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I Don't Deserve You por Kris Kuro Angel

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Notas del capitulo:

*Suena la música de Star Wars y Kuro hace su entrada truinfal*

Hola criaturitas de la creación(?) volví después de tanto tiempo y traje sensualidad~ ok, tampoco tanta pero vale la pena. Al fin estoy de vacaciones y espero poder actualizar más seguido, si no es así es porque no tengo internet (la cosas estan duras por aquí).

 

Sin más que decir, a leer!

Capítulo 11:


 


Desde ese lugar escondido podía observarlo. Parecía un ángel engalanado en ropas blancas, un velo cubriendo su hermoso rostro y un ramo de rosas rojas sujeto en sus manos. Salía de la iglesia acompañado de su, ahora, esposo.


 


Todo parecía tan irreal. Solo una semana atrás ellos se estaban amando bajo el calor de sus sabanas, ahora se había casado con otro hombre. Un hombre al que odia con todas sus fuerzas.Sentía las lágrimas resbalar por sus mejillas, tras aquellos lentes de sol que cubrían sus ojos. No quería creer que esas imágenes que se reproducían frente a él fueran reales, pero lo eran. Su único y gran amor se había unido a otro hombre, lo había dejado por otro.


 


—¿Por qué… Kuroko–san? ¿Por qué? —sollozó lastimeramente.


 


«Porque tú lo arruinaste, Shuuzo —susurró una voz maliciosa en su cabeza—. Por querer vengarte has alejado a la persona que amabas».


 


Tenía razón. Era su culpa. Quería vengarse de aquel hombre que le había prometido libertad pero solo lo hundió más en su propio infierno, por eso buscó a Kuroko —el prometido de aquel bastardo— pero solo había terminado enamorado como un idiota.


 


Se dio la vuelta y corrió, alejándose de los aplausos y los gritos de júbilo por la unión de la pareja. Se alejó con el corazón hecho pedazos por haber perdido a su amor. Ni siquiera pudo darle un hijo para atarlo a su lado. ¿Ahora qué haría? ¿Seguiría viviendo ese infierno? ¿Seguiría siendo un prostituto hasta el fin de sus días?


 


Cayó al suelo y se abrazó a sí mismo, lloró como nunca. Se sentía tan patético, tan desolado, tan muerto.


 


 


 


 


 


Faltaban diez minutos para salir y el profesor de literatura seguía parloteando sobre Tristan e Isolda, sobre su trágica y apasionada historia. Kuroko no quería escuchar eso, aunque fuera material para un examen, no quería creer que los grandes amores culminaban en tragedia. Para él, en su mente inocente y puro corazón, creía que los grandes amores terminaban en un «nadie logró separarlos y vivieron felices para siempre». Si, quería creer que su historia junto a Reo no acabaría en desgracia.


 


Había pospuesto sus citas, dándole escusas poco creíbles incluso para él mismo pero Reo solo decía un está bien. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué su corazón se estrujaba cuando escuchaba la apagada voz de su Reo cada vez que cancelaba una cita? Porque lo engañaba, era eso.


 


«Entiende que esto es por tu bien, mi amor».


 


La campana sonó por lo que todos empezaron a retirarse. Vio como sus dos amigos lo esperaban, Kise tenía su brazo entrelazado al de Takao como una fuente de apoyo. Sabía que Kise aún no hablaba con Aomine, tampoco le había dicho del bebé, tenía miedo de decirle. Se estaba quedando en casa de su manager para no tener que encontrárselo de sorpresa en su departamento, ya lo había ido a buscar varias veces. Su amigo debía preparase emocionalmente para la charla que tendría con su, ahora, ex–pareja.


 


—Vamos por una malteada —dijo el rubio cuando estuvo a su lado.


 


—¿Puedes comer dulces? —pregunto el peliceleste.


 


—Solo será una, Kurokocchi, Takaocchi —dijo haciendo un puchero.


 


—Está bien pero no quiero más desarreglos —dijo Takao regañando a su amigo.


 


Los tres chicos se encontraban caminando rumbo a la tienda más cercana, necesitaban distraerse de sus preocupaciones. Kagami los seguía de cerca, ya que debía cuidar a Kuroko y el peli celeste lo sabía, aun así trato de ignorar su pesada sombra sobre ellos. Solo quería caminar con normalidad al lado de sus amigos, aunque sea una última vez.


 


Una patrulla los intercepto, la piel de Kise adquirió un tono pálido al reconocer la figura que bajaba de ella. Era Aomine. El rubio sabía que el dolor y la decepción aparecerían al verlo frente a él, pero no esperó que fuera tan fuerte y que amenazara con desgarrar su maltrecho corazón.


 


—Kise, te he estado intentando contactar desde hace una semana —dijo el moreno policía—. ¿Por qué no me contestas? ¿Qué ha pasado?


 


—Aomine… —Kise tomó un profundo respiro y continuó— vamos a hablar en privado.


 


Le indicó a Kuroko y a Takao que lo esperaran mientras hablaba con Aomine, ellos asintieron en respuesta. La pareja se fue a un parque cercano, tomaron asiento en una banca con una distancia considerable entre ambos.


 


—¿Y bien? ¿Puedes explicarme porque te desapareciste así?


 


—Sé que me engañas, Aominecchi —aquellas palabras retumbaron en la cabeza del moreno—. Te vi con ese chico, lo tenías contra tu auto y se besaban apasionadamente. Hasta podía decir que planeaban hacer otra cosa por como lo cargaste —Kise sentía como su voz se iba perdiendo dentro de su caja fonética, el llanto y las lágrimas querían salir furiosas de su cuerpo pero no se lo permitió, su bebé no lo merecía—. Quiero que terminemos.


 


—No, Kise. Estás mal. Yo no te engañe, vida mía —le mentía y lo sabía, porque después de pocos meses de iniciar su relación se empezó a acostar con Ryo—. Créeme, entre Ryo y yo no hay nada.


 


—Así que se llama Ryo —su voz salió amarga y vacía—. No me vengas con estupideces, Aomine. Se lo que mis ojos vieron, también me di cuenta de los chupetones que te dejaba solo que me hice el tonto. Pensé que podía ser cosa mía o algo del trabajo, pero ya no puedo engañarme a mí mismo. Esto se termina aquí y ahora —Kise sacó un sobre de su bolso, eran los resultados de la prueba de embarazo que le hicieron cuando fue hospitalizado de emergencia—. Oh, debo felicitarte también por ponerle un alto mi juventud —le entregó los resultados y Aomine no podía creer lo que veía—. Felicidades, seremos padres —fue lo último que Kise dijo antes de alejarse.


 


 


 


 


 


Kuroko intentaba ponerle atención a su novela, tenía examen y no podía darse el lujo de reprobar. Habían dejado a Kise y a Takao en el departamento del rubio luego de que este y Aomine hablaran, había sido fuerte y doloroso para su amigo poner fin a algo que él consideraba ‘una hermosa relación’. Aomine aún seguía en la misma posición cuando ellos se alejaron en el auto de Kagami, sentado en esa banca con los ojos desorbitados y las manos temblorosas aun sosteniendo el resultado de la prueba de embrazo.


 


Kuroko había sentido miedo y curiosidad, deseaba hacerse un análisis también pero no tenía suficiente dinero como para ir a una clínica. Además, Akashi podría darse cuenta y estaría en problemas. Takao, como buen amigo que era, le compró una prueba casera. Aprovecharon el hecho de que el peli celeste subió a acompañar a Kise y se metió en el baño para hacérsela. Estaba tan asustado, aterrado de ver el resultado, que decidió que mejor su amigo la viera y le dijera si estaba o no en estado.


 


Negativo, había dicho Takao mientras él, Kuroko, se refugiaba en los brazos de Kise.


 


Negativo, negativo, negativo… no estaba esperando un hijo de Reo. Eso le alivio, en ese momento no podía quedar en estado. Era muy joven y estaba en peligro de muerte, no quería poner en riesgo a un inocente que no pidió venir al mundo. La pantalla de su teléfono indicó una llamada entrante, reconoció al instante el número. Era Reo. No supo como pero sus manos actuaron por si solas y ya tenía el teléfono pegado a su oreja, escuchando la encantadora voz de su amante por la bocina.


 


¿Tetsu–chan?


 


—Sí, soy yo, Reo–kun.


 


Oh, mi amor. Tenía tantas ganas de escuchar tu voz —dijo, casi, desesperado—. ¿Cómo estás? ¿Has comido bien?


 


—Sí, estoy bien. Estaba estudiando —y fracasando en el intento, quiso decir—, tengo un examen de literatura mañana.


 


Discúlpame, no quería molestarte.


 


—No te preocupes, ya casi termino. Solo debía leer la tragedia de Tristán e Isolda y analizarla, es demasiado triste y me da mucho dolor continuarla —dijo el peli celeste afligido, no quería decirle a Reo que cada palabra de aquellos dos amantes le hacía recordar mucho a él.


 


Oh, solía leerla hace mucho, cuando recién llegué al burdel —dijo con la voz un poco apagada—. ¡Oh encantos del alma! ¡Dulce placer, el más augusto, el más invencible, el más bello, el más celestial! ¡Sin par, sin medida, sin fin, eterno! No presentido, jamás conocido, inmenso, sublime. Explosión de alegría, arrobamiento de felicidad, rapto del mundo a las celestiales alturas, ¡Mi Tristán! ¡Isolda mía! ¡Tristán! ¡Isolda! ¡Mío y tuyo! ¡Siempre unidos, siempre juntos! —comenzó a relatar el pasaje que más guardaba en su memoria, aquel que describía las emociones, el placer y deseo hacia su Tetsuya.


 


—¡Cuánto tiempo separados el uno del otro! ¡Qué larga separación! —continuó Kuroko.


 


¡Tan lejos, estando tan cerca! ¡Tan cerca, estando tan lejos!


 


—¡Oh enemiga de la amistad, maldita distancia! —recitó con las emociones a flor de piel, demasiado intenso para un simple juego—. ¡Prolongada lentitud del tiempo perezoso!


 


¡Oh distancia y proximidad, irreconciliables adversarios! ¡Agradable proximidad, triste distancia!


 


—¡Tú en la oscuridad, yo en la luz!


 


—¡La luz! ¡La luz! ¡Oh esta luz! ¡Cuánto tiempo sin apagarse! Púsose el sol, el día pasó; más no ahogó su envidia: encendió su señal que aleja de pavor y lo fijó en la puerta de mi estimada para que no fuese yo a su casa.


 


Ambos rieron a través de la línea telefónica, se había sentido tan real esas palabras. Más allá de una simple puesta en escena, de un simple pasaje lleno de desesperación. La tragedia de Tristán e Isolda. La desesperación de Tetsuya y Reo.


 


—Reo, debemos cortar —dijo en un susurro.


 


¿Eh? —el pelinegro se había quedado helado, pasmado. ¿Qué había dicho su Tetsuya?


 


—La llamada. Debemos cortarle. Tengo que estudiar —dijo rápidamente, arrepintiéndose de lo que había dicho antes. Simplemente no podía hacer realidad su promesa.


 


Oh, claro. Es cierto. Suerte con tu prueba, Tetsu–chan. Te quiero mucho. De verdad deseo verte pronto, sé que estás ocupado y la situación es complicada pero, aunque sea una vez, quiero verte, mi amor.


 


—Yo también… quiero verte, Reo–kun. Te amo. Te amo demasiado.


 


Yo también te amo, mi Tetsu. Nos vemos.


 


La llamada finalizó y Kuroko se dejó caer al suelo, aun sosteniendo el aparato.


 


¡Como dolía! Dolía tanto que prefería sacarse el corazón con las uñas y pisotearlo una y otra vez, no quería más esto. Estaba cansado, asustado, triste. No podía terminar con Reo, no podía alejarlo. Sentía que moriría si ya no estaba a su lado.


 


La noche había caído, él se encontraba recostado en su cama, dormido. Terminó por fin de leer la obra y era muy triste, devastadora, tanto que lo hizo caer hecho un mar de lágrimas sobre la almohada. Sintió unas manos acariciar su rostro, besar su mejilla, luego sus labios. Los entreabrió dándole paso a esa cálida lengua que buscaba desesperadamente entrar.


 


«¿Reo–kun?».


 


Su cabeza razonó rápidamente, era imposible que fuera él. Se obligó a despertar y sus ojos no podían creer lo que veían. Un hermoso rostro muy cerca del suyo, de piel tersa y blanca. Todos sus sentidos se alarmaron al reconocer al dueño de ese rostro, de esos labios que devoraban los suyos. Tomó fuerzas de donde no tenía y lo apartó de un empujón.


 


—¡Akashi–kun, ¿Qué crees que haces?!


 


—Besándote, creo que es obvio —contestó.


 


—No lo hagas, por favor. Reo todavía es mi novio.


 


—¿Por qué no has terminado con él? Creí que habías entendido tu situación.


 


—Sí, lo he hecho. Pero yo… aún lo amo y no quiero lastimarlo —apretó las sábanas bajo sus manos.


 


—Si él te ama, va a aceptar que esto es lo mejor para ti —dijo Akashi acercándose al peliceleste y envolviéndolo en sus brazos—. Si estuviera en su lugar aceptaría sin rechistar, tú eras más importante que cualquier cosa.


 


—Él va a querer estar a mi lado, no va a querer dejarme —dijo—. No quiero que le hagan daño por mi culpa.


 


Se aferró al cuerpo de Akashi temblando, la sola idea de que dañaran a su amante lo aterraba.


 


—Entonces solo debes decirle algo que lo convenza de dejarte definitivamente —Kuroko se separó un poco de su cuerpo para poder mirarlo, no entendía a qué se refería. El pelirrojo se aprovechó de esa posición y le robó otro beso al chico, sorprendiéndolo un poco. Continuó hablando—. Solo debes decirle…


 


Se acercó a la oreja de Kuroko susurrando las palabras que dejaron paralizado al peliceleste.

Notas finales:

¿Qué le habrá dicho Akashi a Kuroko?

¿Será que las cosas entre Aomine y Kise se arreglan o los sigo haciendo sufrir porque YOLO? 7u7

Ya descubrímos un poco más del pasado de Nijimura, ¿será que algún día se lo dice a Tetsu-chan?

El siguiente capítulo va a estar bueno y fuerte. ¡Preparen sus pañuelos!

Debo aclarar que yo no lloré con Tristán e Isolda, es muy bonita y trágica la historia de ellos dos pero hasta ahí. Creo que me pasó como con Romeo y Julieta, las cosas pasaron muy rápido como para poder digerir lo que acontecía alrededor.

 

Nos leemos luego. Dejen sus reviews que alimentan mi retorcido y negro corazón~ 7u7


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