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Instant Crush por MariSponge

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Alfred retrocedió, completamente sorprendido ante la reacción de aquel chico; al mismo tiempo, las lágrimas en los ojos del italiano amenazaban con fluir como si fueran un río. El rubio no sabía qué hacer, comenzó a mirar a todos lados, buscando la forma de calmar al chico, sin embargo, este no daba señales de tranquilizarse. De repente, Alfred recordó lo que su madre solía hacer cuando se ponía a llorar. Con determinación, volvió a acercarse al castaño, quien comenzó a gritar y a llorar a causa de lo amenazante y enfadado que se mostraba el más alto. Alfred tomó por los hombros al joven, y en un rápido movimiento, unió sus labios con los ajenos, abriendo los ojos como platos al notar que había fallado al momento de besarle. Él trataba de depositar aquel beso en la frente del castaño, no en su boca. Con rapidez se apartó, llevando su mano a sus labios, mirando con horror al chico, de quien esperaba que terminara aterrorizado y confundido por aquella acción. -¡L-lo siento! ¡Realmente lo siento! ¡Mi intención no era esa! ¡Yo yo yo…! –las palabras se le atoraban en la garganta, al tiempo que las ideas en su cabeza volaban como abejas furiosas en un panal.

Sin embargo, Feliciano se calmó, y en un acto reflejo, llevó sus dedos a su boca, rozando las yemas contra sus labios. Sintiendo cosquillas en ellos, alzó lentamente aquellos ojos cristalinos hasta toparse con aquellos turquesas, que le miraban llenos de terror. Al momento en que sus ojos hicieron contacto, ambos jóvenes sintieron como sus corazones comenzaban a latir con fuerza, amenazando con abandonar sus propios cuerpos. A pesar de todo, el italiano solo ladeó la cabeza, sonriendo con dulzura, para inmediatamente, desviar la mirada un tanto sonrojado.

Alfred relajó un poco el cuerpo, llevando una mano a su nuca, sacudiendo un poco su cabello con nerviosismo. –Bu-bueno… al menos estás más tranquilo, que era lo que quería… no de la forma que esperaba, pero lo logré –comenzó a balbucear, paseando la mirada por toda la habitación, sin percatarse del ligero tinte rubí que sus mejillas habían adoptado. Su atención fue conquistada nuevamente, al escuchar una ligera risita proveniente del castaño, quien comenzaba a levantarse del suelo.

-Deberías vestirte, de lo contrario, pescarás un resfriado –canturreó, señalando el torso desnudo del rubio. Alfred le miró algo confundido, hasta recordar su parcial desnudez, y la vergüenza volvió a apoderarse de él. Con torpeza, corrió al pequeño armario, buscando como loco, alguna playera o sudadera con la que pudiera cubrirse. Al final, tomó una sudadera gris, y con trabajos a causa de la rapidez, logró ponérsela. Su pequeño percance logró hacer que el desconocido se relajara más, regalándole al ojiazul nuevamente, aquella dulce risa, un poco más estruendosa. Aún sin poder sacar las manos por las mangas, el más rubio se quedó congelado ahí, mirando atontado al castaño. Volvió a sentir como si los 10 paquetes de ositos de gomita que se había comido, comenzaran a festejar en su estómago. Pero el que lo sorprendió, fue su corazón, que comenzó a latir desbocado al notar como aquel chico se acercaba a él, aún con aquella amplia sonrisa en el rostro.

-L-lo siento… v-venga, déjame ayudarte –se ofreció, alzando los brazos en su dirección, tratando de calmar su risa. Tomó la prenda ajena, buscando la forma de acomodarla. –Te pusiste la sudadera al revés –agregó sin poder evitar soltar una risilla. Alfred no pudo más que dejarse ayudar, observando maravillado a aquel chico, del cual ni sabía su nombre.

-Listo –soltó alegremente el castaño, al lograr que la mano del mayor, saliera por la manga. –Oh, cierto… mi nombre es Feliciano Vargas –se presentó, tendiéndole la mano, algo nervioso. Alfred se quedó observando la sonrisa ajena, intercalando la mirada entre aquella mano ofrecida, y la tierna expresión del otro. Sacudiendo su cabeza luego de unos minutos, sonrió ladinamente, estrechando su mano con la otra, soltando una exagerada risa. – ¡Yo soy Alfred F. Jones! ¡Mucho gusto, Feliciano! –respondió con entusiasmo, sacudiendo la mano ajena con algo de fuerza. Feliciano abrió los ojos con sorpresa, tratando de llamar la atención de Alfred para que parara, pero sin poder evitar comenzar a reír nuevamente. Al notar su comportamiento, el rubio soltó al italiano, volviendo a llevar su mano a su nuca.

Luego de las presentaciones, el estadounidense se ofreció para ayudar al chico a acomodar sus cosas, puesto que él ya había acabado con su parte de la habitación. Durante aquel “tiempo de calidad”, o dejaron de hablar de diferentes temas; desde deportes, hasta películas y arte. Y a cada palabra que salía de los labios del castaño, Alfred sentía una extraña sensación en su interior.

 

 

-¿Ya te has instalado? –tomó un pequeño sorbo de su bebida, mirando a su similar por encima del vaso, notando como este miraba por el enorme ventanal, algo distraído.

-Ya, incluso he conocido al asesor de piso –respondió algo disperso. Algo le preocupaba, y es que era raro que el rubio no hubiera arrasado con las papas fritas, o incluso con la tercera hamburguesa.

-Dime que sucede –comentó Matthew, mirando fijamente a su hermano, dejando el vaso sobre la mesa, apartando brevemente su plato, que aún contenía un filete a medio comer. Alfred reaccionó ante las palabras de su hermano, pues nada más escuchar aquella frase, se enderezó en su asiento, mirando fijamente aquellos ojos azules.

-… ¿A qué te refieres? –ladeó la cabeza, tratando de ocultar su nerviosismo. Pero era demasiado tarde. Su reacción ante la orden del otro lo tomó por sorpresa, incluso, estuvo a punto de derramar su refresco al voltear a verle.

-¿Qué sucedió que te tiene tan distraído y nervioso? –volvió a preguntar, tomando otro sorbo de soda, sin apartar la mirada casi violácea del otro. Trataba de engañarlo, pero no podía. Lo conocía demasiado bien, y sabía que algo le molestaba. Los nervios del mayor comenzaron a notarse cada vez más, la mirada de su hermano fija sobre él, le exasperaba.

-E-estoy bien, Mattie, en serio –respondió, escudándose en su refresco, tratando de evadir la mirada de su gemelo. Pero este no se iba a dar por vencido. Siguió mirándolo con seriedad, casi sin parpadear, incluso cuando volvió a tomar su plato para cortar un pedazo de carne y llevárselo a la boca, su mirada seguía fija en el otro. La incomodidad ante aquella mirada insistente y prolongada, comenzaba a hacer efecto en el chico, que se acomodaba bastante en la silla, tratando de esconderse de aquellos ojos, utilizando la comida que había ordenado. -¡Deja de mirarme así! –explotó, azotando el vaso vacío en la mesa. -¡Es molesto!

-No –respondió cortante el mayor, con aquel rostro inexpresivo y la mirada acusadora sobre su hermano. Con lentitud, tomó su soda, sorbiendo el líquido con bastante ruido, disfrutando internamente la tortura improvisada por la que estaba haciendo pasar a su ruidoso gemelo.

-¡Esta bien! ¡Te contaré! ¡Pero deja de hacer eso, please! –lloriqueó Alfred, lanzándole unas cuantas papas fritas a Matthew. Este solo sonrió ligeramente, restregándole su victoria al menor de los dos. Comió el último trozo de carne, junto con lo que quedaba de la ensalada, para poder deslizar el plato a un lado y poder recargarse en la mesa para poder escuchar atentamente a su hermano. El chico soltó un enorme suspiro, quitándose los lentes y colgarlos en el cuello de su playera. Le dio una mordida a su hamburguesa, y sin tragarla, comenzó a hablar, con una expresión de pesar en el rostro.

-¡No hables con la boca llena, tonto! –exclamó Matthew, alzándose un poco para poder alcanzar a su hermano y darle un golpe en la cabeza. Alfred apenas si tuvo tiempo para reaccionar, recibiendo el ataque en la cabeza, y encogerse como acto reflejo de protección. Con dificultad, tragó el bocado, ayudándose con la soda, para terminar por susurrar un “Sorry” a su similar. –Bien… continua –lo motivó, tomando un sorbo a su propia bebida, sonriendo con ternura ante la imagen de su hermano. Verlo de aquella forma, tan desorientado, le causaba ternura. Y es que Alfred siempre actuaba despreocupadamente, sonriendo alegremente; era extraño verlo tan apagado y confundido, tanto, que las ganas de abrazarlo y protegerlo bajo una manta, llenaban al canadiense por completo.

-Tú… ¿tú crees en el amor a primera vista? –preguntó, con los ojos azules colgados en la ventana, y la voz un poco temblorosa. Aquella pregunta sorprendió al mayor, quien casi se ahogaba con refresco, asustando a una mesera que se encontraba cerca de su mesa. Y no solo a ella, también a su hermano. Una vez que se calmó, las palabras se atoraron en su garganta, y solo atinó a mirar extrañado a su gemelo. –Sí, sí, lo que oíste –añadió Alfred, un tanto irritado ante la reacción del otro.

-Bueno… -el rubio rascó su cabeza, tratando de elegir las palabras correctas para responder. Nunca había tenido ese tipo de pláticas con su hermano, y debía tantear con cuidado aquel terreno minado. –Supongo que lo que llaman “amor a primera vista” sea atracción meramente física, -comenzó un tanto dudoso luego de unos minutos. –No puedes decir que amas a alguien solo con mirarle, eso es algo más allá de solo “sentir que es el correcto para ti” –su mirada volvió a clavarse en aquellos ojos azules tan parecidos a los suyos, quien lo miraban con atención y sorpresa. –Para amar a alguien, debes conocerle muy bien, sus virtudes, pero aún más, sus defectos. Si los conoces bien, y aun así, decides  estar a su lado, entonces eso es amor.

Notas finales:

Si, en este fic, Mattie es el hermano mayor, porque YOLO (?) ok no xD los quise poner así, proque no tengo recuerdo de que Himayura haya aclarado quién es el mayor de los dos.

Y si, más adelante se explicará el por qué me refiero a Alfred como estadounidense, y a Mattie como canadiense (y no, no es solo porque así sean los personajes originales) xD

Denle amor~


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