El zorro corría con el rubio en su lomo, el chiquillo no sentía miedo a la noche. Había salido varias veces y se le hacía de lo más normal. Conocía a los seres nocturnos. ¡Hasta tenía uno que otro amigo!
Ya lejos de la cabaña que lo mantenía preso el zorro caminaba, sorteando ramas, piedras y uno que otro animal que se alejaba al verlo.
— Te tienen miedo-ttebayo — decía el rubio al ver como hasta los seres más temidos se apartaban de su camino
— Saben con quién tratan — fue su respuesta
— Ya me dio sueño — se recostaba en el lomo del zorro, escondiéndose en el pelaje
— Duerme, mañana será distinto — fueron las últimas palabras del zorro que logró escuchar
¿Qué sería distinto? ¿Qué cambiaría?
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Estaban buscando a los seres nocturnos. Tenían miedo, era la primera noche de sus vidas. Aun así tenían que hacerlo, tenían que encontrar a su amigo. Un sonido los puso alerta. El crujido de las hojas, arriba. Pararon y subieron la mirada en una rama balanceándose algo parecido a un mono jugaba con las hojas. Sus ojos eran de un color amarillo brillante, se veían su dientes, filosos, capaces de destrozar sus pequeños cuerpos. Sintieron un aire helado.
— Tenemos que hacerlo — se dijo más para sí mismo que a su compañera
— Sa… Sasuke. Nos está… mirando — logro articular. Trago duro al ver los ojos fijos de la bestia en ellos. Respiro profundamente, se decía el mejor de la clase, estaba aprendiendo los elementos, el fuego era su fuerte. Se decía ser el mejor de su generación pero frente a ese ser se sentía débil.
Dieron un paso hacia atrás cuando vieron que el monito pretendía saltarles encima. ¡Tenían que hacerlo!
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Los veía desde lejos, tenía que hacer algo. Esa bestia era enorme. Pero no podía dejar su puesto. Sacó el espejo, colocó su frente en este y recito el hechizo. Su líder apareció reflejado en este.
— Ya voy — habló el peli-plateado y corto la comunicación. ¿Cómo lo sabía? Empezó a deducir miles de posibilidades ¡El líquido! Se dijo, tal vez no era buena en muchas artes pero recordaba todo lo que había leído en los libros de la biblioteca y esa era una ventaja, cuando era necesario.
Pensando en eso y creyendo que su líder no llegaría a tiempo empezó a buscar en sus recuerdos algo que pudiera hacer desde donde estaba y darles tiempo.
Se sentó cruzando las piernas, cerró los ojos. Junto las palmas de las manos “La tierra protege lo que más quiero” golpeo la rama debajo suyo “de los seres que quieren hacerles daño” abrió los ojos. Fijó su mirada donde se encontraban sus amigos y logro ver como un muro de piedra se alzaba entre el mono que saltaba y sus compañeros.
Pero esto todavía no acababa, Hinata se había caído y Sasuke estaba de piedra. Se sorprendió al ver como un sapo rojo, aplastaba la cabeza del mono. Y este quería escapar, pero el hombrecito de cabellos blancos que montaba el sapo lo apreso con unas cadenas que salieron de la tierra, clavándolo en el suelo sin poder moverse.
Eso la dejo respirar tranquila. ¿Pero quién era ese hombre?
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— ¿Están bien? — preguntó el hombrecito de cabellos blancos
— Gra… gracias — pronunció la azabache que estaba tirada en el piso — Sasuke — pronunció el nombre de su compañero que estaba temblando, no lo había visto nunca así
— Lo siento — vocalizó — no pude hacer nada
— Escuchen, eso pasa la primera vez. No se frustren por eso — les señaló el hombre del sapo — a todos nos pasa. Los archimagos también pasaron por esto. Y ustedes fueron elegidos porque son los mejores. Uno aprende de la experiencia no lo olviden
Eso los animo un poco. Lo sabían, eran los mejores. Por eso los eligieron, pero aun así se sentían abatidos.
— Jiraiya-sama — un peli-plata saludaba al hombre del sapo — que bueno que llegó a tiempo. ¿Pero que hace aquí? — Sintió la mirada que le dedicaba el mayor y comprendió que no podía hablar de más
— Solo pasaba por aquí — fue su respuesta — he capturado a la bestia. ¿Tienes algo que consultarle? — el peli-plata se acercó
— Hinata, Sasuke ¿están bien? — preguntó Shikamaru que llegó un poco después que el otro
— Sí — fue la respuesta de los azabaches que trataban de calmarse
— Tomen, cómanselo — tomaron una hierba de color azul-verdoso y la metieron a sus bocas. Al morderla un sabor amargo casi los hace escupir pero una mano cubría sus bocas y tragaron la hierba — Esto quita la tensión — fue la respuesta del moreno que quitaba sus manos de la boca de sus compañeros
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Estaban en las tierras de la arena blanca. Ya tenían experiencia fuera de la aldea por lo que no se les dificulto la tarea. Habían buscado pistas y encontraron cosas interesantes que estaban sucediendo en esos momentos.
— ¿Y qué haremos? — preguntó el oji-blanco
— Nos acercaremos a su territorio, Shino ya sabes que hacer — Y sin decir una palabra más desaparecieron dejando el paisaje donde se encontraban en total silencio. Solo se veía la suave arena blanca del piso, siendo cubierta de huellas, tan diminutas que no te darías cuenta de quien estaba caminando por ahí.
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Se encontraban durmiendo. Pero el chico sentía que alguien se acercaba. Los animales estaban alterados. Eso lo despertó.
— Kurenai-sensei — movía a su líder — Kurenai-sensei — la mujer entreabrió los ojos
— ¿Qué sucede? — preguntó mientras se estiraba
— Los animales están inquietos, algo está perturbando su sueño — Eso la desperezó por completo. Presto atención a los cambios. Una presencia se acercaba
— Despierta a los demás — siguió las órdenes de su líder
Cuando todos estuvieron despiertos se colocaron en círculo, tomándose de las manos cerraron los ojos
“El universo genera protección a los seres que protegen sus tierras, las tierras cubren su presencia haciéndolos imperceptibles al ojo enemigo”
Repitieron las palabras dichas por su líder. Los dijes emitieron un brillo, alzándose de sus pechos, mirando hacia el centro. Un campo de fuerza se alzó, formando un tipo de burbuja a su alrededor. Los collares bajaron. Se soltaron de las manos y volvieron a colocar el dije en sus pechos, cerca del corazón. Esperaron pacientes…
Vieron al humano que vestía una capa negra. En sus manos se veía un objeto circular, vieron sus ojos rojos, viajaban de un lado a otro buscando algo. Paso la vista por donde ellos estaban pero no los notó. Siguió caminando viendo su brújula. Alejándose de ellos
Pudieron respirar más tranquilos el peligro había pasado, pero la noche aun no acababa.
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Estaba despertando se sentía mejor. Había recordado lo que sucedió hace horas, ahora entendía porque se sentía así. Miró a su alrededor ¿Dónde estaba?
Lo primero que vio fue al zorro dormido, él estaba entre las colas del animal que lo cubrían. Miro al frente, los rayos del sol empezaban a salir iluminando el lugar. ¿Un claro de bosque? No, era distinto. Había árboles con hojas de un color verde brillante, otras azules, amarillas, naranjas y rojas. Una cascada caía al fondo cayendo en un rio que pasaba cerca de donde estaba.
Vio otros animales con colas, un tipo de mapache, un gato azul, una tortuga, un mono rojo, un ¿caballo?, una babosa, un escarabajo, un ¿pulpo? Empezó a contar las colas de esos animales de gran tamaño.
El mapache solo una, el gato dos, la tortuga tres, el mono cuatro, el caballo cinco, la babosa seis, el escarabajo siete, el pulpo ocho y se puso a contar las colas del zorro en el que estaba recostado una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve. Busco otra cola, otro animal pero no había otro.
Se quedó pensando por un momento, las colas aumentaban. ¿Por qué? Así como estaba pensando no se dio cuenta que las bestias habían despertado y lo estaban mirando.