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69 Bullets por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

Sólo traigo diez, cuestiones del trabajo, los cursos, la familia, el ocio, los amigos, y toda esa cháchara que no les va a interesar mucho, me agotan, y no sexualmente u.u. 

 

 

Látigo.

No sentía humillación, como soldado acataba el castigo con dignidad, cosa que no le favorecía frente al tiránico mandamás que como buen sádico disfrutaba del dolor ajeno cuando la víctima se distorsionaba en sendos y augustos gestos de agonía; era evidente que el flagelado no quería abonar su grano de arena a la ejemplaridad de la pena.

Fueron cincuenta los restallidos del látigo y Colonnello no encontró mejor forma para desahogarse que en la soledad de la regadera, el agua escurría a través de su carne abierta llevándose en lo posible la sangre que ya no era suya. El dolor fue adquiriendo otra tonalidad en cuanto empezó a seducirse con la mano y todavía tenía el lujo de tocar los bordes de las heridas mientras se masturbaba. Ese punzante dolor friccionando el placer otorgándole un amplio abanico de intensidades.

Sólo tenía que presionar un poquito allí o allá… se clavó sus propias uñas en la carne al tiempo que alcanzó el orgasmo, cuando lamió su semen no evitó una sonrisa enferma de picardía. 

 

 

Matrimonio.

Un día logró, contra todo pronóstico, convencer a Hibari de salir juntos, sin guardaespaldas, con la única meta de pasar una tarde con toda tranquilidad en el campo. Claro que era una extravagancia que dicho lugar estuviese en los parámetros de una villa Cavallone, pero a Kyōya le atraía irremediablemente el rubio… mejor dicho, todo lo que el rubio poseía por su condición de Jefe de la Familia Cavallone. Dino en cierta forma repudiaba esa parte del moreno, pero cuando uno se enamora tiene que aprender a sobrellevar ese tipo de actitudes.

Lo que importaba era que mientras comía un trozo de manzana sabía que Kyōya le miraba insistentemente, quiso ser visto, una breve apreciación de Hibari para guardarla en el baúl de sus recuerdos para nocturnos placeres. Se recostó sobre el mantel a cuadros usando las piernas del moreno como almohada, con gusto y silenciosamente agradeció que no lo echara a golpes, quizá era porque estaban a solas. Por lo general estaba más dispuesto a aguantarle las piruetas novieras sin que tuvieran público. El problema salía cuando Dino quería portarse galán… pero sin subordinados a su alrededor… ni siguiera dentro del parámetro… bueno, Dino Cavallone pasaba a ser el vulgar hermano mayor de Tsunayoshi: por lo excesivamente torpe.

Pero justo ese día las cosas iban bien, después de disfrutado el campirano banquete no tuvieron que decirse mucho después de dos segundos de miradas intensas; el rubio atrajo al menor hasta inclinarlo sobre sus labios.

—El involucrarme en la Mafia fue lo raro que pudo pasarme –dijo después de sostener a Hibari a la intemperie.

—No quieras engañarme, haneuma –sonrió con burla –. Fue lo peor para un cobarde como tú.

—Y esa parte no la discuto –dirigió la mirada hacia el horizonte donde el sol había decidido huir –¿Hubieras preferido no conocerme?

—Resultaría aburrido después de un tiempo –tardó en responder –. Deja de molestar y suelta lo que tengas que decir.

—¿A-A qué te refieres?

—No actúes como estúpido, sé que había un anillo en el bolso izquierdo de tu chaqueta.

—¿Cómo lo supiste?! –se quiso arrancar los cabellos.

—¿Bromeas? –lo sacó campantemente y presumió la hermosa caja de terciopelo azul –, llevo toda la tarde perdiendo el tiempo con un tonto como tú –y aún a pesar de lo dicho sacó el chisme del contenedor para lucirlo en uno de sus delgados dedos.

—Entonces –el corazón le latía deprisa y sentía el sudor correrle a través de la sien derecha —¿Me aceptas?

—Acepto el anillo –lo miró y de inmediato empezaron a brotar fuertes llamas –, lo que conlleve te lo dejaré a la imaginación.

—¿Ima…? –se sintió dichoso cuando Hibari se sentó sobre su regazo.

—Por una vez, sólo cállate.

 

 

 

Cielo.

Cuando uno muere no siente, o eso me habían hecho creer toda mi vida. Lo que ahora sé es que sí siento. Morí hace una semana, y mis primeras horas muerto, pues todavía no pierdo por completo el uso del tiempo, entré en pánico por tener alrededor de mí a todos mis amigos, mi familia, y… La Familia, sonará confuso para alguno de ustedes, fui Don de la Mafia durante mi vida y parte de mi miedo consistía en dejar a todos desamparados pues siempre me hicieron creer que no podían seguir sus vidas sin mí. Se equivocaron. Durante estos últimos siete días me he dedicado a una sola cosa: ver cómo lo llevan.

Gokudera fue quien llevó la peor parte junto a Yamamoto, me entristeció enormemente la visita que les hice; no podían verme, no dieron señas de ello. Sin embargo, gracias a que mi muerte fue cosa de lo más natural los estragos no recaen sobre sus hombros en forma de arrepentimientos respecto a la ejecución de sus respectivos trabajos. Aun ahora el que tiene más arrepentimientos debo ser yo, por haberlos arrastrado a este vórtice. Pero nunca hubo otra manera de protegerlos.

Crome tiene a Mukuro, a Haru, Kyoko… nunca le declaré lo que sentía, es una lástima. Y respecto a mi electo guardián de la niebla no muestra síntomas de sentir mi deceso, al igual que mi guardián de la nube.

Ryohei decidió casarse con Hanna, la mejor amiga de Kyoko. Me alegro mucho. Lambo continúa dando problemas cada que pretende asesinar a Reborn.

Todos estarán bien, lo sé. Podrán vivir sin mí. Con el tiempo mi ausencia les dolerá menos…

Pero yo todavía no puedo descansar.

Sobre la felicidad que Mi Familia merece disfrutar está cerniéndose enormes y negras nubes. No sé cómo antes no pude verlo. Después de un tiempo estando muerto puedes internarte en el Más Allá, el espacio atemporal, sé cómo lograr que su futuro no se vea socavado.

Para ello, tendré que aportar la poca malicia que tengo para torcer la línea de sucesión.

La Treceava debe nacer de la Décima.

Con todo lo que eso implica. 

 

 

 

Prometeo.

     Reborn tenía al mocoso de ojos miel contra la pared, por obviedad la altura del moreno superaba al joven, a eso sumando el penetrante poder de los ojos negros era un paquete difícil de soportar.

—¿Qué pretendes?

—Aprovechar que estamos a solas de nuevo. Un poco de información no me vendría mal tomando en cuenta que a pesar de toda la parafernalia de tu jefe dejó en claro que no nos dejaría salir a conocer el mundo actual hasta conseguir lo que quisiera y, he de admitir, me aburro mucho encerrado.

—Todo un vividor, tal como decían.

—No quieras fingir indiferencia, sé qué sientes –le tomó por el menudo mentón –. Tu mirada no deja de perseguir mi sombra, por mucho que intentes ocultarlo –giró un poco el rostro para apreciarle el perfil.

—¿Examinas un caballo?

—Si quiero puedo follarte ahora mismo –sonrió –¿te gustaría? –lo susurró al oído.

—No. –respondió casi inmediatamente –. Acaba de una vez.

—El imbécil al que como perro faldero sigues no es el verdadero líder de esta Generación.

—Es una afirmación muy seria –dejó que un amago de risa se filtrara entre sus labios.

 

Lo que Colonnello vio no le gustó. Reconocería la espalda del asesino de negro hasta en el espacio sideral; y seguir el pasillo hasta ver que tenía a alguien acorralado, terminó por enfurecerlo.

—Reborn —Siseó el nombre mientras recogía los dedos hacia las palmas, apresuró el paso y al tener la oportunidad de sorprenderlo, vaya que debían estar enfrascados en una interesantísima conversación, decidió de un rápido movimiento arrancar uno del otro –¡pero de qué fiestecita privada me estoy perdiendo-kora!

El arcoíris amarillo abrió los ojos de par en par, y el chico de ojos dorados en igualitario mutismo admiró con susto a un rubio a punto de acribillarlo.

—¿Tienes algo que explicarme, follaniños de mierda-kora? –en relámpago apartó la mirada del chico y concentró toda su furia en Reborn que con estoicismo lo veía.

—Malinterpretaste la situación –explicó.

—¿Ah sí-kora?

—Colonnello, los celos enfermizos son característica mía –en ello se enrolaron en una conversación en la que el chico simplemente fungía como espectador. Uno que no esperaba ver semejante escena tan cerca; el rubio y el moreno se gritaban, se insultaban, y precisamente allí, de la suma de todas las reacciones, tonos y movimientos, el joven pudo apreciar lo que realmente sentían uno por el otro.

Su risa fue lo que causó extrañeza en ambos contendientes que ya estaban llegando a los estirones de ropa.

—Mentira –intervino el chico –. Hasta hace diez segundos estabas ofreciéndome tu cama para obtener favores –remendó, ahora que había recuperado la calma y vio la oportunidad de escapar mientras Pompeya sufría la erupción del Vesubio por segunda ocasión. 

 

 

Sanguina.

Reborn tenía la tolerancia hecha añicos. El maldito soldadito de plomo debía que reportarse con él al mínimo segundo de pisar tierra japonesa, no existía excusa factible, así que le importaba poco que tuviese dos horas de llegado desde África. El mandato de Reborn era absoluto. Golpeó con las yemas de sus dedos índice y corazón la mesa de fina madera, tomando una decisión; agarró el elegante teléfono regalo del Noveno y se comunicó con Lal Mirch…

—¿Ahora qué quieres?

—Me alegra oír que sigues con vida –mordió –. El rubio idiota, exijo saber dónde está –un golpe seco al otro lado de la línea fue todo lo que necesitó.

—Hunmm… no sé. Oye, ¿ya pensaste que quizá se hartó de ti?

—Tengo una enorme razón en la entrepierna que le impide dejarme –sonrió, encendió un cigarro y exhaló el humo justo en el auricular, le parecía divertido –.  Dile… no, olvídalo.

—¿Crees que soy tan idiota como para olvidar darle tu mensaje si llego a verlo? Además, ¿para qué diablos lo buscas?

—Trabajo en Rusia –y colgó.

Llegó en menos de un suspiro, Colonnello descendía por las escaleras del edificio donde Lal vivía.

—Sabía que me encontrarías-kora –se removió molesto.

—Te inserté un localizador.

—Eso explica la molestia en el culo-kora –sonrió.

No caminaron mucho hasta encontrar el callejón más propicio a sus intereses; Reborn le tenía contra la pared de concreto mientras ambas lenguas conjuraban una lucha de dragones, el jadeo desprendido logró calmar el ansia del arco iris amarillo que metió una mano entre la camisa blanca de Colonnello, éste respingó de inmediato e intentó apartarse, reacciones típicas de quien oculta…

—¿Quién fue? –como un relámpago le dio la vuelta al militar apartándole la ropa, sintiendo una creciente ira albergándose entre sus dos ojos sin ceder del monstruoso agarre a la muñeca del rubio.

—Estuve infiltrado, pero recibí un castigo-kora –las heridas estaban frescas, si pasaba el dedo con la suficiente fuerza arrancaría carne y sangre, perspectiva en absoluto desdeñable –. Descuida, desaparecerán con el tratamiento adecuado-kora

—Por eso llegaste primero con la bruja.

—Soy tu juguete, Reborn. Por ningún motivo –se liberó para verle a la cara –puedo dejar que me veas herido por manos que no sean tuyas –tomó con fuerza la mano derecha del moreno, jugando con el dedo anular y pasando su traviesa lengua entre los pliegues, figurando una escena más erótica.

Cuando estuvieron en la cama Reborn cortó una naranja sanguina y dejó caer el jugo sobre la lacerada espalda.

—Ahh…

El cítrico provocaba ardor, sentía revivir la lengua del látigo contra la piel desnuda, pero por alguna depravada razón eso elevaba el color de sus mejillas a un intenso rojo mientras arrancaba las sábanas de lugar. El miembro del moreno friccionado entre las piernas del rubio.

—No lo resisto… métemela ya...

Sintió un trueno atravesándolo.

—Sí… así… fuerte… -le miró intensamente – castígame…

La sinceridad de Colonnello que nunca alguien más vería era para disfrute entero de Reborn. 

 

 

 

Varinia.

Llegaron a una enorme habitación que en cierta manera se parecía muchísimo al cuarto de entrenamiento en el que Tsuna perfeccionó su técnica representativa, la diferencia radicaba en el color y que no había otra manera para llegar allí que brincando desde el barandal donde todos se hallaban, a más de uno le recordó a un coliseo; era totalmente negro salvo los pasamanos de un metal que al principio Verde no pudo clasificar.

—Parece obra tuya, Verde –murmuró Skull ocultando la boca con una mano.

—Lo sé –respondió y con disgusto miró que Colonnello arribaba junto a Reborn.

—Entiendo que nos transportaran a este tiempo para su interés, pero este lugar no me da buena espina.

—Vaya sorpresa –bufó el científico.

—¿Qué? –inquirió con curiosidad.

—Entendiste algo –sonrió.

—Oye, no lo molestes-kora –intervino Colonnello pero sólo para darle un codazo a Skull y se hiciera a un lado.

Poco después los demás miembros de esta extraña Familia llegaron, el tipo de ojos viperinos con toda su escolta detrás.

—Me alegra que accedieran –dijo con una cordialidad foránea a este mundo.

—¿Teníamos opción-kora? –se rascó la nuca y posó la mirada en cada uno brevemente, tratando de encontrar algún rasgo que le develara cuál de esos desconocidos tenía sus genes.

—No –concedió el líder que le ofreció la mano –. Anda, no te ocurrirá nada.

—Cuidado, niñato –advirtió Reborn recargado en la pared.

—¿Cuál es mi papel-kora? –inquirió divertido.

—La dama en desgracia –el chasquido fue tan inoportuno que Reborn no logró detenerlo, tenía que concederlo, el nuevo líder era rápido, y Colonnello también tuvo que reconocerlo… en su forma de bebé. Lo tomó en brazos y lo arrojó a la arena de combate –. Por cierto, para garantizar que no te muevas de más no puedes usar ningún poder en el área.

—Maldito-kora –todavía sonrió fantoche cayendo sin problemas, pero lo que surgió de las puertas le hizo reflexionar sobre su estado –. No me gusta-kora –frunció el ceño.

—Sácalo de allí. Sin armas y sin poder no es más que un infante –imperó Verde y Luce secundó la idea.

Detrás del líder un leve estremecimiento se palpó en la mujer de cabellos dorados que había escoltado a Colonnello hasta la base, soltó un suspiro, dejó todas sus armas en el piso y de un salto se interpuso entre la inigualable bestia y el bebé. Se agazapó no sin antes dirigir una mirada cuya intención era transmitir tranquilidad.

—Es una demostración al más puro estilo romano, allí está la ofrenda, el Toro de Lidia y la gladiatrix.

—Shie, por la carencia de escrúpulos de este sujeto puedo inducir que este debe ser hijo tuyo o de Verde, Reborn –soltó Fon con diversión mientras se aproximaba a la baranda para apreciar el espectáculo –. ¿Sólo con sus manos desnudas?

—¿Hay mejor arma? –sacó la réplica de modo tajante el que había sido guía de Reborn –. Ella puede –pero la mordedura de labio explicó ansiedad.

 

 

 

 

 

Plomo.

Cavallone temía que lo que sus ojos veían no fuera más que una ilusión, el más hermoso de los sueños; tenía que repetirse que Kyōya estaba a salvo, que no existía amenaza de prisión ni muerte, que el infortunio de la semana anterior había cambiado el rumbo a otra desgraciada meta. Rato en rato acudía a la habitación para mirar el pálido semblante del hombre que había decidido amar.

—En este mundo no puedo hacer un movimiento sin exponerme a matar.

En su fuero interno sentía impotencia, sólo le apaciguaba sostener la mano del moreno. No podía hacer algo para evitar que naufragara. Debía esperar aunque afuera estuviera la misma estúpida noche burlándose de otras ocasiones más amatorias en las que la semioscuridad de su cuarto era cómplice y no verdugo.

Para el médico era fácil decir que la recuperación del paciente sería satisfactoria, al cuerno con él. Cada minuto era agónico. Cada jornada se embebía de los más inútiles recuerdos, repasando en los anaqueles de su memoria los momentos en que sólo acudía a Namimori para buscar en los ojos azules algo de reproche o cualquier signo que le indicara una digna atención del guardián de la disciplina.

Debía hablar claramente con Tsuna, Rokudo Mukuro no podía ser el siguiente guardián de la niebla… sacudió la idea, alejándola por infectable. Sawada ni siquiera sabía que pronto tendría que debatir el derecho a vivir en otra era en la que los anillos Vongola y todos sus usuarios serían la probable salvación. Si Dino tenía conocimiento de ello era porque su yo del futuro se encargó de hacérselo llegar a través de señales, por ello también era consciente de que tendría que sobrevivir un tiempo sin ver al futuro guardián de la nube.

—Sudas –murmuró el moreno apartando la mano de Dino.

—Me alegra que estés conmigo.

—Yo busqué ésa pelea, no quieras encargarte de mí como si fueras responsable.

—Defendiste a la Familia Cavallone, no era tu deber.

—Simplemente tenía ganas de morder hasta la muerte –cerró sus ojos –. Fue una casualidad que resultaran ser enemigos tuyos –desplegó una sonrisa burlona.

—Gracias –trepó la cama y se recostó junto a él. Sintió los dedos de Kyōya aferrarse a su camisa.

 

 

 

Diezmo.

El Dios de la Muerte vestía el color de una piedra, el destino sellado por el azar.

Siete filas de siete hombres cada una, frente a ellas siete más sostienen siete bolsas; ya saben la mecánica, cada uno debe introducir la mano y sacar una piedra. Bendecido el que saque la ficha negra, los demás se pueden dar por…

La respiración agitada y cada paso hacia adelante  que acortaba la vida suya o la de un amigo. No lo soportó, se adelantó y sacudió la bolsa, sacando con abrupta impaciencia y llegado a ese punto, por incoherente que suene, al tenerla escondida en su puño cerrado lo mantenía todavía con los pies clavados al suelo y el resto del cuerpo estático esperando que un rayo le partiera en dos antes de ver qué estaba en la palma de su mano.

Imposible expresar con palabras lo que en dos segundos cambió en su vida, al extender la mano dejó escapar un gemido de alivio, dejando de sentir esa espantosa opresión en el estómago y disminuyendo el alocado latir de su desbocado corazón, pero después el desvarío se recobró con bruta fuerza al percatarse que su mejor amigo…

Había sacado piedra blanca.

Al momento la vorágine de imágenes no le quedaría clara ni después de lo ocurrido. Los elegidos fueron dispuestos dentro del círculo formado por los blancos; sin saber cómo llegó a sostener una gran maza de hierro, quizá porque sólo tenía la mirada fija en el amigo encerrado por el círculo de carne. La orden para dar inicio sí logró traerlo de vuelta.

—No puedo –se escuchó decir, aflojando el agarre al arma.

—Tienes que hacerlo –dijo su amigo, con la respiración agitada de quien sabe que debe obedecer pero cuyo instinto por sobrevivir era la fuerza opuesta que lo mantenía simplemente anclado al suelo r13;Hazlo, obedece –era un amasijo de nervios y el pánico era contenido quién sabe porqué fortaleza dentro de la mente, sin improviso de nuevo fue gritado el comando y un tercero alzó el objeto romo hasta descenderlo sobre el hombro del eje que inmediatamente rastralló en un quejido de dolor provocado por la rotura del hueso.

Sucediéronse los golpes, pero él no tenía el valor para levantar la mano en contra de aquel sujeto que había sido casi un hermano en el campo de batalla, sólo podía mirar cómo se hincaba mientras la sangre y costillas salían del cálido cuerpo. Debía golpearlo, aunque fuese una vez, sino sufriría el mismo destino.

Esos ojos implorantes le exigían que acabara con el dolor pronto, entonces, con el llanto brotando impulsó su mano a dar el golpe final.

 

Lo más injusto de todo aquello era que la pesadilla la tenía siempre con los ojos abiertos, mientras miraba a través de la ventana cuando más luminoso era el día. Sawada Tsunayoshi vestía de luto mucho antes de que el día que vaticinaba esa tragedia ocurriera. El Décimo Jefe de la Mafia sabía que un día tendría que diezmar sus filas.

 

Reencarnación.

De repente, más de uno pareció contener la respiración, extraordinariamente la mujer saltó para sujetar al feroz animal, se aferró con las manos a ambos cuernos, impidiéndole a la bestia avanzar hacia su objetivo: Colonnello. El recinto asemejaba más un desierto por el mutismo de los espectadores; la chica trataba con todas sus fuerzas para mantener la inmovilidad del monstruo, notó que sus pies comenzaban a clavarse en el suelo hasta  hundirse en él al nivel de las pantorrillas, resaltaron los músculos de sus brazos de manera tal que podrían brotar libres de su piel.

—No es una bestia común –comentó Verde, posando los dedos hasta fruncirlos sobre el pasamanos –. Y si el lugar no permite la emanación de las llamas de la voluntad o cualquier ataque parecido, este encuentro se limitará a pura exhibición de fuerza bruta.

La bestia tomaba impulso, pero el esfuerzo contrario también le había ganado cuatro entierros prematuros de sus patas. En el momento en que resopló, su contrincante imprimió más poder y sus manos que ahora parecían fabricadas en hierro comenzaron a doblar la cabeza del animal, que poco a poco cedió, de su boca sobresalía la lengua cubierta de una espesa y blanca espuma, después la sala se inundó con el simple sonido de huesos rompiéndose.

Por el rostro de la vencedora escurrían gotas de sudor y una respiración copiosa como muestras de la cantidad de esfuerzo invertido, se dio la vuelta y se hincó delante del bebé que la miraba con poco agradecimiento, después de todo, no pidió el auxilio de nadie y tenía cierto orgullo de hombre, cosa que le hizo recordar el sacrificio que hizo alguna vez por la que una vez fue su maestra.

—Insuficiente –declaró el líder –. Ya sabes que esto será eterno sino lo matas como se debe –recriminó, la muchacha sólo alcanzó a evadir la cornada del toro recién levantado, tenía a Colonnello en brazos y el aterrizaje fue breve por una nueva arremetida del cadáver viviente.

—Pero yo vi cuando le rompió el cuello –dijo para sí mismo Skull que decidió sentirse nervioso ante la situación, de reojo miró que Reborn no tardaba en perder la paciencia, con justa «razón», ¿a dónde quería llegar ése con este circo? Además de que como guerrero entendía a la perfección la frustración que debía sentir Colonnello al verse sobajado al papel de víctima, si algo tenía bien grabado en su cabeza era que Colonnello tenía un ego gemelo a Reborn, y un espíritu competitivo digno de dios, pero esto, sino terminaba pronto, podría salir mal para todos.

—No puedo sola, idiota –murmuró la chica con un enojo que surcó el aire hasta los oídos de Colonnello.

—Explícate-kora –exigió, posándose en su hombro para evitar ser visto como bulto.

—Esta cosa –refiriéndose al toro que volvió a atacar y ella a esquivar – está hecha de Voluntad, sin embargo al estar contenida en el cuerpo la única forma de acabar es desangrándolo –resopló. Colonnello no estaba del todo de acuerdo, si por él fuera esa molestia ya habría dejado de existir y estaría arriba, fanfarroneando.

—Vaya meollo-kora, pero es imposible emanar voluntad-kora, así que no queda más opción que un arma de corto alcance –soltó molesto –. Ya fue mucha payasada, saca lo que tengas –la chica asintió levemente, juntó las manos como si fuera a elevar una plegaria, cosa que sacó una sardónica sonrisa en los agnósticos, y de su mano derecha salió un animalito de color verde... Los presentes se cuestionaron si habían presenciado se trataba de una broma, las armas de la mujer seguían en el piso, junto a ellos. Además de que esa arma no era nada más y nada menos que…

Colonnello cayó dormido y de inmediato el arma resplandeció. Reborn sintió un cosquilleo proveniente de causa extraña, pero no escapó a los ojos de Verde, Luce y el líder cuyo objetivo era captar cada reacción de sus invitados y dejarles clara la siguiente situación:

—Las llamas de Voluntad habrán sido de utilidad en su tiempo, en el nuestro –extendió la mano hacia donde la mujer yacía semierguida sobre la gran mole ahora inerte –, nos sujetamos a nuevas reglas.

Reborn supo dos cosas, su querido León había pasado a las manos de una nueva generación, y dos…

La chica era hija suya y, por default, también el idiota de ojos dorados que lo había traído hasta aquí.

 

 

Felpa.

Cuando Rokudo Mukuro no era más que un niño de tres años y aunque ya tenía esa aura depredadora que se iría puliendo con el paso de los años, sólo quería un muñeco de peluche todo desgarbado y carente de un ojo que por alguna familiar razón lo hacía más confortable y de tenerlo en sus brazos estaba seguro que la suavidad de la felpa le provocaría esas cosquillas en el estómago que frente al público era molesto mostrar signo. Aunque el peluche estuviese fuera de su alcance, empecinado como es por conseguir algo, con sus pies y manos fue tomando camino a través de los sucios anaqueles, pero no contó con la madera podrida, estaba a varios metros lejos del piso y lo único que le evitaban la caída eran sus dos manitas.

Todavía el desafiante peluche lo miraba desde lo alto. Fue entonces cuando recordó, brevísimo momento de inseguridad infantil, que nunca sería suyo, además, ¿a quién le importaba si caía? No había absolutamente nadie en el mundo que sintiera amor o compasión por un niño maldito como él, ¿para que aferrarse a ese anaquel con tanta fuerza? ¿Para obtener un sucio muñeco que seguramente nunca le regresaría ninguna palabra cariñosa?

Se soltó.

Esperaba que el estrepito de su descenso conllevara alguna fractura, pero no fue así.

—Oye, ten cuidado –dijo una voz con tono ligeramente burlón –. Te podrías lastimar –lo dejó suavemente en el suelo –¿Querías eso? –señaló con la mirada la parte más alta, al no ver respuesta del niño, sólo siguió con esa molesta sonrisa y en menos de un parpadeo saltó con increíble agilidad tomando al objeto anhelado y entregándoselo con gentil gesto.

Con una rodilla en el piso el niño pensó que el inmaculado traje blanco del adulto dejaría de ser tal. Tuvo una extraña sensación cuando tuvo sus cabellos revueltos por aquella mano.

—Eras realmente una ternura, Mukuro-kun.

—¿Cómo sabes mi nombre?

—Es muy simple, te amo. Y cuando alguien ama a otro, debe por lo menos saber su nombre, ¿no crees? Ah, pero que este encuentro sea nuestro secreto, ¿sí? Me metería en problemas si se descubre que usé el juguete de Sho-chan –llevó un elegante dedo a sus labios como quien indica guardar silencio –. Nos volveremos a ver, hasta entonces trata de recordar esto –le besó en los labios y enseguida ese sujeto de ojos violetas desapareció.

Mukuro sostuvo con fuerza el muñeco y una ligera sonrisa cruzó su infantil rostro. 

Notas finales:

Los comentarios es el combustible biodegradable, amistoso con el medio ambiente, sujeto a las nomras del ISO. 

¿Quieren otros diez drabbles pronto (entiéndase pronto a plazo de un mes)? o ¿Quieren el resto de un sólo tirón?


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