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El rey de la Muerte por Cucuxumusu

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Notas del capitulo:

Bueno, pues aqui ando de nuevo, como siempre muchas gracias por el apoyo y por los comentarios, espero que os guste este cap.

 


Los días siguientes fueron un caos para el pelirrojo. Todo el mundo le felicitaba, todo el mundo quería saludarle como si fuese alguna especie de héroe. Kidd se sentía un poco apabullado con todo aquello, sobre todo con el agotamiento que aún tenía encima desde después de la carrera. Había sobrepasado sus límites con la energía que había usado y claramente estaba pagando lo que había hecho.


Kidd se dedicó entonces a descansar y a recuperarse para afrontar los retos de toda la gente que de repente quería competir con él. Todo el mundo quería enfrentarse de repente al nuevo campeón y Kidd sólo podía suspirar y aceptarlo, aún así, antes de todo, se merecía unas pequeñas vacaciones.  Durante una semana se dedicó a dormir, comer y ver lo que emitían los boletines de la red sin dignarse a hacer nada más. Dejó el trabajo del taller en manos de Killer y los chicos, dejó su entrenamiento durante unos días y simplemente se dedicó a disfrutar de la merecida victoria y de un pequeño descanso.


Fue en una de aquellas noches, cuando salía del baño de su apartamento tras un relajante y estimulante baño de burbujas, después de tirarse todo el día en la cama leyendo sobre nuevos modelos de motores de titanio, cuando se encontró a alguien tumbado en su cama como si esta le perteneciese.


Su rival estaba en su habitación.


Estaba solo en casa, Killer y los chicos estaban aún en el taller trabajando en alguno de los encargos que tras la victoria de Kidd no dejaban de caerles encima, y que traían aún más dinero a casa. Y Kidd sabía que seguramente, cuando acabasen, se irían a tomar algunas copas al bar de siempre.


Kidd estaba solo y aún seguía demasiado débil frente al impresionante enemigo que siempre había querido derrotar y que seguramente estaría en forma. Estaba en una posición demasiado vulnerable. Por un momento el pelirrojo solamente se quedó inmóvil observando al otro tumbado cómodamente en su cama deshecha en medio de su desastrada habitación, sin la máscara y con aquellas ropas negras con el símbolo extraño que siempre solía usar. Kidd sintió su pulso acelerarse ante la visión del moreno en su cama. Desde lo del beso siempre se ponía nervioso cuando le veía.


Y ahora estaba en su cuarto.


Kidd empezó a tener un ataque de pánico.


¿Qué hacía el moreno allí? ¿Cómo había entrado? ¿Cómo sabía donde vivía? Por un momento la mente de Kidd se quedó en blanco ante el extraño panorama sin saber realmente qué hacer o qué pensar.


El moreno por su parte sólo alzó una ceja ante su inmovilidad y recorriéndole de pies a cabeza con aquellos extraños ojos grises sonrió divertido. Kidd se sonrojó sin poderlo evitar, de repente demasiado consciente de su desnudez y de la fina y diminuta toalla en torno a su cadera que se había puesto tras salir del baño. Su cuerpo seguía empapado, sus mejillas seguían rojas tras el calor del baño y definitivamente no era una imagen que quería darle a su enemigo. Sobre todo al enemigo que había estado sobando su trasero y mirándole como un animal en celo en las últimas carreras.


Kidd carraspeó incómodo y rápidamente cerró la puerta metálica de su habitación con los controles al lado de la pared encerrándose dentro con el otro. Por mucho que estuviese medio desnudo y en una situación que le gritaba que saliese corriendo de allí, Kidd quería hablar con el idiota del moreno ahora que por fin tenía una maldita oportunidad, y por sus cojones nadie les iba a interrumpir hasta que tuviese determinadas respuestas. El moreno sin embargo no hizo nada ante su gesto y solo amplió su sonrisa mientras por fin se sentaba en su cama y plantaba las deportivas negras en el suelo, justo al lado de la ropa interior que Kidd había descartado antes de bañarse.


Kidd enrojeció aún más.


Su habitación no era muy grande, y tenía justo lo imprescindible, una cama de mantas térmicas, un armario oculto en la pared y un pequeño baño con lo imprescindible para vivir, sin embargo, el pelirrojo, desde pequeño, la había llenado de posters y proyectos del taller y las carreras. Además, tras aquella semana de vacaciones, las latas de cerveza, la ropa sucia y basura se amontonaban por las esquinas dejando todo hecho un maldito caos.


No era el mejor momento para visitar a Kidd, sin embargo el moreno no parecía preocupado por aquello mientras seguía devorando a Kidd con aquella intensa mirada y prácticamente relamiéndose los labios ansioso por comerle. El pelirrojo, sin poderlo evitar, se puso nervioso ante tanta intensidad y al instante recordó las carreras donde el moreno había estado demasiado contento de sobarle el trasero, demasiado contento de susurrarle las mil formas en que se había imaginado follándole. Cabrón. Aún tenía que hacerle pagar por aquello.


Fingiendo que todo iba bien y que no estaba medio desnudo frente al hombre que parecía tener un interés poco sano en su persona, Kidd se dirigió al armario a por algo de ropa. Porque tenía que vestirse. Aquello era jugarse mucho su suerte. El moreno era demasiado atractivo, Kidd aún recordaba lo suaves que habían sido sus labios, lo perfecta y cálida que era su piel cuando le había tocado o como el otro gruñía satisfecho cuando Kidd hacia lo que él quería y se sometía a él.


Si el moreno se le tiraba encima Kidd no sabía si realmente haría mucho por resistirse aquella vez. Lo que era algo preocupante.


— ¿Qué haces aquí?—preguntó rápidamente con un tono de voz autoritario, o al menos Kidd esperaba que sonase así porque la realidad era totalmente diferente.


El otro sólo sonrió, sarcástico y volvió a recostarse sobre las desechas mantas de la cama empotrada contra la pared. Otra vez una imagen que estaba provocando serios problemas al menor.


—He venido a verte Eustass-ya—comentó el mayor con aquella voz grave y lenta que le ponía los pelos de punta pero de una forma agradable.


Kidd frunció el ceño ante el comentario, sin embargo siguió buscando por el armario algo de ropa interior que ponerse en la incómoda situación. No tenía. Ahora que lo pensaba hacía semanas que no hacía una colada decente, la mitad de su ropa estaba esparcida por el suelo o en la pila de la ropa sucia del baño. Kidd gruñó. Esto le pasaba por relajarse durante dos segundos, no podía bajar la guardia en aquel mundo y lo sabía, tenía que haber estado preparado para todo. Frustrado, tomó unos pantalones negros apretados de una de las baldas del armario y rápidamente se los puso mientras ignoraba la mirada famélica que seguía dirigiéndole el moreno desde la cama, ahora totalmente enfocada en su trasero mientras se desnudaba.


Por dios ¿Es que no tenía nada de decencia? ¿No podía ser un poco menos obvio?


—¿Para qué quieres verme?—preguntó al fin el menor encarando al moreno un poco más presentable, su pelo rojo seguía mojado y revuelto en todas las direcciones por habérselo sacado con la toalla y aún sentía su cuerpo mojado y su cara roja, pero al menos no estaba totalmente desnudo.


El moreno sin embargo pareció darle igual y volvió a recorrerle con la mirada parándose más tiempo del necesario en su entrepierna que a duras penas el fino pantalón conseguía ocultar. Vale, tal vez tenía que haber pensado un poco más en qué ponerse en vez de agarrar lo primero que veía en un pequeño ataque de pánico.


—Quería hablar de la última carrera—dijo el moreno sin apartar su mirada de su cuerpo y poniéndole cada vez más nervioso.


— ¿La que perdiste?—preguntó arrogantemente y aún nervioso Kidd mientras se apoyaba en la pared opuesta al moreno y se cruzaba de brazos.


Tenían que insultarse, tenían que provocarse y enfadarse. Eso era lo que hacían los enemigos y por sus narices que Kidd se lo iba a recordar al moreno. La respuesta a la provocación fue instantánea y el moreno dejó de recorrer su cuerpo y rápidamente le miro a los ojos, cabreado.


—Hiciste trampas—sentenció con odio.


Kidd alzó una ceja, indignado ante la acusación.


—Tú también las haces. Siempre—se excusó Kidd, totalmente sorprendido porque le tiras eso en cara, recordando las carreras que habían tenido y el manoseo descarado por parte del mayor —no es culpa mía que estés tan salido que te bloques ante una pequeña insinuación, yo tuve que aguantar las tuyas—


El moreno frunció el ceño aún más y le miró con odio, levantándose al fin de la cama con brusquedad. La habitación pareció oscurecerse con un extraño humo negro y Kidd se estremeció ligeramente al ver los ojos grises oscurecerse tenuemente. De dos rápidas zancadas su rival cruzó la habitación y al instante siguiente estaba arrinconando a Kidd contra la pared, con ambos brazos al lado de sus hombros y adentrándose en su espacio personal más de la cuenta.


La mente de Kidd entró en pánico al instante, estaban demasiado cerca, Kidd podía sentir el calor de su cuerpo y su aroma envolviéndole y haciendo que su cabeza dejase de pensar con claridad. Sin embargo el pelirrojo mantuvo su compostura y simplemente siguió mirando al moreno enfrente suyo sin decir nada y sin moverse ni un ápice del sitio. El mayor era más alto que él por unos pocos centímetros, pero el pelirrojo tenía mucha más musculatura y sin embargo Kidd aún se sentía como un niño a su lado, como un pequeño animal frente al enorme depredador. Era como si el otro pudiese destruirle con unas pocas palabras, con unos pocos gestos. Kidd se sentía indefenso ante él y no sabía por qué. Nunca le había pasado esto con nadie y definitivamente cada vez le asustaba más el no poder predecir al mayor y saber qué iba a hacer. A veces parecía odiarle, a veces parecía querer saltarle encima a devorarle la boca. Kidd también sentía que estaba perdiendo enfoque. El moreno era su rival a abatir, la persona más poderosa que conocía, y en cambio ¿Él que había hecho? ¿Ganarle con trampas? Aquel no era su estilo.


—Sí, yo también hago trampas—empezó el moreno hablando a pocos centímetros de su cara, con su aliento haciéndole cosquillas en la mejilla — todos hacemos trampas, Franky usa nitro en el monopatín y Roronoa lleva una navaja con un compuesto paralizante, pero tú no haces trampas, tú no eres como ellos—Explicó el moreno con la rabia en su mirada.


Kidd tragó saliva sintiéndose ligeramente intimidado a pesar de la situación. Nunca se había dado cuenta de los trucos que hacían los otros, la verdad es que siempre había estado enfocado en el rey negro, los otros le habían dado igual, cuando Zoro le había clavado un cuchillo y él se había sentido desfallecer lo había achacado al cansancio, cuando Francky aceleraba hasta lo imposible Kidd solo se decía a sí mismo que aún tenía mucho que aprender. El moreno seguía mirándole fijamente, con aquella mirada penetrante que parecía atravesar el alma. Aquellos ojos grises tenían algo que simplemente le ponían nervioso, y en ese instante toda su furia estaba enfocada en su persona. Kidd tragó saliva sintiéndose morir.


No podía combatir contra el moreno en el estado que estaba en ese momento, aún no se había recuperado tras la carrera, aún estaba demasiado débil físicamente como para suponerle un reto al mayor, aún no podía usar su energía con toda su furia, el moreno podría matarle allí mismo si quería.


Kidd miró a su alrededor, buscando algo que usar contra el rey, pero pegó un ligero salto cuando la mano morena del moreno se cerró en torno a su mandíbula de una forma posesiva, alzándole la cabeza para que siguiese mirándole a los ojos.


— ¿Por qué ahora has decidido hacerlo?—preguntó mientras, como si fuese la cosa más normal del mundo y como si hubiese querido hacer aquello desde el principio, delineaba el labio inferior del pelirrojo con un pulgar. Lentamente, incitándole a abrir la boca y dejarle pasar como la última vez. Kidd sintió de nuevo su cara arder y una sonrisa arrogante surcó la cara del moreno— ¿Debo castigarte por haberte portado mal, Kidd?— siguió preguntando, esta vez más sugerentemente, mientras sus ojos se enfocaban en la boca del pelirrojo con el deseo pintado en ellos.


Kidd se había quedado en blanco. Su mente estaba en medio del pánico y una muy preocupante excitación. ¿Qué narices estaba pasando? ¿No habían estado discutiendo? ¿No le iba a matar? ¿Porque ahora parecía que el moreno le iba a besar? Kidd se quedó inmóvil mientras el moreno seguía jugando con sus labios de una forma obsesiva, como si no hubiese nada más en el mundo que quisiese hacer aparte de sentir los húmedos labios del menor bajo sus dedos.


—Seguro que lo estás deseando, ¿verdad, Eustass-ya? Por eso me provocaste en la carrera y me estas provocando ahora, porque estás totalmente desesperado porque te follen y que te hagan gritar—siguió comentando el moreno mientras se acercaba peligrosamente a sus labios, aún sin mirarle, aún sin hacer nada más que apretar y tirar de los labios que ahora comenzaban a ponerse rojos, y introducir sus dedos en su boca para explorarla de la manera más sucia posible.


Kidd entonces quiso empujarle por el comentario. Quiso golpearle por insinuar algo así de él, él no era ni iba a ser una de sus putas, Kidd le patearía el trasero por insinuar siquiera algo así, le demostraría lo mucho que apreciaba que le tratasen así. El muy cabrón. ¿Quién se creía que era? Sin embargo, sorprendido, Kidd se dio cuenta de que su cuerpo seguía paralizado y solo podía mirar con ojos como platos a lo que hacía el moreno con su boca. Sin reaccionar, sin defenderse ni hacer nada. Más bien todo lo contrario, Kidd podía sentir un bulto comenzar a crecer entre la apretada ropa de su pantalón. ¿Se estaba excitando? ¿Por qué?


El rey negro sonrió contra sus labios divertido dándose cuenta también de la pequeña reacción del cuerpo del menor en los estrechos pantalones. Kidd quiso partirle la cara de nuevo y luego meterse debajo de su cama para morir de una vez de vergüenza.


—Como quieras—dijo aun arrogante el moreno mientras de golpe giraba a Kidd y estrellaba su cara contra la pared.


Kidd gruñó de dolor y por fin su cuerpo le respondió y fue a golpear al moreno de vuelta. Pero rápidamente el gruñido se convirtió en un gemido del más puro placer cuando el cuerpo del mayor se presionó contra su espalda y aquella morena mano tatuada bajo hasta su entrepierna para apretar el bulto apresado en sus pantalones.


Kidd volvió a gemir y se arqueó sin poderlo evitar contra la pared, apretando su trasero contra la clara erección en los pantalones del moreno. El saber que el otro también estaba excitándose con todo aquello supuso un poco de consuelo para Kidd, que prácticamente parecía estar suplicando por que le tomase.


El moreno volvió a apretarle su erección por encima de la apretada tela. Kidd volvió a soltar un jadeo lastimero haciendo que el mayor riese de nuevo en su oreja mientras le lamia el lóbulo de una manera que no podía ser legal, sacándole a Kidd un nuevo suspiro y haciéndole temblar entre sus manos.


Kidd seguía preguntándose qué estaba pasando. ¿Por qué no mataba al otro? ¿Porque su cuerpo parecía querer que el otro le follase cuando normalmente era él el que hacía gritar a la gente?


—Realmente eres una pequeña puta caliente verdad Eustass-ya—preguntó de nuevo el moreno mientras frotaba su erección contra el trasero del pelirrojo insistente, haciendo que Kidd tragase saliva y se excitase hasta lo imposible al sentir el tamaño del otro —No sabes cuánto tiempo he esperado por esto—gruñó el moreno mordiéndole con posesividad el cuello


Kidd apoyó su cabeza contra la pared metálica enfrente de él intentando recuperar el aliento. ¿Qué narices estaba pasando? ¿Por qué seguía excitándose con los comentarios subidos de tono? Era su enemigo, su rival, ¿cómo había acabado en aquella situación? La boca del mayor comenzó a repartir besos por su nuca y por sus hombros desnudos de una forma que casi parecía cariñosa, una de sus manos seguía frotando su entrepierna de aquella forma casi mágica mientras la otra recorría sus pectorales y abdominales reverencialmente.


De repente la mano del moreno volvió a apretar su entrepierna a través de sus finos pantalones de una forma casi dolorosa y Kidd soltó un potente gemido comenzando a mover sus caderas y a frotarse inconscientemente contra aquella maravillosa mano. Necesitaba fricción, necesitaba sentir la piel del mayor contra la suya, arrancándole gemidos y llevándole al paraíso que sabían que iba a alcanzar en no mucho tiempo. Mierda, estaba demasiado duro, demasiado duro para lo poco que habían hecho. Hacía tiempo que no había estado tan necesitado ¿por qué conseguía aquel hombre del que no sabía ni su nombre dejarle así con unas simples caricias? ¿Por qué necesitaba sentir al mayor dentro de él llenándole por completo?


—E-Espera—intentó murmurar con un poco de cerebro aún funcionando. Tenía que parar aquello antes de que se le fuese de las manos. Aquello estaba mal en demasiados sentidos. No podía hacer eso con su enemigo.


Sin  embargo, el moreno sólo gruñó y le empujó otra vez contra la pared, encerrándole entre esta y su cuerpo, casi desesperado por tomarle y por no interrumpir ese momento, como si tampoco pudiese esperar a estar dentro suyo de una maldita vez. Su mano volvió a apretar la palpitante erección de Kidd con fuerza, arrancándole a Kidd un gemido mezcla de dolor y placer, haciendo que sus rodillas temblasen y sus caderas se moviesen con más desesperación contra la mano y la erección del mayor apretándose contra su trasero. A este ritmo se iba a correr en segundos, a ese ritmo iba a hacer un ridículo demasiado grande.


—No, ya he esperado demasiado—sentenció el mayor mientras le mordía el cuello que había estado lamiendo con insistencia hasta dejarle un conjunto de marcas rojizas que contrastaban demasiado contra su pálida piel— vas a ser mío de una puta vez y te voy a enseñar lo que ocurre cuando haces trampas—


Kidd sentía su mente perdida entre el placer, el dolor y la adrenalina. La entrepierna del mayor comenzó a frotarse contra su trasero con ganas, como un preludio de lo que iba a pasar y Kidd comenzó a perder un poco el norte. Dios, él también quería aquello, ya no lo podía negar más, desde el primer momento en que había visto la cara del otro tras la máscara, no había podido quitársela de la cabeza. Se había masturbado varias veces a su costa por mucho que intentase negarlo y reprimir el recuerdo con vergüenza. Y el hecho de que el otro se le abalanzase encima en las carreras no había hecho mucho por mejorar la situación. Quería hacerlo con el mayor, quería sentirle dentro, quería escucharle jadear y murmurar aquellas frases subidas de tono, quería saber cómo el otro gemía cuando se corría, como se sentía su piel morena frotándose contra la suya o si le embestiría fuerte y sin piedad como Kidd había pensado en sus fantasías.


A la mierda toda, quería sexo y lo quería ya.


Deslizando una mano de las que tenía apoyada en la pared junto a su cabeza para recuperar el aliento, la bajó hasta que entrelazo sus dedos con los del moreno aún acariciando con ganas su entrepierna y calentándole más de lo que debería. Con la cara más roja que un tomate tomó la mano del de ojos grises y la condujo dentro de su pantalón donde su polla ardía y estaba ya demasiado húmeda de lo caliente que estaba. Jadeando, Kidd cerró los dedos tatuados del mayor en torno a su miembro en una clara indirecta, pero el otro solo se quedo quieto de repente, sin hacer nada.


Kidd se empezó a poner nervioso. ¿Había hecho algo mal? ¿Qué pasaba si ahora el otro le mandaba a la mierda y se reía de él? Kidd no sabía si soportaría que la persona a la que admiraba y por la que había corrido todos estos años se burlase de él. Sobre todo en aquella situación. El golpe sería demasiado duro.


Con la duda en su mirada pero con un poco de orgullo y dignidad aún en su cuerpo, giró su cabeza a encarar al otro detrás de él y, mirándole a los ojos seriamente, suplicó.


—...Por favor— su voz sonó totalmente suplicante y necesitada, de una forma que Kidd nunca se había escuchado hablar, pero que aun así fue mucho más firme de lo que el pelirrojo esperaba. Por lo menos si el otro le mandaba ahora a la mierda podría conservar un poco de dignidad.


El moreno se le quedó mirando un momento sorprendido. Su mirada escrutándole seriamente: sus labios aún rojos de los que escapaban jadeos, sus mejillas rojas, su pelo húmedo o sus ojos perdidos en el placer.  Como si no se creyese lo que estaba viendo.


—Mierda—dijo por fin por lo bajo mientras se abalanzaba a por la boca del pelirrojo con ganas y comenzaba a masturbarle con demasiada emoción. Mientras sentía que podría estallar en la mano del mayor en cualquier momento.  El de ojos grises era demasiado bueno en aquello, ejercía la presión justa, acariciaba los lugares adecuados y llevaba un ritmo frenético que dejaba a Kidd con la cabeza en blanco. Al poco rato Kidd gimoteaba sin poderse controlar contra la boca del moreno, lloriqueando a duras penas cuando el otro volvía a bajar la mano con ganas por toda su extensión. Kidd comenzó a mover sus caderas contra el agarre del otro cuando el moreno por fin desabrocho el pantalón ajustado que llevaba y liberó su hinchado miembro de su jaula para masturbarle con ambas manos aún sin parar de besarle. Había demasiada fricción. Kidd se sentía a punto de estallar y sin dudarlo comenzó a restregar su ahora desnudo trasero contra el miembro aún atrapado entre los pantalones del moreno.


—...ah, por favor...por fa- ..estoy tan cerca...voy a—La boca del mayor seguía devorando la suya sin cansarse, acariciando su lengua y bailando con él en un beso demasiado sugerente mientras introducía y sacaba la lengua de su boca como si fuese un aviso.


Kidd sentía los músculos de sus estomago comenzar a tensarse ante el orgasmo que se avecinaba y a duras penas intentó avisar al moreno a sus espaldas entre los besos con la boca abierta que le dejaban sin aliento. Las palabras que consiguió decir sonaron demasiado alteradas y sin sentido y Kidd gruñó desesperado. Sin embargo el mayor debió de entenderle porque aceleró aún más el ritmo de sus manos sobre su desesperado miembro y comenzó a acariciarle los testículos con ganas.


Kidd se separó de la boca del moreno y apoyó la cabeza contra la fría pared mientras su trasero se frotaba intensamente contra la erección atrapada del moreno.  Sin poderlo evitar arqueo su espalda cuando la corriente eléctrica le recorrió de pies a cabeza y por fin se derramó contra la pared de su cuarto gritando de puro placer.


El orgasmo fue uno de los más intensos que nunca había tenido, su entorno se volvió blanco, sus ojos solo percibían puntos azules y las oleadas de placer le recorrían, dejándole sin aliento. Sin embargo, cuando volvió a este mundo se dio cuenta de que su polla seguía más dura que una roca y que el moreno seguía frotando su sensibilizado miembro con ganas mientras repartía todavía más besos por su nuca. Kidd se sentía a punto de desfallecer con todo aquello, pero estaba muy lejos de sentirse contento con lo poco que habían hecho.


— ¿Aún no estás satisfecho Kidd?—preguntó burlón el moreno a sus espaldas, acariciando sus sensible miembro lentamente, como si fuese una tortura, sacándole escalofríos con cada suave caricia al igual que jadeos necesitados ante tanta estimulación.


Kidd no respondió, no creía que fuese capaz de hablar después de aquello, su mente seguía intentando bajar de las nubes, sus músculos intentaba recuperarse de los espasmos que aún le atenazaban y sus cuerdas vocales aún dolían de tanto gritar. Así que simplemente asintió a la pregunta del otro e intentó girarse para volver a atrapar sus labios y seguir con aquello. Ambos seguían frotándose el uno contra el otro, Kidd sin poder hacer mucho más que exponer su trasero y dejar que el mayor se frotase contra él todo lo que quisiese, casi perezosamente como parecía hacer ahora.


El moreno sin embargo, al ver su intento de besarle, rió y rápidamente se separó de él negándole cualquier ansiado contacto. Kidd gimoteó, frustrado al sentirle alejarse de su cuerpo, a perder aquella deliciosa y lenta fricción contra su cuerpo.


—Desnúdate y túmbate en la cama—ordenó el moreno con un tono de voz casi cariñoso, mientras él mismo comenzaba a quitarse la ropa revelando aún más piel morena cubierta de tatuajes de líneas enrevesadas.


Kidd sin poderlo evitar solo pudo quedarse mirando aquel espectáculo de piel tostada. Al instante quería lamerla, quería saber cómo se sentía bajo sus dejos o como sabía contra su lengua, quería morderla, marcarla y descubrir los puntos que harían que el arrogante hombre se estremeciese de placer. El moreno solo sonrió al ver su mirada, de aquella forma arrogante pero claramente divertida que siempre le dedicaba cuando era demasiado evidente lo que pasaba por la cabeza del pelirrojo.


— ¿Acaso no me has escuchado? Desnúdate y túmbate en la cama, ¿O acaso prefieres que pare?—preguntó con aquella estúpida arrogancia que traía al pelirrojo de cabeza.


Kidd gruñó frustrado. Estúpido hombre y su estúpida necesidad de controlar todo, como si realmente el moreno fuese capaz de parar en aquella situación. Aun así no quería que aquello acabase y definitivamente aún no tenía fuerza suficiente como para forzar al moreno a nada, por mucho que quisiese chupar aquella preciosa polla que el moreno tenía y que le tentaba en todos los sentidos, no le quedaba más opción que obedecerle. A duras penas consiguió quitarse de nuevo el pantalón, y totalmente desnudo se dirigió a su cama hasta tumbarse en las desechas mantas entre jadeos acalorados y sintiendo su polla terriblemente dura de nuevo.


— ¿Dónde está el lubricante?—preguntó el moreno con una sonrisa ladeada mientras se quitaba los pantalones y se paseaba por la habitación del pelirrojo como dios le trajo al mundo observando a Kidd revolverse en la cama.


El pelirrojo también le seguía con la mirada. Totalmente embelesado por los tatuajes cubriendo el cuerpo del mayor, contrastando con aquella piel morena y definiendo cada músculo de aquel torneado cuerpo. Kidd necesitaba tocarle, necesitaba sentirle sobre él y observar sus expresiones mientras se corría dentro de él. Dios, necesitaba a aquel hombre y lo necesitaba ya.


—En el baño—contestó al fin con voz demasiado ronca y estrangulada.


El moreno sonrió lleno de satisfacción y Kidd no sabía si era por cómo le había dejado o por el hecho de que el pelirrojo tuviese aquella clase de cosas en su habitación. Kidd se sonrojó de todas formas. El moreno desapareció entonces durante un momento para volver al instante con el pequeño bote en su mano. Kidd prácticamente gimió cuando observó al moreno abalanzarse a por él, totalmente desnudo en la cama.


— ¿Lo usas mucho Kidd?—empezó de nuevo el moreno lamiéndole la oreja y refiriéndose al bote medio vacío de lubricante en su mano— ¿te gusta masturbarte? ¿Has pensado mucho en esto Kidd? ¿En cómo se sentirá el que te la meta?— el pelirrojo enrojeció ante el comentario y gimoteo aferrando los bíceps del otro avergonzado, pero aún así no dijo nada y solamente hizo espacio para el otro en su cama mientras dejaba que el otro le siguiese mordiendo y marcando su cuello con ganas.


—Abre las piernas—ordenó al instante el mayor colocándose entre ellas y alzándose desde el cuello del pelirrojo ligeramente para devorarle la boca otra vez en uno de esos ansiosos besos.


Kidd obedeció entonces, alzando ligeramente las rodillas hasta su pecho y le devolvió el beso al mayor al instante. Sus manos volaron, ahora que por fin tenían la oportunidad, rápidamente al cuerpo tatuado del otro y sin dudar comenzaron a acariciar cada centímetro de piel morena que podían, cerrándose desesperadas sobre el suave pelo negro del otro.


Sin embargo al mayor no pareció gustarle el gesto, porque rápidamente apresó sus traviesas manos que ahora delineaban uno de sus pezones y rápidamente se les inmovilizó por encima de su cabeza con una de sus manos. Kidd gruñó frustrado contra los labios del moreno revolviéndose con la necesidad de tocarle y recorrerle aún gritándole dentro de él. El mayor estaba por fin encima suyo, su piel chocando con la suya pálida, calentándole y tentándole hasta lo imposible. Kidd sentía la pesada polla del mayor apoyada contra su estómago mientras el moreno se inclinaba sobre él para besarle, sentía una de las manos morenas en su cadera sujetándole contra la cama para evitar que se moviese, su propia erección se golpeaba contra el muslo del moreno goteando de nuevo. El tener todo aquello delante y no poder tocarlo, no poder sentirlo y responder, le estaba volviendo loco. Aunque el moreno sólo sonreía divertido ante sus gimoteos desesperados apartándose de él cada vez que intentaba tocarle.


—Aquí mando yo—susurró contra los tentadores labios del pelirrojo, rojos y tiernos por sus besos— y te he dicho que abras las piernas—y para recalcar sus palabras tomó una rodilla del pelirrojo y la alzó hasta que Kidd soltó un ligero gruñido de molestia contra su boca.


Revolviéndose incómodo pero sabiendo que en el fondo no podía resistirse a aquel hombre, el pelirrojo abrió las piernas todo lo que pudo exponiéndose totalmente a la ávida mirada del mayor. Kidd nunca había hecho algo así, nunca recordaba haber sido tan sumiso, era demasiado degradante, y sin embargo parecía gustarle si es que lo dura que estaba su erección era alguna indicación.


El mayor enfrente de él sin embargo, se relamió.


—Buen chico—susurró una última vez antes de volver a descender sobre Kidd y comenzar a acariciarle las piernas, abdominales y todo lo que podía, excitándole aún más, devorándole con la mirada de una manera que parecía que no se creía lo que estaba haciendo. El pelirrojo gimoteo cuando el mayor empezó a jugar con sus pezones entre sus dedos, o cuando empezó a recorrer sus abdominales con una delicadeza que hacían estremecer al pelirrojo. Kidd enrojeció al sentir los ojos del moreno sobre su entrepierna, prácticamente relamiéndose al verle y sin apartarse de ella ni un segundo.


—Dios Kidd, eres tan perfecto, deberías verte en este momento—susurró de repente el moreno mientras por fin dejaba a un lado su escrutinio y se abalanzaba a por el bote de lubricante—no puedo esperar a estar dentro tuyo—


Kidd observó embelesado y jadeando como el mayor metía su mano en el pequeño bote y esparcía el transparente gel por sus dedos de una manera lenta y sensual, mientras sus ojos no se separaban ahora de su cara y de su boca entreabierta de la que seguían escapando jadeos.


Cuando por fin el moreno, sin intentar distraerle de lo que iba a hacer, acercó los dedos a su palpitante entrada, Kidd contuvo el aliento esperando lo que vendría a continuación y el inevitable dolor. El mayor volvió a mirarle con aquella mirada famélica y ansiosa, acercándose de nuevo a su boca y mirándole intensamente a los ojos.


—Te voy a hacer gritar—susurro contra su boca con una convicción y seriedad que hicieron a Kidd temblar— voy a follarte de tal manera que no serás capaz de andar por semanas. Voy a hacer que no puedas olvidar esto y que no puedas volver a correrte si no es con mi polla dentro tuyo. Voy a hacerte mío Eustass Kidd—


Kidd volvió a sonrojarse aún más. Nunca le habían hablado de aquella manera, tan posesivo ni tan sucio, era excitante y también ligeramente intimidante. Él no creía ser capaz de poder decir algo así nunca. Sin embargo toda la vergüenza pasó a mejor vida cuando Kidd sintió los humedecidos y fríos dedos del mayor rozar su caliente entrada y comenzar a jugar con ella. Kidd se derritió bajo el moreno suspirando de placer. Le necesitaba dentro de una manera que nunca había necesitado a nadie, prácticamente le dolía el no tenerle dentro abriéndole por completo y llenándole hasta lo imposible. Él no solía ser el de abajo, la experiencia nunca había sido agradable, pero con el moreno sentía realmente que podría gritar de placer con su nombre en sus labios.


Fue entonces cuando Kidd se dio cuenta de un pequeño detalle.


—Es-espera—dijo de repente resistiéndose al agarre que tenía el mayor sobre sus muñecas e intentando pararle por un momento. El otro frunció el ceño al instante y apretó los dedos contra su entrada intentando someterle de nuevo y deshacerle en una masa gimoteante, por lo que Kidd rápidamente añadió —¿Co-cómo te llamas?—preguntó sabiendo que era la pregunta más estúpida que podía hacer en aquel momento.


El mayor encima suyo se detuvo al instante mirándole incrédulo. A continuación sonrió malignamente y volvió a cernirse sobre él hasta rozar sus entumecidos labios.


—Trafalgar Law— susurró contra su boca al mismo tiempo que introducía dos dedos en su ávida entrada.


Kidd gruñó ante la intromisión intentando adaptarse. Aquel momento siempre era desagradable, sin embargo, Law, como si hubiese hecho aquello toda su vida, comenzó a follarle al instante con los dedos, entrando y saliendo de su cuerpo sin dejarle adaptarse a la intromisión, mientras buscaba con cada nuevo golpe aquel punto que Kidd sabía que le haría retorcerse de placer. Combatiendo el dolor inicial con la extraña sensación de placer que le producía sentir al otro ahora por fin dentro suyo.


Por fin Law encontró el punto perfecto y sin piedad comenzó a golpearlo con cada estocada de sus dedos, rápidamente añadiendo un tercero y haciendo que el pelirrojo se retorciese en la cama bajo suyo en una mezcla de placer y dolor. Iban demasiado rápido y lo sabían, Kidd ni siquiera había podido aún acariciar al mayor, ni siquiera se habían hecho una mamada o se habían tocado antes, sino que habían saltado directamente a la última base. A Kidd no podía importarle en lo más mínimo, no creía que hubiese tenido la paciencia para aguantar tanto tiempo hasta llegar a aquello.


Kidd estaba lloriqueando de una forma demasiado degradante y lo sabía, sin embargo no podía controlarse, cada vez que los dedos del otro se movían dentro suyo una nueva oleada de placer le recorría, otra vez sentía la necesidad de tener algo aún más grande dentro suyo y simplemente perdía toda la capacidad de controlarse.


Law le trabajó durante un rato, abriéndole y humedeciéndole con el lubricante casi con diversión, observando con deleite cada expresión que ponía Kidd sumido en el placer y la desesperación, conduciéndole hasta el orgasmo una vez tras otra antes de retirarse lentamente y volver a empezar. Como si fuese un niño con un juguete nuevo que estuviese probando hasta dónde podía llegar. Una y otra vez, hasta que Kidd pensaba que moriría allí mismo de necesidad.


Kidd necesitaba correrse a pesar de haberlo hecho ya una vez, necesitaba dentro suyo algo más que aquellos hábiles dedos, algo que le llenase por completo y consiguiese conducirle de una maldita vez al orgasmo al que desde hacía varios minutos no podía llegar.


—Por favor—suplicaba sin importarle ya un mierda su dignidad— por favor, fóllame...no puedo más...ah...necesito tu... Por favor—


Law sólo seguía observándole con aquellos ojos grises, totalmente concentrado en su persona y poniéndole los pelos de punta. Kidd no entendía a aquel hombre, no confiaba en él, no sabía si le haría daño o si solamente estaba jugando con él. Pero le daba igual, ahora lo único que quería era aquella enorme polla que el otro tenía y que se moría por tocar dentro suyo. Juraba que se moriría si no conseguía metérsela en los próximos minutos.


Law de repente se inclinó sobre su cara otra vez, mirándole posesivamente y demasiado serio para la situación en la que estaban. Kidd lloriqueó intentando atrapar sus labios mientras sentía sus ojos humedecerse de desesperación.


—Di mi nombre Kidd—ordenó aún sin parar de torturar su próstata y sin dejarle tocarle en lo más mínimo, sólo dominándole y haciéndole retorcerse de placer contra las sábanas— di el nombre de quien te está haciendo suplicar y retorcerse de placer como una pequeña puta—


Kidd se arqueó contra el colchón intentando atrapar sus labios, intentando tocar algo de aquel hombre que seguía inmovilizándole y torturándole en la cama. Desgraciadamente no tuvo tanta suerte y sólo pudo volver a hundirse en el colchón y retorcerse mientras con las piernas aún alzadas y ahora apoyadas en los hombros del moreno, intentaba empujarle contra su boca.


—Lah..Law—consiguió murmurar al fin entre jadeos por aire. Rindiéndose de nuevo ante el mayor.


Law sonrió entonces satisfecho y depositó un suave beso en su frente.


—Que no se te olvide—


Y de repente Kidd estaba libre de nuevo. El cuerpo del otro se separó de él, su aliento dejó de chocar contra su cara y los dedos desaparecieron de su preparada entrada. Kidd lloriqueó ante la pérdida. Abriendo las piernas y exponiendo, sumiso, su trasero como la puta que Law decía que era. Kidd observó ansioso al moreno que se humedecía rápidamente su impresionante miembro con el lubricante, jadeando ligeramente ante el pequeño contacto. Kidd quiso ayudarle, quiso unir sus manos a las del moreno y acariciar aquellos rizos negros y humedecer el miembro del moreno. Pero tenía miedo de que el otro volviese a rechazarle, le atase a la cama o algo parecido y no pudiese tocarle de nuevo. Así que se quedó quieto y sólo observó al otro frotarse, suspirar y mirarle intensamente, como prometiéndole pronto lo que tendría. Kidd gemía al verle y sólo podía abrir más las piernas esperando lo que tanto quería.


—Por favor, por favor—seguía suplicando Kidd sin poder contenerse. El vacío dentro suyo prácticamente suplicaba por ser llenado.


—Ten paciencia—rápidamente ordenó Law apoyando al fin una mano detrás de su muslo y alineando su polla con su entrada de una forma que hizo que Kidd volviese a arquearse.


Y fue entonces cuando el miembro de Law por fin rozó su entrada y atravesó el anillo de estrechos músculos. Kidd se dejó caer contra la cama mientras lentamente tomaba todo lo que el mayor tenía que ofrecerle.


Fue perfecto.


Cuando el mayor por fin se enterró totalmente dentro suyo, Kidd se sentía totalmente lleno, totalmente satisfecho y contento. Law apoyo entonces sus manos a ambos lados de su cabeza para mantener el equilibrio y movió un poco, casi experimentalmente, sus caderas rozando al instante la sobreestimulada próstata de Kidd.


Esta vez el pelirrojo sí que gritó, y sin poderlo evitar envolvió sus piernas en torno a la cintura del otro necesitándole más dentro, más profundo, llenándole hasta que no pudiese más, hasta que le partiese por la mitad. Law volvió a salir de él lentamente, con cuidado de no hacerle daño y volvió a estamparle contra la cama de una fuerte estocada. El colchón crujió, a Kidd le dio igual el ligero dolor que aún sentía, cuando Law volvió a repetir el movimiento sacándole otro alarido de placer.


Sus manos aferraron entonces los bíceps del moreno, clavándole las uñas, mientras este establecía rápidamente un ritmo frenético que sacaba a Kidd lloriqueos y gritos de placer. Law gimoteaba también mientras juntaba sus frentes y cerraba los ojos como si quisiese saborear el placer que le recorría. Kidd le sentía temblando dentro suyo con cada estocada, creciendo cada vez más hasta lo imposible, abriéndole como si quisiese dejarle así por el resto de su vida.


—Dios, eres tan estrecho—susurraba para sí mismo— sabía que ibas a ser increíble pero eres mil veces mejor de lo que me imaginaba—seguía repitiendo Law— es como si quisieses arrancarme la polla Kidd, realmente adoras que te la metan ¿verdad? Has nacido para esto joder, para ser mío—


Kidd no podía ni responderle, estaba demasiado perdido en el placer. Sabía que en algún momento se había corrido otra vez, su estómago y pecho húmedos con su propio semen, pero le daba igual, a cada estocada brusca y profunda del moreno volvía a recorrerle otra oleada de placer, como si estuviese teniendo un orgasmo tras otro y al poco tiempo volvía a estar más duro que nunca por tercera vez y arqueándose por más entre gemidos de placer.


—...Lah...aw— susurro entre gritos y jadeos contra la boca del moreno, besándole con la boca abierta, intentando ambos atrapar algo de aire mientras se negaban a separarse más de lo imprescindible.


Las manos del moreno seguían recorriendo todo su cuerpo, como si estuviese memorizándole, marcándole y poseyéndole de tal manera que Kidd sentía que si no paraba acabaría fundiéndose con el mayor.  Kidd por su parte también se lo devolvió, le aferraba incapaz de estarse quieto, le acariciaba los brazos y el pecho casi con obsesión, le delineaba la cara y le clavaba las uñas en la espalda cada vez que Law golpeaba el punto exacto.


Al cabo de un rato las estocada del mayor comenzaron a volverse irregulares y mucho más bruscas. El colchón de la cama seguía emitiendo aquellos crujidos molestos que seguramente alertarían a cualquiera de lo que estaban haciendo y Kidd sabía que aquello estaba por acabarse. El pelirrojo apretó aún más su entrada como si quisiese retenerlo dentro y devoró al otro con aún más ganas y desesperación.


Law jadeaba contra su boca, gimiendo de vez en cuando de una forma en la que parecía estar conteniendo su voz y que Kidd simplemente adoraba. Sus ojos estaban cerrados con concentración y su frente estaba cubierta de sudor. Kidd paseó de nuevo sus manos por su cuerpo, sintiendo cómo sus músculos se tensaban con cada estocada mientras se acercaba al orgasmo, cómo su respiración se volvía elaborada y como todo en él parecía temblar cuando la primera oleada del orgasmo le alcanzó.


Kidd le abrazó entonces aprovechando su flexibilidad y empujándole contra su cuerpo, cerrando sus bocas en un demandante beso mientras el mayor se corría dentro suyo llenándole por completo hasta lo imposible. Kidd aún tenía una importante erección, pero sabía que si se corría una vez más aquello debía ya doler. Así que simplemente se quedó quieto mientras el otro se desplomaba sobre él respirando con dificultad y volvía a besarle profunda y demandantemente.


—Te dije que te haría gritar—comentó arrogantemente el de ojos grises cuando al fin se separaron, repartiendo besos por su cuello como si tuviese fijación por aquel lugar pero claramente orgulloso de lo que había hecho con el pelirrojo.


Kidd no pudo evitar sonreír divertido ante la cara satisfecha que tenía el mayor, sin embargo, cuando fue a apartarse para intentar tomar algo con lo que limpiar el desastre en que se había convertido, el otro se lo impidió empujándole de nuevo contra el colchón y comenzando a repartir pequeños lametones por su pecho y enfocándose totalmente en sus aún endurecidos pezones.


— ¿A dónde crees que vas?—preguntó Law mirándole enfadado pero con la diversión en su cara— te dije que te iba a castigar por portarte mal. Esto sólo ha sido el principio—y antes de que el pelirrojo volviese a intentar escabullirse o sorprenderse por semejante aguante, Law atrapó sus labios en otro de aquellos demandantes besos que le hacían querer besarle por el resto de la historia.


 


 


 


 


Siete horas después Kidd se encontraba boca abajo sobre el colchón jadeando tras su décimo orgasmo mientras observaba cómo Law se vestía de nuevo con aquella extraña ropa negra.


No se podía mover, ni aunque lo intentará con todas sus fuerzas. Sentía los músculos cansados y tensos después de todo lo que el mayor le había hecho correrse, por lo que le había hecho pasar y, para empeorar las cosas se sentía sucio ya que, gracias a su incapacidad de moverse, aún estaba cubierto de sudor y semen. Suyo y ajeno. La verdad es que lo había hecho en todas las posturas inimaginables posibles, una y otra vez, hasta que Kidd había tenido que suplicarle al mayor por que parase. Law le había obligado a suplicar como nunca había hecho, le había obligado a gritar su nombre una y otra vez hasta acabar afónico y a hacer cosas de la que seguramente al día siguiente se avergonzaría y por las que querría morir.


Nunca en su vida había hecho nada parecido con nadie, y nunca en su vida se había sentido tan satisfecho tras una sesión de sexo. Realmente había necesitado algo así desde hace mucho. Kidd sabía que al día siguiente pagaría todo el abuso que había sufrido su cuerpo, que las marcas de dientes dolerían, y que los moratones molestarían. Sabía que seguramente debería ponerse varios parches antiinflamatorios en algunas partes para poder siquiera moverse y que debía dar gracias si podía siquiera andar o sentarse en los próximos días, pero ahora sólo le daba igual.


Sin embargo, cuando el moreno por fin terminó de abrocharse el pantalón y se dio  la vuelta a mirarle, toda la alegría y satisfacción de Kidd tenía, se desvaneció de un plumazo. Law volvía a mirarle con aquella mirada fría y distante, como si hubiese vuelto a construir una barrera entorno suyo. Kidd al instante se temió lo peor, se temió que el otro le chantajease con lo que acababa de pasar, que se riese de él o le usase como le diera la gana. Kidd sin querer se había abierto al mayor aquella noche con todo lo que le había hecho hacer, había llegado incluso a confiar en él, por lo que ahora el mayor le tratase como si nada hubiese pasado, era como una puñalada por la espalda.


Sin embargo Law no dijo lo que Kidd esperaba. Ni de una forma ni de otra.


Sólo acabó de tomar las llaves que reposaban en una pequeña mesilla y en las que Kidd no se había fijado, y se dirigió a la puerta.


—Mañana te retaré a otra carrera—susurró con voz helada y distante, lejos de la arrogante y divertida que había estado usando antes. Kidd sólo se le quedó mirando confuso —Más te vale estar allí. La próxima vez no tendrás tanta suerte como en esta, ni te servirán los trucos sucios—.


Y sin más se fue de la habitación dejando a Kidd al borde del colapso físico y aún más confuso por lo de la carrera. ¿En serio seguía enfadado porque le hubiese ganado? ¿Todo esto había sido sólo por lo de la carrera? ¿No había significado nada para Law? ¿Había sido sólo una forma de vengarse y castigarle?


Kidd hundió la cabeza entre las sábanas sintiéndose ligeramente decepcionado y hundido sólo de pensarlo. Por supuesto que había sido por la carrera, ¿por qué más iba a ser? Las carreras eran la vida del moreno ¿Por qué iba a querer algo más con el que no fuese competir? Sí, se habían acostado, pero sólo había sido para desahogarse y como el moreno había dicho "para castigar" a Kidd por hacer trampas. No había significado nada ni nunca lo haría.


 Kidd se durmió aquella mañana sintiendo una sensación amarga en el estómago que nunca había sentido y una ligera desilusión con el mundo. Como si uno de sus sueños acabasen de romperse en pedazos.


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La noche siguiente, cuando Kidd se subió al monopatín, le dolía todo su cuerpo de las actividades de la noche anterior. Desgraciadamente le daba igual. Desde que había visto al moreno la última vez, una especie de pesimismo se había adueñado de él y simplemente había caído en una estúpida especie de depresión.


Kidd sabía que Killer sospechaba algo, después de todo era extraño que Kidd no estuviese contento ni celebrase nada después de haber alcanzado su tan ansiado sueño. Sin embargo el rubio no le dijo nada, como si en el fondo supiese a qué se debía y supiese que era mejor no preguntar nada. Kidd agradeció el silencio. En aquellos momentos Kidd no quería hablar, sólo quería subirse al skate, surcar el cielo e intentar llenar el vació que le atenazaba con un poco de la emoción de la carrera.


Kidd había estado dándole vueltas al tema de por qué se sentía tan vacío después de un poco de sexo sano y sin compromiso. Desde hacía horas, se preguntaba por qué se sentía tan insatisfecho después de todo lo que había pasado. Había conocido a su rival, le había ganado y había hecho todo lo que se había propuesto. Lo del sexo además debería haber sido un incentivo, debería estar contento.


Sin embargo no lo estaba, y tras horas dándole vueltas había acabado llegando a la conclusión de que tal vez no había querido sólo ganar al rey negro, sino que desde el principio había querido algo más. La idea parecía absurda, ya que aquello significaría que había estado enamorado del moreno desde que tenía diez años y le había visto por primera vez correr.


Aún así cuanto Kidd más lo pensaba más se convencía de que aquello era la realidad, que durante años había confundido aquel sentimiento de aprecio y afecto con el de adoración hacia aquel moreno. Se había enamorado de su personalidad y de cómo el mayor actuaba, y tras verle la cara y ver lo atractivo e increíble que era, la cosa solo había ido a peor. Aquello explicaría la obsesión que había tenido por vencerle, por hacer que el mayor se fijase en él y le reconociese como a un igual, el por qué Kidd siempre le retaba a él y no al resto de reyes.


Se había enamorado del rey negro y le había costado más de diez años darse cuenta de aquello.


Realmente era idiota y se merecía lo que le estaba pasando. Aún así, por mucho que quisiese justificar sus acciones, aquello no hacía que su pecho dejase de doler.


Law no le quería a él, el moreno no estaba interesado en la persona que era, sino en el rey rojo, en la personalidad que Kidd había asumido para afrontar las carreras. Law solo quería un rival justo contra el que pelear, él no quería nada más con Kidd. Lo había dejado muy claro la noche anterior cuando prácticamente había dominado al pelirrojo como si fuese otra de sus competiciones, intentando someterle y ganar poder, compitiendo con él, no haciéndole el amor como un amante. Lo había dejado muy claro cuando se había ido y le había recordado que aún quería vengarse y recuperar su trono en otra carrera.


En vez de despedirse con un beso el moreno solo le había declarado la guerra.


Y Kidd estaba demasiado hundido para levantarse, enfadarse y pelear. El darse cuenta de lo que realmente había sentido fue un golpe demasiado duro. Como una bofetada en la cara. Había tenido que acostarse con Law para darse cuenta de aquello y a cambio Law le había tirado a la basura sin dudar.


Dolía. Como nada le había dolido en la vida. Pero en vez de poder quedarse en casa y lamentarse de su suerte, Kidd, como rey, debía competir.


El primer silbido sonó en la abarrotada calle plagada de gente chillando sus nombres y Kidd se subió a su skate rojo con dificultad. A su lado Law parecía estar totalmente concentrado en la carrera, no le había dedicado ni una sola mirada desde que habían llegado y claramente le estaba ignorando y fingiendo que no había pasado nada entre ellos. Aunque en el fondo Kidd no quería que lo hiciese, no estaba preparado aún para enfrentarse al moreno.


El pelirrojo se puso entonces resignadamente las gafas oscuras sobre sus  ojos dorados sintiendo su cuerpo aun entumecido y dolorido con cada movimiento. No estaba en las mejores condiciones para correr y lo sabía. Está hecho un desastre tanto física como mentalmente. Las luces de la ciudad le hacían daño en los ojos incluso a través de los cristales oscuros de las gafas,  los gritos de la gente sólo estaban empeorando su dolor de cabeza y su skate se sentía demasiado inestable bajo sus pies.


Cuando sonó el silbato que daba inicio a la carrera, Kidd sabía que iba a perder.


Aun así Kidd convocó aquella energía escarlata que le representaba, y su skate salió disparado sobre el negro asfalto. Enfrente suyo el moreno aceleraba y aceleraba totalmente envuelto en un humo negro, sin mirarle y sin acercarse a pelear como siempre, solo manteniendo las distancias y enfocándose en la carrera.


Las luces pasaron a su alrededor y el viento le revolvió el pelo de aquella forma conocida que Kidd siempre había adorado. Todo debía estar bien, todo debía ser perfecto, pero no lo era.


El pelirrojo se preguntó entonces qué narices estaba haciendo. ¿Por qué estaba corriendo? ¿Por qué estaba arriesgando su vida de aquella forma por alguien a quien claramente no le importaba una mierda? ¿Qué motivación tenía ahora para matarse de aquella forma? Antes había pensado que corría por su propio honor y gloria, sin embargo, como Law había dicho, había acabado haciendo incluso trampas para vencerle. ¿Era aquello en lo quería convertirse? ¿En un tramposo? ¿Para que el moreno le prestaste atención? Aunque ahora que sabía la verdad, que no competía siquiera por su honor, se preguntaba por qué narices seguía haciendo eso.


Nunca conseguiría que el rey negro le mirase como un igual, era imposible que Trafalgar alguna vez le demostrase respeto o el más mínimo aprecio. El otro estaba simplemente demasiado lejos de su alcance, eran demasiado distintos, demasiado diferentes, habían sido rivales por demasiados años para que alguna vez surgiese algo distinto a la rivalidad que ahora tenía. Aquellas carreras eran inútiles. Aquellas carreras estaban matando a Kidd lentamente. Por mucho que quisiera competir con el moreno y ver su cara de arrogancia cuando vencía, por mucho que quisiese pasar tiempo junto a Law aunque solo fuese en aquellos cortos momentos, aquello era un suicidio. Kidd se estaba haciendo daño a sí mismo.


Tenía que alejarse de todo aquello y rehacer su vida. No podía seguir compitiendo y arriesgándose para conseguir algo que nunca tendría.


Cuando Law varios minutos después, tras haber recorrido ambos millas y millas de la ciudad sin hacer absolutamente nada más que mantenerse separados el uno del otro, cruzó la línea de meta entre los vítores de la multitud, derrotándole con una gran diferencia, Kidd detuvo su patinete. Sin cruzar siquiera la línea final y sin acabar siquiera la carrera, Kidd se bajó del skate en medio de la calle desierta y lo tomó bajo el brazo. Kidd bajó la cabeza sin mirar al moreno celebrando arrogante su nueva victoria, le dio la espalda a todo y rápidamente se mezcló con la multitud que comenzaba a dispersarse dirigiéndose a sus casas satisfechos tras ver la carrera.


Aquella noche, mientras el cielo comenzaba a nublarse con densas nubes negras plagadas de polvo, Kidd decidió que no volvería a competir nunca más.


 


 

Notas finales:

Bueno, un beso a todos y gracias por leer, mañana mas n_n


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