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Io ti Penso, Amore por azumicard

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John.  


Palabra tras palabras salían de la boca de Sherlock, no sabía cuándo parar.  Era casi una misión imposible callarlo, el señor “tengo la última palabra” debía culminar su discurso dirigido a mí sin opción a protesta. No saben las ganas que tenía por propiciarle un puñetazo directamente en su inusual rostro que todas las mujeres apreciaban. Cerrar esa maldita boca suya que tantos problemas le traían, es lo que deseaba. Sin embargo me quedé soportando las acostumbradas deducciones, por cierto siempre terminaba elogiando a Sherlock, pero no esta vez. Sentí el puñal traicionero atravesar mi cuerpo en el momento de escucharle decir: “No tengo amigos”, ese instante el tiempo se detuvo. La supuesta amistad nunca existió, era una ilusión creada por él y yo como un idiota lo creí.

Decepción. Claro que quedé decepcionado. Aquel cretino, egocéntrico, estúpido músico  había cambiado mi monótona vida. Terminé atraído por su música, también el extraño ser humano que es. A pesar de todos los adjetivos negativo que podría mencionar (vaya que son muchos) contaba con un lado positivo. De  cierta manera era casi imposible apartar la mirada de él; tiene el poder de atracción como la gravedad. Lamentablemente el estúpido de Sherlock lo volvió hacer, pero esta vez cruzó el límite. Se encargó de arruinar la cena, el cual preparé entusiasmado. No tiene la idea cuanto tiempo me llevó elegir el plato indicado, tuve que anticiparte; tarea difícil. Más aún cuando tienes como amigo, corrección: un idiota por complacer. Tiene el título de ser la persona que me sacó de mis casillas, sin que respondiera, utilizando la fuerza bruta. Menuda suerte.  Logra llegar a ese hilo sensible, al punto quebrantable de toda persona, encuentra las palabras exactas para lograr su cometido. Por nada realiza acertadas deducciones, el mundo es un libro abierto ante sus ojos. Pero, para ser considerado un genio es tremendo idiota.

Aquella noche, no concilié el sueño debido a  cierta persona… estuve dando vueltas en la cama innumerables veces, buscando la posición adecuada, era inútil porque al cerrar los ojos  su imagen aparecía. Me quedé recostado, viendo el techo  a ningún punto fijo, la mirada perdida en el vacío. Harto de la situación, me levanté del aburrido lugar, estaba dispuesto a ir a la sala de estar para tocar el piano, la única actividad que calmaría mi ansiedad. A dos pasos de la puerta, el bendito despertador sonó, haciendo que de un saltito del susto. Vaya, el tiempo también está  en contra de mí. Tenía que ir directamente a tomar un refrescante baño, preparar el desayuno, comer, alistar mis cosas e ir al conservatorio. Si no quería ver la cara a Sherlock, debía apresurarme porque hoy coincidimos en los horarios de salida.  Con cinco minutos de ventaja, abrí la puerta lentamente, busqué rastro de él. Confirmado que el terreno estaba despejado, salí de prisa, baje las escaleras y por último tomé un taxi.

Las clases teóricas me parecieron una tortura; ahora comprendía las palabras de Sherlock, no exageraba. Las horas parecían nunca avanzar, la voz del instructor resonaba en mis oídos y mis parpados estaban a punto de caer hasta de que mi brazo que sostenía el rostro, resbaló. Desperté, llevándome la atención de varios compañeros que me vieron hacer el ridículo. Cubrí mi rostro de vergüenza con el libre frente a mí. Maldije a Sherlock varias veces porque todo era su maldita culpa. Gracias a Dios, había terminado las tediosas clases, era libre para tomar un descanso antes de la siguiente actividad.

 

— ¡John! – escuché una voz provenir detrás de mí.

Volteé la mirada, era Mike Stamford, compañero de clases. La primera persona que entable amistad al llegar al conservatorio, fue él quien me recomendó alquilar el departamento donde estoy actualmente. Con el tiempo nos convertimos en amigos.

— Tienes un aspecto fatal – me miró de abajo hacia arriba.

—No pegué los ojos en toda la noche… ¿lo entiendes?

— Parece que una de tus  novias estuvo proactiva.

— ¡NO! –negué la suposición –Sherlock tuvo la culpa… - mascullé al tiempo que sobé mi cuello al sentir dolor en aquella área. Debió ser la incómoda postura retenida por horas. No me di cuenta de lo que había hasta que oí la voz de sorpresa de Mike.

— ¿¡Dijiste, Sherlock Holmes!?

— ¿Eh?  - dirigí la mirada hacia él - Qué sucede.

— Acabas de decirme que el culpable de tu deplorable aspecto es Sherlock Holmes.


Mierda, como demonios salió ese nombre de mi boca. Estoy en serios problemas, ahora Mike va a malinterpretar mis palabras, insinuará  y  empezará que tengo una relación amorosa. Lo última que faltaba.

— Estuviste practicando bajo sus indicaciones ¿cierto? –agregó – Él es una persona muy estricta y perfeccionista. Si supervisa tus ensayos es comprensible que termines como estás ahora.  Pero ve el lado positivo, has mejorado bastante, el sonido que produces es distinto a cuando te conocí.

— Oh, claro. Tienes razón –sonreí nervioso y aliviado a la vez. Saqué conclusiones apresuradas –Es un demonio impartiendo clases, no le deseo a nadie tenerlo como instructor porque terminará hecho añicos.

— Ni creas. Las jóvenes estarían más que encantadas por lograr tener algo de su atención. Ignora a medio mundo. Si habla con alguien es para ridiculizarlo, menospreciarlo o  sacar algún tipo de beneficio –sin duda alguna, es la típica descripción sobre Sherlock - Tú eres la excepción; tiene un trato especial contigo. También con Molly, pero distinto a ti.

Conversamos durante quince minutos aproximadamente; el tiempo que tenía previsto para descansar desapareció al igual que mi sueño. Los temas abarcaron de relaciones amorosas hasta llegar al contrapunto. Así es, la música siempre estaría presente el resto de nuestros días y  forma parte de nosotros. Salimos del salón aun hablando, caminando por los corredores, uno al lado de otro. Tan lento nos movimos que oficialmente perdí la siguiente clase y él le faltaba veinte minutos antes de iniciar su práctica con una de las instructoras más  hermosa del conservatorio, resaltando  lo talentosa que es.  El apretón de manos puso fin a la reunión esporádica. Ambos tomamos caminos diferentes. Yo fui a buscar café para mantenerme despierto el resto del día, necesitaba recobrar energía porque dentro de poco tendría  que tocar el piano. Una bebida energética era mi siguiente opción.


En el trayecto, quedé involucrado en un choque. El último recuerdo en mi memoria fue la siguiente escena: varias personas caminando en diferentes direcciones, yo seguía el rumbo trazado por mis pies.  Caminaba en línea recta hasta que sentí mi hombro golpear otro cuerpo frágil. Lo siguiente, vi varias hojas de papeles elevarse y acto seguido caer pausado. Obstaculizó la visión en un primer momento. De inmediato recogía del piso las hojas regadas.

— Lo siento mucho, fue mi culpa – dije mientras me acercaba a la víctima de mi torpeza- Anduve caminando distraído, no me percaté de su presencia y por eso, reitero mis… -la palabra quedó atrapada en la garganta al percatarme la identidad; era Molly Hooper.

— Al contrario, yo tuve la culpa. No tiene por qué disculparse – habló la joven ordenando los papeles. Le alcancé lo que había recogido – Muchas gracias… -  sin verme los tomó para juntarlo con los demás.

—Debe tener mucho cuidado, señorita Hooper –le dirigí la palabra.

— Perdón… ¿lo conozco? – se quedó mirándome intrigada.

— No formalmente. Soy John Watson -le extendí la mano – Sé de usted por medio de Sherlock. Ha contribuido en su estudio de composición musical.

Quedó sin palabras, creo saber el porqué. Sus mejillas adquirieron un color rojizo, consciente, desvió la mirada a raíz del nerviosismo que ocasionada ese nombre.

— Él también habla de ti, John –dijo aun tímida –De la forma desordenada que sueles tocar en ocasiones…  es indispensable su intervención, así logras construir hermosos sonidos, agradables al oído humano. Cuál fue su último comentario… Oh, sí. “Sentí como si jugase con el sonido. Divertido, pero no por ello  menos interesante…”


Ella continuó hablando, teniendo una sonrisa pícara en los labios. Por mi parte, no le presté atención luego de oír lo necesario. Quizás le juzgué  mal y  asumí el rol equivocado.  La duda se apoderó de mí y mis pensamientos. Entonces recordé el reciento hecho, todos aquellos sentimientos encontrados resurgieron, descartando la posibilidad de cambiar de opinión. Tengo orgullo, no voy a ceder tan fácil ante un ser manipulador como es él.

— Disculpa… -corté el hilo de la conversación- tengo clases dentro de poco…

— Estoy estorbándote ¿cierto?

— No, no. Te equivocas –negué moviendo la cabeza- Me dio gusto saber que Sherlock  hable de mí  con tanta familiaridad.

—  Lo hace. Pero como sabes su entera atención pertenece solo a la música. El resto pasa a un segundo plano o queda en el olvido.

— Selectivo en muchos aspectos. No parece un ser humano sino  un alienígena – reímos juntos debido a mi comentario-  Vaya cómo pasa el tiempo rápido. Fue un gusto conversar contigo –me despedí de ella.



El tiempo corriendo en contra mía, obligando a mis pies acelerar el paso.  A pocos metros de llegar a mi destino, me pareció visualizar a Sherlock al otro lado del edificio. No le tomé importancia y continúe caminando a toda prisa. La suerte estuvo de mi lado, el instructor aún no llegaba. Aproveché la ocasión para repasar las piezas que olvidé a consecuencia del episodio que prefiero no recordar. Justo cuando quedé sumergido en la interpretación fue interrumpido; el instructor llegó a realizar su labor. El resto de la tarde dedicada a tocar el piano sin parar, de algún modo no logré sacar los sonidos que previamente había logrado. Un bloqueo mental obstaculizo mi desempeño. En vez de tomar un breve descanso, tuve el doble de presión. El resultado no fue el esperado,  a media interpretación se puso de pie y salió de la habitación sin decir nada.

Mi día  terminó siendo como cualquier otro, donde el instructor pensó que su estudiante carecía de talento porque cada vez que lo corregía, en el siguiente movimiento escuchaba el mismo error.  Tenía la cabeza en otro lado. Me muero de hambre... ¿Qué hago para cenar? ¿Me estará esperando Sherlock  para que lo alimente? Sentí la necesidad de llegar lo antes posible a mi departamento, tomé un taxi al llegar a la calle. Por apresurado las llaves cayeron al piso, constate que no había huellas de zapatos en la entrada.

Otra noche solitaria cenando.  Estoy acostumbrado a este estilo de vida, pero Sherlock lo había modificado a su antojo. Entrar cuando quisiera, disponer del lugar a su antojo, hacer uso de mis cosas sin mi consentimiento y no respetar mi privacidad. Odio admitirlo, extraño su compañía, las conversaciones, sus correcciones, el magnífico sonido de su piano  envolver este lugar. Entonces, los recuerdos aparecen, tal igual que las flamas de la ira.  Así llegó el amanecer, los débiles rayos del sol cayeron directamente a mi rostro, despertándome al instante. No tengo idea como terminé durmiendo en el sofá, solo sé que no es un lugar cómodo.  Sin embargo, lo hice de nuevo, obtuve un dolor en el cuello más intenso del día anterior y diminutas ojeras. Tuve que  bañarme para despertar por completo, el agua fría al recorrer mi espina dorsal ocasionó que todos mis sentidos estén atentos. Estaba listo para otro día lleno de notas musicales.

 

— Espero máxima concentración, Mr. Watson – advirtió el instructor ingresando al salón – En estos últimos días ha mostrado bajo rendimiento en su técnica. Retrocede en vez de avanzar.


— Lo sé…  -respondí.

— No deje que sus emociones tomen control de usted, perjudicándolo como ahora. Utilice para su propia conveniencia.

— ¿A qué se refiere?

— La música encarna sentimiento, es el alma de cualquiera pieza musical.

— Sugiere, utilizar lo que siento a la hora de tocar –pregunté al tiempo que buscaba respuesta inmediata. Y la conseguí, me entregó una partitura familiar.

— L’isle Joyeuse de Debussy, será su siguiente asignación. Ideal para el estado emocional que se encuentra.


¿En serio?, iba a tocar la misma pieza que con anterioridad me había burlado debido a la falta de sentimentalismo por parte de Sherlock. A diferencia de él, yo si experimenté el amor y sabía bien como expresarlo a través de la música. De momento no he llegado a perder la razón por amor, como si lo hiso el artista al componer. Siempre mis relaciones han sido normales, nada fuera de lo común en comparación a otras parejas. Ir al cine, pasear, cenar, conversar, entre otras actividades. Pero, sé que un momento de la vida llegará esa persona especial, donde la palabra amor adquiera significado más profundo…elevando el grado de pasión con solo tenerla a tu lado y las palabras se transformarán en dulces caricias.

— Concluyó el tiempo – dijo el instructor.

— Podría concederme dos minutos más, por favor  -teniendo su aprobación, recién inicie estudiar la partitura. Hoja a hoja revisé el contenido, conocía la pieza ya que había escuchado y visto varias veces ejecutarla. Quedó grabado en mi mente cada uno de los movimientos de los dedos sobre el piano.

— Sólo hay dos maneras de resumir la música: o es buena o es mala. Si es buena no le das más vueltas, simplemente la disfrutas- interrumpió - No dilatemos más el tiempo, puede empezar.

Debía  mostrarle mis habilidades que estaban siendo cuestionados. Fije la mirada en la partitura, las manos tomaron su lugar respectivo, al igual mis pies. Respiré hondo, cerré los ojos escasos segundos, lo suficiente para visualizar la melodía.  Viveza, es lo que tendría mi interpretación, cargado de emociones.

— Maravilloso… - fue la primera palabra al finalizar- Aunque resulte agradable al oído,  no me gusta que se pase de listo. Le ha atribuido algunas emociones inexistentes a la pieza; se dejó absorber por completo para llegar a este punto.

No me dio tiempo para responder, simplemente continuamos con las clases. Bajo su dirección toqué otra pieza, grado de dificultad intermedio, acentuando los pasajes lentos en toda la duración.

Necesitaba dormir, claro que sí, mis bostezos me delataban al igual mi  rostro ojeroso.  Cocinar no estaba en mis planes porque no disponía de energía, fueron agotadas durante el día. Así que, durante camino de regreso compraría algo para saciar mi hambre. Recorrí un extenso  tramo del salón hacia la salida; debe ser por el cansancio. A la mitad del camino, el  reflejo del ocaso terminó directamente en mis ojos, obligando a cerrarlos y retroceder. Dos pasos después  vi a Molly parada, sosteniendo un vaso de café.

— Hola, Molly – me acerqué a saludarla.

— John…  como has estado.

— Bien, todo bien, gracias por preguntar. Y tú… ¿Esperas a alguien? ¿Interrumpo?

—A Sherlock. No, no, no quise decir eso. Solo estoy  tomando un pequeño descanso.

Era pésima ocultando lo que sentía por él.

—Ehrrr…Y cómo ha estado, Sherlock –pregunté sin medir las consecuencias. En el fondo quería tener noticias de él, así sea la más mínima.

—Durante estos días no apareció en el laboratorio (la denominación que le dieron ambos al salón) presumo que está encerrado, practicando horas y horas para el  próximo concierto. Es su único interés de momento; concentrado al cien por ciento – sonríe amable- Creí por ser vecino  sabias su paradero.

— Tú lo has dicho, tan solo soy su vecino –como dolió pronunciar aquellas palabras.


La corta conversación, dejó en claro que esos dos tenían cierta cercanía. Compartían una habitación que era exclusivamente para ellos y unos cuantos estudiantes irregulares. El hecho es que ella  quiere acaparar toda la atención. Ha tenido el atrevimiento de invitarlo a cenar en ocasiones, si se concretó, no lo sé, mi cerebro dejó de funcionar después de escuchar esas palabras. Estaba en estado: piloto automático. Regresé a la realidad cuando vi a Molly alejarse de mí y desaparecer entre la multitud, supe que el diálogo terminó. Para entonces tenía el ceño fruncido y la mano apretando el maletín que llevaba.

 

No comprendía a la perfección mi estado de ánimo, era tan confuso. ¿Debería estar enojado? Pues así me encontraba, cenando comida china, sentado en mi sofá que logré recuperar de sus garras. Volvía a disponer de mis pertenencias y disfrutar de una tranquila noche, acompañado de música clásica. Mozart, fue el artista elegido. Su abanico de sonidos maravillosos se apoderó del lugar. Sentado disfrutaba al máximo, pero dicha experiencia fue arruinado por el sonido del timbre de la puerta. La magia desapareció y el insoportable sonido era constante. Terriblemente irritante, sacándome de mis casillas; la única persona que lograba ese efecto era, Sherlock. Hasta cuando pretendía seguir molestando, no le iba a permitir. A paso firme fui a abrir la puerta, dispuesto a todo.

— Muy bien idiota, escúchame atentamente, sabes lo tarde que… -quedé mudo al darme cuenta  que Sarah era la persona detrás de la puerta.

— ¿Crees que soy una idiota? Me ofendes.

— No, no, no me refería a ti –intenté explicar el malentendido, originado por mi errónea deducción, pero fui interrumpido.

— Entonces ya tienes otra novia… tardaste poco – desvió la mirado al costado.

— No digas tonterías…

A media frase, vi a Sherlock aparecer como un fantasma. Me miró fijamente con esos ojos penetrantes e inquisidores, logrando paralizar mi cuerpo.  Ninguna palabra logré articular, menos mover los músculos.  Caí en pánico,  y quién no lo haría al tener a una figura tan imponente observándote al detalle, prejuzgando tus acciones y atrapar tu mirada por escasos segundos, logrando su objetivo. Lo siguiente que recuerdo es haber tomado la mano de Sarah y llevarla hacia adentro. Salí huyendo como un cobarde, buscando un lugar seguro a su insistente mirada. Ella como yo quedamos confundidos ante mi inusual reacción, ninguno espero tal desenlace. Le ofrecí sinceras disculpas por el mal trato recibido. Ella ignoró lo sucedido, simplemente sonrió misteriosa,  después fue a la sala de estar a sentarse. Cruzó las piernas, dejó su cartera al costado y me pidió tomar asiento a su lado. Así iniciamos una larga jornada, extendiéndose hasta al día siguiente.

— Apúrate, John llegaremos tarde –gritó, Sarah en la entrada del departamento; era la primera en salir.

— Sarah, porque tienes tanta energía…–hablé con la poca fuerza reservada – Oh, claro ya lo recordé.  Gracias a ti no dormí en toda la noche, me encuentro en un estado… - callé al ver a Sherlock de espalda.


Estaba frente a su departamento, parado con un cigarro en la mano derecha, mirando al horizonte. Justo cuando me dejé de hablar, él  exhaló el humo retenido en su boca, alzando la cabeza. De manera  extraña no dejé de admirar la imagen que proyectaba, hasta Sarah quedó perpleja. El deleite duró casi nada porque al darnos cuenta ya teníamos su mirada fija en nosotros dos. Era imposible permanecer en el mismo lugar los tres, la tensión se podía respirar en el aire y sus ojos parecían cuchillos afilados. Además no quería escuchar sus sorprendentes deducciones, terminarían por arruinar el día que hace poco inició. No le daría ese gusto.

Los días posteriores se desarrollaron bajo el término normal porque con su llegada cambió el significado de varias palabras para su conveniencia. Volví a la rutina establecido en el pasado y parecía que así sería de hoy en adelante. Los encuentros casuales con Sherlock nunca aparecieron, quedando desilusionado en ocasiones. Hasta el día que lo vi cerca del área de estudiantes, estaba solo, caminando justo hacia donde estaba. Creía necesario saludarlo, muestra de respeto, sobre todo quería hacer las paces; era el momento indicado.  Respiré profundo, a paso firme caminé hacía él, tenía las palabras correctas para terminar nuestra absurda riña.  A escasos metros, abrí la boca y dije – Sherlock… cómo te ha ido…- Ni siquiera terminé la frase, ya que pasó de largo por mi lado, sin decir o hacer algo; me ignoró completamente. Quedé hecho piedra, reaccioné después de procesar la información.

Si al principio estaba enojado, ahora se había duplicó y al paso del tiempo aumentaría  el grado según sus acciones. Aquella emoción, considerado fuente de inspiración equivocada logró llamados de atención por parte del instructor en reiteradas veces. Al mal tiempo, buena cara. Enfrenté los distintos obstáculos uno a uno, enmendando errores del pasado. Las clases prácticas estaban convirtiéndose en un serio dolor de cabeza por la cantidad de piezas que tocaría el resto del semestre. De seguro, voy a terminar hecho añicos, es aquí donde agradezco el entrenamiento pre militar difundido en la etapa escolar. Sobrellevaba la situación adecuadamente.

— ¡John! –escucho mi nombre ser pronunciado, busco el origen de la voz. Al voltear encuentro a Sarah parada -¿Tomamos un té? Cerca de aquí hay  una excelente cafetería, venden las mejores crepes del mundo. ¿Aceptas mi invitación?

—  Lo siento...  me voy a mi departamento – continuo el caminando.

El rostro de Sarah que irradiaba felicidad, se transformó en enojo; arrugó la frente.

— Puedes esperar un momento – va detrás de mí - Me has tratado  con mucha frialdad últimamente. ¿Te sucede algo?

— Nada.

— Pensé que habías peleado con Sherlock porque no se los ve juntos como siempre. Sabes… te noto distinto, lejano.

— Pues no, sigo siendo el mismo que conociste hace un año – cruzamos miradas, esas que parecen guardar un secreto aunque no exista.

— Oh, casi lo olvido… – se paró delante. Sonrió, antes de continuar - La próxima semana tocaré un solo de violín. Promete que iras, estoy en excelente forma, si me permites decirlo. Bueno, nos vemos.

Así de rápido el encuentro se dio. Fuera de todo pronóstico, quedé comprometido a asistir a un concierto que no acepte ni rechace. Sin embargo, el entusiasmo cuando pronunció dichas palabras, era de una persona confiada.

 

Y el gran día llegó. Desde temprano el conservatorio se convirtió en el escenario de uno de los hechos más importante, por así definirlo. Las expectativas eran altas, algunos incrédulos tuvieron el descaro de poner en tela de juicio las esplendidas habilidades de Sherlock. O simplemente pensaban – “puede que sea atractivo, pero si no toca bien, será un completo fraude” Sus comentarios fuera de lugar provocaba ir a callarlos con un certero golpe, lo haría, aunque no es mi estilo.  Como medida de precaución, reserve una sala de ensayo para tocar el piano mientras el mundo idolatraría a su genio egocéntrico. Perdía la noción del tiempo, al darme cuenta ya era de tarde. Cuando salí, encontré  los pasadizos desérticos; ninguna alma en pena a varios metros del perímetro. Entonces, ocurrió lo inesperado. Mi amigo, Mike Stamford y otras tres personas más  aguardaban mi llegada o eso parecía.

—  ¡Aquí estas! – exclamó, Mike al verme – Te estuvimos buscando.

—   Y  puedo saber la razón – pregunté.

— Es obvio, Watson – intervino Andrew- El concierto es hoy. Si dices que lo olvidaste es mentira. Tú más que nadie está ansioso por verle tocar.

— Estas equivocado. Si un caso hubiera estado interesado en el concierto, sería una de las personas sentadas en primea fila. Lamento desilusionarte.

— ¿Van a seguir conversando? Porque voy a mover a la fuerza sus traseros al auditorio – la tercera persona del grupo, reclamó ante el tiempo muerto que ocasionamos- Estamos retrasados, no encontraremos butacas disponibles y estaremos de pie.

 Un conflicto interno se apoderó de mí.  Claro que deseaba escucharlo, más aun, acompañado de una orquesta sinfónica, de seguro cautivaría el público, pero el lado negativo apareció. Ignorarme fue la última gota de agua que rebasó el vaso.

— Vamos –dije. Emprendimos la marcha hacia el auditorio.

— Se los dije… ¡Llegamos tarde! – protestó el amigo de Mike- Nunca toman en cuenta mis palabras, he aquí el resultado; veremos el concierto a lo lejos y parados.

— Ya cállate. La culpa lo tiene, Mike por ir a buscar a John- dio a conocer su punto de vista Andrew- consumió el tiempo de ventaja que teníamos.

— Disculpa, pero en ningún momento  les pedí su ayuda. Ustedes solitos tomaron la decisión de seguirme; no obligue a nadie en la búsqueda. Además, si quieren tanto sentarse lo pueden hacer allá –Mike indicó con el dedo un par de asientos libre al lado derecho, junto a un grupo señoritas del departamento de canto.

 

Casi al instante se fueron a ocupar las butacas, quedando solo Mike y yo. Desde nuestra posición podía admirar el auditorio completamente lleno; ninguna aguja entraría, rebasó su límite. Cada uno de los espectadores estaba más que ansioso que el concierto diera inicio lo antes posible, eso reflejaba sus rostros. Y la espera llegó a su fin… Las luces disminuyeron de intensidad, la ola de aplausos anunciaba la llegada del solista y director al escenario. Ahí estaba Sherlock, caminando con estilo… a la distancia compruebo que el smoking le queda perfectamente bien, estiliza su figura predominante y resalta aún más su belleza. Le otorga un aire único que no sabría cómo explicar. Mis ojos siguen paso a paso su desplazamiento por el escenario hasta llegar al piano, era imposible apartar la mirada de él.  Toma asiento, junta las palmas de las manos a la altura de su abdomen, el director alza la batuta, los músicos están listos para ser dirigidos. El concierto para piano N° 2 de Rachmaninov dio inicio.



https://www.youtube.com/watch?v=PjeKA_ttPMU



El primer acorde y ya logró cautivarme… Desde el inicio su piano envuelve al oyente con una delgada cuerda, provocando ansiedad para luego para impactarlo con fiereza... y continuar con un delicado  pero firme tono del sonido que atraviesa el corazón. Luego te arrulla… El tsunami de la orquesta toma  su lugar dentro de la pieza que va desarrollándose de manera esplendida y emotiva.

El segundo movimiento es desarrollado por la flauta y luego pasa entre el piano y otros solistas, antes de que la música acelere a un corto clímax centrado sobre el piano. El motivo original se repite, y la música parece extinguirse, acabando con tan sólo el solista. Me encuentro completamente a la deriva. Siento el corazón comprimirse con cada tecla  presionada por esos finos dedos que producen perfectos sonidos. Desvío la mirada al lado derecho y observo a varias personas derramar lágrimas. Su música ha penetrado en cada uno de los asistentes, induciendo distintos efectos secundarios. Por mi parte… simplemente me dejé hipnotizar, cautivar, seducir… cómo las hormonas afectan el estado emocional y  cómo puede tocar así, tan profundo, tan… quedo sin palabras.

El tercero y último movimiento empieza con una pequeña introducción orquestal,  antes de que el piano solo lo conduzca hacia el agitado primer tema. La excitación muere y el oboe y las violas introducen un tema de gran lirismo. Fue el punto de quiebre. Parecía  no tener dominio sobre mi propio cuerpo; era imposible mover algún músculo, estaba hecho piedra. Justo en el clímax de la pieza, mis ojos estaban a punto de quedar empapadas de lágrimas generadas por el solista.

Dejó caer el portafolio que sostenía mis débiles manos, pierdo fuerzas de apoco. Es como si él la absorbiera para quedar al borde del colapso. Es imposible no sentir un dolor en el pecho, desgarrando tu alma sin piedad, quedando vulnerable ante la imponente música que te arrastra… Finalmente, una rápida *coda conduce al concierto a su fin. En silencio queda el auditorio; es una buena señal. Acto seguido, el público ovacionan de pie, no era para menos. Fue un espectáculo único en su género. Sin embargo, la alegría fue opacada por mi temor que todo esto termine de mala manera. Más…  quiero que él me enseñe. Quiero escucharle más, para seguir sintiendo... la música... de este hombre.  

Notas finales:

Para los que siguen el fic,  anuncio que habrá  retraso en  la siguiente actualización.  Espero no tardar demasiado, si es así... ¡paciencia!  :'D
Aprovecho para agradecer sus reviews, me motivan  bastante y  puedo saber sus apreciaciones sobre el fic.  Ciao ciao

PD:  les sugiero ver el video, ya que incluye  un previo  al concierto y por supuesto la pieza interpretada completa.  


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