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Little pain por girlutena

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Notas del capitulo:

Por cierto... me había olvidado de decir que esta historia se subirá en Wattpad con el seudónimo brookebush

 

Forks era considerado un lugar cubierto por extensas leyendas sobre los hombres lobos y los vampiros, rodeado de altos y frondosos árboles, se encontraba ubicado en un lugar sumamente lejano de la ciudad, desolado y lo más importante para algunos habitantes del lugar, era demasiado silencioso, donde pocas veces salía el brillante sol y donde muy pocas veces ocurría un accidente automovilístico.

 

Era considerado un lugar aburrido y muy poco concurrido.

 

Muchos jóvenes de aquel pueblo se aburrían de la monotonía, siendo así que muchos de ellos decidían probar suerte en otra parte de Washington.

 

Habían pasado mucho tiempo desde que vieron la salida del sol y desde aquel día los atardeceres pasaron a convertirse tan solo en recuerdos, siendo opacados por el frio y la constante lluvia, donde la mayoría de días, la neblina cubría los altos y frondosos árboles.

 

Aquel lugar era perfecto para que muchos animales salvajes se escondieran en los bosques, llegando hasta una hermosa y desolada playa, teniendo una hermosa vista desde el acantilado, mientras que la mayor parte del tiempo, era la neblina que cubría toda la extensa parte de Forks.

 

Muchas veces los jóvenes se reunían alrededor de una fogata, para escuchar a los más ancianos que contaban demasiadas leyendas; una de ellas era que el bosque era habitado por lobos, grandes y feroces, que solían mostrar sus desgarradoras dentaduras, de un pelaje abundante y brillante de color chocolate, y aún más sobre unos seres sobrenaturales, que muy pocos han sido capaces de ver.

 

Donde sus ojos brillaban hasta volverse un rojo escarlata y sus rostros brillaban cuando se acercaban a la luz del sol.

 

Aquel lugar era perfecto para habitar demasiados seres fantasiosos, como solía llamarlo las personas del lugar, pero muchas personas tan solo creían que eran leyendas fantasiosas, esas que se le cuenta a un niño para dormir.

 

Los cinco jóvenes, sentados en los asientos de la segunda cabina, observaban con sus ojos calculadores todo el pequeño lugar, sus rostros no mostraban ni una señal de cansancio por todo el viaje en la carretera, tuvieron que pasar más de diez horas infernales en el auto de Carlisle, un hombre de piel sumamente blanca, con sus cabellos tan rubios como el mismo pétalos de un girasol y al costado de aquel bello ser, se encontraba una mujer con sus cabellos color chocolate y una piel pálida, pero siempre mostrando una sonrisa maternal en su joven y tersado rostro.

 

-No se preocupen chicos, falta poco por llegar. –Su suave y pausada voz sonó por toda la cabina del auto, pero ninguno de los cinco jóvenes dijo algo.

 

Vieron como las pocas casas de aquel lugar iban desapareciendo poco a poco para que luego el camino fuera cubierto por los altos árboles, a lo lejos se podía escuchar como los jóvenes salían de las escuelas, mientras que otros se quedaban conversando y riendo de cualquier chisme local.

 

Las casas fueron desapareciendo, llegando a la frontera del hermoso bosque, donde se alzaba una hermosa casa de tres pisos, con paredes de concreto blanco, donde el segundo piso mantenía una estructura de madera, sumamente hermosa, donde se podía ver todo lo extenso que era aquel bosque.

 

-Bueno, vayan a escoger sus habitaciones.

 

Carlise dejó una de las maletas en el suelo de piedra blanca, mientras observaba como cada uno de los chicos agarraba sus mochilas y caminaban despacio hasta ingresar a la hermosa casa.

 

Sus ojos negros observaron el delgado y menudo cuerpo de la mujer que había sido su esposa por casi noventa años; sintió el suave aroma que sus cabellos color caramelo desprendían y como el suave viento movía ligeramente.

 

Alzó su mirada hacía el nubloso cielo, mientras guardaba sus manos en los bolsillos de su pantalón, sintiendo como aquel nuevo malestar empezaba a alojarse en su pecho, lentamente llevó su mirada hacía el bosque intentando observar a aquel nuevo ser a quien por quien sus sentidos se habían empezado a agitar.

 

-¿Carlisle, te encuentras bien? –La pequeña y suave mano de Esme se posó sobre su hombro, observó sus pequeños ojos de color negro, tan brillantes y resplandecientes, aquel rostro delgado y en forma de corazón; acarició suavemente su mejilla pálida, pero tersa.

 

Y pensó que hubiese sido tan afortunado de haberse enamorado de una mujer como ella.

 

-Sí, vayamos a dejar nuestras cosas. –El mayor tan solo sonrió suavemente al sentir los fríos labios de la mujer sobre los de él.

 

Edward decidió tomar la última habitación del segundo piso, admirando todo el extenso y poblado bosque por aquel hermoso balcón, construido de madera, dejando las dos habitaciones para sus hermanos, que siendo pareja, era obvio que compartirían las mismas habitaciones.

 

Desde su llegada al pueblo, había empezado a sentir su cuerpo pesado, mientras que sus pensamientos empezaban a volverse confusos y se sorprendió de ello, pero no le tomó mucha importancia, el joven se recargó sobre el barandal de hierro, mientras que sus hermosos ojos de color ámbar cambiaron rápidamente a un rojo vivo, un rojo carmesí que todo podía observar, vio como los pequeños venados corrían dentro del bosque; cerró lentamente sus ojos, mientras escuchaba el sonido de un lago y se detuvo abruptamente al poder percibir a lo lejos un dulce aroma a miel y canela, y por muy extraño que empezaba a parecerle no se sentía hostigado por aquel nuevo y dulce aroma, frunció su ceño para poder observar con mayor profundidad, aquel bosque, sintiendo algo muy extraño dentro de él.

 

Había dejado su mochila tirada en el suelo, sin importarle acomodar sus cosas, salió de la habitación, escuchando las voces de sus hermanos en las otras habitaciones, caminó lo más sigiloso que pudo, intentando salir sin ser percibido, pero sabía que era en vano, así que decidió quedarse en medio de la sala, esperando a que llegara su padre.

 

-Sabes las reglas de no pasar el límite del bosque.

 

-Solo iré a dar un vistazo. –Y sin esperar a que el mayor dijera algo o que algunos de sus hermanos bajara para acompañarlo, decidió salir lo más rápido que pudo, pudo escuchar el suspiro ligero de su -padre- pero tan solo frunció ligeramente su ceño por haber olido un aroma a lobo, pero aquello no era lo que le había llamado su atención.

 

Sentía el frío chocar fuertemente contra su rostro, sus pies apenas tocaban el suelo, sus ojos ámbar lo veían todo con claridad y con demasiada rapidez, seguido de su olfato decidió volver a recorrer a aquel lugar, sabía que no podía cruzar límites, pero se le hacía imposible creer que uno de esos –perros- podría tener un aroma tan dulce como aquel.

 

Y ahí, se detuvo de golpe, al ver a un pequeño cachorro, no tendría más de quince años, con sus cabellos largos de un color azabache, con su piel bronceada, sus ojos siguieron desde lo más lejos todo movimiento de aquel pequeño cachorro, escuchó su sutil y acompasada risa, y no pudo evitar sentirse ansioso al escuchar los rápidos latidos de su pequeño corazón, galopando suavemente mientras jugaba con el agua del arroyo.

 

Era lo más hermoso que había visto en sus casi 100 años, sintió como su cuerpo se quedó paralizado tan solo ver su torso descubierto, sus largas y bien torneadas piernas eran cubiertas por un pantalón corto, mientras con sus descalzos pies jugaba con el agua del lago, sus cabellos azabaches se pegaban a su frente.

 

Estuve a unos milímetros de cruzar el límite, necesitaba verle más de cerca, necesitaba olerle, empecé a sentir como la sangre empezaba a subirme hasta la cabeza, mientras un dolor insoportable empezaba a alojarse en mi pecho y un fuerte zumbido empezó a opacar en sus oídos.

 

Abrí y cerré mis ojos, para ver que ya habías notado mi presencia, tu mirada sobre la mía, quise acercarme, pero estabas al otro lado del límite, pero pude apreciar tus ojos, de un negro tan intenso, brillantes y me mostraste tu más hermosa sonrisa y creo que por primera vez en esta vida me quedé sin palabras.

 

Arrugué fuertemente mi ceño al escuchar unos fuertes y rápidos pasos muy cerca de ti, poco a poco mis garras empezaron a crecer al mismo tiempo que mis colmillos lastimaban mi labio inferior, estaba tan concentrado en atacar a cualquiera que osara atacarte o si quiera a tocarte, pero pronto te vi envuelto en brazos de un hombre, sus cabellos azabaches y su piel tan bronceada como la canela, su cuerpo era sumamente esbelto, no tenía los músculos de un hombre normal, pero se veía en forma, sus ojos oscuros me miraron con asco, mientras dos lobos más se posaron delante de ustedes, gruñendo y mostrando sus filosos colmillos, todos ellos, incluso tú, fijaron sus brunos ojos sobre mí y no pude soltar un bufido al ver cómo me empezaban gruñir.

 

Decidí alejarme de ahí, no sin antes darte una última mirada, para asegurarme de que estabas a salvo, hace muchos años que me había olvidado como respirar, mi corazón había dejado de latir cuando me convertí en esto y ahí lo supe, pero tuve que evitar soltar un leve jadeo al ver como nuestras miradas se cruzaban nuevamente y no pudo evitar sonreír suavemente al ver como tus mejillas empezaban a sonrojarse y como ocultabas tu dulce rostro en el cuello de aquel hombre.

 

Ya habían pasado casi una semana desde que la familia Cullen había llegado a Forks, habían terminado de instalarse rápidamente, dejando las últimas cajas sin utilizar en el gran jardín trasero, aunque ninguno estaba de acuerdo, Carlisle y Esme había decidido matricularlos en la escuela del pueblo.

 

Ese día Carlisle había salido lo más temprano posible, topándose con la densa neblina que cubría gran parte del pequeño pueblo, arregló sutilmente su gabardina, aunque no tuviera frío, sus rubios cabellos se movieron sutilmente a causa de la suave brisa.

 

Sus hermosas orbes se fijaron en la desolada autopista, suspiro suavemente, intentando alejar aquellos suaves olores y pisó el acelerador para llegar al pequeño hospital, el cual había sido contratado como médico de cabecera, aquella había sido una de las excusas para arrastrar a toda su familia hasta aquel recóndito lugar.

 

Sonrió suavemente al recordar como poco a poco su familia fue creciendo, desde el joven Edward y todos los chicos que había adoptado, hasta su esposa, una hermosa mujer que él nunca había amado, pero aun así le tenía mucho aprecio; abrió rápidamente sus ojos al escuchar el gruñido de un pequeño animal y rápidamente frenó su auto al ver como el menudo cuerpo de un joven se atravesaba por la autopista.

 

Sin importarle que algún extraño le viera, se bajó velozmente del auto al escuchar el suave sollozo del joven y se arrodilló al frente de él, observando sus sedosos cabellos color chocolate oscuro y su piel suavemente bronceada, le sonrió suavemente, a pesar de sentir aquella sangre tan dulce y suave pasar por todo su cuerpo.

 

-Todo va a estar bien, pequeño. –El mayor no pudo evitar fruncir ligeramente al sentir como el menudo cuerpo del menor soltaba una ola de calor.

 

-Duele, duele mucho.

 

-Ven, déjame curarte. –Pero antes de que el doctor pudiera siquiera llegar a palpar su frente perlada, escuchó el fuerte gruñido de un lobo, muy cerca de ellos. Lentamente se puso de pie, mientras que tres grandes lobos se acercaban, gruñendo y mostrando sus afilados colmillos.

 

-¡Papi! –Carlisle se alejó unos metros para observar como uno de ellos, más pequeño, se acercaba para empezar a lamer el rostro del más joven, haciéndolo sonreír.

 

Él tan solo se quedó ahí, de pie y no pudo evitar sentir algo extraño en su interior cuando percibió el agradecimiento de aquel hermoso lobo, en sus ojos color café y no pudo evitar sentir una horrible opresión en su pecho. Sonrió suavemente al ver como subían al moreno sobre el lomo del animal para alejarse hacía el frondoso bosque.

 

Edward había empezado a caminar por toda la sala, sus manos entrelazadas detrás de su espalda, con su ceño fuertemente fruncido, soltó una pequeña maldición; no sabía cómo se había enterado, pero desde ese día Carlisle le había prohibido regresar al centro del bosque, pero él necesitaba verlo y sentía que aquel pequeño también pensaba lo mismo.

 

Caminó lo más lento que pudo y observó como Esme se encontraba tejiendo unas telas, la mujer le miró y le sonrió cálidamente y él también hizo lo mismo.

 

Se acercó y en un cerrar de ojos estuvo sentado al frente de aquella mujer, una que había sido casi una madre en todos esos siglos, sus ojos le miraron fijamente, intentando, en vano, en leer sus pensamientos, pero yo sabía que ella podía hacer más que eso.

 

-Él no es un humano, Ed. –Su pequeña y fría mano se posó sobre la mejilla del joven vampiro, transmitiéndole una tranquilidad

 

-Eso no quita el hecho del porque no pueda leer sus pensamientos. –Cubrió su rostro abatido entre las frías palmas de sus manos.

 

-¿No puedes leer sus pensamientos? –Negó lentamente llevando mis manos hasta mis cabellos de color ocre, desvié la mirada de la mujer que había ocupado el lugar de mi madre.

 

-Tal vez debas hablar con Carlisle, antes de hacer cualquier cosa. –Asentí lentamente y aparenté sonreírle suavemente, sentí sus manos frías acariciar suavemente mis mejillas, mientras terminaba de darme un beso en mi frente.

 

Después de aquella plática ayudó a Esme a llevar unos cuadros de pintores famosos, para colgarlos en las altas y blancas paredes, dejando que poco a poco aquel frío lugar se iba convirtiendo en una casa, en un hogar.

 

Toda la tarde estuvo tendido sobre la mullida cama, que les había comprado Esme, el viento como las pequeñas hojas del otoño ingresaban por el gran balcón, dejando que aquel dulce aroma se confundiera con el aroma natural del bosque, cerró lentamente sus ojos, recordando sus ojos tan negros, tan brillantes, dos gemas preciosas.

 

Los hermanos Cullen habían causado un enorme revuelo en su nueva escuela, ninguno de los cinco se separaban por nada, mientras todos los ojos de los alumnos caían sobre sus cuerpos, los hermanos se pusieron de pie al oír la campana de inicio de clases.

 

Jasper se marchó junto con Alice y Rosalie junto con Emmett, aunque Edward pareciera de menos edad que los otro cuatro, todos ellos sabían que Ed era mucho más mayor en su edad, casi rondando los cien años.

 

El más joven llevo sus ojos color ámbar sobre la ventana, intentando buscar aquella dulce y suave esencia, sus hermosos ojos ámbar pasaron por todo el exterior, que dejaba ver a la perfección como el frondoso bosque se alzaba en su gran magnitud, a lo lejos podía escuchar los pasos del profesor y algunos pensamientos incoherentes de las chicas de su aula.

 

-Hola, mi nombre es Isabella, pero todos me dicen Bella. –Los ojos de Ed cayeron sobre el cuerpo de aquella mujer, se veía sumamente delgada, con un pantalón ceñido a sus caderas y una larga blusa de color perla, manteniendo una fingida sonrisa en su rostro.

 

Sin darte cuenta frunciste suavemente tu ceño al intentar reconocer aquel rostro, pero rápidamente evito tu seria mirada y tan solo le lanzaste una mirada a la chica, sin importarte que tomara asiento a su costado.

 

El olor a tierra mojada había llegado con demasiada rapidez a tu avanzado olfato, llevaste tu mano para cubrir su disgustado rostro y por primera vez sentiste las ganas inmensas de sacarle la cabeza a un inocente.

 

Aquella mujer no paraba de hablarte, dejando que sus finos tímpanos empezaran a doler en demasía, intentaste relajarte, intentaste pensar en otra cosa, escuchar, oler y como su fuese una ráfaga de viento, tus pensamiento te llevaron hasta los ojos de aquel cachorro.

 

Sonreíste suavemente, aún con los ojos cerrados, al escuchar su suave voz, mientras que dejabas que aquel dulce arome te embargara completamente, después de aquello la clase pasó sin menor preámbulo.

 

El sonido de la campana se escuchó por todos los pasillos, dejando que los alumnos salieran con demasiada prisa, Edward caminó por los pasillos ya vacíos, sin poder quitarse de la cabeza aquellos ojos de color caramelo de aquella chica, cerró lentamente sus ojos intentando recordar en donde la he visto antes.

 

-¡Edward! –Abrí mis ojos para ver como Isabella se acercaba con pasos rápidos, manteniendo una sonrisa en su rostro, cuando llegó a mi lado colocó sus manos sobre sus rodillas intentando aspirar todo el aire hacía sus pulmones. -¿Quieres reunirte conmigo para hacer el trabajo de química?

 

Alcé mi rostro y pude ver como Alice me sonreía, llamándome con esos ojos, sonriéndome con esos labios rojizos, regresé mi mirada hacia aquella chica e intenté sonreírle, talvez debería olvidarme de aquel cachorro.

 

Los ojos almendrados de Lara pasaron por sus recuerdos, tan rápido que no pudo detenerlos y no pudo evitar comparar su hermosa sonrisa con la de aquella nueva chica, no puedo evitar pensar si aquellas nuevas caricias serían como las de la mujer que una vez amó.


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