, llegaron al mismo tiempo al clímax. Yuuri vaciándose dentro de Wolfram y éste en la mano de él.

Con el sol bañándolos, los dos amantes yacieron inmóviles en la cama, entre las sábanas arrugadas y calientes, y durmieron abrazados.

 

 

 

 

 

 

 

 


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