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Sí, señor oscuro por Korone Lobstar

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Notas del capitulo:

Bueno bueno, ya tengo aquí la parte II de este premio regalo o como queráis llamarlo. He tardado un pelín, sorry, y además me he dado cuenta de que como era demasiado largo, voy a tener que hacer una parte III que será la definitiva ^^

Espero que os guste y que lo disfrutéis.

Sin más preámbulos... dentro cap!!~ 

Al lavarse la cara por las mañanas y mirar su propio reflejo sobre el espejo. Cuando comía sin ganas mirando a la nada mientras Killer le hablaba sin cesar de decenas de estrategias bélicas que podrían usar para las futuras batallas. Cuando se metía en su enorme bañera llena con el agua fresca del manantial. Incluso por las noches, recordaba aquellos labios entreabrirse delicadamente para darle un mero beso. Un simple y casto beso. ¿Cómo algo tan pequeño podía tenerle tan loco últimamente?

Era insufrible. Había besado a decenas de hombres y mujeres, y jamás había sentido esa desesperación por dentro y mucho menos se había acordado de las caras de todos sus amantes tras una noche llena de pasión.

Era algo que no le pasaba y punto.

Tenía que deshacerse de esa maldita imagen de la cabeza para siempre antes de que se le empezase a notar la falta de sueño en la cara.

 

 

 

 

 

 

 

-Tsk… -Se quejó una mañana frente al espejo de su baño, mientras se empapaba la cara con la tina que tenía preparada para el aseo. El espejo frente a él estaba decorado con unas preciosas zarzas metálicas a su alrededor, de las cuales pequeñas espinas parecían adentrarse en la imagen que Kid tenía delante.

Eso ya estaba rozando lo paranoico. De vez en cuando, por las noches, sacaba su ballesta para pasearse por sus jardines como de costumbre y por suerte cazar algo que mereciese la pena tener como trofeo. Y siempre, sin excepción, cuando una luciérnaga cruzaba su vista creía ver un pequeño brillo plateado en ellas.

Mierda de hada, mierda de Vlarhen.

¿Cómo podía ser que algo tan diminuto y tan enclenque pudiese tenerle en ese estado?

Kidd gruño frente al espejo y se quedó admirando su propio reflejo durante unos segundos casi eternos. Tomó una toalla fabricada con el terso algodón de las Tierras del Sur, su tierra natal y donde los artesanos manufacturaban todo tipo de telas y menesteres de ese tipo. Fabricaban prendas para todas las clases sociales, túnicas, vestidos lujosos y delicados, toallas y tapices. Los grandes telares sólo estaban en su tierra.

A veces, sólo a veces, recordaba la cálida brisa con sabor a sal proveniente de las costas de su pueblo, donde las ovejas no te dejaban cruzar la cañada para pisar la fina arena de la playa. Cuando era pequeño siempre pensó que era molesto tener toda esa estúpida arena entre los dedos de los pies, pero con los años empezó a echar en falta detalles tan pequeños como esos. A veces, sólo a veces, sentía el deseo en su corazón de dejar ese estúpido bastión y esa estúpida guerra a un lado para tomarse unas merecidas vacaciones. Pero la guerra no descansaba, y él tampoco lo haría. Su deseo de venganza estaba por encima de todas las cosas.

Y para eso necesitaba todo el poder que pudiese conseguir. Era el tercer comandante de la primera línea de batalla. Era el más diestro en las artes oscuras, era mentiroso, tramposo, desleal, cruel, bárbaro. Tenía todas las cualidades para su puesto, con las que ganó varias medallas de honor en forma de estrellas negras que guardaba en una vitrina, cerca de su cama. Era un ser receloso con sus objetos. Era egoísta, y muchos le calificarían de cerdo materialista.

Pero para Eustass Kid, lo único que tenía valor en la vida era aquello que podías poseer y acaparar para ti y exclusivamente para ti. Lo demás eran estupideces de gente pobre. Gente pobre a la que debía domar para que no le mordiesen la mano. No era el comandante más amable y mucho menos el más piadoso. Al contrario, parecía más bien disfrutar de todas las desgracias ajenas que a su alrededor acontecían.

Era alguien que debería morir por el bien de las personas buenas.

¿Pero a quién mierda le importa el bien de los demás?

A él solo le importa el suyo propio.

Tras secarse bien la cara y el resto del cuerpo, dejó caer la toalla sobre una pequeña silla de mimbre para salir de nuevo a su dormitorio y poder terminar de vestirse. Tenía toda la mañana programada para ese día. Desayunaría, entrenaría hasta que su cuerpo no pudiese más, atendería asuntos de la nación y de la región dominada por el Rey Oscuro en su totalidad, daría un parte de la situación de Mirindelle…

Pero algo acababa de decidir que, por lo menos, sus planes de mañana quedarían totalmente arruinados.

Sobre su mesa, donde había cientos de manjares en forma de frutitas y otras delicias como queso, ternera y leche, estaba siendo invadida por una rata con alas.

Una que recuerda de hace unos días con un cuerpo algo más grande.

Pero ese brillo pomposo…

¡Maldito hada!

¿Cómo osaba colarse en su dormitorio para robarle a ÉL? Es el dueño y señor de toda la nación y un estúpido insecto tenía la osadía de quitarle SUS cosas. Imperdonable. Lleno de furia, tomó la ballesta que descansaba sobre una de las paredes de piedra del cuarto para apuntar con recelo a la figura diminuta que estaba sobre la madera intentando coger una uva demasiado grande para una forma tan pequeña. El pixie pareció darse cuenta a tiempo, porque en cuanto vio al Señor Oscuro apuntarle con el arma empezó a revolotear para esquivarlo. Sin embargo, sus movimientos eran demasiado torpes, puesto que sujetar una uva siendo él de un tamaño tan reducido se hacía pesado.

El propio Law dudaba si quiera que eso fuese a caberle en el zurrón.

-¡No huyas, rata! –Alzó de nuevo la ballesta para intentar apuntar de nuevo al pixie que, en vistas de que era o su vida o la de la uva, dejó caer la fruta para huir. Viendo entonces pasmado que la puntería del Señor Oscuro era tal, que la uva quedó atravesada por una flecha contra la pared de roca.

Por los pelos.

La habitación era demasiado grande y tenía muchos recovecos donde algo tan pequeño podía colarse. Por lo que al instante Law no dudó en meterse en el hueco que dejaba el cabecero de la cama contra la pared, lo suficientemente ancho para que cupiera su cuerpecito pero no una mano grande como la del pelirrojo. Se burló al instante al ver que Kid, furioso, intentó cogerle metiendo al menos los dedos, y con suerte aplastarle como se aplasta una mosca. Pero en lugar de eso, Kid sintió un punzante dolor en el dedo índice, viéndose obligado a sacar las falanges de ahí. Esa puta hada acababa de morderle un dedo. Incluso le pareció escucharle reír.

Ahora sí que estaba enfadado.

-Voy a reventar tus entrañas tan lentamente que estarás vivo para cuando aplaste tu corazón en mis manos.

El pixie sin embargo no se movió de su escondite.

Los dientes del pelirrojo comenzaron a rechinar al instante.

¿Y había sido esa criatura nauseabunda y burlona la que le había hecho desvelarse por las noches?

El refrán dice que muerto el perro se acaba la rabia.

Bien, el acabaría con ese perro y todos los que fuesen necesarios.

Disimuladamente, dio unos pequeños pasos hacia la derecha, donde una enorme estantería de madera vieja sostenía firmemente una gran colección de tarros de diversos colores, frascos pequeños y enormes vasijas de cristal. Tomó uno que parecía tener un difusor depera, acercando la boquilla sin que se notara mucho hacia el hueco donde la rata con alas se escondía.

-Voy a matarte a ti, a tu familia y después a toda tu especie. Y cuando lo consiga después quemaré vuestro puto nido de orugas y me mearé en las cenizas que queden.

Estuvo a punto de apretar el difusor para ahogar a aquel estúpido insecto como si fuese un molesto mosquito, pero sorpresivamente, el hada salió antes de que si quiera sus dedos intentasen apretar la pera. Lo siguiente que le dejó anonadado fue que no solo el pixie parecía enfadado, sino que se acercó a su cara para morderle la punta de la nariz.

-¡Mierda de…! –Exclamó más que harto, dándose un manotazo en la cara. Justo cuando Law ya se había quitado para que no le diese tiempo a parar y se golpease la cara él solo.- ¡Voy a volatilizarte!

Pero lo que no se esperaba en absoluto fue que esa hada rebelde de golpe cambiase de forma. Tomando ese aspecto que la primera vez le dejó sin palabras. Ese momento no estaba siendo muy diferente. El Señor Oscuro parpadeó ante aquel tostado cuerpo desnudo que casi cogía su altura delante de él, tan perfectamente marcado. Su pelo negro estaba coquetamente revuelto por el viaje volando hasta allí, despejando de esa forma más su rostro de pocos amigos. Su ceño estaba profundamente fruncido, e incluso sus ojos parecían buscar la sangre del Señor Oscuro derramarse por el suelo. Su pecho tatuado se movía agitado por la pequeña persecución por el dormitorio, cansado por la falta de energía. La mirada ambarina del pelirrojo siguió descendiendo para perderse en sus firmes abdominales, bajando por su cintura y su entrepierna para perderse en aquellas larguísimas piernas que le gustaría acariciar con las yemas de los dedos. Una sonrisa en el rostro del pelirrojo no pudo evitar crecer con fascinación.

El hada se preguntaba el por qué diablos ese malnacido sonreía.

El hada, en un movimiento ágil, tomó lo que parecía un arma tirada en el suelo para apuntar con ella al pelirrojo en la garganta, con toda la autoridad posible.

-No tocarás ni un pelo de mi raza, porque acabaré contigo ahora mismo y llevaré tu cabeza en una pica como trofeo.

Law estaba seguro de que la amenaza había sido lo suficientemente clara como para considerarse muy seria. ¿Entonces por qué el pelirrojo frente a él estaba riéndose a carcajadas? Le estaba irritando mucho. Apretó aquel “arma” que había tomado para intentar golpear al Señor Oscuro y acabar con él. Pero entonces ese objeto letal que creyó tomar salió disparado de su mano para salir por la ventana.

Law se quedó perplejo mirando ahora su mano vacía, y entonces notó algo apretarse contra su piel. Era acero. El acero de una espada que estaba intentando subyugarle para que suplicara por su vida.

-La próxima vez que quieras amenazarme no tomes un jarrón como arma.

Lo que blandía el pelirrojo parecía hacer mucho más daño que su jarrón. Tanto que, en cuanto notó el filo apretarse contra su nuez, un pequeño hilo de sangre se derramó por su cuello hasta perderse en sus clavículas, llegando a manchar después el inicio del enorme tatuaje de su pecho.

Kid estaba disfrutando plenamente tanto de las vistas como de la superioridad de poder que tenía frente a aquella criatura inocente de los bosques. Si quería matar a un Señor Oscuro, primero debería aprender lo que es un arma y como hacer daño con ella. Para que un hada pudiese matarle, necesitaría mil años de experiencia en batallas y duros entrenamientos. Si es que lograban tras eso herirle siquiera. Su goce era tal, que lanzó una patada contra el tobillo derecho del hada para que se precipitara contra el suelo de la forma más brusca posible.

Quería ver el dolor en su mirada, quería ver la súplica y el desamparo. Quería escuchar la desesperanza brotando de sus labios.

Cuando estuvo tirado sobre el suelo, el pelirrojo se arrodilló frente a ese hermoso cuerpo hecho para deshacerse entre su corrosiva saliva a besos y mordiscos, decidiendo al fin que iba a follárselo ahora mismo mientras le hacía sangrar otra vez y le escuchaba gritar.

Violar a un ser tan puro y amable tenía que ser el mayor placer que jamás haya experimentado en sus veinte años de vida.

Sin embargo…

Lo que encontró le dejó confundido de nuevo.

Como la primera vez, cuando el hada besó su herida para sanarla, en los ojos grises de aquella criatura, en lugar de haber terror y ruego, solo había un fuego incandescente que mantenía su orgullo por encima de todas las cosas. No sentía miedo. ¿Acaso no sabía que iba a matarle ahora mismo mientras se corría en su culo?

El Señor Oscuro, sintiéndose desorientado ante la afrenta del hada, se bajó la bragueta para entonces tomar una de las piernas del moreno con fuerza. Luego, usando la mano libre que aún sostenía su espada para pegar su arma a su cuello e impidiendo que se moviera.

-Esto te va a doler.

Y aun así, el hada no parecía temblar.

Kid gruñó frustrado, apretando de nuevo el acero contra la piel de su cuello con intenciones esta vez de degollarle.

-Voy a matarte, mierda, al menos suplica por tu vida.

Sin embargo, la mano del moreno se alzó imperiosa ante la cara de Kid para darle una bonita vista de su dedo corazón. Le estaba haciendo un corte de mangas.

-Que te follen.

Esa fue la única respuesta por parte del ser mágico.

La cara de Kid era todo un poema.

Estaba a nada de acabar con su vida, pero sin embargo…

Su sonrisa se torció unos instantes.

-¿No tienes ni puta idea de lo que es follar, verdad?

La cara de Law se quedó congelada unos instantes mientras le miraba perplejo. La mirada de Kid se suavizó al instante cuando vio que aquellas mejillas de chocolate se habían enrojecido suavemente.

-¡Claro que sé lo que es follar! ¿¡Por quién me tomas!?

-¿Ah, sí? ¿Y qué es lo que iba a hacerte ahora mismo?

Law pareció dudar unos instantes, hasta que terminó por responder firmemente.

-Ibas a matarme.

Las carcajadas del pelirrojo volvieron a resonar por toda la habitación, haciendo ahora que el hada se pusiese colorado tanto por la vergüenza como por la rabia. Se revolvió como pudo sobre el suelo, intentando aletear para poder quitárselo de encima y darle un puñetazo.

-¡Bastardo! ¡No te rías de mí! –Gritó colérico, atinando a darle golpes sin fuerza sobre el pecho para que se quitase.- ¡Mátame de una vez y acabemos con esto!

Las palabras del moreno hicieron que el pelirrojo volviese al momento que estaban viviendo ambos en ese preciso instante. Sí, es cierto. Estaba a punto de matarlo. Pero extrañamente… toda la furia que antes había sentido se había esfumado por completo. No sabría explicar por qué, pero la reacción tan adorable del hada le había suavizado por completo. Le había amansado al instante, como la melodía que tranquiliza a las bestias. Todas las ganas de cortarle la cabeza a esa rata con alas habían desaparecido para ser sustituidas por algo diferente. Un calor suave y agradable que hizo que se quitase de encima para que el moreno pudiese levantarse y alejarse de él.

Kid enfundó de nuevo su arma para acercarse a la enorme mesa repleta de comida para tomar una cuña de queso tierno y llevárselo a la boca.

El moreno al instante se sintió frustrantemente ignorado, parpadeando mientras miraba al hombre comer.

-¿Por qué quieres robarme? –Preguntó al momento el Señor Oscuro, mientras se comía una uva tinta.

Law pareció no dudar ante la pregunta, y por eso su respuesta sonó firme.

-Porque no puedo robarle a nadie más.

Claro, porque nadie tiene comida y agua que robar salvo él.

Muy astuto.

De todas formas, Kid no comprendía cómo se le había ocurrido si quiera intentar robarle a él, el señor y amo de esas tierras y la criatura más poderosa allí existente.

-¿No pensaste en que te mataría? –Preguntó entonces, lamiendo lentamente un dedo que acababa de mancharse con el jugo de otra uva.

-Claro que lo pensé. Pero… -Se quedó callado unos momentos, dudando. Entonces empezó a caminar hacia la mesa donde Kid desayunaba para tomar una uva entre sus dedos.-… pensé que era mejor que nada. De todas formas… -Inquirió con voz de burla.- me debes la vida. Así que tendrás que pagarme de alguna forma.

El pelirrojo sonrió ampliamente, mostrando su enorme sonrisa de tiburón al instante. ¿Cómo podía existir algo tan ingenuo e inocente sobre la faz del mundo como ese hada?

-Yo no te debo nada. –Aclaró al instante, inclinándose para tomar entre sus dientes la uva que había cogido el moreno para quitársela y comérsela él. Lamiendo en el proceso lentamente sus dedos.

El moreno al momento tembló, apartando los dedos todo lo veloz que pudo para después desviar la mirada. Se los limpió contra su cintura, mientras fruncía el ceño y se sonrojaba de nuevo otra vez. Aunque fuese un poco, ahí estaba de nuevo ese color en sus mejillas.

Kid entonces tuvo una idea muy, pero que muy complaciente.

-Te propongo un trato que sé que no rechazarás.

-Lo rechazo.

El Señor Oscuro se le quedó mirando perplejo mientras miraba la sonrisa autosuficiente del moreno.

-Ni si quiera has escuchado lo que iba a proponerte.

-No hago tratos con escoria como tú.

Eso hizo que el pelirrojo sonriese de nuevo. Bastardo inocente.

-Está bien. Entonces supongo que no querrás esta comida. La verdad que yo tampoco, pensaba tirarla ahora mismo a la basura.

La nuez de Law subió primero para bajar después lentamente mientras clavaba su mirada estupefacta en el Señor Oscuro.

-No lo harás.

-Es mi comida y puedo hacer con ella lo que me dé la gana. –Tomó dos manzanas con una mano para lanzarlas por la ventana en un parpadeo, haciendo que Law se espantase y le intentase dar un puñetazo. Pero Kid era más fuerte y más ágil, por lo que tomó su puño con una mano para empezar a hacer fuerza y aplastárselo.- ¿Para qué quieres tú esta comida?

Law se negó a responderle nada mientras ponía una mueca de dolor, por lo que Kid tomó esta vez un enorme racimo de uvas y sacó la mano por la ventana.

-Por última vez. ¿Para qué qu…?

Ni si quiera le dio tiempo a acabar, cuando sintió el cuerpo del hada abalanzarse sobre el de Kid para intentar impedírselo.

-¡Porque tienen hambre!

La cara de Kid se quedó congelada unos instantes mirando a aquellos ojos profundos y metálicos. No había hablado en singular. Acababa de hacerlo en plural. La comida ni si quiera iba a comérsela él, iba a dársela a otras personas y de seguro él se quitaría de comer para que lo hiciesen otros. Sólo había que ver su cuerpo raquítico y sin fuerzas. Si hasta se le marcaban las costillas, joder.

El pelirrojo volvió a meter el racimo en el interior del dormitorio, haciendo que con eso el moreno suspirase de alivio. Dejó la fruta sobre el plato para poder tomar del mentón al hada y de esa forma hacer que le mirase fijamente a los ojos.

-Este es el trato. Tú vienes aquí todos los días a complacer mis caprichos y yo te daré la comida que quieras como recompensa. ¿Aceptas?

Law sostuvo su mirada fijamente sin temblar ni un instante, frunciendo el ceño ante los ojos inquisitivos del pelirrojo y su sonrisa de diablo. No podía hacer tratos con el Señor Oscuro. Si lo hiciese, sería como un traidor para su raza. Le matarían si alguien se enterase de eso. Pero… la gente estaba hambrienta. Su madre se estaba muriendo. Hasta él tenía hambre.

No sabía qué iba a ser de él a partir de ahora.

Pero si con ello conseguía hacer más feliz a su pueblo y a su reina, no le importaba sacrificarse.

-Acepto.

 

 

 

 

 

 

 

 

Ambos estrecharon la mano ese día para firmar silenciosamente un pacto de mutuo acuerdo.

Y empezó una dulce tortura para el moreno con la que Kid intentaba dominarle cada día un poco más. Mandarle a diario hacer cosas embarazosas era de lo más divertido. Siempre que entraba por su ventana cada mañana le pedía hacer tareas como ordenar su dormitorio, leerle libros y manuscritos sobre victoriosas batallas en voz alta, e incluso había llegado a pedirle que le bañase en su enorme bañera de suelo con el agua clara del manantial para hacerle enfadar. Porque su cara de odio era de lo más divertida. Kid había descubierto eso la primera vez que le había pedido que le frotase la espalda en la bañera, aunque no fue muy agradable cuando en lugar de usar sus pequeñas manos para hacerlo o una esponja, usó sus uñas para dejarle toda la espalda marcada con sangre. Ni tampoco la vez que le pidió que le diese de comer y en lugar de meterle la tarta en la boca, se la estampó contra la cara para restregarla y dejarle lleno de dulce y mermelada.

Law sabía cómo enfurecer a Kid, y éste último había descubierto como enfurecer al hada. Y, extrañamente, ambos disfrutaban mucho jodiéndose la existencia. No entendía el por qué. Si hubiese sido cualquier otro criado, con haber cometido el mínimo error ya tendría las manos cortadas, o incluso habría pedido que cortaran su cabeza para dar de comer a sus perros. Sin embargo, cuando Law le hacía la existencia más insufrible, en lugar de gritarle –aunque a veces se le iba de las manos y acababan a voces— siempre terminaba por reírse. Sobre todo si llegaba a frustrar los intentos del hada de acabar con su buen humor.

Llevaban un mes así, en un constante tira y afloja, donde ninguno de los dos parecía ceder ante el otro.

Extrañamente… Kid se había acostumbrado demasiado a tener al hada entre sus manos todas las mañanas. No le había tocado más de la cuenta nunca, jamás se le ocurrió traspasar la barrera que protegía la inocencia del moreno ante nada. De alguna forma, el Señor Oscuro se encaprichó con esa parte joven y exclusiva que el moreno podía ofrecerle, y sinceramente, quería tenerlo, pero sólo si el moreno se lo ofrecía. Quería que le diese su cuerpo, no tomarlo a la fuerza como había hecho siempre con todo. Quería que por una vez… alguien, aunque fuese un hada molesto que sólo estaba a su lado por un estúpido trato, le confiase algo importante.

No era una buena persona.

No tenía buen corazón.

Odiaba todo lo relacionado con el amor y esas mariconadas de la luz tan llenas de rosa y florecillas.

Pero todavía podía recordar lo que sucedió hace una semana en su enorme bañera de piedra…

El Señor Oscuro tomó asiento en la enorme silla de terciopelo rojo que le esperaba frente a la enorme mesa de su dormitorio, tomando algunos papeles para intentar no pensar en lo que pasó. Pero el recuerdo era aún demasiado fresco.

 

 

 

 

 

 

 

Kid estaba esperando como todas las mañanas a que el moreno llegase a su dormitorio como ya era costumbre para que le diese de desayunar y otros menesteres con los que reírse de él y entretenerse. Le daría toda la fruta del mundo sólo por ver las caras que ponía de odio y repulsión hacia su persona.

Ya llevaban así como tres semanas, y ninguno parecía ceder.

Hoy quería que le diese un baño de espuma relajante que seguramente acabaría como siempre en una guerra de arañazos y mordiscos, seguido de un par de chapoteos por parte del hada con los pies para intentar mojar la cara del pelirrojo y con suerte meterle agua en el ojo para que se jodiera. Era tan divertido verle enfadar. Era tan irascible. Para ser un hada, era un capullo de cuidado. No sabía de dónde había sacado esos modales, desde luego. Hace poco había descubierto por parte del moreno que él era alguien importante para su raza, y que por eso tenía que mantenerse firme con el trato y darles alimentos y chucherías como miel y savia fresca a su pueblo.

La duda reconcomía al pelirrojo desde entonces, y ahora, desnudo frente a la bañera, contemplaba el agua que la llenaba. El cuarto de baño era una de las habitaciones donde más le gustaba matar el tiempo, puesto que aparte de ser una habitación sólo para él, era de un tamaño descomunal. Quitando el espejo y otros menesteres de saneamiento más íntimos, al fondo del increíble cuarto había una bañera de piedra de suelo que parecía más bien un estanque propio. Tenía cómodas escaleras para entrar y salir del color de la roca que esculpía al bastión del Señor Oscuro. Dos dragones del mismo material descansaban en la otra punta del cuarto, pegados a la pared, de los cuales emanaba el agua caliente cuando a él le apetecía. Sin embargo, el agua corría constantemente fresca desde una ranura en lo alto de la pared para caer como una pequeña cascada hacia la bañera. Algunas enredaderas se habían colado dentro del cuarto de baño, abrazando las cabezas de roca de los dragones y la enorme pared por la que caía el agua, cubierta también con algo de musgo.

Era el mejor sitio para pensar.

Era como su espacio más íntimo, y ya llevaba como tres semanas metiendo ahí a Law. Para que le bañase, claro, pero algo es algo.

El ruido de algo posándose sobre el suelo de su dormitorio le hizo sonreír de lado. El hada acababa de llegar. Salió por la puerta del baño desnudo para admirar como ya era costumbre su cuerpo tostado sin ropa de pie frente a él. Sus enormes alas se agitaron un poco para quitarse la pereza, y sus profundos ojos grises encararon al pelirrojo al instante. Su expresión era seria como de costumbre, pero Kid se había dado cuenta de que con el paso del tiempo, esa forma de mirarle había perdido fuerza y cada vez era más natural y suave. Eso le agradaba, y no estaba seguro que eso fuese bueno o malo.

-Pensaba que ya te estabas intentando escapar. –Bufó el pelirrojo con una sonrisa de tiburón, caminando descalzo por el dormitorio.- Hoy tengo una petición muy especial que hacerte.

A Law no pareció agradarle eso, puesto que seguro que sería algo más desagradable que de costumbre.

-Hoy quiero que te bañes conmigo, y no es una petición.

El hada rodó los ojos de forma cansada y asintió.

-Está bien.

-¿Cómo dices? No te he oído bien.

-… Sí, Señor Oscuro.

-Esto está mejor. Vamos, entra, ahora voy yo.

El moreno se le quedó mirando en completo silencio durante unos instantes y acabó por obedecer a regañadientes tras un molesto “No me des órdenes”. Kid no entendía como algo tan lleno de ingenuidad e inocencia podía ser tan grosero y engreído. Cogió un plato repleto de uvas y queso para volver al baño, esperando encontrarle ya dentro.

Lo que vio fue incluso mejor.

El hada había entrado en la bañera primero, antes de que Kid si quiera llegase al cuarto de baño. Había bajado las escaleras para entrar, pero en cuanto sintió que el agua acariciaba ya su sexo, se detuvo para suspirar. Su silueta alada se perdía con la poca luz que había en el baño, mientras veía cómo se frotaba el cuerpo. Parecía que hacía mucho que no se daba un baño como Dios mandaba. No hacía más que restregar su cuerpo con el agua de la bañera, pero de una forma tan delicada, que por un instante a Kid le hubiese gustado que esas manos fuesen suyas. Le gustaría tocar su cuerpo. Sus alas estaban mojadas, por lo que no podría volar hasta que se secaran. Su pelo negro estaba parcialmente mojado, seguramente se hubiese vertido algo de agua con las manos sobre la cabeza.

Kid quiso jadear.

El pelirrojo se sentó en el segundo escalón, donde el agua apenas le cubría los tobillos y dejó el plato con comida sobre el borde de la bañera, tomando una uva y metiéndosela a la boca.

-¿Te gusta? –Preguntó curioso, viendo como Law se recreaba demasiado en limpiarse.

El moreno se limitó a asentir, mientras una suave sonrisa decoraba su rostro tostado. Sus manos paseaban por su cuerpo tatuado una, y otra, y otra vez. Los ojos ambarinos de Kid no hacían más que seguirlas con la mirada, soñando despierto. Le gustaría tener su cuerpo entre sus brazos para poder limpiarle él, quitarle la suciedad de su aterciopelado cuerpo… y después poder aspirar el aroma de su pelo. Era peculiar el dulce aroma a frutas del bosque que desprendían sus cabellos negros.

-Esto te va a gustar más. –Murmuró estirándose un poco para poder apretar una baldosa con un extraño símbolo de tonalidad rojiza.

Law se sobresaltó un poco cuando vio que de las cabezas rocosas de los dragones comenzó a emanar agua. La temperatura de la bañera comenzó a cambiar, y el agua ahora se volvió caliente y agradable. El vapor de agua no tardó en empapar las paredes del cuarto y empañar el espejo enorme que lucía. Kid tuvo que morderse el labio inferior con fuerza cuando escuchó un sonido brotar de la garganta del hada.

-Mnh… ah…

Eso había sido un gemido de puro gusto.

El pelirrojo no fallaría al reconocer algo así.

Y había sido…

No sabría ni describirlo. Su cuerpo sintió un potente escalofrío que le hizo encogerse, notando algo entre sus piernas animarse con las vistas. Ahora el hada no sólo se frotaba con más suavidad e insistencia su cuerpo, sino que encima soltaba pequeños suspiros por la agradable temperatura del agua.

Joder.

El Señor Oscuro nunca había traspasado los límites de la cordura ante nada ni ante nadie. Pero ese estúpido mocoso le estaba haciendo aguantar hasta líneas que nunca creyó pisar. Tomó entre sus dedos una dulce uva, masticándola lentamente mientras veía al hada gozar del baño.

Law se giró despacio hacia el pelirrojo cuando escuchó un ruido. Era Kid, metiendo la mano en el agua para llevársela después a sus rojizos cabellos, echándoselos hacia atrás para que no le estorbasen.

-¿Tú no te bañas? –Le preguntó entonces curioso, acercándose al borde de la bañera para coger el cuenco donde estaban los jabones y la esponja del pelirrojo para poder bañarle.

Kid se carcajeó con mucha suavidad, tanto que las mejillas del moreno se sonrojaron un poco.

-Sí, ahora me bañaré. Primero quiero que vengas aquí.

El hada se sintió confuso durante unos instantes, pero ante la vista de que hoy no le tocaba trabajar mucho para ese fanfarrón, se limitó a callar y a acercarse. Se quedó de pie frente a él unos escalones más abajo, para entonces arrodillarse y ponerse a cuatro patas frente al Señor Oscuro con inocencia. Seguramente la intención del moreno era simple y llanamente acercarse, pero la polla de Kid no estaba de acuerdo con esa teoría.

El pelirrojo tuvo que tragar saliva antes de acercar el plato con comida para tomar una cuña de queso.

-¿Lo has comido antes?

El moreno simplemente negó con la cabeza, batiendo un poco sus enormes alas para quitarles el agua sobrante que las empapaba.

-Ven… abre la boca.

-No me des órdenes. -Murmuró Law, hasta que casi le muerde cuando sintió que le tomaba violentamente del mentón para obligarle a mirarle.

-Soy tu Señor, y me obedeces a mí. –Tras esa clase de disciplina, acercó el queso a los labios del moreno.- Come.

El hada se quedó perplejo mirando aquello que le ofrecía. Gruñó por lo bajo a la par que abría la boca para obedecer. Masticó despacio el queso para saborearlo, y a medida que lo hacía, sus ojos cada vez se abrían más y sus mejillas se enrojecían con más fuerza. Estaba increíblemente delicioso. Cuando toda la cuña había desaparecido de los dedos de Kid, Law no pudo evitar relamerse. Su estómago vacío empezó a suplicar mediante rugidos que le diese más.

Y el Señor Oscuro sonrió con una suavidad tal, que el moreno le correspondió al gesto sin dudarlo, sonriendo con la misma afabilidad.

-Quieres más, ¿verdad?

-Sí…

Ahora lo que tomó entre sus dedos fue una enorme uva redonda y jugosa. El moreno no dudó en tomarla entre sus labios para comérsela cuando se la ofreció, masticando despacio mientras sonreía. Kid sintió algo entonces muy fuerte dentro de su pecho. Esa era la primera vez que hacía feliz a alguien. Y con tan poco. Sin oro, ni joyas, ni tierras, ni castillos. Sólo con una uva y con un poco de queso. Su polla, dura como una roca, palpitó con furia otra vez entre sus piernas. Dios, quería follar.

Lo que acabó del todo con su paciencia fue la ávida lengua de Law lamiendo sus dedos para llevarse con ella todo el jugo de la uva, mientras le miraba con aquellos enormes ojos grises, abiertos de par en par. Ese dulce sonrojo.

No, no quería follárselo. Quería hacerle el amor tantas veces que no pararía hasta que el hada cayera inconsciente entre sus brazos.

Los sentimientos dentro de su pecho eran tan nuevos y tan contradictorios que su entrepierna sólo siguió creciendo. Maldita sea.

Pero lo peor de todo no era eso. Lo peor era que Law había bajado por un instante la mirada, y se había quedado mirando su polla dura como una piedra. Las mejillas del hada se volvieron rojas por completo, y a Kid se le hizo un nudo en la garganta.

-¿Qué te…?

-¡Nada! –Se apresuró Kid a decir, metiéndose a toda velocidad dentro del agua para que dejase de mirarle la entrepierna.- ¡Trae el maldito cuenco, aún no me has lavado!

Otra vez lo de siempre.

Law se limitó a refunfuñar por lo bajo con el ceño fruncido, tomando el cuenco entre sus manos para acercarse al cuerpo del pelirrojo. Dejó que el mismo flotase entonces sobre el agua, empapando la esponja con el aromático gel para empezar a frotar de mala gana la espalda del Señor Oscuro.

Siguieron así durante un rato demasiado largo, en el que ninguno volvió a hablar. Cuando Law terminó de enjabonarle, cogió de nuevo el cuenco con la intención de salir de la bañera del pelirrojo para dejarle a solas. Pero una firme mano pálida le había agarrado de la muñeca para impedírselo.

-Espera… no te vayas.

Nunca había escuchado el ruego en la voz del Señor Oscuro, esa era la primera vez. La expresión de Law se suavizó al instante inexplicablemente. Kid, por su parte, tomó de nuevo la esponja y la empapó de gel. Acercó la misma al cuerpo del moreno, el cual dio un paso hacia atrás.

-Confía en mí.

Law bajó la mirada unos instantes, apretando el cuenco contra su pecho con fuerza. Hasta que lo dejó flotando otra vez sobre el agua.

Victorioso, Kid por fin pudo cortar la poca distancia entre ambos cuerpos desnudos para poder pasar la esponja sobre el pecho tostado del hada. Law se estremeció un poco, el tacto era suave y agradable. Aquello hacía espuma sobre su piel, y tenía un agradable aroma a limón. Se encogió un poco sobre sí mismo. Sus hormonas adolescentes consiguieron hacerle ruborizar un poco por la situación. Nunca le habían bañado.

La mano libre de Kid rodeó su cintura, con cuidado de no molestar a sus alas, para pegarle un poco a su cuerpo pero dejando el espacio suficiente como para poder frotar la esponja contra su cuerpo. Sendos brazos del moreno se apoyaron tiernamente sobre el pecho de Kid, dejándole hacer con todo su consentimiento. Acabó acurrucándose contra su cuerpo mientras le limpiaba. Llegó el momento de limpiar su espalda, y para ello, Kid tuvo que abrazar prácticamente por completo su cuerpo y apoyar el mentón en su hombro para hacerlo, mientras, la esponja dejaba un suave rastro de espuma por su columna vertebral. Sus labios traviesos apostaron al final por darle un pequeño beso en el cuello. A Law pareció gustarle, porque su única reacción fue el momentáneo aleteo de sus alas y su cuerpo pegándose más al suyo.

Eso le gustaba.

Tanto que pasó el resto de la mañana dentro de la bañera con el hada, dándole besos en los hombros y en el cuello mientras se daban un baño. Aunque Kid no pudo ver el fuerte sonrojo en las mejillas de la criatura.

 

 

 

 

 

 

 

 

Gruñó frustrado, dando un pequeño golpe al escritorio al acordarse de aquello. No solo se le aceleraba el pulso, sino que su miembro también se alegraba del grato recuerdo. Tenía que centrarse en el trabajo, tenía que hacerlo por el bien de su integridad física y moral. Pensar tanto en esa dichosa hada no le hacía ningún bien. Aunque fantasease algunas noches con tenerle entre sus brazos, mientras le hacía…

No, no, no.

Ya basta.

Se levantó de golpe de la silla para pasearse por el dormitorio hecho una fiera. Si no se calmaba aseguraba que acabaría muy mal, como todos los idiotas que se habían encaprichado alguna vez de alguien. Su problema es que su capricho estaba buenísimo y toda su pureza e ingenuidad eran suyas. Sólo suyas. Su instinto de posesión había traspasado el límite de la cordura, deseando ya demasiado hacerle suyo.

Al menos tenía que controlarse cuando le tuviese delante.

Daba gracias al menos de que eso no iba a suceder hasta el día siguiente… o eso se pensaba.

No le había pedido que fuese aquella noche a seguir cumpliendo con el trato, sin embargo, una pequeña bola de algodón plateada acababa de colarse por su ventana. Una que, en cuanto rozó el suelo, tomó el aspecto de un joven increíblemente atractivo, alto, moreno, de enormes y coloridas alas y cuerpo tatuado. Kid casi se alegró de verle justo ahora que pensaba en él. Casi. Porque la cara de desasosiego que el hada traía no le gustaba en absoluto.

No le dio tiempo a preguntarle lo que le sucedía, el moreno se tiró antes a sus brazos mientras cerraba los ojos con fuerza.

-¡Eustass-ya…! –Susurró su nombre, con la voz ronca y alterada, mientras se apretaba contra su cuerpo para intentar calmarse a sí mismo. Los brazos del pelirrojo rodeándole en ese preciso instante ayudaron mucho.

-¿Qué te ha pasado? Mírate… -Tomó su mentón con suavidad para que le mirase, quedando entonces ambas bocas a distancia de aliento.- Tienes que estar cansado. Túmbate un poco.

-¡No tengo tiempo para eso! –Exclamó entonces separándose de su cuerpo con suavidad, haciendo que con eso el abrazo se rompiera por completo.- Necesito… necesito pedirte algo especial…

El pelirrojo le miró estupefacto antes de entreabrir los labios.

-¿Qué es?

Law ya sabía que no le iba a gustar… pero…

-Necesito… necesito que me des un poco de tu hierba medicinal… Sólo será una flor, pero…

-Eso no estaba dentro de nuestro trato. –Masculló entre dientes el mayor. Law no estaba equivocado. Eso al pelirrojo no le acababa de gustar.

-Lo sé, pero… es lo último que te pediré nunca. Después de esto no volveremos a vernos ¿?. Es una promesa.

En ese preciso instante, dentro del dormitorio, dos formas de pensar chocaron de una manera tan brutal, que sólo pudo desencadenarse el desastre. Law en verdad creía que le había anunciado algo bueno, puesto que el pelirrojo no hacía más que quejarse de que nunca debió hacer ese trato con él y que era una molestia. Pensaba de verdad que dejar a Kid en paz era hacerle un favor al Señor Oscuro.

Nada más lejos de la realidad.

La pequeña y pura sonrisa del rostro del hada se desvaneció cuando lo único que correspondió a su explicación fue un gruñido de ira. Kid no sonreía. Al contrario. Parecía querer matarle. Law tragó saliva al instante, sin entender qué había dicho o hecho mal. Retrocedió un paso ante los movimientos toscos y rudos de Kid, el cual intentaba pensar con claridad. Pero eso no podía hacerlo.

-Así que es eso.

El moreno dejó caer las cejas sin comprender, mientras intentaba acercarse a Kid.

-Eustass-ya… -Murmuró, intentando tomar su mano para que le mirase.

-¡NO ME TOQUES, MALDITA RATA!

El grito hizo que el hada se asustase por completo, haciéndole retroceder varios pasos y encogiéndose sobre sí mismo. Confuso, perdido, desorientado.

Los ojos de Kid parecían estar estrangulando su frágil cuello, y el pelirrojo jamás le había mirado así antes. Eso le daba miedo. Mucho miedo.

Mientras tanto la mente de Kid era un volcán en plena erupción. Sus ojos estaban intentando degollar al hada, pero en el fondo de ese color oro, un dolor muy profundo estaba empezando a florecer. Tras tanto tiempo a su lado, tras tantos consentimientos, riñas, sonrisas, tras tantos momentos y conversaciones que había intercambiado con él, al final la mierda salía a la luz en forma de verdad. Law nunca estuvo a su lado porque en verdad lo quisiese. Simplemente estaba a su lado por interés. Nunca le interesó compartir tiempo con él, jamás pensó en bañarse voluntariamente con él en su bañera. Lo único que quería de él esa rata apestosa era su comida. Y ahora quería sus medicinas.

Nunca quiso estar con él.

Nunca le quiso.

La rabia ahora era la que dominaba los actos del Señor Oscuro, cuyos ojos cambiaron de su precioso color oro a uno morado intenso que brillaba con suma fuerza. Lo demás pasó demasiado rápido.

La mano de Kid agarrándole del pelo para tirarle sobre la cama. El pelirrojo bajándose los pantalones. El cuerpo del Señor Oscuro inmovilizándole para que no se moviese. Los ojos del hada húmedos.

Por más que forcejeaba con el pelirrojo para librarse de su agarre, no conseguía escapar de allí. Su corazón latía a mil por hora. Estaba aterrado. Kid le estaba haciendo daño.

-Voy a hacer lo que debí haber hecho hace mucho tiempo. –Gruño el Señor Oscuro con una voz tan gutural que Law no tenía recuerdo de haberla escuchado antes. Tirando de nuevo de los cabellos del hada, le estampó contra el cabecero de su cama para entonces sentarse sobre su pecho.

Law no se veía capaz de abrir los ojos, mientras las irrefrenables ganas de sollozar le querían dominar. Jamás había llorado delante de nadie. Esta no iba a ser una excepción. Furioso, pero sobretodo confuso, el moreno intentó apartar la cara de la polla dura que tenía contra sus labios, gimoteando por lo bajo mientras sus alas eran aplastadas contra la cama.

-Abre la boca y chupa, puta. –Law sin embargo no le obedeció, como ya era costumbre. Sin embargo, Eustass Kid estaba demasiado corrompido por el dolor y la oscuridad en esos instantes como para darse cuenta de la mirada teñida de sufrimiento que el hada le mandaba.- ¿No quieres mis jodidas plantas medicinales? Para conseguirlas tendrás que darme un cuidado especial. ¡Abre la boca!

El cuerpo del moreno comenzó a temblar de forma muy violenta. Sus labios temblaban como un flan, sus ojos se habían terminado de humedecer pero sin soltar ni una sola lágrima. Law había confiado en él. Law había bajado todas sus defensas ante aquel hombre, le había abierto una parte de su corazón de forma gentil mientras empezaba a creer que en verdad Kid no era un monstruo. Se equivocó. Y ahora estaba pagando su error.

Su madre estaba en las últimas. Si no conseguía esas plantas, moriría. Él ahora tenía la oportunidad de evitarlo… pero…

-S… Sí…

-¿Cómo dices? No te he oído.

Law se permitió sollozar unos instantes, conteniendo las lágrimas.

-Sí… Señor Oscuro…

Abrió la boca como Kid tanto quería y entonces toda su polla entró en su boca al instante. Era muy grande, tanto que su glande le asfixiaba por completo y le daban hasta arcadas. No sabía qué hacer, no sabía si aquello era sexo o qué diablos era. Pero no le gustaba nada. Le repugnaba. Quería irse a casa con las medicinas, y si para eso tenía que sufrir estaba dispuesto. No era un cobarde. Envolvió como pudo aquel enorme miembro con sus labios y con su lengua, y entonces el Señor Oscuro comenzó a mover las caderas de una forma muy salvaje. Law no podía respirar. Cuando creía poder hacerlo, aquella enorme polla le sacudía de nuevo, y otra nueva arcada se apoderaba de su garganta. Podía escuchar a Kid gruñir de placer, mientras le tiraba del pelo para que mantuviese la cabeza alta. Le estaba haciendo mucho daño. Le dolía mucho la mandíbula. Quería irse.

Aquello que se estaba apoderando de Kid solo crecía y crecía más, tomando todo su control para hacer lo que en verdad dictaba su naturaleza: atrocidades. Si el hada no era suya, jamás sería de nadie. La consumiría hasta que no pudiese volar nunca más. Hasta que su cuerpo perdiese ese brillo plateado, se apagase y se quedase frío.

Pero aquello no le estaba gustando como el creyó que le gustaría. Había algo que le tenía cabreado. Sacó su polla de la boca del hada, el cual rompió a toser al momento mientras forcejeaba de nuevo con debilidad. Le lanzó de nuevo, pero esta vez contra la otra punta de la cama. Le abrió de piernas sin dudarlo por un segundo, acercando su polla a su entrada.

-N… No… -Murmuró el joven moreno, aferrando entre sus manos temblorosas las sábanas de la cama.

Kid le ignoró por completo.

Empezó a empujar con la cintura para meter su polla lentamente dentro de su cuerpo. Sólo había metido la punta, pero ya podía sentir el impresionante calor que le asfixiaba hasta dejarle sin aliento. El pelirrojo tuvo que suspirar. Joder, y sólo era la punta. Sostuvo con más fuerza el cuerpo que se revolvía ahora con más ganas sobre la cama.

-¡A-Aaah! ¡N-No! ¡Kid, por… porf… Aaaah! –Las lágrimas de desesperación comenzaron a brotar de sus ojos para empapar sus mejillas, retorciéndose literalmente de dolor ante aquella sensación en su entrada. Era como si una cuchilla hubiese entrado dentro de su cuerpo y fuese a partirle por la mitad.- ¡Kid! ¡Kid…! ¡K… id…!

El pelirrojo se detuvo en ese preciso momento.

¿Qué estaba… haciendo…?

Sus ojos parecieron volver al precioso color dorado de siempre. Su respiración se normalizó por unos instantes, mientras se perdía entre el cuerpo sudoroso y tembloroso del hada bajo su yugo.

Asustado de sí mismo, el Señor Oscuro sacó la punta de su polla del interior de Law para sentarse sobre la cama, liberándole. Jadeaba pesadamente, incrédulo de sus propios actos. ¿Qué había estado a punto de hacerle?

Joder…

Sus ojos estaban empapados por las lágrimas. Estaba llorando.

Joder…

Intentó estirar la mano para intentar tocarle, calmarle como muchas veces anteriores…

Pero solo vio el rechazo en el cuerpo de la criatura mientras esta temblaba con más fuerza.

JODER.

Kid entonces lo entendió del todo.

Jamás podría tener en sus manos algo tan puro y tan hermoso como un hada. Era un ser de luz. Y él era la oscuridad renacida. Nunca haría feliz a Law. Estaba condenado a amar como un idiota a aquel moreno pero no a poseerle. Los labios de Kid parecieron temblar durante unos instantes. Las defensas del hada parecieron flaquear, parando un instante de temblar para mirarle fijamente con miedo.

Law no le quería.

Law no quería estar con él.

Law tenía miedo.

-Vete… -Murmuró Kid con la cabeza gacha, tapando su cara con sendas manos.- Vete ahora…

El hada titubeó.

-Las plantas medicinales están cerca del muro en el jardín. Toma las que necesites y vete.

Los labios de Law parecieron abrirse ante los gestos de Kid.

-¡HE DICHO QUE TE VAYAS! –Gritó entonces, consiguiendo que Law se levantase de la cama para correr hacia la ventana.- ¡VETE, Y NO VUELVAS NUNCA! ¡SI VUELVO A VERTE TE MATARÉ A TI Y A LA ZORRA DE TU MADRE! ¿ME HAS OÍDO?

Law le miró una última vez entre lágrimas para convertirse definitivamente en pixie y salir volando a toda velocidad por la ventana.

Alejándose de su vida para siempre.

-Eso es… -Masculló Kid con los ojos igual de húmedos, pero su orgullo jamás le permitiría derramar una sola de sus lágrimas. Las ahogaría a todas ellas con una enorme botella de alcohol.- Aléjate de mí… -Se dejó caer aún con los pantalones bajados sobre su enorme silla de terciopelo, mirando hacia el techo. Sintiendo por primera vez en la vida que quería dejar de respirar para siempre.

Esa noche bebería hasta hartarse. Hasta perder la consciencia si hacía falta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La noche era ya demasiado cerrada como para ver algo fuera del bastión. Pero Kid se limitaba a mirar por la ventana con una enorme botella casi vacía de whisky caro. Su mirada dorada estaba totalmente perdida entre las estrellas que parpadeaban en el firmamento. Parecían luciérnagas.

No.

Parecían hadas.

El pelirrojo volvió a llevarse una mano a la cara para terminarse de golpe la botella que había empezado horas atrás.

Unos suaves golpes en la puerta le hicieron despertar de su sopor.

-No estoy de humor.

-Soy yo, Kid.

Reconocería la voz de Killer a kilómetros de distancia. Sabía muy bien que no soportaba que le molestasen cuando estaba en su dormitorio, a no ser que fuese algo muy, muy importante. Kid se sentó decentemente sobre su asiento.

-Pasa.

El rubio hizo caso al instante, entrando dentro del cuarto para mirar a su amigo y después a la enorme botella que se había vaciado.

-¿Una mala noche? –Preguntó con confidencia, sonriendo un poco.

-Ni te lo imaginas. –Tiró la botella contra el suelo haciéndola estallar, apoyando entonces la frente contra la mesa de madera.- Qué es lo que quieres.

-No es nada muy importante… no para molestarte así, creo… sólo venía decirte que hemos matado a un polizón que se ha colado en el bastión.

-¿Y qué?

-Solo era para que lo supieras. Las hadas ya no saben a quién robar.

La sangre de Kid se heló en un instante.

-¿Qué has dicho?

-Un hada, se había colado en los jardines. –Al ver la cara blanca de su amigo Killer pasó una mano por sus hombros para reconfortarle.- Tranquilo, ya sabes que tengo buena puntería. La muy rata calló por el acantilado con una de mis flechas.

-No puede ser… -Murmuró al borde de la histeria.

-¿Pero qué te pasa? –Preguntó Killer al ver que a su amigo le iba a dar un ataque.

-¡¡PREPARA MI MONTURA, ESTA NOCHE VOY A SALIR!!

-¿A-Ahora? –Preguntó algo perplejo, viendo la furia con la que el pelirrojo se levantaba de la silla.

-¡¡QUE LO HAGAS!!

Los ojos del Señor Oscuro se tornaron de nuevo morados, mirándole rebosante de ira. El bastión entero comenzó a temblar. Un potente rugido rompió el silencio de la noche. Pero quitando el terror que producía un sonido así, más bien parecía un lamento. Todo el bosque y todos los aldeanos conocían ese sonido terrible. Era el Señor Oscuro fuera de sus cabales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

-¿Cómo está la reina? –Preguntó Corazón tras acercarse a Swamp, que se había ofrecido amablemente a hacer la guardia aquella noche. La reina estaba en las últimas. Posiblemente no la quedasen más de dos días, si es que conseguía pasar de esa noche.

-Bien, ya se ha dormido. –Comentó vagamente, acariciando entre sus manos una enorme hoja.- ¿Sabes dónde está el príncipe?

Corazón, ante la repentina pregunta, se limitó a negar con la cabeza.

-Creo saber dónde está.

Y con eso, estampó contra el pecho del hada rubio aquella hoja tan verde y reluciente.

Una hoja que sólo crecía en los jardines del Señor Oscuro.

-¿De dónde has sacado esto, Swamp? –Preguntó perplejo Cora-san, teniendo un terrible presentimiento.

-Del zurrón del príncipe.

La cara del rubio se descompuso poco a poco.

Eso sólo podía significar una cosa.

Law era un traidor.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Bueno, ¿qué os ha parecido? ¿Queréis matarme? ¿Cortar mi cabeza y clavarla en una pica? Todo eso y muchas más cosas dejadlas en los reviews y todas las ideas, sugerencias o chistes que queráis aportar serán bien recibidos. Un besito~ 

 


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