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Io ti Penso, Amore por azumicard

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https://www.youtube.com/watch?v=qiJcXAuOMNU

 

 

 

John

Agradable… no quiero despertar, aún no es momento.  Quiero seguir disfrutando de la melodía que escucho en mi sueño, tiene un efecto adormecedor. Al punto de querer dormir por la eternidad; estoy cayendo en un sueño profundo. 

Un momento ¿Por qué continuó escuchando esa melodía si ya desperté? Abrí los ojos lentamente, lo primero en ver es la parte de la cama vacía. Al girar me llevé una gran sorpresa; estaba desnudo. La impresión terminó por llevarme caer al suelo, el golpe ayudó a recordar lo que sucedió la noche anterior. Las mejillas tomaron un color peculiar, mantuve la compostura a pesar de sonreír como un adolescente.

— Vaya, que ordenado es aquí, es su pequeña fortalece – dije caminando donde se encontraba mi ropa.

 

De inmediato empecé a vestirme, sin embargo aún continuaba escuchando la melodía, la cual había cambiado de ritmo.  La manera de tocar no pertenecía a Sherlock porque es metódico, lo que oía pertenecía a una diferente.  ¿La mujer? Claro que no, imposible, además solo sabe tocar violín ¿O tal vez toca piano, también? Como no conservo esa posibilidad ya que ambos se parecen mucho; genios musicales.  Que idiota soy, porque creí que no tenía interés en ella, si a Sherlock lo único que llama su atención es la música.

—  Maldito, infeliz…

Mientras transcurría el tiempo, mi furia y cuestionamientos incrementaban, -Con la camisa a media abotonar, salí en busca de él, por supuesto de la Mujer.

— ¡Sherlock! –alcé la voz al salir de la habitación. Por mi posición, no veía quién tocaba el piano, mucho menos donde se había metido.

— Por fin despiertas, John – respondió sonriendo.

— ¿Sherlock?  -continuaba la música.

Lo primero en llamar mi atención es su sonrisa con la que me recibe; es especial. Muy diferentes a los que haya visto, así mismo el brillo en sus ojos deslumbra. Parece una persona distinta el que tengo frente de mi; una versión nunca antes vista por nadie.

— ¿Qué haces? –volví a cuestionar.

— Tocar el piano, es obvio.

—  Pero, tú no tocas de esa forma. Tan…  - no encontraba el término adecuado. La impresión ocasionó que mi mente quede en blanco.

 Dejó de tocar de manera brusca.  Volteó a verme con esa mirada intensa. Sin embargo, no logró intimidarme porque su imagen imponente se vio opacada con su aspecto; envuelto en la sábana. Típico en él.

— ¿Llevas ropa interior?

— No. La dejé al costado del tuyo –sonrió burlón.

— Basta –me sonrojé- ¿Dónde está ella?

— ¿Quién?

—  Irene Adler.

—  Porqué debería estar aquí. –se cruzó de brazos.

— No lo sé…

— Formula mejor sus preguntas, John – retoma la pieza musical.

Cómo de un momento a otro cambió de actitud, volvió a ser la persona detestada por medio mundo. Él solo tiene ojos para las teclas del piano; seguía tocando sin importarle si yo estaba ahí parado, observando la interpretación que es un placer en cada ocasión. Justo cuando iba dirigirle la palabra, la puerta se abrió.

— Por qué demonios no contestas el celular.

— Lo siento, chicos –dijo la señora Hudson-, se escabulló cuando fui a realizar mis compras matutinas…

— ¿Interrumpimos? – ambos preguntaron a viva.

— No –respondí

— Sí –dijo él.

Lo opuesto de nuestras respuestas generó confusión entre ellos, quedando con la boca semi abierta, ceño fruncido para luego dar paso a una sonrisa pícara. Si no aclaro la situación, sin duda alguna, van a sacar conclusiones erróneas. Aunque después de la noche…

— Son una molestia –hizo sonar bruscamente los teclados del piano – Llegan en mal momento –se pone en pie- Señora Hudson, su llegada está prevista para la tarde; hora del té –camina hacia ellos mientras habla- Garfield, no estoy interesado en ninguna propuesta suya.

— Su nombre es Greg – corregí.

— Da igual – se para justo frente de él – No hay necesidad de atender sus llamadas o mensajes porque todos sin lugar alguna son; aburridos.   Nada llama mi atención.

— ¿Ni John?

— Disculpa, que dijiste.

— ¿Acaso no le has contado John? – me vio a los ojos buscando explicación, enseguida los posó en Sherlock – El sabelotodo se le escapó un hecho tan importante ¿No puedes deducirlo?

El rostro confundido de Sherlock le otorgaría una insignificante victoria a Greg. En seguida dio un paso hacia adelante, seguido por otro y otro, llegando al respectivo asiento del perdedor. Nos limitamos a observarlo.

— Un recital –continuaba hablando.

— Te iba decir ayer –di un prolongado suspiro, mientras evitaba verlo a la cara - Debía ser una sorpresa- puse énfasis, a su vez, amenacé con la mirada a Lestrade por tomarse atribuciones que no le corresponde.

— Y vaya que fue una sorpresa –realiza una pausa – No por quién arruinó el mensaje, sino por la inusual reacción que acaba de tener John referente al tema en cuestión. Que por cierto, realicé mis observaciones, teniendo como factores: Retrasos en llegar a dormir, horarios extendidos en los ensayar, ojeras, partituras gastadas por el uso excesivo, falta de energía y especialmente ayer…

Pausa. Una muy larga e incómoda solo para mí  ¿Qué demonios acaba de decir, Sherlock? Si no estuvieran las visitas, seguro ya le estaría gritando por su comentario fuera de lugar, sin embargo no podía. Decir alguna palabra lo iban a interpretar erróneo, callar es la mejor opción. Toda la ira la contuve haciendo puño, quería partirle la cara a ese infeliz.

— John no puedes seguir tu ritmo, Sherlock – dijo la señora Hudson, dirigiéndose a él- No tiene la misma edad que tú; no seas exigente.

— ¿Eh?  Creo que  está confundiendo la situación –conteste rápido.

Esto estaba empezando a tomar un rumbo del cual impedía con mi silencio. La mirada burlona en él, anunciaba un verdadero caos. No iba a caer en su juego; entretenerlo mientras disfruta cómo iba lidiar con tremendo malentendido.  

—   Señora Hudson, no es tan larga la diferencia de edades.

— Exacto, John puede seguir los pasos de Sherlock, sin dificultad. – aseveró, Lestrade –  Ya llevan meses viviendo juntos, se comprenden a la perfección.  Además, John es el único ser humano que logró soportarlo, cualquier otro no duraba, ni un día.

— Se equivoca, tienen  peleas; he sido testigo de muchos en todo este tiempo –dijo la señora Hudson- Si le contará, una vez Sherlock  torturó los oídos de toda la cuadra para que espantará a la novia de John.  

— Tortura es lo que producía con el instrumento –Sherlock, intervino- , la palabra músico, es un concepto muy grande para ella a pesar de ser estudiante.

Mientras hablaba se acercó a la puerta. Acaso empezaría a hablar de sus acertadas deducciones del pasado, y hacerme ver como el idiota pianista que busca novia desesperadamente. Si se atrevía hacerlo, juro que saldré por esa puerta sin antes propinarle un puñete acertero en ese lindo rostro.  

— Fin de la conversación – Sherlock les muestra la salida a ambos.

— Acabo de llegar, no voy a irme. Aún no he hablado contigo sobre tus presentaciones.

Lestrade fue a tomar asiento, entre tanto la señora Hudson, comprendió el mensaje y abandonó el piso al instante. 

— No tengo tiempo, vuelve en otro momento.

—  Hablaremos ahora –sonrió desafiante.

— No habrá diálogo - volteó el rostro en dirección hacia mí- No obstante, puedes quedarte a  ver lo que acontecerá en los próximos minutos en este lugar…

Maldición, esa mirada y tono de voz los conozco a la perfección.  Por qué tiene que utilizarme de esa manera, al final terminé siendo una pieza de su estúpido juego.  Las pistas dejadas, anunciaban que debía actuar de inmediato porque dejarlo hablar más de la cuenta, acabaría en una enredada historia donde el protagonista soy yo. Mantuve la compostura del caso,  con una sonrisa en los labios me dirigí a Lestrade:

— Podría volver en otra ocasión.

— ¿Por qué? –preguntó, Lestrade.

— Si, John. Porqué debería volver el manager.

— Porque tengo practicar, mi recital es la siguiente semana –respondía conteniendo la radia de pegar al causante de todo- Será mi primera vez, así que debo prepararme de manera correcta; realizar una presentación correcta, digna de elogios. Usted comprenderá, mi prioridad es ensayar y ahora mismo estoy desperdiciando preciado tiempo que podría invertir en tocar el piano.

Lestrade, había comprendido mi situación, así que se dispuso a levantarse del sillón.

— Sherlock, tienes 10 minutos para colocarte ropa decente. La reunión será en la cafetería de abajo.

— ¡No! –reclamé.

— ¿Qué sucede John?  Vamos a darte tu espacio.

— No… porque, Sherlock va a ser mi instructor, ya le había pedido anticipado. Lo siento, Lestrade, pero su reunión tendrá que ser postergado – mis palabras fueron firmas, así como mi actitud – Necesito de Sherlock, más que usted. No solo por hoy, sino por los siguientes días, le sugiero cancelar cualquier tipo de actividad que tenía previsto con él. Su tiempo ahora me pertenece.

Las palabras no salieron de su boca; quedó prácticamente mudo ante mi respuesta. Sonrió de lado, enseguida se puso de pie y antes de abandonar el piso, advirtió a Sherlock volver pronto con una agenda recargada de presentaciones que no tendría tiempo ni para respirar.

—  Felicitaciones, John, lograste deshacerte más rápido de lo imaginado; eres todo un experto.

El susurro provocó escalofríos en mi cuerpo, dejándome inmóvil  por varios segundos. O quizás  fue el beso que dejó luego de hablar.

— Esto lo provocaste tú.

—  Corrección, tú fuiste de la declaración en público, deberías estar avergonzado, John – empezó a caminar en dirección contraria a mí.

No podía creer, estoy siendo acusado cuando en realidad no tengo culpa de absolutamente nada.  Mi paciencia llegó a su límite, debía aclarar las cosas con él, no voy a seguir soportando su actitud a pesar de haber tenido un agradable momento la noche anterior. Di media vuelta, a paso firme iba acercándome a él, a medio metro de distancia estaba listo para hablar, sin embargo lo vi girar; en una fracción de segundo lo tenía besándome. Me tomó con la defensa baja, ya tenía una de sus manos acariciando mi rostro, mientras sus labios encima de los míos se fundían en un beso lento y demandante. Así  el enojo se disipó.

 

 

 

 

 

Definir mi estado actual sería un tanto complicado debido a lo ocurrido durante estas últimas semanas. Para comenzar lo sucedió con Sherlock; una montaña rusa de emociones, dejándome más confundido que al principio. Sin embargo, debía continuar con los respectivos horarios destinados para las prácticas con el piano. Día tras día lidiaba con sus correcciones, no podía realizar ningún movimiento sin tener su aprobación; un demonio como instructor si de música se trata. En ocasiones sentía la vida desvanecerse, al igual que el sonido al término de cada pieza, no tenía fuerzas para continuar. Si no fuera por la bondadosa  señora Hudson, hubiera muerto a manos de Sherlock por sus métodos ortodoxos.  Ella veló por mi bienestar durante el periodo de práctica, en realidad todo el tiempo que llevamos viviendo en Baker.

 

A pesar del infierno que vivido, he tenido momentos agradables con él, aunque parezca imposible porque todos lo odian, y quién no; su soberbia no tiene límites.  Durante estos días he visto su lado humano más constante, pero su actuar me llena de dudas porque creo que lo hace por alguno de sus experimentos. Es impredecible, nunca dejará de sorprenderme, ningún día es aburrido con él.  En resumen, he perdido el juicio al encontrarme sentado mirando aquella pared frente a mi por un tiempo prolongado.  Despejé la mirada cuando escuché una voz familiar hablarme.

— ¿Qué haces?

— Nada –respondí sonriendo.

— Desde que llegamos no has apartado la vista del celular – dijo Molly - , deberías prepararte, en unos momentos comenzará tu recital.

—  Estoy más que listo.

—  Al igual que tú espero que aparezca antes de tu salida a  escena – me cogió de ambas manos-  Será un ser egoísta, sin sentimientos, pero se hizo responsable de tu preparación; es tu guía.  Tiene que estar aquí si o si porque sino yo misma me encargaré de hacerle pagar.

Trague saliva.

— No seamos ingenuos Molly; no vendrá. Ha desaparecido hace dos días. Es Sherlock Holmes, la persona más impredecible del mundo – hice una pause- Cumplió con su palabra;  corregir mis errores y mejorar mi técnica, sin embargo, dentro del acuerdo no estaba asistir al recital, dependía de él ir o no.

— No le justifiques. Es un idiota.

— Estamos de acuerdo.

Reímos por el comentario.  Su  sola presencia  aporta tranquilidad a mi inestabilidad, si no fuera por Molly, sería con completo desastre, sin olvidarme del apoyo incondicional de la señora Hudson que aguardaba  en algún lugar del auditorio.   No estaba solo, aunque una parte de mí sentía ese vacío inexplicable.  Al poco tiempo, entró la persona encargada a la habitación informando el inicio de la función. Respiré hondo y profundo, el momento había llegado, debía dar todo de mí, sin importar las circunstancias. Es mi momento de brillar, con o sin Sherlock Holmes.

 

 

Sherlock.

Haceuna semana me vi envuelto en una situación que llevaba algún tiempo desarrollándose de manera lenta, sin embargo, en la actualidad  he asumido la realidad que mi mente había descartado. A través del juicio de la señora Hudson, quién conoce bien la realidad, confirmé lo antes expuesto; no existe error alguno.  Frente a la chimenea, fragmentos del pasado inundaron mi mente, no pensar en ello, era imposible debido a los recientes hechos, no me quedó otra opción más que procesar la información.  Al abrir los ojos ya era de día, John había iniciaba su rutina diaria; primero tomar una ducha, preparar el desayuno para ambos y desaparecer todo el día; todo en el mismo orden.

— Solo té.

— ¿No comerás las galletas que dejó la señora Hudson?  - preguntó, cuando salió del baño. Aún tenía la toalla alrededor del cuello – Te quedaste otra vez en tu palacio mental. No fuiste a dormir.

— Que observador o debería atribuirse al hecho de no pode conciliar el sueño, provocando activar tus sentidos, en especial el oído. Se considera espiar, John.

No respondió, pero su rostro expresaba vergüenza por dejarlo al descubierto. Sin argumento para responder, cogió las tazas del stand y sirvió  café, pasando por alto mi petición de té como bebida por la mañana.  Acompañado de un leve golpe en la mesa, dejó la taza sobre la mesa y se fue a sentar al otro extremo.  Estar uno frente del otro, no impidió que ignorara mi presencia por completo, se puso a ver leer el periódico, como si fuera un ritual.

— Lo haré –dije.

— ¿Qué? – puso el periódico a un costado.

— Lo que tanto has deseas, John.

— ¿eh?

—  Me encargaré de ti.

— Sherlock… -tenía signos de nerviosismo al extremo, hasta el punto de titubear- Creo que estas llevando las cosas muy rápido, o yo no entiendo lo que estas tratándome de decirme. Podrías ser más específico.

— Seré tu instructor.

— ¿Qué? –hizo una pausa, ahora su rostro cambió drásticamente – Desde que nos conocimos has asumido ese rol sin que te haya dicho.

— Falta menos de un mes.

— Olvidas que tengo un instructor, el cual se encarga de mí.

—  Incompetente.  Su prioridad es coquetear con su nueva alumna, minimizando tu preparación.  Solo hay que notar la cantidad de partituras sobre la mesa,  un cuaderno de anotaciones; aún estas en la etapa de escoger las piezas musicales.  Es debido a que tu instructor te encomendó esa labor importante tarea; confía en tu experto criterio.  Además te ha otorgado la semana libre con la absurda escusa de la práctica. ¿Continuo?

— No.

— Sales todas las mañanas de aquí, pero no para practicar con tu instructor, sino para hacerlo solo durante todo el día.

— Ya comprendí – se puso de pie bruscamente – Empezamos luego de terminar el desayuno.  He aceptado  tu propuesta solo porque estoy desesperado.


 

Y aquí me encuentro, en medio de una situación improbable, basada en los cálculos realizados antes de dirigirme a mi destino establecido.  El tiempo es limitado para invertirlo  en una persona como el que tengo frente de mí;  debía  evaluar las posibilidades evadir su presencia lo más rápido. Sin embargo, no resultó sencillo como tenía planeado, supo de mi plan de inmediato  de iniciar el intercambio de palabras. 

El tiempo transcurría y yo sin poder encontrar la solución al problema. Quizás la posibilidad de ser atropellado me libraría de su presencia, no llegué a ese punto porque fui descubierto. ¿Acaso nada podía funcionar contra esa persona? La desesperación empezaba a apoderarse de mí, la paciencia y el tiempo se diluían sin poder hacer algo al respecto.  Inesperadamente, se retiró, dibujando una gran sonrisa de satisfacción. 

Sin perder otro minuto más, abordé un taxi.  Durante el trayecto, aún seguía pensando el  porqué de su repentina presencia, naturalmente no fue una coincidencia porque no existe. Había algo oculto en ese encuentro fortuito.  No tardó mucho en anunciar el taxista la llegada de mi destino, pagué lo designado y me dispuse a caminar por los pasillos de aquel edificio.

— Disculpe caballero, pero no puede ingresar –el encargado del auditorio me habló, al verme dirigirme hacia la puerta de entrada – Ya comenzó.

— Pero, no ha concluido –respondí.

— Eso no interesa.

— Claro que sí. El espectáculo continúa y yo debo ingresar.

— Lamento informarle que será imposible –aclaró su voz y tomó una postura rígida, tratando de imponer autoridad- , porque una vez iniciado, las puertas no se abren hasta finalizar. Son políticas.

Entrar en razonamiento con él, sería otra pérdida de tiempo.  Es  una de esas personas que siguen al pie de la letra el reglamento de la empresa donde trabaja. Un juego de palabras, bastaría para aturdir su diminuto cerebro y poder obtener  el pase libre. Antes de realizar mi respuesta, escuché aquella voz.

— Llegas tarde –se aproximó y me propinó una cachetada – Sabes cuánto tiempo llevó esperándote, eres un desconsiderado.

—  Lo suficiente para despertar tu furia – froté mis mejillas.

— Por tu desconsideración he perdido parte del recital –hablaba furiosa Molly - ¿Acaso sabes cuánto tiempo estuve esperando a que llegaras?  Eres un…


Antes que continuara perdiendo el tiempo hablando, la tomé de la mano, caminamos en dirección hacia otra entrada, por donde ella estuvo esperando. Es un acceso solo para personal autorizado.  Al aproximarnos los sonidos llegaban a mis oídos  con poca intensidad con respecto a la distancia; no fue un obstáculo para poder apreciar su música.  Es evidente que estuvo practicando en estos días que me ausenté, los sonidos brillan con luz propia, siguiendo el tiempo correcto, sin olvidar la armonía.  De inmediato, mis ojos se posaron en él, especialmente en los movimientos de sus manos al recorrer las teclas con destreza.

John Watson, para ser un músico común, tiene algo especial, el cual me impide alejarme de su lado. Sin darme cuenta esbocé una sonrisa, que Molly considera adorable por la circunstancia y admite que nunca vio ese tipo de reacciones  en mí. Ahora era ella sonriendo mientras mira la presentación, por mi parte no respondí con algún comentario que borraría su sonrisa. Solo tengo la mirada al frente, atento a su interpretación; no tiene que cometer ningún error.

Faltando un movimiento de la pieza,  Mycroft se dirigía a la puerta de salida en compañía del manager que llevaba unas gafas oscuras.  Por los pliegues del traje, llegaron poco antes que yo, sin embargo, no están apresurados por salir. A que vinieron realmente esos dos. Creo tener la respuesta.

 

— No hay nada de qué preocuparse, mientras trabajen juntos – dijo Lestrade.

— Ahí radica el problema – Mycroft responde serio, golpeando el suelo con el paraguas –  Desde que llegó John Watson, cambios ha presentado mi hermano, tanto en su vida profesional como personal.

— Es su compañero de piso, él único que logró convivir con alguien como Sherlock. Además, Mycroft tienes el complejo de hermano mayor…

La expresión lo calló de inmediato.

A su salida un automóvil estacionado aguardaba su llegada, el chofer dio la bienvenida a ambas personas y abrió la puerta. Antes que pudiera subir el manager, mi presencia los alertó, más no los tomó por sorpresa, porque Mycroft sabía que los estaba observando durante su retirada.

—  Te esperaba hermanito.

— Yo no –respondí.

— ¿Nos vamos? –estira la mano para indicar subir al automóvil, así lo hice – Me tendrá que disculpar, Lestrade, nuestra salida tendrá que ser pospuesta para otra ocasión, tengo un asunto más asunto por atender, usted comprende –sonríe, fingiendo culpa.

— Comprendo la situación.

Luego de un apretón de manos, se despidieron. Han pasado diez minutos sin que ninguno hable, hasta que una llamada entrante rompe el silencio. Mycroft atendía asuntos de su trabajo, por el tono de voz y el tiempo, es muy serio el asunto.

— ¿Has oído tocar a John? –pregunto a medio conversación.

La prevista pregunta hace que voltee la mirada y pierda por unos segundos el hilo de la conversación, se reincorpora para después cortar la llamada de manera estrepitosa. Al mismo tiempo de guardar su celular, respondió:

— Así es.

— ¿Y?

—  Para ser un amateur, suena bastante agradable 

— ¿Eso es todo?

— Estoy siendo amable – realiza una pausa-  Sherlock…

— Fin de la conversación. – abrí la puerta.

— Sabes lo que te iba a decir. Ahórrame el trabajo y actúa racionalmente, no  involucres emociones, esto no es una interpretación musical. Todas las vidas terminas, todos los corazones se rompen. El cariño no es una ventaja.

Di mi respuesta al cerré la puerta del vehículo.  En medio del tráfico me abrí camino, debía llegar a tiempo a mi siguiente parada; la última del día. La más difícil por motivos obvios, continué el recorrido a paso lento, a pesar de la inesperada llovizna.

 

 

Notas finales:

Cada vez tardo más para actualizar, es debido al trabajo, entre otras cosas.  

Ahora mismo atravesando un episodio triste u.u de mi vida. Al menos puedo distraerme escribiendo...  

Espero regresar pronto. Gracias por seguir esta historia. 


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