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“Te daré un regalo ¿Un regalo? Tú solo disfruta”
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Soñó, se había dormido a un lado del árbol junto Sasuke. Recordaba esas palabras, antes de que todo empezara. ¿Se refería al bebé? Tendría que darle gracias entonces por el grandioso regalo. ¿Pero cómo lo hizo?
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— No hay otra forma — volteo a ver al rubio que le gritaba — ya está hecho
Un perro de pelaje negro con ojos rojos brillante como la sangre, con un collar y cadenas colgando de él pareció. El rubio retrocedió un paso, desequilibrándose al ver al perro y sus colmillos, ese perro era peligroso. Demasiado
— ¿Por qué me invocas humano? — hablo el perro de manera despectiva
— Necesito encontrar a un duende — le mostró la bolsa, que el perro tomo con su hocico y aventándola lejos
— Nadie me da órdenes — el azabache no se inmutó — ¿sabes con quien estás hablando?
— Con un perro-demonio — soltó como si nada
— ¿Un perro-demonio? — Ironizó — Ja, este perro-demonio, puede destrozarte
— Mmm, ¿lo quieres probar? — lo desafió poniendo una sonrisa de suficiencia
— Itachi, no creo que… — hablo el rubio desde atrás. Lo mando a callar con una mirada
— Me gustas humano — tomo la palabra el perro — te ayudare, pero a cambio quiero a ese — señalo con el hocico al rubio
— De acuerdo, pero solo cuando lo hayas encontrado — el otro tembló, ¡lo estaba ofreciendo en sacrificio!
El perro esbozó una sonrisa tétrica, se acercó a la bolsa y la olfateo. No era algo tan difícil, ya lo tenía
— Sígueme — ordenó. El azabache volteo al rubio y le sonrió. ¿Qué significaba eso?
…
— Es… — su voz se ahogó
— Un urco, un perro del infierno — termino el peli-plata — tenemos que seguirlos
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— ¡¿Qué mandaron a quién?! — Gritaba la rubia en su despacho al espejo donde se reflejaba una mujer de cabellos negros, con unos mechones en su cara
— ¡¿Podrías dejar de gritar?! — gritaba la otra
— ¿Pero por qué mandaste a ese?
— Es el mejor mago de nuestro mundo — dijo con gran orgullo — además que era el que estaba más cerca — termino en un susurro viendo a otro lado
— ¡Será el mejor pero es un inepto!
— ¡Más respeto Tsunade!
— ¡Es la verdad Mei! — entraron en una batalla de miradas que duraría milenios de no ser por la afortunada interrupción
— Tsunade-sama — la secretaria de la rubia entraba al despacho
— ¿Qué sucede ahora Shizune? — pregunto girando el rostro para ver a la recién llegada
— Es otra vez Konohamaru, quiere salir a buscar a Naruto
— Parece que estas ocupada, entonces me voy — se despidió con una sonrisa triunfal y un gesto de mano
— Espe… — se rompió la conexión — ¡Tráemelo! — y la chica corrió, alguien pagaría por eso
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Había dejado a Sasuke debajo del árbol junto con Matatabi vigilándolo. ¡Qué le daba miedo dejarlo solo en ese lugar! Capaz y aparecía algún loco, que ya iban dos veces que se infiltraban en ese lugar que según Kurama nadie conocía y era imposible de encontrar. ¿Entonces como entro Jiraiya y Sasuke? Más vale prevenir
Estaba entrenando con Gyuuki, tratando de producir rayos y lanzarlos, eso era difícil. Ya había logrado expulsar agua de su boca, con Isobu. Fuego con Son Gokuu. Producir vapor con Kokuoo. Ácido con Saiken. Viento con Choumei. Solo le faltaba Gyuuki y Kurama.
Era divertido, sí, lo era. Pero agotador, demasiado agotador. Apenas y lograba sacar chispas. Qué le duraban como unos 7 segundos. Pero no se rendiría, ¡no! ¡Nunca!
Estaba en ello, contando los segundos. 1, 2, 3, 4, 5, 6… cuando llegara a diez intentaría lanzarlo 7, 8… solo un poco más 9… y puf… se esfumo y se tiró al suelo, dando vueltas.
¿Por qué era tan difícil?
— ¡Vamos chico! — Lo alentaba el pulpo — ¡Ya casi lo tienes!
— Solo 5 minutos — estaba cansado, dirigió su vista donde estaba el zorro y vio la cara de horror que tenía Jiraiya, apresado aún bajo la pata de Kurama — ¿Qué le pasa? — preguntó al aire
— Nada importante, vamos — le quito importancia y el chico se levantó olvidándose de su cansancio
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— ¿Dices que Sasuke te pidió que le dieras helado? — le preguntaba una rubia de coleta a una peli-negra con una pancita de unos dos meses
— Sí, hasta me dijo que tenía suerte de tener a Neji — caminaban por las callecitas que formaban los honguitos
— Qué extraño, hablando de él, no lo he visto, ¿sabes a donde se fue?
— No sé, deberíamos preguntarle a Sakura — que justamente pasaba por ahí
— ¡Hey Sakura! — le llamo la rubia
— Hinata, Ino ¿Qué tal están?
— Bien
— ¡Qué linda pancita se te hace! — sonrieron ante el comentario
— Gracias — le contesto la peli-negra ante el gesto
— Oye Sakura, ¿Sabes dónde fue Sasuke? No lo he visto en todo el día. Ya sabes que estaba entrenando estos últimos días, pero he ido al campo de entrenamiento y no lo he encontrado
— Ah, sobre eso… — se puso nerviosa, ¿Qué decía? ¿Qué Sasuke se escapó de la aldea con un artilugio antiguo y Tsunade-sama está furiosa?
— No mientas, qué ya tenemos suficientes dudas con eso de que Naruto se fue a entrenar con Jiraiya-sama después de que lo buscamos como locos por el bosque
— Este… ¿Por qué mejor no le preguntan a Tsunade-sama? ¡Mira ahí viene! — Las chicas se voltearon y efectivamente estaba Tsunade-sama halando de la oreja a un duendecillo que se quejaba y trataba de zafarse
— Mira mocoso, que tu Nii-san no va a volver hasta la tercera luna llena, ¿qué no entiendes?
— ¡Ya suélteme vieja! — le gritaba. Ese último fue la gota que derramo el vaso y las chicas que los veían sentían lastima por el pequeño
— ¡¿Cómo me dijiste?! — se volteó a verlo con un aura que emitía hasta llamas, provenientes de quien sabe donde
— Na… nada… — sus piernitas temblaban y se arrepentía profundamente de sus palabras. Algo se avecinaba y era él el que iba a pagar
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— ¿La cascada? — preguntó aun incrédulo
— Sí, ahí es donde lo vieron — decía el hombre lobo
— ¡Esperen! — gritaba el biosbardo corriendo para alcanzarlos
— ¡Haku no vayas corriendo! — le reprendía el incubo, caminando unos pasos atrás junto con el chico de agua
— ¡Ya! ¡Qué si te escucho! — le grito dándose la vuelta y recibiendo un beso, poniéndolo rojo por la sorpresa y la corrida
— Así me gustas más — le susurró contra sus labios
— Déjense de eso y vamos — decía el chico agua mientras caminaba hacia los demás
— Entonces a las montañas
Y caminaron, los que los vieran dirían que era un grupo de lo más raro. Y se oiría por todo el bosque, sobre un grupo que se dirigía a las montañas
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— ¿Dónde estoy? — Miraba a los lados — ¡¿Cómo voy a llegar?! — Se colocó de cuclillas — ¿Qué hago? ¡Ah! ¡Ya sé!
» ¿Cómo no se me ocurrió antes? — Sacó una barita con la punta de color rojo de la bolsa que traía colgando de su hombro y atravesaba su cuerpo hasta su cadera del lado izquierdo — ¡Con esto llegare hasta ahí! — la coloco en el suelo y la giró. Cuando se detuvo vio a donde apuntaba la punta roja, la alzó y camino en esa dirección