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Entre dulce y salado por sue

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Notas del capitulo:

 

Hello Hello!! :D vaya!! Me impresionó recibir más comentarios que de costumbre en el capi anterior, a todos los que escribieron muchas gracias *w*  disculpen la tardanza, pero bueno, hablemos de eso a fondo en las finales… procedamos a la lectura del capi, que es a lo que vinieron al fin y al cabo *.*

 

 

 

Raoul permanecía como de piedra, sentado en esa molesta silla que su padre tenía para recibir a todo aquel que entrase a su oficina. El hombre no abandonaba su expresión seria y es que a criterio de Raoul, era la única que tenía ya que el rubio – que respondía al nombre de William – era poseedor de unas pobladas cejas, casi unidas que le daban siempre una expresión ceñuda.

 

- Sabía que algo así iba a pasar – El mayor remarcaba cada palabra que usaba con su voz profunda - ¡Lo sabía!... Pero se acabó. Volverás a tener guardaespaldas.

 

- Padre. Soy adulto, puedo decidir por mí mismo y no quiero tener a nadie hostigándome. Eso no es vivir… - Mencionó por su lado, con un tono de voz suavizado.

 

Y es que delante de aquel poderoso hombre que era su padre, Raoul siempre se sentía mísero, inferior, minúsculo… igual a una mota de polvo.

 

- Sabes que lo hago por tu bien. Estuviste a salvo todos estos años hasta que decidiste que querías andar solo por el mundo… Te dejé hacerlo porque insististe como nunca – No olvidaría como le había rogado su hijo ese día. Se arrepentía de no haber sido más severo al obligarlo a desistir - Ahora mira, de nuevo haz vuelto a pasar por algo tan horrible como un secuestro y pareces no escarmentar.

 

- Ni siquiera me escuchas… nadie asegura que volverá a pasar.

 

- ¿Y te arriesgarás Raoul? – Se acercó hasta su hijo y lo tomó con fuerza por los hombros, reafirmándole autoridad con su gesto – Deja de ser tan necio. Permití que fueras a trabajar con la competencia en vez de quedarte encargándote de la empresa familiar. Fue suficiente consentimiento… Volveré a hacerme cargo de las cosas.

 

- Padre… - Quería seguir insistiendo, salvar su libertad era lo único que para él valía la pena.

 

- ¿Te haz olvidado de lo que le pasó a tu madre?

 

Raoul se calló de inmediato, sabía que a su padre le dolía mencionarlo y él había provocado que tuviera que utilizarlo para convencerle…

 

- Todo lo que hago, lo hago por tu bien.

 

- Lo sé… - Estaba cansado del modo de vida que a criterio de su padre, era el mejor para él. Una vida de control absoluto…

 

- Está bien... – El mayor suspiró con fuerza ante la expresión de derrota de Raoul - Permitiré que continúes trabajando en Júpiter Company y no te colocaré guardaespaldas, pero deberás conservar a Katze como tu chofer – Le miró por lo bajo - Ese hombre ha demostrado ser digno de mi plena confianza.

 

- ¡Pero padre, Katze podría…!

 

- ¡Pero nada! Es la única condición que te doy. Si no quieres guardaespaldas, por lo menos estaré tranquilo sabiendo que tienes al lado a alguien que es capaz de arriesgar su vida por ti.

 

- “Eso es lo que temo…”

 

Aunque por dentro, se sintió aliviado de que su padre le obligase a asumir sus órdenes.

 

Raoul era un hombre totalmente pragmático, lo cual lo llevaba la mayoría del tiempo a minusvalorar los sentimientos, tanto de otros como los propios. Por aquella razón, se alegró que un estimulo exterior lo llevara a tener una excusa para tener al pelirrojo a su lado. No sabiendo cómo supuestamente actuar ante sus emociones, pensaba que aquel sentir por Katze, no era otra cosa que apego nacida de la misma costumbre.

 

Una costumbre que estaba aliviado de poder mantener gracias a los designios de su progenitor.

 

Aunque claro, anhelar que todo continuara como antes del suceso, significaba meter al pelirrojo de nuevo en peligro por su capricho.

 

- “Lo siento Katze, es la única manera de que todo permanezca como está… de la manera que me gusta” – Pidió desde su interior.

 

Tras la charla con su hijo, William pudo estar más tranquilo. Concertó de inmediato una reunión con el pelirrojo y éste cuando recibió el llamado, fue hasta la oficina del Am muy temprano al día siguiente.

 

- Señor William – Hizo una reverencia.

 

- Katze – Sonrió – Estoy complacido con tu trabajo. Si no fuera por ti, quién sabe qué sería de mi hijo – Retiró el gesto amable y entrecerró el mirar - Aunque… me sorprende que permitieras que lo secuestraran en primer lugar. Eso me decepcionó bastante.

 

- Fue un pequeño despiste. Le ruego me disculpe – Buscó de excusarse.

 

El hombre rubio tuvo un pequeño tic en su ceja tras escucharlo. Se levantó de su asiento y comenzó a caminar en torno a él.

 

- Ciertamente fue un despiste Katze. Pero no uno “pequeño” como dices, como si fuera algo sin importancia, tan minúsculo que nadie lo ve… ¿Te parece que una mota de polvo por ser pequeña es insignificante?

 

Katze se limitó a mantener el silencio. William era de la clase de personas que hacían preguntas que luego contestaba él mismo. Esa era la manera en que demostraba su irritación y odiaba que lo interrumpiesen luego de que evocaba dichas preguntas al aire. 

 

Y aunque le agradó que el pelirrojo comprendiese que no deseaba que le diera una estúpida respuesta, William continuó utilizando su tono acentuado.

 

- Pues no lo es. Es suciedad, suciedad que cae en mi saco y que me perjudica.

 

Mientras lo decía, el rubio hacía mención de que se sacudía una gran cantidad de polvo del traje. El pelirrojo lo observaba en completo silencio, sintiendo como si el que lo estuviera regañando no fuese un hombre sino un enorme oso, presto a arrancarle la piel a pedazos por su ineptitud.  

 

- Así que por favor Katze… no vuelvas a ser tan estúpido como para decir que eso que pasó fue un “pequeño” despiste – Le clavó la mirada, buscando de intimidarlo con su bronco tono de voz – Cuando claramente fue uno grande, garrafal... ¿Y si esos hombres hubieran lastimado a mi hijo? – Hizo un gesto – Anda, contesta.

 

- …Jamás me lo hubiese perdonado.

 

- Ni yo a ti… – Cambió su tono por uno más agradable. Fue hasta su silla y se acomodó en ella - Pero no hagamos rencilla de algo que ya pasó. Además esa “pequeña” marca en tu rostro es disculpa suficiente por ese “pequeño” lapsus que tuviste en el momento menos indicado – Remarcó William ante su mejilla cubierta por una gasa.

 

Seguidamente de aquel evidente llamado de atención, el Am acercó un pequeño maletín y le indicó al pelirrojo que lo abriera.

 

Katze se acercó al escritorio y se encontró con un revólver dentro del maletín. No le sorprendió. No era la primera vez que le cedían un arma para desempeñar adecuadamente su labor, de hecho, se sentía aliviado. Estaba acostumbrado.

 

- Para la seguridad de mi hijo – Mencionó sin quitarle los ojos de encima.

 

- Su hijo no desea que continúe trabajando para él, señor William – Katze no dudó en informárselo mientras se guardaba el arma.

 

- No te preocupes. Ya he hablado con él. Mientras que estés a su lado, le he permitido hacer lo que quiera. Como comprenderás, ha aceptado de inmediato – Sonrió un poco, dándole a entender al otro que era el macho alfa de su familia y por tanto, su palabra era ley.

 

- ¿Eso significa que soy un pase para el señor Raoul?

 

- Oh no – Y su seriedad no lo abandonó mientras se explicaba – Eres simplemente un accesorio. Mientras que hagas lo que te diga y no vuelvas a cometer otro error, no tendré que prescindir de ti – Observó el reloj de su muñeca – Ya casi es hora de que salga a la oficina. Ve a buscarlo y no te apartes de él. Todo lo que suceda me lo debes comunicar enseguida ¿De acuerdo?

 

- Como siempre – Confirmó el pelirrojo.

 

Katze subió al auto y encendió un cigarrillo. Había conocido muchos hombres aterradores a lo largo de su vida, y ciertamente, el cabeza de los Am era uno de ellos.

 

Aquel trabajo que al principio había detestado por según él, tratarse de ser la niñera del hijo de un hombre manipulador y mezquino, había resultado ser toda una caja de sorpresas. Cada día que pasaba, se daba cuenta de que si no tenía cuidado, las cosas acabarían de una terrible manera.

 

- Si le hubiese dicho que besé a Raoul, me despide seguro… o me hubiese estrangulado con sus propias manos - Suspiró – Pero al menos no me ha buscado un reemplazo… y puedo estar con Raoul así él no quiera…

 

Pero a pesar de saber que William no se quedaría tranquilo al conocer lo que sentía hacía su hijo, Katze estaba decidido a lograr hacerse con su corazón. Siendo cierto que el amor hace perder la razón.

 

- Katze… ¿Qué haces aquí? – Preguntó Raoul al verlo frente a su departamento.

 

- Viniéndote a buscar como todos los días.

 

- Deberías estar descansando como te lo ordené – Trató de mostrarse recio.

 

- Me lastimaron la cara, no los pies ni las manos – Mostró las mismas mientras lo decía - Puedo manejar perfectamente.

 

- Aún así… ya le pedí a Iason que me diera el aventón – Porque de nuevo su amigo tenía vehículo.

 

- Sabes que es una pérdida de tiempo, siendo que ambos viven a extremos opuestos de la empresa.

 

- No creo que le moleste…

 

- Sube de una vez – Mencionó con autoridad.

 

Raoul arqueó una de sus gruesas cejas ¿Desde cuándo aquel hombre se tomaba el atrevimiento de tratarle con semejante rudeza? Aún así se subió al vehículo, más el pelirrojo no arrancó al instante.

 

- ¿Qué sucede Katze? ¿Por qué no nos movemos?

 

- Anoche no pude dormir – Dijo con la mirada al frente, ignorando sus preguntas.

 

- ¿Te dolía mucho? – Se sintió culpable de nuevo - ¿Quieres que le diga a mi secretaria que te consiga un calmante más fuerte?

 

- No. No es eso.

 

- Entiendo… - Raoul estacionó su vista en el techo - Yo también tuve problemas para conciliar el sueño. Cuando se pasa por momentos que exponen nuestra vida, es natural quedar intranquilos por un tiempo.

 

- Tampoco – Negó con la cabeza-  No me refiero a eso Raoul – Mencionó un poco enojado de su costumbre por contemplar todos con ojos de oficina.

 

- ¿Ah no? Entonces.

 

- Fue por ti.

 

- ¿Por mí?

 

- No pude dejar de pensar en ti…

 

- …

 

Raoul se ruborizó un poco. El ritmo de su corazón se aceleró de pronto.

 

- Tenía esperanzas de que pasaras la noche en mi casa.

 

- Pero… ¿Qué dices? ¿Por qué habría de hacerlo? – De nuevo, empezaba a sentirse sofocado.

 

- Raoul… - Katze se hubo girado, tomando al ojiverde de uno de sus brazos – No pude dormir en toda la noche por el beso que nos dimos. Probar tus labios terminó siendo una tortura… ahora al tenerte cerca, no puedo evitar querer probar más y más de ti.

 

El pelirrojo esperó que le diera una respuesta, pero dado que no se la dio, agregó:

 

- ¿Sabes que insinúo que quiero hacer el amor contigo?

 

- No soy estúpido – Se liberó del agarre para luego cruzarse de brazos. Estaba avergonzado y no sabía cómo demostrarlo.

 

- En verdad Raoul, necesito hacértelo.

 

- Deja de jugar conmigo Katze.

 

- Nunca he jugado contigo. Sabes que al igual que tú, hablo con bastante seriedad.

 

Como respuesta, el ojiverde arrugó el entrecejo ostensivamente.

 

- Si sigues con esa tontería, me obligarás a hacer algo muy drástico…

 

- ¿Ah si? ¿Cómo qué?

 

- Tomaré un taxi.

 

Un breve silencio se hizo en el automóvil, que Katze rompió con una risilla que no pudo contenerse. Le parecía adorable que buscara de escapar.

 

- ¿Tú en un taxi? Quisiera verlo.

 

- Lo haré si sigues con lo mismo.

 

Katze se tornó serio ante su negativa de aceptar los hechos. Colocó el seguro a las puertas al darse cuenta de que el ojiverde en verdad iba a buscar de irse.

 

- Abre Katze. Te lo ordeno.

 

- ¿Por qué actúas así, cuando apenas anoche viniste hasta mí casa y no te resististe cuando te besé? – Le miraba instigadoramente – Porque me respondiste el beso Raoul. Y eso es lo que me tiene loco.

 

El rubio sintió que le atacaba de una manera vulgar.

 

- Yo lo sé. No debí ir a tu casa en primer lugar.

 

- Entonces ¿Por qué lo hiciste? ¿Por caridad? ¿Por deuda porque “el pobre hombre se jugó la vida por ti”?

 

Raoul le miró la zona cubierta. Desvió el rostro de inmediato.

 

- Tampoco lo tienes que decir de esa manera Katze. Sólo fui porque quería saber como estabas…

 

- Es porque te intereso. Y al igual que yo, sientes deseos de que estemos juntos.

 

- ¿De… qué estemos juntos?

 

- Si… rozando nuestras pieles.

 

- Glup – El Am tragó grueso. Su zona baja empezó a hacerse notar mucho más.

 

- Admite que también es tu deseo. Ese beso me lo confirmó.

 

Raoul luego de cerrar los ojos y suspirar sonoramente, adquirió un tono de voz fuerte y decidido.

 

- De acuerdo. Vayamos a un hotel.

 

- ¿Qué…? – Abrió sus ojos claros al máximo. Sumamente sorprendido ante su disposición repentina. Esperaba por lo menos una confirmación de sus sentimientos pero aquello… era inesperado - ¿…Ahora?

 

- Si, ahora – Confirmó Raoul - Si es verdad lo que dices, todo se solucionara cuando ambos descarguemos ese deseo. Acabara tu tortura y podré ir a la oficina a cumplir con mi trabajo.

 

Katze apretó los puños ante sus palabras. Pero no se quejó. En cuanto encendió el automóvil, pisó el acelerador, lo que provocó que el ojiverde abriera los ojos de par en par.

 

- ¿Qué haces Katze? ¿Por qué vas tan rápido?

 

- No quiero hacerte perder más de tu valioso tiempo. El hotel más cercano queda a unos cuantos minutos de aquí.

 

El corazón de Raoul palpitaba a toda prisa al igual que el auto ¿De verdad tenía pensado llegar hasta ese punto con Katze?

 

En el estacionamiento del hotel, el pelirrojo se bajó y procedió a abrirle la puerta al hombre rubio que parecía estar pegado al asiento.

 

Raoul le ofreció una mirada, a lo que Katze contestó.

 

- Sólo te sigo la palabra. Si esto es sólo deseo acabará cuando estemos juntos… ¿O es qué acaso te arrepientes de lo que dijiste?

 

El Am no era un hombre de juegos, mucho menos un hombre que se echaba para atrás luego de haber proferido algo. Con galantería salió del auto y caminó junto al pelirrojo.

 

- ¿Y bien? ¿Eres pasivo o activo? – Katze sentía el deseo de turbarlo como fuera.

 

- Eso lo veremos cuando llegue el momento.

 

- No me dirás que nunca lo haz hecho con un hombre.

 

- Por supuesto que lo he hecho. Pero en los encuentros sexuales uno puede esperar cualquier situación… - Le arrojó una mirada entreabierta - …Como por ejemplo, una delegación de poder. 

 

En la habitación, Raoul miraba la cama desde lejos. Analizando el cómo había llegado a aquella situación que en el pasado, le hubiese parecido un completo desatino.

 

- ¿Estás pensando en toda la cantidad de gérmenes que puede haber en ese colchón?

 

- ¿Crees qué soy tan maniático así? – Y en efecto lo era - No estaba pensando en eso específicamente…

 

- ¿Entonces?

 

- Es raro pensar que vamos a hacer…

 

- Basta – Le agarró por los hombros y le atrajo - No pienses y ya.

 

Katze no perdió más tiempo y besó al rubio, éste inmediatamente le correspondió el beso que fue salvaje desde el principio, prueba fehaciente del deseo a punto de ebullición en ambos.

 

El pelirrojo se había tomado los medicamentos recetados, pero aún así, sentía como los puntos le dolían. El ojiverde que era bastante perceptivo, captó el intento del otro por continuar haciendo algo que le provocaba dolor.

 

- Katze… - Se apartó un poco para murmullar – No tenemos que besarnos…

 

- Quiero besarte.

 

- Pero te hace daño.

 

- No importa. Por ti, soy capaz de soportar cualquier clase de dolor.

 

El corazón del Am, no podía estar más acelerado.

 

- Eres tan irracional…

 

Se quitaron las ropas y se subieron a la cama, Katze arriba de Raoul. Ambos maravillados con la expresión en el rostro del otro, las señales de las ansias…

 

- Eres… - Katze le delineó con suavidad el mentón, la escena de los rizos desparramados sobre el colchón, lo tenían maravillado - …el indicado.

 

- Katze… - Por su propia cuenta, el Am fue en busca de los labios del otro.

 

Entre esas cuatro paredes, la mente de Raoul se desconectó y olvidó de todo. Se entregó como nunca lo hubo hecho… en cuerpo y alma.

 

Mientras reposaban los cuerpos, Katze encendió un cigarrillo y soltó el humo junto a una sonrisa llena de satisfacción. Los ojos verdes de Raoul permanecían estacionados en el techo, meditando, analizando todo lo que acababa de pasar.

 

- Katze.

 

- ¿Mmm?

 

- ¿Y esa pistola? – Preguntó, al retirarse las ropas, le había visto el arma.

 

- Por tu seguridad. No permitiré que vuelvan a secuestrarte.

 

- ¿Es necesario?

 

- Lo es. La vez pasada sólo uno estaba armado. Estoy seguro que de haberla llevado, nada de esto hubiera sucedido.

 

- ¿Y sabes usarla? – Pensando que aquella vez en la bodega todo había sido pura suerte.

 

- Por supuesto. Puedo darle a un objetivo con los ojos cerrados – Se jactó.

 

- ¿Dónde aprendiste? ¿Estuviste en el ejército o algo así?

 

Katze se acomodó de lado, buscando los ojos del Am.

 

- Cualquier hombre sabe usar un arma en estos días. Pero eso es lo de menos – Prosiguió: – No te preocupes Raoul, mientras estés a mi cuidado, nada malo va a pasarte…

 

- Pero eres mi chofer, no mi guardaespaldas. No tienes porque exponer tu vida de esa manera.

 

- Eso es lo de menos… - Soltó el humo con suavidad.

 

- Prométeme una cosa Katze.

 

- ¿Cuál?

 

Raoul ladeó el cuerpo, quedando frente a frente con el pelirrojo.

 

- Pase lo que pase: Sobrevive.

 

- Tampoco es la guerra – Sonrió.

 

- No estoy bromeando Katze. No quiero que vuelvas a exponer tu vida por mí.

 

- Cariño, no puedo asegurarte nada – Llevó su mano hasta el rostro del rubio – Si tu vida corre peligro, soy capaz de lanzarme al mismísimo infierno con tal de salvarte.

 

- Deja de decir esas cosas.

 

- Sólo digo lo que siento.

 

- Estás demente.

 

- Será… - Chupó el cigarrillo – Es éste amor que te tengo Raoul…

 

- …

 

- ¿Y qué? ¿Nos vemos ésta noche?

 

- Por supuesto. Tienes que irme a buscar a la oficina.

 

- Claro… - Vociferó mientras aplastaba lo que quedaba del cigarrillo en el cenicero – “Aunque no me estaba refiriendo a eso”

 

Katze prefirió dejar al hombre tranquilo. Lo menos que deseaba era agobiar a Raoul con las exigencias de su corazón. Al menos ya habían dado el gran paso de estar juntos, lo demás, vendría arrastrado por el mismo cauce.

 

En la oficina el Am trató de reconectarse, enfocarse en su trabajo como siempre lo hacía… pero sin éxito.

 

Fue de inmediato hasta dónde la única persona, que pensaba, podía ayudarlo.

 

- Me sorprendió que volvieras al trabajo tan rápido luego de lo que pasó. Por lo general, la gente se toma un par de semanas o hasta meses antes de volver a su rutina.

 

- Tengo trabajo que hacer. Además, de nada me sirve sumirme en un estado postraumático. 

 

- Ese es el buen Raoul. Lo secuestran hoy, viene a trabajar mañana. Eres el empleado predilecto – Al darse cuenta de que al ojiverde algo le pasaba, decidió dejar las bromas de lado - ¿Sucede algo Raoul? Por lo general no suelo verte más hasta la hora del almuerzo.

 

- Iason… tengo… - Pensó en la palabra adecuada –…Un inconveniente.

 

- ¿Un inconveniente? 

 

- Un gravísimo inconveniente – Enfatizó.

 

- ¿Con quién?

 

- Con Katze.

 

- ¿Tu chofer?

 

- Si.

 

- Oí que no lo pensó dos veces para ir en tu rescate. Ciertamente es un hombre ejemplar.

 

- ¿Eso piensas? – Raoul le interesó saber más sobre su punto de vista con respecto al pelirrojo – Es un hombre distinto a los demás ¿Verdad?

 

- Bueno. Es pelirrojo, ya con eso es bastante distinto… ¿Qué pasa Raoul? Te veo un tanto… disperso. No eres así.

 

- Iason… - Suspiró con suavidad, preparándose – Seré claro y conciso contigo, porque eres mi amigo y seguramente me entenderás: Tuve sexo con él.

 

- ¿El qué…? – Pensó que había oído mal.

 

 - Tuve relaciones con Katze, mi chofer, ésta misma mañana antes de venir a la oficina – Especificó.

 

Luego de un pequeño silencio que se produjo, el Mink se acomodó en su sillón.

 

- Eso si que fue una buena demostración de lo que es ser claro y conciso – Carraspeó un poco - ¿Y bien? ¿Cuál es el inconveniente Raoul?

 

- ¿Cómo que cual?

 

- ¿No te gustó?

 

- No es eso.

 

- ¿Es malo en la cama?

 

- Nada que ver.

 

- ¿Quieres repetirlo?

 

- ¡Déjame hablar Iason!

 

- De acuerdo, habla – Guardó silencio.

 

El rubio se tomó unos segundos para serenarse.

 

- La cuestión está en que se suponía que lo haríamos, para que todo esto que por lo visto sentimos mutuamente, acabara – Prosiguió – Pero en toda la santa mañana no he dejado de pensar en ello y cuando trato de hacer los informes, me encuentro bloqueado… pensando en el beso que me dio estando en aquella bodega inmunda y la manera tan cariñosa en la que me trató en el hotel… Ah, mi mente es todo un caos - Se llevó las manos a la cabeza – ¿Recuerdas la vez que mezclé aquel energizante con el café y lo mal que dormí las noches siguientes? Pues me siento igual, sé que mis nervios están de punta y todo lo veo diferente desde que eso pasó… He oído que muchos reaccionan días o semanas después del suceso en que sus vidas se han puesto en peligro ¿Y si soy de esa fracción? ¿Será acaso que de verdad me está atacando el síndrome postraumático, ahora, aquí mismo en la oficina? – Dramatizó un poco - Claro, el catalizador de todo eso debió ser la relación sexual. Debió ser… si… fue un choque de emociones tremendo – Decía, muy seguro de su análisis.  

 

No pudo continuar, el Mink se acercó y colocó una de sus manos en el hombro de su amigo.

 

- Dime que estoy en un error. Que todo esto es debido a lo del secuestro o agotamiento por trabajo excesivo – Pidió el Am – ¿Necesitaré en serio tomarme unos días libres? ¿Debería ir a que me receten un par de narcóticos? ¿Me estaré volviendo loco? – Se levantó de su asiento de golpe – Eso es. Le diré a mi secretaria que de inmediato concierte una cita con mi psiquiatra. Esto no debe ser otra cosa más que principio de psicosis…

 

- No será necesario – El Mink con suavidad hizo que se sentara de nuevo - Calma mi amigo. Tu ataque de pánico tiene una explicación bastante simple… – Iason se acercó lo suficiente para decirle al oído: – Estás enamorado.

 

- ¿Yo? ¿Enamorado? – Sus ojos iban de un lado a otro – Pensé que lo había estado, pero me equivocaba. Nunca me había pasado algo así Iason… es desesperante. No sé que hacer…

 

- Pues… empieza por tranquilizarte amigo mío – Iason se alegraba de que el Am al fin conociera las bondades y las neurosis propias del amor - Y por nada del mundo le digas a tu padre – Se apresuró a advertirle.

 

- ¿No debo Iason?

 

- Jamás. Bueno… no ahora. Sabes que es un tanto ortodoxo y… controlador Raoul. ¿Recuerdas la mujer que estaba enamorada de ti y que de pronto fue despedida sin razón alguna? Júpiter me confió una vez que el propio William le exigió el despido de la muchacha.

 

- Se encontraron pruebas de que estaba robando información privada de la empresa Iason – Le molestaba que estuviera inculpando a su padre en algo de esas magnitudes.

 

- Pero eso fue después de que Júpiter le dijera a tu padre que no existían razones para despedirla… ¿No crees que esa es demasiada casualidad junta?

 

- Exageras. Especulas demasiado como siempre Iason – Si él pecaba por ser demasiado razonable, el Mink lo hacía por usar de más su imaginación.

 

Por eso el ojiverde pensaba, su amigo había terminado arruinando su relación con Riki. Pero no sacaría aquel tema a colación en un momento tan inoportuno. Suficiente tenía con su cabeza vuelta un ocho, como para arrojar a Iason a su estado depresivo.   

 

- Si William se entera que estás enamorado de un hombre, capaz te lleva a que te den choques eléctricos.

 

- Eso ya no esta permitido hacerse.

 

- ¿Y porque algo no esté permitido, ha detenido a tu padre alguna vez?

 

La imagen de su amiga apareció de pronto en la pantalla.

 

- ¡Hola Rikichin!

 

- ¡Hola Mimea!

 

Los muchachos hablaban a través del Skype.

 

- Mo… ¿Podrías alguna vez llamarme Mimi así sea para complacerme? ­– La pelicastaña infló los cachetes. 

 

- Je… está bien… “Mimi”.

 

- ¡Yey! – Alzó los brazos a modo de celebración – Te he visto mucho en la tele ¿Cómo te está yendo? Debe ser un sueño.

 

- Si, ni yo me lo creo – Confesó – Aunque, es un poco agotador y no todo es tan bonito como se ve… la mayoría de los que están aquí piensan que no duraré mucho. Pero estoy convencido de mostrarles lo contario.

 

- ¡Así es el Riki que conozco! No te des por vencido… ¿Y qué tal? ¿Ya has hecho muchos amigos?

 

- Si... pero igual me haces falta.

 

- ¡Oh! Me gustaría estar allá pero ya sabes, las clases…

 

- Tranquila – Sonrió.

 

- ¡Ah si! Aquí hay alguien que quiere mandarte un saludo.

 

Mimea se apartó por unos segundos que casi llegaron al minuto, volvió a aparecer ante la imagen de Riki.

 

- Lo siento, parece ser que no le gustan las cámaras.

 

­- ¿Es otra de tus amigas? ¿O es Jena? – Mencionó con picardía – Mándale mis saludos.   

 

- Je je… si, lo haré…

 

- Perdona Mimea, tengo que desconectarme. Mañana debo levantarme temprano.

 

- Está bien… Bye bye!

 

- Adiós.

 

Se cerró la comunicación y la chica cerró la laptod.

 

- Hay que ver… ¿Quién te entiende Guy? ¿No fuiste tú el que dijo que quería hablar con Riki? – Se giró hasta encarar al pelilargo.

 

- Si, pero eso no significa que él quiera hablar conmigo… Me alegro de al menos haberle oído – Guy mencionaba desde el borde de la cama, donde se hallaba sentado – Tengo que encontrar la manera de solventar el daño que hice… pero lo menos que quiero es importunarlo, menos ahora que está metido en algo tan importante para él.

 

- Guy… – La chica se conmovió, ahora que Riki se había marchado compartía más tiempo con el pelicastaño, llegando a comprender su sentir - ¿Y qué harás entonces?

 

- No lo sé. Eso es lo que tengo que pensar.

 

 

 

Continuará…

 

Notas finales:

Bien bien… Aquí nos hemos inventado un padre para Raoul n_n (inner: de nuevo inventando gente, como si ya no hubieran suficientes personajes en ésta olla xD) Bien, para éste fanfic, decidí el nombre de “William”, leí por ahí que significa “el protector” o algo así, no recuerdo n_nU más o menos me lo imagino de cabello corto, inmaculadamente peinado, ojos verdosos y con las gruesas cejas idénticas a la de su hijo, con un rostro que desprende severidad en todo momento… podría decirse que luciría una belleza de hombre maduro xD sería el opuesto de Fernando Am, el otro padre que le creé al Raoul en Corazón Indómito (inner: las que leyeron aquel fanfic sabrán de que se habla o_o) Gracias por haber leído el capitulo!!! Millones de abrazos y besos mega azucarados! Hasta el siguiente!! Bye Bye!!

 

 


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