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La caótica vida de la Familia Real por Alexis Shindou von Bielefeld

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Notas del capitulo:

Hubo un error en el capitulo pasado. En teoría, el personaje de Alexis tendría 25 años, como Yuuri y Wolfram. Es solo ese pequeño detalle despues de hacer cuentas.

  ¡Gracias por su apoyo!
 

El bebé más adorable del mundo III

 

Yuuri, Gunter y Anissina, estaban en graves problemas. Un enorme lobo albino amenazaba con atacarlos en cualquier momento y estaban al borde del abismo. La bestia estaba lista para saltar, con los pelos del lomo erizados y las garras desplegadas. Sus fauces abiertas revelaban enormes colmillos afilados y sus ardientes pupilas azules brillaban feroces.

El primer impulso de Gunter y Yuuri fue de defensa y ambos tuvieron que reprimir el deseo de desenfundar sus espadas. A Anissina la habían enviado detrás para protegerla. Con un gran esfuerzo de voluntad, se quedaron inmóviles. Respirando calmadamente, para impedir que el pánico los invadiera y que el lobo percibiera el olor inconfundible del miedo.

—He sobrevivido dos días acampando al aire libre… —cuchicheó Yuuri para sí—, ¡y ahora tengo que enfrentarme a un lobo hambriento!

El lobo alzó la cabeza todavía más, olfateando, y emitió un rugido.

Mazokus…

Yuuri, Anissina y Gunter escucharon atónitos. ¡Eran palabras!

—Si vinieron hasta aquí solo puede significar una cosa…

Yuuri contempló a la criatura, boquiabierto. ¡Aquella voz lenta y atronadora parecía hablar como si se tratara de una persona y no de un animal!

—… quieren el fruto de la sabiduría…

Las últimas palabras cambiaron el miedo por el desconcierto; Yuuri se acercó un poco más hacia el lobo, y repitió sus palabras en voz alta.

—¡Si, el fruto de la sabiduría! —Como si no se percatara de que se había arriesgado demasiado, Yuuri se dirigió al lobo albino con fascinación—. Necesito ese fruto. Mi esposo se convirtió en un bebé por error, y necesito devolverlo a la normalidad. ¡Por favor, dime! ¿Sabes dónde puedo encontrarlo?

El lobo abrió el hocico y un rugido escalofriante sacudió el aire.

—¡Atrás, Mazoku!

—¡Majestad! —Gunter sujetó el brazo del rey con firmeza para que retrocediera. Yuuri obedeció ante la mirada llena de furia del lobo.

¿Majestad? —Según pronunciaba esas palabras, el lobo comenzó a pasearse de un lado a otro, amenazante—. ¿eres un rey acaso?

Yuuri hizo una profunda inspiración y, esta vez, habló con cautela.

—Algo así, soy el Maou —le explicó—. Y de verdad necesito encontrar el fruto de la sabiduría.

Los títulos no significan, mucho por estos rumbos. Lo que un hombre hace es más importante que lo que es —dijo el lobo con un deje sarcástico.

Para sorpresa del animal, Yuuri estuvo de acuerdo.

—Pensamos igual, lobo amigo.

El hocico del lobo se enarcó levemente en lo que quizá fuese una sonrisa.

Vaya, resultaste ser interesante, muchachito.

—Entonces, ¿me indicarás el camino hacia el huerto del viejo sabio? —insistió Yuuri una vez más, desesperado y sintiendo que se le acababa el tiempo. No sabía si funcionaría ni qué consecuencias tendría si lo hacía, pero debía intentarlo. Era una locura. Si, lo era. Pero suplicar al lobo para que los guiara en el camino era su mejor alternativa en una situación en la que, por desgracia, no se tenían muchas de ellas.

El lobo albino apoyó sus garras en el suelo de roca y escrutó el rostro del misterioso chico de cabellos y ojos negros como la noche misma, pero no percibió el menor indicio de perversidad en su expresión.

Si de verdad deseas que te proporcione información sobre el fruto de la sabiduría, debes acercarte a mí con confianza para susurrarte el camino —dijo al cabo.

—¡No, puede ser una trampa! —advirtió Gunter, alarmado.

—Se estaría entregando en bandeja de plata a un lobo feroz —apuntó Anissina.

El lobo hizo una mueca de disgusto.

—Pero, ¿y si no lo es? —Les contradijo Yuuri con un tono que reflejaba una profunda angustia y desesperación—. Estaría dejando pasar la oportunidad de encontrar el huerto del viejo sabio y la única esperanza de que mi esposo vuelva a la normalidad. Entiéndanme, mis hijos necesitan a Wolfram y yo también.

El lobo paró bien las orejas para escuchar. Leyó sinceridad en los ojos de aquel que habían nombrado Maou, y que proyectaba una curiosa incertidumbre hacia él, pero ningún temor.

—Entonces iré yo en su lugar —se ofreció Anissina, dando un paso adelante.

—No, descuida —Yuuri la miró con simpatía haciendo que se detuviera—. Deja de sentirte culpable, además, eres la inventora del reino. Experimentar es tu trabajo y nos has ayudado en innumerables ocasiones con tus inventos. Esto es sólo una prueba más del gran amor que le tengo a mi esposo. Ya peleé contra el rey de las tinieblas una vez, un lobo feroz no va a lograr intimidarme.

La voz de Yuuri sonó seria y determinada y, sin ser capaz de contradecirle, la inventora asintió con un nudo en la garganta. La cara de Gunter palideció, su mano se movió de forma involuntaria hacia la empuñadura de su espada y allí quedó inmóvil.

En ese momento, Yuuri inspiró profundamente. Si se aproximaba quedaría al alcance de las garras del lobo y en el peor de los casos lo traicionaría. Si no lo hacía, la criatura podía enfadarse y ya no lo ayudaría. «Por ti, mi amor». Efectuó otra profunda inspiración y avanzó unos pasos, decidido a confiar en su instinto. Después de todo, ''El lobo es el malo si la historia se cuenta sólo desde el punto de vista de la caperucita''. Tal vez ese lobo que tenía en frente era uno bueno, pensó esperanzado. Y dejó la mirada perdida en el suelo, entregándose a pensar en que su firme elección había sido la correcta.

De repente, el entorno cambió por completo. Donde todo les pareciera antes tan oscurecido, triste y gris, brillaban ahora los prados verdes y los ocres de las flores. En las copas de los árboles había un claro resplandor verde, como de hierba nueva, como si una primavera temprana flotara alrededor. Ríos, cascadas y fuentes de agua rodeaban el contorno bajando siempre hacia las faldas de las montañas. Un gran árbol se erguía en medio del jardín, cuyas hojas eran de tonalidad violeta y lustrosa, y brillaban a la luz del sol, su fruto era de color azul. Gunter y Anissina no daban crédito a lo que veían.

Aún con temor, Yuuri levantó la vista del suelo para encontrarse con los cálidos ojos azules de un anciano encorvado. Los cabellos eran blancos, lo mismo que la barba, pero algunas hebras verdegris, como de musgo, se veían aún alrededor de las orejas. Vestía una túnica color verde sujetada por un cinturón de cuero y sandalias de tiras.

—¡Eh! —Yuuri, aunque todavía muy asombrado, perdió el miedo—. ¿Qué sucedió? ¿Y el lobo? ¿Do-dónde está?

—Delante de ti.

Aquel anciano se le acercó poco a poco, apoyándose pesadamente en una larga vara de madera. A pesar de la considerable edad que aparentaba, su voz reverberaba fuerza. Era alto y se notaba que en su juventud había sido alguien erguido y arrogante.

—Muchachitos como tú hay pocos, ¿puedo saber tu nombre?

Yuuri parpadeó varias veces mientras digería las palabras del anciano. Su expresión sólo reflejaba asombro

—Yu-Yuuri Shibuya —respondió, aún anonadado.

—Yuuri Shibuya, yo te saludo con alegría —dijo el anciano esbozando una sonrisa detrás de la espesa barba—. Aunque debo decir que tus circunstancias me conmueven.

—Y yo debo decir, que usted se tiene por sabio, mi buen anciano, y es sin duda un buen guardián del huerto del fruto de la sabiduría —dijo Gunter amablemente, acercándoseles.

Al ver la cara de perplejidad que compuso su Maou, Gunter reformuló una vez más sus palabras, haciéndolas tan comprensibles como desconcertantes.

—''El-guardián-del-fruto-de-la-sabiduría''

Cuando logró entender por completo lo que estaba sucediendo, Yuuri casi lloró del alivio. ¡Lo habían encontrado! ¡Habían encontrado el huerto de la sabiduría!

—Señor sabio, es un honor conocerlo —Yuuri hizo el saludo de su natal Japón, inclinándose hacia adelante con los brazos y pies firmes luego de haberse liberado del estupor.

—Mi nombre es Rafdal —aclaró el anciano antes de comenzar a toser. A pesar de ser un hombre enérgico, se le veía cansado.

—Ellos son Gunter y Anissina —señaló Yuuri. Ambos mencionados saludaron con una breve inclinación de cabeza. Pero no hubo tiempo para sentarse a charlar, necesitaban regresar a Pacto de Sangre cuanto antes—. Pero mire, el caso es que…

—Yo sé porque han venido hasta aquí —Graves y pensativos, los ojos de Rafdal se posaron en el rey con serena piedad. Aquello no presagiaba nada bueno—. Sin embargo, deben saber bien: Si el fruto pretenden obtener, un acertijo deben responder.

—¿Un acertijo?

—Así es, Yuuri Shibuya —asintió Rafdal serenamente.

—De eso se trata la prueba de la leyenda —acertó Gunter con un deje de perplejidad.

—Los viajeros comunes no suelen pasar la primera prueba y se dan la media vuelta con las manos vacías. La mayoría hace eso —explicó Rafdal e hizo una pausa para que Yuuri asimilara sus palabras—. En cambio tú lograste pasarla por confiar en mí, pero ahora debes poner a prueba tus propios conocimientos. La máxima prueba que determinará si eres digno de poseer el fruto de la sabiduría, ¿estás preparado?

Yuuri emitió un profundo suspiro de frustración, dando a entender que había comprendido sus condiciones. Sabía perfectamente que iba a ser un acertijo complicado ya que pocos habían logrado descifrarlo, pero su determinación era mayor que la de cualquiera.

—Sólo tengo una preocupación en la cabeza —la voz de Yuuri no vaciló—, y tiene que ver con mi familia. Si no consigo el fruto de la sabiduría, mis hijos sufrirán y yo me condenaré a la soledad por el resto de mi vida. Por eso, en mis opciones no está fallar.

Rafdal vio en los ojos del joven Maou un destello de desafío y sonrió complacido.

—Sólo hay una oportunidad. Si aciertan, el fruto de aquel árbol… —con su bastón señaló el árbol que yacía en medio del jardín—, será todo suyo. Pero si fallan, todo lo que hay a su alrededor desaparecerá por completo.

Yuuri asintió.

—«Bueno, algo hemos conseguido —se dijo—. El peor de los casos era no encontrar el huerto del viejo sabio»

Las nubes corrían por el cielo, dejando en sombras momentáneamente la extensión del amplio jardín. Tras unos segundos, el sol volvió a asomar una vez más, resplandeciente. El viejo sabio guardó silencio, pero Yuuri vio en su rostro una expresión nueva. En sus cansados ojos azules había el destello de una esperanza centenaria y expectante.

—El acertijo es el siguiente —dijo Rafdal al fin—. ¿Cuál es el ser vivo que camina a cuatro patas al alba, con dos al mediodía y con tres al atardecer? Recuerden, tienen una sola oportunidad para responder.

—¿Cómo dice? —balbuceó Yuuri sin entender nada—. ¿Cuál es el ser vivo que camina a cuatro patas al alba, con dos al mediodía y con tres al atardecer?

Gunter y Anissina tenían la vista clavada en el suelo. Ni siquiera pestañeaban.

—Exactamente —dijo Rafdal en tono inflexible—. Tienes cinco minutos para resolverlo y el tiempo comienza ¡Ahora!

Asustado por la nueva regla del tiempo, Yuuri miró el suelo inexpresivamente, luchando por comprender el misterioso acertijo. Tan concentrado, que de no ser por el latir de su corazón y el murmullo de la leve brisa de la montaña, hubiera pensado que el mismo tiempo se había detenido

Gunter también se puso a pensar en la solución. Justo cuando iba a decir algo y Yuuri esperaba impaciente que lo soltara, movió la cabeza negativamente y siguió pensando.

—Sé la respuesta —afirmó Anissina de repente con aires de superioridad y sobresaltando del susto a sus acompañantes.

El viejo sabio se pasó la mano por la barbilla y se acarició la barba al tiempo que alzaba una de sus tupidas cejas.

—Eso fue rápido, lady Anissina —afirmó mordaz, sin creérselo en absoluto—. Tenga en cuenta que si se equivoca ya no habrá segundas oportunidades.

Anissina sonrió triunfal, no parecía importarle.

—Me arriesgaré, o de otra manera tendré que buscar una segunda solución al problema que yo misma he creado.

—Entonces, suéltalo.

En esos momentos, Yuuri sintió que el suelo bajo sus pies se partía en dos y se lo tragaba hasta lo más profundo. Tenía miedo. Solo un idiota no tendría miedo en una situación como aquella. Cuando todas tus esperanzas dependen de una sola persona y de una sola respuesta, lo único que puedes hacer es rezar.

—Es un acertijo metafórico —comenzó Anissina—. La mañana, la tarde y la noche traducen las etapas de la vida. El día o comienzo de la vida muestra al bebé gateando en cuatro pies o 'patas', la tarde o mitad de la vida es la adultez del ser humano caminando en dos pies y la noche o final de la vida muestra al anciano con un bastón… —Anissina señaló al viejo sabio para figurar el ejemplo— o sea en tres pies.

Siguió un largo y profundo silencio de estupor. Rafdal les miraba impasiblemente y ante su reacción, Yuuri frunció el ceño. Transcurrieron los minutos, poniéndole los nervios de punta, enfadándolo, preocupándolo y llenándolo de miedo, todo a la vez.

—Felicidades —dijo el viejo sabio tras de un largo momento de desconcierto—. Han resuelto el acertijo de las etapas de la vida. Pueden pasar y recoger el fruto de la sabiduría.

—¡Sí! —Yuuri no necesito que se lo dijeran dos veces. Eufórico, rodeó a Anissina entre sus brazos y se aferró a ella desesperadamente, casi en un abrazo de alivio— ¡Eso es! ¡Anissina, eres la mejor!

Una expresión de alegría y sorpresa iluminó el rostro de Gunter. Sonrió a Anissina y luego se inclinó frente al viejo sabio brevemente, ofreciéndole sus respetos.

—¡Muchas gracias a usted también por la oportunidad! —Yuuri se dirigió al viejo Rafdal, jadeando, apretándose el pecho. Luego se pasó la manga por la cara, y se enjugó la suciedad, el sudor, y las lágrimas.

El anciano asintió con la cabeza y Yuuri notó entonces que se adelantaba. Lo miró casi sin pestañear, respirando ruidosamente por la nariz.

—Síganme —dijo Rafdal sin detener el paso y sin voltear.

Yuuri, Anissina y Gunter asintieron ante la indicación del anciano y se dispusieron a seguirle.

Los condujo al centro del huerto, donde se alzaba el codiciado árbol del fruto de la sabiduría. De cerca era aún más sorprendente. Un árbol notablemente frondoso y fértil, sus hojas azules eran como faldas que bailaban al ritmo del viento. Poseía ramas firmes que sostenían orgullosas aquel fruto sagrado, de apariencia sana y jugosa.

—Pueden tomar uno sólo fruto del árbol —indicó Rafdal cuando Yuuri se detuvo a mirarlo más de cerca.

Los labios de Yuuri formaron una sonrisa de satisfacción. Enseguida asintió. Se aproximó todavía más y echó un vistazo a un fruto cercano que colgaban de una rama caída. Parecía una manzana, pero una de color azul. Lo arrancó entonces, y se lo guardó en el bolsillo.

—Y una cosa más —Los ojos azules de Rafdal relampaguearon vivaces—. Ninguno debe hablar con ajenos sobre esta experiencia. Ni del huerto, ni de la prueba, ni mucho menos del acertijo. De otra manera, cualquiera buscaría adueñarse del árbol de la sabiduría fácilmente y el equilibrio de éste mundo estaría en peligro. Este fruto no sólo sirve para reinvertir el efecto de la fuente de la eterna juventud, sino también para obtener unos poderes sorprendentes: La telequinesis y telepatía.

—¿Eso quiere decir que mi esposo obtendrá esos poderes? —preguntó Yuuri enseguida.

—Oh, no. No te preocupes buen Maou —respondió el anciano, negando con la cabeza. Una sonrisa amable se dibujo en su rostro y compuso una expresión divertida—. El fruto varía de efectos según la clase de cosas con las que se convine, y su esposo necesitará más que del fruto de la sabiduría para regresar a ser un adulto.

Yuuri miró a Anissina, intrigado.

—Eso ya está bajo control. —afirmó ella, tranquilizándolo. Anissina tenía en su laboratorio los demás ingredientes que necesitaban.

—Fue un placer conocerlos —Escuchó Yuuri que decía el viejo Rafdal—. Cuídense mucho…

—¡Gracias por todo, viejo sabio…!

Dio un paso adelante, pero el anciano ya no estaba allí. No había ninguna huella de él en las cercanías y todo el huerto había desaparecido.

 

 

*****************************************************************

 

 

Los siguientes tres días transcurrieron rápidamente. Yuuri y compañía se dieron prisa en regresar a Pacto de Sangre, evadiendo responder detalladamente a las preguntas que los demás les hacían respecto a la aventura con el viejo sabio del huerto de la sabiduría. Anissina se ocupó de crear la pócima en cuanto llegaron. El viaje se les había prolongado y ahora contaban con pocas horas antes de que el tiempo se les acabara.

Algo que sorprendió a los cansados viajeros, fue encontrar un ambiente alegre, relajado y hasta ameno en el castillo. Willbert, Cecilie, Gwendal, Conrad y el pequeño Wolfram, en poco tiempo se habían adaptado a vivir en familia. Parecían muy felices y se llevaban mejor que nunca. Por otro lado, Allan y Julielle estaban orgullosos de su padre por haber conseguido el fruto que necesitaban para volver a la normalidad a su otro padre, y hasta se sentían aliviados. Aunque Wolfram era estricto con ellos, nunca dejaba de brindarles todo el amor y la atención necesaria. Lo extrañaban horrores y querían escuchar de nuevo sus regaños, oír sus consejos, sentir sus abrazos y recibir sus besos.

Quien también estaba muy contento y hasta ansioso por recuperar a su amado «Wolf», era Yuuri. Una semana sin poder saborear sus dulces labios había sido muy difícil. Una semana sin poder reinar sobre su cuerpo había sido una tortura. No poder sentir la calidez de su cuerpo por las noches, sentir sus caricias, sus mimos, sus manos expertas sobre él y hasta aquella estrechez de su interior había sido una dura prueba de resistencia.

Pero Yuuri no alguien insensible. Era de esa clase de personas que perciben fácilmente los sentimientos de los demás. Por eso pudo ver claramente que a su suegro, aunque consciente de que era lo correcto, le dolía bastante que la experiencia fuera a terminar tan pronto. Lo supo al ver sus ojos al momento de entregárselo en brazos cuando pidió cargarlo por última vez. Lo supo al ver la ternura y la devoción con la que le hablaba. Lo supo al ver la sonrisa que adornaba su rostro cada vez que Wolfram le llamaba «Papá» con aquella inocente voz que tenía. Lo supo porque él también era padre.

La victoria le supo agridulce esta vez.

 

 

**********

 

La pócima estaba lista.

Todos tenían que reunirse en el laboratorio de Anissina, y una vez que el bebé tomara la pócima, el hechizo acabaría y todo volvería a la normalidad. Pero faltaba alguien, y se trataba de Willbert. La primera que se ofreció en ir a buscarlo fue Cecilie, pero Yuuri interceptó rápidamente sus intenciones diciendo que él se encargaría, y sin decir más, salió del laboratorio.

Yuuri avanzó rápidamente por el pasillo, bajó las escaleras, salió al exterior y se dispuso a buscarlo por todas partes hasta llegar finalmente al invernadero. Allí lo encontró frente a la fuente de agua, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida.

—Willbert san… —musitó con cautela.

—¿Sí?

Yuuri se le acercó un poco más, hasta quedar uno al lado del otro frente a la fuente.

—La pócima esta lista —dijo sin apartar la vista del frente—. Nos están esperando para presenciar la reversión del hechizo —añadió, volviendo su cara esta vez.

Una puñalada de culpabilidad le atravesó el corazón al notar la expresión de amargura que invadía el rostro de su suegro. Se le notaban las pestañas húmedas y las mejillas algo pálidas. Procuró apartar aquel sentimiento.

—Entonces andando —le replicó por fin, cabizbajo. Una oscura sombra atravesó el rostro de Willbert, quien de repente se dio la vuelta y avanzó a la salida.

Mientras el mundo seguía a su alrededor, Willbert había permanecido varado en su propia tristeza de manera silenciosa.

Sin querer perder la oportunidad, Yuuri respiró profundamente para darse valor.

—¡Willbert san…!

—Tenías razón… —le interrumpió él antes de que pudiera decir nada más. Willbert seguía dándole la espalda y lo único que Yuuri pudo hacer fue esperar tranquilo a que su suegro se desahogase—. El pequeño Wolfram me pertenece porque soy su padre y el deber de todo padre es proteger a sus hijos. Pero esa etapa ya pasó. Se terminó. Todo pasa. Ahora mi hijo es más de lo que alguna vez llegué a esperar; es un rey, es esposo, es un padre ejemplar. Él siguió su camino así como todos deben hacerlo. Dejó el nido, emprendió el vuelo. Ahora él te pertenece a ti. Ante la ley del hombre, por el sagrado matrimonio y en todos los sentidos por decisión propia. Y antes de que dudes algo, muchachito —añadió con lentitud, su voz vaciló un poco—, al principio no soportaba la idea, pero con el tiempo me he dado cuenta de que no hay en el mundo mejor pareja para mi hijo que tu. Me alegra que ambos hayan luchado por su amor contra todo obstáculo y aún en contra de mis decisiones. Lo que te quiero decir es que me alegra tenerte como yerno.

Cuando Willbert se dio la vuelta, Yuuri tenía las cejas arqueadas en señal de sorpresa. El mayor frunció el ceño y carraspeó un poco para disimular su vergüenza y hasta parecía molesto consigo mismo por haber sucumbido a aquel momento de sinceridad.

—¡Disfruta este momento, Shibuya, porque no lo voy a volver a repetir! —advirtió rápidamente en voz alta y nerviosa, sin detenerse a respirar. Las anteriores palabras habían escapado de su boca sin que hubiera pensado pronunciarlas.

Yuuri asintió con la cabeza, resignado y en cierta forma aliviado, e intentó disimular la sonrisa que amenazaba con asomar a sus labios para que no pareciera que le estaba faltando el respeto a las profundas palabras que había escuchado. Lo cierto era que le parecía gracioso e increíble cuán parecidos eran Wolfram y Willbert hasta en la manera de actuar cuando se sentían avergonzados. Sintió un calorcito agradable en el pecho.

—El lazo fraternal que une a un padre con su hijo es indestructible —le respondió con calma, tratando de valorar los sentimientos de su suegro—. El que Wolfram esté conmigo no significa que se vaya a alejar de usted para siempre. —Se acercó para poner una mano sobre el tenso hombro de Willbert—. No se preocupe, mi querido suegro.

Él esbozó una débil sonrisa y juntos volvieron al laboratorio, donde los demás los esperaban ansiosos.

 

 

**********

 

 

El laboratorio estaba en medio de un profundo silencio. Finalmente, Anissina lanzó un suspiro de irritación.

—No podemos esperar más. Nos quedan solamente diez minutos para que se cumpla el plazo y, pensándolo bien, no lo noté muy entusiasmado con la idea de venir —Anissina miró uno por uno a todos los presentes—. ¿Qué les parece si comenzamos de una vez?

—Pero ahora también falta mi papá Yuuri —advirtió Julielle, quien sostenía en sus manos un fino albornoz.

De repente un brusco golpe sacudió la puerta.

—¡Deben ser ellos! —exclamó Cecilie, y fue rápidamente a abrir—. Amor, ¿Dónde te habías metido? —le abrió la puerta a Willbert y le dio un beso en los labios.

—Lo sentimos, se nos fue el tiempo platicando —se disculpó Yuuri, entrando detrás de él. Gwendal y Conrad observaron cada detalle, y asomó a sus caras una expresión de sorpresa, que de inmediato dio paso a una sonrisa de satisfacción.

—Sea como sea, debemos comenzar —respondió Anissina como si nada hubiera pasado y tuviera la situación bajo control a lo que los demás asintieron—. Será la última vez que verán a Wolfram de esta manera, si alguien desea…

—~¡Papá… papá!~ —sentado encima de una mesa, Wolfram extendía los bracitos hacia Willbert, con sus bellos ojos empañados en lágrimas.

—Eso… —finalizó Anissina con la idea de «despedirse del bebé».

Cecilie alzó a su hijo hacia Willbert al tiempo que articulaba con los labios que tenía que calmarlo un poco. Él permaneció inmóvil por lo que pareció un espacio de varios minutos hasta que finalmente lo tomó en brazos y lo arrulló con cariño. Willbert sintió algunas lágrimas juntándose en las esquinas de sus ojos, pero las contuvo. Ya se había expuesto demasiado como para dar semejante espectáculo.

—Fue una experiencia inolvidable —declaró Willbert con la emoción atenazándole la garganta. Su expresión era tan sincera que Cecilie, emocionada, se irguió para abrazarle y besarle la mejilla.

El estómago de Yuuri se comprimió. Pasó el brazo por los hombros de sus hijos para sentirse apoyado. Sus niños se mantenían callados, sin dar crédito a lo que veían.

—¡Pero es hora de que Wolfram vuelva a la normalidad! —añadió Willbert en tono animado a lo que todos asintieron.

Recolocaron a Wolfram en la mesa y le dieron el biberón con la pócima que tenía un color azul. El pequeño bebió hasta la última gota, y esperaron.

Pasó un minuto y aún no sucedía nada. Yuuri comenzó a impacientarse.

—¿Cuánto tiempo hay que esperar? —preguntó, sin dejar de observarle

Pero antes de que pudiera decir nada, ocurrió algo. Un destello fugaz, un brillo como el que emitiría un prisma al ser tocado por un rayo de sol rodeó el cuerpecito del bebé, quien sentía al mismo tiempo una agitación brusca, como una vibración. Luego su cuerpo comenzó a elevarse manteniendo aquella luz que inundaba a relámpagos breves e intensos el laboratorio. Y cuando descendió, ya no había bebé alguno; se trataba del atractivo Wolfram adulto. El amado esposo de Yuuri y el amoroso padre de Allan y Julielle.

—¡Funciono! —exclamó Yuuri.

Wolfram alzó la cabeza. La voz de Yuuri le hizo estremecer. No se movió un centímetro y él se le aceró presuroso y lo envolvió entre sus brazos, como si intentase abarcar todo su cuerpo sólo con sus manos. Wolfram sonrió. Yuuri se inclinó y lo besó despacio. Él cerró los ojos y se pegó a su debilucho todo lo que pudo, intentando que nada se interpusiera entre los dos. Yuuri fue probando meter la punta de la lengua y, pocos segundos después, Wolfram le respondió adecuadamente. Se besaron con desesperación, con frenesí, con pasión y hasta con dientes. Yuuri sonrió. Le dio otro beso, y otro más… Wolfram rió cuando los labios de Yuuri ascendieron lentamente por su rostro y rozaron su nariz delicadamente, luego la frente y las mejillas, después bajó por la barbilla hasta saborear delicadamente uno de sus hombros desnudos. Infinitos escalofríos se adueñaron de sus sentidos y lo abrazó más fuerte. Y después de un beso fugaz en los labios, Yuuri apoyó su frente contra la de su esposo, y se quedó ahí, quieto, respirando nervioso y mirándolo fijamente.

Hasta que un sonoro carraspeo de incomodad los hizo volver a la realidad.

—¡Ya estuvo bien ¿no?! Nosotros también queremos darle la bienvenida a Wolfram —gruñó Willbert con una vena sobresaliente en su sien.

Fue cuando Wolfram advirtió algo desconcertante y bochornoso al mismo tiempo.

—¡Que rayos! ¡Estoy desnudo! —gritó arrimándose más a su esposo para disimular su desnudez mientras en su mente no se dejaba de preguntar qué estaba pasando.

—Para eso era esto —indicó Julielle divertida, y le entregó a su papá Wolfram el albornoz.

Wolfram se puso la fina bata con ayuda de su esposo. Acto seguido, se vio rodeado por los brazos de sus hijos. Wolfram le dio un beso en la cabeza a cada uno, aunque todavía estaba confundido.

—De verdad no entiendo —expresó. Pero antes de que le pudieran explicar los últimos acontecimientos, advirtió algo que para él era mucho más grave—. ¡Allan Shibuya, la camisa va dentro del pantalón ¿Cuántas veces debo repetírtelo, jovencito?!

Allan y Julielle se miraron un instante para después echarse reír a carcajadas.

—Síp, todo ha vuelto a la normalidad —soltó Allan entre risas.

Yuuri no cabía de la alegría y volvió a besar a su esposo lenta y pausadamente. Wolfram adoraba cómo le besaba, sentía que su interior respondía como si estallaran fuegos artificiales cada vez que lo hacía tan tierno, tan entregado, tan suyo.

De manera sorpresiva, Gwendal abrazó por detrás a su esposa escondiendo el rostro entre el hueco de su hombro y cuello, y dándole un fugaz beso en el hombro sin apartar la mirada de la escena.

—¿Descubrieron quien es el hermano favorito? —preguntó Hilda a su esposo, mirándolo de reojo, divertida.

Conrad curvó los labios hacia abajo en una mueca de tristeza y agachó los hombros, al parecer sinceramente dolido y decepcionado.

—Ni el uno ni el otro. Llegamos a la conclusión de que ambos lo somos, porque con ambos reaccionaba igual de contento —explicó—. Y por eso decidimos preguntarle al Wolfram mayor. Tiene que haber un favorito, lo sé.

Hilda abrazó a Conrad y lo meció un poco entre sus brazos, sobándole la espalda al mismo tiempo y dándole uno que otro beso en las mejillas.

 

—¡Oigan ustedes dos, ya basta ¿qué clase de ejemplo le están dando a mis nietos?! —gritó Willbert, casi derribando a Yuuri al apartarlo de Wolfram.

—¡Suegrito, por favor!, ¡no he besado a mi esposo por siete largos días! ¡Lo necesito con urgencia! —lloriqueó Yuuri. Wolfram deseaba que se lo tragase la tierra—, ¡además, tengo mis derechos! —añadió con tono ofendido. Yuuri no entendía por qué Willbert estaba tan enfadado y le pareció injusto.

—¡Shibuya, deja de darle mal ejemplo a tus hijos! —exclamó Willbert con impaciencia.

—¡¿Qué está pasando aquí?! —se preguntó Wolfram, desviando la mirada apenado.

 

 

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—¡Ahora todo ha vuelto a la normalidad! —exclamó Doria, enjuagando la vajilla donde se había servido la cena de ese día. Luego pasó el plato a su compañera para que lo secara.

—Es gratificante y triste a la vez… —se lamentó Sangría, entendiendo las palabras de la muchacha de cabello castaño que le había pasado el plato limpio. La chica de lentes suspiró y después añadió—: Era lindo volver tener un bebé en el castillo.

—¡Era mucho más lindo ver actuar a Willbert sama como todo un papá consentidor! —gritó Lasagna, sentada frente a la mesa de la cocina con su rostro apoyado sobre sus dos manos. La chica de cabello corto y rojo como la sangre parecía enamorada.

—¿Y qué me dicen de Sir Weller y Lord Voltaire? —añadió Effe, emocionada—. ¡Yo los vi jugando cual niños en el jardín con su hermanito!

Al otro extremo de la mesa, se escucharon unas carcajadas divertidas.

—¡Tienes razón, no parecían los mismos! —soltó Alexis entre risas, que para esos momentos comía unas galletas horneadas por su amiga Effe y bebía una tacita de leche. Todas las demás se pusieron a reír.

—¿Alguna de ustedes ha pensado en la idea de ser mamá? —preguntó Doria cuando los ánimos se hubieron relajado de nuevo—. ¿Qué tal tu Alexis?

La pregunta debió de tomar por sorpresa a la institutriz que tras mirarla con extrañada expresión, comenzó a toser pues se había atragantado con la leche que bebía en aquel instante. Lasagna la asistió dándole unas palmaditas en la espalda.

¿Tanto le aterraba la idea?

—No me malinterpreten —logró responder al fin, luciendo unas lagrimillas en los ojos—. Es sólo que el único acercamiento con un bebé que he tenido en mi vida ha sido por parte de mi única sobrina. Apenas y conozco la manera correcta de cargarlos y me aterra la idea de dejarlo caer. Y recuerdo que una vez intenté ponerle el pañal a mi sobrina y cuando la levanté se le cayó. Fue un desastre, jamás volvía intentarlo. Y si bien dicen que nadie es experto en la materia, me gustaría aprender un poco más antes de tener a mi bebé. Y en todo caso, buscar a alguien que lo quiera tener conmigo. Los niños no caen del cielo… —al finalizar, Alexis se rascaba detrás de la cabeza y tenia las mejillas demasiado rojas, estaba abochornada. De pronto, suspiró—. Además, por el momento tengo un grupo de niños grandes que cuidar.

Sangría sonrió.

—Ah, es cierto —dijo, pensativa—. En dado caso tendría que dejar de lado tus funciones de institutriz. Eso pondría muy tristes a los niños.

—De todas maneras, para cuando la princesa Julielle cumpla la mayoría de edad, yo tendré que marcharme —Alexis dio el último sorbo a su taza de leche, un poco cabizbaja, para luego agradecer por la merienda—. Gracias por las galletas, Effe.

—De nada, Alexis —La muchacha de los moñitos sonrió—. Por cierto, no nos has entregado la continuación de tu nueva historia ¡Dos semanas de atraso, ¿te gusta hacernos sufrir?!

—Perdón, ésta noche me pongo a escribir ¡Lo prometo! —lloriqueó Alexis, juntando las manos.

¿Quién diría que las doncellas serían unas fujoshis algo pervertidas amantes de las historias ficticias cuyos protagonistas eran los mismos miembros del castillo?

¡Que el rey Yuuri y su Consorte la perdonaran por ponerlos en situaciones tan crueles, despiadadas, arriesgadas y dolorosas! —pensó Alexis—. Al final tendrían siempre su final feliz, no había necesidad de tomarlo tan a pecho.

 

 

 

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—Sabía que debía cuidarme de cualquier invento de Anissina… —comentó Wolfram ya en la cama, apoyando la barbilla sobre el pecho de su esposo. No recordaba nada sobre su estado como bebé, pero si había algo que recordaba con claridad, era la melodía de una canción de cuna. Sonrió. Ya hablaría con su padre en la mañana.

—Pero al final fue ella la que superó la prueba del viejo sabio —Yuuri jugueteaba con un mechón del suave cabello de su Consorte y acercó su cara a la de él para plantarle un beso fugaz.

—Y tú fuiste capaz de cruzar las montañas Crozz para conseguirlo —Wolfram acarició los anchos y desnudos hombros de Yuuri y rodeó su cuello con los brazos—. A pesar de ser un debilucho.

—Por ti, mi amor, iría al fin del mundo —Yuuri acarició los labios de Wolfram con los suyos antes de entreabrírselos delicadamente con la lengua y explorar su boca con ardiente pasión, mientras separaba sus piernas y se colocaba entre ellas.

—Pero, ¿cuál fue la prueba? no me has dado muchos detalles —inquirió Wolfram, jadeando, mientras abría su cuerpo para recibir la profunda invasión de Yuuri—. ~Ahh~

—No pretendo hablar de eso mientras hacemos el amor… —Yuuri lo abrazó y, cambiando de posición, lo alzó y sentó a horcajadas sobre sí. Wolfram le entrelazó los brazos alrededor del cuello y le besó el hombro, el cuello y la mejilla.

Era la tercera vez en esa sola noche y Yuuri estaba insaciable. Ya habría tiempo para platicar después, por ahora tenían que recuperar el tiempo perdido.

—Amor… si continuas a este ritmo… mañana no podré sentarme… —gimió Wolfram. Yuuri le afianzó las piernas alrededor de su cintura y, sujetándolo por el trasero, se enterró aún más en su acogedora entrada, haciéndolo dar un grito de placer.

—Mejor, así sabrán que tu marido te cumple como se debe —Yuuri movía sus caderas suavemente para molestar un poquito a su pareja. Sabía que su esposo disfrutaba un tantito más del sexo salvaje y alocado. Y sonrió cuando su adorado príncipe de fuego colaboró con las embestidas, moviendo también sus caderas, cabalgándole como le gustaba que lo hiciera.

Los ojos hechiceros de Wolfram brillaban; su piel tenía la luminosidad de un lago resplandeciente a la luz de la luna, perlado en sudor.

De pronto ya no les importó lo demás. Se concentraron en contemplar a su ser amado con adoración, saborear los labios ajenos, sentir su olor, su peso, calmar su sexo en erección. Y mientras exploraban sus cuerpos, el corazón se les iba acelerando a medida que el placer se intensificaba y los llevaba lentamente al orgasmo.

Esto apenas comenzaba.

Sería una larga y placentera noche de pasión.

 

 

Fin de “El bebé mas adorable del mundo”

 

 

**El acertijo del viejo sabio no es propio. Es un antiguo e histórico acertijo de la Esfinge (mitología) y Edipo, quien fue el que lo resolvió.

https://es.wikipedia.org/wiki/Esfinge_(mitolog%C3%ADa) Para más información. Es solo que ya lo había escuchado antes y me pareció interesante ponerlo en este capítulo, ya que se relacionaban un poquito.

 

 

Muchas gracias para quienes me acompañaron en esta mini-historia.

Se los agradezco mucho.

Habrá nuevas aventuras muy pronto.

 

 

 

 


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